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Crónica 72,

Patagonia y Tierra de Fuego - Cita con Magallanes

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Patagonia

- "A sus pies señores ..." -dice una voz que inunda el aire que respiramos y nos saca de un placentero letargo en el que hemos caído. No es una reverencia ni un formulismo de tiempos pasados. La voz suena en nuestro cielo pero no es sobrenatural. Su plácido tono, ciertamente hasta un poco musical, y la sosegada locución hace que prestemos atención.

-A sus pies señores pasajeros pueden contemplar la cordillera de los Andes en un día claro y de cielo azul.

Nos inclinamos los dos casi instintivamente hacia el ventanuco. Allí estaban las columnas de Sudamérica, la espina vertebral de unas tierras que provienen, hace más de doscientos millones de años, de la misma placa tectónica que la India, África, Antártida y Australia: Gondwana. Dos veces había cruzado los Andes pero ambas por tierra, en esta ocasión una magnífica aeronave de Lan Chile nos permite disfrutar de vistas de Ícaro.

La joven barrera natural se muestra ante nosotros con su aspecto más límpido, sereno e imperturbable. Sus encanecidas cimas se vigorizan al dejar al descubierto sus suaves laderas. A veces la robustez de la tierra se quiebra para dar paso a las aguas subterráneas de solitarios lagos encarnados, la sangre que palpita bajo su piel y acababa vertiendo sobre sus carnes. En esta espina dorsal de 7.420 kilómetros de longitud, desde el Cabo de Hornos hasta las cercanías de Panamá, las cumbres se engarzan como vértebras perfectamente acopladas, dieciséis de ellas superan los 6.000 metros de altura. Uno de los hitos geológicos más sobresalientes de América se presenta como un impecable comité de recepción en nuestra llegada al vigésimo noveno país de la expedición, pero más importante todavía: nuestro quinto y último continente de la Ruta de los Imperios. Una ruta que ya ha cumplido sus dos años y medios de andadura.

Los Andes con sus estandartes albinos engalanan nuestro pasillo de entrada a América y la sugestiva y hermosa Chile nos acogerá en su seno. Será nuestra primera anfitriona en nuestro último continente.

Se anuncian las maniobras de aproximación, llegaremos muy puntuales, incluso algo adelantados sobre la hora que se nos anunció cuando despegamos. Tensamos un poco más los cinturones de seguridad, enderezamos el respaldo del asiento y plegamos la mesita. Se termina un vuelo realmente agradable a bordo de un moderno Airbus-340, la flota estrella de Lan Chile. La clase turista nos ha sorprendido con sus cuidados menús y sobre todo por la prioridad que se le ha dado al entretenimiento y diversión de los pasajeros de todas las edades y nivel cultural. Un muy grato estreno en esta línea aérea con la que nunca antes habíamos volado. Realmente no existen los viajes largos cuando se disponen de pantallas individuales con infinidad de canales de música, muchas películas, series conocidas de humor, documentales, variedad de juegos y lo más sorprendente de todo: una serie de cuatro estrenos de películas a la carta que cada pasajero controla individualmente para que se inicien cuando el desee y detiene a voluntad. El Airbus-340, como todos los aviones comerciales, se venden a las líneas aéreas como una "base" y toda una serie infinita de opciones que la propia compañía elige en función de su política económica y su concepto de "servicio al pasajero". Es encomiable que Lan Chile tenga en tan alta estima a sus clientes. Hasta este momento creíamos que estos detalles estaban reservados a las clases "business" o primera, es todo un avance para la clase más demandada en los vuelos. La verdad es que tienen que dar pena los vuelos cortos, cuando no se puede sacar todo el potencial a ese maratón de ocio. Para nosotros, tras varios meses de trabajo de campo por Australia este tipo de vuelos resultan una breve inmersión en el mundo del "todo hecho" y del relajo sin preocupaciones.

Cuando las gigantescas ruedas se posan con suavidad en la pista, la Ruta de los Imperios se reinicia por tierra. Chile es nuestro gran salón de entrada a América no sólo por tratarse del país más estable, moderno y seguro de todo Sudamérica. También se trata de un lugar perfecto para desembarcar nuestra montura porque nos hallamos en una nación que se mantiene totalmente al margen de la corrupción generalizada que hace tan tristemente famosos a muchos de los países de Centroamérica y Sudamérica.

Pero hay más. Nos están esperando con los abrazos abiertos dos personas realmente especiales que en breve serán grandes amigos e imprescindibles "asesores" para Chile. Tras el paso aduanero allí se encuentran Juan Pablo Pirola y Pablo Castillo, les conocemos personalmente en ese mismo instante. El nacimiento de esta amistad vuelve a ser rocambolesco, como casi todo lo relacionado con la vida de los nómadas. Internet vuelve a ser la protagonista.

Son muchos los amigos que a través de la red viajan con nosotros y nos escriben pero los correos que vienen del América del Sur y México son realmente entrañables. Cientos de mensajes de ánimo, fidelidad, cariño, información y ofrecimiento de ayuda. A ellos se sumaron el de dos chilenos que llegaron por un cauce sorprendente. De nuevo interviene Pepe Gutiérrez, nuestro muy apreciado y gran amigo que se ha convertido en uno de los pilares de la Ruta de los Imperios desde Ceuta. Inquieto como ninguno y apasionado por la cultura sus indagaciones no tienen fronteras. Conoce a Pablo Castillo de Santiago de Chile a través de Internet y congeniando maravillosamente, Pablo acaba en su casa durante su viaje para conocer España y añade Ceuta a su ruta. Regresa a Chile perteneciendo al privilegiado grupo de personas que tenemos el honor de contar con Pepe como amigo. Pero se lleva a Chile algo más, de la mano de Pepe se ha metido en la Ruta de los Imperios y traslada el conocimiento de esta expedición a su amigo Juan Pablo Pirola. El 27 de febrero del 2.001 recibimos el primer correo de Juan Pablo y desde entonces hemos seguido en contacto. Diez meses después estrechamos nuestras manos y hay dos nudos más en la "red" que se va entretejiendo alrededor del mundo.

Ellos nos han preparado la llegada a Chile y hemos trabajado juntos a través de internet toda la documentación aduanera para que la "liberación" de nuestra montura en el puerto de Valparaíso sea rápida. Ellos nos consiguieron las direcciones de ocho agentes de aduanas y de esa lista salió la eficientísima y simpática Andrea Colón de la agencia marítima Ultramar. Tan solo en Singapur hemos visto tanta responsabilidad y rapidez en contestar, incluso cuando algo iba a tardar más de un día recibíamos su breve correo: "hoy no ha dado tiempo a completar la gestión, mañana nos ponemos en contacto de nuevo. Saludos/Andrea". En un mundo de desidia y retrasos Andrea es como una de esas luces que te hace ver que la burocracia en sí no tiene por qué ser una pesadilla, es la ineficacia de las personas la que la convierte en una pesadilla.

Es sábado por la mañana, estamos cansados por los largos vuelos pero satisfechos porque todo está saliendo bien. A nivel expedición podemos estar orgullosos de tener un agente de aduanas insuperable y el conteiner del Montero ha sido desembarcado en Valparaíso y nos está esperando en el puerto (aunque, como siempre, todavía queda abrir su sellada cárcel metálica y ver si sus amarras interiores han aguantado el vaivén del fiero Pacífico).

A nivel humano hemos conocido a Juan Pablo y Pablo y la larga escala en Singapur no fue casual, dos hechos independientes y fortuitos coincidieron en el mismo lapso de tiempo. Nosotros acabábamos de facturar nuestra montura a Chile desde Australia y mi tía Dominique estaba pasando sus vacaciones anuales con su gran amiga Béatrice en Singapur, que también fue nuestra anfitriona durante nuestro paso por el Sudeste asiático. Era posible para nosotros hacer escala en Singapur antes de llegar a América y teníamos tiempo mientras nuestro Montero navegaba. No lo dudamos ni un instante porque reunirnos es casi imposible en circunstancias normales, ella vive en Reykjavyk (Islandia) y nosotros cuando no estamos en España estamos perdidos por lugares remotos del mundo. Quizás hasta fue ella la que hizo germinar la semilla por la vida errante que depositaron mis padres al viajar por toda España en camping desde la más tierna infancia. Doum fue la artífice de mi primera "aventura" cuando me invitó a visitarla a su país de hielo, viajando juntos en su 4x4 dando la vuelta a Islandia por todo tipo de pistas, llegando a glaciares y fiordos extremos. Nuestras respectivas vidas hacen muy difícil los reencuentros pero ... el destino nos sonrió en esta ocasión.

