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Crónica 50,

Ladakh VI - El último valle

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Ladakh

Van a ser días duros pero nadie en su sano juicio rechazaría una invitación como esta. El valle de Zanskar nos ha invitado a conocer sus dominios, el valle no habla pero al igual que una mujer coqueta pero vergonzosa nos ha hecho una seña, una seña inequívoca. La larga pista que serpentea por cimas, pasos y desfiladeros ... está abierta y en el mudo lenguaje de estas montañas tan zalameras significa: "ven a conocer mi casa". Pero por experiencia ya sabemos que cuando uno acepta una invitación de la familia Himalaya nada es sencillo, hay que ganarse la invitación a pulso y pasar antes por el visto bueno de los parientes más ariscos: la impetuosa prima ventisca, el violento tío desprendimientos, la calladita sobrina grietas, la mareante cuñada alturas, el malhumorado hermano vértigo y un largo etcétera porque esta saga es muy grande. Pero estamos dispuestos, una vez más, a conocer un nuevo hogar de esta gran familia porque a pesar de todo ... su casa es de las más bonitas de la tierra.

Repostamos gasoil hasta donde el depósito diga basta pero me surge de nuevo la duda que tuvimos en Manali sobre si llenar algunos bidones auxiliares. El dilema sigue siendo el mismo, hay cosas que no cambian. Por un lado estoy intranquilo cuando nos adentramos por lugares remotos sin combustible de reserva por lo que pudiera pasar. Por otro, al igual que nos pasó en la ruta Manali-Leh, tampoco me hace gracia subir el centro de gravedad cuando se bordean precipicios y el coche se tiene que inclinar peligrosamente. El gasolinero ha concluido el llenado y todavía no me decido a llenar algún bidón extra.

-¿Se puede encontrar gasoil en Zanskar? -le pregunto, seguro de que tiene que saberlo al tratarse de la única gasolinera de Kargil y ... ¡en cientos de kilómetros a la redonda!

-Tan solo se puede conseguir gasoil en Padum, al final del valle. No hay nada más.

-Hasta Padum son unos 300 kilómetros, ¿verdad?

-Sí, sí. Llegará sin problemas con el combustible del depósito.

Le agradezco la información de primera mano, le pago las 1.150 rupias y le digo a Marián que no nos hace falta combustible de emergencia, lo cual es un alivio. También repusimos las provisiones de pan y fruta para los días de marcha que nos esperaban por este nuevo valle perdido. Pero utilizar con Zanskar la palabra "perdido" no es una denominación caprichosa es que está perdido de verdad, ha sido uno de los lugares más remotos e inaccesibles de los que legendariamente se conocían en el Himalaya. Si Ladakh ha sido siempre un mundo aparte el valle del río Zanskar lo ha sido aun más y si bien fue reino vasallo de Ladakh, prácticamente era independiente por su aislamiento.

Por el norte es totalmente infranqueable salvo en invierno a través del río Zanskar cuando su curso tiene el "detalle" de helarse. Al este y al sur todos los escarpados picos se elevan hasta más de 5.000 metros de altitud y son impracticables. Y hacia el oeste es el acceso que ahora estamos tomando nosotros, una ruta caravanera donde hasta hace muy poco se seguían viendo grandes hileras de yaks rebosantes de mercancías. El estrecho sendero pisado durante siglos por las pezuñas de los cargados yaks ahora son 300 kilómetros de una pedregosa y estrecha pista que nos hace avanzar lentamente a base de botes. Lo positivo del irregular y fatigoso camino es que nos permitirá deleitarnos del solitario paisaje himalayo que nos capturará en sus dominios durante varios días.

Primero el valle de Suru, fértil, rico, repleto de granjas, campos de cultivo y poblados musulmanes balti puesto que nos estamos moviendo por el Bastistán, un poderoso y antiguo reino himalayo que hoy en día se encuentra repartido entre Pakistán y la India.

Tras el poblado de Suru ... entramos de nuevo en territorio budista, fácil de constatar porque a pesar de no haber ningún asentamiento humano desde Suru a Rangdum nos vamos encontrando alguna que otra estupa, esos monolitos budistas que siempre nos producen paz y relajo.

-¡Hola Nun!, ¡Hola Kun! -saluda Marián con la mano a dos colosos, guardianes de blanco sombrero y altiva mirada desde las nubes. Estirados, con aspecto idéntico y nombres similares se nos presentan de súbito los picos gemelos de nieves perennes: Nun (7.135 metros) y Kun (7.035 metros), dos torres que anuncian la entrada a estos aislados parajes.

Una marmota, después de un carrerón en el que parecía no poder con su trasero, se levanta sobre las dos patas mira a su alrededor y se mete en su madriguera. En las cercanías de Rangdum, el atardecer se acerca tiñendo de un tono azulón toda la atmósfera. Un solitario y huidizo zorrillo sale de caza, algo tiene que pillar para la cena. Dos nómadas en un todo terreno español buscan donde acampar.

