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Crónica 78,

Chile Norte 2 - Bufidos de dragón

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Chile

Es hora de partir de nuevo hacia el norte, me acerco una última vez a las lagunas superficiales del inmenso salar de Atacama para palpar esa curiosa textura de costra de sal pura. Me fascina, ni siquiera el Chott el Jerid de Túnez (crónica 3) tiene ese poder salino que me acorrala por los cuatro puntos cardinales. Hace calor pero en breve ascenderemos hasta más de 4.500 metros de altura y tendré que cambiar la ropa ligera por la indumentaria más cálida que llevamos en nuestra montura.

Y partimos finalmente, todo son pistas en nuestro ascendente camino pero en las cercanías del salar tenemos el lujo de las "autopistas blancas", albinas alfombras de sal de perfecta textura y que permiten moverse cómoda y rápidamente.

El norte chileno nos vuelve a enmudecer ante la inquietante y espectacular belleza de sus gigantescos volcanes. El más impactante de todos en esta nueva ruta que emprendemos es el descomunal volcán Putana, todavía en activo. Al regazo de sus 5.890 metros, manadas de vicuñas, camélidos que configura la nativa familia americana de rumiantes junto a las llamas, alpacas y guanacos, pastan sin bajar la guardia ante cualquier ruido amenazante en los secos pastos de la pampa altiplánica.

Atrás hemos dejado las termas de Puritama con sus tibias aguas y un camino de roca y lava que nos ha acompañado por la Cuesta del Diablo. Partiendo del río Grande, la loma Sánchez nos ha encumbrado por primera vez en el día a 4.500 metros de altitud. Comenzamos a buscar la ropa de abrigo en el equipaje. Los panoramas que se suceden en esta nueva ascensión a las nubes son inverosímiles. Tan pronto son paisajes de alta montaña como sorteamos campos de dunas (al fondo de la foto) o nos encontramos con nuevos tapizados blancos de sal o lagunas y albuferas con gran riqueza de inquilinos plumíferos. Y todo ello en menos de 10 kilómetros.

¿Y cómo no emocionarse cuando contemplamos nuestros tiernos y entrañables compañeros de viaje por el altiplano? Una pareja de jovencísimas llamas nos miran asombradas al aparecer para su sorpresa donde plácidamente pastaban con sus madres. Forman parte de un rebaño que se pasea lánguidamente por la Cuesta de Chita, senda que nos va acercando a los poblados que descansan en los afluentes del río Loa, la principal arteria que vivifica esta desértica zona. Las pistas de ripio polvoriento siguen siendo el suelo que pisamos durante kilómetros y kilómetros.

Acampar en el Tatio fue terrible, la temperatura nocturna más baja y la noche más dura en toda la Ruta de los Imperios pero no teníamos elección, el espectáculo de la naturaleza comienza al amanecer y hubiese sido imposible encontrar el lugar partiendo a las 4 de la mañana de San Pedro y moviéndonos en la noche (que es lo que hace todo el mundo que viene ... pero claro, el vehículo lo conduce un guía local y nosotros vamos tal cual). Ahora que ya ha quedado grabado el camino en el GPS podríamos hacerlo de noche o con una niebla como un puré de patatas pero para la primera vez necesitábamos orientarnos con la visibilidad diurna y además no queríamos perdernos el paisaje del camino, que finalmente resultó ser mucho más hermoso de lo esperado. ¿El precio de todo ello? Un frío para no haberlo contado porque no estamos equipados para temperaturas tan extremas. Nos metimos con tanta ropa en los sacos de dormir que a duras penas pudimos cerrar las cremalleras, no nos podíamos ni mover ... y aun así casi no pegamos ojo del frío tan tremendo que hacía (y también debido a los 4.570 metros a los que nos hallamos, esas alturas provocan un estado de vigilia desagradable combinado con sueños inquietos e incluso pesadillas). Menos trece grados centígrados nos marca el termómetro de máximas y mínimas que llevamos. Oír el despertador a las seis de la mañana es un alivio. Indica que tenemos que levantarnos, por fin. A esa hora se despereza también la tierra con comportamiento de dragón, lanzando bufidos, vapores por todos sus orificios y babas hirvientes por sus incontables fauces. Somos puntuales a la cita y las nubes que salen del averno rompen la negrura mientras trepan hacia un firmamento que inicia su retirada, el espectáculo es soberbio pero tan solo dura hasta que llega el domador de la bestia. Poco a poco el cielo se va iluminando, se nota que la bestia relaja su ira ultraterrenal. Nuestros encogidos cuerpos saben quién se acerca.