¡Singapur, nada menos que Singapur iba a permitir el reencuentro! Una recóndita y pequeña isla que poca gente podría situar en un mapa. Allí estuvimos dos semanas, compaginando el trabajo de la Ruta de los Imperios, la crónica de Tasmania y una puesta al día familiar que todos deseábamos desde hace más de un lustro. La siguiente etapa, Chile, también tenía un significado personal para ella. Cuando todavía no lo hacía casi nadie ella se fue a recorrerlo con su mochila en el período de su vida comprendido entre la finalización de su carrera y su entrada en la diplomacia francesa. Por ese motivo no pudo resistirse a comprar en el aeropuerto de salida el número de la revista Geo cuyo gran reportaje central era nada menos que "Chile". Lo leyó durante su interminable viaje hasta llegar a Singapur y nos la regaló a nuestra llegada. Uno de los actualizados datos que aportaba esta revista sería determinante y varió nuestra ruta por Chile. Como viene siendo ya habitual, nuevas piezas van surgiendo del modo más inesperado y van dirigiendo nuestros pasos.

Tras un sábado de descanso y un domingo de planificación, el lunes madrugamos para llegar a Valparaíso a las 9 de la mañana. Juan Pablo nos lleva en su curtido 4x4 a Valparaíso, lo conoce bien y todo es fácil de su mano. Conocemos a Andrea y la felicitamos por su eficacia y dedicación a nuestro compañero de viaje traído por las corrientes del Pacífico. Todo va sobre ruedas desde el primer instante y tanto ella, como el agente de aduanas, los funcionarios de importación-exportación, policías, ... todo el mundo trabaja de un modo remarcable, rápido, eficaz y transparente. Da gusto estar en países así.

El abollado conteiner que despedimos en Melbourne está de nuevo delante de nosotros. El encargado de abrirlo nos llama.

-El conteiner está listo para abrirse. Comprueben el precinto, por favor.

-Sí, es el correcto -le confirmo tras comprobar los números con el que figuraba en los documentos de Melbourne- pero, ¿qué es ese segundo precinto? -inquiero extrañado ante una banda de plomo numerada que no estaba en Australia.

-Es un sello interno, un control del puerto. La aduana chilena precinta inmediatamente todo lo que desembarca para tener una vigilancia paralela de seguridad -me contesta el funcionario. Remarcable, pienso para mí-. ¿Podemos romper ya los precintos? -cuestiona levantando unas grandes cizallas.

-Adelante, ábranlo. Todo está en orden.

El precinto cilíndrico salta en dos pedazos ante el pellizco mortal de la poderosa tenaza. Dos hombres descorren los cerrojos y la luz penetra violentamente rompiendo en un instante un reino de tinieblas que envolvió a nuestra montura durante semanas. Entro rápido y me muevo en los escasos treinta centímetros de pasillo residual entre nuestro vehículo y el muro del sarcófago de chapa.

-¿Está todo bien? -pregunta el responsable de abrir los conteiners.

-Todo está perfecto, el vehículo está tal y como lo dejamos en Australia -le confirmo con una sonrisa saliendo de la estrecha madriguera.

Conecto las dos baterías, introduzco la llave, la giro un poco, los indicadores se encienden. Esperamos unos segundos a que el diodo de los calentadores se apague y giro a fondo la llave. El motor arranca a la primera. En ese mismo instante ... la Ruta de los Imperios queda reactivada con todos sus expedicionarios en perfecto estado y reunidos de nuevo.

Las calles de Valparaíso son las primeras que pisa nuestro expedicionario rodante en su nuevo continente. El sol centellea sobre su carrocería y todos disfrutamos del espléndido día con el que la histórica ciudad nos deleita. La bahía fue descubierta por Juan de Saavedra en 1.536 y la ciudad fue fundada en 1.542 durante los comienzos del Imperio Español en las tierras americanas, tan solo unas pocas décadas después de la primera llegada de Cristóbal Colón al nuevo continente que acabaría llamándose ... América.

Las numerosas colinas de Valparaíso que acaban fundiéndose con las ahora tranquilas aguas del Pacífico, han sido conquistadas por huestes infinitas de viviendas que se aglomeran imparablemente por sus laderas. Valparaíso posee ciertamente una fisionomía singular: su crecimiento meridional se ve cortado por la bahía homónima y su crecimiento septentrional se ve dificultado por una empalizada de colinas que ha generado una ondulante expansión mediante un laberinto de senderos y carreteras zigzagueantes. Cabalgando por sus cerros nos topamos con unos singulares y gigantescos artilugios. Hace más de un siglo se ideó un sistema de comunicación entre la parte baja y alta de la ciudad. Unos ascensores que ahora son una de las reliquias más apreciadas de sus habitantes y una de las más admiradas por los visitantes.

El próspero puerto sobrevivió a pesar de los severos y repetidos ataques que la ambición de los hombres y la fiereza de los elementos les infringieron en sus añejas carnes a lo largo de los siglos. Los piratas la saquearon con avidez en varias ocasiones y los fuegos, tempestades y terremotos también dieron buena cuenta de ella. Aun así pudimos embelesarnos con algunas de las más bellas mansiones que su pasado y opulento comercio le proporcionaron. Trabajos de restauración intentan recuperar y lustrar fachadas que atesoran una historia que hay que mimar y conservar porque dan forma y rescatan nuestro pasado. Si se dejan desvanecer en el olvido estas páginas de la historia sería un grave desprecio a nuestra memoria, a lo que somos todos y cada uno de nosotros.

UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA

Todo iba demasiado bien.

Animados con la compañía de Juan Pablo, que desempeña una gran labor de guía, y eufóricos por recuperar nuestro fiel compañero, regresamos a la capital siguiendo el todo terreno de nuestro amigo. A la entrada de Santiago me pego a él para no perderle en el abigarrado tráfico que renquea como enfermo entre semáforo y semáforo.

-¡Qué ...! ¡Suelta ...! ¡Eeeeeh! -oigo gritar a Marián desaforada y a pleno pulmón. Mi mirada desenfocada en el vacío mientras esperaba el semáforo verde se enfoca del sobresalto y me giro tan rápido como puedo. Un joven de tez morena y cabello azabache tiene su mano abierta sobre el rostro de Marián mientras ella gesticula para zafarse del individuo.

-¡Qué demonios ...! ¡Desgraciado ...! ¡Suelta! -y me abalanzo hacia él pero no le alcanzo paralizado en seco por el cinturón de seguridad -. ¿Qué es eso? ¿Qué ha pasado? ¿Qué ...? -pregunto desconcertado porque no sé qué está pasando

-¡¡Ese (...) (...) (...) -lenguaje no propio de una dama- me ha dado un manotazo tremendo en toda la cara y se ha llevado mis gafas de sol!! -me dice totalmente indignada y tocándose el rostro. Entre sus dedos veo algunas zonas rojas y un arañazo debajo de la nariz. Marián entonces se gira rápidamente y mira por la ventanilla hacia atrás. -¡Es que ni siquiera corre! -exclama sorprendida. Yo muevo la cabeza hasta conseguir ver por el retrovisor derecho hacia atrás y era cierto, el muy (...) se aleja a trotecillo ligero manoseando y mirando lo que tiene entre las manos.

-¡No me lo puedo creer! ¡Voy a por él, maldita sea!

El atasco sigue pero Juan Pablo que va delante no se ha dado cuenta de lo acontecido y avanza con el semáforo recién puesto en verde. Imposible avisarle y los cuatro carriles de la calle están copados de coches pero la acera está totalmente desierta, tan solo el delincuente trota por ella. Estoy dispuesto a llegar hasta el final así que aprovecho los metros que Juan Pablo me ha dejado libres delante para iniciar una serie de maniobras muy rápidas y en unos segundos nuestro todo terreno ya está sobre la ancha acera escoltada de árboles y con el morro apuntando en dirección contraria. Acelero a fondo y con el ruido del motor el agresor se vuelve y ve que intentamos alcanzarle. Ahora sí que corre el maldito. Se mete en la primera calle que tiene ante él unos segundos antes que nosotros y cuando llegamos ... ¡Ha desaparecido! ¿Dónde se ha metido? Vamos embalados al siguiente cruce por si le ha dado tiempo a llegar hasta ese punto. Alcanzamos la siguiente encrucijada pero no vemos nada. Nos plantamos en medio del cruce para tener visión hacia los cuatro ángulos. Cuando viene un coche nos apartamos, le dejamos pasar y bloqueamos de nuevo la confluencia para seguir observando si hay algún movimiento sospechoso. La sorpresa viene cuando a los pocos segundos de estar plantados en el cruce aparecen tres coches patrullas y dos motoristas a toda velocidad.

Ni nos preguntan qué ha ocurrido, pasan al lado como si no estuviésemos ahí, cortan el callejón, acordonan la zona y se ponen a rastrear concienzudamente. Menuda movilización, no hubiese sido más rápida y espectacular si hubiesen visto al mismísimo Bin Laden en ese suburbio. Concluimos que algún carabinero debió ver desde lejos la curiosa escena de nuestro giro y persecución entre los árboles de la acera, no resultándole difícil atar cabos, avisando a sus compañeros y generando la movilización de toda una comisaría. Pues encontraron a nuestro "amigo" (parece ser que es un viejo conocido de los carabineros) en una casa del callejón por la que desapareció. Le ponen las esposas y todos al cuartelillo ... que está realmente cerca.