Cuatro mil quince metros de altitud y no encontramos un sitio medianamente llano hasta las cercanías del minúsculo pueblo de Rangdum. Levantamos la tienda rápidamente sobre el techo del Montero y nos parapetamos tras una piedra para evitar que el fuerte viento nocturno nos apague el fuego para calentar la cena. Hace mucho frío pero queremos irnos a dormir con algo caliente en el estómago. El infiernillo de gasolina trabaja rápido y en 10 minutos hemos calentado y comido una espesa sopa de fideos con vegetales y complementada con un huevo. Ni segundo plato ni postre, el termómetro señala 4 º centígrados, amontonamos los escasos cacharros que hemos manchado a los pies del asiento de Marián, ya los fregaremos mañana en las aguas del río Suru ... cuando le esté dando el sol. Ahora lo único que ansiamos es meternos en los sacos de dormir cuanto antes.

LA ALFOMBRA DE HIELO

Un radiante día nos saluda de nuevo así como una pareja de marmotas juguetonas que han salido a desayunar desperezándose bajo los cálidos rayos del sol. Cuando detectan nuestra presencia corren arrastrando su rechoncho y peludo cuerpo para refugiarse en su guarida. Rangdum aparece al poco de haber comido la última galleta y pasar por agua helada los potos del desayuno. No es más que un grupo de casas que componen el primer asentamiento budista del valle, atrás hemos dejado de nuevo los pueblos musulmanes. Poco después, su gompa se eleva sobre un montículo del lecho del río Suru, ahora casi seco. La ausencia de agua lo convierte en una isla sobre un reguero de cantos rodados, un arrecife de arquitectura entre una naturaleza salvaje, cuarenta monjes y novicios simbolizando un brote de vida allí donde la soledad purifica las almas. "Julai", decimos mientras agitamos las manos para saludar a cuatro de ellos que están metiendo leña en el interior del pequeño monasterio. Nos hacen señas para que nos detengamos a tomar un te con ellos pero les explicamos que no puede ser, hemos de seguir. Cuando proseguimos nos devuelven el adiós con la mejor de sus sonrisas y sin parar de agitar la mano durante un largo rato. Que buena gente.

En el gompa hemos saltado de río y de valle, del Suru al Stod, y casi sin darnos cuenta hemos alcanzado el puerto de Pansi-La con sus 4.450 metros. A su lado, un circo montañoso ha extendido una alfombra de gala e incita a entrar en sus salones interiores, una invitación complicada de aceptar ... la alfombra es puro hielo y su firme está repleto de trampas. Nos recuerda aquellas hermosas plantas rebosantes de dulce néctar y que invitan a los incautos insectos a deleitarse con esa ambrosía ... que les supondrá el final al cerrarse como un cepo nada más tocar el estambre. Así es el glaciar Drang-Drung, un ascendente tapiz congelado que dice "esta es la puerta a los mayores misterios de estas montañas", un elixir para los sentidos, una tentación para el ánima ... una fría trampa para el hombre. A medida que nos acercamos su presencia se hace cada vez se hace más acechante, su descomunal envergadura de puro hielo avanza como una flecha hacia la pista, como si quisiese cortarnos el avance y retenernos. Pero una empalizada de agua corta de cuajo su loca embestida y ante el Stod, la poderosa lengua gélida se convierte en una red de capilares acuosos que dócilmente deposita su esencia más íntima en su lecho ... y el Stod llevará esta donación al río Zanskar, el Zanskar al Indo y el Indo, tras miles y miles de kilómetros, brindará esa sagrada ofrenda al supremo Océano Índico.

Dos eternos testigos contemplan en silencio la ceremonia, allí están los pequeños lagos de la Vaca y del Caballo, apacibles, discretos, haciendo gala de recogimiento, como que no están ahí ... pero cuando miramos a sus ojos nos damos cuenta de que hacen algo más que observar, son un gran salón de baile. Las reflectantes retinas de sus incólumes aguas reproducen todo lo que nos rodea pero cuando son melosamente acariciadas por el suave viento toda su superficie se transforma en una gran fiesta, en un anfiteatro donde los picos de más de seis mil metros que nos rodean se cimbrean, vibran y se abrazan en una danza donde juegan con nubes, sus permanentes parejas de baile. Nos invitan a participar en la fiesta y cedemos gustosamente nuestros reflejos para que se diviertan danzando con las cimas y las nubes. Todos parecen encantados y se dejan llevar por el ritmo que marcan los vientos.

Las huellas del hombre vuelven a aparecer al poco de abandonar la fiesta pero los casi ocho meses al año que este valle permanece aislado le ha permitido preservar sus tradiciones y cultura budista prácticamente intactas.

Nuestro "yak de cuatro ruedas" nos agasaja, a su lomo vemos como supera todo lo que se le pone por delante. Va cruzando minúsculos asentamientos humanos repletos de estupas, saludos y sonrisas y va depositando nuestros nómadas cuerpos en las puertas de los gompas que podemos visitar los tres juntos, nada de separarnos ... somos un equipo. Los gompas de los alrededores de la capital -Padum- son el preludio de los monasterios que se ocultan por lugares tan sólo accesibles después de varias jornadas de puro trekking. Caminos que sólo los pies pueden surcar entre enrevesadas y escarpadas sendas.

Primero llegamos al monasterio budista de Sani, con el insólito emplazamiento que se da muy pocas veces: a ras de suelo. Es un pequeño monasterio-fortaleza que confiesa su verdadera función cuando se penetra en su interior y revela una sala de oración decorada con frescos y tankas cuyas imágenes palpitan al calor de las velas que descubren sus rasgos.

