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Crónica 6,

Libia III - Mensajes del Sahara

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Libia

-Son 6,75 dinares.- Me dice el encargado de la gasolinera poniendo toda su voluntad por encontrar como se decían esos números en inglés.

-Aquí están. -Le doy la cantidad exacta y las gracias por el esfuerzo de amabilidad que tuvo por hacerse entender.

-Bueno, por lo menos no nos faltará ni combustible ni agua. -Dije mirando a Marián.

-Ni sol ... -Puntualizó ella mientras miraba un cielo especialmente azul.

Estamos en la gasolinera de Germa, la "moderna" Garama, punto de abastecimiento y partida hacia Wadi Mathendous y Nabatir. 150 km. que comienzan con 6 km. de perfecto pavimento, pasan rápidamente a convertirse en 25 km. de pavoroso asfalto deteriorado que finalmente desembocan en pistas de tierra y arena dura para acabar sobre ... desierto puro y duro donde es necesaria la navegación por GPS. Las rodadas parecen las marcas dejadas sobre la arena por el deslizar zigzagueante de serpientes en una carrera sin final. De vez en cuando aparecen algunas balizas que marcan el camino, son enormes neumáticos que en caso de necesidad vital podrían quemarse y su abundante y espeso humo negro indicaría el lugar del siniestro, para proceder al rescate.

El gran Erg de Murzuq nos queda al este y se produce uno de esos momentos mágicos. Viramos en dirección oeste para llegar al wadi y un gigantesco sol anaranjado se dispone a desaparecer tras la pared rocosa. Nos detenemos, paramos el motor para respetar el silencio que requiere la contemplación del espectáculo. Giro sobre mí mismo para admirar todo el entorno y me quedo perplejo ante el panorama.

-¡Marián, mira detrás!

La luna, sublime, con su blanco radiante de luna llena y tan grande como el sol que se ponía ... acababa de aparecer por el este. No dábamos crédito a la hermosura de las dos esferas que competían por ser la más bella, cada una en un lado del horizonte. Hay espectáculos que sólo se pueden ver desde el aire ... o en el desierto. Estos momentos son los que hacen olvidar las penalidades.

La luna se alza victoriosa en el firmamento, el sol se acuesta y nosotros montamos el campamento bajo las ramas de una vieja acacia que se yergue orgullosa en mitad del wadi Mathendous. La luna llena nos ilumina el lugar como si se encendiese un fluorescente en el cielo y no nos hace falta ni encender la luz para preparar la cena.

Amanece entre las 6 y 6.30 de la mañana y nos disponemos a recorrer wadi Nabatir y wadi Mathendous. El ambiente cálido presagia un día caluroso. Nos calzamos las botas altas en previsión de encontrarnos con serpientes o escorpiones, tan prolíficos en los terrenos rocosos durante el verano(¡como ya tuvimos ocasión de comprobar!).

Nos acercamos a las rocas y allí están: las jirafas (las favoritas de Marián), el rinoceronte, el elefante, los avestruces, los búfalos, los bovinos, en la roca más alta los extraños seres antropomórficos en actitud danzante, gacelas, el enorme cocodrilo y su cría... son numerosos los animales salvajes que fueron cincelados en la roca por manos milenarias (entre 6.000 y 10.000 años de antigüedad), cuando esta zona desértica era una sabana repleta de agua, vegetación y vida. Subimos y bajamos entre las rocas para ver, grabar y fotografiar cada una de estas obras de arte. Estamos agotados y exhaustos por el calor y el esfuerzo. Ya casi no podemos ni generar saliva. Nos llevamos la cantimplora a la boca y el agua casi nos quema los labios ... pero no hay otra cosa.

Ya hemos terminado la recopilación de datos y, afortunadamente, no nos encontramos ni un solo escorpión ni serpiente. Nos sorprendió, porque hace dos años sí que había muchos y eso que era otoño, "temporada baja" para esos indeseables seres. Posiblemente hacía tanto calor que estarían al fondo de las grietas en vez de bajo las piedras.

Miro a Marián y la veo con la mirada fija en la cima de la pared rocosa, no apartaba la vista de los danzantes. Se vuelve y me dice:

-Voy a subir a los danzantes. En el 96 subiste tú y yo me quedé con las ganas.

-Pues bebe un poco antes, lo necesitarás.- Le contesto, mientras le acerco la cantimplora. Me encanta verla tan entusiasmada.

-No, la sudaría al instante. Beberé cuando baje, lo prefiero.

-Ten cuidado donde pones las manos, agárrate sólo a las rocas al sol, no metas las manos en ninguna grieta. No tengamos un disgusto en el último momento.

