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Crónica 63,

Laos II - Laos, año 2.544

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Laos

-¡Sabaidi Pimai!, ¡Sabaidi Pimai! -seguimos oyendo a nuestro alrededor. El agua ya no nos cae a nosotros sino a una pick up que viene detrás, sus pasajeros -que viajan al descubierto en el compartimento de carga- se protegen del chaparrón como pueden. Se ríen por no llorar porque cuando se asoman de nuevo parecen recién rescatados de un naufragio.

Más y más agua, esta vez vuela y cae sobre los propios asaltantes que han decidido duchar a sus compañeros. Hay tal confusión y correteos alrededor de nuestra montura que no nos atrevemos a movernos hasta que se les acaben los cubos almacenados. Ventanas subidas, el aire acondicionado encendido y los seguros echados ... no corremos ningún riesgo.

De repente, un segundo de silencio. ¡Se ha acabado el agua! El griterío se reinicia cuando recogen los cubos vacíos y todos corren a la vez para llenarlos una vez más en un grifo de riego. Es el momento de avanzar de nuevo y superar el área de "inundaciones".

Es el Pimai, el Año Nuevo budista, la fiesta del agua, la celebración más importante de Laos. Diversión y religión se entremezclan en estas fechas. No ha llegado todavía el día señalado pero algunos grupos de jóvenes han decidido adelantar la guerra de agua para que los paseantes sepan lo que les espera en unos días, cuando la "guerra" y los "baños" sean a gran escala. El Año Nuevo señala, al mismo tiempo, el inicio de la estación de las lluvias y la tradición marca que sea con agua como se celebre la llegada de las esperadas pero también temidas lluvias.

No obstante, la entrada a la ciudad no empieza con buen pie. La electricidad acaba de irse y si en circunstancias normales es un problema menor que se solventa en pocas horas ...no ocurre así. El primer día todo está paralizado por la sorpresa de un apagón tan largo: los bancos, las oficinas del gobierno, la informática, faxes, muchas centralitas de teléfonos, surtidores de gasolina, .... Luang Prabang está adormecida, ni un ventilador funciona y no es fácil llevar un día normal cuando la temperatura diurna supera los 40ºC. La población prefiere no moverse demasiado para no pasarse todo el día sudando. Todas las neveras y congeladores se han parado, en seis horas ya no hay una bebida fría en toda la ciudad y los productos perecederos comienzan a correr un serio riesgo.

La noche es muy incómoda, toda la ciudad duerme con todas las ventanas abiertas para captar las brisas nocturnas pero la temperatura no baja de los 30ºC. Muchos abastecimientos de agua funcionan con motores eléctricos así que no llega agua a los grifos, ni a los retretes (un cubo al lado sustituye a la cisterna) y la ducha es a base de calderos y un cazo para echársela por encima. Así están casi todos los hogares, pensiones y hoteles de lujo. Tras el ocaso, las velas brotan como champiñones tras la tormenta; pequeñas y tenues estrellitas brillan por doquier, la brisa hace que en todos los muros las frágiles sombras bailen una frenética danza. Ni nos hemos secado tras la ducha, nos extendemos boca arriba en la cama y de un soplido hacemos desaparecer a los locos danzantes de la pared que ya empiezan a marearnos.

El segundo día amanece igual y los productos guardados en neveras y congeladores comienzan a estropearse. Se acerca el Pimai y las neveras están llenas ...es triste ver en un país tan pobre como tienen que tirar tantos productos cárnicos y pescado. El gobierno de la ciudad anuncia que la electricidad volverá al mediodía, luego que por la tarde y finaliza con un comunicado que afirma que todo volverá a la normalidad durante la noche.

El tercer día amanece también sin electricidad, la noche ha sido terrible, no hubo brisa y la temperatura subió. El Pimai está aquí mismo y todos están preocupados por las consecuencias si no regresa la electricidad, Luang Prabang el lugar más emblemático para celebrar el Pimai y su población se duplica en estas fechas.

A las seis de la tarde del tercer día ...regresa la electricidad, es la gran fiesta, un día de júbilo. La explicación oficial es que un árbol cayó sobre la línea de alta tensión de la ciudad en un lugar remoto de la montaña y no se pudo solventar la avería antes. ¿Verdad o mentira? Nada es seguro en países así, las versiones oficiales sin testigos son como un cuento para la población y aparecen los rumores: que si la guerrilla anticomunista hmong ha provocado una voladura para encararse con el gobierno, que si los vietnamitas provocan incidentes para ampliar su área de influencia dando ayuda a los países con problemas internos, ...¿Quién sabe lo que ocurrió realmente? Quizás sea un simple y desafortunado accidente o quizás un sabotaje pero la realidad es que cuesta creerse que un árbol deje sin electricidad, durante casi tres días, a la segunda ciudad más importante de Laos ... justo en vísperas de Pimai.

