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Crónica 41,

Sikkim I - Las puertas del reino

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Sikkim

Inspiramos fuerte, el aire fresco que entra a nuestros pulmones es respirable. Parece que fue ayer cuando todavía nos costaba respirar por el calor y la humedad ... bueno, la verdad es que era realmente ayer cuando todavía ocurría eso en cada inhalación. Todo nos presagia un mundo distinto. Las pequeñas colinas que vislumbrábamos ayer en la lontananza se han transformado hoy en el poderoso Himalaya cuando alcanzamos Siliguri, último punto de la gran llanura del Ganges. A partir de este instante todo nuestro avance será a través de la cordillera más alta del mundo.

La conducción también es distinta, se siguen cometiendo las mismas salvajadas pero todo el tráfico rodado va más perezoso; la estrechez y el zigzaguear de las carreteras y pistas no permiten la velocidad de la llanura, ni los movimientos fantasiosos de volante ni tampoco la prepotencia de los dinosaurios de hierro. Todo va a cámara lenta. Dos vehículos no caben en la calzada así que todos tenemos que detenernos cuando nos encontramos de frente, no importa el tamaño ... si no se cabe ... no se cabe, ambos tenemos que maniobrar lentos para no enganchar las carrocerías.

Hasta ahora hemos conducido más de 12.000 km. por la India y aún sabiendo que nos quedan unos 6.000 más (entre Sikkim -ahora- y Ladakh, después de nuestro paso por Nepal) ... la sensación ya es distinta. ¡Estamos en el Himalaya! Y eso significa que el riesgo de colisión ha disminuido considerablemente aunque paradójicamente aumente el riesgo de despeñarse, de ser impactados por una roca que cae colina abajo o de quedar atrapados por una avalancha ... pero nosotros los consideramos riesgos del "oficio", son factores "naturales" y en muchos casos el salir airosos es un asunto que depende exclusivamente de nosotros mismos, nadie más interviene ... mejor solos que mal acompañados.

En total serán unos 18.000 km. a través de la India, pero si añadimos los 11.000 ya conducidos en la Ruta de Alejandro Magno del 92 ... nos suma un total de 29.000 km. ¡Casi nada! El país con la conducción más peligrosa del mundo tiene nuestro récord de kilometraje y será difícil superarlo en el futuro ¿Quizá en China cuando decidan humanizarse y entiendan que la solidaridad y la hospitalidad son los bienes más preciados de la humanidad? Quizás sea el único país que ofrezca una exploración tan fascinante y rocambolesca que pueda alcanzar ese kilometraje, pero para que vayamos a tan exótico lugar el gobierno chino tendría que cambiar su comportamiento y dejar el racismo y el desprecio a las otras culturas ... o por lo menos disimularlo un poco más y que no sea tan evidente.

Lo que sí que es evidente es que la conducción India nos ha dejado huella. Quizás nazca de ahí el "síndrome de exconductores por India", que vendría a ser como el "síndrome de los excombatientes del Vietnam" pero en vez de ponerse a cubierto de un enemigo oculto haría gestos violentos de volantazos en mitad de la noche, ... en vez de oir disparos oiría bocinas en sueños ... o gritando "¡Hay que salirse de la carretera!" ... quizás nazca una paranoia de ser perseguido por todo lo que tiene ruedas ... "¡Torpedo a babor, detener las máquinas para evitar impacto!" ... Quizás me vuelvan a entrar sudores cada vez que vea un paso a nivel y regrese a la memoria el patético espectáculo que se produce por estas tierras cada vez que una barrera corta el camino. Y eso que nos adaptamos a su manera de conducir, tras la primera expedición a la India comprendimos que para sobrevivir hay que volver a seguir al pie de la letra una frase de un gran filósofo de reconocido prestigio internacional, Astérix. Le dijo a su compañero: "Obélix, en Bretaña haz como los bretones".