Realizamos "La Última Gran Ruta Nómada del Milenio" alrededor del mundo en nombre de Ceuta pero hay tres lugares que también los hacemos en nombre del "The Explorers Club" de Nueva York y el primero de ellos son los petroglifos prehistóricos de Wadi Mathendous. Marián coge las dos banderas antes de iniciar la ascensión. Es una pared de unos 30 metros pero la dificultad estriba en el calor, los "animalitos" y que la roca está muy desmenuzada y suelta.

Desde abajo veo como no puede estar más de tres segundos con la mano apoyada en la piedra, seguramente las rocas a las que se agarra quemen como ascuas. No es de extrañar, llevan expuestas al sol desde el amanecer y ya son las 3 y media de la tarde.

Por fin corona la roca y comienza a soplar un viento suave y que solo ella disfruta desde allí arriba. Muy oportuno, esto permite ondear la bandera de Ceuta. No le veo bien la cara con el teleobjetivo de mi cámara pero seguro que en estos momentos piensa en Rafa, su hermano, y del día en que nos dio la bandera de Ceuta. Quería que fuese su bandera la que viajase con nosotros y que la desplegásemos en los lugares que más emblemáticos. Éste era uno de ellos.

Saco la foto. Acto seguido Marián repite la operación con la bandera del "The Explorers Club". Es la bandera 138 y la entregaremos en mano en Nueva York justo antes de embarcarnos hacia España y dar por finalizada la expedición ... allá por el año 2.001 ... si todo sale bien y logramos concluir satisfactoriamente esta vuelta terrestre al mundo.

Terminadas las fotos ... Marián sigue arriba, disfrutando como una "niña chica". Es increíble cómo le fascina este lugar desde la primera vez que lo vio hace dos años y medio y se prometió volver. Es la única respuesta para que haya sido capaz de trepar por las rocas, con el bochorno que estamos padeciendo. Le encanta pasar los dedos con suavidad por las estrías de los animales grabados en la roca. Con un delicado cuidado, como si se tratase de una cicatriz aun doliente y en realidad de eso se trata, de una vieja cicatriz del tiempo, de la memoria colectiva. Desde arriba divisa toda la meseta de Seffatef, ennegrecida, infinita, yerma, vacía, pero repleta de una extraña belleza inerte que le fascina. Eleva los brazos y se deja acariciar por la brisa.

- Marián, tienes que bajar, te va a dar una insolación.

- Ya voy, tu ya subiste la otra vez. Dejamé un poco más disfrutar de este momento, no sé cuando podremos volver de nuevo.

Parece la imagen del cartel de la película "Titanic", pero en la proa de este barco de roca no figura el nombre del legendario transatlántico sino unos danzantes de hace miles de años ... y el mar es una vasta llanura rocosa carcomida por el sol.

Por fin se decide a bajar y comenzamos a cruzar a pie el lecho arenoso. Mezclamos nuestras huellas con las de los camellos que se acercaron a beber de una poza que todavía sobrevive desde las pasadas crecidas invernales (4 veces se inundó) pero ahora presenta su cara más árida. Recogemos nuestro equipo. Nos volvemos a despedir del mágico lugar, un auténtico libro de historia con páginas de piedra.

ENCRUCIJADA DE CARAVANAS

400 km al suroeste de la capital Garamante, se encuentra Ghat, la ciudad tuareg del desierto. Desde ella pretendemos introducirnos en el Akkakus. Cuando llegamos a la ciudad, todas las agencias que se encargan de tramitar los permisos para el Akkakus están cerradas, es normal, no es la época y se sorprenden al vernos.

Levantamos la vista y vislumbramos el fuerte italiano que sobre la colina más alta parece todavía querer vigilar la ciudad. Decidimos pasearnos por la antigua medina y meditar sobre nuestro objetivo. Desde lo alto de un tejado divisamos los montes Akkakus y la gran duna que parece acechar la ciudad.

-Mira que extraño -me dice Marián- parece como si el Akkakus tuviese calima y no puede ser, para eso se necesita humedad.

-Será el sol el que provoque ese efecto de algún otro modo. -Contesto sin prestar demasiada atención.

Estaba recordando las experiencias que vivimos la última vez por sus dominios: cuando franqueamos la gran duna (la puerta de "bienvenida"), las extrañas formaciones rocosas, las pinturas rupestres al abrigo de las rocas, las acampadas junto al fuego con nuestro guía tuareg Mohamed... poco a poco comienza a levantarse un viento suave y en pocos minutos una tormenta nos envuelve y corremos para refugiarnos de ella en una vieja casa abandonada. Menudo panorama.

-¡No era calima, era arena lo que veíamos en el Akkakus! -Me dice Marián.

Era el "yabli", el terrible viento del desierto que provoca unas pavorosas tormentas de arena. Su velocidad puede alcanzar hasta los 150 kilómetros por hora, enterrando en arena y destruyendo todo lo que encuentra a su paso. No es la época, suelen aparecer en agosto, septiembre y octubre pero el desierto no respeta los calendarios.

