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Crónica 56,

Malasia - Sultanes y piratas

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Malasia

Tan solo faltaba el comandante Spok saludando con la mano desde la nave interestelar Enterprise de la Federación. La aduana singapurense parece un platillo volante sobre un espejismo inverosímil de cubículos asimétricos que emerge a la entrada del puente que se eleva sobre el estrecho de Johor. Seguimos las indicaciones que tan clara y eficientemente nos indican el camino. Un cartel advierte a los coches singapurenses que no podrán salir del país si su depósito está por debajo de los ¾ de su capacidad. En Malasia el combustible está mucho más barato y Singapur no quiere perder ni un céntimo. Nos acercamos al puente Causeway que une la isla con la península malaya. Los grandes rascacielos de Johor Bahru compiten con los rascacielos de Singapur. Es una batalla campal por conquistar las alturas. El rascacielos más alto del mundo se halla en Kuala Lumpur -capital de Malasia- como un escaparate al mundo del poderío económico de este país pero ... en un momento dado no les debió de parecer suficiente. Hubo un proyecto de levantar un rascacielos todavía más alto en Johor Bahru ... con el escondido propósito de que se viese desde casi todo Singapur para "chincharles" y que les llevase el mensaje de "aquí también tenemos una economía envidiable". Desde la independencia de Singapur, todos los gobiernos malayos se "pican" con el tren imparable de la economía singapurense y hacen obras faraónicas. El rascacielos de Johor Bahru ... se quedó nada más en un proyecto ... por ahora.

Cuando entregamos nuestros pasaportes, el funcionario aduanero coteja los datos con el ordenador y comprueba que no nos hemos pasado en la fecha sellada a la entrada. Pero cuando llega el momento de comprobar la entrada del coche no le cuadran los datos. Hemos entrado sin coche y salimos con coche. El misterio queda desvelado cuando comprueban que el coche entró como mercancía en un carguero pero el carnet de passage abre totalmente las puertas para que podamos seguir nuestro camino hacia el nuevo país.

En el control malayo, las funcionarias conjuntan adecuadamente su pañuelo islámico con el uniforme. Todo son sonrisas y amabilidad. Dos meses de estancia sin necesidad de visado y sin pagar tarifa alguna. El carnet de passage les sonaba a chino pero tras las indicaciones aclaratorias de Vicente lo sellan correctamente. Un vistazo protocolario del policía aduanero al coche y "Welcome to Malaysia". Todo se desarrolla con parsimonia, claridad, organización, amabilidad, rapidez y profesionalidad. Es como cruzar en coche una aduana europea, desde Turquía no sentíamos una aduana "moderna". Se nota que entramos en un país evolucionado.

El cielo sigue desplegando su cotidiano velo gris monzónico, al menos hoy todavía no ha caído una de sus pavorosas tormentas pero el calor es muy, muy fatigoso. Las primeras impresiones sobre Malasia son cuanto menos inesperadas. Se le cataloga como "país en vías de desarrollo" pero es una expresión muy ambigua. También algunos economistas se atreven en su osadía a considerar a la India como "país en vías de desarrollo" y es evidente que se trata de un país del tercer mundo muy lejos de la palabra "desarrollo", por mucha industria e informáticos que tenga. Pero con Malasia es muy distinto, sí que podemos utilizar la palabra "desarrollado" sin pudor, es como España a finales de los años 70 pero ... pero con miles y miles de teléfonos móviles, internet y autopistas. La gente es realmente amable y tranquila, nada agobiante ni nerviosa. Muy solícita cuando se le pide ayuda y de sonrisa fácil. Los malayos nos hicieron sentir a gusto desde el primer instante.

Nos sumergimos en el tráfico pero... es tranquilo, ordenado, respeta las señales de tráfico, ¡no tocan jamás la bocina!, salvo en ocasiones extremas, por supuesto. Las salvajadas a las que sobrevivimos durante meses -antes del "gran salto"- han desaparecido. Sólo hay un factor discordante, los conductores de motocicletas que aparecen peligrosamente de cualquier lugar a diestro y siniestro, arriesgándose hasta límites insospechados, rozando retrovisores mientras adelantan o cruzándose de repente sin preaviso. Eso sí, todos con su casco reglamentario, que su complexión delgada les hace parecer la Hormiga Atómica. La ley es más dura con el tema del casco que con las increíbles imprudencias que cometen. Hay que ir con ojos hasta en el cogote.

