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Crónica 87,

Alaska la última meta

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Alaska

Sí señor ... ¡¡¡¡LO CONSEGUIMOS!!!! ¡¡Llegamos a Alaska!! A la entrada no hay nieve pero hace un viento y un frío terrorífico. El letrero de "Alaska or Bust" (ver crónica anterior) que llevábamos en el morro ... "reventó", la climatología debió de arrancarlo ... y desapareció para siempre. Afortunadamente ... nosotros no. Cada estado de EE.UU. tiene un lema y el de Alaska es ... "La Última Frontera" por su lejanía y remoto emplazamiento a caballo del Círculo Polar. También para nosotros es "La Última Frontera" ... "La Última Meta". Levantamos victoriosos la botella de champagne que hace un año compramos en Chile, en Punta Arenas, en el estrecho de Magallanes, en el extremo sur del continente americano. Ahora, justo en el otro extremo del mismo continente será descorchada, servirá para brindar por la última meta conseguida. Pero imposible abrirla y beberla ahora, demasiado frío. Encontraremos el momento exacto en Alaska para celebrarlo como se merece.

Pero ... no se trata de "tocar y volver". Queremos llegar hasta el final, meternos dentro de Alaska hasta donde la nieve, el hielo, el frío, el viento y la resistencia de nuestros cuerpos nos lo permita.

Este primer día no vamos muy lejos, acampamos en las cercanías de la frontera, en medio de un tupido bosque cubierto de nieve ... una noche sin luna. Cenamos tiritando (para variar) dentro del coche en el bosque del lago Deadman ("Hombre Muerto", ¡¡anda que también el nombrecito se las trae!!) cuando un espectro sigiloso se acerca hasta nosotros y nos cubre. Nos envuelve con un seductor baile de luces, colores y desgarres del cielo que te transportan a un sueño difícil de crear con la imaginación. El velo multicolor de sumisa seda celestial se retuerce a una velocidad increíblemente febril y ruegas para que no se acabe nunca esa maravillosa visión que se eleva sobre ti. Se te olvida todo mirando el cielo, el horrendo frío que hace o que el tazón de sopa de fideos que nos estábamos tomando cuándo salimos apresuradamente del coche está perdiendo sus cálidas propiedades regenerativas. No somos conscientes que nuestros pies se congelan hundidos en la nieve. Si no fuera por la gruesa capa de nieve que cubre el suelo nos hubiéramos tumbados para contemplarla aún mejor posicionados. Y tras varios minutos de magia, la intensa luz verde con resplandores malvas que invade el cielo se va desvaneciendo como un espejismo para dejarnos con los ojos abiertos como unos niños que acaban de abrir sus regalos de Navidad. El cielo infinitamente negro lo vuelve ha invadir todo con chispazos de humildes estrellas que intenta volver a reclamar la atención sobre ellas. Nos recorre un intenso escalofrío pero nos dormimos embutidos en nuestros sacos con una enorme sonrisa. El Lago del Hombre Muerto, con su siniestro nombre, nos ha proporcionado una de las noches más fantásticas de toda nuestra ruta con una soberbia Aurora Boreal... casi al final de la misma. Un bienvenida mágica a Alaska para una aventura "imposible" de muchos años ... que está a punto de concluir.

Por la mañana estaba lloviendo y nos costó horrores desmontar el campamento puesto que con esa climatología no podíamos usar los guantes y las manos a los 30 segundos ya casi no permitían asir nada. Nos teníamos que meter en el coche, calentarlas frotando y otra vez al ataque. Cuando llegamos a Delta Junction el agua había derretido la nieve y el sol jugueteaba al escondite con los claros. Estamos en la transición de la glaciación anual y tan pronto maldices tu suerte por no ver a más de dos metros debido a una ventisca de nieve como de pronto hace un día radiante. Delta Junction es un pequeño cúmulo de casas en la estepa pero nos supone otra meta conseguida. Al llegar a este punto hemos recorrido en su totalidad la célebre carretera Alaska Highway que con tan solo 60 años de vida se ha convertido en una auténtica leyenda por estas tierras. Aquí termina la "leyenda", a partir de ahora entramos en la escasa red de comunicaciones de Alaska. En el monolito que indica el final de la Alaska Highway desplegamos nuestro cordón umbilical con el mundo, el que nos permite tomar grandes riesgos estando solos ... sin estarlo del todo. Orientamos la pequeña antena parabólica plana del teléfono Inmarsat Ibérica que tanto nos está sirviendo (la propia web existe gracias a él) y podemos comunicar la buena nueva: "¡Estamos en Alaska, lo hemos conseguido!".

