x
post 1488x702

Crónica 32,

India II - El país de los reyes

Ruta : Ruta de los Imperios | País : India

Son las cuatro de mañana, el bip-bip del reloj de pulsera nos saca de nuestro sueño. Nos acostamos hace menos de cuatro horas.

Estamos realmente agotados, no solo por la hora sino también por los 465 km. que recorrimos para llegar a Delhi desde Amritsar. Este trecho es siempre el "bautizo" de los viajeros que llegamos por tierra a la India ... y tenemos que dar gracias a que esta carretera suicida que recorrimos hace algunos años tiene ahora algunos tramos de doble carril. Esto suaviza la tensión del trayecto pero no anula las terroríficas emociones de ver constantemente como los camiones se echan encima a toda velocidad y van expulsando a todo el mundo fuera de la carretera mientras adelantan.

Deslizo, casi sin fuerzas, las cremalleras de la tienda y abro la puerta. La oscuridad es total y tan solo es rota por la pequeña constelación de brillos que forman los pequeños faroles bajos que iluminan los senderos del camping. El entusiasmo del esperado reencuentro me da fuerzas pero el cuerpo no responde. Recuesto otra vez la cabeza en la almohada y me repito a mi mismo "hay que levantarse, hay que levantarse, ..."

-¡Hay que levantarse! -y eso era una voz real, no en mi cabeza, era Marián que intentaba también encontrar fuerzas ... pero en voz alta- o salimos ahora o somos capaces de volvernos a quedar dormidos.

Era cierto. Había que pegar el brinco y bajar las escaleras de nuestro hogar nómada. Una vez abajo, el resto fue rápido. En quince minutos estábamos aseados, la tienda plegada en el techo de nuestro todo terreno y el motor ronroneaba con suavidad, silencioso, como si supiese que no tenía que hacer ruido para no despertar a nadie.

Las ruedas giran lentas hasta llegar a la verja, Marián abre el gran portón y lo vuelve a cerrar tras mi paso. Las calles ... vacías, la carretera de salida de la ciudad ... desierta, el aeropuerto ... bullicioso, hay muchos vuelos nocturnos. Era la llegada de uno de esos aviones lo que nos hizo levantarnos a estas horas, era la alegría de la llegada de un vuelo internacional específico el que nos dio fuerzas para vencer la terrible somnolencia del despertar, era la megafonía que anunciaba la toma de tierra de "nuestro" pájaro de acero lo que esbozó una sonrisa en nuestros semblantes y acabó definitivamente con la sensación de cansancio.

ENCUENTRO ESPERADO

Delhi se convierte en el lugar de encuentro con nuestro gran amigo José Enrique. Su vuelo recorrió medio mundo, partió de Madrid, hizo una escala en centro Europa y otra en Oriente Medio para aterrizar finalmente en Delhi. Sólo una hora de demora retrasó nuestro encuentro, de nuevo juntos. Más de nueve meses habían transcurrido desde que nos despedimos en España y ahora... el fuerte abrazo en el que nos fundimos parece que fue el de ayer, como si el tiempo no hubiese pasado aunque sí que ha transcurrido y muchas cosas han ocurrido.

Un día en la capital fue suficiente para que José Enrique se percatase, y padeciese, el trastorno del tráfico en la capital con la constante estridencia de las bocinas y el insoportable ruido de los endiablados rickshaws. Allí estaban los elefantes circulando por el carril bus, el bullicio de las calles con gente de todo género y condición, los primeros sabores y ardores de la comida india, la presencia omnipresente de las vacas sagradas que campan a sus anchas... una mezcla de sabores, sonidos, olores, colores... un desconcierto total.

