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Crónica 26,

China - Encrucijada de caravanas

Ruta : Ruta de los Imperios | País : China

-¡Diez grados bajo cero! ¡Y ya son las 9 de la mañana! -Me exclama Vicente cuando gira la llave de contacto para chequear la temperatura exterior que marca el termómetro del Montero.

-¿Pero hasta donde ha bajado el termómetro durante la noche? -Le digo, mientras me froto las manos con todas mis fuerzas. Los guantes que llevo me sirven para bien poco con estas temperaturas.

-No quiero ni pensarlo, ¿te acuerdas de las temperaturas de Libia, 50 y 55ºC? -Me contesta mientras se ríe porque ahora estamos en la otra punta del termómetro y tiemblo como una hoja mientras me muevo por impulsos nerviosos. Me contagia la risa , al menos entro un poco más en calor. Le empujo cariñosamente para que no se ría de mí.

A pesar del tremendo frío estamos alegres. ¡Menuda suerte hemos tenido! Sha ha sido realmente nuestro "Ángel de la Guarda". Ayer nos la jugamos al decidir acercarnos lo más posible a la frontera, nos asustaba más la posibilidad de un imprevisto que nos impidiese llegar a tiempo a China que el hecho del frío en sí mismo.

Esperábamos frío pero la sorpresa fue que tras el control ruso la vida desapareció y el viento siberiano se adueñó de las montañas. No podíamos ni salir del coche. Llegamos a estar seriamente preocupados cuando el sol se escondió y estábamos totalmente solos en este polo norte centoasiático. Tenemos equipo de invierno pero no para dormir con estas temperaturas a la intemperie, ya estábamos pensando hasta meternos en los sacos de dormir vestidos con los tres pantalones de invierno, jersey de lana, el polartec y los anorak puestos. No sería la primera vez y por eso no nos hacía gracia, casi no se descansa en esas condiciones y al día siguiente teníamos el día "D", la entrada a China.

Pero ... apareció Sha en ese pequeño grupo de hangares medio derruidos y ... ¡tenía un hogar ahí dentro! Fue un regalo del cielo.

Terminamos de ordenar nuestras cosas en el todo terreno y nos volvemos a meter en el edificio, sentándonos en la alfombra junto al fuego. Sha ha preparado té y ha calentado el pan, con nuestra margarina y mermelada tomamos un desayuno más que aceptable. Ofrece vodka pero le explicamos lo de nuestra "úlcera".

Nos despedimos de Sha con un fuerte abrazo y le damos las gracias por todo. Desde la puerta de la caseta hasta nuestro vehículo casi se nos vuelven a congelar las manos con el viento. El termómetro señala ahora 6ºC bajo cero, esto va "mejorando".

Por el camino ... soledad y frío, de fondo... las montañas Tian Shan lucen su traje de novia. El altímetro ya señala 3.752 m. de altura, hemos llegado a lo más alto del paso, se inicia el descenso. La homogeneidad del entorno se rompe cuando aparecen los edificios y hangares de esta gélida e inhóspita aduana. Avanzamos hasta la barrera, un soldado la abre y nos indica que debemos detener el vehículo delante del edificio principal. Nada más aparecer y aparcar el coche, varios funcionarios se abalanzan hacia nosotros raudos y veloces, nos tememos lo peor.

Son cinco personas mirando, tocando y preguntando en ruso de todo, son insaciables. Vicente por un lado y yo por otro, intentamos controlar con la vista tanto movimiento de manos. Afortunadamente, es más curiosidad que saqueo. No obstante, la sonrisa y las bromas son nuestras armas, con lo cual mitiga y camufla nuestra tensión y nervios,,, y parece que funciona. Nos quieren hacer desplegar la tienda del techo para ver que es "eso" pero cuando les enseño una foto de la tienda abierta sobre el coche y les digo "Spanish yurta" les da un ataque de risa, se pasan la foto de unos a otros repitiendo la frase "Spanish yurta" y dicen que no hace falta. No obstante, hay un oficial especialmente serio, que lo controla todo a distancia. Uniforme verde impecable, botas impolutas, correaje brillante, gorro de piel tipo "ruso" con las orejeras levantadas y guantes de cuero negro. El oficial en cuestión es muy joven y parece que ostenta la tarea de que nadie se extralimite en sus funciones, porque todos dirigen la mirada hacia él cuando algo "está más de la cuenta" en sus manos. Quizás estén poniendo "supervisores" de nuevas generaciones para que a los funcionarios se les pasen las viejas y avariciosas costumbres. O quizás ... tenemos suerte y le caemos bien. Todas estas aduanas son un misterio.

