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Crónica 19,

Georgia I - Las nuevas fronteras

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Georgia

Dejar tras nosotros a Turquía fue fácil desde el punto de vista burocrático, apenas 20 minutos, pero no resulta tan fácil dejarla atrás en cuanto a lo que significa para nosotros: hospitalidad y cálidos sentimientos... pero Georgia nos tiene reservada gratas sorpresas en este sentido aunque no así en el aspecto policial...

A través de Georgia y Armenia iniciamos una etapa de "última hora". No figura ni siquiera en el programa de la web de LA RUTA DE LOS IMPERIOS, la idea nació justo antes de partir y gracias a los informes de nuestro amigo Jorge Ester, un intrépido viajero que ha realizado una gran ruta terrestre desde España a Thailandia.

Este tramo no estaba incluido porque cuando Georgia obtuvo la independencia de la ex-URSS (en 1.992 oficialmente) le estalló una cruenta guerra de secesión con dos de sus provincias (Abjasia y Osetia del Sur). La guerra había terminado "oficialmente" pero Georgia no pudo vencer a Abjasia y ésta se ha autodeclarado república independiente. Esa frontera es un polvorín con fuerzas militares por todos sitios y campos de minas por doquier. El conflicto con su otra provincia -Osetia del Sur- terminó de otro modo, volvió a formar parte del territorio georgiano (con unos estatutos autonómicos que permitieron la paz). Todo esto es la versión oficial de los noticiarios que veníamos siguiendo pero tras la guerra civil vino la anarquía, atentados, hundimiento de la economía, milicias provinciales, mafias, bandidismo, ... y en 1.997 eso dejó de interesar a los noticiarios y ya no hubo forma de saber que pasaba allí. No consideramos que el país pudiese recuperar algo de estabilidad para 1.999 así que desechamos la idea de cruzarla (al igual que hemos suprimido Irak y Afganistán). Una historia similar ocurre con Armenia pero eso pertenece a la siguiente etapa.

La idea volvió a nuestra cabeza cuando Jorge, a finales de 1.998, nos dio información actualizada sobre esos países. ¡Era posible cruzarlos! Iniciamos el estudio acelerado de Georgia y Armenia y quedaron incluidos en LA RUTA DE LOS IMPERIOS un mes antes de nuestra partida ... si no estallaban en guerra durante los 5 meses que tardaríamos en llegar. No ha sido así y dedicamos a Jorge esta crónica ya que fue él el que nos dio la idea de hacer este desvío.

La frontera georgiana, en Sarpi, nos recibía con un enorme cartel de "welcome" en ruso, turco y georgiano (disponen de un propio y exclusivo alfabeto que nada tiene que ver con los 13 alfabetos restantes existentes en el mundo). El insólito recorrido de esta ruta produce a veces algunas curiosidades dignas de mención. Por ejemplo, desde Turquía hasta Turkmenistán tenemos que cruzar 5 países ... ¡y cada uno con un alfabeto distinto! Turquía con el latino, Georgia con el georgiano, Armenia con el armenio, Irán con el alfabeto árabe y Turkmenistán con el cirílico que todavía siguen usando. Y si logramos llegar a China -¡y entrar!-, otro nuevo. Nada es sencillo en una ruta que da la vuelta al mundo.

Pero el "welcome" arropa la avidez de sus ambiciosas arcas, como podrían comprobar en breve nuestros bolsillos. Las sonrisas han dejado de dibujarse en los rostros de los funcionarios y policías, la seriedad se hace dueña del ambiente en cuanto pasamos la barrera que nos indica la salida de Turquía. En inmigración un cartel pone: "COMPUTER SERVICE. Todos los vehículos y visitantes extranjeros deben de inscribirse en inmigración y para la toma de datos los funcionarios utilizan un ordenador. La utilización de ese ordenador debe de ser abonada por los visitantes: 10 US$ (1.600 pts.) para inscribir un vehículo y 3 US$ (480 pts.) para inscribir a cada persona." Sobran los comentarios. Pagamos los 16 US$ (2.560 pts.) por el lujo del "Computer Service" y pasamos a la aduana.