Evitamos la autopista que desde Johor Bharu, la segunda ciudad más importante del país, cruza toda la costa oeste hasta la frontera con Tailandia. Seguiremos las carreteras nacionales y comarcales para adentrarnos en los rincones más recónditos de la Malasia rural. Ciudades urbanas como Johor Bharu atraen a los singapurenses que van a pasar el fin de semana de compras, en busca de diversión nocturna (y sexo) a precios más bajos que en su caro país.

Nuestros ojos se han fijado en la ciudad de Melaka, nos atrae por su denso pasado histórico. Los sultanatos de Melaka son los que fraguaron lo que es la actual Malasia. La tierra firme era gobernada por sultanes (antiguos rajas hindúes convertidos al Islam) y las islas eran ... refugios de piratas donde nadie se acercaba. Ptolomeo ya la había incluido en sus mapas como la "Península de Oro" por el precioso material que atrajo no solo a los romanos, también a indios y chinos que arribaron a sus costas para conseguir ese codiciado metal. Portugueses, holandeses, británicos, chinos, ... todos han dejado en mayor o menor medida su impronta. Cuando llegamos a la Melaka, el ocaso ya ha hecho presa en ella y preferimos hacer las presentaciones a la luz del día. Nos dirigimos al bosque de Ayer Keroch, una espesa jungla que a 20 kilómetros de la ciudad seguro que ofrece tranquilos lugares de acampada en plena naturaleza. Llegamos de noche pero entre los faros y la amable complicidad de la luna encontramos un lugar perfecto. La abigarrada vegetación asediada por altos y abundantes árboles nos acogerán por varias noches entre sus brazos, la primera de ellas, hoy, ... la de Navidad. La canción de esta Navidad no iba a ser "Jingle bell" sino ... "Jungle bell".

DUENDES DE LA JUNGLA

-¡Que golpetazo, qué ha sido eso! -le pregunto a Vicente sobresaltada y recién salida del sueño.

-No sé, algo pesado ha caído sobre el techo -me contesta rápido, también medio incorporado y apenas despierto-. No es Papá Noel porque nos habría aplastado con su panza. ¿Igual uno de sus duendes que se ha caído del trineo?

Son las ocho de la mañana, abro la cremallera y me asomo. Vi corriendo lo que cayó sobre el techo de fibra de nuestra tienda. No era Papá Noel ni ninguno de sus renos los que han decidido darse una vuelta por la húmeda jungla malaya para desearnos Feliz Navidad y despertarnos. Pero sí que era un duende, como Vicente bromeó. No un duende juguetero de los que trabajan con Santa Claus sino un duende de la jungla: ¡un mono! Y sobre nosotros ... más monos, muchos más. Toda una enorme familia de simios se aleja saltando de rama en rama entre los numerosos árboles que nos rodean. Era uno de ellos el que se había dejado caer sobre el techo de nuestra tienda para descender al suelo. Un curioso despertar del 25 de diciembre del año 2.000, la última Navidad del Siglo XXI y del Segundo Milenio de nuestra era.

La cena de ayer la celebramos en familia, nosotros dos, nuestro Mitsubishi Montero y el pingüinito mascota que nos acompaña a todos lados. El menú fueron "delicatessen" que tuvimos embaladas aparte desde que partimos de España, hace ... un año y siete meses (Los sistemas de envasado y las conservas hacen maravillas en nuestros tiempos). La fecha de caducidad es muy lejana y pertenece a la caja "comida especial para fechas señaladas si estamos en lugares aislados". Esta noche cayeron la sopa francesa con queso, gulas, berberechos, bacalao a la vizcaína, zamburiñas, pulpo, gambas al ajillo... un poco de toque de la tierra que nos cobija con papaya y zumo de caña de azúcar así como el ineludible ... turrón, del duro y del blando, como manda la tradición española. ¿Quién nos iba a decir que nos íbamos a comer el turrón estas Navidades en medio de la jungla malaya?

Tampoco hubiéramos imaginado pasar el día 25 recorriendo las estrechas y tranquilas calles de Chinatown y Little India por Melaka. Los templos chinos e hindúes humean, incienso y papeles de oración budista arden en las urnas como ofrendas a Buda o a los miles de dioses de colores hindúes.