Llega el domador del dragón: el sol. Nuestros cuerpos se van atemperando y la bestia del infierno se va tranquilizando. Vicente coge temperatura rápidamente pero yo no me puedo quitar mi segunda y tercera piel de polartec hasta muy tarde, cada vez que pienso en el calor de ayer casi no puedo creerlo. El mayor susto al despertarme fue que me encontré las lentillas congeladas dentro de su disolución limpiadora, nunca antes me había pasado esto, ni siquiera con las también gélidas temperaturas del Nullarbor en Australia (crónica 68). Mi inquietud es que no sé si la presión del hielo ha sido capaz de crear una grieta en alguna de las lentillas y dejarme sin mis "ojitos" de quita y pon. Cuando regresamos al coche a las 11 de la mañana compruebo aliviada que tras descongelarse ... no tienen nada y recupero mi visión "descodificada" (las gafas se me empañaban constantemente con mi propia respiración). El calor va amansando los géiseres y fumarolas y nos podemos acercar a los ojos líquidos de la tierra sin temor a ser quemados por los vapores ni abrasados por salpicones de agua en ebullición. Aún así hemos de ser muy prudentes al movernos a pie, hay trampas de barro hirviente camuflado y meter el pie en una de esas zonas de suelo embustero produciría un hundimiento inmediato de la pierna y unas quemaduras horribles de primer grado. Todo el mundo está avisado y aunque casi nadie es sorprendido por una fumarola o el agua saltarina, cada año hay evacuaciones de ingenuos visitantes que se confían en su avance y tras hundirse en el incandescente barro tienen espantosas quemaduras de primer grado y deben ser trasladados inmediatamente a un hospital ... a muchísimas horas del lugar..

El dragón ha regresado a su morada subterránea para dormirse hasta el siguiente amanecer. El Tatio recupera el sosiego y nosotros partimos por un entramado de pistas que nos llevarán a Calama. El camino es una diadema de gemas, románticos pueblos encastrados en un soporte de soberbia naturaleza. Ya estamos fuera de rutas habituales, los turistas no suelen visitar esta área por lo complicado que resulta desplazarse sin un buen todo terreno. Nosotros nos perdemos un par de veces pero recuperamos el rumbo con el GPS. El primer poblado es Caspana, todavía nos mantiene a elevadas alturas, 3.305 metros, pero el campamento en sus alrededores ya no tiene nada que ver con el clon de la Antártida donde nos encontrábamos ayer. Los cero grados de hoy nos parecen una bendición del cielo. En Caspana es la piedra volcánica liparita la que ha dado formas a las casitas de este poblado prehispánico muy escondido en un fértil valle y cultivos escalonados. Las casas coloniales, su pequeña plaza de armas y su rústica iglesia la dan ese toque romántico que cautiva. Sus flores y verduras de sus huertos y sembrados son muy cotizadas en los mercados de los alrededores.

La pista que une Caspana con Toconce nos obliga a dar media vuelta por primera vez en el avance por nuestro quinto continente y hemos de suspender la visita a Toconce. Primero recorremos 5 kilómetros normales los otros cinco que le siguen son de pesadilla pero pensamos que será transitorio. Cuando una pista está cortada los lugareños acostumbran a poner piedras a la entrada para que nadie se meta y tenga que dar media vuelta. No había piedras a la entrada de la pista así que a pesar del padecimiento estábamos seguros que se podía pasar de un modo u otro. No fue así. Llegó un momento en que ya no hubiese podido avanzar ni un tanque. En un pronunciado descenso, las grietas y las piedras desprendidas de las alturas quitaban la esperanza al más osado. La época de lluvias ha tenido que ser terrible. Llegar a Toconce por otro camino era ya demasiado largo, damos media vuelta (para habernos matado en la lenta y minuciosa maniobra que duró 10 minutos), repetimos el suplicio de los últimos 5 kilómetros y nos dirigimos a Ayquina. El valle de Ayquina (en la foto) es otro paraíso de fertilidad escondido en medio de la aridez altiplánica, no se le descubre hasta encontrarnos encima..

