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Crónica 42,

Sikkim II - El último reino

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Sikkim

-¿Tienen ustedes el permiso de entrada? -nos pregunta en perfecto inglés el policía que se encarga de la barrera que nos cierra el paso de entrada a Sikkim.

-Sí, aquí está -le contesta Marián mientras le extiende el documento.

-Bien, me enseñan los pasaportes por favor -el agente chequea que también tengamos el sello de entrada a Sikkim en el pasaporte-, ¿sólo dos personas en el coche? -prosigue al comprobar que sólo le damos dos pasaportes.

-Sí, sólo somos dos -le confirma Marián.

-¿Pueden abrir el coche, por favor? Tenemos que comprobar el equipaje y que no haya más pasajeros.

Nos bajamos y procedemos a abrir todas las puertas. Al igual que todas las veces que abrimos el vehículo en algún control, el agente abre grande los ojos y arquea las cejas en señal de sorpresa al ver que todo el todo terreno está hasta arriba de equipaje y cajas cinchadas.

-¿Pero qué llevan ahí dentro? -nos interroga habiendo perdido toda la rigidez de la que hacía gala desde el principio.

-Es una expedición alrededor del mundo y llevamos la casa a cuestas porque durará más de dos años -le contestamos con toda naturalidad, como insinuando que era lógico llevar todas esas cajas.

-¿Llevan armas, munición, drogas,...?

-No, no llevamos nada de eso -le contesto sonriendo-. Son sólo cosas personales de aseo, camping, comida, agua, ropa, ... por ejemplo, este compartimento es para el trabajo -se lo abro y lo ve repleto de carpetas, libros, material de escritorio, papeles, sobres. Mira otro par de cajas y comprende que lo dicho es cierto.

-¿Es su primera visita a Sikkim?

-No, es la segunda vez, la primera fue en el 92, y también vinimos por tierra desde España -le confirmo con una sonrisa. Siempre les gusta oír que alguien vuelve a algún lugar, les confirma que el viajero lo disfrutó.

-Pues sí que les tuvo que gustar. Ahora está más tranquilo que entonces, se lo pasarán mejor y hay más zonas abiertas. Por favor, diríjanse a aquella caseta para que les sellen el pasaporte.

En la caseta de inmigración nos comprueban en un minuto el salvoconducto y el sello del pasaporte. Nos insisten en que no nos salgamos de las rutas y zonas especificadas en nuestro permiso. Al lado del sello del pasaporte que nos pusieron en Darjeeling estampan otro sello que confirma la entrada en Sikkim y la fecha. Proceden a repetir la operación con el salvoconducto y nos devuelven todos los documentos mientras nos desean buen viaje con una sonrisa. En India, las autoridades son siempre extremadamente amables con los extranjeros.

El policía de la barrera ya se había dirigido a la zona del contrapeso para levantarla y nos estaba esperando. Cuando arrancamos el motor levanta la barrera, "¡Buen viaje!", nos dice mientras nos saluda la mano. "Gracias", le contestamos cuando pasamos a su altura.

Es increíble que sea una carretera interestatal dentro del mismo país, parecía una frontera internacional: salvoconductos en documentos aparte, visados en el pasaporte, sellan entrada, sellan la salida, hay aduaneros, libros de inmigración, etc.

EXPLORACIONES BAJO "CONTROL"

A pesar de la paz reinante en Sikkim, los viajeros individuales son cuidadosamente controlados, el visado especifica claramente por qué zonas nos podremos mover y el hecho de que alguna autoridad nos halle en una región o pista "prohibida" conlleva la inmediata expulsión. Nuestro permiso es relativamente amplio y nos permite visitar las "joyas" de este valle himalayo pero especifica claramente por dónde nos podemos mover, "... han sido autorizados a visitar las áreas restrictivas de Sikkim en Gangtok, Rumtek, Phodang y Pemayangtse, vía Naya Bazar y Rangpo." Lo de entrar o salir por Naya Bazar es nuevo y nos dicen que la zona de Yukson también podría recorrerse con un permiso que se obtiene en Gangtok, la capital de Sikkim. Esto nos abre zonas que no pudimos explorar en el 92 y nos llena de alegría. Toda carretera o pista que condujera a estos lugares es de "tránsito justificado" de cara a las autoridades, aunque se trate de tramos nada habituales o solitarias aldeas, no hay problema siempre y cuando el rumbo sea correcto.