El caso es que ya tenemos luz, todo vuelve a la normalidad y el Año Nuevo va a entrar a lo grande. El río Mekong está repartiendo agua durante este Pimai a diestro y siniestro. Pasearse por las calles de Luang Prabang siempre tiene el riesgo de recibir el agua a cubos (que a veces te viene desde una pick-up en marcha), de una manguera, o de pistolas o cañones de juguete que no paran de lanzar regueros de agua. Con el calor que hace la verdad es que a veces no viene nada mal recibir algo de frescor pero después de varios días resulta un poco incomodo escurrirse la ropa a cada metro que avanzas, ya vamos en coche hasta para recorrer 50 metros y no salir hasta ver claro el panorama. De todas formas hemos de decir que, haciendo gala de ese carácter laosiano tan amable y tranquilo, son bastantes respetuosos cuando ven que llevas libros, papeles, una cámara de fotos o el vídeo. No obstante casi siempre llevamos protegido el equipo, hay mucho borracho (se bebe mucho durante el Pimai) y esos no ven muy claro ni oyen lo que se les dice. La variante más molesta y novedosa es cuando utilizan harina u hollín e intentan embadurnarte, unido al agua que se lleva encima crea una pasta asquerosa, pero de esta plaga salimos triunfantes.

Y tras varios días de bochorno que casi no se podía ni respirar, el mismo día del Pimai -como cumpliendo el estricto calendario que señala ese día como el inicio de la estación de las lluvias-, el cielo rompió a llover con una espectacular tormenta y limpió el aire abotargado. La temperatura bajó unos 7ºC, algo providencial porque a partir del día de Año Nuevo hasta la pensión más modesta está llena y reservada desde hace tiempo (al doble o triple del precio habitual). Esta bajada de temperatura nos permitió disfrutar de unas estupendas acampadas a las afueras de la ciudad, en el tranquilo y solitario monasterio budista Santi Chedi.

LA SAVIA DE LAOS

La quilla de nuestra canoa acaricia con parsimonia el cuerpo de la Emperatriz de las Aguas del Sudeste Asiático en nuestra segunda singladura por ella. Un placer volver a sentirse mecido por "Lancang Jiang", oír los susurros de "Mae Nam Khong", volver a palpar a "Tonle Thom", experimentar la seducción de "Cuu Long", adentrarse una vez más en los dominios de la Reina Mekong. El gran río es la arteria principal que hace fluir la sangre que vivifica al país, la savia que le da la vida, uno de los embrujos de Laos. No sólo genera -y extingue- la vida, es también una ruta caravanera acuática que desde tiempos inmemoriales -venciendo al siglo XXI y desafiando durante milenios a la obra del hombre en su conquista de la tierra y del aire- sigue siendo una de las principales vías de transporte y comercio del Sudeste Asiático. Son momentos mágicos en una gran piragua, instantes compartidos que los hacen más intensos.

Ayer mismo Nacho llegó a Luang Prabang, le encontramos más pletórico que en Vientiane, ¡y con motivo! Nos presenta a Teresa, su novia, la soledad de su viaje ha quedado rota durante dos semanas. Recién llegada de España se ha unido a su recorrido por Laos durante sus cortas vacaciones. "Está donde tiene que estar", nos dice un Nacho bromista y alegre. Una terraza de Luang Prabang fue la escena del reencuentro con Nacho y el placer de conocer a Teresa, un brindis con grandes vasos de batidos de frutas tropicales –que se note que estamos en Laos- sella el evento. Es una de esas veces que uno siente que no es una coincidencia en ruta, que no se trata de una anécdota, que algo ha nacido en ese bucle que el azar creó en una calle de Vientiane. El tiempo, verdadero juez implacable que dicta las sentencias sobre los presentimientos ...emitirá su veredicto sobre este cruce de destinos dentro de unos años.

-Hemos alquilado una canoa para mañana, ¿queréis que hagamos el recorrido juntos? –nos dijo Teresa. Ellos tienen más prisa que nosotros y lo que nosotros hemos ido demorando día a día, ellos lo han hecho nada más llegar.

Aquí estamos los cuatro navegando por el Mekong. Sus aguas discurren tranquilas pero pronto verán como su cauce aumenta a medida que parte del hielo de los glaciares tibetanos se derrita a la par que los seis cielos que lo cubren arrojan toda su furia contenida durante los meses secos. Los islotes y rocas que ahora vemos asomarse ufanos mientras las turbias aguas los asedian, quedaran sepultados bajos las riadas impetuosas del deshielo y las tormentas en violenta complicidad. Las raíces de los árboles que asoman en las orillas, se estiran para alcanzar las aguas, se retuercen sobre si mismas esperando la savia que a sus pies ahora transcurre y que pronto volverán a estimularlas y cubrirlas por completo. Unas chimeneas de cemento marcan la altura de las aguas, son los indicadores de alarma que avisan a la población cuando el nivel alcanza cotas peligrosas. El Mekong entonces podría comenzar a causar la cadena de desastres que suele ocasionar cuando pierde el control de su fuerza y pasión. Pero ahora nuestro piloto, Bounthieg, se mantiene tranquilo dirigiendo el pequeño timón de la barcaza en la que nos desplazamos, el Mekong se muestra sosegado. Tan solo se manifiesta cuando nos movemos de un lado a otro cambiando el peso que desestabiliza esta estrecha e inestable góndola. Pero somos obedientes, captamos su mensaje de sacudidas y nos volvemos a recolocar.

Llegamos a la gruta de Pak Ou después de dos horas remontando la Emperatriz de todas las aguas. En la gruta, los fieles han depositado a lo largo de los años figuras de Buda en diversas posiciones y diferentes tamaños. La cera de las velas apagadas por la brisa que recorre la cueva se ha solidificado. Volvemos al embarcadero donde nos espera Bounthieg, nos lleva a un pequeño poblado hmong donde las redes de pesca se secan colgadas de los balcones de la casas de madera. Pero lo que caracteriza a estos poblados son las centenares de tinajas de barro que aparecen alineadas por doquier.

