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Crónica 16,

Turquía I - Eurasia, puente entre dos mundos

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Turquía

Parecía que estábamos en una película americana. La persona que nos acababa de pedir el pasaporte en esta nueva frontera era una mujer policía con una gorra tipo béisbol de cuero blanco y visera azul, alta, delgada y que lleva su pelo rubio recogido en una cola de caballo. Sus ojos azules nos miran con firmeza, examina el pasaporte y nos dice "Welcome to Turkey", y nos invita a pasar al edificio adjunto para extendernos el visado. No sonríe, la mujer turca es la más liberada de todos los países musulmanes pero seria, no quiere que se tome "a broma" la posición que ha alcanzado en la moderna Turquía. Otra mujer policía nos acompaña, esta es más morena de piel y con pelo negro. La fisionomía turca no es una específica, su gran superficie, sus contrastados vecinos y el producto de las mezclas interraciales durante la larga vida del Imperio Otomano han generado una población que va desde los rubios de ojos claros hasta el más puro estilo mediterráneo.

Ni el típico "¿Algo que declarar?", o "abran el maletero, por favor". Nada. Ni siquiera un seguro para el coche, el seguro español con la carta verde vale. No hay tasas, ni formularios, ni impuestos. Nada. Es realmente como si cruzásemos una frontera europea en lo que se refiere a trámites pero es "oriental" en lo que se refiere a hospitalidad.

Mientras se tramitan los visados, el jefe nos invita a un té. Hace un calor horrible, los funcionarios nos comentan que suele hacer calor pero no es normal que haga los 40º- 45º C que está haciendo esta semana. La televisión está encendida, todavía siguen transmitiendo las horribles y desgraciadas imágenes del terrible terremoto, con los teléfonos de ayuda para las familias que se han quedado sin nada.

No es justo, nunca es justo. Se pierde todo en un momento, amigos, familia, el fruto del duro trabajo de toda una vida ... y los turcos saben lo que es trabajar y levantar un país. Kemal Ataturk sigue siendo la figura clave e indiscutible que consiguió crear el país desarrollado y abierto en el que se ha convertido Turquía. Su mirada penetrante y segura se refleja en las fotografías que siguen estando presente en los lugares oficiales, restaurantes o comercios, después de 76 años de la creación del nuevo país. Liberó la economía, estableció las actuales fronteras con el compromiso de nunca reclamar posesiones del recién extinguido Imperio Otomano (no quería dejar cabos sueltos que pudiesen degenerar en el futuro en estúpidas guerras, tras ser un héroe como militar comprendió que la paz permanente es lo único que vale la pena), cambió el alfabeto para romper la barrera del abcedario con occidente (el turco se escribía hasta entonces con caracteres árabes y él lo cambió por los caracteres latinos de occidente), liberó plenamente a la mujer dándole idénticos derechos que al hombre (¡en un país musulmán en 1.928!), dio prioridad a los programas educacionales, estableció a Turquía como un país laico, ... Lejos, muy lejos, está esa manida y equivocada imagen que muchos siguen teniendo del país, como un pueblo tercermundista, bruto y anclado en el pasado. Sus costumbres y tradiciones, que siguen vigentes, han sabido combinarse con gran audacia con un presente muy moderno que cabalga a pasos agigantados. Evidentemente, en un amplio territorio como el suyo no todas las zonas alcanzan el mismo grado de desarrollo, en Anatolia oriental nos encontraremos la gente más conservadora y tradicionalista. Pero en cualquier lugar, la hospitalidad turca es una tradición que practican sin distinción.

Nos terminamos el té, devuelven los pasaportes con el visado, escriben los datos del todo terreno en el mismo pasaporte. Ya está, estamos en Turquía, el país eurasiático.

POR TIERRAS DEL KURDISTAN

Los bancos no cierran hasta las seis de la tarde con lo cual aún tenemos tiempo de cambiar 200 US$ (32.000 pts.) a liras turcas. No dan ... ¡88 millones de liras turcas! La inflación es de vértigo. Una peseta son ... ¡2.700 Liras Turcas! (por un dólar dan 440.000 L.T.). Cualquier cosa que se compre cuesta millones, teníamos un lío tremendo con el cambio. No resulta fácil dividir 3.600.000 entre 2.700 de cabeza. Por un lado es divertido comerte un döner kebab (bocadillo de cordero asado en finas lonchas) y que pagues 750.000, o que eches gasoil y tengas que empezar a contar billetes de 1 y de 5 millones hasta llegar a 15, 18 o 21 millones de liras turcas. Pero las risas se hielan cuando la economía del país comprueba que la inflación es un vagón loco de una montaña rusa.