La matrícula de los coches de Alaska refleja el mayor acontecimiento histórico que vivió este duro e inclemente territorio norteamericano durante el siglo XIX: la delirante "Fiebre del Oro". Poco después de 1.867 (año en que Estados Unidos compró Alaska a Rusia por 7.200.000 dólares y tildaran de "loco" al secretario de estado William H. Seward) ... se encontró oro. El loco no estaba tan loco y eso sin contar que casi un siglo después, en 1.957, se encontró petróleo. Aventureros de todos los rincones del mundo se atrevieron a desafiar a una naturaleza indómita e irascible a la que consiguieron arrebatar su seductor y enloquecedor tesoro: el oro. El dibujo de la matrícula refleja uno de los momentos más dramáticos de la llegada de los buscadores de oro, cuando tuvieron que superar descomunales montañas de nieve azotadas por gélidas ventiscas ... a pie. Ni transportes ni animales de carga podían superar aquel insalvable obstáculo que a pesar de todo miles de hombres se dispusieron a superar con trágicas marchas a pie. "El dorado" del Norte del continente americano les estaba esperando. Muchos lo consiguieron, otros muchos murieron congelados en su intento sin que nadie pudiera ayudarlos pues supondría la muerte segura para el que se parara a ayudarle. Conscientes de ello no se frenaron y siguieron intentándolo. Realmente la "fiebre" del oro que les invadía les hacia enfrentarse a retos inverosímiles.

La matrícula no exagera nada y las montañas de nieves eternas campan a sus anchas mientras que algunos lagos dejan de ser sólidos tan solo unos pocos meses al mes. El avance tan pronto se ve inmerso en un invierno de naturaleza pelada parda y gris como resplandece por efecto de la nieve allí donde las nubes han decidido comenzar en serio a extender las incólumes sábanas albinas sobre la geografía. Hoy nos hace un día precioso, como una boda perfecta, el cielo galán luciendo su mejor traje azul y la tierra vestida de prometida avanzando juntos por Alaska. Los paisajes son una delicia contemplados así. Pero todo tiene un precio, cuando el día es tan hermoso ya sabemos que la noche va a ser terrible, las temperaturas caerán en picado tan pronto como el oficiante dorado de la boda del cielo y la tierra se retire a dormir. Esas noches son una pesadilla. Cuando llueve, está encapotado o nieva ... la noche será más suave y "tan solo" baja a -4 ó -5ºC. Pero no importa, preferimos los días de cielo azul y mientras lo disfrutamos, para no estropear el momento, intentamos no pensar en la que se nos viene encima cuando llegue el ocaso.

Cuándo los días son radiantes los altos son constantes y muchas pistas se vuelven transitables, permitiéndonos profundas entradas en la naturaleza. Pudimos pistear a gusto por el Parque Nacional Denali, donde se encuentra el pico más alto de los Estados Unidos, el monte McKinley de 6.194 metros; los indígenas americanos lo llaman desde tiempo inmemoriales Denali, "el alto". Por sus dominios viven osos grizzlis con los que afortunadamente no tuvimos el gusto de toparnos (ahora podrían estar de malas pulgas porque están apurando los últimos días de engorde para dormir durante meses). Cuando tenemos días así, claros y sin nieve, ... nos cuesta hacernos a la idea de que quizás en unas horas seamos flagelados por un látigo de hielo y que una nueva capa nívea quiera tragarnos para siempre. Lo que sí que resulta fácil es imaginarse estos parajes en primavera, con los árboles verdes y los campos en flor.

Las acampadas se suceden y si bien los nuevos sacos aguantan el tipo ... lo duro son las cenas y el momento hasta meternos dentro. Ya nos vamos acostumbrando a trabajar durante las noches en el asiento del coche con el portátil Fujitsu apoyado en las piernas. Siempre intentamos elegir lugares donde no haya nieve, aunque el frío es el mismo los pies agradecen no estar en contacto directo con ese gélido y húmedo elemento. Hoy nos va a tocar un día gris y con lluvia.