Todo es nuevo, distinto, la cantidad de información que se recibe en el primer contacto es demasiado difícil de digerir al principio pero poco a poco uno va siendo absorbido por este nuevo mundo. Superado el primer shock y con la ayuda del paso del tiempo uno acaba adaptándose ... ¿o quizás se trate de aturdimiento o falta de fuerzas para luchar contra todo lo que rodea a esta madeja caótica y enredada que es la India? Sus palabras resumían algo que es innegable "hay que estar aquí para verlo y vivirlo por ti mismo porque es muy difícil comunicarlo con palabras, es un lugar que hay que conocer". Y es cierto, aquí comienza el Lejano Oriente, con su lluvia de colores y formas, con fragancias que inundarán la atmósfera y con un legado arqueológico único en el mundo. No será posible "ver" la India de forma objetiva, es una agresión a los sentidos, un lugar que nunca se olvidará puesto que nos encontraremos inmersos en un mundo de fantasía que nos hace rememorar lo relatado por Julio Verne en su "Vuelta al Mundo en 80 días".

Pero ahora, dirigimos nuestros pasos hacia unos de los estados más bellos y fascinantes de la India, cuna de épicas historias de honor, amor y guerra, un territorio repleto de leyendas medievales ... Nos dirigimos al Rajastán, la "Tierra de los Reyes (Rajás)".

LA CIUDAD ROSA

Jaipur va a ser nuestra primera escala. Por fin íbamos a poder penetrar en el corazón de una ciudad que nos negó su entrada hace siete años. Los disturbios del 6 de diciembre de 1.992 todavía son recordados con espanto....

DIARIO DE VIAJE.

RUTA DE ALEJANDRO MAGNO.

JAIPUR, 6 DE DICIEMBRE DE 1.992

"Desgraciadamente, ya estemos en Europa, Asia o América, los extremismos existen en todos los sitios y a pesar de la espiritualidad que emanan muchos lugares de la India, este país no es una excepción. Almas mal intencionadas, que juegan con los sentimientos de gente humilde, invocaron a la destrucción de la mezquita de Babri Masjid de Ayodhia, bajo el pretexto de que el dios hindú Rama había nacido, en una de sus reencarnaciones, precisamente en este lugar ... y había que demoler la mezquita para levantar un templo a Rama.

Una marcha de extremistas hindúes hacia esta mezquita, de 400 años de antigüedad, generó la tragedia. La muchedumbre de exaltados fanáticos entró en el recinto sagrado armados con mazas y picos, dominados por una furia imparable demolieron hasta los cimientos de esta histórica mezquita. Ver, posteriormente, la obra de estos extremistas era sobrecogedora, no dejaron piedra sobre piedra, una demolición mediante explosivos no habría podido obtener unos resultados más desastrosos.

La respuesta no se hizo esperar y la insurrección de los musulmanes sumió a todo el país en el más absoluto caos. Fueron los mayores disturbios de enfrentamientos religiosos desde la separación de Pakistán y la India. El acontecimiento sacudió a toda la nación y amenazó el marco secular del estado, causando simultáneamente gran inquietud en los países musulmanes vecinos.

Nosotros, ignorantes de estos trágicos acontecimientos que acontecían a más de mil kilómetros, nos dirigíamos con nuestro todo terreno al casco antiguo de Jaipur. Notamos una gran aglomeración de gente pero eso, en la India, es normal. Sin darle más importancia seguimos avanzando cuando, de súbito, toda la gente se volvió y avanzó en desbandada hacia nosotros. Cientos y cientos de personas corriendo y saltando por encima de nuestro Montero, tras ellos, una gigantesca carga policial que también nos pasó por encima. El coche, sin daño alguno, nosotros, sin atrevernos a mover el vehículo de donde estaba, no dábamos crédito a los que nos acaba de ocurrir. El espectáculo era dantesco, nuestro Montero era el único vehículo en medio de la gran plaza que precede a la puerta Chand; a nuestro alrededor, todo tipo de objetos abandonados o caídos en la precipitada huida: zapatos, mantos de mujeres, fruta aplastada, bicicletas, rickshaws volcados, mercancías de los pequeños puestos ambulantes...