En cuanto al registro del coche, nos metieron en una especie de hangar individual y lo cerraron. Un soldado comenzó a registrarlo por todos sus recovecos. Las típicas preguntas si llevábamos armas o drogas, pero no nos obligó a abrir caja por caja. De nuevo llega el sonido de la caja registradora, hay que volver a pagar, esta vez una tasa de tráfico por uso de sus carreteras de 33US$ (5.280 pts.). Doy un billete de 50 US$ y me redondean la factura a 40US$ (o sea 7US$ = 1.100 pts. de propina) porque "no tenía cambio" (¡menudo redondeo!). No tragué, para estos casos llevamos un montón de dólares en billetes pequeños, no le hizo gracia cuando recuperé mis 50 US$ y le di los 33 US$ exactos. Luego la declaración de moneda (tenemos que contar el dinero que llevamos y declararlo) y acto seguido querían un "recuerdito". Al principio querían dólares y empezamos a bromear con lo que habíamos recorrido desde Ceuta y lo que quedaba. Les caímos bien y una pegatina de la expedición pareció bastarles... sorprendentemente.

Nadie habla inglés, solo georgiano y ruso. Es difícil comunicarse pero los policías son muy hábiles para hacerse entender en cuestión de dinero, no así para explicar por qué se debe pagar ese dinero. En la última barrera, controlada por 5 policías que no se levantaban para nada, surgió una misteriosa tasa de 20US$ (3.600 pts.). No puedo aducir que no tengo dinero puesto que tienen acceso a mi declaración de moneda. Pido recibo (todo lo anterior ha sido con factura) y me dicen que no, que es una tasa sin recibo. Insisto y me lo explican así de claro con gestos: 20 US$ y abren la barrera, sin 20 US$ no abren la barrera. Contamos que no nos quieren abrir la barrera a otros funcionarios y aduaneros y nos dicen que ese es un tema de la policía, que ellos no están para nada. Y tuvimos que pagar el "peaje". La barrera se abrió pronta y eficazmente a golpe de esos dólares que entraron a toda velocidad en el bolsillo del que llevaba la voz cantante. Y creo que todavía tenemos que estar contentos porque no vieron ni el ordenador ni el resto del equipo, de lo contrario estoy seguro que empiezan a surgir misteriosas tasas por doquier.

Entrábamos en Georgia, "gamarjoba" (hola). Brillaba un día espléndido y nuestros bolsillos iban más ligeritos. Los bosques siguen poblando sugestiva y generosamente todo nuestro recorrido. Campos de té, pinos, rododendros, nogales, albaricoqueros, pinos... es increíble lo fértil que es toda esta zona que contrasta horriblemente con los clónicos edificios destartalados de chapa ondulada y hormigón. Incluso muchos bloques de viviendas estaban completamente recubiertos de la horrible chapa oxidada. Visión que se irá repitiendo por todo el país.

El asfalto es un continuo desafío donde debemos sortear sin descanso infernales socavones o baches camuflados, sin contar con la gran cantidad de ganado vacuno que se pasea tranquilamente en medio de la carretera con la parsimonia e indiferencia que les caracteriza. Los Niva y los Lada invaden el tráfico rodante como en sus tiempos lo hicieron los 600 o los 2 caballos en España. Los coches de marcas alemanas tan solo se lo pueden permitir unos pocos, muy pocos, la "élite".

BUENOS DÍAS, SEÑOR AGENTE

Unos pocos kilómetros de recorrido por la costa hacia Batumi y una barrera. Es un control policial enorme, más de 15 agentes, 3 vehículos, alambradas, barrera de paso a nivel cortando la calzada, una caseta para cada dirección, etc. Nos piden los pasaportes y papeles del coche y me llevan a la caseta. Hay que inscribirse. Todo en regla, inscriben nuestro paso en un libro enorme y tras ello nos exigen ¡22US$ (3.520 pts.)! por "servicios de inscripción". ¡No se cortan! Desde luego no son modestos con sus "auto-propinas". En la aduana nos tenían cogidos porque tenían acceso a la declaración de moneda pero aquí no estábamos dispuestos a ceder a este nuevo chantaje.

-No tenemos dólares, en España se maneja la peseta. -Le contesto.