Desde Chiu Chiu seguimos el curso del río Loa a través de una serpiente de vegetación semienterrada en un estrecho cañón. Es un nuevo oasis de ensueño, el que más nos impresionó del recorrido. Nos vemos trasladados mentalmente a los oasis en los cañones de Argelia, Marruecos, Pakistán, Ladakh o Yemen. Sentimos ese cosquilleo interno tan agradable de cuando uno encuentra "su sitio". También la altura se va haciendo más humana y estamos "tan solo" a 2.590 metros. La llegada al pukará (pueblo-fortaleza) de Lasana es espectacular. Levantado en el siglo XII, los incas resguardaban a su población en este protegido recinto mientras sus jefes administraban sus posesiones. Su relevancia histórica es incuestionable y sus restos arqueológicos remarcables pero su enclave ... su enclave nos impulsó a recrearnos en él y nos sentamos en unas rocas para disfrutarlo en toda su plenitud. La ciudadela se halla asentada en una grieta escondida de vida dominada por dos poderosos reyes de coronas blancas: los volcanes San Pedro y San Pablo, que con sus más de 6.000 metros de altura empequeñecen todo lo que se encuentra a sus pies.

Tras muchos días de pistas en Calama recuperamos el suave asfalto y en el camino hacia Iquique tenemos una increíble exposición de arte a gran escala. Las faldas de las colinas y cerros son el lienzo en el que la antiquísimas culturas exponen valiosos testimonios. En Pintados (fotografía), en los faldeos orientales de la Cordillera de la Costa, nos encontramos con los geoglifos más impresionantes y valiosos de todos ellos. La edad de estos geoglifos, junto a los petroglifos y pictogrifos de las cercanías, ha sido evaluada entre 1.000 y 1.400 años d.C. cuando el territorio estaba dividido entre diferentes señoríos locales con importantes intercambios socioculturales. En Pintados nos encontramos con unos 50.000 m2 donde existen más de 400 figuras de hombres, animales y dibujos abstractos de origen precolombino. La técnica ante la cual nos encontramos es la del "raspaje" de la capa superficial oxidada dando lugar a los dibujos claros ante los cuales nos encontramos sobre el fondo oscuro del suelo..

Entramos en Iquique. Esta ciudad peruana pasó a manos de Chile tras su conquista durante la Guerra del Pacífico (1.879), aunque no fue una presa fácil. El héroe chileno de dicha guerra, Arturo Prat, murió al ser hundido su barco "Esmeralda" por el buque peruano "Huáscar" en las aguas que se mecen frente a Iquique. Una boya en el mar señaliza el lugar del naufragio del buque chileno el 21 de mayo de 1.879.

Llegamos a la plaza Arturo Prat donde se encuentra la Torre del Reloj, el símbolo de la ciudad. En la época de oro del salitre se edificaron imponentes construcciones como el Teatro de Ópera (edificio central blanco) en 1.890 donde la cultura y el refinamiento se dieron cita para ver los artistas más importantes de la época. Cuando el salitre decayó fue la pesca y la harina de pescado la que contribuyeron a mantener el comercio y en el año 1.975 le fue concedido el estatuto de zona franca.

Cuando paseamos por la calle peatonal de Baquedano nos damos cuenta dónde se encuentra el alma de la ciudad de Iquique. Iquique nació como una caleta que durante la época de las Colonias se recogía guano para pescar pero con la plata y el salitre su comercio se reactivó y se convirtió en una importante ciudad. Entre 1.880 y 1.920 se construyeron edificios de madera de estilo georgiano norteamericano con sus bellos corredores a la calle y sus pilares y balaustradas también de madera. La ciudad tiene infinidad de edificios modernos aberrantes y cables eléctricos colgando por todos sitios pero la municipalidad está realizando un trabajo encomiable de recuperación del casco histórico y de los edificios más remarcables. Hay zonas donde pasear es una auténtica delicia..

Iquique ... Arica ... y un nuevo despegue hacia las nubes. Nuestro objetivo: el lago Chungará. Desde Arica disfrutamos cada kilómetro: geoglifos, pueblos tranquilos y románticos, iglesias coloniales, cautivadora naturaleza y mucha fauna. Aves de todo tipo, las vizcachas (roedor mediano entre conejo y chinchilla) se cruzan ante nuestro Montero, las esbeltas vicuñas corretean por las colinas y las llamas pastan apacibles mientras pasamos a su lado.

En tan solo 12 horas hemos dejado el nivel del mar para alcanzar los 4.500 metros, algo nada recomendable porque se aconseja por lo menos un alto entre los 2.500 y 3.000 metros para que el cuerpo se aclimate. Nuestra impaciencia nos hace saltarnos esta norma, entre otras cosas porque ya hemos estado subiendo tantas veces los 4.500 metros de altitud que creemos que el cuerpo debe de estar reconociendo las distintas presiones y el bajo grado de oxígeno ... y no nos tortura. La verdad es que si en Ladakh nos afectó (crónica 46), en el altiplano andino nos ha ido muy bien, tan solo el inevitable cansancio al hacer un esfuerzo y los sueños agitados por la noche. Ni dolor de cabeza, ni vómitos, ni desarreglos fisiológicos, ... Esto nos permite disfrutar plenamente del maravilloso entorno que nos rodea.