Un niño en rabieta colérica imparable lucha ferozmente contra el agua de la palangana donde se le ha introducido para lavarle. Desde su olla de plástico, alineada con las tinajas, está bañando a su sonriente y combativa madre a base de tirarle agua a manotazos mientras su rabieta de alaridos inunda medio poblado. Otras mujeres de la misma familia trabajan impávidas en una especie de alambique de arcilla en ebullición, destilando de una forma artesanal lo que rellenará cada una de las ánforas vacías que nos rodean. Es el famoso lao-lao, el alcohol de arroz que tan profusamente consumen los laosianos y del que tan orgullosos se sienten.

Nos lo dan a probar pero no es el momento, tenemos el estómago vacío, no hemos probado bocado desde el desayuno a las 7 de la mañana y nos da miedo el efecto que pueda provocar en nuestras huecas tripas esa curiosidad etílica de gradación indeterminada. Nos lo anotamos mentalmente como algo pendiente antes de partir de Laos: "probar el lao-lao sin falta". Ahora mismo estamos más pendientes del pobre barquero que se tiene que haber quedado sin paciencia de tanto esperarnos con su canoa amarrada a la raíz desnuda del árbol ciclópeo que nos sirve de guía. Es hora de regresar, es la última tarde de Nacho y Teresa en Luang Prabang y tienen todavía pendientes algunas visitas. Esa misma noche nos despedimos de ellos y les deseamos lo mejor en su recorrido por las montañas del norte.

BAJO EL MANTO DE BUDA

Llamar "ciudad" a Luang Prabang es un amable cumplido para la segunda urbe más importante de Laos. Abrazada mimosamente por el río Mekong y su afluente Nam Khan, Luang Prabang es más bien un pueblo por sus dimensiones, su escasa población (18.000 habitantes) y la tranquila y reposada vida que transcurre por ella. Sin haber entrado todavía en los tiempos modernos (a excepción de vehículos y tendido eléctrico) es mucho más atractiva y romántica que Vientiane. El Nam Khan parece casi un hijo de la unión marital de la villa con el Mekong porque el triángulo que forman respira armonía y buen entendimiento, teniendo uno lo que le falta al otro forman una entrañable familia. Los edificios coloniales donde se mezcla rasgos franceses con la tradición lao consigue imprimir un carácter muy personal a sus calles. Pero los templos son de nuevo sus protagonistas.

Entramos al vat –templo budista- de Mai Suvannaphumaham, sus enormes columnas negras con filigrana dorada parecen transformarse en los barrotes de una jaula que nos atrapan sin posibilidad de escapatoria. Pero no hay cancela que retenga nuestros cuerpos, es el espíritu el que se siente capturado por el lugar, por las leyendas, por los seres fantásticos, por los santos y los demonios. El muro áureo de la fachada principal nos atrae como la luz magnetiza a un polilla en la noche, no siento ni el avanzar de las piernas, casi entro en el mural. Cada centímetro es una sueño, cada sueño una obra de arte, cada visión un mundo. Todo Laos está reflejado en los relieves de esta resplandeciente fachada: la fauna, la naturaleza, la vida rural y la vida espiritual laosiana han quedado congeladas y bañadas en oro.

Un monje envuelto en su ondulante y anaranjada túnica se asoma a la puerta del santuario, se descalza y entra. Reproducimos el ritual de la flotante llama azafrán en peregrinación y seguimos sus pasos entre las tinieblas del interior. Un gran Buda dorado irradia reflejos por toda la celda, muchos otros Budas menores nos miran desde su base, el incienso rasga la negrura con esas serpientes de corta vida que nacen de la luminaria de su extremo y que tras una breve danza flotante se diluyen en la nada.

Entre las tinieblas de la empalizada interior un desfile de custodios con cetros, bajo un firmamento de miles de Budas dorados incrustados en la pared, darán fuerza a los fieles para que sus bondadosos actos y vida piadosa rompa el ciclo de reencarnaciones para acceder al Nirvana. El halo santo y la belleza que le imprimieron los arquitectos y artistas que lo erigieron y decoraron a principios del siglo XIX le salvó de la destrucción cuando las banderas negras de los Ho de China apagaron el sol arrasando la ciudad en 1.887. Tan solo otro templo más se salvó de esos vientos de guerra invasores: el Vat Xieng Thong. Su recuerdo y su historia nos extraen del nimbo donde nos hallamos, es hora de acudir a otras llamadas.

Con acceso directo al Mekong a través de una espectacular escalinata, el vat Xieng Thong es el más hermoso de todos los vats. Alzado en 1.560 por el rey Saisetthathirat con categoría de "Monasterio de la Ciudad Real", desde entonces –y hasta el fin de la monarquía en 1.975- todos los reyes de Laos han orado bajo sus seis tejados en cascada. Muchas son las capillas que completan el complejo monástico con Budas históricos y todas sus paredes se hallan decoradas con las gestas del legendario rey Chanthaphanit, las epopeyas de héroes de leyendas laosianas como Siaw Sawat, una espectacular representación del árbol de la vida budista o escenas del Ramayana con algunos toques de erotismo. Allí están también las historias cotidianas del pueblo, relatos de la realeza, representaciones de la fe budista, alusiones a mitos de fuerte arraigue en la tradición popular, ...Todo está en el recinto, la mayor parte majestuosamente reflejado mediante mosaicos de cristales de colores y piezas de espejos damasquinados en los muros endrinos, púrpuras o fucsias de los diversos santuarios. Un arco iris de colores refulgentes se incendia de brillos cegadores cuando el sol incide sobre los bellos mosaicos.