El oficial encargado de la carga policial se dirigió hacia nosotros y tras emplear el signo internacional de locura (el índice golpeando rápidamente la sien) nos explicó la situación y nos conminó a refugiarnos en algún hotel hasta que se normalizara la situación.

Ese día hubo 500 muertos. Al día siguiente se instauró el toque de queda en todo el país pero la media de 500 muertos diarios no bajó hasta el cuarto día. Un día después se suspendió el toque de queda, se abrieron las carreteras nacionales y se permitió la libre circulación entre ciudades. Sólo los barrios donde la población musulmana era mayoritaria seguían cerrados. El casco antiguo de Jaipur era uno de esos barrios, la policía lo tenía acordonado para evitar más enfrentamientos.

Nosotros estuvimos esos cuatro días cobijados en el camping del Jaipur Inn pero en cuanto levantaron el toque de queda, y ante la imposibilidad de penetrar en el casco antiguo, decidimos proseguir nuestro viaje hacia Delhi."

REGRESO A LA CIUDAD ROSA

Todo respira paz y tranquilidad en las calles de Jaipur. Buscamos el Jaipur Inn y lo encontramos. ¡Menudo cambio! Han ampliado los jardines y han hecho un nuevo edificio con fachada curva y terraza superior con vistas al casco antiguo. Estaba precioso, impoluto, con el personal tan hospitalario y simpático como antaño y sigue siendo el lugar predilecto de los viajeros individuales que pasan por Jaipur. Hablamos con el dueño ... ¡Se acordaba de aquel todo terreno extranjero lleno de pegatinas que se refugió en su hotel-camping durante los trágicos días de aquel lejano año! Los reencuentros siempre resultan muy agradables, apenas nos conocemos pero hablamos como si fuésemos viejos amigos. Son cosas de los viajes, nunca se sabe cuanto durará un encuentro así que todos empezamos a hablar como si nos conociésemos de toda la vida, quizás sea un mecanismo automático que tenemos los viajeros y que ante la incertidumbre de la duración del encuentro provoca que éste sea más intenso.

Y mañana ... nos quitaríamos la espina de haber tenido que partir de la India sin poder contemplar la preciosa fachada del Hawa Mahal o Palacio de los Vientos, una vez lo tuvimos al alcance de la mano y no pudo ser. Por eso, la visita a Jaipur tiene un doble significado, podríamos situarnos frente a frente con el esquivo palacio y además, lo compartiríamos con José Enrique.

El sol del amanecer ya nos anuncia que el día será caluroso pero decidimos ir a pie hasta la puerta Chand, más que un paseo fue una ceremonia. Llegamos a ella ... y la atravesamos, por fin cruzamos las murallas almenadas que rodean a la vieja ciudad. Música, bailes, hombres y mujeres con sus mejores galas, flores, risas, ... nos envuelven. ¿Nos estaban esperando con una fiesta sorpresa porque sabían lo que significaba para nosotros cruzar esos muros? No, no era eso, era una boda pero la ceremonia no pudo pillarnos en mejor lugar ... ¡justo cuando cruzábamos la puerta Chand! Aquella que nos negó su acceso hace más de un lustro. La fiesta no era por nosotros pero para nosotros era como si lo fuera, estábamos hechizados. Seguimos avanzando e infinidad de edificios con arquerías y de tono rosa pastel nos van escoltando por la gran calle principal hasta el Palacio de los Vientos.

-¡Allí está! -me dice Marián entusiasmada. Y allí estaba. Tras más de siete años de espera ... el Hawa Mahal se hallaba ante nosotros.

La arenisca rosa del palacio ha dejado que se labren en sus carnes un sin fin de ventanas, como si fueran las celdas de un gigantesco panal de abejas. La fachada es impresionante y ese embrollo de miradores, ventanucos, balcones y celosías tenían por objetivo que las mujeres de la corte rajput pudiesen observar la vida que transcurría a sus pies sin ser vistas. Se ocultaban en esa astuta maraña de ventanas y se convertían en espectadoras secretas de la vida de sus súbditos.