Enseguida notamos la tranquilidad de estas tierra frente a la caótica India, el ajetreo frenético se transformó en pacífico bienestar. Nadie tiene prisa y la pobreza extrema del resto del subcontinente parece no ser capaz de remontar las cimas del legendario Himalaya. Predominantemente rural, las familias viven en humildes cabañas que les dan la tranquilidad necesaria para una vida sencilla pero sin privaciones básicas; a su alrededor, los campos que cuidan y cultivan le darán el sustento. A nadie le falta techo, fuego que les caliente y comida en sus cocinas. Su único lujo, ser felices mientras ven a sus hijos crecer junto a ellos con la esperanza y posibilidad de una educación más completa que la que tuvieron sus progenitores. Las pequeñas escuelas que se crean se encargarán de darles una formación elemental pero ineludible.

La inversión india en carreteras también es patente desde el inicio de nuestra andadura y facilitó enormemente nuestro avance. Ensanchar las vías de comunicación es una palabra impensable aquí donde el hombre no es más que un minúsculo vasallo frente a la suprema cordillera. Los monzones y las avalanchas frenarán los pies a la humanidad allí donde ésta haya osado desafiarle. Los antiquísimos trazados y su holgura se han respetado pero una banda de asfalto en los tramos más importantes hace que los despeñamientos por pérdida de adherencia vayan disminuyendo. La conducción asesina india se ha aplacado (este zigzag constante no da para más) aunque existen carteles en todas las curvas para que hagamos sentir nuestra presencia tocando la bocina constantemente, no es que se circule rápido -que no se puede- es que un pequeño golpe en una curva cerrada puede despeñar a uno de los vehículos o si uno de los dos rompe una parte mecánica esencial y no se puede mover ... igual tardan horas ... o días en retirar el vehículo inmovilizado. Eso cortaría las comunicaciones.

Bosques de exultante espesura nos acompañan por entre las montañas. Sobre nuestras cabezas las ramas de gigantescos árboles parecen querer abrazarse para intentar unir aquello que los antiguos mercaderes separaron al construir esta ruta. A nuestros pies, cientos de metros más abajo, el río Tista iba adquiriendo más carácter poco a poco; el tranquilo curso de agua verdosa de la frontera se iba tornando en un impetuoso torrente cuyo rugido por el valle sonaba como un cuerno de guerra que mostraba de nuevo el gran poder de la naturaleza frente al hombre.

Avanzando entre los secretos de esta nueva frontera himalaya llegamos hasta el monasterio de Rumtek, sede del "Gyalwa Karmapa", el líder de una de las más importantes sectas del budismo tibetano, la Kagyu-pa. El viejo monasterio lo distinguimos entre la frondosa vegetación y situado a media ladera da la impresión de ser un antiguo pueblecito de madera con vida. Como si en sus tiempos de juventud intentará alcanzar la cima sin conseguirlo.

A los pies del monasterio trepador se hallan las nuevas dependencias. Cuando en el 92 lo visitamos estaban en plenas labores de ampliación y aun hoy, casi ocho años después continúan con labores de decoración y restauración. El trabajo no ha terminado. La edificación dirigida por el propio "Gyalwa Karmapa", a imagen y semejanza del monasterio que perdieron cuando los chinos decidieron hacerles una "visita sorpresa" e instalarse en su tierra para siempre.

El lugar es acogedor y el acceso libre a los visitantes refleja de nuevo la hospitalidad de este pueblo. Los artistas tibetanos se esmeraron en su labor exterior pero en el interior obtuvieron su obra culmen mediante unas pinturas murales que nos trasladan a otra dimensión.

A las siete de la tarde se inician los rezos. Ataviados con sus inconfundibles túnicas color granate y azafrán se colocan unos gorros amarillos con forma de cresta y ya sentados, comienzan a balancearse hacia delante y detrás mientras oran. Las trompetas retráctiles se despliegan y son sopladas a pleno pulmón por los comprometidos monjes. Mientras, los encargados de los tambores golpean contundentemente con sus mazos la piel del gigantesco bombo vertical.