El gompa de Karsha, por el contrario, se esfuerza a conciencia por trepar por la empinada colina donde se atrinchera. Al vernos surgir en la puerta, una camada de perros custodiados por sus voluminosos familiares y amigos se diluyen perezosamente entre las sombras de las estancias monacales. Dos monjes aparecen ataviados con sus gorritos a la puerta del templo, con ellos y sus sonrisas nos paseamos por todo el recinto. Los monjes deben gozar de unos buenos músculos en las piernas porque las interminables escaleras de enormes peldaños que nos conducen por este babel hasta la capilla principal de la cima nos dejan exhaustos. Recuperamos el aliento aliviados por una suave brisa mientras contemplamos el espectacular panorama que nos ofrece tan privilegiado emplazamiento: el valle de Zanskar, arropado por los altos picos que le confinan a un forzado cautiverio durante las tres cuartas partes del año. El río Zanskar estría la tierra a nuestros pies y en la lejanía podemos entrever nuestro próximo destino: Padum, que la lontananza no deja vislumbrar el horrible villorrio que es en realidad.

La minúscula y deprimente Padum, a sus 3.505 metros de altitud, es la capital del valle y al disponer de puesto de policía, chiringuitos, electricidad 4 horas al día, oficina de correos y línea teléfono -que alguna vez funciona- ... ha sido elevada a la categoría de "civilización". La población ha perdido el encanto de los habitantes del valle, es realmente agobiante, seguramente está maleada por ser la base de todos los trekking de la zona. Los adultos se guían por intereses, los niños se agarran al coche, gritan, no paran de pedir cosas que ni entendemos. La ubicación natural es sublime pero la pequeña urbe nos repele, a las dos horas decidimos marcharnos y acampar fuera de este enclave, en la ruta de regreso a Kargil. Pero Padum se debió de sentir afrentada por nuestra huida, resultó ser susceptible y muy "bruja", porque a partir de ese momento no pararon de sucederse acontecimientos que podrían considerarse como una maldición.

EL VALLE "EMBRUJADO"

-¿Cómo que no hay gasoil? -me pregunta Marián con cara de incredulidad.

-Lo que oyes, he preguntado en esa pensión, a un conductor de camión y a aquel taxi de allí -señalando un destartalado jeep que se dedica a ir y venir de Kargil- y todos me han dicho lo mismo. No hay gasolinera, me han dicho que de vez en cuando algunos comerciantes venden combustible en bidones pero ... hace mucho que no llega ningún camión cisterna y no hay "excedentes".

-Con lo que queda, ¿seguro que no hay suficiente para llegar hasta Kargil?.

-No, no llegamos. Si fuese carretera o una pista sencilla y llana no habría problema pero la pista es muy alta y se consume mucho. Sin contar con el paso de Pansi-La y que las pendientes y piedras nos obligan a ir en muchos tramos con la reductora. Lo irónico es que necesitaríamos poquísimos litros, con 20 litros llegaría justito pero llegaría, lo ideal serían 30 ó 40 litros para cubrirnos las espaldas. -No debí creer tan alegremente al gasolinero de Kargil, ¡debí de haber llenado por lo menos un bidón!, pensé en mi fuero interno. Pero ahora no sirve de nada lamentarse, lo hecho hecho está.

-Pero ... ¡alguien tiene que tener gasoil!, aquí hay camiones y autobuses -me dice ya Marián, ostensiblemente nerviosa porque de nuevo se empezaba a arremolinar la gente alrededor de nosotros para intentar llevarnos a algún lado.

-Me dijeron que igual se puede conseguir algo en la "power house", deben de referirse al generador que da electricidad al pueblo. Me imagino que funcionará con gasoil.

-Vamos a intentarlo. No tenemos otra opción. Crucemos los dedos.

Dio lo mismo cruzarlos que no cruzarlos porque el mal de ojo de la bruja hizo que la "power house" estuviera bajo mínimos y en espera del camión cisterna. No disponía de nada para compartir. Eran tan pocos litros que pensé que igual podía sacar dos litros por un lado, uno por otro, tres de algún camionero ... hasta reunir los que necesitábamos. Lo que era cierto es que íbamos a tardar un día o más porque medio pueblo sabía que necesitábamos combustible pero no apareció nadie que dijese "yo os puedo vender un poco". Eso sólo podía significar que nadie le sobraba, tendríamos que emplearnos a fondo para rebuscar. La otra evidencia es que no nos podíamos ir de Padum hasta que tuviésemos asegurado suficiente combustible para llegar a Kargil. No es ninguna broma quedarse tirado en medio de la nada y absolutamente solos. Si había un lugar en todo Zanskar donde se pudiese conseguir combustible, ese lugar era Padum. Ya encontraríamos el modo. Realmente cuando se habla de Zanskar como el "valle perdido" no creíamos que las palabras pudieron contener tanto de verdad y tan poco de leyenda. Marián a estas alturas se estaba resignando a la idea de tener que quedarnos en la liliputiense capital del valle.

-Pues nada, vámonos a la Rest House, tenía jardín así que seguramente nos dejen aparcar allí para pasar la noche -me dice sin mucha ilusión.

-¡Mira, un camión militar! Esos bichos consumen una barbaridad y los militares usan su propio combustible. Igual hay un acuartelamiento cerca y nos pueden pasar algo de gasoil.