Sudeste de Anatolia, las casas de techo a dos aguas y de tejas marrones con las paredes encaladas de blanco dan forma a las poblaciones rurales. Es una zona muy fértil, hombres y mujeres trabajan en los campos cultivados que se suceden sin cesar. Las montañas de más de 2.000 m se combinan con los prolíficos valles de algodón, patatas, grano, arroz, aceitunas, uvas, pistachos... por ello la llaman el granero del país. Las ciudades de Gaziantep, Kharamanmaras son núcleos urbanos importantes. Las zonas ajardinadas, el respeto a las señales de tráfico y el no abusar de la bocina son las normas imperantes. Que no esté sonando el claxon sin sentido a cada movimiento, es de agradecer, en los anteriores países era una locura.

En Kharamanmaras las motos con sidecar invaden las carreteras. Este medio de transporte es muy típico de toda esta zona. Lo usan para transportar desde personas hasta verduras, frutas o corderos. Hacemos un alto, junto a la carretera hay un campo de patatas, sus trabajadores han parado para tomarse un tentempié, nos hacen gestos para que nos acerquemos y nos gritan ¡chai,chai! (té,té). Nos acercamos y nos tomamos un par de vasitos con ellos, sólo hablan turco. Pero con gestos y cuatro palabras en inglés entienden que somos españoles y de donde venimos y a dónde vamos. Tesherküler (gracias) les decimos. Güle,güle (buen viaje) nos responden.

Cruzamos el puente del río Ceyhan. Unos chavales se tiran al río desde una altura de vértigo, en una orilla más campos de cultivo, en la otra rebaños de cabras pastan vigilados, dentro del río piscifactorías. Es un pueblo trabajador, nada se deja al azar. Uno de los chicos empapados de agua se acerca a nosotros, nos dice que por un camino comarcal hay unos paisajes preciosos de montaña. Seguimos sus indicaciones, nos encontramos una familia completa desde el abuelo hasta sus hijas e hijos y sus pequeños nietos limpiando y guardando los granos de arroz recogidos junto a una derivación del río. El paisaje es precioso, totalmente montañoso parece una foto de los alpes suizos.

Paramos en un "lokanta", restaurante, al borde de la carretera. La suerte de los restaurantes turcos es que los platos están expuestos dentro de una vitrina transparente, en unas fuentes que los mantienen calientes, con lo cual es más fácil entenderse y elegir. Ya no tenemos que compartir el vaso donde han bebido, por lo menos, cuarenta personas antes que nosotros (práctica habitual y normal de los restaurantes populares de los países árabes que acabamos de recorrer). No tienen ni las marcas de las gotas de agua al secarse. Sopa de lentejas (mercimek o ezogelin), arroz, verduras como pimientos, tomates y berenjenas en salsa, köfte (albóndigas con salsa de tomate), carne estofada... cocinan con aceite de oliva, todo está muy sabroso, todo es al horno o a la brasa, no hay fritos apenas. Mejor.

Las acampadas por las montañas kurdas se suceden. Las temperaturas siguen siendo muy altas. Todas las noches nos tenemos que duchar con nuestros medios antes de irnos a dormir. La ola de calor parece que no se va a acabar nunca.

En el sudeste de Anatolia se concentra la mayor parte de la población kurda, el resto de este pueblo se reparte entre el norte de Siria, noroeste de Irak y noroeste de Irán. Los días que pasamos por esta zona, fueron tranquilos, no observamos nada anormal, al menos durante las semanas que nosotros hemos pasado por su territorio. Incluso más tranquilo que normalmente, los esporádicos, pero violentos, atentados del PKK unido al terrible terremoto que acaba de producirse en plena estación estival han hundido el turismo este año, estábamos prácticamente solos.

EL VALLE DE LAS HADAS

Capadocia, está apunto de anochecer. El pavimento empedrado de la ciudad de Urgup retumba en el interior del coche. Un soplo de aire fresco y pacífico envuelve a la ciudad. La vieja Urgup, con sus casas excavadas en la piedra, observa como progresa la nueva desde su altivo emplazamiento.

Nos paramos en la pensión Göreme, vemos que dispone de un jardín donde igual nos permiten acampar. Un viejo caserón en pleno centro, decorado con antigüedades como cabeceros de hierro forjado de antiguas camas, aperos de labranza, molinillos de café y tapices, con profusión del tono rojizo, que destacan sobre las paredes encaladas de su interior. Tuncay, un encantador y amable joven turco de veintitrés años nos atiende. Si sólo quieren acampar pueden alojarse gratis y si necesitáis cocinar podéis usar la cocina que tenemos para los huéspedes sin problemas. ¿cómo? ¿gratis? ¿usando la cocina y los baños? ¿está seguro? ¿por qué? Así son los turcos. Prepara un té de bienvenida y se lo toma con nosotros mientras charlamos de todo un poco. Luego siguió tan tranquilo conversando con otros huéspedes. Sin más explicaciones nos invitaba a quedarnos. No podíamos rehusar la invitación, el lugar era perfecto: tranquilo y bonito, con una jardincito con flores y manzanos donde podíamos trabajar con tranquilidad y gente muy amable.