El espíritu budista continúa extendiéndose como un reguero de pólvora invisible por los otros muchos santuarios que contagian su devoción por las calles de la ciudad. El Vat Visunalat ostenta la categoría de ser el más anciano del lugar cuando allá por el s.XVI levantaron sus primeros cimientos en madera. Lamentablemente el fuego no le perdonó a pesar de su condición sacra y el estuco y el ladrillo configuraron su posterior aspecto, más a salvo del fuego destructor. Uno tras otro, los vat nos van cautivando, todos tan parecidos y todos tan distintos, cada uno de ellos ha puesto su granito de arena para que la UNESCO decidiese declarar a la villa Patrimonio de la Humanidad.

El Phu Si desde su alta colina nos embelesa con sus vistas de la ciudad y su entorno. El Vat Manolom con su imponente Buda de bronce de 6 metros de alto y de dos toneladas de peso, convertido en un poderoso talismán al que todos acuden a venerar con candorosa bondad. El Vat That Luang con las leyendas de sus orígenes, que afirman haber sido fundado por misioneros ashokas venidos de la India en el siglo III. Seguramente una alegoría a la expansión peregrina del budismo ...pero suficiente para que el monarca Sisavang Vong lo eligiese como su última morada, sus regias cenizas son inquilinas de excepción del relicario principal. Y en cada nuevo tramo de calle descubrimos un nuevo templo con sus estupas apuntando al cielo, sus imponentes Budas dorados, las túnicas azafrán deambulando por doquier, muchas cabezas afeitadas sonriendo, tambores alojados en torretas aporreados sin fingida timidez por los monjes cada nuevo día para convocar a la oración, …

Su Palacio Real es un hermoso museo, sus estanterías y vitrinas exponen tesoros y piezas de arte de impresionante hermosura e incalculable valor. Sus salones y habitaciones dan una idea exacta de la vida de los reyes de otros tiempos. Pero a Marián la pararon en seco en el momento de entrar.

-¡No puede entrar así! -le dice el portero.

-¿No se puede entrar con los calcetines puestos? -le pregunta Marián creyendo que la impedimenta es que hay que ir totalmente descalzos. En todos los templos como en las propias casas de casi todo el Sudeste Asiático es norma entrar descalzos ...pero los calcetines son considerados como estar descalzo, nunca hay ningún problema y da algo de más de "seguridad".

-No, con los calcetines no hay problema. Son sus brazos, tiene que cubrírselos.

-¿Los brazos? ...¿Hay que cubrirse los brazos?

-Sí, tiene que alquilar una camisa en taquilla.

-¿No se puede entrar al palacio con los brazos descubiertos? ¿Cómo es eso? -La sorpresa de Marián es evidente.

-Es por respeto al lugar -le dice el portero, mientras le señala la taquilla y hace ademanes de que deje libre el paso.

Nos dirigimos a la taquilla y alquilamos la camisa para finalmente acceder al palacio. Es un situación realmente incoherente, en los lugares religiosos –hasta el más santo- no hay problema con las mangas sisa e incluso con los pantalones cortos o faldas, siempre que la vestimenta sea correcta y digna para el lugar. Nos ha impactado que un edificio civil, un palacio real convertido en museo ...se exija "por respeto" ir totalmente cubiertos. Máxime cuando el gobierno que cobra las entradas y marca las normas es el mismo que a finales de los setenta decidió recluir en las cuevas de los alrededores de Luang Prabang a los antiguos inquilinos de ese lugar –la familia real- para que muriesen en esas siniestras cavidades de las montañas ...como así ocurrió. Tan contradictorio como que muchos líderes comunistas del gobierno, declaradamente ateo, encabecen numerosas procesiones budistas de Laos. Tan curioso cómo que no se fíen de sus compañeros de partido que gobiernan los países vecinos porque les ven imperialistas (a China y Vietnam sobretodo). Prefieren la ayuda de las organizaciones internacionales de occidente, que aunque –evidentemente- tienen claros intereses políticos y económicos con esa "ayuda" ...por lo menos saben que no peligra su integridad territorial. Una tranquilidad para un país sin recursos, sin casi economía, con un ejército simbólico y con menos de cinco millones de habitantes, todos pacíficos, tranquilos y sin ganas de que nadie les complique la vida.

EL LLANTO DEL TIGRE

Los muros que hablan de Laos con su rica iconografía también reflejan las figuras de los animales que la habitan ...o han habitado el territorio. Siempre hay elefantes, incluso el escudo real en un elefante de tres cabezas. Laos era denominado el "País del Millón de Elefantes". Su imagen está por todos sitios en madera, en papel, en tela, en dibujos, en postales, en templos, palacios, casas, dinteles, pero ...¿dónde está ese millón de elefantes? Todavía no hemos podido ver ni uno.

Laos es el cuarto país después de Birmania, Tailandia y la India en número de elefantes domesticados. Se calcula que hay entre 1.100 y 1.350 cautivos o domesticados que se dedican a la agricultura o a cortar árboles y entre 200 y 500 salvajes, es decir, apenas llegan a 2.000 elefantes, cifras irrisorias para ese millón de antaño. Su ubicación los sitúa en zonas muy al norte del país. ¿Nos iremos del País del Millón de Elefantes sin ver uno solo?

