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Crónica 31,

India I - El lago del néctar

Ruta : Ruta de los Imperios | País : India

-¿Milk tea? - nos pregunta el aduanero pakistaní mientras nos rellenan la hoja del Carnet de Passage del Montero.

-Sí, gracias.- le contestamos mientras asentimos y le aceptamos una taza de la bandeja que inclina hacia nosotros.

Salimos de Pakistán del mismo modo que entramos, saboreando un té con leche. Han pasado más de tres meses desde que accedimos a Pakistán desde China, atravesando el Himalaya a través de la Karakorum ... y las vivencias y exploraciones de este país nos siguen cautivando. Es un país que desde el primer momento nos sedujo por sus gentes, naturaleza e historia ... a pesar de la dureza que implica moverse por estas desconocidas tierras. Nada es sencillo pero todo es úscinante ... un país que se ama o se odia. Nosotros le amamos pero se le ame o se le odie, siempre será una experiencia única en la vida de cualquier viajero. Nos excedimos en la duración de tres meses de nuestro visado pero pedir una ampliación fue algo fácil y rápido en Islamabad, se concede casi de forma automática.

Hasta el último momento siguen siendo unos buenos anfitriones con los "huéspedes" que se adentran en su país. Sellan los pasaportes, carnet de passage, verifican los números de serie de nuestro equipo de vídeo, nos preguntan si lo hemos pasado bien y si volveremos a Pakistán. Seguramente pero ... ¿cuándo?. Todos nos dan un apretón de manos y nos desean buen viaje.

Entramos en tierra de nadie y una legión de vendedores ambulantes nos aborda gritándonos que tienen cerveza fría. Evidentemente conocían la gran pasión que tienen los occidentales por la cerveza y también se daban perfecta cuenta de que si llegábamos a la India por tierra habíamos atravesado las repúblicas islámicas de Irán y Pakistán, con la consiguiente imposibilidad de beber cualquier tipo de alcohol durante semanas (¡o meses!). Estos estudiosos del marketing y de las corrientes de mercado se llevaron una gran desilusión al comprobar que ni Marián ni yo éramos bebedores de cerveza. Nos miraron con ojos de "esto no puede ser cierto" pero al final tuvieron que rendirse ante la evidencia y nos dejaron seguir avanzando hasta los despachos de aduana indios.

"Welcome to India". "The biggest democracy of the world". "Bienvenidos a la India". "La mayor democracia del mundo". Así rezan dos enormes carteles nada más cruzar el primer puesto aduanero hindú. Es evidente que juegan con los dobles sentidos, "mayor" porque se refiere a su número de habitantes y "democracia" porque sus habitantes votan, el resto de los aspectos "democráticos" no están muy presentes: no hay igualdad ante la ley, hay discriminaciones insalvables por el sistema de castas, las prestaciones sociales, el derecho al trabajo, el sistema sanitario "para todos", el amparo de los más desúvorecidos, la protección al menor, derecho a la inúncia, ...parecen ser "detalles" menores. También resulta evidente que ponen dichos carteles para restregar a su eterno enemigo, Pakistán, que ellos ni siquiera pueden garantizar el resultado de unas elecciones puesto que el ejército pakistaní "vigila" que la evolución del poder político se adapte a sus directrices y controla gran parte de las decisiones, por encima del poder civil. Eso es cierto. En la India, el ejército siempre se ha amoldado al resultado de las urnas y ha acatado el poder civil, pudiendo presumir de ello a nivel internacional, eso también es cierto.

También vende una imagen de gigantesca potencia económica de Asia (y es cierto también, pero eso da una "idea" de cómo están los países de alrededor), pero a pesar de esa maquinaria propagandística, sigue siendo un país del tercer mundo: carreteras, formación del pueblo, educación, sanidad, higiene, pobreza extrema, muchísima corrupción, miles y miles de mutilados y deformes pidiendo en los semáforos, calles enteras repletas de mendigos que piden limosna para sobrevivir, niños explotados en trabajos de adultos, infecciones, hambre, economías de subsistencia, ... Le queda un camino muy largo para hacer coincidir la imagen social que venden con la dura realidad.

HISTORIAS DE ... UNA ADUANA

Pero volvamos a Wagah, el punto de entrada a la India. Esta aduana es también un lugar muy especial debido al eterno enfrentamiento armado entre estos dos países vecinos. De los miles de kilómetros de frontera que tienen en común Pakistán y la India, esta es la única ruta terrestre abierta para ir de un país a otro y prácticamente tan solo es usada por los extranjeros. Ni a los pakistaníes les "apetece" ir a la India ni a los indios ir a Pakistán, sin contar con la política tan restrictiva que existen entre ellos para concederse visados.