El ladrillo rojo intenso que constituyen los elevados muros de la Iglesia de Cristo (1753) en la Plaza de la Torre nos rememora el pasado holandés de la villa junto al antiguo Ayuntamiento, un siglo más antiguo que su templo. Entre los edificios coloniales holandeses, los muecines gritan estridentemente por los altavoces de los minaretes, son las mezquitas llamando a la oración del mediodía. Los llamativos trishaws (bicicletas con sidecar para llevar viajeros "a la antigua") nos recuerdan constantemente, con la sonoras radios que se han instalado, que pueden pasearnos por el casco antiguo a golpe de escandalosas canciones chinas e hindúes, es lo mas "in" del momento para los turistas. Ascendemos hacia la colina de San Pablo, una estatua de San Francisco Javier atestigua que su cuerpo reposó en esta iglesia antes de trasladarse definitivamente a Goa (India) donde ya tuvimos ocasión de visitarlo el año pasado. Colina abajo nos topamos con lo único que queda del pasado portugués: la puerta de A’Famosa. Formaba parte de la fortaleza que Alfonso de Albuquerque construyese en 1.512. Y muy cerca han levantado una replica de un palacio de un sultán de Melaka del siglo XV. Saltamos de un periodo colonial a otro con tan solo avanzar unos metros, de un episodio histórico a otro con tan solo girar la cabeza.

De nuevo, como ocurría en Singapur, la población malaya es una amalgama de etnias que consiguen convivir amistosamente. Los malayos e indígenas (estos últimos realmente pocos) constituyen el 58%, los chinos el 28%, los indios el 9% y con otros orígenes el 5%. Los mayores recelos de los malayos han sido siempre con la población china, que comenzó a llegar desde principios del siglo XIX, íntegramente urbana, muy trabajadora, dedicada al comercio y que desde siempre ha ostentado un poder económico consistente. Incluso hay leyes que dan más derechos a los ciudadanos de origen malayo que a los de origen chino, teniendo ambos la nacionalidad malaya. Ese fue uno de los motivos por los que Malasia expulsó a Singapur de la Federación Malaya, Singapur ... tenía demasiados chinos (78%) que desequilibrarían "sus" urnas y rechazaron de plano las leyes de más derechos para los malayos. Creyeron que Singapur se hundiría aislada pero al final se convirtió en un gigante económico. Incluso el actual y controvertido primer ministro Mahatir Mohamed (que lo es desde 1.981) tiene sus propias "ideas" al respecto, ha lanzado el plan Wawasan 2020 con la campaña de que Malasia tiene "poca" población y quiere que los 20 millones de ciudadanos actuales se conviertan en ... ¡70 millones! ... en el 2.020. Una idea espeluznante (e imposible de realizar en tan poco tiempo) porque la superpoblación y el paro es una bomba de inestabilidad para cualquier país. Pero él apunta a otro sitio, ese mensaje es para "todos" los malayos pero el sabe que tendrá principal eco entre los musulmanes practicantes (que son de origen malayo) y será ignorada por los chinos, más racionales y que tienen los hijos que necesitan y se pueden permitir para ser felices. Es su "idea" para ir haciendo más pequeña la "cuota china" de votos. Pero por lo que vemos en las ciudades, la población musulmana es moderna y no nos da la impresión de que quieran convertir sus hogares en una "fábrica" de malayos tan solo para cumplir una premisa política del primer ministro. Las propias chicas jóvenes musulmanas visten a la occidental, con vaqueros, camisas y camisetas, las vemos pasear con sus novios de la mano, charlar sin complejos en reuniones, etc. Tan solo el pañuelo que siempre llevan sobre la cabeza las identifica como musulmanas. El doctor Mahatir Mohamed es una las figuras vitales que han hecho de Malasia un país moderno y con un futuro realmente prometedor pero al igual que con nuestros propios políticos ... cuando se lleva demasiado tiempo en el poder ... ideas extrañas comienzan a florecer. Como en la vieja Europa, lo que pasa con los políticos de "arriba" no tiene nada que ver con lo que nos encontramos paseando por sus calles. Entramos en Chinatown.

Las casas de las callejuelas del Barrio Chino son idénticas a las de Singapur, siguen siempre el mismo modelo: la planta baja es el comercio y la planta superior la vivienda. Hay pequeños restaurantes por doquier, donde familias chinas degustan noodles, arroz frito con pato o un bol de sopa laksa, la especialidad nonya (de los descendientes de chinos y malayos).