Ya es el colmo, el muy tonto comete el robo al lado de su propia casa, que está a escasos 300 metros de la comisaría que controla esa zona. "Es que se confían, se confían ... y no puede ser. Normalmente las víctimas ni los persiguen, les maldicen harto pero no más, ni siquiera les denuncian. Eso les genera un sentimiento de impunidad y prepotencia.", nos dice el oficial que nos atiende para que le narremos la historia completa. Juan Pablo ya se ha reunido con nosotros y se pone al tanto del incidente mientras Marián es conducida ante el delincuente para mirarle a través de una mirilla y confirmar que la autoría corresponde al arrestado. Lo reconoce al instante sin ningún asomo de duda. Se hace el papeleo y ese mismo miércoles tendrá que ir a ratificar el hecho ante un juez de Santiago.

Todo hubiese sido perfecto si llegan a recuperar las gafas pero ... se volatilizaron. Lástima. Y más aún cuando las gafas ya habían sobrevivido unos meses antes a su propia aventura en la Ruta de los Imperios. Estando en Indonesia, un mono saltó a la cabeza de Marián y le arrancó esas mismas gafas del pelo cuando estaba grabando en vídeo y se echó a correr para intentar alcanzar un árbol. Yo estaba cerca y el alboroto de Marián, al sentir al mezquino simio sobre su cabeza dando tirones en el pelo, me permitió ver la escena del maligno macaco saltando al suelo con sus gafas y brincando veloz hacia un árbol. Le persigo gritando y gesticulando como un poseso hasta que el maldito bicho suelta las gafas del puro susto y huye despavorido. Pero esta vez aunque el primate ha sido cazado, las gafas desaparecen. Y podría haber sido peor porque en el regazo de Marián viajaba una de mis cámaras de fotografía por si surgía alguna foto interesante durante el viaje y mi chaleco con los pasaportes y 200 US$ recién cambiados en Valparaíso.

Los carabineros se disculpan por esa "bienvenida" a las 48 horas de llegar a Santiago. Y lo sienten todavía más cuando les cuento que en mi anterior visita ...en 1.990 y sin Marián en aquella ocasión- también acabé a las 48 horas de llegar a Santiago en otra comisaría de carabineros ya que nos desvalijaron todo el coche, a plena luz del día, delante de la catedral, con total tranquilidad y con decenas de personas paseando al lado. No nos dejaron ni el cepillo de dientes, lo "limpiaron" absolutamente todo, nos quedamos con lo puesto, que afortunadamente eran los más valioso e imprescindible para continuar: los equipos de fotografía con todos los carretes, el dinero y los pasaportes. Y eso que Chile es el país más seguro de todo Centroamérica y Sudamérica pero ... tiene una forma muy curiosa de darnos siempre la bienvenida.

Pero Santiago es eso, la capital, la gran urbe con todos sus vicios, engaños, picaresca, inseguridad y delincuencia. Incluso en la tranquila Australia, Melbourne le dio otro susto a Marián cuando un drogadicto que desvariaba se metió por la ventanilla (vamos a tener que sellar las ventanas a este paso) y arrancó de cuajo el GPS (posicionador vía satélite que llevamos en el salpicadero). Marián estaba sola dentro del coche aparcado mientras yo sacaba unas fotos pero no se amedrentó y se lo arrancó de la mano al descarriado, que tras ello se alejó tambaleándose. Pero nosotros no hemos venido a conocer las grandes metrópolis (veneno de todos los países) sino el verdadero espíritu de los naciones y de los pueblos que las habitan. Santiago tiene todos los ingredientes para disgustarnos pero Chile tiene un aura que nos fascina y cautiva.

Al igual que la magia y la ensoñación envuelven nombres como "Sahara" para África o "Himalaya" para Asia, en Chile hay también uno de esos nombres hechizantes que sólo con oírlo genera suspiros y esa extraña sensación irrefrenable de ansiar explorarlo: "Patagonia". Imposible no acudir a su llamada, tal y como acudimos a la llamada del Sahara, del Himalaya, del "Outback" y decenas de otros lugares en nuestro largo nomadismo por la tierra. Comienzan los preparativos.

LA LLAMADA DEL MAR

Con Juan Pablo y Pablo pasamos ratos realmente interesantes y agradables charlando sobre Chile, sus bellezas, su historia y sus gentes. Nos explican los aspectos que no vienen en los libros, nos dan datos que tan solo conocen los lugareños y nos preparan una magnífica exposición del Parque Nacional Torres del Paine, donde Pablo fue Guardaparque hace cuatro años.

También le dedicamos unos días a la puesta a punto del Montero en los talleres de la Mitsubishi con su correspondiente cambio de aceite, nuevas pastillas de freno, cambiamos absolutamente todos los líquidos de las transmisiones y tras un chequeo general tan solo se observó cierta holgura en determinadas piezas de la dirección. Seguramente debido al sobrepeso que llevamos siempre a cuestas a través de los miles y miles de kilómetros de pistas ya recorridas. No nos convienen riesgos inútiles en una cosa tan seria como la dirección así que cambiamos las piezas y lo dejamos todo impecable.

También le pusimos "zapatos" nuevos a nuestro "Ceuta-2.000", desde Bangkok (Tailandia) no se los habíamos cambiado, llevaban a sus espaldas varias decenas de miles de kilómetros por todos los países del sudeste asiático y toda la ruta australiana. ¡Casi "ná"! Y tan solo un pinchazo, y por un clavo que se introdujo circulando por una carretera asfaltada tailandesa. No hizo falta ni desmontar la rueda, sacamos el enorme clavo con un destornillador y los alicates para proceder nosotros mismos a repararlo al borde de la carretera con un maravilloso kit repara-pinchazos que tapona el agujero con una especie de gusanillo de una goma especial que se introduce con un punzón y que se vulcaniza al circular. Un invento increíble. Ante el excelente resultado que estamos obteniendo calzamos de nuevo las mismas cubiertas que cuando salimos de España, las Bridgestone Dueler A/T D693 de tipo mixto porque seguiremos enfrentándonos a todo tipo de infectas pistas y a toda clase de asfalto.

Nuestra montura está lista para devorar América de cabo a rabo y nosotros ya tenemos las ideas claras sobre la Patagonia cuando en una de las últimas charlas nuestros amigos nos sugieren una nueva idea: "si vais a bajar por la Patagonia y tenéis que regresar por ella hasta Santiago ... ¿por qué no emplear uno de los sentidos en conocer la otra Patagonia, la marítima? Así tendríais una visión total de esta poco frecuentada zona del globo. Sería perfecto para el espíritu de la Ruta."

No teníamos ni idea de esa posibilidad pero nos explican que Navimag, una gran compañía naviera chilena, compagina maravillosamente una elogiable labor de abastecimiento a puertos remotos de la Patagonia con la posibilidad de viajar en ese mismo barco como pasajeros y disfrutar de una vivencia y paisajes inolvidables. Todos sus barcos son Ro-Ro (Roll On ... Roll Off, buques cargueros donde toda la carga tiene que ir sobre ruedas) y eso implica que cualquier tipo de vehículo puede viajar en ellos. Eso es un gran aliciente para nosotros porque nuestro Mitsubishi Montero viajaría con nosotros y llevaríamos todo nuestro material a mano. Magnífico.

Estudiamos los itinerarios que cubre Navimag y comprobamos que son recorridos extraordinarios: Puerto Montt a Puerto Natales (en 4 días de navegación llegaríamos al estrecho de Magallanes), otro barco navega hasta la sobrecogedora laguna y glaciar de San Rafael y otra ruta une el norte de la Patagonia con la isla de Chiloé, otro de los objetivos primordiales del sur de Chile. La decisión está tomada, vamos a vivir varias etapas marineras en la Patagonia.

Y así llega el día de la despedida, es un simple "hasta luego" pues cuando finalicemos nuestra etapa por el sur del país volveremos a reencontrarnos con nuestros amigos y podremos intercambiar impresiones de lugares bien conocidos y amados por estos chilenos que han recorrido ampliamente su país y nos han abierto las puertas de su casa y de su amistad.

CITA CON MAGALLANES

Los mil kilómetros que nos separan de nuestra cita en Puerto Mont se esfuman rápidamente en los pocos días que dura nuestra migración hacia el sur. Allí nos espera Magallanes. Así es, este buque de Navimag ha sido bautizado con el nombre de Magallanes, el ilustre navegante que bajo el auspicio de la corona de España planificó con éxito la primera circunvalación marítima de la tierra (aunque desgraciadamente murió en una escala en Filipinas y no pudo saborear el éxito de su empresa). Nos entusiasma que el propio "Magallanes" nos lleve navegando en nuestra personal vuelta al mundo. El nos conducirá durante las próximas jornadas a través de los canales patagónicos hasta depositarnos más allá del Campo de Hielo Sur.