También conocimos a Serdal y su hermano Gürdal, que llevan un precioso local llamado "Asia Teras" y al que llegamos fruto de los paseos al azar. Buscábamos un sitio donde comer algo y nos encontramos con esta enorme y acogedora cafetería donde servían comidas, tenía una gran sala de billares (especialidad de Gürdal) y ... ¡ciber-café!, eso lo llevaba el entendido en informática: Serdal. Primero éramos clientes pero las charlas por la noche nos convirtieron en amigos. Al terminar el trabajo, sobre las 11 de la noche, teníamos una cita obligada: el Asia Teras. Cenábamos, charlábamos y navegábamos con Serdal por internet, ¡desde Egipto no veíamos nuestra propia web!

Esto es Turquía y Turquía es así. En cuanto un cliente repite visita le reciben como un amigo. Cómo no vamos a querer a Turquía -es la quinta visita-, si hasta el propio Tuncay, nuestro anfitrión, de vernos trabajar durante tantos días seguidos en el jardín de su pensión nos dice: "Mañana descansáis a partir de las siete. Por la mañana se viene uno de vosotros de compras conmigo y por la noche nos hacemos una barbacoa". Que más podemos decir. Turquía no es un país para adentrarnos en un mundo de aventuras sino para vivir experiencias humanas inolvidables. Todo el mundo vuelve con nuevos amigos.

Los once días que pasamos en la Capadocia combinamos el reencuentro con uno de los lugares más bellos del mundo con el trabajo de reordenar nuestro equipaje, hacer las crónicas, actualizar el diario de viaje y volcar las fotos digitales al disco duro para pasarlas de ahí a un CD-ROM con nuestra grabadora. Es vital salvaguardar todo el material en CD-ROM, no sea que en un bote perdamos el disco duro del ordenador y con él todo nuestro trabajo. También chequeamos todo el equipo electrónico (informático y de comunicaciones) porque han pasado por pruebas de fuego: calor extremo, vibraciones, botes, polvo, humedad, ... Si algo hubiese "perecido" era el momento de darse cuenta puesto que con la "Operación Estambul" podríamos reponerlo. No hizo falta. ¡Ninguna baja! Todo está en perfecto estado de funcionamiento. Un problema menos.

Las temperaturas nocturnas han bajado drásticamente, ayer teníamos 30º C y en la primera noche en la Capadocia fue tremenda. No hubo transición, las temperaturas nocturnas se movieron entre los 6º y 8º C. ¡Y la ropa de abrigo no la tendremos hasta que lleguemos a Estambul! Lo malo fue la primera noche, nos pilló de sorpresa, "tal y como nos acostamos" al no esperarnos esa bajada tan brusca. Las otras noches salimos del paso poniéndonos varias camisetas, el pantalón de chandal y calcetines.

Llevamos cuatro días encerrados en nuestro jardín, es hora de salir. Vamos a visitar la obra de unos artistas muy especiales, nadie como ellos saben combinar la sencillez, la espontaneidad y la pasión de una forma desmedida e inimitable. Se trata de la obra de nuestros escultores y arquitectos favoritos: el aire, el agua, la arena y el fuego. Nadie como ellos hubieran podido crear algo tan genial, con esa fuerza y magia: la Capadocia.

Hace 10 millones de años tres volcanes provocaron una descomunal erupción derramando sobre la tierra lava y ceniza que al enfriarse transfiguró la faz de este lugar. Tras el estallido del fuego, sobre esta nueva estructura porosa y ligera (el tuf), actuó el viento, la arena y el agua esculpiendo a su antojo asombrosas formaciones. Los materiales más duros se resistían a la erosión mientras los blandos sucumbían pese a su oposición a ella.

Por fin, tras miles de años, comenzaban a descubrirse el resultado de estos privilegiados escultores: figuras en forma de columnas, de chimeneas, de conos, de agujas, de champiñones, de formas de animales, siluetas humanas, ... como si un hada juguetona hubiera encantado el lugar y lo hubiera petrificado. En Zelve, en el valle de "Las Chimeneas de las Hadas", los conos rocosos están protegidos por un sombrero de roca dura que impide que la lluvia actúe sobre ellos, estos sombreros dan la sensación que van a desplomarse de un momento a otro. A los pies de la fortaleza de Uchisar, en lo alto de un promontorio que es visible desde varios kilómetros de distancia, otras formaciones se combinan extrañamente por la falda de su colina. Göreme, como un laberinto, sus formaciones cónicas se extienden por un paisaje tortuoso.

