x
post 1488x702

Crónica 66,

Birmania - El telón de bambú

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Birmania

La altura de las Cámeron a 1.450 metros con sus 22ºC matinales fueron sustituidos en 60 kilómetros por el nivel del mar con 34ºC. Los 700 kilómetros que recorrimos por Malasia hasta la frontera no presentan gran dificultad pero las 9 horas al volante comienzan a pasar factura debido a la extrema actividad de logística y tensión desplegada los días precedentes. Sólo paramos a repostar y comemos sobre la marcha los bocadillos que nos habíamos preparado en la Father’s. Por fin la frontera, estupendo, llegamos a tiempo para cenar con Béatrice y charlar tranquilamente de lo acontecido a ambos en estos últimos siete meses.

Los malayos nos sellan pasaportes y carnet de passage con una eficaz rapidez, a pesar de que casi es imposible encontrar un hueco libre para estampar el sello en nuestros pasaportes. Pasaporte en el cual defendemos a capa y espada las dos últimas páginas que nos quedan en blanco, hemos grapado encima papeles para que queden intactas y sean destinadas a los visados de Birmania, Australia y quizás Indonesia, el resto de los sellos están siendo encajados en los escasos huecos que quedan por otras páginas. Necesitamos un pasaporte nuevo ya mismo pero no será posible hasta que lleguemos a la embajada de España en Canberra.

Aduana de Singapur. Sellan los pasaportes en los parcos huecos libres. Vamos a sellar el Carnet de Passage, pura rutina. Antes de llegar al mostrador de aduana una funcionaria nos hace un impecable placaje.

-¿Adónde van?

-A completar la documentación del vehículo, nos tienen que sellar el Carnet.

-¿Tienen ya el seguro?

-¿El seguro? Tenemos uno internacional.

-No vale, tiene que ser uno específico de Singapur. ¿Y tienen el autopass?

-¿El autopass?

-¿Y el ICP?

-¿Qué ICP? ¿Qué es eso?

-Es el permiso de circulación internacional de Singapur para los vehículos extranjeros.

-Es que nosotros no vamos a visitar ni circular por Singapur, venimos sólo a embarcar nuestro vehículo a Australia para seguir una ruta alrededor del mundo. Lo que tardemos en llegar al puerto, no es una estancia es un tránsito.

-No importa, si entra en Singapur tiene que emitir un seguro local, un autopass y el ICP.

-Es que hemos entrado al Sudeste Asiático por el puerto de Singapur y entonces no nos pidieron nada de nada para tan solo cruzar la ciudad y llegar a la frontera. Y dos amigos nuestros franceses con sus todo terrenos europeos ... tampoco han tenido ningún problema ni ningún requerimiento específico para entrar y salir todas las veces que han necesitado para arreglar su embarque a Australia -le replico ante ese bombardeo de peticiones.

Y lo que digo es cierto, nosotros salimos del puerto sin problemas, al igual que otros dos coches franceses que también entraron y salieron por Singapur. Uno de ellos es el de David y Marjolaine -los de la cita fallida por culpa de las autoridades vietnamitas (crónicas 58 y 59)-, su caso es todavía más evidente porque ellos entraron y salieron tres veces por esta misma frontera hace un mes y medio. Ellos nos dieron todo tipo de detalles sobre su embarque y nos explicaron que las sucesivas entradas y salidas de Singapur fueron un paseo, tan solo sellar el Carnet. Le explico con pelos y señales los procedimientos seguidos para salir del puerto y las tres entradas de nuestros amigos. La funcionaria gira la cabeza de un lado a otro.

-¡Imposible!, sin eso nadie entra ni sale de Singapur. -me increpa negando la evidencia pero no era plan de iniciar una discusión sin fin, ya llevábamos media hora de dialéctica.

-¿Y cuanto es eso? -le pregunto ya para acelerar los trámites porque era evidente que no nos iban a dejar entrar sin todos esos papeles.

-Lo mínimo son quince días y son 38 dólares para el seguro, 10 dólares para el autopass y 12 dólares el ICP.

-Está bien, vamos a sacar todos los papeles.

-Hay un problema. El seguro y el autopass lo damos aquí pero el ICP tiene que ir al Automóvil Club de Singapur que está en el centro de la ciudad.

-¿Dónde está el problema? Saco el seguro y el autopass aquí y mañana el ICP en el Automóvil Club.

-No puede ser porque para extender el autopass necesitamos primero el ICP.