Como todo buen carguero sus comodidades son limitadas pero la adaptación del Magallanes (el más moderno de la flota de Navimag) para recibir pasajeros es magnífica y ofrece todo un amplio abanico de opciones y precios, desde los económicos para mochileros en literas con baño compartido y pensión completa en la cantina hasta llegar a los camarotes dobles o cuadruples con pequeños baños privados y comidas en el comedor de oficiales de proa con excelentes vistas. No se trata de un "crucero" sino de un viaje por canales patagónicos remotos con el romanticismo de la marina mercante.

El ambiente es distendido y entretenido. La tripulación auxiliar está especialmente preparada para atender a los turistas ...mayoritariamente extranjeros- y de preparar las actividades nocturnas como fiestas temáticas, la discoteca o los pases de películas. Durante el día van anunciando y describiendo por megafonía cada hito del viaje y tanto mañana y tarde hay charlas explicativas sobre la ruta de navegación, la fauna y flora autóctona así como la historia de sus antiguos pobladores y el nacimiento de la Patagonia actual.

Mirando las aguas sustituimos en nuestra imaginación la gran masa oceánica por un infinito campo de hielo que durante el periodo glacial parecía que nunca iba a desaparecer. Pero ni la eternidad tiene sus días asegurados. Cuando comenzaron a derretirse, la erosión de los glaciales había sido tan desgarradora y profunda que gran parte del suelo quedó sumergido bajo las aguas del océano formando este sin fin de canales y espectaculares fiordos. El cielo encapotado provoca una atmósfera lúgubre que parece anunciar algún fenómeno geológico o atmosférico como si estuviéramos en los momentos más álgidos de la glaciación. Pero la atmósfera se limitó simplemente a castigarnos con un aguacero pasajero y la frialdad de la brisa marina nos retorna a la realidad del rompecabezas topográfico que nos hallamos recorriendo.

La navegación por los canales es sosegada, las aguas suelen estar calmas y la nave casi nunca se cimbrea pero los vientos y mareas en estos pasillos naturales pueden ser realmente terribles influyendo en la velocidad del buque. En esos momentos hay que elegir concienzudamente los sectores de cubierta más resguardados.

Pero hay un momento en que la singladura por los canales es un callejón sin salida y la ruta tiene que cruzar el golfo de Penas a través del océano que Magallanes bautizó como "Pacífico" en 1.520 durante su vuelta al mundo. Fue terrible y el tremendo bamboleo durante horas hizo que todos recibiésemos con alivio el reingreso en los canales. Ahora uno entiende al pobre Darwin cuando en sus diarios sobre los cinco años que duró su travesía en el barco Beagle describe que sufrió constantes y desagradables mareos y náuseas, pasando largas temporadas enfermo y tendido en su litera alimentándose exclusivamente de uvas. Nuestra loca cabalgata sobre las olas tan solo ha durado una noche y enseguida recuperamos el sosiego de los canales pero nuestra memoria rinde también homenaje a los valientes exploradores marinos que con frágiles naos de madera se atrevieron a enfrentarse a este inquietante océano y los díscolos vientos que les hostigaban sin cesar. Ahora comprendemos mucho mejor los nombres con los cuales bautizaron los numerosos canales, bahías, islas o golfos de este atormentado maremagnum de tierra y agua: golfo de Penas, caleta Sepulcro, golfo Tres Cruces, bahía Salvación, angostura Abismo, paso del Hambre o seno Última Esperanza así como los innumerables nombres de santos y vírgenes que le dieron a esta accidentada costa, a los que probablemente se encomendaban los marinos cuando la mar bramaba sin contemplaciones. Fue una experiencia enriquecedora y evocadora... un encuentro con los fantasmas del pasado.

Pero la colonización de la Patagonia se inició cuando el Imperio Español ya estaba exánime y hacía tiempo que había perdido todas sus posesiones en estas latitudes, de ahí que otros nombres nos parecen más extraños, más difíciles de pronunciar pero al mismo tiempo son los que representan a sus antiguos y genuinos pobladores. Fue por el Canal de Moraleda, en las riberas de la costa cubierta de un denso bosque donde habitaron los chonos, un pueblo que habitaba en canoas ...las dalcas- deambulando por el archipiélago de isla en isla. Eran consumados pescadores, cazadores de lobos marinos ...focas- y recolectores de moluscos a la par que bizarros guerreros, temidos por sus vecinos. Sirvieron de gran ayuda a las expediciones marinas al guiarles a explorar este intrincado vericueto de islas y canales pero desgraciadamente, fruto del alcoholismo y enfermedades europeas, en 1870 se extinguió el último de los chonos.

Tampoco corrieron mejor suerte los kaweskar, también conocidos como alacalufes, nombre despectivo que les dieron sus vecinos y que significaba "come mejillones" por su costumbre de alimentarse de mariscos. Eran audaces nómadas marinos que se desplazaban en familia a bordo de sus delicadas hallef ...canoas de tiras de madera cosidas-, donde siempre se mantenía encendida una fogata sobre un lecho de arcilla. Allí donde había pesca o mariscos construían básicas chozas cónicas de palos curvados recubiertas de follaje que eran abandonadas al terminar la temporada para ser reconstruidas al año siguiente. La curiosidad de esta etnia es que tan sólo las mujeres aprendían a nadar y convirtiéndose en diestras buceadoras eran las únicas que se sumergían en las frías aguas para recolectar sus frutos sumergidos.

La tragedia vino entre los años 1.880 y 1.930, cuando salieron de su aislamiento y los canales se convirtieron en una autopista de cazadores de lobos marinos y ellos eran los guías perfectos al conocer esta enredada trama de canales e islas como la palma de sus manos. Eso trajo epidemias, abuso del alcohol que muchos blancos entregaban como salario, promiscuidad con las consiguientes enfermedades venéreas y ruptura del concepto de su familia, muertes al cambiar sus protectoras prendas de pieles de lobo marino por ropas de los marineros, hacinamiento como pordioseros en los puertos y el cambio total de sus costumbres.

Si se ha estimado que en 1.535 la población kaweskar era de unas tres mil almas, apenas una decena ha sobrevivido hasta nuestros días, todos ellos radicados en la aldea de Puerto Edén, minúsculo puerto en la remota isla de Wellington que divisamos desde la cubierta del Magallanes. Ya no se dedican con la intensidad que básicamente lo hacían sus antepasados a la pesca o cacería de lobos marinos ...siendo los únicos que no necesitan licencia por considerarse oficialmente como un derecho adquirido- pero a veces es posible verles navegando por las islas, son la imagen casi extinta pero verídica de sus curtidos antepasados.

Nos deslizamos sigilosa y lánguidamente por las aguas que nos aproximan a la Angostura Inglesa cuando un espectro entre la niebla rompe la monotonía de las aguas. En medio del canal ... el fantasmal bergantín griego "Capitán Leonidas", víctima de la trampa que el océano le tendió enmascarando los mástiles del buque inglés "Cotopaxi", naufragado en este mismo lugar en 1.889. Las aguas del canal Messier se tragaron al Cotopaxi pero debió de maldecir al canal que le quitó la vida porque se agazapó muy cerca de la superficie, con sus hierros retorcidos dispuestos a quebrar quillas y sus mástiles convertidos en punzantes lanzas en espera de una víctima. Con la eternidad como límite, al igual que el demonio, la maldición se cumplió casi 80 años después hiriendo de muerte al incauto Capitán Leónidas. Atrapado en el espacio, también quedó atrapado en el tiempo, capturado en el instante mismo en que dejó de avanzar. No se sumerge, no se quiebra, no se ladea sobre ningún costado. Condenado a perpetuidad a mantenerse sobre el Cotopaxi ha congelado su presencia en el estrecho, flotando sin flotar, navegando sin navegar. Casi parece que vamos a ver la tripulación cuando pasamos a su vera, tan solo el óxido da testimonio de su penitencia.

El capitán del Magallanes, como cientos de veces ha repetido, saluda con un intenso pitido a los camaradas varados en el ceñido paso. De pronto, el inerte fantasma cobra ruidosa vida ante nuestros ojos, como almas inmaculadas que intentan alcanzar el cielo, cientos de aves níveas elevan su vuelo sobre el herrumbroso esqueleto. Al final, el Capitán Leónidas no murió del todo, tiene una nueva tripulación.