Nos adentramos por el bazar, una polvareda a pie de las aceras nos llama la atención. De entre esa nube de polvo aparecen unas barrenderas, son las "intocables", pero están como si fueran a tomarse el "té de las cinco". Perfectamente peinadas, con un moño recogido en la nuca, lucen su tika en mitad de la frente (el círculo coloreado que llevan en la frente -entre los ojos- y que se pintan ellas mismas). Visten preciosos saris de fuertes colores amarillo, naranjas, rojos; pequeñas cadenas y pendientes adornan nariz y orejas y curiosas pulseras embellecen sus delgadas muñecas. Si las viésemos paseando sin las ramas con las que están barriendo las calles nunca imaginaríamos que por nacer en una determinada familia pertenecen de por vida a la casta de las "intocables" y se dediquen a una labor tan necesaria como poco agradecida.

Unos elefantes con la cara y la trompa pintadas como si se hubiesen engalanado para asistir a un baile de disfraces entorpecen el tráfico de la ciudad, pero ellos tan solo siguen las ordenes de sus dueños, como si estuvieran inmunizados del loco caos que transcurre a su alrededor.

Y en medio de este circo también aparecen carros tirados por dromedarios, se mueven pausadamente mientras enloquecidas hordas de rickshaws les adelantan enfebrecidamente sin dejar de pitar, como si un carro de madera pudiese hacer un giro repentino.

Los conductores de ciclo-rickshaws enjugan su sudor con los pañuelos con los que rodean su frente mientras un semáforo en rojo les permite coger aliento para seguir pedaleando y llevar a su destino a los clientes que se agarran con fuerza al frágil asiento que les transporta. Semáforo en verde y pistoletazo de salida, algunos peatones se la juegan intentando cruzar por esta jungla de asfalto. ¡Uy! A una señora casi la enganchan por el sari con un Maruti que parece salido de una pista de los coches-choques de una feria.

Volvemos al Jaipur Inn dentro de una máquina del demonio, el rickshaw, una experiencia que nadie debe perderse si viaja a la India. Cuando bajamos de la "coctelera" le pagamos las 15 rupias que habíamos acordado antes de emprender el viaje, te evita muchos sinsabores acordar el precio antes de montarte en uno de ellos.

ALMENAS REALES

En un nuevo día radiante el Montero nos conduce hasta el castillo de Amber, a 11 km fuera de la ciudad. El lago que transcurre a sus pies refleja su imponente figura mientras la luz de la mañana resalta su escultural estructura. La senda para los elefantes continúa en activo pero ya no transportan a los marajás que habitaron sus majestuosas estancias, ahora transportan a los viajeros que quieren rememorar las exquisitas y excéntricas costumbres palaciegas.

El rajá Man Singh, comandante rajput del ejército del emperador mogol Akbar, lo mandó edificar en el s.XVI. Salas de audiencias, dependencias palaciegas, templos, terrazas pero la estancia más bella es la de Jai Mandir, repletas de incrustaciones y espejos. Una familia numerosa hindú irrumpe en la sala, comienzan a tirarse fotos. Las chicas van perfectamente maquilladas y engalanadas con su mejor sari.