¡La pescadilla que se muerde la cola! Bueno, ya llegados a este punto nos quedamos de piedra. Resulta que para entrar un vehículo extranjero en Singapur ... hay que sacar un documento que no se puede expedir en la frontera. Hay que dejar el coche e ir al centro en taxi, sacar el ICP, regresar a la frontera y terminar el procedimiento. Pero claro, todo eso si la entrada es en horas de oficina del Automóvil Club de Singapur porque si no ... te echan para atrás y que vuelvas al día siguiente. ¡Pero qué suerte tuvieron David y Marjolaine al no caer ni una de las tres veces con esta funcionaria!

Pues eso es exactamente lo que nos pasa. Ya es de noche, el AC está cerrado, no podemos hacer los papeles de entrada así que nos dicen que tenemos que ir otra vez a Malasia para dejar el coche, dormir ahí y mañana sábado hacer los papeles (y estar en el AC antes de las 12 de la mañana, que es cuando cierran los sábados). Les digo que es imposible porque nos están esperando en Singapur. Pues nos replica que dejemos el coche en Malasia y nosotros volvamos a entrar sin el coche. Su "lógica" nos obligaba a entrar dos veces en Malasia (dos sellos en el pasaporte), salir dos veces de Malasia (otros dos sellos), salir dos veces de Singapur (dos sellos más) y entrar otras dos veces en Singapur con sus sellos correspondientes. En total 8 sellos más ... además de un tiempo infinito en colas de entrada y salida. Les enseñamos el pasaporte y les explicamos que si hacemos eso ... nos quedamos sin páginas y atrapados en Singapur debido a que no hay embajada de España ni en Singapur ni en Malasia. Tenemos calculados los espacios para llegar justitos a Australia y ahí hacer uno nuevo.

Se quedan perplejos al ver el pasaporte, comprueban que efectivamente no hay embajada de España es Singapur, que también es cierto que el vehículo ha estado antes en Singapur (el sello del Carnet de Passage lo atestigua) y que todo lo que decimos es cierto. Si al principio fueron correctos pero inflexibles y serios ahora siguen igual de inflexibles (¡no son nadie los singapureños y sus "reglas"!) pero se comportan más fraternalmente. Ven que no es numerito sino que estamos realmente fastidiados por esta inesperada sorpresa, nuestros ojos y caras reflejan el agotamiento de los días pasados y de la tardía hora que es en estos momentos. Nos traen sillas y agua fría.

Les hago ver que si no dejan entrar el vehículo, es imperativo que le dejen pasar la noche en la aduana y lo recuperamos mañana sin tener que entrar y salir tantas veces de Singapur y Malasia. "¡No, eso no es posible, está prohibido!", contestan varios formando un coro. Les hacemos ver que nos sale más a cuenta que se lleve la grúa el todo terreno y pasar la noche en un calabozo que cruzar tantas fronteras. Se lo toman en serio y llaman a alguien para consultar qué hacer. La conversación es seria, se nota en el rostro del funcionario. "El jefe nos dice que lo hablemos con el comisario de policía encargado de la aduana y que si el lo permite ... de acuerdo". Un paseo a la otra punta de la aduana sudando toda el agua que habíamos bebido con tanta ansiedad hace un rato. Nos entrevistamos con el comisario y le repetimos toda la historia. No ve problemático el hecho de extender un permiso especial debido a las circunstancias.

Regresamos a la aduana, los funcionarios se desviven en amabilidad y lamentan esta situación por no estar previsto sacar el ICP en la frontera. Sí que lo ven como un fallo del "sistema". La única buena noticia de la noche es que en la última conversación con Béatrice nos dice que hay un autobús directo desde la frontera de Woodlands hasta su casa. Pero se ve que nada puede ser fácil en un día como hoy. Los bancos ya están cerrados, les digo que si me pueden cambiar dólares americanos o unos ringit malayos en dólares de Singapur (todo los singapurenses van constantemente a Malasia) pero ... no puede ser, ellos están de servicio y eso sería ilegal (¡el reglamento hasta la muerte, como son!). Les digo que entonces voy a tener que bajar a la calle y empezar a buscar gente que pueda cambiar unos ringit por dólares ... ¡a las doce de la noche! Ya los pobres no saben qué hacer porque quieren ayudar pero sin tocar el reglamento. Al final hacen una colecta y nos dan los dólares que necesitamos, eso por lo visto sí que es legal. Ya nos da lo mismo de donde salga el dinero, ya sea de limosnas de la aduana o que yo tenga que hacer de mono amaestrado al borde de la carretera bailando al son de un organillo. Llevo 700 kilómetros entre pecho y espalda, tres horas de aduana, estamos cansados, tensos por los preparativos para ir a Birmania (¡todavía sin billetes de avión a 48 horas del despegue!), ya no podemos más. Les damos infinitas gracias y nos vamos al coche a coger una muda para mañana, el neceser y el imprescindible ordenador.