Existen otros muchos animales salvajes que pueblan la geografía laosiana y un buen número de ellos se encuentran en vías de extinción. Entre todos ellos destaca el tigre, el gran perseguido. El desconsuelo de esa lenta desaparición es algo muy vivo en Luang Prabang, allí está Phet y todos conocen la historia de esa tigresa tan especial que sufrió el arañazo cruel de la caza furtiva.

Recién nacida y cuando se suponía que su futuro iba a ser juguetear con sus dos hermanos de camada hasta que fuese capaz de independizarse ...su destino quedó cruelmente alterado cuando su madre fue asesinaba por unos cazadores furtivos. La ley de la jungla no hace excepciones y su irremediable final era también la muerte tras una lenta agonía de hambre, tristeza y desesperación.

Unos agricultores los encontraron siguiendo el sonido del llanto de los tres cachorros desamparados. Los entregó a la ciudad pero los dos cachorros machos no consiguieron sobrevivir. Phet –como fue bautizada- ya huérfana de madre y hermanos, y tan fuerte como seguramente se mantuvo su madre hasta el último momento, consiguió alcanzar el tremendo tamaño que luce hoy tras llegar a Luang Prabang ese trágico septiembre de 1.999. El pobre animal, debido a la ausencia de su madre y la vida en cautividad no ha podido aprender a cazar y a protegerse por sí misma. Nadie aportaba fondos para su supervivencia y una sociedad francesa de ayuda a la agricultura se hizo cargo de los gastos, la alimentó y la cuidó. Si bien disfrutó de juegos y mimos cuando era pequeña ...cuando creció tuvo que ser recluida en una jaula levantada en los jardines. Su hogar se convirtió en una minúscula cárcel y ahora se está haciendo lo imposible por conseguirle un lugar más digno. Pero desgraciadamente recibe muchos apoyos y solidaridad pero muy poco dinero, sin contar las muchas trabas administrativas de un gobierno burocrático en exceso.

Allí estaba Phet, con sus movimientos de cachorro grande, con un poder sobre la vida y la muerte de los otros seres que ni ella misma conoce, sin apenas espacio para moverse, una historia triste, una víctima más del hombre con sus ambiciones, avaricias, sed de posesión de piezas únicas, obsesiones por el vigor sexual, …

TEMPLOS DE ARENA

El Pimai sigue inexorable, sus actos y celebraciones se reparten a lo largo de una semana. Esta tarde las protagonistas son las arenas del Mekong que nos esperan en la otra orilla. Pero antes de llegar al embarcadero ...una nueva prueba de "agua" (escena que se repetirá al desembarcar). La calle hacia la escollera está tomada por las "fuerzas arrojadoras" de agua y harina. Cubos y mangueras disparan sin cesar a todo viandante que se atreva a pasar ante ellos. Con el equipo en bolsas impermeables y a base de carrerones y altos en zonas fuera de tiro, logramos llegar al minúsculo muelle. Cruzamos el dilatado Mekong en una de las infinitas canoas que harán centenares de viajes en el día de hoy. Los brillos de las aguas se ven cortados por las agujas negras que deambulan frenéticamente de una orilla a la otra. Miles de personas se desplazan a las arenas del margen sur, unas como espectadoras y las demás ansiosas y excitadas por emprender la labor de la construcción de estupas de arena.

Las estupas de arena brotan sin cesar y florecen con estandartes, banderolas, dibujos de Buda, representaciones del horóscopo asiático, pináculos, ...No hay concurso, no hay ganadores, tan solo la sana intención de pasar un día de fiesta y llenar el Mekong de estupas que, como ingenuas mariposas, desaparecerán en un día o dos.

Y también está el concurso de Miss Pimai, bellezas de toda la zona norte competirán a lo largo de tres días, la ganadora será la Reina del Pimai, el rostro del Año Nuevo y también candidata a Miss Laos para el concurso internacional de Miss Universo. Durante tres días desfilan todas esas bellezas, con ese pelo azabache que brilla de puro oscuro, con esa piel de porcelana ligeramente tostada -que tratan injustamente de disimular con polvos que le aclararen la piel- y esos rasgos suavemente achinados. Las misses de cada distrito lucen los trajes típicos de la zona o etnia local a la que pertenecen y de esta forma podemos tomar un primer contacto con algunas de las tribus de la montaña.

Ya hay una ganadora, las procesiones vuelven a invadir las calles con mujeres, niños, ancianos, hombres y agua, mucha agua, demasiada agua. Se inicia el desfile de Miss Pimai, si en otros tiempos se hacía en elefantes ...ahora se hace con camiones hermosamente ataviados como carrozas ...pero camiones al fin y al cabo. Qué pena que hayan desaparecido los elefantes hasta en esta celebración. En la más espectacular carroza, dos serpientes nagas arropan un gigantesco búfalo remarcablemente logrado y construido con madera, papel maché y pintura. Sobre él ...Miss Pimai enarbolando un laúd y una espada, la poesía y la fuerza. Abriéndola paso, un enorme cortejo de lo más ecléctico, desde damas de honor, niñas y chicas ataviadas con el traje de gala laosiano hasta las autoridades locales. Monjes y novicios escoltan a su vez las carrozas de los venerables padres budistas más ilustres de los diferentes templos de la ciudad. Los genios de la naturaleza no pueden faltar. Con sus peludos cuerpos y sus rostros encendidos en sangre avanzaban los cabezudos por las calles seguidos del pueblo que baila y canta desenfrenado. El sol se luce a propósito y también quiere pasearse con toda su fuerza entre los cuerpos de los participantes de la gran procesión. Nos intenta deshidratar.