Aparecen unos monjes con cubos y cucharones y se comienzan a repartir la cena en pequeños cuencos granates. Una especie de sopa espesa de fideos y carne. El murmullo de las oraciones nunca cesa, unos cenan y otros rezan pero no por turnos, de una forma natural y espontánea. Los más hambrientos se resirvieron varias veces porque algunos cuencos eran realmente pequeños. Acto seguido más voces se ponen a entonar plegarias y cánticos que invaden cada recodo del sacro lugar.

Comienzan las danzas. Algunos monjes se ataviaron con llamativas togas de seda, sus rostros están cubiertos por espeluznantes máscaras tántricas (de rituales mágicos y fantásticos) y sus manos enarbolan espadas para escenificar una lucha en la que triunfa el bien sobre el mal. Todo está profusamente decorado con intensos colores chillones donde el verde, azul, rojo y amarillo danzan sin cuartel por paredes, columnas y techos. El rostro imperturbable de Buda observa sereno el rito, las amenazadoras facciones de los demonios de rostros azulados o enrojecidos lanzan miradas provocadoras a su alrededor desde las paredes donde han sido ubicados ...¡BOM!... Nos sobresaltamos cuando el monje reinicia los golpes sin piedad al tambor. ...¡Bom!...¡ Bom!...¡Bom!... Los rezos terminan y el cuchichear de los monjes nos devuelve a la realidad. Algunos se acercan a nosotros para satisfacer su curiosidad sobre quienes somos ya que estuvimos toda la ceremonia en la sala de rezos. La comunicación no es problema, el desconocimiento de nuestros mutuos idiomas no suponen un obstáculo allí donde las sonrisas y los gestos hablan por sí solos.

LA CAPITAL DE LA MONTAÑA

Las nubes grises que ocultan el gran Himalaya amenazan con lluvias y efectivamente, poco después de alojarnos en Gangtok, la modesta y pequeña capital de este reino perdido, comienza a llover sin descanso. Con tan sólo 18.000 habitantes se erige como el único centro de "civilización" en este paraíso montañés; podremos encontrar buenos hoteles, restaurantes de verdad y todo tipo de comercios que muestran en sus escaparates infinitas variedades de productos occidentales, desde comida liofilizada y equipo de acampada -para alpinistas y amantes del senderismo- hasta todo tipo de piezas y material eléctrico de los vehículos de fabricación india que acostumbran a circular por estas cumbres: Jeeps Mahindra, rocambolescos camiones Tata, furgonetas y utilitarios Maruti-Suzuki y los clásicos Hindustan Ambassador, con idéntica línea a la que tenían los Morris Oxford de los años 50.

Lo que realmente nos seducirá en este curioso lugar será la diversidad étnica de su población montañesa, con rasgos más pronunciados y más variada todavía que en Darjeeling. La ciudad, como todas las de esta zona, es realmente fea, su carácter monumental es escaso y a pesar de su exótico enclave e importancia histórica no la encontraremos saturada de antiguos templos, palacios, monasterios y exóticos mercados apretados. Posee indudablemente una herencia budista de gran valor pero muy escasa en número, puesto que no alcanzó su status de capital hasta mediados del s. XIX. Su situación, como encrucijada vital en el Himalaya, generó un rápido desarrollo comercial y religioso. Ese último punto creó un prestigioso respeto en todas las sectas budistas y hermosos monasterios de madera fueron ocupando los más vistosos nidos de águila con excelentes panorámicas sobre todo el valle y la cordillera Kanchenjunga.

Estupas de un blanco radiante siguen atrayendo a fieles budistas de todos los rincones ocultos de las montañas. Bosques de "oriflamas" (banderas religiosas) con inscripciones de textos sagrados ondean sin cesar, el viento llevará las oraciones por todo el valle. El flamear de las ligeras telas reconforta a los que oran por su karma y por el de sus familiares y seres queridos, que aunque no se encuentren allí, sí que perciben el "mantra" sagrado que les traerá la brisa de las cimas.