También la evolución de la frontera india en los últimos siete años ha sido muy significativa. Cuando la cruzamos por primera vez, en el 92, era un altar a la burocracia. Anotaban absolutamente todo lo que se llevaba para luego comprobar que se volvía a sacar, hasta límites tan paranoicos de querer anotar los filtros de aceite y gas oil que llevábamos como repuesto de nuestro todo terreno, cuando, primero, no había ni un solo Mitsubishi Montero en toda la India (estaba prohibido importar vehículos extranjeros, el proteccionismo a su industria automovilística era total) y segundo, guardar los filtros usados es algo realmente complicado (y asqueroso) porque chorrea aceite y gas oil por todos lados.

Tres años después, en un coche-casa de una úmilia suiza de vacaciones (¡que viajaba con sus hijos!) descubrieron por azar gran cantidad de armas ocultas en un doble fondo, posiblemente compradas en Darrah y destinadas a hacer "negocios" con los terroristas cachemires. Esto cambió radicalmente la política de esta aduana, dejaron de fiarse de los extranjeros.

Las medidas fueron drásticas y generó que cada vehículo fuera inspeccionado hasta casi llegar a desmontarlo por completo: lo vaciaban todo, desmontaban los extras, lo pesaban, lo comparaban con la ficha técnica y ... ¡tenía que coincidir!, cosa que nunca ocurría porque todos los vehículos que hacen rutas transasiáticas han sido modificados para convertirse en el hogar de los viajeros. Al no coincidir chequeaban cada cavidad del coche: depósito de combustible, aire de las ruedas, cárter, la segunda batería si tenía más de una, etc. Se tardaba de uno a cuatro días en cruzar esa aduana, en función del tamaño del vehículo, una moto era rápido (de tres a cinco horas), un todo terreno de uno a dos días y un camión de uno a cuatro días. Pero si se acumulaban los vehículos ... la duración de la estancia en la aduana de Wagah era imprevisible. Y durante ese tiempo ... no se paraba de trabajar: cargando, descargando, desmontando, montando, vaciando cajas, volviéndolas a llenar, esparcían todas las herramientas para estar seguros que no eran piezas de armas, palpaban hasta los tampones para comprobar que ese "tubito" no eran balas, algunas veces vaciaban botes de espuma de afeitar o insecticidas, vertían los tarros y abrían los paquetes de alimentos (galletas, azúcar, arroz, sal, harina, ...) para chequear el relleno, todo era golpeado y sacudido para comprobar el interior, ... Se convirtió en la pesadilla de todas las aduanas terrestres de Asia.

Así estaban las cosas cuando partimos de Ceuta el 21 de mayo de 1.999, todos los informes que nos llegaban confirmaban la versión anteriormente relatada. El hecho que hoy en día todos los viajeros tengamos e-mail nos permite tener información muy actualizada y cuando nos encontramos en el camino nos intercambiamos todos los datos ¡Qué diferencia con la precariedad e incomunicación con la que viajábamos hace tan solo unos pocos años! Y el "lujo" que ofrece la RUTA DE LOS IMPERIOS es que al tener su propia web, no hace falta ni encontrarse con nosotros, todo va saliendo publicado a medida que avanzamos.

Un día recibimos un e-mail de Liz y Jonny, una pareja de ingleses que conocimos en el camping de Islamabad y que llegarían a la India ... antes que nosotros. Sus noticias "frescas" sobre esa aduana despejaron todos los nubarrones que ensombrecían nuestra prevista entrada a la India. Nos comunican que las protestas por el trato en esa aduana se fueron multiplicando durante estos años y muchas embajadas la denunciaron ante el gobierno indio. Finalmente se estudió el tema y hace muy, muy poco tiempo decidieron que el coche-casa con contrabando de armas fue tan solo un "garbanzo negro" en la historia de todos los viajeros terrestres que transitamos por esta ruta porque el verdadero tráfico de armas a Cachemira llega por toneladas a través de las montañas, no en dobles fondos de vehículos extranjeros.

Concluyen su e-mail diciéndonos que todo ha vuelto a la normalidad y el paso de la frontera no requiere más tiempo que el de la toma de datos del pasaporte, sellar el carnet de passage y un registro muy minucioso pero racional. Un par de horas a lo sumo, siempre en función de que no llegue uno de esos camiones transasiáticos ("overlanders") con 20 extranjeros y colapsen a los funcionarios. Cuando llegamos no había "overlanders" y todo lo narrado era estrictamente exacto. La sorpresa fue cuando en dos ventanillas nos hacen contestar por escrito a una serie de preguntas dónde daban especial importancia a los apartados: "¿Cuánto tiempo

ha tardado en los trámites X", "¿Qué trato ha recibido de los funcionarios?", "¿El registro ha sido correcto?" y "¿Tiene alguna queja que formular o sugerencia que hacer?". Y además, no era en una hoja suelta (de esas que "se pierden", como la denuncia que pusimos en China), sino en un enorme libro que no se puede manipular. Es cierto que se han tomado este tema en serio y desean acabar con la mala reputación de este paso de frontera. Ni una queja, esta aduana funcionó como una máquina recién engrasada y el trato de los funcionarios indios fue intachable y profesional.