Esto era como un carrusel emocional. Primero que sí que hay combustible en bidones, luego que no, luego que igual lo hay en la "power house", luego que no, ahora ... igual era posible conseguirlo a través de los militares. Los militares indios son gente realmente amable y hospitalaria con los extranjeros, se desviven por ayudar cuando alguien tiene el más mínimo problema. Es algo que patente donde quiera que uno se mueva por la India. Pero el carrusel emocional sigue.

Alcanzamos el camión, que estaba parado a la entrada de la Rest House. Hablo con el conductor pero su inglés no va muy allá y no me entiende. Casi al instante de intentar buscar otras palabras o gestos para explicar el problema se nos acerca rápidamente un oficial de impecable uniforme y perfecto inglés. Era el capitán y estaba al mando del grupo de soldados que viajaba en el camión. En cuanto vio a los extranjeros hablando con el conductor se acercó raudo para ver si teníamos algún problema y podían ayudar en algo.

Explicado el problema, nos dijo que las preocupaciones se habían acabado. No hay ningún acuartelamiento en las cercanías pero ellos suelen viajar con unos 7 u 8 bidones de 20 litros que nunca usan así que nos podían dar sin problema 40 litros. Fantástico. Fantástico hasta que el suboficial le dijo que como era una patrulla rutinaria de ida y vuelta ... prescindieron de ellos. ¡Vaya día! Encima nos dice que no hay ningún otro camión militar en las cercanía para chequear si lleva gasoil extra, su patrulla es una sección solitaria que está comprobando la veracidad sobre la posible presencia en la zona de un grupo de "militantes musulmanes", expresión diplomática con la que denominan a los activistas separatistas y terroristas cachemiros. Lo de la presencia de "militantes" nos dejó extrañados porque Zanskar es una ratonera, tan al margen de todo que no hay ni guarniciones militares porque no hay nada contra lo que atentar, es un pacífico valle donde los budistas que ahí residen viven a su aire, sin molestar a nadie. Eso sin contar que si los terroristas intentasen alguna maniobra tendrían que huir a pie, quizás hasta más de 100 kilómetros a través de altísimas montañas. No existe la posibilidad de dar un "golpe" con huida rápida.

Con el tema del combustible, casi estaba más contrariado el capitán que nosotros, estaba feliz por poder ayudarnos y de repente estábamos como al principio. Pero no se rindió. Primero manda a un soldado a preguntar por el pueblo si se puede conseguir gasoil, vuelve al poco confirmando que nadie puede proporcionar gasoil. Pero tampoco se rinde, se ve que en la academia insistieron especialmente en el concepto de hospitalidad y auxilio así como en el concepto de no rendirse jamás. Pregunta al conductor si se puede prescindir de parte del gasoil que está en los depósitos, al final acuerdan que podrían darnos unos 15 litros. Ya estábamos muy escépticos, como pensando "a ver que pasa ahora para que esto falle también". Pero milagrosamente no pasó nada, extrajeron el gasoil de su depósito y lo vertieron en el nuestro aunque los 15 litros sacados se convirtieron en 12 durante el trasvase. Le dimos infinitas gracias al oficial y a los soldados que intervinieron. El capitán vuelve a disculparse por no podernos dar más pero le decimos que lo que ha hecho ya nos ha sacado de un buen apuro.

Ahora estábamos en los límites del riesgo.

-¿Llegaríamos a Kargil con esos litros extras? - me pregunta Marián, como esperando un sí.

-Ahora quizás. Calculo que hubiese necesitado 20 litros para llegar por los pelos pero si condujese a punta de acelerador, sin revolucionar para nada el coche e intento ir casi todo el rato en tracción de dos ruedas ... podría ser, podría ahorrar esos litros que nos faltan. No hay garantías pero ... ¿lo intentamos?

-Por mi sí. Yo saldría porque no me da la impresión de que se pueda conseguir más gasoil en Padum.

-Vale, vamos a intentarlo.

El Montero pisa sus propias huellas para rehacer el camino hasta Kargil. A los dos kilómetros de salir del pueblo reencontramos la paz innata del valle. Vamos lentos, muy lentos. Nunca pasamos las 2.500 rpm y si bien la subida al Pansi-La fue con reductora, los 20 kilómetros de bajada los hicimos en punto muerto. Era ya un tic, cada poco miraba la aguja indicadora del combustible restante y la verdad es que iba bien, consumíamos muy poco gasoil. Cuando llegó la noche no me vi atrapado por el cansancio (se ve que la tensión del día había actuado como un café bien cargado) así que decidimos continuar, a fin de cuentas era la repetición de la ruta.

-¡Que ha sido ese ruido! -digo a Marián preocupado. Llevábamos ya varias horas de conducción y el coche acaba de dar un gran bote, uno más, al bajar de una piedra pero el ruido me heló las venas.

-¿Otra piedra rebotada por la rueda?

-No, no. Esto es distinto. Es un ruido malo, muy malo. -Paro el coche al instante, me bajo como un rayo con la linterna y reviso todos los bajos.

-¿Ves algo? -me pregunta Marián.