En la India, como en Pakistán, es muy común que les encante fotografiarse con los extranjeros, especialmente con las mujeres. Es divertido estar al otro lado del objetivo. Le piden a Marián permiso para tirarse una foto con ellas, Marián acepta y... allí comenzó una sesión de 15 minutos con tropocientas fotos con todo tipo de combinaciones grupales entre los miembros de esa gran familia: sólo mujeres, sólo con las hijas, sólo con los niños, toda la familia, aquí o allí, en interiores o en la terraza, ahora sólo los matrimonios ... al final José Enrique salió en las fotos como "marido de Marián". Yo me moría de risa con todo el circo que se había montado ... y cuando vi que cogían a José Enrique y le decían "with husband, with husband" (con marido) ... ya el ataque de risa fue total, creí que me daba algo. José Enrique miraba con los ojos abiertos en grande, con esa expresión inequívoca de querer decir "pero, ¿qué está pasando aquí?". Pero ya era tarde, estaba emparejado con Marián, agarrado a su brazo y la foto familiar estaba hecha. Todos estaban contentos, nos dieron las gracias y uno a uno se fueron despidiendo. Fue un rato realmente divertido.

El fuerte de Nahargarh o Fuerte del Tigre en lo alto de la colina nos permite comprobar las dimensiones que ha adquirido la ciudad de Jaipur que ha crecido desbordando desmesuradamente los límites de sus murallas. También se encuentra al lado el fuerte Jaigarh, al que se puede llegar andando desde Amber. En una de sus salas-museo tienen expuestas la historia de los marajás con toda una serie de impresionantes fotos en blanco y negro; y allí ... descubrimos una foto del general Franco con el antiguo marajá, dándole la mano en una visita que hizo a España. Sorpresas que te da la vida.

Pero las vivencias y experiencias por el Rajastán no tienen fin y tras esquivar miles de camiones durante otros 340 km., llegamos a Jodhpur. Una retorcida carretera nos conduce hasta la puerta de entrada a la majestuosa fortaleza, un auténtico nido de águila encaramado a un espectacular promontorio rocoso. Sus muros, puertas, saeteras, las huellas de cañonazos, sus torreones, ... desprenden poder y una historia guerrera. Su interior, sus miradores, sus cúpulas, sus balcones, sus salas, ... desprenden lujo. Esas piedras reflejan el Rajastán.

El fuerte de Meherangarh, tal como se llama verdaderamente el fuerte de Johdpur, muestra en una de sus colosales puertas las huellas de unas manos menudas, pequeñas, delicadas que han sido recubiertas por el polvillo rojo que los devotos ponen cuando acuden a recordarlas y homenajearlas. Son las manos de las viudas del marajá Man Singh, de las quince viudas que acabaron en la misma pira funeraria en la que yacía el cuerpo del marajá el día de sus exequias. Era el sati, el rito de autoinmolación que hace más de un siglo dejó de practicarse ¡por fortuna para las mujeres!.

Ascendemos a sus almenas y comprendemos porque se le llama la ciudad azul, una gran mayoría de sus casas están pintadas con este color. Son las casas de los brahmanes (sacerdotes, la casta superior), un océano de piedra azul en los lindes del desierto.

REINOS DE ARENA

El tráfico desaparece a medida que nos adentramos más y más en el desierto de Thar. El insípido entorno que nos rodea no hace en absoluto justicia a las espléndidas ciudades que los rajput crearon. ¿Quizás se trate de una muestra de humildad por parte de la árida y desolada naturaleza desértica frente a la belleza arquitectónica que es capaz de crear el hombre?. Sea como fuera, Jaisalmer es un regalo para la vista y para el espíritu. Llegamos de noche a la capital de este "Reino de Arena" pero la luna ilumina sensualmente las sinuosas curvas que describe su larga y sugerente empalizada. El esplendor es tal que el promontorio rocoso sobre el que se levanta la fortaleza se ha transformado en un podio para exaltar su belleza. No importa que se eligiese ese lugar por motivos estratégicos porque hoy en día, esa grandiosa roca, se ha convertido en un altar al arte medieval rajput.