Mientras paseamos por el barrio comienza a llover cada vez más fuerte y nos acabamos refugiando en un templo chino, los monzones nos siguen martirizando. Los fieles que acuden a rezar a Buda encienden manojos de varas de incienso después de reverenciar repetidamente su imagen. La sala está muy distendida y el joven encargado nos anima amablemente a visitar todas las estancias. De pronto desaparece y unos minutos después aparece con un libro con las portadas en rojo sobre un curso de iniciación al budismo en inglés. Los rostros de los grandes Budas dorados se difuminan de nuevo debido al incienso que se quema a sus pies. La brusca tormenta se va transformando en una fina llovizna que nos permite abandonar nuestro tranquilo cobijo temporal para reunirnos con el Montero y volver a nuestro refugio natural en la jungla.

POR LOS CUERNOS DEL BÚFALO

Las aguas de la costa del mar de Andamán en Port Dickson nos van a despedir por unos días, un destino tremendamente turístico por sus playas, que ahora se encuentran bastante turbias y agitadas por los malditos monzones de invierno. Aunque el "invierno" solo hace honor a la palabra por el mes en el que nos encontramos porque a pesar de seguir rumbo norte alejándonos del ecuador, seguimos sudando y tostándonos como si estuviéramos sumergidos en un tórrido y pesado verano. Nos vamos a dejar llevar por el sosiego y sencillez de los pequeños pueblecitos donde se sigue conservando la tradición minangkabau.

¿Tradición minangkabau? Su legendaria historia nos atrajo tanto como la original forma de los techos de sus casas. Llegaron desde la isla de Sumatra allá por el siglo XV cuando gobernaba la zona el sultanato de Melaka y desde entonces sus casas con tejados en forma de cuernos de búfalo se diseminan por la región. La tradición de la nominación que ostentan y la forma del tejado de las casas viene motivada por una leyenda. Cuando los habitantes de la isla de Java intentaron dominar a los de Sumatra propusieron un enfrentamiento que evitara un absurdo e inútil derramamiento de sangre. La opción: una lucha entre búfalos. Los de Java soltaron en la arena un espectacular y enorme búfalo. Los de Sumatra, para sorpresa de todos, arrojaron a la arena a un ternero con unos cuernos de acero fijados en su cabeza. Ni con esos cuernos era rival para el búfalo de Java. Pero el ternero ... había sido separado de la madre hacía varios días y al ver a otro búfalo, sin preguntarse si era su madre o no, macho o hembra ... se arrojó con todas sus fuerzas al vientre del búfalo de Java en busca de unas hipotéticas ubres. Las astas de acero en sus compulsivos movimientos de la búsqueda de ubres ... reventaron al enorme búfalo de Java, que no se esperaba algo así. Venció el ternero y la gente, ante el estremecedor espectáculo que acababan de presenciar no paraban de gritar "minangkabau, minangkabau" (minang significa vencer y kabau búfalo de agua) y desde entonces se les conoce con ese nombre. Saliendo de la leyenda y entrando por comarcales es fácil encontrarse con las casas-búfalo en pequeños claros ganados a la copiosa vegetación.

Hay mucha calma pero el día se hace cada vez más oscuro debido a la nubosidad que se va acumulando, aviso indiscutible de la certera cita vespertina que cada día nos anuncia la tediosa visita pluviosa. Efectivamente, cuando intentamos sacar unas instantáneas del palacio del sultán en Sri Menanti, el Istana Besar, comienzan a bombardearnos, porque aquello no era llover, eran gruesos goterones que en apenas unos segundos son capaces de empaparte hasta el alma. En un momento la lluvia que cae sobre la luna del todo terreno apenas nos permite intuir la carretera por la que avanzamos alejándonos de Sri Menanti, la capital real de los Minangkabau.