Otro largo pitido llena los valles del mar cuando llegamos al "punto de no retorno" de la angostura Inglesa, tan solo una nave lo puede cruzar a la vez. Por radio se comprueban los buques de la zona y se establece la prioridad según el orden de llegada. El largo toque de sirena indica a todas las embarcaciones de la zona que la nave que tiene autorizada la entrada inicia la maniobra de avance que no puede deshacer. En su meticuloso avance, la proa del Magallanes enfila las sombras negras que emergen entre sus blancos guardianes.

Los canales se suceden en una larga progresión que acaba cruzando la cordillera de los Andes por el inquietante paso de White, una angostura con horario regido por estrictas mareas. Tan solo se puede cruzar cuando las terribles corrientes marinas lo permiten, nos sobrecogemos cuando comprobamos la estrechez agobiante de un giro en un pasillo de tan solo 40 metros de ancho. Hemos entrado en el golfo Almirante Montt, la navegación casi ha concluido. En nuestra mente siguen vivos las imágenes de los minúsculos puertos vistos desde cubierta como Caleta Andrade, Puerto Aguirre o Puerto Edén; la escala en puerto Chacabuco, abastecedor de importantes lugares como Coyhaique y Puerto Aisén; todos los pájaros que nos acompañaron aprovechando la corriente que generaba el Magallanes; las toninas ...delfines- que saltaban junto a la nave; el barco fantasma; los pasillos de rocas; los estrechos embudos por los que había que adentrase; las visitas al puente de mando ... y si la climatología lo permitía: los Andes como telón de fondo. Ahora, sobre la proa ... "Última Esperanza".

ÚLTIMA ESPERANZA

El nombre elegido para esta provincia vuelve a imponer respeto a los visitantes. Atracamos en Puerto Natales, capital de Última Esperanza y joven puerto de principios de siglo. Violentas ráfagas de aire entrecruzado reciben al Magallanes. El enérgico viento sureño se convierte en la principal peculiaridad ...y locura- del carácter climatológico de las tierras patagónicas que durante varios meses se convertirán en nuestro itinerante hogar.

La recatada Puerto Natales se nos presenta encajada entre los inquietantes guardaespaldas que la cobijan: los Andes Patagónicos y los glaciales de los Campos de Hielo Sur. Antes que llegaran los colonos tan solo los elegantes cisnes de cuello negro y un nutrido grupo de insaciables aves acuáticas eran los únicos habitantes que moraban junto a sus frías aguas, aguas que no escondían secretos a las tribus aónikenk y kaweskar. Con la colonización a finales del siglo XIX, un poco forzada para afianzar la soberanía, se iniciaron las grandes estancias ganaderas que hicieron rentables estas tierras indómitas pero cambiaron el panorama que hasta ahora había reinado. Una vieja locomotora ubicada en el centro de la Plaza de Armas frente a la Iglesia y la Municipalidad, testimonia la época dorada de la ganadería magallánica cuando los viajes a las cámaras frigoríficas de Puerto Bories registraban una intensa actividad.

La época dorada de la ganadería magallánica mitigó su actividad pero los cisnes de cuello negro siguen dejándose mecer por las olas gélidas del canal Señoret en la costanera, pareciendo no percibir, seguramente por la fuerza de la costumbre, ese constante y enloquecedor frío viento que fustiga sin descanso el territorio desde los campos de Hielo Sur.

Pero antes que los patagones, como Magallanes llamó a los nativos que habitaban estas tierras por las enormes huellas que encontró sobre la tierra; antes que los fuegos de los nativos selk’nam alumbraran las riberas de la "Tierra de los Humos", como inicialmente el mismo mítico navegante la bautizara; antes que los cisnes de cuello negro se columpiaran en las olas ... otros seres vivos eran los dueños de estas tierras y acechaba por estos lares con su corpulenta talla. Allí residía el legendario Milodón, especie de gigantesco oso prehistórico cuyos restos fueron hallados en 1.896 por el capitán Eberhard. Una descomunal cueva de 30 metros del altura y 200 metros de profundidad alojaban el pelo, huesos, piel y excrementos de este extinguido animal. La cueva es hermosa, abierta como si un hachazo sobrenatural hubiese hendido horizontalmente la montaña y el tiempo la hubiese adornado con guirnaldas de estalactitas y estalagmitas. A su entrada, la reproducción del Milodón a escala sobrecoge al imaginar lo que sería encontrarse con ese ser repentinamente.

Vamos adentrándonos en las pistas de ripio que parten de Puerto Natales, así encontramos Estancia Consuelo ...que me recuerda sobremanera a Islandia- con sus caballos pastando, casitas de chapa blanca con tejados carmesí y barcos en el pequeño embarcadero de las aguas tranquilas de su fiordo. Fue la primera estancia de Última Esperanza y aún sigue siendo propiedad de la valiente familia que decidió desafiar el destino estableciéndose en estas agrestes tierras, la familia Eberhard. Llegamos a Puerto Pratt, emplazado en el extremo del fiordo Eberhard y este minúsculo enclave con varios embarcaderos fue, en 1.897, el primer poblado de este sector. Fue un floreciente puerto hasta que el telégrafo se estableció en Punta Arenas y le arrebató el título de principal puerto de Ultima Esperanza. Hacia esta próspera ciudad costera dirigimos el rumbo de nuestra brújula.

Nos sorprenden los grandes espacios esteparios que el rostro casi imberbe de la Patagonia ahora nos muestra. Es el resultado de la creación de las primeras estancias ovejeras por colonos europeos, principalmente alemanes e ingleses, que a golpe de fósforo abrían terrenos de pastoreo. En los más de 200 kilómetros que separan ambas ciudades el paisaje que nos acompaña a diestro y siniestro será muy similar. En ocasiones emergen de la pradera algunas moles rocosas como la situada en Morro Chico rompiendo la planicie constantemente delimitada por cercas que marcan los dominios de los ganaderos. Un grupo huidizo de ñandúes (avestruces americanas) al otro lado de una valla, salen en desbandada por el ancho prado cuando pasamos junto a ellas. El camino es solitario, tan sólo salpicado por las estancias históricas que siguen en activo desde su llegada el siglo pasado.

Asentarse por estos solitarios parajes fue una decisión importante en la existencia de los colonos que dejaron atrás sus vidas en Europa y se trasladaron hasta estos parajes apenas explorados. Y como los colonos expresaron entonces "la soledad y lejanía son soportables si se vive espléndidamente". Realmente fueron consecuentes con sus palabras. Cuando nos paseamos por la Plaza de Muñoz Gamero en Punta Arenas, las fachadas de las grandes mansiones y residencias de los pioneros de la ganadería aún muestran sus sólidas raíces. José Menéndez -conocido por el "Rey de la Patagonia" por sus extensas posesiones y riqueza-, José Montes, los hermanos Mauricio, Sara Braun -creadora de la Sociedad Explotadora Ganadera de Tierra de Fuego-, José Nogueira ...que al casarse con Sara Braun consiguió que su patrimonio como hacendados casi no tuviese fronteras-, Alejandro Menéndez Behety o Juan Blanchard.... y otros tantos que no escatimaron en levantas palaciegas residencias siguiendo fieles a sus pensamientos.

Otro baluarte de la historia de la región de Magallanes ...efectivamente, Magallanes nos sigue acompañando, antes en forma de nave, ahora como tierra firme- es el fuerte Bulnes, ahora reconstruido para rememorar que en sus tiempos ...a mediados del siglo XIX- era el emblema de la soberanía chilena en esta ignota región austral del mundo. La labor fue encomendada a Juan Williams Rebolledo y el total éxito de su arriesgada misión por estas aguas hizo que se bautizase como Puerto Williams al poblado más austral del mundo, en la isla chilena de Navarino. ¿Y cómo se llega a una isla?

TERRA AUSTRALIS

El muelle de Punta Arenas nos está esperando para un nuevo embarque, una increíble y lujosa nave nos trasladará a través de los rincones más furtivos de Tierra de Fuego hasta llegar a los poblados más australes del planeta. Su nombre no puede ser más evocador: "Terra Australis", Tierra Austral.

El Terra Australis es un hotel flotante, habitaciones amplias y confortables con baño privado, salones, dos bares, una pequeña biblioteca, equipos sofisticados para charlas como el proyector data, cartografía para consultas y una gastronomía superior a la de muchísimos prestigiosos restaurantes con un chef sin parangón, un experto somelier y un maestro pastelero que rompería con total seguridad la voluntad de cualquier dieta, por férrea que esta fuese. Todo viene rematado por la cuidada selección de la tripulación, desde el último marinero hasta el capitán y sus oficiales pasando por los camareros y el experto (y bromista) equipo de cinco guías. La otra gran ventaja es que no se trata de un gran barco (nada que ver con esos transatlánticos-ciudades), su tamaño crea un ambiente familiar del que nacen amistades y además permite gran cantidad de desembarcos al adentrarse por canales y fiordos vetados a naves más grandes, algo realmente importante para los que queremos conocer a fondo la "Tierra Austral".