-No veo nada, el cárter, el depósito, las barras, todo está bien. Nada gotea, ni está doblado ni roto. Avanza un poco el coche, que vea el movimiento de la barra de la transmisión. -Marián se sienta en el asiento del conductor y avanza el coche muy lentamente. -Todo se mueve bien, la transmisión gira como es debido. Es un alivio. A simple vista no hay nada.

-Habrá sido una piedra, no paran de saltar y golpear los bajos.

-No sé. No sé. No me ha gustado, hay algo mal. Ha sonado distinto. Esto no me gusta. No me gusta nada. Voy a seguir un poco a ver que pasa.

Avanzo lento, todo bien. Alcanzo los cinco kilómetros por hora y un chirrido estridente nos deja sin respiración. Había pasado algo gordo ahí abajo. Me tiro de nuevo debajo del todo terreno con la linterna, la verdad es que no entiendo nada de mecánica pero sí que me considero capaz de distinguir algo "raro". Empecé por delante y tardé casi cinco minutos en llegar a la parte de atrás debido a la minuciosidad del examen. Cuando lo vi ... maldije nuestra suerte en el día de hoy. Era el muelle trasero de la suspensión izquierda lo que estaba partido en dos. Maldije también el momento en que yo mismo elegí esos muelles, no eran los originales del Mitsubishi puesto que el coche iba a estar tan cargado durante varios años que decidí buscar lo que se llaman "muelles reforzados". Son más largos que los originales y elevan el vehículo por la parte de atrás, algo bueno cuando un todo terreno va sobrecargado, le evita muchos golpes desagradables en los bajos traseros cuando se hacen pistas complicadas. Era lo único que cambiamos en nuestro todo terreno de serie ... y se nos parte en medio de la nada, menudo escarmiento. Y lo que es peor, no tenemos ese repuesto (su volumen y peso es grande y es una cosa que no se debería romper), es imposible de encontrar en la India y no tenemos ni idea de lo que afectará al todo terreno seguir avanzando en estas condiciones.

A grandes males, grandes remedios. Sacamos el teléfono Inmarsat Ibérica y orientamos la pequeña parabólica hacia el satélite, íbamos a llamar al mejor "médico" para nuestro amigo. Ese médico era Cándido Requejo, jefe de taller encargado de nuestro Mitsubishi en Madrid y excelente profesional que tuvo el detalle de proporcionarnos su número de teléfono privado por si se presentaba una emergencia y... desgraciadamente así sucedió.

Eran las 10 de la noche en Zanskar, las 6 de la tarde en Madrid, ya no habría nadie en el taller. El Inmarsat Ibérica enlaza inmediatamente con el satélite, el número que acabamos de marcar sale hacia la estratosfera, es captado por el receptor del satélite IOR y mandado a la central terrestre que tiene Inmarsat en Holanda donde entra por la red terrestre y ... suena en casa de Cándido. En total, tres segundos desde que lanzamos la llamada, es realmente mágico que estando donde estamos los satélites nos permitan contactar con cualquier persona del mundo. Se pone su mujer pero Cándido no está -¡el mal de ojo sigue muy activo!- pero ... tiene que venir a cenar, sobre las diez o diez y media de la noche. Le damos las gracias, volveremos a llamar a esa hora.

Ese momento se sitúa entre las dos y dos y media de la madrugada en este remoto lugar y ahora mismo ya hace un frío tremendo. La pista está encajada en la montaña y no podemos salir de ella pero el GPS nos indica que estamos a unos cinco kilómetros de Rangdum, a seis escasos kilómetros de la acampada de hace unos días, un lugar perfecto: llano, con agua y discreto. Si vamos muy, muy despacito podríamos llegar ahí y esperar la hora de la llamada. Descartamos acampar junto al monasterio o el pueblo para gozar de la discreción que requería una situación así, nunca nos ha gustado exponer tan abiertamente nuestro material, y menos en una zona militar como es Cachemira donde una cosa tan simple como una llamada de "asuntos propios" puede crear una cascada de malentendidos.

Al poco, pasamos delante del gompa de Rangdum -ni una sola luz en su interior- y un poco más allá el diminuto pueblo, también sumido en una oscuridad sepulcral. Un kilómetro más y llegamos al punto que el GPS indicaba como el lugar de campada que buscábamos. El frío ya es inaguantable, Marián prepara un bocadillo dentro del coche mientras yo levanto la tienda sobre el techo del todo terreno e instalo la parabólica sobre ella. Nos tomamos los dos bocadillos en los asientos y en cuanto terminamos nos subimos a la tienda y nos metemos en los sacos. El teléfono está con nosotros aunque la antena esté fuera, un cable alargador permite separar la pequeña parabólica y el teléfono propiamente dicho.

La situación era patética, los militares nos han dicho que sospechan de la presencia de "militantes" por la zona y nosotros estamos aquí bloqueados, a 4.000 metros de altitud, con un gélido viento que nos helaba la piel al aire, casi sin combustible y con un muelle roto. Lo de los "militantes" no me preocupaba mucho porque era poco probable que el rumor fuese cierto, en lo que de verdad estábamos concentrados era en llegar a Kargil con el gasoil que nos quedaba y en escuchar la voz de Cándido diciéndonos los "efectos secundarios" de seguir avanzando con el muelle roto.

Leemos hasta las dos de la mañana. Desde dentro del saco una nueva llamada parte hacia las estrellas y finaliza en Madrid. Cándido todavía no ha llegado. A las dos y media un nuevo intento ... y se pone él, acababa de llegar y estaba esperando la llamada.