LAS TORRES DE BABEL

De las raíces profundas de los pueblos malayos a la urbe moderna y aglomerada de Kuala Lumpur. ¿Aglomerada? ¿Dónde se ha metido la gente en la capital? En Kuala Lumpur apenas encontramos tráfico, el que hay discurre tranquilo. Hay sitio para aparcar y todos los comercios están cerrados. Apenas hay nadie por las calles. Tras estacionar el coche nos dirigimos a los parques que rodean el Triángulo Dorado de la ciudad y allí comienzan a aparecer los ciudadanos. ¡¡Happy Hari Raja!! Efectivamente, el Ramadán ha tocado a su fin y hoy lo están celebrando en todo el país y qué menos que vestirse de gala la capital y acudir a los parques para deleitarse. Las familias musulmanas se pasean luciendo sus mejores trajes. Las mujeres con el colorido estampado que les caracteriza en pañuelos, blusones y faldas. Los hombres con sus trajes, modelo pijama de seda rojos, verdes o amarillos y sus gorritos tipo kepí sin visera de color negro. Este año las Navidades y el fin del Ramadán se han dado la mano. Luego vendrá el año nuevo chino (el de la serpiente) y por último las festividad hindú del Thaipusam (de la purificación). Las cuatro religiones han coincidido este año con fechas cercanas en sus máximas celebraciones, los calendarios lunares y gregorianos se han confabulado en este cambio de milenio para coincidir en un corto lapso de tiempo. Entre unas fiestas y otras, durante semanas todo el país está en fiesta continua.

En este babel de religiones, las dos torres gemelas Petronas son el símbolo de la Malasia moderna y futurista. Son las más altas del mundo, el último intento humano por alcanzar el cielo con sus 88 plantas y 452 metros de altura. Las torres Petronas (empresa estatal petrolífera) se inauguraron el 31 de agosto de 1999 (ya habíamos iniciado la Ruta de los Imperios y estábamos en el Sinaí) y fue entonces cuando consiguieron vencer en altura a los rascacielos hasta entonces más altos del mundo: el World Trade Center de New York y a la torre Sears de Chicago. También su torre de televisión ostenta un buen número en el ranquing mundial, es la cuarta más alta del mundo. Otros muchos rascacielos se elevan sobre la ciudad pero se convierten rápidamente en espejismos cuando abandonamos la metrópolis para dirigirnos a los montes Cámeron. ¡Ojalá encontremos en sus alturas ese frescor tan ansiado que nos reponga del bochorno incesante de este invierno tropical!

UNA NUEVA ERA

De nuevo nos movemos por los kampung (pueblos) malayos que siguen estando repletos de las casas tradicionales a modo de palafitos para aislarse de la humedad y de las intempestivas riadas de los monzones. Pueblos rurales como Kampung Bota Kiri o Kampung Pasir Salak, con sus grandes ventanas con cortinas de vivos colores. Muchas de las viviendas tradicionales han sustituido el techo de madera por chapa ondulada aunque han tenido el detalle de cuidar el color y hacerlas marrón oscuro, con lo cual es menos ofensivo a la vista.

Antes de ascender a las montañas Cameron pasamos ante el singular castillo de Kellie, un rico propietario de plantaciones británico que como colmo de las previsiones comenzó a construir la casa para la boda de su hijo antes de que éste hubiese nacido. Mandó traer 70 artesanos hindúes desde Madrás (India) pero una epidemia causada por una enfermedad misteriosa casi acaba con toda la mano de obra. Kellie les aconsejó levantar un templo hindú y todos los males desaparecieron. Los indios, sorprendidos por lo ocurrido incluyeron la imagen de William Kellie (vestido con su salacot y su fusil) entre la de sus dioses. Muy agradecidos los empleados hindúes que elevaron a su amo a rango de dios. Por el templo jugaban unos niños hindúes con tirachinas, los descendientes de aquellos trabajadores hindúes que a pocos días de comenzar un nuevo milenio, intentan recaudar fondos para restaurar el deteriorado templo que sus antepasados levantaron para que sus dioses les protegiesen de las epidemias.

El calor de hoy ha sido horroroso. El sol castiga más de lo normal, como vengándose por los días que le han mantenido cautivo las nubes y la lluvia. Pero cada curva que nos acerca a las Cámeron la temperatura desciende para nuestra felicidad. La lluvia de nuevo ha atacado pero ya no estamos sudando, ya no se derraman gotas de sudor por todo nuestro cuerpo, ahora el frescor de la montaña será el que mande en el termómetro.