En estas carreteras hay que mostrar reacciones previsibles para los otros conductores, tienes que ser un indio más, todo se pasa tan rápido que no cabe lugar a fantasías ... los imprevistos se pagan "caro". Hay una jerarquía y un modus operandi, hasta la más profunda selva tiene sus leyes, ... será la "ley de la jungla" pero es "su" ley y hay que conocerla y aplicarla. Hemos conducido por medio mundo y nuestra conducción es camaleónica, nos adaptamos completamente a la conducción de dicho país (Egipto, Irán, Georgia, ... no son una broma) pero la India rebasa todo lo imaginable. El resultado es obvio, mi forma de conducir se ha "asilvestrado" notoriamente. Quizás, en el lejano día de regreso a la civilización, necesite un curso de reinserción a la sociedad. Quizás tenga que solicitar el ingreso en la ACAA (Asociación de Conductores Asilvestrados Anónimos) e iniciar una de esas terapias de grupo que en todas las comedias comienzan con la presentación del recién llegado: "Hola soy Vicente y soy un conductor asilvestrado". Un coro de voces contesta ... "Bienvenido Vicente, te queremos y vamos a ayudarte" ... Dios mío, menuda película. Está claro, ya empiezo a divagar, creo que son los primeros síntomas de esquizofrenia.

RETORNO A LAS CUMBRES

Pero volvamos a poner los pies en la tierra, o mejor dicho, en las nubes. La puerta de paso obligado para entrar en los valles intemporales de Sikkim es Darjeeling. Las extensísimas plantaciones de té que nos acompañan en nuestra ascensión a las nubes aparecen como mosaicos de cerámica esmeralda, donde mujeres de tez oscura y trajes de vivos colores se apresuran para recoger las hojas de té. Grandes telas o cestos de mimbre atados a sus cabezas se irán llenando uno tras otro del preciado producto, máxima riqueza de estas montañas y ocupación de unas 46.000 personas en la zona.

En una de las muchas curvas hay un chamizo de paja que posee una balanza. A él van llegando las recolectoras de té con sus cestos cargados de su pequeño tesoro. En riguroso orden van descargando las cestas en la gran báscula. Los encargados de pesar apuntan diligentemente la cantidad aportada por cada trabajadora... y de nuevo regresan a los campos para seguir con la agotadora labor.

La ascensión a través del manto verde que cubre el paraje será de 81 km de una loca y zigzagueante carretera construida por los ingleses en el s. XIX. La estrecha banda de asfalto está superpuesta a la antigua pista, era la única vía de acceso y paso obligado de todos los suministros y todas las exportaciones de la ciudad. Carros tirados por bueyes cargaron las vitales mercancías hasta el llano a través de esa serpenteante carretera, conocida, aun hoy en día como la "Hill Cart Road" (Carretera del Carro de Montaña), puesto que su largo y complicado trazado obedecía a la creación de una suave pendiente que debía permitir que carros tirados por bueyes pudiesen superarla.

A finales del s. XIX se impuso una determinante decisión para abaratar los costes de transporte de "tiro animal", que llegaba a triplicar los precios del mercado de Siliguri. La solución fue un ferrocarril cuyos raíles seguirían la única vía factible de ascenso: la Hill Cart Road. Ese romántico trenecito adquirió el nombre de "Toy Train" (tren de juguete) por su pequeño tamaño y su forma de trepar por las colinas. Es verdaderamente la imagen real del trenecito vivo de los cuentos, resopla, se para cuando no puede más, es lento pero alegre y su estridente silbato saluda a todo el valle y todo el valle le saluda cuando pasa. Cuando lo vimos por primera vez -venía de frente- nos tuvimos que apartar porque no cabíamos los dos en la calzada; bajo una diadema de seis estrellas tiene sus ojitos rojos que nos dedican un guiño de bienvenida. Bajo ellos, su boca, ahora horizontal por el esfuerzo pero ... ¡intenta sonreír! Es un encanto. Son seis horas de "juego" para hacer tan sólo 81 km; toda una experiencia inolvidable que sólo se ve igualada por la belleza del entorno. Su trazado es un prodigio de la ingeniería de la revolución industrial que de nuevo se parece más a una maqueta infantil que a una obra real. Incluye cuatro "rizos" completos (giros circulares de 360o para superar una pendiente) y cinco tramos de fuerte zigzag. Su avance paralelo con la estrecha carretera no es siempre posible y nuestro Montero tuvo que cruzar las vías del trenecito... más de cien veces.