BIENVENIDOS AL AÑO 2.544

Otra nueva mañana de fiesta y un mercado ocupa la avenida principal durante horas mientras el tráfico es cortado. Los centenares de tenderetes tienen de todo: parejas de pajaritos en pequeñas jaulas para liberarlos junto al río Mekong, telas, cerámica, tómbolas, tiro al blanco, puestos ambulantes de comida, dulces, refrescos...la ciudad entera y los habitantes procedentes de todo el país se han echado a las calles esa radiante mañana de domingo. Una marea humana que apenas deja paso para caminar. Y todos con una enorme sonrisa dibujada en sus rostros. Mañana es el gran día, mañana entramos en el año 2.544 y cientos de pájaros han quedado libres para hablar con las almas.

Ya estamos en un nuevo año budista y todos desean lo mejor para sus vidas. De nuevo una de esas sorprendentes escenas de Laos, todos buscan cerrar el ciclo de las reencarnaciones y llegar a Buda pero el animismo no ha desaparecido. Uno de los ritos animistas de Laos es el "Basi" ...y hoy es día más importante para celebrarlo, cuando comienza el nuevo año. Cada hogar tendrá su Basi. El ritual intentará reunir las 32 almas o genios que poseemos todos y cada uno de nosotros para conseguir que la salud y la fortuna nos acompañe todo el año, es una ceremonia de protección y bienvenida. Sentados en el suelo nos reunimos un nutrido grupo. En el centro un pequeño altar en forma de jarrón -el "phakhuan"- está lleno de flores, hojas de banano dobladas y ramas de las que cuelgan cordones blancos. A los pies del phakhuan las ofrendas para los espíritus presentes: bananas, dulces de muchos tipos, arroz, algas fritas del Mekong, dinero y ...lao-lao, ¡el alcohol de arroz que no probamos en el pueblo de pescadores! Ahora tendremos ocasión de catarlo ...sin el impedimento de tener el estómago vacío, casi todas las cosas tienen buena pinta.

Preside el ritual un "maw phawn", casi siempre un anciano que en algún momento de su vida fue monje (¿quizás para conciliar animismo y budismo?). Comienza dando la bienvenida al grupo y acto seguido comienza a recitar un cántico en lao repartiendo bendiciones sobre los participantes que con las manos en actitud de oración, palmas unidas, seguimos atentos sus indicaciones. Mientras continúa la salmodia debemos tocar la base del altar, aquellos que no llegan tocan el brazo de su compañero más cercano hasta que se forma una cadena humana unida al altar de las ofrendas. Una vez que el "maw phawn" termina las invocaciones tomamos los cordones blancos del altar. Y comienza la labor de atarlos en las muñecas de los compañeros de ceremonia. Mientras me coloca cada uno de ellos un cordón en cada muñeca me desean en laosiano todo tipo de suerte, felicidad y fortuna en la vida y en nuestra aventura. Cuando llevo unos catorce o quince cordones anudados al brazo me dirijo a Marián y ella a mí y nos colocamos los respectivos cordones. Los dos sabemos muy bien cual es nuestro deseo más íntimo, sobran las palabras.

Tras la imposición de cordones el sacerdote nos bendice con agua y comenzamos a distribuir las ofrendas comestibles para saborearlas en honor de las almas ya reagrupadas en cada uno de nosotros. Pero lo primero que circuló ...resultó ser el lao-lao, ¡y por el lado de Marián! Al final tomó el lao-lao más en ayunas que cuando no nos atrevimos a probarlo. Desde la cena del día anterior no habíamos probado bocado y ya eran las nueve de la mañana. Su rostro dejó más que patente que la gradación era importante y que le había sentado como un tiro así que aproveché los platos de comida que ya circulaban para engullir algo antes que la botella llegase hasta mi. Se ofrece en un vasito pequeño y hay que tragarlo de golpe. Normalmente, tras la ingestión del alcohol te dan un vasito de agua pero esta vez tuvo que esperar a que terminase la ronda. Marián sofocó esa flecha de fuego que sintió desde la lengua hasta el estómago sirviéndose de la bandeja que contenía algas del Mekong. Tras la comida llega el momento de bailar y las mujeres laosianas ni cortas ni perezosas nos sacan a hombres y mujeres para danzar al compás de los músicos. Unos músicos que con sus instrumentos tradicionales amenizan la velada. Y las risas y cánticos de corte amoroso no paran de brotar, entre trago y trago de "lao-lao", hasta muchas horas después.

Risas, alcohol, fiestas, bailes con representaciones del Ramayana y más procesiones santas, la más importante durante el segundo día del nuevo año. Ese día, los monjes sacan a hombros el pequeño Buda de Oro custodiado en el Palacio Real y se le entroniza en el templo Mai. Es la única ocasión que se muestra en público. Rezos de los monjes, plegarias de los peregrinos, intensas fumarolas de incienso y velas, bendiciones, cánticos y finalmente un desfile interminable de fieles que bañan con agua al Buda de Oro para que les dé protección y un buen año de lluvias. Mañana el Buda regresa al Palacio Real y el Pimai habrá terminado.