Encontramos el acceso con coche a la Father’s Guest House realmente por casualidad. En una pequeña colina sobre la ciudad de Tanah Rata, la principal urbe de las Cámeron, se encuentra esta encantadora y tranquila pensión con un terreno enorme donde instalaremos nuestro campamento con unas vistas sin igual. Lo dirige Gerard, un joven siempre amable, risueño y bromista que consigue que el lugar funcione de maravilla y todo el mundo se sienta a gusto. Un emplazamiento idóneo para el encuentro de viajeros a mochila donde la información que se intercambia no puede ser más fresca y actualizada. La primera impresión te deja un poco perplejo porque las habitaciones se hallan en una sucesión de estructuras de uralita semicilíndrica que le da el aspecto de un campamento de refugiados pero al entrar en su recinto y superar los prejuicios de la uralita ondulada, este sencillo lugar ... se convierte en algo familiar. Quedamos prendados de la "guest house", sus gentes, su tranquilidad, sus vistas y ... su temperatura. Posee un pequeño restaurante económico con especialidades locales y occidentales, sala de vídeo con sucesivos pases de películas para huéspedes, biblioteca donde se pueden alquilar libros a precios ridículos, servicio de internet, salón común y varias terrazas al aire libre. El lugar es perfecto para nosotros, alejado del bullicio de la ciudad pero accesible en poco más de cinco minutos. La temperatura deliciosa, 20-22ºC también es perfecta para relajarse y trabajar en condiciones físicas y mentales despejadas. Eso sí, las tormentas monzónicas diarias son fijas y no paran a partir de las dos o tres de la tarde, descargando agua como si fuera la última vez que tuviese oportunidad de llover de lo lindo ... pero no, al poco somos testigos de que puede llover todavía más fuerte.

Las Cámeron se convirtieron en una estación balnearia de montaña décadas después de que en 1.885 el topógrafo William Cameron llevará a cabo el trabajo de confeccionar los planos de la zona. Tras él llegaron las plantaciones de té con los obreros hindúes que los ingleses trajeron para encargarse de su cultivo y recolección, luego los comerciantes chinos con su infalible olfato para los negocios y finalmente aquellos que intentaban huir del calor de las tierras bajas. A este último motivo nos hemos unido nosotros con esta afortunada y acertada elección.

Las dos semanas que pasamos en la montaña nos permiten recuperar el aliento perdido con el calor de la última etapa. Llegamos hasta el pico más alto de Tailandia, el Gunung Brinchang con sus 2.032 metros. La flor que representan a Malasia, el hibiscus (en sus tonos rojos y rosas), es una de las muchas flores que crecen prolíficamente por la zona mientras se posan sobre ellas enormes y espectaculares mariposas. Recorremos los caminos que nos llevan hasta los arbustos de té cuando el sol le arranca sus más bellos tonos a las colinas recubiertas de ese verde manto reluciente que desprende la aromática infusión.

Las tazas de té son nuestras compañeras en la Father’s mientras tecleamos sin piedad las teclas del ordenador para contestar los e-mails que se nos han ido acumulando, recopilando las notas tomadas durante la ruta malaya y preparando la crónica de este nuevo país. Vicente se emplea a fondo confeccionando el mapa de la ruta y ordenando y seleccionando las decenas de fotos tomadas en Malasia mientras la grabadora HP va salvaguardando toda la información en cd roms que se mandarán a España cuando se tenga ocasión.

Finalmente será aquí donde celebremos el cambio de año, de siglo y de milenio. En estas montañas que nos han permitido recobrar la serenidad de la intensa actividad de las llanuras. Una semana antes no hubiésemos podido contestar a esa pregunta, vamos improvisando sobre la marcha. Nada es previsible, es la aventura.

El 31 de diciembre del 2.000 fue un día donde hasta los monzones se portaron bien, no cayó ni una gota durante las horas que pasamos frente a la hoguera que Gerard encendió como colofón a la deliciosa cena malaya al aire libre que nos ofreció a todos los viajeros que allí nos alojamos. Mucho tardaremos en olvidarnos de la deliciosa salsa de cacahuetes que acompañaba a las satay -brochetas de pollo y cordero- que se tostaron al fuego del carbón, de las verduras cocinadas de mil maneras así como de otras delicias. Todo ello acompañado de ... una botella de Rioja que reservábamos desde hace mucho tiempo para esta especial ocasión. El cielo quiso obsequiarnos con miles de estrellas que no se velaron por la amenaza cotidiana de lluvia, que bien que hoy se tomasen el día de fiesta. Pensamos en nuestros seres más queridos a los que enviamos a través de las estrellas nuestros más cariñosos deseos de felicidad. Imaginamos a José Enrique quemando el papel de oración chino que le enviamos hace unos días en la hoguera de su chimenea rodeado de su numerosa familia ... el humo de nuestra hoguera se confunde con la imagen del humo de su chimenea en España.