Los calurosos saludos y un resumen de cómo va la expedición son seguidos por el problema en cuestión y sus posibles soluciones. Nos explica que lo que se puede hacer es coger el sector más grande que haya quedado del muelle y meter en su interior un pedazo de madera de la dimensión que le correspondería al muelle (la dimensión se saca del otro muelle). Eso haría la función de tope y aunque se perdería la "comodidad" de ese lado, enderezaría el coche y salvaguardaría el amortiguador. Pero el mal de ojo nos tiene todavía enfilados, aquí no hay ni un miserable árbol, todo el valle está pelado, cuando hay algo son arbustos de alta montaña. Me pregunta si el coche está muy inclinado hacia ese lado o no. La verdad es que no lo está, el sector más pequeño del difunto muelle se ha cruzado diagonalmente y se ha encajado entre el otro sector y el bastidor, anulando de este modo tan singular el sobrepeso que podría dañar el amortiguador. Nos explica que aunque la parte del muelle encajada se saliese en ruta, lo máximo que podría ocurrir al seguir avanzando era que el amortiguador cediese, pero incluso así podríamos seguir avanzando. Lo del amortiguador no era tan grave porque tenemos un juego completo de repuesto. Lo importante es que aunque se pusiesen muy mal las cosas, nuestra montura aguantaría con todo.

Al final concluimos que lo mejor era no tocar nada ya que si el muelle aguantaba ahí encajado ... hasta el amortiguador se salvaría. Una vez en la "civilización" -el villorio de Kargil que está tras ¡200 kilómetros de pista!- buscaríamos una solución temporal para intentar llegar a Islamabad, donde se nos podrían mandar los muelles nuevos. "Muchísimas gracias, Cándido", "Volver a llamar sin preocuparos de la hora si ocurre algo nuevo, cuidaros.", esas fueron las últimas palabras que el satélite intercambió entre España y el Himalaya antes de cortar la comunicación. Bueno, por lo menos podemos seguir. La excitación y la tensión de las últimas horas nos sumió en un profundo pero agitado sueño.

LOS ALTOS DE KARGIL

El sol entró a destajo con el nuevo día, desafiando los altos picos que nos rodeaban y tras plegar el hogar nómada que nos permitió el reposo una noche más emprendimos la marcha. Si la velocidad de ayer era lenta para consumir poco gasoil, la de hoy es todavía más lenta para no dañar el sistema de amortiguación. Los baches y socavones no nos permiten subir la velocidad ni relajarnos durante los 200 kilómetros de dura pista. Y aunque seguíamos bajando todas las cuestas en punto muerto para ahorrar el preciado combustible que racionábamos ... 50 kilómetros antes de llegar se encendió la luz de la reserva. Menudo viajecito. Pero llegamos, por los pelos, pero llegamos a Kargil. En total fueron 10 horas de camino y todavía no sabíamos que esta ciudad tan antipática y fea con la que no congeniamos desde el primer día nos iba a retener contra nuestra voluntad para martirizarnos a su antojo. La gasolinera estaba delante.

-Bueno, lo hemos conseguido -me dice Marián sonriendo.

-Sí, lo conseguimos -la contesto con un suspiro que no puedo retener-. Que alivio, no las teníamos todas con nosotros. Bueno, lo de buscar y poner un pedazo de madera no será complicado y cualquier taller en media hora nos puede levantar el coche y meter el taco dentro del muelle. Pero lo primero es repostar.

Los números del surtidor avanzaban frenéticos mientras se llenaba el tanque pero las brujas aún planean por encima de nuestras cabezas. De pronto otro cliente comienza a gritar señalando nuestra dirección. Miro el suelo. No me lo podía creer, a medida que los litros entraban en el depósito iban saliendo a la misma velocidad por debajo del coche creando una gigantesca marisma de gasoil. Estaba al otro lado del coche y no lo veía. Paro inmediatamente el surtidor. "¿Pero qué ocurre ahora?", me interrogaba incrédulo ante todo lo que nos estaba pasando. ¿Qué qué pasaba? ... eso fue fácil de ver cuando paró la cascada interior de nuestro todo terreno y se formó un charco de unos treinta litros de gasoil en el suelo de la gasolinera. Ayer, al partirse el muelle, antes de asentarse y encajarse contra el bastidor, rajó el depósito de combustible, una herida de 15 centímetros de largo y tres de ancho. No lo vi en el examen porque estaba oculto por las sombras y tampoco manó gasoil debido a que teníamos muy poco combustible en el tanque. Una desgracia tras otra. La pesadilla continua.

Nos instalamos en una pensión para pasar la noche, nos duchamos y cenamos allí mismo. El ambiente en el pueblo es malo, demasiado cerca de la frontera en guerra -¡a 7 kilómetros está le línea de "alto el fuego" desde la que se disparan!-, es una ciudad encrucijada y significa mucho comercio y contrabando, un sector de la población apoya el separatismo por las armas, las miradas son esquivas, las ayudas interesadas y hay demasiados rincones oscuros en el pueblo.

Al día siguiente nos llevan a lo que se supone el mejor (seguramente el único digno de ese nombre) taller de Kargil. Desmontaron el tanque de combustible para proceder a su soldadura y se proponen soldar también el muelle.