En el desfile de taquillas realizamos las declaraciones de moneda y equipaje, pero nunca llegamos a entender para qué sirven. En primer lugar porque ya nos marchamos del país y en segundo lugar porque tras rellenar los impresos nadie nos lo pide posteriormente... pero la burocracia es "sagrada" y hay que hacerlo así. Nos vamos con la mitad de los impresos en la mano.

El momento más tenso se produce cuando nos piden la confirmación de que una agencia china nos está esperando al otro lado de la frontera. Sin ese documento o fax no dejan pasar a nadie y nosotros tan solo tenemos la confirmación por e-mail de Jesús de Catai Tours pero nada de la agencia china. Pero ... ¡estamos preparados para todo! Empezamos a mostrarles un montón de papeles como la carta de presentación de Catai Tours, de Mitsubishi, fotocopias de permisos, sonrisas, la ruta por China, caras de no entender, Carnet de Passage, mi carnet de profesora de Geografía e Historia, ... aturullándoles con tantos papeles como se nos ocurre sacar. Ninguno era el que ellos pedían, pero como no entienden nada de lo que pone escrito pero ven muchos sellos y membretes, cogen uno al azar, lo fotocopian y lo dan por bueno.

Cuando por fin la barrera se eleva ante nosotros y el soldado kirguis esboza una sonrisa, mientras nos dice adiós, me da la impresión que todo transcurre a cámara lenta, al menos así ha quedado grabado en mi memoria. Vamos a cambiar drásticamente de cultura y las imágenes de lo recientemente vivido fluyen en mi mente. Hemos conseguido vencer la desagradable lista de factores que nos mantuvieron en vilo desde que entramos en el Cáucaso y que han sido como espectros planeando sobre nuestras cabezas y ... nuestra ruta. El viento silba alrededor por todos lados, nuestra montura sigue avanzando lentamente. Vicente le devuelve el saludo moviendo la mano muy pausadamente. Pero esta ruta no ha sido tan solo una superación de obstáculos sino que hemos vivido experiencias y visto lugares que se habían mantenido aislados y desconocidos durante mucho tiempo ... demasiado tiempo. Todo ello ocupará un lugar privilegiado en nuestra memoria y en nuestro espíritu, para siempre. Noto que nuestra montura se detiene.

Han pasado cinco kilómetros. Ha pasado una eternidad. Hemos llegado a un gran arco con caracteres orientales. Hemos llegado a China.

-¿Qué no podemos entrar en China? ¿Cómo es eso? ¿Qué ha pasado? -Oigo preguntar a Vicente por teléfono.

-Han caído unas terribles lluvias postmonzónicas en el Himalaya y muchos tramos de la carretera Karakorum se han desmoronado como un castillo de naipes. -Le contestan desde el otro lado de la línea. Era Jesús, que desde Madrid, hablaba con él.

-¿Y entonces? -Le pregunta Vicente, sin dar crédito a lo que oía.

-Pues que no podéis llegar a China por tierra, nos han informado que tardarán como un mes en volver a abrir la Karakorum. -Prosigue Jesús. Vicente no sabe que decir, es consciente de que esa información es rigurosamente exacta, Catai tiene agencias colaboradoras en todo el mundo y se entera de todo al momento.

-¿Y los permisos? -Le cuestiona Vicente, aunque tanto él como yo sabíamos la respuesta.

-Se han perdido, si no se llega en el día exacto se pierde la entrada. Lo siento, de verdad. El Himalaya es así. -Le dice Jesús.

Delante de nosotros, la bandera roja con sus cinco estrellas amarillas tiene en estos momentos un significado especial. Verla ondear no significa tan solo haber logrado superar Asia Central y llegar a la meta de uno de los objetivos más duros de la RUTA DE LOS IMPERIOS, se trata también de una "cuenta pendiente" con el destino, algo que se remonta mucho más atrás en el tiempo, a la "Ruta de Alejandro Magno". El 6 de octubre de 1.992 Vicente tuvo la conversación telefónica que acabamos de relatar. Estábamos en la ciudad pakistaní de Dera Ghazy Khan -a las orillas del río Indo- y, al igual que hacíamos cada tres semanas, llamó a Jesús para asegurarse que todo iba bien. Pero esta vez ... algo fue mal y las lluvias en el Himalaya nos cortaron las alas a China. Hoy, en los albores del año 2.000, todo es distinto. ¡China está delante de nosotros! Es un gran momento.