-Tienen que pagar la "tasa" para poder proseguir. También pueden pagar en marcos alemanes. Son 40 marcos. -Me replica, orgulloso de conocerse el cambio y de dar una "solución estupenda". Me planto, no me da la gana ceder a este tipo de abuso uniformado.

-Tampoco tenemos marcos. En España es muy difícil conseguir divisas y viajamos con pesetas, travelers checks y tarjeta Visa. -Saco de mi bolsillo los travelers, 3.000 pts. en billetes de mil y la tarjeta Visa con un montón de recibos de Turquía. Pongo todo encima del mostrador sabiendo que no pueden aceptarlo porque es un dinero que al hacerlo efectivo "deja rastro" y podría causarles problemas. Lo toquetea todo con cuidado y prosigue.

-Eso no se lo van a aceptar en Georgia.

-El Banco Nacional de Georgia en Tbilisi canjea los travelers y también acepta sacar dinero con la Visa. -Prosigo sin saber si es cierto o no.

-Pero aquí eso no vale. Hay que pagar en dólares o en marcos. No puedo dejarles seguir. Y además, ¿cómo van a llegar a Tbilisi si no pueden cambiar hasta llegar allí? -Prosigue el policía, que tampoco quiere rendirse.

-No necesitamos cambiar. Tenemos suficiente combustible para llegar allí sin problemas. -Le contesto.

-Esto va a ser un problema. Tienen que quedarse aquí hasta que encontremos una solución. -Concluye. El uniforme que lleva le da poder pero nuestra paciencia es infinita.

-No hay problema, voy a quitar mi todo terreno de la barrera y lo aparco en el margen de la carretera. -Recojo todo el dinero del mostrador y me dirijo al Montero. Ya no hay vuelta atrás, hemos dicho que no tenemos dólares y tenemos que mantenernos ahí.

Teníamos comida, agua y dormimos encima del todo terreno así que estábamos dispuestos a resistir el "asedio". También sabemos que tarde o temprano pasará algún policía o militar de graduación honrado al que le llamará la atención el vehículo extranjero parado en el arcén, se abochorne de esta retención ilegal y monte un escándalo con el jefe del puesto. Así operábamos en el África negra cuando se producían situaciones similares. Este tipo de incidentes se resuelven con mucha paciencia, casi siempre ganan porque los occidentales tenemos la mala costumbre de ir con prisa a todos los sitios. Solo se vence cuando ven que el tiempo no es un problema.

Ni siquiera me dio tiempo a girar la llave de contacto. Me dio de malos modos el pasaporte y los papeles del coche, silbó al que controlaba la barrera para que la abriese y nos dijo de irnos. No se lo hicimos repetir dos veces, arrancamos y salimos raudos.

Tras 15 km. vemos, en el margen de la carretera, un coche de policía con dos agentes. Nada más vernos el silbato comienza a pitar enfebrecidamente y paramos. "Gamarjoba" y el ritual "ingliski, americaniski", y nosotros contestando: "españoliski". Que si hablamos "ruski" y nosotros que no que sólo ingliski, franchoski o españoliski. Y nos tratan de explicar que necesitamos una escolta para continuar hasta Tbilisi, y que sólo nos saldría por 40US$ (6.400 pts.). Insistimos en que no tenemos dólares y que no nos hace falta ninguna escolta, que sabemos cual es el camino. Nos enseñan un billete georgiano, un lari, para indicarnos que les teníamos que dar algo. Nosotros le enseñamos una moneda de cinco duros que lleva dos meses dando vueltas por la guantera, para indicarles que era lo que había. Pues fue lo único que se quedaron tras intentar que también les enseñáramos otro tipo de divisa. No insistieron más, eran menos persistentes que los anteriores. Como no consiguen dinero, que si tenemos tabaco (no fumamos) y finalmente tras hablar entre ellos y lanzarse una risas de complicidad, nos dejan marchar. "Nakhvamdis" y "madlbot" (adiós y gracias). Y allí se quedaron parando a otro vehículo nacional, mientras enarbolaban la porra y hacían pitar irritantemente de nuevo el silbato.