De nuevo vuelve a nuestra memoria la primera vez que ascendimos por está simbólica ruta a bordo del Mitsubishi Montero "Karma de Ceuta". Ahora hemos vuelto con otro Mitsubishi Montero, pero bautizado "Ceuta 2.000", por tratarse de la última gran ruta nómada del milenio. Cuando partimos de aquí hace siete años y medio, nos despedimos de ella cuando sus majestuosos picos se recortaban perfectamente sobre un límpido cielo azul. Hoy, la copiosa nubosidad no nos permite distinguir ninguno de esos gigantes de los que entonces disfrutamos. A medida que vamos subiendo atravesamos literalmente muchas de estas rutilantes nubes. Estamos envueltos en una atmósfera opaca que ensombrece nuestra llegada a la puerta de Sikkim, a la "Ciudad de los Relámpagos", significado etimológico de Darjeeling. Si entonces nos libramos de comprobar el sentido de su apelativo ahora íbamos a tener oportunidad de ratificar el nombre con el que acertadamente le bautizaron. Dos gigantescas tormentas rindieron honores a su apelativo.

Siempre embriagados por el vergel montañoso, nos íbamos encontrando pequeñas poblaciones que eran el reflejo de la vida inglesa colonial. A pesar de la moderna y antiestética uralita, retazos del ambiente del Imperio Británico siguen presente: mansiones victorianas, apartamentos de madera, césped delicadamente recortado y un sinfín de pequeñas iglesias anglicanas con puntiagudos campanarios, nos prueban que este remoto e idílico lugar fue el balneario más importante de la zona de Bengala.

Desde que se descubrieron mutuamente los indios y los británicos, han intercambiado gustos y costumbres. La pasión que sienten en la India por el cricket, el deporte nacional, la aportaron los ingleses. Pero el polo que tanto aman los anglosajones nació en el subcontinente indio. Y por supuesto, el té que crece en las colinas indostánicas no falta en ninguna casa británica todos los días a las cinco.

Seguimos avanzando por los dominios del Kanchenjunga, el tercer pico más alto del mundo, que hoy ha decidido envolverse en una gasa de vaporosas nubes y permanecer oculto. Llegamos a Ghoom, sus casas se hallan literalmente colgadas de la ladera de la montaña. Su emplazamiento sobrepasa todas las leyes de lógica humana al desafiar, de esa forma tan provocativa, las abruptas paredes verticales de los barrancos. En este pueblo en levitación se eleva el monasterio budista más célebre de la zona de Darjeeling, alberga una imagen de Maitreya, el Buda venidero. Los extranjeros tienen acceso a este sagrado lugar y con asombro admiramos el hierático rostro de Buda. Los rasgos de la cara están perfectamente definidos y según la profecía el próximo Buda en la tierra deberá ser reflejo de esta detallada escultura; mientras llega ese día los monjes veneran la estatua y explican a los visitantes el paso por la tierra de los cuatro anteriores profetas del budismo. Vidas llenas de misticismo en busca de la iluminación que conduce al descubrimiento de la verdad, único camino de mejorar el continuo renacer del karma en sucesivas existencias.

LA CIUDAD DE LOS RELÁMPAGOS

Y por fin vemos en el horizonte a Darjeeling, la "Ciudad de los Relámpagos". La ciudad no es atractiva desde aquí pero sus vistas evocan al mítico Shangri-La, el lujurioso reino perdido de armonía y felicidad, un remoto valle paradisíaco descrito por muchos aventureros de unos tiempos lejanos y que lo emplazaba -sin dar más detalles- en el corazón de los horizontes infinitos y puros del prodigioso Himalaya. Sikkim realmente posee todos los ingredientes para ser considerado como uno de los últimos "Shangri-La" por la lontananza, espectacularidad de sus montañas, la variedad de su flora y fauna , los antiguos monasterios budistas y ... su misticismo. Nunca fue fácil recorrerlo, se abrió a los extranjeros (pidiendo un permiso especial) unos pocos años antes de 1.992 (nuestra primera visita) y aún hoy en día se necesitan unos permisos muy regulados por las autoridades militares.