HA LLEGADO EL CARTERO

Algunas de las plegarias que esparcen los soplos de la atmósfera ha debido introducirse en el ordenador porque todos los e-mails que entran traen estupendas noticias. Reyes ya tiene el nuevo objetivo de la cámara en su poder, así como todos los demás encargos, Michel ya ha comprado el ordenador y ... ya está en el Centro de Proceso de Datos de Ceuta ... ¡tras una rocambolesca historia! No queríamos enviar el ordenador por correo ni por mensajero para que no exista la más mínima posibilidad de golpe, con un accidente informático ya nos vale. El destino nos echa una mano: Antonio, un buen amigo de Ceuta, ha tenido que ir a Oviedo y regresa a Ceuta en avión ... vía Madrid. En la escala se le podría dar el ordenador y así sería un transporte mano a mano ... donde los únicos que intervienen son verdaderos amigos que saben la importancia de lo que transportan, porque no es sólo un ordenador ... es parte de la expedición lo que va en ese maletín. Parecía todo sencillo pero llevamos una racha en la que nada es fácil.

Nos vamos enterando de la historia, no tiene desperdicio. El día del aterrizaje de Antonio, Michel está de viaje y Marie Laure -su mujer, alguien realmente especial para nosotros y también un miembro activo de la Ruta de los Imperios- coge inmediatamente el relevo y se encargará de la "Barajas Conexión". Llegado el día ... no ha podido dejar con nadie a sus pequeñas, Lorena y Anaëlle, así que ni corta ni perezosa se va al aeropuerto con sus hijas (no es precisamente un paseo, viven a 30 kilómetros de Madrid). Eso es sólo el principio.

En el aeropuerto de Madrid el vuelo de Antonio llegará con mucho retraso, se queda esperando con las niñas. Suena su móvil, es Antonio, acaba de aterrizar y le nota en la voz que prácticamente está corriendo. Le explica que tiene 15 minutos para coger su avión a Málaga y que no puede perderlo, que va directo de avión a avión, no hay tiempo de llegar al lugar de la cita, se tienen que encontrar en el camino o en la sala de embarque del vuelo a Málaga. Menos mal que Marie Laure es una experta en aeropuertos, coge a Lorena y Anaëlle y ... a correr hacia la sala de embarque del vuelo a Málaga. Antonio y Marie Laure no se conocen así que con los móviles se van acercando al lugar de encuentro pero ... la batería del teléfono de Marie Laure dice que ya vale y se corta la comunicación.

Cinco minutos para cerrar puertas del Málaga, acababa de quedarse sin teléfono y ni idea de cómo era la persona con la que debía reunirse. "Tengo que encontrar otro teléfono, ¡Un pasajero con móvil!", esa podría ser la solución, busca a su alrededor, ve uno, le para y le dice que le deje usarlo un momento, que es una emergencia. Llama desde el nuevo teléfono, ambos describen el lugar donde se hallan, se intentan posicionar el uno respecto al otro ... cuando una de sus hijas le dice ... "Mira mamá, ese señor también está hablando por teléfono"; mira hacia ese lugar, intercambia dos frases más con su interlocutor y ese "señor" era Antonio. ¡Se habían encontrado a tres minutos del cierre de puertas! Se saludan, se presentan, el ordenador cambia de manos, se despiden y Antonio desaparece por la puerta. Veinte segundos en total. Ese día, ambos tuvieron una buena dosis de "Adrenalina Ruta Imperios". Cuando decimos que nuestros amigos se están ganando el cielo no es una broma.

El "cartero" galáctico sigue entregando cartas. ¡Rafa tiene el billete confirmado! Nos da su vuelo, el día y la hora. Ha tenido plaza por los pelos pero lo ha conseguido, al final las cosas van saliendo pero menudo trabajito está costando. Nos veremos en Kathmandu, confiamos que a nosotros no nos ocurra nada en el camino que nos queda hasta llegar a la capital de Nepal. Tenemos que llegar a tiempo porque sino estamos allí puede ser el inicio de un peliculón. La ruta completa será Ceuta-Málaga en Helicóptero (Ceuta no tiene aeropuerto para aviones) y luego Málaga-Madrid-Londres-Doha(Qatar)-Kathmandu. Si después de esa paliza nosotros no estamos en el aeropuerto ... ¡le da algo! Hoy mismo le mandamos por e-mail el nombre de un hotel para que se quede allí anclado lo que haga falta ... en el caso de que no apareciésemos en Kathmandu. Las citas con nosotros no son fáciles, no.