No hay nadie esperándonos, nos entra la duda -¿vendrán los de la agencia china, verdad?- pero estamos tranquilos. Sin visado kirguis (acaban de sellarnos la salida) ya no podemos volver hacia atrás, tenemos cortada la retirada y por una vez eso nos alienta. Aunque no nos admitiesen la entrada a China por algún tipo de trámite administrativo incomprensible o ..., pase lo que pase sólo nos podían "echar" hacia delante, hacia Kashgar y el Himalaya, el último objetivo de esta etapa centroasiática.

Nos han retirado los pasaportes y nos dicen que harán los papeles cuando llegue el guía. Una hora y media y nada. Los aduaneros regresan y registran el coche. Apertura de cajas, miradas por aquí y por allá pero lo único que les inquieta son los mapas y libros que llevamos sobre Irán y unos periódicos viejos y caducos que aun arrastramos con nosotros desde que nos los dio Michel en nuestra cita en Estambul. Terminan el chequeo y vuelve a desaparecer todo el mundo. Tenemos un hambre tremenda, nos comemos allí mismo dos latas de mejillones en escabeche de nuestras provisiones de "uso inmediato, abrir en caso de emergencia". Desde luego, no nos rendirá el hambre ni la sed, siempre estamos preparados para lo peor. Pero esta vez no aparecerá "lo peor". Dos horas después por fin aparece un todo terreno, de él se baja nuestro guía Dunkel. Nos saluda efusivamente y nos da la bienvenida a China a la vez que nos pide disculpas por el retraso, han sufrido dos pinchazos seguidos por el camino y tuvieron hasta que hacer autostop para ir a reparar la rueda de repuesto tras el segundo pinchazo. Lo tiene todo controlado, todo está en orden, tramita eficientemente los papeles y seguimos el camino.

La pista transcurre por un paisaje montañoso, árido, desolado. Seguimos el cañón hendido por el curso de un río estacional, que en ocasiones se abre en una gran ensenada tan parda y yerma como todo su entorno. En esta provincia china confluyen cordilleras tan impresionante como las de Pamir, Tian Shan y Kunlun y en la depresión que se origina ante ellas, billones (con "B") de metros cúbicos de agua se encauzan hacia la llanura pero casi todos ellos ... desaparecen en "la nada", se evaporan cuando llegan al sobrecogedor desierto de Taklamakan (que en uygur significa "el que entra no sale" o como diríamos los españoles: el "país de irás y no volverás"). Realmente una auténtica lección de geografía pura y dura se desarrolla ante nosotros. Pero aparece el hombre, comienza a crear rutas comerciales y necesitan un punto de apoyo. Surgen oasis como el de Kashgar, una encrucijada caravanera en una despiadada región que se convierte durante 2.000 años en el salvavidas de la Ruta de la Seda. Ese es nuestro primer destino.

Pequeñas poblaciones aparecen por el camino cercanas al lecho del río, casi todos son kirguis asentados a este otro lado de la frontera, sus cónicos gorros blancos le delatan. La pista es polvorienta, con gravilla y constantes pequeños puentes que nos permiten sobrepasar un río ahora ausente. Aviso a Vicente de la presencia de dromedarios pero ... no son dromedarios. Al ponerse de perfil los distingo claramente: ¡son camellos bactrianos!, ¡los primeros que vemos en libertad! Sus dos jorobas y su largo pelo, como un abrigo de pieles, son inconfundibles. También sus andares son diferentes a los de sus "primos" los dromedarios, los vemos más elegantes y dignos en sus movimientos.

Dunkel nos apremia para que no nos entretengamos más, aun queda otro puesto aduanero a 60 km y la horas de luz no son eternas. Por fin llegamos. Nuestro guía es un joven uygur (la etnia que predomina en esta provincia de China) de 24 años, muy atento, con un inglés muy británico y muy eficiente. Con las historias que nos han contado sobre guías en china creemos que tenemos uno de los mejores. Soluciona todo el tema de los papeles con rapidez. Tenemos una carpeta repleta a rebosar de mapas de Irán, la zona del Cáucaso y Turquía y quieren revisar la cartografía por si se trata de cartografía no autorizada de China. No hay problema, que lo revisen.