Antes de entrar en la localidad hemos de hacer un alto para contemplar en su conjunto la extraña ciudad a 2.300 m de altura. No existe un sólo lugar llano, todas las casas se hallan desparramadas en un sinfín de colinas que con sus ondulaciones moldean este inequívoco perfil montañoso. No sólo contemplamos su espectacular emplazamiento sino también su historia más reciente, tan curiosa como su enclave. Cuando los británicos llegaron por primera vez al lugar, la región pertenecía al reino de Sikkim, estaba cubierta de bosques y prácticamente deshabitada. Sikkim era un estado tapón que comunicaba el Tíbet, Nepal, Bhutan e India. Su importancia estratégica era de incalculable valor y ante la imposibilidad de dominar Sikkim (carecía de vías de comunicación, las montañas eran incontrolables,...) decidieron "comprar" Darjeeling al chogyal (soberano) del reino himalayo. El estipendio anual ofrecido debió parecerle correcto y en 1835 el Imperio Británico poseía la "antesala" de todas las comunicaciones de esta montañosa zona. Su apogeo y desarrollo no se hizo esperar y este cotizado balneario se convirtió en un auténtico paraíso para lo más selecto de la oficialidad británica.

El Imperio Británico siguió su historia y con el tiempo se fue diluyendo, la India siguió su historia y obtuvo la independencia en 1.947. ¿Y el pequeño Sikkim? Sikkim también siguió su curso histórico pero como nunca perteneció al Imperio Británico (era un protectorado) no fue absorbida por la India y siguió siendo una monarquía independiente. Llegó el año 1.975, ese año el rey tomó una impactante decisión para su reino, no era popular entre sus súbditos, había muchos disturbios y se intuía una insurrección popular que seguramente aprovecharían los chinos. Estaba realmente preocupado por la eterna avaricia e imperialismo dictatorial chino porque la historia de las acciones militares de ocupación de los territorios vecinos es bien conocida: Cachemira, Asia Central, sureste asiático, ... o la terrible subyugación del Tíbet a los intereses del "imperio". El expansionismo y represión en los territorios ocupados hizo temer lo peor a Sikkim (un territorio como una mota de polvo al lado de China) y el monarca pidió la anexión a la India, que por lo menos ofrecía ciertas garantías y tenía un sistema de gobierno bastante parecido a una democracia, con muchos defectos pero ... ¡una neo-democracia al fin y al cabo! A la población sikkimesa, la idea de ser republicanos les atraía y la idea de verse dominados por los chinos les daba pavor. El monarca, que veía que se le escapaba todo de las manos, convocó un referéndum y el 97% de los votantes ratificaron que querían integrarse a la India y renunciar a la monarquía. China, ni siquiera en la actualidad, reconoce que Sikkim pertenezca a la India y dice que es parte del Tíbet porque los tibetanos lo consideraban un estado vasallo ... y como el Tíbet lo ocupan ellos, pues por "lógica aplastante" ... Sikkim es suyo. Sin comentarios.

Los indios no se fían de las intenciones de los chinos así que despliegan tropas por todo el territorio y refuerzan las fronteras, medida que se mantiene hasta hoy en día. Todo parecía solucionado para vivir en "paz" pero ... este paradisíaco paraje tuvo acontecimientos sangrientos en la década de los 80. Un sector de la población, originaria de la vecina Nepal que fue estableciéndose allí a lo largo de la historia hasta constituir ... ¡el 75% de la población! se rebela y crea el Frente de Liberación Gurkha, exigiendo la creación de un estado independiente con el nombre de Gurkhaland. El terrorismo y las masacres comenzaron y durante muchos años centenares de personas perdieron la vida y varios miles se quedaron sin hogar. Sikkim se cerró de nuevo. Finalmente, la razón se impuso sobre la desangrante espiral de violencia y todos los frentes iniciaron el diálogo. Poco a poco se fue pacificando y desde hace una década está abierto de nuevo a los viajeros. Hoy en día es un remanso de paz que no deja entrever ni un ápice de su reciente pasado sangriento.