Click en otro sobrecito. ¡Que alegría! Es Serdal desde la Capadocia (Turquía), es uno de los dueños del Asia Teras en Ürgup, un fantástico local con internet, billares, fast food, cafetería, grandes salones y una gigantesca terraza. Nos hicimos grandes amigos. Le escribimos para contarle novedades, todavía no puede seguirnos por internet porque las traducciones al inglés en Ceuta tienen mucho retraso debido a que se perdió el traductor y no hay forma de encontrar otro. Nos cuenta cómo le va y está muy bien pero también nos cuenta que es otro año desastroso para ellos porque siguen sin venir turistas. Que simple es la mente occidental, que descarta de sus destino uno de los países más hermosos y completos porque lo ve "inseguro", cuando -a excepción del Kurdistán, donde no se suele ir- el país es más seguro que nuestras propias calles. Nos hacen creer que es más seguro Miami, Tailandia, Marruecos, Costa Rica u otros mil lugares cuando no es así, pero por lo visto la prensa de los países "desarrollados" es muy "selectiva". Le deseamos lo mejor para su Asia Teras, con la confianza de que los extranjeros regresen a ese maravilloso país que es Turquía. Mucha suerte Serdal. Un fuerte abrazo.

¡Una paloma mensajera de bits que viene desde Tailandia! Son Silke y Ernst, alemanes que conocimos al acampar en la base del monasterio de Sumela (Turquía). Todos los viajeros tienen su propia historia, Silke es camarera, Ernst cocinero y trabajan en Suiza normalmente. Ahorran el dinero de sus sueldos y cuando tienen suficiente ... cogen su camper y se van a recorrer mundo. Están en Tailandia y han decidido pararse porque están cansados de sudar como si estuviesen en el infierno (así lo expresan), es el verano del sudeste asiático. Se han ido a la isla Koh Samui y están en la gloria, descansando en una casita costera que se han alquilado por unas 12.000 pts. al mes (con salón, un dormitorio, baño y cocina, no está nada mal). Allí esperaran a que la climatología cambie porque al aliarse el calor con los monzones ... se produce un cóctel explosivo. Al recibir correos de esa parte del mundo nos alegramos de haber tomado la decisión de no ir ahora y de dirigirnos hacia el Himalaya. Nosotros, en vez de descansar ... proseguimos la ruta, pero por otra zona de este fascinante planeta.

¡Carta de Víctor! ¡Que día tan completo! Ahora correo de Pakistán. Desde que nos conocimos en la embajada de España en Islamabad hicimos muy buenas migas; cuando nos fuimos hemos seguido en contacto constante y le vamos contando cómo nos va y nuestros planes más inmediatos. Hace una semana le escribíamos que nos sentíamos agredidos por los monzones, huíamos hacia el norte para dedicarnos al Himalaya durante los cuatro meses que dura este diluvio anual. Primero Sikkim, luego Nepal y finalmente nuestro ansiado Ladakh, una cita pendiente desde hace muchísimo tiempo. Serán cuatro meses los que estemos por la zona y le comentamos que como era mucho tiempo igual hasta existía la posibilidad de regresar a Pakistán, hay dos hermosísimos valles himalayos (Astor y Chitral) que el año pasado nos cerraron sus puertas a cal y canto, o mejor dicho, a hielo y nieve. Quizás sea el momento de relanzar la idea de entrar en ellos, sería el tercer intento (el 92, el 99 y ahora en el 2.000). ¿A la tercera será la vencida?