-"¿Soldarlo, pero cómo van a soldar un muelle roto?"- le pregunto al mecánico.

-"Very good, very good welding"- "muy buena soldadura" me dice.

No soy experto pero no me entra en la cabeza que un muelle de la suspensión se pueda soldar por muchos "very good welding" que se empeñen en repetir. Además, si se pudiese soldar, Cándido nos lo habría dicho. Un taller de soldado es muy fácil de encontrar, él lo sabe porque ha participado en muchos rallies. Nos dijo que a falta del repuesto, la solución improvisada era un taco de goma (eso sí que es imposible de encontrar) y en su defecto un taco de madera, no dijo nada de soldar. Después de verle trabajar en los talleres de la Mitsubishi tenemos fe ciega en él así que insisto en el taco de madera. Me dicen que no, que mejor soldarlo, que ponen un refuerzo en los dos lados de la parte rota y lo sueldan haciendo un bloque, que eso no se puede romper. Como se trata tan solo de llegar a Islamabad, al final cedo y el hombre se lleva el muelle supercontento por seguir su idea.

Terminaron muy tarde, pago una suma artificialmente engordada por el color de mi piel y que no pude regatear porque me la dijeron antes de empezar a trabajar, sabían que estaba "prisionero" en Kargil. Eso o no arreglaban nada. Tuvo que ser "eso". Era el doble que lo cobrado a un lugareño pero aún así fue mucho más barato que en cualquier lugar de occidente. Bueno, lo importante es que ya esté todo arreglado. Nos despedimos, damos las gracias y vamos directos a la gasolinera.

-Nos quedan unas cuatro horas de luz, podríamos partir para acampar en algún pueblo del camino y mañana llegar a Srinagar -le digo a Marián mientras el tanque se va llenando. Me va a contestar que sí cuando el rostro se le desencaja.

-¡Para, para! Se está saliendo todo el gasoil otra vez

Ya esto era demasiado. La "bruja" se estaba pasando. Volvemos como una exhalación al taller y cuando llego todavía está cayendo a borbotones el gasoil. Me lo meten en la fosa y efectivamente, se sale por el mismo sitio, habían hecho una chapuza. El soldador ya se había ido y no volvía hasta mañana, me imagino que a celebrar la paga extra que le había supuesto su "maravilloso" arreglo. Hasta mañana no le podrán meter mano. Lo que hacen es desmontarlo para ir ganando tiempo. Miro el muelle como acto reflejo y ... ¡partido en tres piezas! ¡pero si sólo habíamos circulado dos kilómetros y por asfalto! Evidentemente, no se había partido por donde lo soldaron porque el refuerzo era un amasijo de hierro irrompible pero ... al perder elasticidad el muelle se había seccionado antes y después de dicha soldadura, ahora estaba en tres pedazos en vez de en los dos de ayer. Y hasta mañana no se podía hacer nada. No había manera de abandonar Kargil.

Por la mañana, ya no hacíamos caso a nadie. No perdíamos de vista el depósito, dirigíamos y chequeábamos todo. No estábamos para bromas. A otro mecánico le di las dimensiones del taco de madera que queríamos y le mandamos a un aserradero que estaba al lado. Nada de fantasías, se acabó la confianza.

Mientras tanto un jeep militar con su dotación esperaban que terminasen unos arreglos en el mismo. Un mayor, tres soldados y un cuarto soldado con chaleco antibalas, casco y fusil ametrallador "listo". El mayor, al vernos tan contrariados y que no había manera de entenderse con los mecánicos que apenas sabían cuatro o cinco palabras de inglés, nos ofreció su ayuda como intérprete. Debido a la larga espera por parte de ambos comenzamos a charlar de varias cosas entre ellas sobre nuestra expedición.

-¿Cuando partieron de España? -nos pregunta, extrañado porque le pareció entender que hacía más de un año.

-En junio del 99 -le ratifico- hace ya más de 16 meses.

-En esa fecha nosotros estábamos en plena guerra -dice con una mueca triste-, hace menos de un año esto era el frente de guerra. Se bombardeaba desde Pakistán. -Nosotros habíamos oído algo de esos enfrentamientos pero no sabíamos mucho.

-¿Bombardeaban en las cercanías de Kargil?

-No en las cercanías, caían obuses y fuego artillero aquí mismo, en este garage, en esa casa de ahí, ¿ves ese puente? -nos dice señalando el puente que une Kargil con la carretera que viene de Ladakh y que tomamos hace unos días-, quedó destruido, este es un puente provisional militar. Lo mismo pasó con Dras, el pueblo que encontraréis en el camino hacia Srinagar. Nos bombardeaban desde allí -señala ahora las cimas que tenemos en el norte-, esas cimas están en el lado indio de la línea del alto el fuego pero durante el deshielo fueron ocupadas por rebeldes apoyados por Pakistán y lograron instalar cañones, hacerse fuertes y atacar bombardeando todo lo que estaba a su alcance. Costó mucho desalojarles de ahí, ... -se hace un silencio- costó mucho en tiempo y en vidas. -No lo dice con orgullo ni envalentonado por el éxito de la operación de recuperación, no le guía ningún ardor guerrero al narrarlo sino más bien su voz suena con la resignación de una situación que hubiese preferido que jamás hubiese ocurrido. Parecía sincero.