Día a día vamos descubriendo con nuestros propios ojos, sintiendo esa punzante y abrupta brisa glacial en la cara, los fenómenos geológicos que los confines de la tierra tiene en este desolado territorio. Unas veces desde el propio Terra Australis, otras nos acercamos en lanchas y muchas otras las palpamos con nuestras manos mientras caminamos tierra adentro en cualquiera de los numerosos desembarcos. Observamos a nuestro alrededor los rigores de la naturaleza y nos resulta difícil pensar que la vida animal o humana sea capaz de encontrar un hálito de esperanza para iniciar su existencia.

Fue grandioso ver el glaciar Marinelli, uno de los inquilinos más insignes de los Campos de Hielo de la Cordillera de Darwin. Y es hoy se ha puesto de punta en blanco, nunca mejor dicho. El espléndido sol que nos acompaña le arranca al privilegiado entorno unos colores y tonos envidiables, no llegarán a quince los días como éste a lo largo de todo el año en estas latitudes. Somos unos fervientes adeptos de los resplandecientes cielos azules y los hados han queridos aliarse para deleitarnos con una de esas jornadas de cielo envidiable.

El seno Almirantazgo nos mece melosamente. El suave silbido del viento desaparece cuando se activa la megafonía, como en cada desembarco anuncian que debemos equiparnos con el vestuario adecuado para el agua y con los reglamentarios chalecos salvavidas. Ataviados de capitán Pescanova embarcamos por la popa en una zodiac que nos aproximará aún más al glaciar Marinelli. La brisa glacial nos despierta definitivamente mientras la lancha vuela sobre el agua hacia la bahía Aisnworth. Ese sol fugado de su cárcel de nubes golpea a unos seres nada acostumbrados a él y que nos reciben con ademanes perezosos al desembarcar en sus dominios. En la playa de guijarros, masas de grasa exhibida sin complejos, intentan embadurnarse de arena y gravilla con sus aletas para protegerse de los incisivos rayos del astro rey. Nos hallamos frente a una colonia de voluminosos elefantes marinos.

Si tuviera que resaltar una de las imágenes que más nos han impresionado del viaje a los confines del mundo resaltaría aquella en la que dos enormes elefantes se erigen amenazadoramente y golpean sus pechos, silueteando sus perfiles en las relucientes cumbres heladas sobre el glaciar Marinelli. Glorioso. A pesar del adormecimiento que les produce el calor, sus orondos habitantes se siguen provocando para marcar su dominio territorial o jerárquico.

Proseguimos la exploración terrestre tierra adentro, bordeando marismas (a veces con mal pie y hundiéndome hasta el tobillo por quedarme rezagado), sorteando riachuelos y moviéndonos entre lengas, coigues y ñirres. Al final del camino ... el hogar de unos húmedos habitantes que no asoman el hocico pero cuyos poderosos dientes dejan su huella en todos los troncos de los árboles caídos. En la laguna divisamos decenas de refugios de castores y las tremendas esclusas que son capaces de levantar.

Pero la vida no sólo se da en las grandes masas de tierra, pequeños islotes como los Tucker albergan grandes sensaciones. Debido a sus diminutas dimensiones no se puede caminar por ninguno de ellos, cualquier descuido o torpeza podría causar daños irreparables debido a la alta densidad de fauna que posee. El espíritu ecológico de la ruta se superpone a cualquier otra voluntad (nos anunciaron incluso la prohibición de matar mosquitos en la futura ruta terrestre por la bahía de Yendegaia donde siempre son una pesadilla, eso sí, prometiendo barra libre de repelente anti-mosquitos). No desembarcaremos en ninguno de los promontorios emergentes de Tucker, es por lo demás totalmente innecesario porque desde las propias lanchas veremos cara a cara a los entrañables pingüinos de Magallanes, tiernas criaturas que nos miran con curiosidad y luego siguen con sus actividades totalmente indiferentes a nuestra presencia. Da gusto llegar a los lugares donde la silueta humana no despierta miedo en las criaturas que lo divisan. Es una sensación indescriptible y nos llega de gozo que todavía sigan existiendo lugares como este.

Seguimos rodeando el mayor de los islotes Tucker, los verticales acantilados albergan una copiosa colonia de cormoranes, cuya silueta en tierra puede ser confundida por su forma y colores con pingüinos. También encontramos chimangos, gaviotas australes y hasta los temidos skúas, gaviotas de rapiña que cazan en pareja y con gran violencia los polluelos y huevos de sus congéneres, ni las crías de pingüino están a salvo. Otros incluso obligan a otros pájaros a regurgitar la comida que acaban de tragar. Sobre una roca, otra pareja de los injustamente llamados "pájaros bobos" nos observa a tan sólo un metro de distancia y luego nos muestran el camino hacia sus nidos con una serie de saltos sobre las rocas que no tienen nada de torpes. Nos resulta increíble verles brincar por las rocas con tanta precisión y rapidez. Al girar un nuevo recodo llegamos a un nuevo espectáculo de naturaleza, en una pequeña playa retozan decenas y decenas de pingüinos entrando y saliendo del agua, unos son adultos con su plumaje blanco y negro y otros juveniles con su todavía plumón pardo. Al fondo se sitúan los "reposados", los que toman simplemente el sol, como hacemos los humanos en nuestras playas. Si los humanos lo hacen para broncearse, estos pequeños seres de no más de 50 centímetros lo hacen para recuperar los grados de temperatura que pierden tras sus gélidas zambullidas acuáticas. Se tumban sobre su vientre blanco exponiendo al sol su espalda negra que acumulará mejor el calor y les ayudará a temperar de nuevo su cuerpo. Disfrutar de los animales en libertad es uno de los mayores placeres y satisfacciones que la naturaleza puede ofrecernos. Decimos un nuevo adiós a "Magallanes", que esta vez se ha presentado en forma de pingüino.

Cada amanecer despierta una nueva expectación y admiración por los escenarios en los que nos movemos. Los fiordos como el D’Agostini o Cóndor nos revelan sus mejores guardados rincones, glaciares homónimos que con sus poderosas lenguas de hielo devoran milímetro a milímetro un terreno sobre el que se posaron en la noche de los tiempos, recuerdos arcaicos de acontecimientos remotos que se siguen perpetuando íntimamente en los rincones más inhóspitos y recónditos del puzzle patagónico.

Las aguas de los canales las sentimos suaves, amigables, conciliadoras. Nuestra nave contrasta con las láminas que vemos de las frágiles embarcaciones que en otros momentos surcaron las mismas sendas marítimas del Canal de Beagle. Unas embarcaciones elaboradas por las manos encallecidas de los nativos yamanas durante generaciones. Estos nómadas marinos las elaboraban con corteza de árbol, a veces aligeradas con piel de foca a modo de vela que en caso de lluvia, que solía ser con frecuencia, podía convertirse en refugio. En su interior, como hacían los kaweskar, era común llevar un fuego encendido que les diese calor e iluminase durante la noche. Los peces, moluscos, bayas y setas eran su dieta principal y de nuevo nos encontramos con la peculiaridad de que tan solo las mujeres sabían nadar pues eran ellas las encargadas de fondear la canoa entre las algas y nadar hasta la costa. Como casi todas las demás etnias de esta parte del mundo tuvo un trágico final. Se extinguieron cuando la fiebre del oro de 1.893 invadió la región, una tribu que ya había sido gravemente diezmada por el alcohol, las pestes y las enfermedades venéreas que balleneros y loberos habían introducido. Nos tenemos que contentar viendo sus fotografías, oyendo sus historias, atentos a las explicaciones que nos relatan.

Surcamos la avenida de los glaciares ...sucesión de glaciares a lo largo de un estrecho canal-, seguimos desembarcando en bosques húmedos con foresta virgen no devastada por la colonización, las proas de las zodiacs tocan los hielos flotantes una y otra vez, vemos la roca desnuda arañada por los ventisqueros de la última glaciación, nuestras manos recogen de las orillas cristales puros que se van licuando entre nuestros dedos. Nos sentamos en bahías de aguas esmeraldas a contemplar los glaciares y sus muros helados cayendo caprichosamente para convertirse en icebergs. El estrépito de la empalizada que se quiebra ensordece por la cercanía pero al poco, los témpanos que acaban de nacer navegan mansamente como esculturas talladas por una fuerza oculta. Cisnes, ballenas, elefantes, ... la imaginación es la verdadera escultora de estos profusos náufragos errantes que nos rodean por todos los frentes. Tierra de Fuego, un nombre incandescente para una tierra helada.

Frente a los prodigios de la naturaleza, dos escalas que son el reflejo de lo que es capaz el ser humano en su férrea voluntad por establecerse en lugares inhóspitos: Puerto Williams en Chile y Ushuaia en Argentina, las dos eternas enfrentadas por el título de "ciudad más austral del mundo". Yo ya conocía Ushuaia, tenía pendiente Puerto Williams desde 1.990, cuando la falta de tiempo no me permitió ir a ese enclave austral. Ha llegado ese día.