EL DIABLO VA SOBRE RUEDAS

En el primer lugar tranquilo que encontramos ensamblamos el teléfono Inmarsat Ibérica, orientamos la parabólica y llamamos a nuestro entrañable amigo José Enrique.

-¡Estamos en la India, puedes respirar tranquilo! -le anunciamos eufóricos nada más identificarle por teléfono. Sabíamos que llevaba esperando esta llamada desde hacía días, tenía que estar ya sin uñas de tanto mordérselas de impaciencia. Permanecimos más tiempo del previsto en el Cholistán y no recibía la llamada de confirmación de que nos encontrábamos en la India. Lo tenía todo listo para reunirse con nosotros, su avión partiría para Nueva Delhi en TRES DÍAS y nosotros ... todavía no habíamos llegado a la India.

-¡Para perder los nervios! -nos confesó, pero se le notaba desbordante de alegría. Nosotros también nos sentíamos pletóricos de hallarnos, al menos, dentro del nuevo país y de confirmarle que si no pasaba nada "raro" llegaríamos a Delhi en un par de días. Reunirse con nosotros siempre es una aventura porque el billete de avión se debe comprar con mucho tiempo de antelación y hasta el último momento no se sabe si lograremos llegar al destino. Además, esta cita era complicada porque estaba de por medio la frontera indo-pakistaní y muchas veces, cuando las tensiones se disparan, la cierran temporalmente. Nosotros no le dijimos nada para no preocuparle, bastante tenía ya con toda la logística de la Ruta de los Imperios que tenía a su cargo. Durante el deshielo de las montañas es cuando cada país pugna por coger nuevas posiciones en la línea de "alto el fuego" de Cachemira puesto que durante el invierno las tropas se repliegan de las cimas (es imposible afrontar las bajas temperaturas) para regresar en primavera. Pero este año los ataques han sido especialmente virulentos, llegando a usar artillería pesada. Como cerrasen la frontera ... el encuentro se volatilizaba. Pero lo peor había pasado y nos encontrábamos a tan solo 465 km. de Nueva Delhi. Chequeamos horas, vuelos, material que nos trae, últimas dudas y nos mandamos un fuerte abrazo telefónico, ... en unos días, si no pasa nada, nos lo daremos en persona.

Ahora tenemos ante nosotros el mayor de los gigantes del subcontinente indio, otro de esos países a los que amas o a los que odias. Es la India, un país que te arranca las más contradictorias emociones. Nuevas costumbres, nuevas caras, nueva religión, nuevas comidas, una forma de pensar diferente, muy diferente, sobre el destino, sobre la vida, sobre la muerte, sobre ...

-Pero, ¿qué hace ese loco?, se va a estrellar contra nosotros-, Marián se agarra fuerte, doy un violento volantazo, nos salimos de la carretera, la polvareda es tremenda, nos reincorporamos a la carretera cincuenta metros más adelante.

... y sobre la forma de conducir. Si ya detallamos la locura de la conducción en Pakistán, en la India raya en la esquizofrenia. Están completamente desquiciados, no respetan nada ni a nadie. Es la ley de la jungla, del más fuerte que aplasta al más pequeño y se convierte en el rey. ¿Querrán llegar a su próxima reencarnación de forma anticipada? Su insistencia y constante reincidencia en intentar pasar a otra vida nos hace sospechar que tiene que ser algo así. Es humanamente imposible dar una explicación lógica o convincente sobre las barbaridades, lo curas y desquiciadas maniobras que, a toda velocidad, realizan los conductores indios. Todo escapa a la razón y la realidad anula cualquier esfuerzo de comprensión. Nos rendimos ante la evidencia, no nos haremos preguntas que requieran una respuesta sensata. Nos limitaremos a intentar sobrevivir. Así será todo nuestro avance por las carreteras indias.