Todo marcha como la seda, pero son muy fríos y distantes. Cuando terminamos nos dicen que nos podemos ir, pero ... ¿donde están nuestros mapas y libros? ¡Ah!, nos comunican que los retienen porque están en árabe y en inglés y no los entienden, que buscarán a alguien para que los analice y nos los mandarán a Kashgar en unos días. ¡Ni hablar!, le digo a Dunkel para que se lo traduzca. ¡De aquí no nos movemos sin los mapas! Como los soltemos seguro que se "pierden" en la burocracia y no los volvemos a ver. No son mapas normales, muchos de ellos han sido adquiridos en lugares inverosímiles y además los hemos completado con un montón de anotaciones y puntos GPS. Me repiten que los enviarán más adelante y nosotros le repetimos que no nos movemos sin los mapas. Que no son mapas de China y que lo puedo demostrar. Vicente exige ver al jefe del puesto y nuestra postura deja claro que no nos moveremos de ahí por las "buenas". El pobre Dunkel está nervioso, la policía y el ejército son los "amos" de China, no hay que hacer nada que les disguste pero por otro lado estamos nosotros, sus "clientes". Para no dejarle en una postura incómoda siempre somos extremadamente correctos con los gestos y palabras pero dejamos ver bien claro que de ahí no nos movemos sin ver al jefe del puesto. Está cenando, decidimos esperar. Las noche ya se ha apoderado de estas montañas.

Vuelve el jefe de aduana. Nos repite de nuevo la historia de que como no entienden los mapas los van a retener. Le explicamos que los podemos revisar juntos y nosotros le vamos exponiendo en detalle toda la cartografía. Le dejamos ver que si es necesario dormimos en la misma aduana. Al final acepta. Uno a uno le vamos especificando de donde es cada mapa y cada callejero. Con un atlas en chino le vamos equiparando las zonas por similitud de geografía y de carreteras. Cuando lo ve claro, suelta el mapa y nosotros lo guardamos en la carpeta. Uno a uno van pasando todos los mapas. Mapas detallados de la provincia de Kerman, de la de Yazd, los montes Elburz en el mar Caspio, el Cáucaso, todo Irán, Turquía, ...,callejeros de Isfahan, Teherán, Mashad, ... los libros sobre Irán,... con paciencia y con Dunkel como traductor vamos avanzando y recuperando el material. Tardamos una hora pero todo está en orden. Cuando ya todo parece resuelto nos coge el mapa de Turquía y nos dice que "souvenir" para él. ¿Pero para qué quiere un mapa de Turquía un aduanero de la frontera chino-kirgui? ¿Si Turquía no tiene ni siquiera frontera con ninguno de los vecinos de China?

Otra batalla, Vicente trata de recuperar el mapa de Turquía. Le da mil y una razones para que lo devuelva: material de trabajo, anotaciones, que pertenece a la universidad, que es una decisión arbitraria ajena a la aduana, le pide un recibo por la retención del mapa, que formulará una queja a la embajada, le toma el número de placa, ...¡No hay manera! ¡Al jefe de aduana le da lo mismo todo! Vicente no se rinde. El funcionario se levanta y se planta, le dice que se queda con el mapa y que si continua insistiendo en lo contrario, ... nos retira también los otros. Su mirada es de que no bromea. Como cumpla su chantaje ... nos hace un daño irreparable. Nos rendimos, el gana. Es la primera vez que un alto oficial nos "roba" algo, suelen tener más dignidad. Los corruptos a nivel de "hurtos" suelen ser pequeños funcionarios, con poder sobre el ciudadano de a pie pero a un nivel muy bajo en la jerarquía, pero el jefe de la aduana chino-kirgui, placa B65 3356, resultó ser un chorizo.

ENCRUCIJADA DE MERCADERES Y CULTURAS

Pero ahora tenemos que comenzar a centrar nuestros cinco sentidos en todo lo que vivamos en este nuevo país. Dunkel ya entregó a Vicente el carnet de conducir chino, el permiso de circulación para el Montero y las matrículas chinas ya están instaladas en el todo terreno. Estamos listos, miramos el cielo que cubre la provincia de Xinjiang, mil y un brillos nos saludan ... que hermoso firmamento, las estrellas sí que nos dan la bienvenida. Nuestra montura pasa lentamente la última barrera, partimos hacia la antiquísima ciudad de Kashgar.