EL ÚLTIMO CONFÍN DE LA TIERRA

La isla Navarino nos recibe con sosiego y un sol intermitente. Un cartel nos saluda: "Bienvenidos a la comuna de Cabo de Hornos. 1.853 habitantes". Otros indicadores de madera nos indican cuán lejos de todo nos hallamos con distancias y direcciones: Santiago 2.555 km., Río de Janeiro 3.778 km., Nueva York 10.778 km., Tokio 15.556 km., Estocolmo 17.223 km., París 16.001 km. ... Polo Norte 16.112 km. El señalizador tan solo indica un lugar cercano: Cabo de Hornos 162 km. Estamos realmente en el ultimo confín habitado de la Tierra Austral.

El pequeño asentamiento de casitas de chapa con tejados a dos vertientes está impecable y muy ordenado en cuadrícula pero mientras paseamos a veces estamos totalmente solos, como en un pueblo fantasma. Los yamanas vivieron en su costa y su museo trata de conservar la memoria de este pueblo extinto. Los rostros de las señoras que ofrecen artesanía yamana evidencian los rasgos, ya mezclados, de sus desafortunados antepasados. Hoy en día la población la configuran principalmente los funcionarios y fuerzas armadas que custodian la soberanía y los marinos y pescadores dedicados a la recolección de la centolla.

En la escala de Ushuaia Marián se quitó le espinita de no haber podido acompañarme a estos confines en el año 90, cuando su labor docente con decenas de estudiantes la retuvieron es España al no coincidir con la temporada estival. Ushuaia es el segundo puerto más importante de Argentina, una auténtica gran ciudad, bien estructurada, con todos los servicios imaginables, tiendas por doquier (es puerto franco), grandes almacenes y un sinfín de comercios dedicados al turismo. Grandes y pequeños hoteles, campings, restaurantes populares y otros de lujo, ... su oferta en todos los aspectos es infinita. Ha crecido mucho en este último decenio y todavía recuerdo cuando me dijo un lugareño con gran orgullo: "allí están construyendo un gran aeropuerto que permitirá aterrizar hasta a los Boeing 747". Y efectivamente, lo terminaron tal y como me anunció. Ahí está. El propio Concorde ha aterrizado como muestra de su inclusión en las rutas mundiales de larga distancia.

Fundada el 4 de octubre de 1.884 como penal era un enclave marginal que mataba la esperanza de fuga de los presos. El presidio, primer edificio de obra y hoy uno de los mayores atractivos turísticos, se cerró en 1.947 pero la base aeronaval que se estableció en 1.948 generó un nuevo despegue que se aceleró desmedidamente al construirse el primer aeropuerto, obtener los beneficios de ser declarada zona franca y con la llegada del turismo de masas.

Rodeada de impresionante naturaleza y con un telón de fondo de soberbias montañas, la ciudad en sí es principalmente moderna, sin grandes atractivos urbanísticos o arquitectónicos pero en su casco antiguo aparecen las viejas casas de los pioneros que llegaron a este remoto punto. Casas históricas que datan de finales del siglo XIX o principios del XX en cuyas puertas aparecen placas de madera que explican sus orígenes y donde leemos nombres extraños: Vrsalovich, Mladineo, Fadul, Burdiasso, Masciochi, .... Ingleses, alemanes, libaneses, yugoslavos, ... es increíble ese mosaico cultural que se dio cita en este punto donde los onas, habitantes originarios de cuyos fuegos partió el nombre de "Tierra de Fuego", tan sólo aparecen como muñecos de cera sobre el césped del museo, delante de sus tiendas de forma cónica a base de ramas y pieles.

Norte o sur. Ciudad o no. Ushuaia o Puerto Williams. Un buen caballo de batalla para chilenos y argentinos. Los chilenos se basan en el origen de la palabra "ciudad", que proviene del vocablo latino "civitas" cuyo sentido es comunidad autogobernada. Al tener ayuntamiento, carabineros, escuelas, ... son una comunidad autogobernada y por lo tanto "ciudad". Pero si vamos a la definición completa nos encontramos: "ciudad, gran centro de población organizado como comunidad, de mayor preeminencia que las villas". Puerto Williams y toda su comuna (municipalidad) rozan los 2.000 habitantes con los servicios mínimos imprescindibles para atender las necesidades básicas de sus moradores. El asentamiento chileno es el "poblado más austral del mundo" sin ningún genero de dudas pero difícilmente se le puede llamar "ciudad" como "gran centro de población", título que corresponde a Ushuaia, que por ahora sigue siendo la "ciudad más austral del mundo". Los dos enclaves tienen su propio récord mundial pero ... quizás un día Puerto Williams se transforme en ciudad y entonces ...

Ushuaia también se convirtió en otro lugar con afectuoso encuentro, conocimos en persona a Manu y Mónica. Manuel llegó a nuestra web a través de la página de Mitsubishi y es de los seguidores más antiguos de la Ruta. El 2 de agosto de 1.999 se animó a escribirnos con un cariñosísimo correo desde "el continente de los hielos" que concluía con "... siguiéndolos desde ahora en adelante y abrigando la esperanza de poder conocerlos personalmente, ...". A ese correo siguieron otros y tras dos años y medio de comunicación ... cambiamos los saludos tecleados por un fuerte abrazo.

Nos despedimos de Manu. Mónica y de la Bahía Penetrante, que es lo que significa Ushuaia en lengua yamana. El Terra Australis zarpa de nuevo para proseguir su misión de mostrarnos la parte del mundo que figura tatuada en su proa. El suave bamboleo del impresionante canal Beagle marca un regreso de varios días a través fiordos como el Garibaldi con su titánica empalizada de hielo y sus huestes de icebergs; nuevos glaciares como el majestuoso Pía; estrecheces como la angostura Gabriel, con su melena plateada de cascadas; desembarcos en bahías como Brookes, donde cada paso debía de ser medido para llegar ilesos a un entorno de hace millones de años. En algunos tramos de lancha hemos de convertirnos en fantasmas amarillos con tan solo unos ojillos entrecerrados asomándose debajo de la capucha, las gotas de lluvia alentadas por el viento son como pequeños aguijones que se clavan en la cara y las manos. Y a veces Marián tiene que grabar con guantes porque no puede manipular el trípode metálico sin ellos. Cuando el tiempo empeora es duro salir a la intemperie pero sabemos que el sacrificio es insignificante ante tanta belleza.

La última mañana hay un vendaval sobrecogedor y muchos han pasado la noche en vigilia por los movimientos de la nave. No es muy habitual esa virulencia en los canales pero a veces los vientos antárticos hacen las veces de Minotauro vengativo por este laberinto acuífero. Pero el viaje es como una droga, cuando anuncian por megafonía que quizás no se puede desembarcar en la isla Magdalena debido al viento ... se oyen lamentos y se nota la decepción en el aire. Estamos todos tan embebidos en ver más y más y en desembarcar en todos los sitios posibles que hasta los que pasaron miedo durante la noche se lamentan airados de esta imposibilidad y anhelan ansiosos que las lanchas puedan llegar a la isla. Somos todos desembarcoinómanos. Pero la responsabilidad es algo muy serio y las grúas que se encargan de bajar las zodiacs no se mueven durante horas. Tiene que haber seguridad cien por cien. Allí nos encontramos todos vestidos de atuneros del Cantábrico para movernos rápidos si el capitán considera seguro el desembarco y se echan las lanchas al mar.

¡Y esa orden llega finalmente! "Hay mucho viento pero los que deseen pueden desembarcar", dice la megafonía. Las zodiacs son botadas rápidamente mientras los encapuchados de amarillo, que somos todos los pasajeros, nos vamos apretando las correas de los chalecos. El agua nos da unos buenos sopapos y llegamos mojados pero se trata de un desembarque maravilloso.

La isla Magdalena es la mayor colonia de pingüinos de la zona, pueden llegar a reunirse alrededor de 60.000 parejas de pingüinos. De nuevo estamos en contacto con estas encantadoras criaturas que no veíamos desde los islotes Tucker, nos rodean por miles y no nos temen. Toda la isla está horadada por las cavidades que escarban los machos y ocupan las hembras para poner sus huevos. Muchos están ocupados por hembras empollando y en otros se asoman los tiernos pichones, con sus madres siempre en alerta para protegerles de las skúas salteadoras. Momentos emocionantes y mágicos.

El tiempo empeora por segundos, una fuerte granizada -¡estando en pleno verano austral!- nos hace guardar a toda prisa los equipos en medio de un fuerte viento. Regresamos al Terra en la última lancha y un par de horas más tarde nuestro navío ata sus amarras en el puerto de Punta Arenas con un viento de más de 100 kilómetros por hora. Regresamos a tierra firme con los corazones repletos de añoranza por las jornadas vividas.