El color plata que confiere la luna se enreda con el tono anaranjado de la iluminación que le han conferido los hombres. El todo en un capítulo de las Mil y una Noches. Por motivos sentimentales buscamos el Narayán Niwas Palace para alojarnos. Cruzamos la puerta Amar Sagar y penetramos en el medioevo, el Montero casi no cabe por las callejuelas, vislumbramos algunas lujosas havelis en dos curvas y llegamos al Narayán Niwas Palace. El tiempo no parece haber transcurrido por él, está exactamente igual, su arenisca dorada sigue luciendo sus arquerías, sus celosías cinceladas hace siglos, sus balcones cubiertos de sombrillas de piedra labradas en filigrana, ... todo incita a soñar ... a partir de mañana tendremos varios días para pasearnos por este sueño llamado Jaisalmer.

Todo respira paz y tranquilidad en las calles de Jaipur. Buscamos el Jaipur Inn y lo encontramos. ¡Menudo cambio! Han ampliado los jardines y han hecho un nuevo edificio con fachada curva y terraza superior con vistas al casco antiguo. Estaba precioso, impoluto, con el personal tan hospitalario y simpático como antaño y sigue siendo el lugar predilecto de los viajeros individuales que pasan por Jaipur. Hablamos con el dueño ... ¡Se acordaba de aquel todo terreno extranjero lleno de pegatinas que se refugió en su hotel-camping durante los trágicos días de aquel lejano año! Los reencuentros siempre resultan muy agradables, apenas nos conocemos pero hablamos como si fuésemos viejos amigos. Son cosas de los viajes, nunca se sabe cuanto durará un encuentro así que todos empezamos a hablar como si nos conociésemos de toda la vida, quizás sea un mecanismo automático que tenemos los viajeros y que ante la incertidumbre de la duración del encuentro provoca que éste sea más intenso.

Y mañana ... nos quitaríamos la espina de haber tenido que partir de la India sin poder contemplar la preciosa fachada del Hawa Mahal o Palacio de los Vientos, una vez lo tuvimos al alcance de la mano y no pudo ser. Por eso, la visita a Jaipur tiene un doble significado, podríamos situarnos frente a frente con el esquivo palacio y además, lo compartiríamos con José Enrique.

El sol del amanecer ya nos anuncia que el día será caluroso pero decidimos ir a pie hasta la puerta Chand, más que un paseo fue una ceremonia. Llegamos a ella ... y la atravesamos, por fin cruzamos las murallas almenadas que rodean a la vieja ciudad. Música, bailes, hombres y mujeres con sus mejores galas, flores, risas, ... nos envuelven. ¿Nos estaban esperando con una fiesta sorpresa porque sabían lo que significaba para nosotros cruzar esos muros? No, no era eso, era una boda pero la ceremonia no pudo pillarnos en mejor lugar ... ¡justo cuando cruzábamos la puerta Chand! Aquella que nos negó su acceso hace más de un lustro. La fiesta no era por nosotros pero para nosotros era como si lo fuera, estábamos hechizados. Seguimos avanzando e infinidad de edificios con arquerías y de tono rosa pastel nos van escoltando por la gran calle principal hasta el Palacio de los Vientos.

-¡Allí está! -me dice Marián entusiasmada. Y allí estaba. Tras más de siete años de espera ... el Hawa Mahal se hallaba ante nosotros.

La arenisca rosa del palacio ha dejado que se labren en sus carnes un sin fin de ventanas, como si fueran las celdas de un gigantesco panal de abejas. La fachada es impresionante y ese embrollo de miradores, ventanucos, balcones y celosías tenían por objetivo que las mujeres de la corte rajput pudiesen observar la vida que transcurría a sus pies sin ser vistas. Se ocultaban en esa astuta maraña de ventanas y se convertían en espectadoras secretas de la vida de sus súbditos.