Aunque las grandes cadenas montañosas que le rodean y el desierto de Taklamakán siempre han dificultado su acceso, no han impedido que después de más de dos milenios Kashgar continúe siendo un mercado de primera importancia en toda Asia Central y del Oeste. Y eso que en 1962 los chinos cerraron la entrada desde Kirguistán y la entrada por Pakistán no existió realmente hasta que se inauguró la más prodigiosa obra de ingeniería de carretera del mundo: la carretera de la Karakorum, inaugurada en 1982 pero no abierta al tráfico libre hasta 1.986. ¡Estamos hablando de "ayer"!

Amanece en Kashgar, la encrucijada caravanera de Asia Central. Da lo mismo que se llegue a lomos de un camello bactriano, cabalgando un caballo mongol o a bordo de las modernas monturas que nos ofrece la antesala del siglo XXI ... Kashgar es un sueño, otro lugar donde el tiempo parece haberse detenido.

Es domingo, el día de gala de su histórico mercado. Llegamos a las afueras intentando no darnos un golpe contra los incontables carros, sidecar-taxi, motocicletas o gente guiando animales sueltos. Todos gritan a pleno pulmón "boish, boish", que viene a decir "allá voy" pero lo que quieren realmente decir es "yo no paro, tu sabrás lo que haces". Aparcamos el coche, seguimos a pie y entramos en el mercado. La gente que nos rodea ya nos hace sentir el hechizo de esa pócima que se llama "Kashgar".

Navegamos en un río humano, nos dejamos llevar por la corriente. De la gran avenida a un callejón, del callejón a una calle más ancha, luego a la derecha, este rafting terrestre nos conduce a una gran plaza abierta, hemos llegado a la gran "catarata", al mercado de animales. Nos dejamos atrapar por sus remolinos. Nada ha cambiado en siglos, todo se compra y se vende. Los elegantes camellos están en un rincón, en otro los exóticos yaks con sus crías, aparecen los caballos, nos encontramos con rebaños de cabras kashemir impecables, como listas para que les pasen revista,...los ojos van locos de un lado para otro. Todo es embriagador, no sabemos donde fijar la vista pero pronto comprendo que también hay que mirar hacia abajo, noto algo grande y blando bajo mi pie ... no tengo que volver a olvidarme que estamos en un mercado de animales.

En el mismo recinto al aire libre los restaurantes cocinan ahí mismo, tras cortar trozos de carne de las piezas que tienen colgadas de un gancho.

Seguimos hacia el mercado cubierto: telas de mil colores y texturas, gorros que hablan por sí solos de los diferentes rincones y grupos a los que identifican, abrigos de todo tipo, alfombras y kilims de toda Asia, instrumentos musicales, ... es infinito. Pero lo mejor es su gente, hemos bebido una poción mágica que nos ha trasladado muchos siglos hacia atrás. La variedad es inagotable en cuanto a sus etnias, sus vestimentas, sus colores y tradiciones. Rostros que nos revelan un pasado muy lejano. Ojos rasgados de todo tipo, cabelleras negras, barbilampiños y ancianos de pobladas y blancas barbas, oscuros y variados gorros, abrigos largos, botas enfundadas sobre anchos pantalones, ... no pudo ser muy diferente cuando Marco Polo, su padre Nicolo y su tío Mafeo recorrieron los mercados de la Ruta de la Seda en el s.XIII.

Los días que seguimos recorriendo los bazares locales, los barrios y las callejuelas de la ciudad nos tenían el espíritu cautivo. Estamos fascinados por las mil y una caras con las que nos cruzamos pero el pasado arquitectónico tampoco se queda a la zaga. La mezquita amarilla de Id Kah (s.XV) en la Plaza del Reloj es una de las más grandes de China, puede congregar a unas 8.000 personas en su patio y 20.000 en sus alrededores; más retirado del centro se halla el Mausoleo de Abakh Hoja (s.XVI), sus muros recubiertos de azulejos albergan más de 70 ataúdes de miembros de la dinastía de esta princesa; no olvidemos la tumba del santo musulmán Yusup Hazi Hajip (s.XI) con su domo añil, que intenta competir en belleza con el cielo; la mastaba de Ali Arslan Khan, ... continuamos inmersos en la Ruta de la Seda.