- Menudo panorama nos espera con los controles y los policías. Esto no puede seguir así, con tantos controles no avanzamos nada. -Me dice Marián.

-Ya me doy cuenta. Estoy pensando en empezar a saltármelos. -Le contesto, irritado por la situación.

Dicho y hecho, el resto del recorrido fue como el juego del gato y el ratón. Comenzamos a saltarnos todos los altos de los agentes cuando se trataba de un grupo inferior a tres. El agente aislado o el grupo pequeño son los peores porque no tienen ninguna misión específica y no se dedican a otra cosa que hacer que ir sacando "propinillas" a los que pasan o dólares si son extranjeros. Nos saltamos decenas de ellos, Marián miraba el mapa y yo miraba a otro lado para hacer que no les veíamos y tener algo a lo que agarrarnos en caso de complicarse las cosas. Los tremendos pitidos que nos dedicaban todavía resuenan en nuestra cabeza pero su pereza era mayor que su codicia y nunca nos persiguieron con su vehículo ni llamaron por radio a otra patrulla. Los controles con barrera eran distintos, eran controles de verdad y había que pararse, pero de ese tipo sólo nos encontramos con otros dos más y también salimos victoriosos con la estrategia de pesetas, travelers o visa.

Seguimos por una comarcal en Maltakva hacia Samtredia, abandonando la carretera nacional. Pensamos que sería más interesante, y total, el deterioro de la carretera no puede ser mayor ¿o sí?. La vida es totalmente rural, casas cortadas por el mismo patrón de chapa y cemento con pequeños cultivos contiguos a la vivienda, ganado que se cruza en la carretera sobre todo de cerdos, sí cerdos. Estamos en territorio cristiano y el cordero deja de ser el rey de los pastos.

En plena región de Imereti, alcanzamos su principal centro urbano, Kutaisi. La ciudad más antigua del reino de Colchis (el nombre dado a Georgia por los griegos y romanos). Eurípides nos dejó una emotiva tragedia de la hija del rey de Colchis, titulada "Medea". Por otro lado las leyendas nos proporcionan relatos emocionantes sobre estos mismos personajes. Se cuenta que el Reino de Colchis (entre los s.VI al I a.C.) posee infinitos y valiosos vellones de oro pero el más poderoso es el que posee el rey Ayetes. Según los augurios, aquel que lo posea conseguirá detener la extensión de su reino. Jason y sus argonautas emprendieron un viaje a través del mar Negro hacia las costas de Colchis (Georgia) con mil y una aventuras por el camino. Y aunque no consiguieron el vellón dorado, Jasón consiguió a la hija del rey, Medea, a la que desposó y se llevó con él a su Grecia natal.

Han transcurrido muchos siglos y muchas historias afortunadas -y otras tristemente reales- se han desarrollado sobre su territorio configurando lo que hoy en día es la actual Georgia. Un país que tras el breve periodo de independencia entre la dominación zarista (1801-1917) y la invasión soviética (1921-1991) de nuevo ha conseguido la libertad, pero ¿a qué precio?.

A la entrada de Kutaisi, vemos las enorme gorras de plato del inconfundible uniforme gris de la policía. Tragamos saliva, Marián baja la vista y no la aparta del mapa, yo mantengo la mirada hacia el frente sin interesarme lo que sale a derecha e izquierda. Pasamos junto a ellos, es increíble la sordera transitoria que puede causar los cambios de altitud y los ruidos del tráfico.

Nos introducimos en la ciudad mezclados con el resto de la circulación, sus calles nos muestran un ambiente medieval de edificios antiguos entremezclados con el regusto soviético de avenidas amplias y edificios mazacotes.. Preguntamos a un coche con una pareja que deseamos llegar hasta la iglesia de Bagrati. Una "Medea" contemporanea, con unos preciosos y enormes ojos verdes, nos indica que les sigamos. Cuando se acaba la gran avenida empedrada nos indican que debemos subir por un estrecho y sinuoso camino y que llegaremos a nuestro destino sin perdida. "Didi Madloba" -Muchas Gracias-. Se ríe, la pronunciación le debe parecer divertida y se despide con la mano mientras su novio pega un acelerón con su Lada rojo dejando una espesa nube de humo negro.