La naturaleza es agresiva a estas alturas pero aun así nos encontramos algunos pequeños pueblos, recogidos y diseñados con gruesos muros para aguantar el invierno. Respiran paz y tranquilidad, están al margen de la civilización, rodeados de llamas y alpacas, bofedales (marismas como la de la foto) y lagos. Visitamos Parinacota, estamos a 4.500 metros de altitud y el cercano ocaso se nota en el frío corrosivo que se empieza a desperezar tras un día de espléndido sol. Apenas 15 habitantes habitan en continuidad este altivo pero modesto emplazamiento.

El más antiguo habitante de Parinacota: su iglesia colonial. Su nacimiento tuvo lugar en el siglo XVII y en 1.789 se reconstruyó en piedra y se blanqueó con cal de bofedal y se techó con barro y paja brava. Así la vemos hoy en día y es la construcción más hermosa de toda la ruta altiplánica desde Arica al lago Chungará.

La "capital" de esta ruta es Putre. Con sus escasos 1.400 habitantes es el centro administrativo, policial y militar de la provincia de Parinacota. Aunque de origen prehispánico fueron los españoles los que lo convirtieron en un próspero pueblo de tránsito al estar en la ruta comercial entre Potosí -en el altiplano boliviano a 4.000 metros- y Arica en la costa al nivel del mar. Decayó en 1.825 debido a la independencia de Bolivia y todavía más por el terremoto de 1.868. Pero no murió y con el auge de los viajeros que quieren visitar este realmente apartado y hermoso altiplano ha renacido. Su estratégica posición, altura intermedia con sus 3.500 metros y el hecho de ser el único centro de servicios de la zona le ha convertido en etapa de aclimatación para los que van al lago Chungará. A excepción de nosotros (que ya nos tomamos ciertas confianzas con el altiplano porque llevamos semanas imitando a las llamas) todo el mundo hace por lo menos una noche en Putre. Pero el pueblo, lejos de confiarse está cada día más hermoso, se recuperan edificios, la municipalidad incita a no usar la uralita en la construcción sino los materiales tradicionales, ... la verdad es que han conseguido un lugar muy agradable para pasear, comer, dormir y aclimatarse. Han logrado que no sea simplemente un alto impuesto para aclimatarse sino una visita obligada en la ascensión a las nubes. Y por supuesto ... que no falte en la plaza de Armas el busto del prócer de la patria: Bernardo O'Higgins..

Y llegamos al punto álgido del altiplano chileno: el mayestático Lago Chungará. Una nueva meta conseguida, hemos alcanzado el lago más alto del mundo. Estamos a nada menos que 4.570 metros de altitud. Cuando llegamos con esfuerzo al lago Pangong Tso de Ladakh a sus 4.343 metros de altura (crónica 47) éramos conscientes que las increíbles aguas turquesas que teníamos ante nosotros en ese precioso día de verano pertenecían al lago más alto de Asia. Nos entró una curiosidad ... ¿y cuál es el más alto del mundo? ¿El Titicaca? Ese es el nombre que más suena cuando se habla de lagos altos. Corriendo fuimos a nuestro mapa electrónico para ver la altura el famoso lago Titicaca pero resulta que tan solo tiene 3.810 metros de altura. No lo es ni por asomo, el propio Pangong Tso ya está 500 metros por encima. Buscamos a ojo en el mapa (tan sólo veíamos lagos por debajo de los 4.000 metros), en la enciclopedia (era dar palos de ciego), en los listados de "récords" geográficos (hay de todo pero no aparece el listado de altura de los lagos), incluso en internet. No había modo de encontrar ese dato. Incluso llegamos a creer que igual era el Pangong Tso, donde nos hallábamos en ese momento, pero al faltarnos un documento fiable que lo ratificase nos limitamos a aceptar y narrar en la web que estábamos en el lago más alto de Asia, quedándonos con la duda de si era o no el más alto del mundo. ¡Pues no lo era! Hicimos bien no aventurando la hipótesis. Fue al llegar a Chile cuando nos enteramos que aquí estaba ese lago tan buscado y no hallado. Si bien Chile promociona sus lugares a nivel interno, son un desastre en cuanto a proyección internacional y publicidad turística. Ese desconocimiento de Chile (del que vamos de sorpresa en sorpresa y todas agradables) es lo que ha remodelado nuestro calendario y al final ... hayamos estado en Chile nada menos que 5 gustosos meses (tan solo Pakistán y la India han superado esa estancia). La idea de llegar al Chungará se instaló en nuestras mentes desde el mismo día que tuvimos conocimiento y recordábamos el paisaje de ensueño del Pangong Tso. "Tenemos que conocer los paisajes de esa nueva piscina de los Ángeles", pensábamos mientras planificábamos la etapa del norte de Chile. Era un deseo que siempre rondaba en la cabeza. Hoy se ha hecho realidad. Hemos llegado al lago más alto del mundo.