La nieve siempre está acechando, dentro de poco se comenzarán a cerrar carreteras por metros de nieve. Demasiada suerte hemos tenido que siempre hemos podido avanzar por la ruta prevista ... aunque en dos ocasiones tuvimos que esperar largas horas, la primera a que pasase un quitanieves en un paso de montaña y la segunda a que llegase una grúa para retirar un autobús cruzado debido a un derrape (sin consecuencias para nadie).

Hay zonas todavía no cubiertas pero la mayoría luce el traje de novia que relumbrará durante muchos meses ... o de forma eterna en las alturas. La gran fortuna es que el día radiante que Alaska nos ha regalado hoy ha fundido el hielo sobre el camino y nos permite avanzar con seguridad y a velocidades decentes.

Cuando miramos el termómetro y vemos las temperaturas diurnas de -5º y hasta -7ºC (y de -10 a -13ºC por la noche) ... nos acordamos de cómo se inició la expedición. En el norte de África, recorriendo el Sahara durante julio y agosto con temperaturas que llegaron hasta los 50ºC. Estamos terminando en la otra punta del termómetro. La ruta es como el mundo, con lugares perfectos y con extremos. Los extremos nos han tocado al comenzar ... y al terminar. Si bien en el norte de África tuvimos que modificar algunos itinerarios debidos a las tormentas de arena (crónica 6 en Libia) y a la deshidratación ... aquí hemos de partir por las tormentas de nieve y el frío ... antes de que comiencen a cerrarse las vías terrestres por la nieve.

El que sí que está contento es nuestra mascota pingüino. Tras fotografiarse en la fría Patagonia con sus primos (crónica 72) ahora se saca una foto en lo que el considera un "paraíso climatológico" y con un nuevo amigo que piensa igual que él.

Los paisajes son perturbadores y Anchorage posee un enclave que releja todo lo que significa Alaska. Ríos y lagos por doquier y cuando levantas la mirada te encuentras con corpulentas montañas nevadas, su presencia se nos revela tan amenazante como hermosa en este asentamiento creado en 1.914 como centro ferroviario de Alaska. Con el descubrimiento de petróleo, el gas natural, la pesca y la creación de dos importantes bases militares su población ha visto como ha ido aumentando el número de sus habitantes a lo largo del siglo XX hasta convertirla en la ciudad más importante de Alaska.

Pero si las montañas son intimidantes la presencia del océano Pacífico, por el flanco que las montañas dejan libres en la ensenada de Cook, no es mucho más tranquilizador de lo que pudiera hacer pensar. Las repentinas tormentas, la bruma y las mareas con 9 metros de diferencia impiden la navegación en el extremo norte de la bahía quedando bloqueada totalmente por el hielo entre noviembre y mayo. En su bahía hay varias islas y en la mayor de ellas, la isla Agustina hay un volcán en activo. No olvidemos que esta zona es geológicamente inestable y la actividad volcánica y los terremotos son frecuentes. En 1.964 el terremoto que se produjo con una intensidad de 9,2 en la escala Richter (10 es la devastación total) se presenta como uno de los más fuertes que se han registrado en Norteamérica y destruyó una buena parte de la ciudad de Anchorage.

Llegados a Anchorage ... iniciamos el regreso. Un largo regreso

¿Un solo camino para entrar y salir de Alaska? Pues no. Si bien por tierra hay que plegarse a la exigencia de un solo camino ... existe otro modo de recorrerlo, como ocurría en la Patagonia: por mar. Efectivamente, en contraposición a la terrestre "Alaska Highway" que hemos recorrido para llegar a Alaska ahora nos toca la "ALASKA MARINE HIGHWAY" ... que es además como se llama la compañía naviera que recorre Alaska desde "el otro lado". A veces hay paradojas que resultan sorprendentes, si bien resulta que comenzamos la ruta y la terminamos con condiciones climatológicas dramáticamente opuestas. Ahora tenemos que el inicio de la ruta americana y el final de la aventura americana ... han sido navegando ambas por las zonas más frías de este continente. En la primera crónica de América (crónica 72) navegábamos por la Patagónia marítima y ahora ... por el Alaska marítimo. La flota nació inicialmente por la necesidad de comunicar y abastecer los enclaves costeros imposibles de alcanzar por tierra. Se impuso crear una "Alaska Highway" marítima en los años sesenta, primero con un solo barco y poco a poco se fue mejorando la flota en cuanto a número de naves y comodidades. Con el tiempo se convirtió en una segunda opción muy interesante para recorrer Alaska y la actividad también abarcó el turismo. Los barcos son estupendos, como el Kennicott que vemos en la foto, y admite coches o camiones de cualquier tamaño ya que su labor de abastecimiento sigue intacta. Para los pasajeros hay infinidad de opciones, desde butaca hasta camarotes privados con baños completos, varios restaurantes, minicine, bares, salas de juego, etc. Más información en www.alaska.gov/ferry .