Seguimos por el casco antiguo. Edificios con balcones de madera pintados de colores. Nos saludan unos vendedores de nan (tortas de pan redondas y aplastadas). Unos ancianos venden libros religiosos y una especie de rosarios de cuentas que enredan entre sus dedos mientras rezan. Todos los secretos de Kashgar van desfilando ante nosotros de la mano de Dunkel, se le nota que quiere a su tierra. Dunkel no es chino, es uygur. Los uygurs son la etnia mayoritaria de esta región de China, Xinjiang, que con mayor o menos libertad siempre ha sido una región autónoma, en parte motivada por su aislada y retirada ubicación, aunque las represiones chinas sobre sus lideres han sido constantes. Los escitas, un pueblo nómada indoeuropeo, del sur de Siberia y por otro lado los turcos que se asentaron durante la Ruta de la Seda, han contribuido, entre muchos otros, a la mezcolanza que los uygurs llevan dentro. Donde suaves rasgos orientales se mezclan con un tono de piel más oscura. Sus hombres más viejos siguen portando sus largos guardapolvos y sus altos gorros negros de algodón con una banda de piel alrededor de la frente .

Salimos de la vieja ciudad y es como una bofetada para despertarnos y devolvernos al siglo XX. La Kashgar moderna es impersonal, de edificios altos, avenidas amplias, tráfico con un sonido ensordecedor y cargado a su vez de cientos de bicicletas. La gigantesca estatua de Mao preside la avenida Renmin Dong Lu. La estatua y sus alrededores están engalanados, este año conmemoran el 50 aniversario de la revolución, perdón, de la "liberación", nos matiza Dunkel educadamente.

A LOS PIES DEL PAMIR

En Kashgar pueden pasar los días volando y nuestra estancia toca a su fin sin que apenas nos demos cuenta. El camino hacia Taxkorgán es largo (300 km) y la carretera Karakorum alcanza uno de sus puntos más bellos cuando por la meseta de Pamir cruzamos el cañón de Ghez. Las montañas entonces transforman sus monótonos tonos pardos por tonos rojizos estratificados. Algunos trozos de la pista se encuentran hecho añicos y por otros tenemos que esquivar los trozos de rocas desprendidas. Las últimas lluvias y las crecidas del río han dejado a su paso la huella tangible de lo potente que puede ser la naturaleza cuando se despereza.

Las poderosas montañas nevadas del Pamir son uno de los lugares montañosos más escarpados del mundo. Es increíble ver alzarse esas altísimas murallas de picos erizados y observar a sus pies gigantescos desiertos de arena. Los contrastes son otro signo de identidad de estas lejanas tierras, si hace nada estábamos entre camellos ahora nos encontramos con yaks pastando cerca del río. Si los primeros son las naves del desierto, los yaks son las naves de las cumbres. Son fuertes, trepan como auténticas cabras montesas (hemos visto inconcebibles malabarismos, y cuando parecía que iban a caer despeñados irreversiblemente de un momento a otro lograban mantener el tipo, son equilibristas), aguantan unas temperaturas bajo cero casi imposible de imaginar gracias a su profuso y cálido pelaje. Tan solo exigen una cosa: necesitan beber constantemente pero ... como se mueven por cumbres nevadas no supone ningún problema, e incluso si no hay nieve hay mucha agua en la alta montaña debida al deshielo.

Pero estos castillos de roca viva tienen centinelas: a nuestra izquierda aparece el monte Kongur (¡7.719 m.!) y un poco más adelante el monte Muztagh Ata con sus 7.546 m. de altura. Espectacular. Y en el medio de estos dos colosos...el lago Karakul, una joya alpina de aguas turquesas que luce con orgullo la belleza de sus 3.700 m de altura. La cercanía del invierno ha disminuido sus aguas, su habitual flujo se está congelando en las montañas. En su orilla una pareja de camellos se pavonea con sus rítmicos y pausados movimientos, como queriendo robar protagonismo a este incomparable marco natural. Estamos maravillados. Nos hemos parado para disfrutar del lugar y tomarnos un poco de sopa caliente que llevamos en el termo.

-Mira allí, a tu derecha. -Me dice Vicente, mientras señala con la mano una dirección.

Fijo la vista y veo una manada de yaks con sus crías, se están paseando también por la orilla del lago. Nos acercamos a pie, no huyen, se quedan parados un momento y nos observan. Nos consideran inofensivos y siguen pastando. Que más se puede pedir. Son momentos inolvidables.