Pero todas ellas encierran otros tesoros protegidos de la acción del viento, el agua y el sol. Esta vez la mano del hombre es la que ha creado el prodigio del interior de estas mágicas formaciones. Los habitantes que comenzaron a ocupar estas tierras excavaron en su interior viviendas para protegerse del gélido frío del invierno y del tórrido calor del verano. Los cristianos perseguidos por los romanos encontraron aquí su mejor refugio y comenzaron su delicada y paciente labor arquitectónica y pictórica.

Un sin fin de iglesias con pinturas religiosas comenzaron a cubrir las paredes del interior de las rocas, entre arcos, bóvedas y cúpulas. Es soberbio y espectacular comprobar la riqueza artística que abrigan en su interior. Por una vez el hombre y los elementos, cada uno a su antojo, han conseguido crear un lugar excepcional cargado de belleza exterior con alma interior.

Hemos encontrado nuestra Djerba de nuevo, esa isla que te atrapa y te hace olvidar todo lo que ocurre a tu alrededor. Nos sentimos a gusto, en paz, felices.

BAILANDO... CON HORMIGAS

Un mundo bajo el sol ... y un mundo bajo tierra. Las noches de la Capadocia, frías y húmedas, nos han preparado para recorrer los pasillos de las ciudades subterráneas de Derinkuyu, Kaymakli y Mazikoy. Al sur de Nevsehir (23 km. al oeste de Urgup) apenas 30 km. nos separaban de un submundo enterrado que hace siglos tuvo su sentido.

Penetrar en ellas es como hacerlo en el interior de un hormiguero. Como si nos hubieran convertido en una diminuta hormiga y comenzáramos a explorar a tamaño real por el interior de sus laberínticas viviendas. Los pasillos son estrechos y bajos comunicándose unos pisos con otros (disponían de hasta ocho niveles, como en el caso de Derinkuyu). Unos 4.000 a.C. comenzaron a construirse estas ciudades trogloditas, acogiendo a sus primeros habitantes, los hititas. Pero fue durante las invasiones persas y luego de nuevo con los árabes cuando estuvieron plenamente activas. En tiempos de paz los habitantes cultivaban y vivían en la superficie, pero cuando eran atacados por hordas invasoras disponían de su arma secreta, una ciudad excavada en las entrañas de la tierra que les permitían vivir durante meses y meses. Habitaciones, cocinas, despensas, pozos, salones, comedores, capillas, tumbas... todo bajo tierra y en torno a chimeneas de aireación.

La luz del exterior nos obliga a entornar los ojos hasta que nos acostumbramos de nuevo a su claridad. Fuera todo es normal, como si la ciudad subterránea continuara siendo un arma secreta, impenetrable, inviolable. Su entorno no dispone de las fantásticas formaciones que comienzan de nuevo a rodearnos cuando nos acercamos a Nevsehir.

En Ávanos, al norte de Urgup, se encuentra el mayor centro de cerámica y tapices de la zona. Son muchos los locales que exponen sus tradicionales obras a la vista de todos pero elegimos Chez Galip. Se trata de un gran artista turco casado con una holandesa que elabora las piezas de cerámica más bellas de la zona. Las realiza con el barro rojo de las orillas del río Kizilirmak y las esmalta con motivos tradicionales. Tradición que perdura en la familia desde hace cinco generaciones. Su madre se dedica a la segunda actividad más desarrollada después de la cerámica, los tapices. ¡Setenta! años lleva dedicada a tan tradicional y antigua labor, que comenzó a los siete años y que aún sigue ejecutando, con la destreza y seguridad que sólo los años pueden proporcionar.

La galería de Chez Galip se extiende por un pasillo de cuevas excavadas en la roca donde están expuestas todas las piezas elaboradas. Pero en una de ellas hay una colección que no tiene nada que ver con la cerámica. Hace 17 años Galip cortó un mechón de cabello a una viajera y lo pegó con su nombre y dirección en el techo de la cueva... desde entonces miles y miles de mechones (sólo de mujeres) se amontonan en las paredes y el techo de la estancia hasta tal punto que aparece en el libro Guiness de records. Cada año coge un mechón al azar y a la afortunada que le toca está invitada durante 15 días con todos los gastos pagados a recorrer la Capadocia. Un mechón de mi cabello quedó en la pared de la gruta ¿quién sabe?.

De todos modos, con sorteo o sin él, estamos seguros de que volveremos a la Capadocia. Hay lugares a los que uno vuelve regularmente y este es uno de ellos; es la magia del lugar y los amigos que tenemos que volver a ver. Hasta que llegue ese día tenemos la comunicación por internet. Pero eso son planes futuros, ahora la voz del presente nos llama la atención y nos dice que nos dirijamos a Estambul, la "Puerta de Oriente".

Resto de crónicas de la ruta

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.