En una colina desde la que se divisa toda la ciudad, rodeada de césped y tranquilidad, se ubica la iglesia de Bagrati (s.XI). El techo y los frescos que la cubrieron desaparecieron, pero no los fieles, que siguen acudiendo a rezar a pesar de que su estado de ruina ya no le permite impartir misas, es un lugar de peregrinaje.

El 65% de los georgianos practican la religión cristiana ortodoxa (independiente desde el s.VI) y fuertemente reprimida durante la ocupación soviética. Éstos destruyeron o cerraron centenares de iglesias convirtiéndolas en edificios seculares, cubriendo sus valiosos frescos con pintura blanca para borrar toda huella del "opio del pueblo". No fue hasta 1988 cuando Moscú permitió al patriarca ortodoxo Ilia II consagrar y reabrir iglesias por todo el territorio georgiano. Nos llamó la atención que la religión, tras años de represión sea una de las reivindicaciones no sólo de la gente mayor sino de la población más joven que ha crecido con el régimen comunista, escuchando en los cassettes copias piratas de Sting o Madonna. Jóvenes de negro y adolescentes con mini-mini faldas y zapatos de plataforma entran sin cesar a encender cirios. Un cóctel muy particular.

El día comienza a declinar, a las afueras de Kutaisi localizamos en lo alto de una colina el monasterio de Gelati (s.XII). La luz del atardecer tiñe todo el entorno de una fuerte y potente luz anaranjada que vuelve loca a Marián intentando los últimos esfuerzos por hacer con el vídeo un balance de blancos lo más real posible.

En el interior del complejo monástico, los monjes, como sombras furtivas, se retiran rápidamente a sus aposentos. Los frescos que recubren el interior de la iglesia de Santa María son simplemente soberbios y espectaculares. La seña de identidad de la arquitectura religiosa georgiana son definitivamente sus impresionantes frescos.

La noche se nos echó encima mientras la luz de la linterna nos descubría los exquisitos frescos, decidimos acampar a los pies de las murallas que rodeaban el monasterio de Gelati. Mientras ordenábamos nuestras anotaciones junto a las murallas, oímos acercarse unos pasos por el espeso bosque que se encontraba a nuestras espaldas. Cada vez se acercaban más hasta que apareció un adulto, con barba, botas por fuera del pantalón y un hacha, parecía uno de los protagonistas de "Siete novias para siete hermanos". Al principio nos sobresaltó porque venía sudando y jadeante. Pero cuando se acercó y nos saludó, presentándose, en un perfecto inglés nos relajamos. Se trataba de Giorgo, que venía andando desde la ciudad (7 km y cuesta arriba, se explica lo del jadeo) y que venía a colaborar con las labores de limpieza exterior de arbustos y ramas que rodean al monasterio (se explica lo del hacha). Pronto se va a celebrar una importante peregrinación en honor de la Virgen María y todo el mundo ayuda altruistamente con los preparativos. Su perfecto inglés se debía a sus años de trabajo en una compañía petrolífera que le había permitido viajar por todo el mundo.

Al día siguiente nos relató que los soviéticos trataron de volar este importante y valioso monasterio pero la población, todos a una -como Fuenteovejuna- se replegaron en el complejo y les pusieron contra la espada y la pared. Funcionó y esta fue de las iglesias que escapó a la "purga" que sufrió la iglesia georgiana entre los años 1.922 y 1.923, cuando se destruyeron más de 1.500 iglesias a lo largo y ancho de su geografía. Giorgo, nos fue de gran ayuda a la hora de localizar en el mapa algunas de las iglesias, monasterios y castillos que pretendíamos visitar en nuestro recorrido por Georgia. Pues muchas de las informaciones que teníamos eran confusas sobre el lugar exacto donde se hallaban y no eran fáciles de ubicar.

¿BRINDIS O DISCURSOS?

Desde Gelati tomamos rumbo a Gori. A la salida de la ciudad un nuevo control de policía, pero hay tantas cosas interesantes por observar que nos lo pasamos sin darnos cuenta, ¡vaya! otra vez estaremos más atentos.