EL TRIANGULO DORADO

Todavía con el sabor fogoso del espíritu del Pimai partimos hacia las montañas. Los poblados que nos encontramos por el camino nos demuestra que si algunos grupos de jóvenes lo empezaron antes ...muchos otros lo alargan fuera de sus fechas y siguen celebrándolo durante el resto de la semana. Muchas resacas que culminan con el chapuzón de todo el pueblo en los ríos colindantes, agarrados a descomunales cámaras de neumáticos que hacen la función de flotadores.

Nos vamos acercando al Triángulo Dorado. Tailandia, Birmania y Laos son las partes que componen este triángulo donde el cultivo del opio, desde épocas ancestrales, trae de cabeza ("oficialmente") a las autoridades de los tres países.

De hecho, no nos preocupa la inseguridad de la zona porque "no suele" haber riesgo para los extranjeros. Tan solo hay que cumplir las sencillas premisas de no meterse en las parcelas de jungla de cada Señor de la Droga y desde luego, nada de involucrarse en el tráfico de droga. Son historias que siempre acaban mal, o como víctima de los propios narcotraficantes o escuchando una sentencia de muerte dictada por un juez del Tribunal Supremo de Tailandia. El nubarrón que realmente planea sobre nuestras cabezas es el frente de guerra que se acaba de abrir entre Birmania y Tailandia en los alrededores de Mai Sai, a escasos kilómetros del paso fronterizo de Huay Xai ...por el que debemos penetrar en Tailandia.

El inicio del conflicto fue debido a tropas birmanas que se adentraron en territorio tai en una supuesta persecución de la guerrilla Shan y ocuparon una pequeña parcela de territorio tailandés. La respuesta de Tailandia fue fulgurante e inmediata, el ejército expulsó a las tropas birmanas por las armas y se inició un cruce de acusaciones sobre apoyo a la guerrilla, planes de lucha anti-droga, complicidades con los narcos, poniendo en tela de juicio la soberanía de ese pueblo ocupado, acusándose ambos gobiernos de intereses ocultos, ...El resultado fue que Birmania respondió militarmente a esa expulsión de sus soldados y los tiroteos y bombardeos con fuego de mortero y artillería se iniciaron entre los dos países. Todas las fronteras de la zona se cerraron pero afortunadamente el paso lao-tailandes de Huay Xai se reabrió al poco, venciendo a todas las previsiones que le condenaban a ser cerrado mientras durase el conflicto debido a la cercanía de la zona de guerra. Si se volviese a cerrar nos obligaría a una tremenda marcha atrás puesto que habría que regresar a Vientiane. Confiemos que el frente siga estable para cuando lleguemos.

Desde Luang Prabang nos dirigimos a la zona tribal de Muang Sing. Durante los días que vamos surcando las montañas del norte gozamos de espectaculares paisajes de montañas con exuberante vegetación, ríos que resplandecen bajo el sol mientras sesgan la tierra y cuevas que son las cuencas vacías de los inexistentes ojos de los cerros calcáreos. La pista no permite mucha velocidad así que el paisaje se disfruta tranquila y pausadamente. Los pueblos que van surgiendo son casi idénticos, toda la arquitectura es de madera, bambú y hojas de palma. La mayoría de las cabañas se levantan sobre pilotes con la doble intención de tener una planta baja al aire libre que les sirve de establo a la par que en caso de riada ...las aguas no se lleven la choza por delante. Las escuelas están siempre a las afueras del pueblo y las clases básicas duran nada más hasta las diez u once de la mañana, el campo y el cuidado del ganado necesitará el resto de la jornada de los niños.

Pero ni en las montañas conseguimos librarnos del calor, ni siquiera en Muang Sing, donde confiábamos encontrar una guest house y dormir bajo las aspas de un ventilador en movimiento perpetuo. Nuestro gozo en un pozo, no hay ventiladores porque ...tan solo hay electricidad de seis y media a nueve y media de la tarde, tres horas al día, lo justo para superar el ocaso e irse a dormir temprano. Aquí en vez del móvil enganchado al cinto todos van con las linternas en bandolera. Ante ese panorama decidimos seguir acampando los días que estemos por la zona.

EL ALMA DE LOS ELEFANTES

El mercado de Muang Sing ya delata la zona donde hemos penetrado y la proximidad de la frontera con la China se deja sentir, apenas diez kilómetros nos separa del extenso país. Casi la totalidad de los productos como tabaco, radiocasettes, plásticos, navajas, de todo, ...provienen del gigante asiático. Y también se pasea entre los tenderetes o tiene los suyos propios –con ropas y telas bordadas- el otro signo identificativo de este emplazamiento: las etnias de las montañas. Nos codeábamos con los Akha cubiertas de abalorios y monedas de plata; sonreíamos a las Thai Dam, con sus ajustadas chaquetillas cortas azul eléctrico y el pelo bajo una toquilla negra finamente bordada; hacíamos cola junto a las Mien, siempre con un gran casquete negro tipo turbante con bordados y la gruesa estola de lana roja rodeando el cuello.