Nos adentramos por el bazar, una polvareda a pie de las aceras nos llama la atención. De entre esa nube de polvo aparecen unas barrenderas, son las "intocables", pero están como si fueran a tomarse el "té de las cinco". Perfectamente peinadas, con un moño recogido en la nuca, lucen su tika en mitad de la frente (el círculo coloreado que llevan en la frente -entre los ojos- y que se pintan ellas mismas). Visten preciosos saris de fuertes colores amarillo, naranjas, rojos; pequeñas cadenas y pendientes adornan nariz y orejas y curiosas pulseras embellecen sus delgadas muñecas. Si las viésemos paseando sin las ramas con las que están barriendo las calles nunca imaginaríamos que por nacer en una determinada familia pertenecen de por vida a la casta de las "intocables" y se dediquen a una labor tan necesaria como poco agradecida.

Unos elefantes con la cara y la trompa pintadas como si se hubiesen engalanado para asistir a un baile de disfraces entorpecen el tráfico de la ciudad, pero ellos tan solo siguen las ordenes de sus dueños, como si estuvieran inmunizados del loco caos que transcurre a su alrededor.

Y en medio de este circo también aparecen carros tirados por dromedarios, se mueven pausadamente mientras enloquecidas hordas de rickshaws les adelantan enfebrecidamente sin dejar de pitar, como si un carro de madera pudiese hacer un giro repentino.

Los conductores de ciclo-rickshaws enjugan su sudor con los pañuelos con los que rodean su frente mientras un semáforo en rojo les permite coger aliento para seguir pedaleando y llevar a su destino a los clientes que se agarran con fuerza al frágil asiento que les transporta. Semáforo en verde y pistoletazo de salida, algunos peatones se la juegan intentando cruzar por esta jungla de asfalto. ¡Uy! A una señora casi la enganchan por el sari con un Maruti que parece salido de una pista de los coches-choques de una feria.

Volvemos al Jaipur Inn dentro de una máquina del demonio, el rickshaw, una experiencia que nadie debe perderse si viaja a la India. Cuando bajamos de la "coctelera" le pagamos las 15 rupias que habíamos acordado antes de emprender el viaje, te evita muchos sinsabores acordar el precio antes de montarte en uno de ellos.

ALMENAS REALES

En un nuevo día radiante el Montero nos conduce hasta el castillo de Amber, a 11 km fuera de la ciudad. El lago que transcurre a sus pies refleja su imponente figura mientras la luz de la mañana resalta su escultural estructura. La senda para los elefantes continúa en activo pero ya no transportan a los marajás que habitaron sus majestuosas estancias, ahora transportan a los viajeros que quieren rememorar las exquisitas y excéntricas costumbres palaciegas.

El rajá Man Singh, comandante rajput del ejército del emperador mogol Akbar, lo mandó edificar en el s.XVI. Salas de audiencias, dependencias palaciegas, templos, terrazas pero la estancia más bella es la de Jai Mandir, repletas de incrustaciones y espejos. Una familia numerosa hindú irrumpe en la sala, comienzan a tirarse fotos. Las chicas van perfectamente maquilladas y engalanadas con su mejor sari.

En la India, como en Pakistán, es muy común que les encante fotografiarse con los extranjeros, especialmente con las mujeres. Es divertido estar al otro lado del objetivo. Le piden a Marián permiso para tirarse una foto con ellas, Marián acepta y... allí comenzó una sesión de 15 minutos con tropocientas fotos con todo tipo de combinaciones grupales entre los miembros de esa gran familia: sólo mujeres, sólo con las hijas, sólo con los niños, toda la familia, aquí o allí, en interiores o en la terraza, ahora sólo los matrimonios ... al final José Enrique salió en las fotos como "marido de Marián". Yo me moría de risa con todo el circo que se había montado ... y cuando vi que cogían a José Enrique y le decían "with husband, with husband" (con marido) ... ya el ataque de risa fue total, creí que me daba algo. José Enrique miraba con los ojos abiertos en grande, con esa expresión inequívoca de querer decir "pero, ¿qué está pasando aquí?". Pero ya era tarde, estaba emparejado con Marián, agarrado a su brazo y la foto familiar estaba hecha. Todos estaban contentos, nos dieron las gracias y uno a uno se fueron despidiendo. Fue un rato realmente divertido.