Verano del año 2.000, cruzamos una gran nube gris que nos empapa el todo terreno y entramos en Darjeeling. Moverse por esta ciudad-risco en vehículo es demencial, el ancho no da para cruzarse dos vehículos y el zigzag de las estrechas calles tampoco permite el giro y los tramos de subida o bajada tenemos que hacerlos marcha adelante y marcha atrás alternativamente. A pesar de algunos edificios históricos interesantes, las recientes construcciones a base de cemento y uralita han afeado la ciudad hasta límites extremos pero el ambiente montañés sigue intacto. Todo tipo de etnias del Himalaya Oriental se han afincado en estas cimas para trabajar, para comercializar o como refugiados, es el caso de los tibetanos que huyeron de las masacres del ejército chino cuando ocuparon el Tíbet en el año 1959.

LA LLAVE DE LAS NUBES

La administración india vuelve de nuevo a poner nuestra paciencia a prueba. El permiso para entrar en Sikkim se logra mediante tres visitas alternativas a dos despachos situados en los extremos opuestos de Darjeeling y con horarios muy distintos. En uno se cursa la petición, luego nos trasladamos a la otra punta para obtener el "visto bueno" de la petición y el sello definitivo, y volvemos a la casilla de salida para que nos ratifiquen que el sello definitivo es correcto. Cuando obtenemos el "itinerante" permiso figuramos como la autorización nº 671 concedida este año para entrar en Sikkim. Realmente sigue viniendo poca gente.

La ruta que nos llevará desde la "Ciudad de los Relámpagos" a Rangpo (frontera actual del estado de Sikkim), es una estrecha carretera de montaña que transcurre a media ladera de altísimas montañas con exuberante vegetación. Nuestro Montero va bordeando barrancos y pequeños templos hindúes que aparecen por doquier como muestra de que la mano del hombre recuerda la obra de los dioses hasta en los parajes más lejanos. A veces se trata de pequeñas construcciones de piedras adornadas con estatuas y otras de gigantescos árboles con poderosas raíces a los que se les atribuye algún prodigio sobrenatural y son también lugares de culto hindú.

"LA CASA NUEVA"

El preludio de lo que nos encontraremos en el corazón de Sikkim lo tenemos mientras recorremos el valle de Tista, las colinas que vamos atravesando están cubiertas de una espesa jungla. Su excepcional frondosidad es consecuencia de los fortísimos monzones que año tras año bañan esta región; las especies vegetales libran desalmados combates por la posesión del suelo y de la luz solar. Bosques de palmeras, de helechos gigantes, de voluminosos bambúes, magnolias, plataneros, yucas, etc... se irán alternando con vastísimas plantaciones de té y alguna que otra hermosa villa victoriana de madera, cuyo blanco radiante es como un desafío al agresivo verde de las montañas. El puente sobre el río Tista será el primer control de entrada pero el definitivo será en Rangpo, es casi una aduana. En teoría, Sikkim es un estado más de la dilatada India pero unos nuevos uniformes y la exigencia de un visado especial nos hacen sentir en otro país.

Para los amantes de la naturaleza, Sikkim es un auténtico paraíso difícilmente superable con sus 4.000 variedades de plantas -de las cuales 600 especies son de orquídeas-, con sus rododendros gigantes y también con su fauna de osos, cérvidos, jabalíes, las 500 variedades de aves o los misteriosos y escurridizos leopardos de las nieves (que son prácticamente imposibles de ver).

La obra del hombre no desentona con esta naturaleza y los monasterios budistas que coronan altos riscos, son fruto de la admiración que muchos santos varones sintieron en estos lugares. Esos pequeños monasterios budistas o las blancas estupas de oración, se aferran como pueden a escarpadas rocas. Bien perfilando la cresta de algún pico, o bien camuflados en el espeso bosque, son siempre lugares de peregrinación para una población muy creyente. Las leyendas paganas se han mezclado con las religiones dominantes y no es extraño que algunas montañas sean "morada" del espíritu de algún dios o diosa hindú en sustitución de los genios paganos que allí moraban. El culto a determinados lugares se ha heredado de generación en generación, sólo ha cambiado el "inquilino", nadie se ha atrevido a retirar la santidad a ninguna montaña.

En unos metros entraríamos en la "Casa Nueva" ,significado de Sikkim, un gigantesco anfiteatro donde una corona de altos montes himalayos hacen la función de las gradas que permiten observar un increíble escenario: la vida que transcurre en los valles, en las cimas, en los monasterios, en los cañones ... de Shangri-La.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.