Mientras todo eso ocurría, nosotros ya habíamos partido de España y no supimos hasta ese mismo instante la verdadera dimensión del conflicto. Carreteras cortadas, evacuaciones en masa, pueblos destruidos, familias truncadas, y miles de soldados muertos, sobre todo de la parte india. Fueron los sorprendidos por la toma y no se podían creer que hubiesen logrado instalar piezas de artillería en la cima, algo casi imposible en ese terreno y a unas alturas que superan los 4.500 metros. La guerra quedó bautizada como "Los altos de Kargil" y fue una loca e inútil aventura por parte de los atacantes para partir en dos este territorio puesto que se aislaba a Ladakh si se atacaba su puerta: Kargil. Fue una operación para "salir en los diarios" y poner en jaque a la India pero nadie se podía creer que esa posición se pudiese mantener cuando la India -mil millones de habitantes- tiene un ejército prácticamente inagotable. No iban a permitir que se ocupase parte de su territorio, no se sabía cuanto costaría o cuanto duraría pero todos sabían el final. La versión oficial pakistaní es que eran rebeldes independentistas cachemiros y talibanes afganos sin ningún tipo de ayuda pakistaní, algo muy difícil de creer cuando para una operación de esta envergadura se han desplazado cañones y se necesita una gran intendencia para la tropa así como el aprovisionamiento de munición y armamento. Hasta que se tuvo construir a escondidas una pista que permitiese el paso de vehículos. Pero como ni el ejército ni la aviación pakistaní intervinieron activamente y las tropas atacantes eran realmente cachemiros y afganos, todo quedó en "ataque de rebeldes por la liberación de la Cachemira ocupada por la India". ¿Qué no se inventará el hombre para intentar justificar la muerte de sus semejantes? Poco le debe importar a los amigos y familiares de los muertos, tullidos y heridos la "versión oficial" de los hechos.

También nos explica que debido al gran movimiento de tropas (cientos de vehículos diariamente), tan solo se permite circular a los civiles de noche, de 11 de la noche a las tres de la mañana para venir desde Srinagar y de tres de la mañana a 7 de la mañana para ir de Kargil a Srinagar (nuestra ruta).

-¿Qué solo se puede viajar a partir de las tres de la mañana?, si nadie nos ha dicho nada. -Le digo extrañado ante ese nuevo dato.

-Aquí no son gente habladora, de haber partido esta mañana les habrían parado en el control de salida de Kargil y obligado a esperar hasta esta madrugada.

Era ya lo que nos hacía falta, levantarse a las dos y media de la mañana para conducir de noche por pistas de montaña y pasar a oscuras el paso de Zoji-La (3.529 metros). Todo ello confiando que el taco de madera no se salga y que el depósito no se ponga de nuevo a fugar. Eso sin contar que como es zona de infiltraciones el ejército está en alerta máxima. "¿De verdad que no hay ningún modo de conducir de día?", le pregunto realmente compungido. Le explico que llevamos muchos días por pistas de montaña, cientos de kilómetros de rutas difíciles, que estamos agotados, los problemas con el combustible, el muelle, el depósito rajado, el volante de nuestro vehículo a la izquierda, que de noche es muy peligroso conducir en la India, ... y que estamos agotados, aunque durmiésemos ocho horas la oscuridad nos adormecería tras la semana vivida. El comandante Noronha se queda pensativo.

-Sí. Tenéis razón -dice finalmente, consciente de lo que esa medida significa para nosotros y nuestras circunstancias-. Es una faena muy gorda para vosotros, os voy a ayudar. En cuanto tengan listo nuestro jeep nos tenemos que reincorporar a mi batallón, soy el jefe de la zona de vigilancia de Gumari -nos confiesa-, el último control antes de cruzar el paso de Zoji-La. ¿Cuándo partiríais?

-Mañana por la mañana, para cuando terminen va a ser muy tarde.

-¿Cómo os llamáis? -nos pregunta sacando un block.

-Vicente Plédel y Marián Ocaña -le contesto mientras le señalo la parte de la puerta donde figuran nuestros nombres.

-Bien -concluye al cerrar el cuadernillo y anotar también la matrícula-, en el camino hacia mi puesto voy a dejar en todos lo controles que os dejen pasar durante el día, no creo que se confundan de coche -nos dice riendo al llevar la vista hacia nuestro particular todo terreno repleto de pegatinas.

Su jeep queda listo quince minutos después, se tiene que ir. Nos despedimos y nos dice que nos paremos en Gumari para tomar un té con él. Le damos infinitas gracias por todo. "Nos veremos mañana en Gumari", le decimos cuando ya sube al jeep con el motor encendido. ¡Ojalá sea cierto!, pienso para adentro. Con todo lo que está pasando estos días ya puede ocurrir cualquier cosa.

Con el taco de madera dentro de la parte más grande del muelle y con el depósito montado de nuevo, regresamos por tercera vez a la gasolinera. Voy llenando mientras Marián vigila los bajos. Parece que no fuga. Bueno, finalmente lo llenamos y regresamos al hotelito. El todo terreno se quedaría allí toda la noche y mañana veríamos los resultados. Y si no pasa nada ... iniciaremos la ruta a Srinagar, la conflictiva capital de Cachemira.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.