Bordeamos el río Dzivula y hacemos un alto en la pequeña iglesia de Ubasi, otro de los emplazamientos históricos. Pero atraídos por la historia nos vimos envueltos por el presente: se estaba celebrando una boda ortodoxa.

Muy íntima, en una pequeña capilla tan sólo iluminada con velas, estaban los novios, el prelado ortodoxo y apenas una decena de invitados, el resto esperaba fuera, el habitáculo no daba para más. Los propios novios nos invitaron a presenciar su feliz enlace y fuimos testigos de toda la ceremonia: cánticos, rituales donde los novios y el prelado daban vueltas al altar, anillos, inundación de la capilla de incienso, oraciones, puesta de coronas de plata a los novios,,, nos le molestaron en absoluto que me convirtiera en el fotógrafo "extraoficial" de su boda.

Tras la ceremonia les dimos la enhorabuena y se marcharon con su comitiva, pero junto a la iglesia había un pequeño cementerio y un recinto para celebrar comidas donde estaban despiezando un cordero colgado de un gancho.

Existe una costumbre muy extendida entre los ortodoxos (ya sean griegos, búlgaros, rusos o georgianos) que es la de compartir una comida junto a sus difuntos. Para ello habilitan unas mesas y sillas de hormigón al lado mismo de la tumba y allí hacen su picnic. Una chica de unos 20 años, Nino, se nos acercó y en nombre de su familia y el suyo propio, nos invitaban a compartir la comida con ellos. La hospitalidad y amabilidad de la población compensaba con creces la tensión que supone la policía. Aceptamos su hospitalidad y tras la boda proseguimos compartiendo las costumbres de las reuniones familiares en este país.

Sólo ella hablaba un poco de inglés que había aprendido en la universidad, sirviéndonos de intérprete con el resto de la familia: hermanos, tíos, abuelos, primas, sobrinas... Nos sirvieron vodka solo en un vaso y se brindó pero tras el primer sorbo casi nos quedamos secos de lo fuerte que era. Ellos se lo bebían de un trago, en todos estos países se bebe muchísimo y el vodka se bebe como si fuese agua. Del modo más cortés explicamos que no podíamos seguir tomando vodka porque no estábamos acostumbrados y teníamos que conducir. Se mostraron algo contrariados pero lo respetaron. Comprendimos rápidamente -por esta ocasión y las que vendrían después- que la hospitalidad georgiana siempre comienza bebiendo vodka por botellas así que a partir de este día adujimos una úlcera para no beber porque si no, nuestro paso por Georgia iba a ser una continua borrachera.

Pues pasemos al vino, que eso no hace nada. Proclamó uno de los familiares y el vino se convirtió, en esta ocasión, en el principal protagonista. Si el vodka lo toman como el agua el vino es como el aire para ellos. Ya no podíamos decir nada, tan solo ser modestos con el consumo porque hacía 4 meses que no probábamos ni una gota de alcohol. En Georgia los brindis, más que brindis son discursos. Tras llenarnos los vasos del vino de la tierra comenzaron los interminables pero amistosos brindis. El abuelo en esta ocasión era el "tamada", es decir, la persona que preside la mesa y se encarga de los brindis. Se levantó y empezó hablar sin descanso deseando lo mejor para nuestras familias, para los parientes que ya no se encontraban entre nosotros, para los que todavía estaban, para que tuviéramos muchos hijos, para que saliera bien el viaje, para la amistad entre los países, para... así cada vez que se quedaban vacíos los vasos, que en sus casos era un segundo tras el brindis pero en el nuestro tratábamos de alargarlo para que no nos volviesen a llenar el vaso inmediatamente.

Carne hervida de cordero, pan elaborado con queso (jayapuri), pescado hervido, vegetales en vinagre, sandia,... Todo se come con las manos en un ambiente muy distendido...y con numerosos brindis. Antes de que acabase la comida debimos marcharnos agradeciéndoles su amable invitación pero indicándoles, tras un último brindis, que no podíamos beber más pues debíamos conducir hasta Gori, la ciudad que vio nacer a uno de los más sanguinarios y crueles dictadores de este siglo: Stalin.

Resto de crónicas de la ruta

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.