Seguimos volando alto, alcanzamos los 4.098 m. de altura. Es el paso de Saritash, estamos rozando la conflictiva Tajikistán, se halla tan solo a 10 km. de nosotros. Compruebo impresionada, con los ojos pegados al mapa, que la frontera natural con el pequeño e inestable país tajik es una descomunal barrera montañosa con puertos de montaña que apenas bajan de los 5.000 m. El paso de Karatokhterek con 4.913 m o el de Agadzhan con 5.194m o el de Sarikoram a 5.558 m. El Pamir posee un imperio de poderosas razones naturales para hacerle infranqueable.

Una caravana de camellos se cruza ante nosotros por el camino. Vicente la sigue a pie para atrapar las imágenes con su cámara. Sin darse cuenta les sigue hasta que le perdemos de vista. Dunkel se había quedado dormido y se despierta, me confiesa que anoche estuvo en la fiesta de la boda de un amigo. Me relata como las familias arreglan los matrimonios desde que son niños, los matrimonios concertados es una costumbre que se sigue practicando entre los uygur. Acto seguido me pregunta cuando concertaron mis padres el matrimonio con los padres de Vicente. Le contesto que nos conocimos en una cafetería de Ceuta, presentados por amigos comunes. Para el es algo imposible, como si le estuviera contando una película de ficción.

Vicente llega si aliento. Siguiendo a la caravana de camellos acabó en un pequeño asentamiento tajik. En esta zona, más de 20.000 tajiks viven en el llamado Condado Autónomo de Taxkorgán, se han establecido en esta zona en busca de una vida mejor, o al menos más tranquila. Un padre de familia le hizo señales para acercarse y le presentó a su mujer, a su hija y a su último hijo, todavía un bebé. Las mujeres son inconfundibles, con sus gorritos redondos de mil tonalidades y cubiertas de pañuelos de vivos colores. Acabaron en su hogar compartiendo una tetera de té.

El vuelo rasante de hoy se termina, bajamos a 3.040 m de altura y nuestro Montero aterriza en la ciudad de Taxkorgán. Hace un frío intenso y acabamos en un pequeño restaurante uygur, comiendo una sopa de noodles (una especie de espaguetis) con palillos, una aventura equiparable a la persecución a pie de la caravana que acababa de hacer Vicente. Entre los temblores del frío y los palillos ... tela marinera para que la pasta no salga disparada a un ojo o ... al ojo del de la mesa de al lado. El invierno está muy cerca y todos los hoteles están cerrados. En el hotel que dormimos ya no encienden ni la calefacción, tan solo nos esperan a nosotros porque la agencia hizo la reserva a tiempo, en cuanto partamos ... lo cierran, somos los últimos clientes antes de que el año mute todos sus números y comience un nuevo año "0". Nos estamos helando en las camas, Vicente se tiene que levantar, despertar al recepcionista y pedirle 4 mantas más. Con un refuerzo de dos mantas más cada uno finalmente conseguimos dormir.

El sol se despereza, nosotros también. El astro de luz va calentando la tierra, nuestros polartec van calentando nuestros cuerpos. Las montañas que rodean Taxkorgán están hermosas, radiantes, sus laderas visten las túnicas azafrán del amanecer. La ciudad moderna no vale nada, es una herejía arquitectónica, una urbe mutante pero si trepamos a la colina de roca que domina la ciudad se puede hacer un homenaje a su historia y a su nombre. Tax-korgan significa "fortaleza de piedras" y desde las últimas piedras que mantienen su histórica fortificación, ya casi extinta, echamos un último vistazo a la cordillera del Pamir que ahora nos rodea para pronto ser abrazados por otro poderoso gigante: el Himalaya. En breve -si los aduaneros chinos se comportan honradamente- cruzaremos el paso de Khunjerab, que con sus 4.732 m de altura es la frontera "pública" más alta del mundo. Cuando lleguemos a ese punto nos habremos extraído esa pequeña espina que se clavó en 1.992, cuando fue una meta frustrada. El gélido viento que sopla en la "fortaleza de piedra" me produce escalofríos, Vicente me pasa el brazo por encima del hombro y nos quedamos contemplando el final del nacimiento de este nuevo día. Hemos contemplado el alba sobre el Pamir y veremos el ocaso sobre el Himalaya. Nuestros ojos nómadas van viendo desfilar un mundo que en unos días entrará en el mítico año 2.000.

Resto de crónicas de la ruta

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Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.