El fuerte de Nahargarh o Fuerte del Tigre en lo alto de la colina nos permite comprobar las dimensiones que ha adquirido la ciudad de Jaipur que ha crecido desbordando desmesuradamente los límites de sus murallas. También se encuentra al lado el fuerte Jaigarh, al que se puede llegar andando desde Amber. En una de sus salas-museo tienen expuestas la historia de los marajás con toda una serie de impresionantes fotos en blanco y negro; y allí ... descubrimos una foto del general Franco con el antiguo marajá, dándole la mano en una visita que hizo a España. Sorpresas que te da la vida.

Pero las vivencias y experiencias por el Rajastán no tienen fin y tras esquivar miles de camiones durante otros 340 km., llegamos a Jodhpur. Una retorcida carretera nos conduce hasta la puerta de entrada a la majestuosa fortaleza, un auténtico nido de águila encaramado a un espectacular promontorio rocoso. Sus muros, puertas, saeteras, las huellas de cañonazos, sus torreones, ... desprenden poder y una historia guerrera. Su interior, sus miradores, sus cúpulas, sus balcones, sus salas, ... desprenden lujo. Esas piedras reflejan el Rajastán.

El fuerte de Meherangarh, tal como se llama verdaderamente el fuerte de Johdpur, muestra en una de sus colosales puertas las huellas de unas manos menudas, pequeñas, delicadas que han sido recubiertas por el polvillo rojo que los devotos ponen cuando acuden a recordarlas y homenajearlas. Son las manos de las viudas del marajá Man Singh, de las quince viudas que acabaron en la misma pira funeraria en la que yacía el cuerpo del marajá el día de sus exequias. Era el sati, el rito de autoinmolación que hace más de un siglo dejó de practicarse ¡por fortuna para las mujeres!.

Ascendemos a sus almenas y comprendemos porque se le llama la ciudad azul, una gran mayoría de sus casas están pintadas con este color. Son las casas de los brahmanes (sacerdotes, la casta superior), un océano de piedra azul en los lindes del desierto.

REINOS DE ARENA

El tráfico desaparece a medida que nos adentramos más y más en el desierto de Thar. El insípido entorno que nos rodea no hace en absoluto justicia a las espléndidas ciudades que los rajput crearon. ¿Quizás se trate de una muestra de humildad por parte de la árida y desolada naturaleza desértica frente a la belleza arquitectónica que es capaz de crear el hombre?. Sea como fuera, Jaisalmer es un regalo para la vista y para el espíritu. Llegamos de noche a la capital de este "Reino de Arena" pero la luna ilumina sensualmente las sinuosas curvas que describe su larga y sugerente empalizada. El esplendor es tal que el promontorio rocoso sobre el que se levanta la fortaleza se ha transformado en un podio para exaltar su belleza. No importa que se eligiese ese lugar por motivos estratégicos porque hoy en día, esa grandiosa roca, se ha convertido en un altar al arte medieval rajput.

El color plata que confiere la luna se enreda con el tono anaranjado de la iluminación que le han conferido los hombres. El todo en un capítulo de las Mil y una Noches. Por motivos sentimentales buscamos el Narayán Niwas Palace para alojarnos. Cruzamos la puerta Amar Sagar y penetramos en el medioevo, el Montero casi no cabe por las callejuelas, vislumbramos algunas lujosas havelis en dos curvas y llegamos al Narayán Niwas Palace. El tiempo no parece haber transcurrido por él, está exactamente igual, su arenisca dorada sigue luciendo sus arquerías, sus celosías cinceladas hace siglos, sus balcones cubiertos de sombrillas de piedra labradas en filigrana, ... todo incita a soñar ... a partir de mañana tendremos varios días para pasearnos por este sueño llamado Jaisalmer.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

about

Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.