¡QUE VIENE EL VIEJITO PASCUERO!

Imposible asumir tras lo vivido el ajetreo de la ruidosa ciudad, buscamos la tranquilidad para aclimatarnos, nos alejamos de la gran urbe y nos detenemos en un acantilado sobre el estrecho de Magallanes. Magallanes, tu nombre nos ha estado acompañando de mil formas desde que llegamos a Chile. Estando aquí, ¿cómo no íbamos a estar juntos en una fecha tan señalada? Las pocas maderas de un refugio campestre aun en pie nos servirán de cobijo, nos protegerá del viento y resguardará un fuego que nos caliente tras el ocaso. En esta noche de paz hemos encontrado nuestro particular portal de Belén. Hoy es Nochebuena y mañana Navidad.

El crepúsculo regala sus últimos destellos a la isla Magdalena, tornándola naranja mientras el océano se oscurece desde nuestro campamento. Allí estarán felices todos esos miles de pingüinos que visitamos. La radio está encendida y por primera vez en tres Navidades no es el sonido del muecín lo que retumba por las ondas anunciando el atardecer y el fin de un nuevo día de ayuno islámico. Son las primeras Navidades desde que partimos en 1.999 en las que no nos rodea el Ramadán, esos 40 días de ayuno y penitencia que coincidieron con las dos anteriores Navidades por hallarnos en países musulmanes, las de 1.999 en Pakistán y las del 2.000 en Malasia. En estas terceras Navidades fuera de España es la primera vez que entendemos a los locutores: "... están ustedes en Radio Infinita, 103.7 megahercios, y si han sido buenos el Viejito Pascuero no se olvidará de ustedes esta noche." Y no son plegarias en árabe lo que se transmite, son villancicos. ¡Villancicos! Qué curioso volver a oírlos tras tanto tiempo. Marián está encantada, adora esta época del año con las luces, canciones, los árboles decorados, las casas engalanadas, buenos deseos, reuniones, ... Pero no hay añoranza porque estamos donde queremos y con quién queremos, se trata en realidad de una alegría incrementada porque todo a su alrededor tiene el ambiente que a ella tanto le gusta.

La leña cruje bajo las llamas a nuestras espaldas, seguimos sentados en nuestra atalaya natural, recostados en un árbol, apoyados el uno en el otro mientras el día se desvanece. El espectáculo de luces y sombras parece terminado cuando la penumbra devora el horizonte pero el sol, en un alarde de omnipotencia, nos hace un repentino gran regalo. Debe de estar lloviendo entre nosotros y la isla Magdalena porque súbitamente, sobre una cortina malva estalla una perfecta y reluciente diadema de colores. Un arco iris brota del cielo y se convierte en una ultraterrenal guirnalda navideña sobre el cosmos. Gloriosa bienvenida a esta velada nocturna en los confines del mundo.

El viento ha amainado un poco, pero nunca desaparece, es algo innato a la Patagonia, como el respiro de un ser humano. Iniciamos los preparativos de la velada y vamos abriendo las provisiones que reservamos para esta festividad. El Viejito Pascuero, nombre que se le da en Chile al orondo y sonriente Papá Noel, ya tiene que estar a punto de partir para su ronda de felicidad y sonrisas. En unas horas más, en todos los hogares chilenos se irá añadiendo al Nacimiento la figura del Niño Jesús, ausente en todos ellos hasta la llegada de la noche del 24 de diciembre.

Radio Infinita nos sigue amenizando con villancicos modernizados que hacen bailar a las llamas de nuestra fogata. Abrimos el vino rosado Kaiser Stuhl que trajimos de Australia y que tantos recuerdos nos trae de cuando lo disfrutábamos a lentos sorbos en las incontables acampadas en el Outback. En la cena saboreamos las delicias que hemos recuperado de lo más recóndito de nuestra despensa y que previsoramente no nos terminamos en las últimas Navidades en Malasia. Una sopa francesa de cebolla con queso fundido calienta nuestras "guatitas" ...el estómago en simpático lenguaje coloquial chileno- hasta que llegan los chipirones rellenos al ajillo, el pulpo a la marinera, zamburiñas en salsa de vieiras, gulas, los tronquitos de pescado al curry, bacalao a la bilbaina y hasta pimientos del piquillo, regalo de la familia Salas-Gorospe cuando nos despedimos de ellos en Tasmania. "Para alguna ocasión especial", nos dijeron. Así ha sido, desde luego. Para el postre nos endulza el paladar lo que nunca han faltado en ninguna de las tres Navidades que lleva la ruta: los turrones, en esta ocasión añadimos a los clásicos blando y duro el turrón de yema, traído por Vicente y Arlette cuando vinieron a visitarnos a Singapur. Nos lo entregaron diciendo: "Para las próximas Navidades lejos de España".

Brindamos por los presentes y por los ausentes, por el destino que nos ha permitido encontrar este maravillosos lugar y por Magallanes, nuestro compañero de viaje en sus infinitas manifestaciones.

El día 25 de diciembre el viento sigue aumentando, arremete con la misma fuerza que lo hace el radiante sol que nos envuelve. Nuestro tranquilo rincón de pronto se llena de muchas familias que empiezan a encender hogueras y montan espadas donde ensartan impresionantes piezas de carne, es el famoso asado de cordero magallánico. Saboreamos este delicioso plato chileno gracias a la simpática familia que se ha instalado cerca de nosotros.

-¿Ustedes no festejan de este modo la Navidad? ¿No se van al campo y hacen barbacoas o asados? -nos pregunta el cabeza de familia.

-No, en España el mes de diciembre es invierno, no es verano cómo aquí. Normalmente hace mucho frío y la tradición es tener un día muy familiar ... en la casa calentita. Todo lo más se hacen visitas a otros miembros de la familia o se pasa a saludar a amigos muy íntimos -le contesta Marián mientras los niños ya pierden la timidez y curiosean por el todo terreno haciéndome mil y un preguntas.

Es un día tranquilo de paseos, oír música, comer bien y leer tranquilamente frente a las aguas del estrecho mientras algunos grupos de delfines deambulan ante nuestros ojos. ¿Acaso se puede pedir más?

Magallanes nos retiene en su feudo para acabar y comenzar un nuevo año que marcará el rumbo de nuestros pasos por el continente americano. El viento es ya insoportable y buscamos cobijo en Punta Arenas, lo encontraremos en el entrañable y sencillo hospedaje Independencia. Sus dueños, Eduardo y Verónica, lo llevan personalmente y esto le confiere a este lugar de mochileros un cálido ambiente familiar donde podremos emprender la tarea de escribir nuestra próxima crónica. Ordenador en ristre, las fotos y las palabras se suceden por la pantalla para dar forma a las vivencias de las últimas semanas. Una crónica nace ... y un año muere, el primer año del tercer milenio está a punto de expirar.

Eduardo y Verónica nos llaman para enseñarnos cómo preparan el piscosour, el combinado chileno más famoso al que nos invitan para dar la bienvenida al 2.002. La base es el pisco, un aguardiente de uva muy fuerte (que muchos toman a palo seco) pero que en el caso del piscosour queda muy suavizado con zumo natural de limón, un poco de azúcar, un poco de clara de huevo (no siempre) y luego se bate con hielo. La medianoche se acerca.

Todas las nacionalidades del hospedaje se van reuniendo en el jardín a medida que se acerca el momento: chilenos, israelitas, una pareja franco-polaca, alemanes, ... ¡Dong, dong, dong, dong, ...! va sonando la entrada del año 2.002 mientras nos vamos tomando las uvas de la suerte. Si en los dos años anteriores nos tuvimos que conformar con uvas pasas esta vez ha sido posible encontrar uvas frescas. ¡...dong, dong, dong, dong,...! Eduardo y Verónica comparten con nosotros la españolísima costumbre de tomar una uva por cada campanada. ¡...dong, dong, dong, dong! Acaba de concluir el inolvidable año 2.001 y se inicia el impredecible 2.002. Se reparten muchos deseos de felicidad, abrazos, besos y lo más esperado ... el piscosour bien frío de Eduardo.

La hermosa Chile se ha convertido en un hito de la Ruta de los Imperios, ha sido la puerta del continente americano, ha marcado la entrada al año 2.002 y se han realizado las más importantes navegaciones de la expedición. Ahora el nomadismo nos vuelve a llamar y la impaciencia nos devora, la desconocida Patagonia chilena terrestre nos está esperando con sus tesoros celosamente guardados. No la hagamos esperar.

Nuestro más sincero agradecimiento a Lan Chile, Navimag y Cruceros Australis, cuya colaboración y asesoría han sido imprescindibles para la consecución de los objetivos de la expedición en Chile.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.