Víctor nos ha contestado prácticamente al instante, nos invita para volver a reunirnos y nos ofrece su casa en Islamabad para trabajar a gusto o para simplemente descansar. El conoce muy bien la Ruta de los Imperios de todo el tiempo que estuvimos juntos y sabe todo el trabajo que implica la expedición. También había notado a través de nuestros e-mails y de las crónicas que el terrible revés del accidente del ordenador va siendo superado, el estado anímico se ha ido recuperando y la moral es muy buena pero ... también ha notado que estamos agotados, realmente cansados.

Todavía no habíamos decidido del todo si regresar o no a Pakistán pero esta carta nos anima mucho a seguir con la idea. La verdad es que nos encantaría reunirnos de nuevo con Víctor y también volver a ver a Zahid, Mubashir, Alan y Naima, Danny, Zia, ... realmente una larga lista. Un pedazo de nosotros mismos se quedó en Islamabad cuando partimos y ahora podremos volver a unir las dos partes, la que se fue a bordo del Montero y la que se quedó con nuestros amigos. Incluso podríamos embarcar el Montero en un carguero que parta de Karachi a Singapur, así evitaríamos entrar de nuevo en India y ahorraríamos varios miles de kilómetros por esas "carreteras". Mubashir vive en Karachi, el podría buscarnos una naviera. Vamos a escribir a Mubashir, creo que sí que regresaremos a Pakistán ... si podemos. Nuestro visado pakistaní caduca en breve y deberíamos llegar a la frontera antes de que eso ocurra porque no nos hace ninguna gracia regresar a Delhi (¡oh no, otra vez mil y pico kilómetros por las carreteras indias de la llanura, no!) y tener que estar allí (pasando un calor infernal) durante la semana que duran los trámites. No es un panorama atractivo, hay que intentar llegar a la frontera indo-pakistaní antes de que el visado caduque. Realmente nada es sencillo.

Pero bueno, aunque nada sea sencillo ... el cartero informático hoy nos ha traído un montón de buenas nuevas y nos ha ido perfilando la ruta de los próximos meses. Apagamos el Olivetti y desconectamos el teléfono Inmarsat Ibérica, no sin antes mirar al cielo para dar las buenas noches a esa "buena estrella", que emplazada sobre el océano Índico nos permite estar comunicados con el resto del mundo. Estamos agotados, cuantas noticias y decisiones de golpe. Nos vamos a la cama y nos dormimos al instante.

BRISAS Y CANTICOS

Ha amanecido, abrimos la ventana de par en par, nos encanta este clima. Una fresca brisa nos acaricia sensualmente la cara, las coloridas oriflamas bailan para nosotros y el espíritu de las montañas nos permite ver como parten las oraciones caligrafiadas hacia los valles ... y decidimos seguirlas. Nos despedimos de Gangtok, que para la ocasión se ha vestido con un púdico chal de algodones que no permite ver las insinuantes curvas de sus contornos. De nuevo nos deslizamos por la serpenteante carretera, nos sentimos como una hormiga moviéndose por una hiedra trepadora encaramada a colosos de roca y vegetación. Pequeños templos hindúes, estupas, chaityas (templos budistas) y chortens (monasterios budistas) y un sinfín de granjas y aldeas aisladas van amenizando nuestro lento avance hacia el segundo monasterio más antiguo de Sikkim: Pemayangtse.

Los bosques de rododendros nos indican que de nuevo hemos pasado los 2.000 metros, Pemayangtse no puede estar lejos. Primero aparece el pequeño pueblo de piedra donde residen los monjes y sobre el promontorio rocoso más elevado... la perla de estas montañas: el gompa de Pemayangtse. Es la estrella que guía todas las cimas y sus vistas se pierden en el infinito inmaculado de estas gloriosas montañas. Un pasillo de oriflamas puebla la subida hasta la misma puerta del templo donde la proliferación de banderas de oración es inagotable. Sus frescos exteriores de vivos colores irradian una luz espiritual superior a la que nos ofrece el astro rey desde el cielo. Algunos monjes cruzan el patio distraídamente, otros siguen el sentido de las agujas del reloj mientras hacen girar enérgicamente los rodillos de oración que en su interior contienen las plegarias escritas sobre pergaminos enrollados que desean elevar al cielo. El suave silbido de la brisa de alta montaña se ve acompañado por los cánticos que -provenientes del interior de la pagoda- logran filtrarse a través de las paredes. Lo humano, la naturaleza y lo divino convergen formando un mosaico de sentimientos que sólo se puede lograr en estos remotos parajes del Himalaya.