Apenas siete horas de navegación y ... primer alto: ¡Juneau! Llegamos a la capital de Alaska ... una capital a la que no se puede llegar por tierra ... por increíble que parezca. Así es, la capital del mayor estado de Estados Unidos ... está en un emplazamiento aislado por tierra, tan solo se puede llegar por avión o por barco (www.traveljuneau.com). La oficina de turismo de Juneau se hace cargo de nosotros y por primera vez desde que salimos de Los Ángeles (anda que no queda lejos) ... dormimos en una cama y la primera noche en muchísimo tiempo que no nos pelamos de frío mientras nos metemos en la cama. Nos alojan en el cómodo hotel Driftwood, un establecimiento muy céntrico y donde muchas de sus habitaciones tienen salón con cocina completa para vivir autónomamente. Desde esa cómoda base exploramos los alrededores de Juneau, algo sencillo puesto que tan solo tiene 75 kilómetros de carretera ... donde ambos lados son sendos callejones sin salida. La ciudad en sí nos encantó, nos la esperábamos más aséptica y nos cautivó tanto por su arquitectura como su increíble emplazamiento, desparramándose desde las colinas hasta llegar al gélido mar.

Los indios de la tribu Tlingit se dedicaban tranquilamente a la pesca por la región del Canal de Gastineau en el siglo XIX cuando llegaron los primeros "olfateadores" de oro. Un ambicioso ingeniero de minas, George Pilz, ofreció una recompensa a cualquier jefe indio que le ayudara a encontrar el preciado metal. El jefe Kowee de la tribu Auk Tlingit le llevó unas muestras y poco después los buscadores de oro, Richard T. Harris y Joseph Juneau lograron encontrar la veta madre. Ese mismo año, el 18 de octubre de 1880 establecieron un pequeño pueblo en la playa, había nacido Juneau. La riqueza consiguió que se levantasen refinadas casas, algunas de las cuales han llegado a nuestros días. Pero incluso muchos edificios posteriores a su época dorada se construyeron con esmerada elegancia y el propio centro de la ciudad (en la foto) es sumamente atractivo..

Tras el descubrimiento del oro, Juneau se convirtió en pocos años en un gran centro minero. En la gran isla de Douglas, frente a Juneau, se creó la famosa compañía "Treadwell Gold Mining Company" que llegó a su máximo apogeo en 1.915. Dos años después tres de las cinco minas importantes se derrumbaron y la era "dorada" comenzó también a derrumbarse. Debido a los altos costos, en 1.921 se cerró otra de las minas que aún quedaban abierta hasta que en 1.944 la última de las minas dio el cerrojazo debido a la Segunda Guerra Mundial. La lujosa Mansión del Gobernador que figura en la foto fue edificada en el año 1.912, en pleno apogeo de la ciudad. Afortunadamente, cuando la minas cerraron, la economía de Juneau estaba ya diversificada y hoy en día la pesca y sobre todo el turismo (interno y las escalas de los cruceros de verano) les proporciona ventajosos beneficios.

Las Montañas costeras aprietan a Juneau junto al mar pero no muy lejos de la ciudad su entumecido vecino, el glaciar Mendenhall, derrama sus improvisadas esculturas de icebergs en un recodo del lago del mismo nombre. El río Mendenhall será el mensajero encargado de intentar llevar los errantes y efímeros vestigios glaciares hasta el océano mientras van derritiéndose por el camino. La naturaleza con sus diversas marchas por toda su geografía completan los atractivos de este sugestivo enclave ... desconocido en casi todo el mundo.