Pero cuando te mueves por estos territorios fronterizos el ambiente y el comportamiento es idéntico al resto de Laos hasta el instante en que las minorías étnicas comienzan a ofrecer el perseguido "veneno". Los pósters advirtiendo sobre el consumo y compra de la droga –principalmente el opio- aparece en casi todos los establecimientos de las ciudades montañosas como Udomxai, Luang Nam Tha y Muang Sing. Se ha convertido en un problema muy preocupante, especialmente ante la facilidad con que adquiere adeptos entre la juventud. Parece ser que el turismo de la droga –viajeros que tan solo venían a fumar opio todo el día- ha contribuido en parte a que la juventud fumen por considerarlo "moderno".

Por cualquiera de las pistas que salen de Muang Sing es fácil acabar en algún pueblecito de las tribus hmong o de los akha (los más numerosos). Con el calor que hace la vida transcurre sin sobresaltos. Las casas siguen siendo como palafitos de secano a cuya sombra duermen todo tipo de animales de granja: gallinas, pavos, cerdos y búfalos acompañados de perros y gatos que evitan sofocarse al sol. Las mujeres, con los bebés a cuestas, se reúnen en los porches del primer piso para charlar de sus cosas. Los hombres en el poblado que visitamos en esos momentos se reunieron armados con cuchillos, navajas y hachas para dirigirse al bosque cercano. Se disponían a despedazar un cerdo. Los niños no paraban de traer cubos de agua de una fuente que los noruegos le instalaron hace dos años y abastece de agua a la aldea. Otros se consagraban a confeccionar amuletos protectores que colgaban de los árboles. Otros se dedicaban a fumar opio en pipas.

Los hombres han perdido la tradición y visten con camisetas rotas y pantalones raídos. Es en las mujeres donde reside las distinción de la tribu a la que pertenecen. Sus tocados lo dicen todo. La mayoría de las aldeas que encontramos en el camino son akhas, todas van con unos casquetes de colores adornados con enormes monedas de plata y van desnudas de cintura para arriba en su vida dentro del poblado (se cubren para salir). Los niños atados a sus espalda con gorritos de colores. Una mujer, prácticamente desnuda, hilaba con una tejedora muy rústica el hilo blanco que luego será teñido para elaborar sus ropajes.

Cuando se acostumbran a nuestra presencia nos dejan deambular a nuestro aire y nos permiten sentarnos con ellas en los porches para aliviarnos del calor. Lo mejor es ir con tiempo para confraternizar amistosamente aunque la conversación es sumamente limitada debido al idioma. Viven extremadamente humilde pero la comida, el ganado y la ropa que ellos mismos confeccionan no les falta. Desaconsejan dar camisetas o caramelos que pueden afectar su modus vivendi y acaban convirtiéndoles en pedigüeños. Y eso fue lo que nos encontramos en otros poblados, una nube de niños pidiendo caramelos y dinero cuando nos asomamos por el pueblo. El tiempo que se les dedique es fundamental para que aprecien la diferencia.

Deambulados tranquilamente durante varios días por los caminos de las montañas hasta que pusimos rumbo hacia un nuevo horizonte donde también se concentra otra población tribal importante. Hacia ella encaminados nuestros pasos.

La pista de 200 kilómetros que nos separa de Tailandia está enormemente deteriorada. Su tierra rojiza tiene las marcas de las heridas que las esporádicas lluvias le han ocasionado. El sol durante los meses secos se ha encargado de coagularlas y ahora muestran su rostro rudo y salvaje. Las lluvias incipientes que tuvimos en Vientiane y Luang Prabang nos alarmaron pensando en el momento que nos tocaría recorrerlas pero solo las ha avisado sin dañarlas más aún. De eso se encargarán los meses venideros y entonces se convertirán en un terreno impracticable que quedará cerrado durante meses. El recorrido comienza con un contraste impresionante de tierra encarnada y deslumbrante selva esmeralda que se va suavizando a medida que nos acercamos a la zona fronteriza. Tan solo esa sombra de inquietud por los enfrentamientos entre los ejércitos birmano y tailandés a pocos kilómetros de donde nos hallamos y que han cerrado esta frontera hace poco ...al igual que otras zonas del norte de Tailandia. El paso Huay Xai se reabrió ...esperemos que siga abierto.

Estamos a punto de cruzar de nuevo el guardián de las fronteras laosianas, la reina de las aguas, la fuente de la vida y ...la muerte, el Mekong. Ahora, como en aquella tarde llena de inquietud y esperanza cuando por primera vez lo cruzamos, me dirijo de nuevo a las aguas.

-Mañana cruzaremos deprisa tus dominios. He venido a despedirme de "Lancang Jiang", para desear lo mejor a "Mae Nam Khong", decir a "Tonle Thom" que no la olvidaremos, sentir entre mis dedos a "Cuu Long". Nos volveremos a encontrar dama de las "aguas turbulentas", señora de la "grandes aguas", soberana "madre de las aguas", majestad de los "nueve dragones". Hasta pronto Reina Mekong.

-Adiós viajero, te he reconocido, recuerdo cuando conversamos aquella tarde. Me alegro que te haya gustado mi obra pero siento mucho que la tierra que trato de vivificar no te haya podido dar la oportunidad de ver a los elefantes que durante tantos siglos han bebido de mí. Pero recuerda, cuando veas brillar el sol del atardecer sobre mis aguas piensa que los destellos que me arranca son las almas de aquellos elefantes y sus compañeros de la selva que parten hacia el paraíso donde ya nadie les podrá dañar. Feliz viaje, extranjero.

Resto de crónicas de la ruta

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Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.