Pero el templo compite con un coloso que difícilmente puede ser superado. A la mañana siguiente de llegar a Pemayangtse nuestros corazones se encogen al ver por fin al "Gran Amo y Señor" de estas cumbres: el Kanchenjunga. ¡Creíamos que nos íbamos a ir sin saludarlo de nuevo, pero sí que vino finalmente a la cita! Con sus 8.598 m. de altura es el tercer pico más alto del mundo (a tan solo trece metros del segundo, el K2 de Pakistán). La propia naturaleza le da los atributos dignos de un rey, un manto real de nieve perenne cubrirá sus hombros y en muchas ocasiones el cielo le engalana con una majestuosa corona de nubes. Pero hoy es una reunión informal, no lleva la corona. El cielo tiene un azul casi perfecto.

LAS LÁGRIMAS DE BUDA

En Gangtok obtuvimos el permiso suplementario que permite una ruta en bucle desde Pemayangtse. La naturaleza sigue exuberante, hay más gompas, espléndidas gargantas, violentos torrentes, pueblos de piedra, pequeñas granjas, nuevos valles, ... y un lago sagrado. Ya no hay asfalto, nos movemos por una pista estrecha y abrupta. Algunos frágiles puentes colgantes dan la sensación de que pasar por ellos podría suponer un paso al más allá y no desde el punto de vista espiritual sino puramente físico... podríamos decir, al mas allá abajo, donde el río avanza con una furia incontenible tragándose todo lo que encuentra a su paso. La llegada al lago Kecheopari se finaliza a pie por un sendero arropado por una tupida capa de árboles que nos van abriendo paso cuando el lago se abre ante nosotros. El nutrido manto de árboles que rodea al lago se reflejan en él como un espejo que intenta camuflarlo pero las legiones de oriflamas dispuestas alrededor de sus aguas aceitunadas delatan su real ubicación. Como tropas bien formadas, banderolas se infinitos colores han ido cogiendo posiciones hasta sitiar las aguas en un feudo sagrado, como si protegiese un reducto donde Buda derramase sus últimas lágrimas.

El rojizo camino que se abre paso por la copiosa vegetación nos devuelve de nuevo junto a nuestro Montero para ya, sobre cuatro ruedas seguir avanzando por la inestable pista de montaña y regresar finalmente a Pemayangtse.

Esta cima espiritual sería la culminación final de nuestra estancia en este incógnito ex-reino. Una pequeña, pero factible pista de montaña, nos podría haber llevado hasta Nepal, nuestra próxima etapa, pero nuestro visado especificaba de una forma contundente -¡y en inglés, para que no haya disculpa posible!- que no se podría abandonar Sikkim más que por el puesto fronterizo de Naya Bazar o Rangpo y que cualquier intento de entrada a Nepal, China o Bhutan a través de las montañas sería severamente castigado. Tomamos, pues, rumbo sur y en Legship cruzamos el puente sobre el río Rangit, nos introducimos en su cañón, hendido por la fuerza de las aguas que discurren violentas a nuestros pies, pero en breve el fluir se tranquiliza un poco y se abre en un valle de ensueño. El paso del frágil y balanceante puente colgante de Naya Bazar nos indica que abandonamos el pequeño reino y que debemos seguir el camino para regresar a Darjeeling.

Los últimos kilómetros antes de entrar en Darjeeling nos obligan a discurrir a través de complicadas curvas que casi nos hacen girar sobre nosotros mismos mientras el ángulo de inclinación del vehículo se situa en unos límites casi imposibles, como si nuestro Montero intentará escalar la falda de una montaña desafiando su condición de automotor. Los abundantes campos de té se esfuerzan por cubrir con su impenetrable abrigo las colinas de la puerta a un reino que ha vuelto a conquistar nuestros corazones.

Resto de crónicas de la ruta

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.