Las doce de la noche están muy cerca, preparamos nuestras pasas -a falta de uvas-. Recordamos la entrada al año 2.000, también con pasas y en compañía de Víctor, Reyes y Cristina en Islamabad gritando a voz y en grito las doce campanadas para una cadena de radio mexicana. Increíble ... ¿ya ha pasado un año desde aquellas 12 pasas? El milenio nos llegará a nosotros siete horas antes que a nuestras familias y que a todos esos grandes amigos que nos ayudan y se desvelan por nosotros desde miles de kilómetros, siete usos horarios nos separan de Michel y Marie Laure, de Reyes y Marcial o de Pepe de Ceuta, cuya ayuda es inestimable y ya forma parte de los "pilares" en España de la Ruta de los Imperios. Poco a poco ... la familia crece y crece.

Nos acordamos de todos, brindamos por ellos y por el lejano reencuentro en el 2.002, cuando la expedición concluya. Pero no estamos nostálgicos, estamos alegres y con ganas de proseguir. Echamos la vista atrás pensando en todo lo vivido en la ruta y nos estremecemos... pero aún más con la incertidumbre y sorpresas de todo lo que nos queda por delante.

Ha llegado el momento. A golpe de bip-bip del reloj de Vicente nos tomamos las "pasas de la suerte". Un canadiense nos acompaña al parecerle divertido nuestro curioso ritual hispánico. Australianos, canadienses, británicos, alemanes, holandeses, malayos, ... y estos dos españoles comparten los últimos y los primeros segundos de este inolvidable cambio histórico en nuestro calendario y brindamos todos juntos al unísono mientras las llamas de la hoguera danzan insinuantemente... ¡¡FELIZ AÑO NUEVO, FELIZ SIGLO NUEVO, FELIZ MILENIO NUEVO!!

EL DESCENSO DEL CIELO

Los montes Cámeron se han convertido en esta ocasión en nuestro particular balneario. Ha sido tan reconfortante y fructífero que salimos con las fuerzas renovadas y el trabajo de nuevo al día. Ahora bajamos de nuestro cielo para zambullirnos de nuevo en las llanuras costeras. De la montaña al mar, del frescor revitalizante de la montaña con sus 24ºC de máxima al calor bochornoso de la llanura con sus 34ºC a la sombra. La brisa marina tampoco ayuda, aporta una humedad que nos deja todavía peor.

Ipoh es la primera etapa y a pesar de ser la tercera ciudad más importante del país nos sorprendió gratamente por su calma y tranquilidad. De nuevo las casitas chinas a dos pisos son el alma de la ciudad aunque la impronta británica dejó su huella con edificios victorianos de un blanco reluciente. Y en las afueras de la ciudad, los templos chinos con su explosión de colores, guardianes con sables atemorizantes y caras desencajadas protegen a las apacibles y serenas figuras de Buda en meditación. Templos excavados en la roca calcárea que caracteriza a toda la región. Enormes colinas cubiertas de espesa y exuberante vegetación que esconden en su corazón los lugares de culto que los fieles seguidores de Buda excavaron a conciencia hace varios siglos.

El templo de Perak Tong nos impresionó al verlo por fuera pero más aún cuando vimos su interior excavado en la roca a través de una verja que no se abriría hasta el día siguiente a las 8 de la mañana, ya lo habían cerrado. Decidimos acampar ahí mismo. Su gran explanada frente al lago de carpas sagradas (que un grupo de hindúes pescaban con descaro) nos sirvió de refugio por esta noche. El guarda, un profesor de música durante el día, nos obsequia con una bolsa de fruta y nos dice que durmamos tranquilos, que Malasia es muy segura y que si necesitamos cualquier cosa ... el vive a 100 metros. Su casa estaba realmente ahí mismo, era un pequeño edificio adosado al templo.

Cuando a la mañana siguiente penetramos en las entrañas de la montaña calcárea, los Budas, dioses y demonios van llenando las cavidades rocosas naturales pero lo que hace realmente único a este templo son sus descomunales pinturas murales. Estas fueron ejecutadas en las paredes de la cueva por artistas llegados a lo largo de los siglos de todos los rincones de Asia.