Así pues, con el dinero de los aduaneros singapurenses pagamos el autobús y a la una y media de la mañana llegamos a la casa de Béatrice. En definitiva, hemos pasado toda clase de aduanas en estos dos años de nomadismo y tiene que ser en una de las más avanzadas y desarrolladas donde nos exigen tanto papeleo para cruzar la ciudad y llevarlo al puerto. ¡Con lo fácil que fue todo la otra vez! Cuando nos metemos en la cama a las tres de la mañana la pesadilla real del percance en la aduana se desdibuja entre las tinieblas del profundo y confortante sueño en el que nos zambullimos. Mañana será otro día.

Al día siguiente todo es un ir y venir por todo Singapur para solucionar los temas de compras urgentes (pilas de cámara y cintas de vídeo), el ICP en el Automóvil Club y el billete de avión. Si bien las compras son rápidas y fáciles (sobre la marcha) recibimos el primer jarro de agua fría en el Automóvil Club. Tras explicar la odisea de ayer en la frontera (quejándome de que no se pueda emitir el ICP ahí mismo) les solicito a ellos ese documento. Ahora resulta que para emitir el ICP ... necesitan el seguro emitido con anterioridad. "Pues vale, emitan el seguro", le digo a la chica del mostrador (que era encantadora). "Aquí no puede ser, para los vehículos extranjeros se tiene que sacar en la aduana", me contesta. Bueno, ya no doy crédito a lo que pasa pero estoy tan cansado que no tengo ni fuerzas para enfadarme. Otra cadena de llamadas y regresa: "Lo siento, tiene que ir a la frontera y volver al Automóvil Club con el seguro". Le explico que eso no fue lo que explicaron en la frontera y que además ya no me da tiempo a ir y volver porque es sábado y ellos cierran a las doce. Pone ojos de "tienes razón". Llama a la jefa, le explicamos y todo y por fin ... alguien flexible. Me emiten el ICP tras telefonear a la aduana explicando el caso y achacándoles a ellos el fallo ya que nadie nos explicó el orden de las cosas: primero se saca el seguro en la aduana, luego se va al AC a por el ICP y finalmente se regresa de nuevo a la frontera a pagar el Autopass. Bueno, una cosa hecha pero qué trabajito.

Segundo jarro de agua fría: los billetes de avión. Al no llegar ayer antes de las seis de la tarde, no nos han guardado las reservas pero eso ya nos lo imaginábamos, era lo normal. Preguntamos si hay plazas para el vuelo que queríamos, ¡las hay! Pero nada es fácil, diez agencias nos dicen que no pueden emitir los billetes porque cierran en media hora y se necesita un plazo de 24 horas para que el mensajero vaya y vuelva de la central de la línea aérea con los billetes. Todas las agencias nos dicen que tomemos el vuelo del martes pero eso no es posible, tenemos que salir el lunes. Nos rendimos con el tema de las agencias, llamamos a la compañía aérea directamente. Pregunta clara:

-Si vamos a la oficina central, ¿nos pueden emitir billetes al instante?

-Por supuesto -nos contestan.

-Pues vamos para allá, ¿nos pueden dar su dirección?

-Cerramos en 15 minutos, no creemos que le de tiempo a llegar. Venga el lunes.

-El lunes es cuando tenemos que irnos.

-Pues cojan el vuelo del martes.

-No puede ser, ya está todo reservado para empezar el viaje en Yangon el lunes. Es que no puedo entender que no haya modo humano de comprar un billete de su compañía cuando todavía quedan dos días para el vuelo ... y habiendo plazas.

-Cómprelo en una agencia.

-Las agencias necesitan 24 horas porque tienen que ir a sus oficinas a por los billetes y además, todas a las que hemos llamado no abren los sábados por la tarde.

-Tenemos algunas agencias como agentes autorizados para emitir billetes sin pasar por nuestras oficinas.

-¿De verdad? ¿Alguna de ellas abre el sábado por la tarde?

-Eso no lo sé pero le voy a dar los teléfonos de dos y lo puede averiguar.