Esta tormenta de arena no era de las más fuertes pero lo malo es que pueden llegar a durar días y anular por completo la visibilidad.

Llevábamos ya tres horas refugiados en esa casa abandonada. No pude evitar pensar en alto.

-Nos pilla un "yabli" de varios días cuando estamos en el Akkakus y nos da algo. La última vez que miré el termómetro del Montero marcaba una temperatura exterior de 53ºC.

-Estaba pensando en lo mismo -me dice. Cómo tengamos que pararnos varios días, ¡o aunque sólo sean 6 horas!, en mitad de la nada, a cincuenta y pico grados y esperando a que termine una tormenta ... ¡No quiero ni pensarlo!

-Ya hemos superado la travesía de Dirj-Idri y el bochorno asfixiante de Mathendous, las señales que nos lanza el destino son bastantes elocuentes y determinantes. ¡Y menos mal que nos ha pillado fuera! El riesgo es demasiado grande, creo que lo mejor es dejar nuestra segunda visita al Akkakus para una ocasión en la que haya más posibilidades de salir indemnes.

-Es lo mejor, el Akkakus es una ratonera y los remolinos entre los macizos de roca son todavía peor que en la llanura.

El "yabli" seguía soplando con furia, como si quisiese echarnos de allí. Matojos, botes vacíos y hojas de palma circulaban por calles golpeando todo lo que pillaban a su paso. Llegamos al Montero y nos metimos los dos por el lado que no sopla el viento para evitar que entrase aún más arena en nuestro todo terreno.

Ghat parece una ciudad fantasma cuando la dejamos atrás, pero la figura furtiva de un tuareg nos contradice. Se nos cruza con el rostro cubierto con su característico che-che, sólo le descubre la mirada, una penetrante mirada. De nuevo nos ponemos en camino para dirigirnos en la costa.

CIVILIZACIÓN GRIEGA

El desierto libio se extiende hasta la mismísima orilla de las playas mediterráneas. Durante los 1.500 Km. de largo camino desde Ghat, pasando por Al-Aweinat, Ubari, Sabha, los oasis de Hun y Waddan y finalmente la ciudad costera de Sirt, el desierto siempre ha estado omnipresente, siempre el desierto. El tráfico aumenta cerca de la costa pero por el resto del camino los encuentros fueron fortuitos. Al atardecer algunos de los vehículos se detienen en los márgenes y sus conductores inician uno de sus ineludibles deberes como musulmanes, el momento de la oración. Se posicionan en dirección a la Meca y con el sol ocultándose tras ellos en el diluido horizonte inician sus plegarias.

La noche cae de nuevo, la humedad de la costa se hace palpable. Los coches nos hacen señales con las luces avisándonos de la presencia de camellos en la carretera, es de agradecer. Un bulto inesperado en el camino nos sobresalta, no es una lengua de arena, se trata de un ¡enorme camello atropellado!. Lo esquivamos a tiempo. Acampamos bajo una luna que empieza a menguar. La brisa fresca nos deleita y nos anuncia la cercanía de la costa.

Cirenaica es la provincia de las Montañas Verdes (aliadas perfectas para los problemáticos e incómodos grupos islámicos contrarios al gobierno), y un nombre lo suficientemente elocuente para definir la imagen paisajística de esta región que dista mucho de un país que se encuentra casi totalmente cubierto por el desierto. Después de su homóloga romana en Tripolitania -Leptis Magna-, Cyrene es la más sobresaliente metrópoli griega de la antigüedad: templos, una gigantesca necrópolis, gimnasium, ágora, mausoleos, fuentes, propíleos, ... van apareciendo ante nosotros y delatan su importancia. Esta gigantesca ciudad formaba parte de la pentápolis griega y Apolonia, a orillas del mar, era su principal puerto. Y aquí sí que es posible bucear entre los restos de las antiguas ciudades griegas, un auténtico privilegio para los amantes del submarinismo.

Desde este simbólico emplazamiento, chequeamos todo el equipo electrónico para comprobar como ha soportado la dura prueba del traqueteo de las pistas y las altísimas temperaturas. El ordenador, la grabadora de CD-ROM, la impresora, el teléfono satélite , ... todo está bien. Respiramos con alivio profundamente e iniciamos el trabajo de clasificación de las centenares de fotos digitales y a redactar la presente crónica.

Todavía tenemos fijadas en nuestras retinas las columnas griegas del Templo de Apolo, escoltadas por sus fuentes y estatuas pero ya estamos preparando la etapa que nos llevará a uno de los imperios más duraderos y de más bella expresión artística de la Historia de la Humanidad: el Imperio Egipcio.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.