En Kuala Kangsar saltamos de nuevo al mundo musulmán. La mezquita Ubadiah llama a la oración del medio día, sus cúpulas doradas destacan como un faro entre los palacios que ponen de manifiesto el carácter de ciudad real, cuando el sultán de Perak la eligió en el siglo XVIII como su lugar de residencia. Y más allá, Taiping, la "Ciudad de la Paz Eterna", que nació como centro minero de estaño y que llegó a convertirse en una poderosa urbe. Poco a poco fue perdiendo importancia transformándose en la tranquila y apacible ciudad que encontramos a nuestro paso y donde el aluvión de lluvia cotidiano nos caza en el día de hoy.

LA PERLA DE ORIENTE

Desde los montes Cámeron toda la ruta ha sido sencilla y confortable a través de carreteras muy bien señalizadas y perfectamente asfaltadas, como es tónica general en Malasia. Pero los 13,5 kilómetros que estamos recorriendo tras Butterworth son muy especiales, son por encima del mar. Rodamos por uno de los puentes más largos de Asia, espectacular y que da la sensación de no acabarse nunca. Al arribar a la otra orilla... estamos en Penang, una exótica isla que se ha convertido en otro baluarte turístico de Malasia y que la denominan como "Perla de Oriente".

Está oscureciendo y la capital, Georgetown, a los pies de sus enormes rascacielos es ante todo de carácter netamente chino. Sus callejuelas con sus templos budistas y las calles comerciales con copiosos carteles con grandes caracteres chinos que casi ocultan las fachadas no pueden ser más elocuentes. Su gente sigue siendo amable y atenta, predispuesta al auxilio en cada pregunta que hacemos para poder orientarnos, el inglés está muy extendido y casi no existen problemas de comunicación. También la línea costera está repleta de rascacielos hoteleros, todavía no se regulan las alturas para el respeto de la estética de esta isla repleta de playas y palmeras. Preferimos alojarnos en las afueras, en las arenas de las playas de Batu Ferringhi, en el norte de la isla. Encontramos un lugar tranquilo, al borde mismo del mar y nos servirá de base durante varios días mientras exploramos la isla, sus pequeños pueblecitos de pescadores, sus bahías y sus templos. En el mercado nocturno, los chiringuitos se multiplican por las aceras sin cuartel y venden reproducciones de relojes Rolex o Guggi, imitaciones de perfumes famosos, ropa de marca así como copias piratas de CD,s con música de última hora. El aroma de los restaurantes con los productos del mar invitan a sentarse a saborear unos calamares, gambas o almejas al estilo malayo. Un vaso de té con leche helado pone el sabor de despedida de una calurosa noche suavizada por la brisa marina.

La isla de Penang no es espectacular pero es un importante centro turístico de indiscutible relevancia. Los monzones lo estropean todo y la lluvia así como el color de las aguas revueltas no invitan a bañarse. La climatología no nos ha acompañado por Malasia pero hemos disfrutado el país gracias al descubrimiento de una mezcolanza de culturas realmente peculiar y entrañable así como de la amabilidad, simpatía y cordialidad de sus gentes.

La historia basada en sultanes y piratas de este país ha seguido derroteros muy diferentes. Los sultanes siguen existiendo y el pueblo les respeta porque les considera los portadores de la tradición del país aunque en las últimas décadas sus abusos de privilegios y corrupción han dañado su imagen. Y los legendarios y perversos piratas que asaltaban el intenso tráfico marítimo de los barcos cargados de valiosos productos hace mucho, mucho que dejaron de campear a sus anchas. Los bajeles de temibles piratas se han transformado en pequeñas escuadras de barcos pesqueros que atracan ordenadamente en pacíficos y románticos pueblos de la costa. Los "sandokanes" solo son posibles encontrarlos en los libros de aventura y de historia y en las pinturas de los museos que recrean los vetustos capítulos de su historia.

Los dorados reflejos del sol rielando en el mar han brillado por su ausencia, en su lugar, la inagotable lluvia siempre estaba impaciente por reunirse con la densa masa de agua salada que le espera en la tierra. Contemplamos el tormentoso espectáculo aparcados frente al mar, resguardados en la estructura de metal de nuestro leal compañero de fatigas mientras pensamos en el antiguo reino de "Siam" que nos espera al otro lado de la frontera. A él, a la tierra de los hombres "libres", nos dirigiremos mañana.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.