Estamos en un cielo de pastos, matorrales de poca altura, pajonales (caña alta y gruesa de las rastrojeras) y tola (pequeño arbusto de no más de 1,5 m de altura). Las rocas lucen capas glaucas de llaretas (planta globular dura con forma de cojín y adherida a las rocas), las llamativas queñoas (el único árbol del Altiplano) forman pequeñas forestas y los bofedales son nido de abundantes plantas acuáticas. Y nunca estamos solos, nunca. La fauna que va apareciendo esporádicamente durante la subida aquí encuentra su máxima expresión. Las vizcachas, alpacas, vicuñas y llamas están ahí mismo.

Las esbeltas vicuñas corretean a nuestro alrededor pero siempre a una distancia prudencial. Junto con su primo el guanaco (crónica 73) son indomesticables, recelosos y rehuyen la proximidad del ser humano (a diferencia de la llama y la alpaca que sí que son domesticables). La lana de la vicuña es la más delgada fibra animal después del gusano de seda y su precio en el mercado está por las nubes puesto que tan solo se obtienen 180 gramos de lana con una esquila cada dos años. Pero a nosotros no nos interesa su preciada lana sino verlas corretear felices por el altiplano chileno.

Y aves silvestres, infinidad de aves silvestres que si bien no dejan que nos acerquemos demasiado tampoco huyen despavoridas ni se echan a volar. Cuando pasamos su línea de inseguridad simplemente se alejan un poco y siguen con sus labores. Se nota la tranquilidad en la que viven. Son los patos juarjual, los caité, incluso flamencos rosados y las curiosas taguas con sus nidos flotantes sobre el lago (en la foto). Aves que soportan las condiciones mas adversas, como temperaturas de -30ºC. Pero nosotros no somos taguas que dormimos en nidos flotantes sobre un gélido lago, tenemos el estigma de la noche en los géiseres del Tatio ... y aquí estamos más alto y los vientos soplan con más fuerza al no haber ningún tipo de resguardo. Sabíamos que CONAF (responsable y administrador de todos los parques y reservas nacionales) tenía un refugio allí pero ... ¡estaba lleno, la mala suerte quiso que hubiese un grupo de seis periodistas ... y tan solo hay seis camas! Cuando ya nos veíamos acampando y reviviendo la escalofriante experiencia de hace 10 días ... recordamos un cartel que habíamos rebasado hacía un kilómetro y que anunciaba un centro de canalización de agua de los lagos a la costa. Nos acercamos con la esperanza de que tuviesen "algo" para huéspedes o supervisores de visita ... ¡y acertamos! Tenían una habitación de uso interno y tras explicarles el proyecto y lo vivido en el Tatio ... nos aceptaron. La siguiente noche el refugio de CONAF quedó libre y nos mudamos allí el resto de los días.

Al tener "casa" calentita (¡menuda estufa que tenía CONAF!) desapareció la angustia de estar asustados por la llegada de la noche y disfrutamos cada uno de los días que pasamos en la zona. A las noches de -14ºC se suceden estupendos días con salidas en 4x4, paseos o sencillamente sentarse al borde del lago para observar las aves acuáticas o los camélidos altiplánicos pastando. Hacía tiempo que no estábamos entre tanta fauna, donde quiera que mirásemos había animalillos. Así llegó el día de la partida y nos despedimos del amable guarda de CONAF que nos acogió, Humberto; del gigantesco centinela del lago, el volcán Parinacota de 6.330 metros (en la foto); y de todas la llamas y animales del altiplano. Decimos adiós al lago Chungará. Decimos adiós a Chile tras cinco inolvidables meses de exploraciones. Mañana nos vamos a Bolivia y con un poco de suerte ... en una semana llegaremos a otro de los hitos naturales de Sudamérica, el mayor y más alto salar del mundo: el salar de Uyuni.

Nuestro más sincero agradecimiento a Navimag y Lan Chile cuya colaboración y asesoría han sido imprescindibles para la consecución de los objetivos de la expedición en Chile.

Resto de crónicas de la ruta

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.