Salimos de Juneau del mismo modo que llegamos, a bordo de una cómoda nave de la Alaska Marine Highway. La compañía tiene viajes regulares recorriendo las Aleutianas (sólo en verano, claro) y puede unir en barco Seward (al sur de Anchorage) con Haines y Juneau y a su vez Juneau con la lejana Belingham (entre Vancouver y Seattle, en EE.UU). Incluso, en la época correcta, se divisa fauna ártica y hasta ballenas desde el propio barco. Desgraciadamente, aunque no hay turismo ahora ... los barcos están llenos de gente y vehículos que emigran al sur. Tan solo hay plaza para el trayecto Juneau - Prince Rupert, a media distancia de lo que queríamos (que era llegar a Bellingham). Aún así es un recorrido muy bueno, 36 horas navegando entre los canales más estrechos del archipiélago Alexander en el golfo de Alaska (y que tienen que surcarse imperativamente con la marea alta). Los bosques nos circundaban y pasábamos tan cerca de las aisladas casas que se podía saludar y ver las caras de sus moradores (pescadores o jubilados que se aíslan del mundo ... ¡y tan aislados!). El capitán nos invita a ver las precisas maniobras necesarias para ir sorteando las angosturas de este enjambre de fiordos y canales y disfrutar de la vista panorámica desde esta atalaya de excepción.

A medida que avanzamos por los canales del mar de Alaska no nos encontramos tan solo con hermosas casas aisladas ... es que hay hasta pueblos de verdad. Perdidas de la mano de Dios, curiosas poblaciones van apareciendo. Son pueblos reales, algunos muy pequeños pero a ninguno le faltan sus tiendas, biblioteca, colegios, iglesias, ayuntamiento, hoteles, ... de todo. El primero fue Petersburg, el mayor enclave de la zona con 3.300 habitantes, fundada por pescadores ... ¡noruegos!, ¿quién sino? (www.petersburg.com) El segundo fue el recogido pueblo de Wrangell (en la foto), un compendio de casas impolutas en medio de una espectacular naturaleza (www.wrangell.com).

La generosidad de Alaska. La "Última Frontera", nuestra última etapa nos obsequia con una insuperable Aurora Boreal la primera noche que llegamos ... y nos regala en nuestra última velada, en la cubierta del Kennicott, una de las escasas puestas de sol que se ven a estas alturas del año. Es su regalo de despedida.

Es el momento de brindar, la botella que luce cerrada en la primera foto tomada en Alaska mientras nos moríamos de frío ... será descorchada ahora tras decenas de miles de kilómetros de punta a punta de América. Las burbujas son liberadas sobre el mar de Alaska, en nuestra última noche en el territorio que nunca estuvimos seguros de llegar. Las copas de champán tienen grabado "Alaska", un golpe de suerte al verlas paseando en Juneau. Las estrenamos aquí y cuándo las veamos en el futuro ... siempre recordarán este mágico momento, cuando un nomadismo de años explorando nuestro planeta nos llevó a la última etapa de la Ruta de los Imperios, la comprendida entre una Aurora Boreal y la última puesta de sol sobre el Mar de Alaska.

Brindamos por lo vivido y lo visto pero sobre todo por la gente, por los incondicionales que siempre han estado ahí, por los que hemos conocido en ruta, por los que hemos conocido a través de la web y han viajado con nosotros, por los que nos han animado en los momentos duros, por todos aquellos que nos han ayudado tanto y tanto , ... Gracias a todos.

Ahora tan solo queda ... "regresar" ... una palabra que implica miles de kilómetros de carretera por América, encontrar puerto de salida en la costa este, elegir puerto de llegada adecuado en Europa, barco a precio asequible y fecha correcta, lo mismo con el avión y los billetes, ... La aventura no ha terminado todavía pero ... la misión sí que ha concluido felizmente con todos los objetivos logrados. Estamos pletóricos pero a la vez sinceramente tristes porque esto parece que se acaba. Aunque parezca increíble ... no se nos ha hecho largo. En la próxima crónica ... el EPÍLOGO que marcará el fin de una aventura que ha durado tres años y medio adentrándonos por los lugares más asombrosos de los 5 continentes.

¡¡Chin, chin, compañeros de viaje!!

Resto de crónicas de la ruta

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.