LA FUENTE DEL NÉCTAR

El primer alto que realizamos es Amritsar, muy cerca de la frontera, capital del Punjab indio y "Meca" de los sijs, un grupo religioso que surgió en el s.XV con el gurú Nanak para reunir lo mejor del hinduismo y del islam, aboliendo la distinción de castas desde el principio. Visto lo que nos espera en las carreteras, nos vendrá bien comenzar la India con la visita a un lugar santo.Este colectivo, los sijs, es el más llamativo de la India debido a los cinco símbolos que introdujo el Guru Gobind Singh, las cinco "k": la "kirpan" (la espada), la "kara" (pulsera de acero), los "kachha" (pantalones cortos), el "khangha" (peine de madera y marfil) y finalmente la más distintiva de todas, el "kesh". Esta última "k" no les permite cortarse el pelo en toda su vida, teniendo pobladas barbas y el pelo recogido en un moño y cubierto bajo un turbante. El espíritu luchador de estos hombres ha motivado que todos tengan como apellido "Singh", que ignifica león.

El caos que invade la India ya está presente desde el primer momento, centenares de personas avanzando a empujones, los rickshaws y bicicletas arrollan todo a su paso, los conductores de autobuses infernales y camiones suicidas no respetan nada, los tenderos gritan su mercancía, los niños piden propinas y por todos sitios queman incienso.

Avanzamos en medio de esta vorágine surrealista y ante nosotros aparece, emergiendo del casco antiguo, el santuario más sagrado de la religión sij: el Templo Dorado. Rodeándole, la "fuente del néctar", fuente sagrada que daría nombre a la ciudad.

Como si entráramos en una cúpula insonorizada y bajo los influjos de un prestidigitador, el tumulto desaparece y el griterío se desvanece poco a poco. Nos descalzamos y nos cubrimos el pelo con un pañuelo, para así cumplir con las premisas que exige la santidad de este lugar. Un pañuelo amarillo que me dan a la entrada y que me anudan a modo pirata, cubre los cada vez más escasos pelos que me quedan. Marián usa su propio pañuelo, siempre lleva uno en su macuto porque la mayoría de las religiones tienen "manía" al pelo femenino y se lo tiene que cubrir en los lugares santos. Avanzamos sumergidos en el gentío, pasamos por la puerta introduciendo nuestros pies, a la vez que otras decenas de pies, en una pequeña piscina que nos purificará. Estamos dentro, un resplandor nos ciega.

En el centro del estanque del "néctar" se levanta el santuario sij, todo él recubierto de oro y láminas sobredoradas de cobre. Varios altavoces, estratégicamente colocados, permiten que por el ambiente se propague una suave melodía que acompaña la lectura en punjabí del "Granth Sahib". Los músicos tocan en la sala principal del Templo Dorado y a su lado un sacerdote lee el libro sagrado; la lectura es continua, los sacerdotes se relevan para que la lectura nunca sea interrumpida. Día y noche, verano o invierno, las plegarias sagradas gimen por todo el recinto sacro.

El frío del suelo de mármol queda mitigado por el sol que le ha estado calentando durante toda la mañana. La gente no para de saludar respetuosamente los árboles sagrados, las imágenes de los gurus úllecidos, las tumbas custodiadas, los "sacerdotes" lectores de su libro sagrado el Granth Sahib, entregan flores, donativos, beben del agua sagrada, compran comida para que sea bendecida,...

Los sijs son muy hospitalarios y una de sus normas es la de acoger, alimentar y dar cobijo al peregrino. Para ello, en sus gurdwaras -templos-, tienen habilitados comedores donde gratuitamente dan de comer a los peregrinos y visitantes. Nos sentamos en el suelo, sobre una esterilla y frente a un vaso vacío y a una bandeja metálica con distintos compartimentos. Cuando todo el mundo se hubo ubicado comenzaron a servir la comida. Un desfile de voluntarios se movían rápidos por filas y desde un gran caldero con asa iban sirviendo diestramente con un cazo el menú: arroz, verduras, legumbres, yogur, agua y pan. Cuando terminamos de comer, portamos nuestra bandejas con el resto de los comensales hasta el exterior, donde otro grupo de voluntarios les daban un concienzudo lavado a mano.

Por el estrecho puente que conduce hasta el Templo Dorado, que se halla en medio del estanque de agua, seguimos la larga cola de fieles que iban avanzando ordenada y pausadamente. Los turbantes de diferentes colores de los hombres sijs aportan miles de notas de color: rojo, azul, rosa, naranja, amarillo... las mujeres se arreglan sus chales sobre la cabeza. Dentro, todo esta suntuosamente decorado con espejos, alfombras y mil colores mientras sus sacerdotes no paran ni un segundo de declamar, acompañados por instrumentos. Practican la tolerancia y el amor a los demás oponiéndose a la adoración de ídolos pues creen en un solo Dios.

Los brillos dorados de la cúpula de su sagrado templo comienzan apagarse como lo hace el día al atardecer. Una luz anaranjada desciende hasta las aguas de su dulce lago de néctar.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.