Y nos da dos teléfonos. Llamamos a la primera agencia y ... puede emitir el billete en diez minutos y ... abre los sábados por la tarde. Nos da su dirección, vamos enflechados y por fin conseguimos los billetes.

Tenemos el ICP y los billetes en el maletín. Parece que lo hemos conseguido ... ¡pero por qué hay veces que todo se vuelve contra uno! Hemos ganado el pulso pero nos hemos quedado hechos fosfatina. Bueno, ahora hace falta que la grúa no se haya llevado el coche porque se suponía que volveríamos temprano por la mañana, son las tres y media de la tarde y todavía estamos a hora y pico de la frontera. Si cuando lleguemos a la frontera no vemos el coche ... nos da algo.

Pero no, "nos da" nada. Cuando llegamos a la aduana a las cinco de la tarde, allí está nuestra paciente montura. Terminamos el papeleo burocrático y por fin conseguimos devolver la libertad a nuestro compañero. No podemos creérnoslo. Estamos de nuevo agotados y sudorosos pero contentos porque a pesar de los obstáculo ya estamos libres. Vamos a casa de Béatrice, nos duchamos y ya no hacemos nada el resto del día, ya prepararemos el equipaje mañana.

Que cándidos somos. Creíamos que ya había terminado todo, nos quedaba todavía la última.

MISIÓN CASI IMPOSIBLE

El lunes nos presentamos en el aeropuerto dos horas y media antes del despegue, ya no queríamos bromas. Damos los billetes. Nos piden el justificante del visado, les damos el fax enviado por la agencia que atestigua el número de visado y afirma que el visado está esperándonos a la llegada.

-Este fax no vale -nos dice el empleado del mostrador de facturación.

-¿Cómo que no vale? Si ahí da hasta el número de visado y todo, lo pueden comprobar.

-Falta el sello de la embajada y no se puede autorizar su embarque sin la ratificación de la embajada o que el fax provenga del mismo ministerio, no de una agencia. -Bueno, era ya lo que nos faltaba. Ahora no nos dejan subir al avión. Pero bueno, ¿qué hemos hecho nosotros para merecer esto?

-Mire, somos españoles, no hay embajada de Myanmar en España, hemos entrado en Singapur el viernes por la noche -le enseño el sello de entrada- y nos vamos hoy lunes. Es que no ha habido tiempo de pasar por la embajada con el fin de semana de por medio.

-No se les puede dejar embarcar, lo siento. Es política de compañía ya que si el visado no está a la llegada, la compañía tiene que correr con sus gastos de expulsión.

-Eso no es un problema, mire, tenemos un billete ida y vuelta, si no hay visado a la llegada ... nos meten en el primer vuelo de regreso y les sale gratis porque gastarían nuestro vuelo de regreso. Pero es que no es el caso, el visado está, lo tenemos confirmado. No vamos a ser tan tontos de colarnos para que nos echen acto seguido con nuestro propio billete.

-Voy a consultarlo. Ese hombre de ahí es el primer secretario de la embajada de Myanmar. Es el que controla los pasajeros que embarcan.

Hablan con él, el diplomático se acerca a ver los papeles. El segundo máximo responsable de la embajada nos devuelve los documentos y nos dice que ese no es el procedimiento y que no podemos embarcar, que ellos no saben si ese fax es auténtico sin un sello de confirmación. Le explico toda la historia por enésima vez y le hago ver que sería una locura intentar presentarse en inmigración de Yangon sin visado y con un papel falso que se descubriría al instante si no hay visado esperándonos. Me dice que va a llamar a la embajada. Regresa a los cinco minutos con su resolución.

Oímos un fuerte crujido bajo nuestros pies, es el tren de aterrizaje saliendo del fuselaje del Boeing 737. Al poco las ruedas giran poseídas sobre la tierra. "Welcome to Yangon ..." anuncia una voz por la megafonía. No nos podemos creer que estemos en Birmania, realmente la cadena de obstáculos de estos días nos hizo pensar que algún espíritu maligno y oculto está empeñado en dificultarnos la entrada al hermético país. No podemos evitar que se nos pase por la cabeza: "¡Anda que como no esté el visado por alguna dilación burocrática del Ministerio!".

Retrasamos el reloj una hora y media. El aeropuerto de la capital es minúsculo pero el cuerpo central está realizado a modo de pagoda con elementos arquitectónicos tradicionales birmanos y le da un aspecto muy acogedor. El interior es igual de aséptico e impersonal que todos. La verdad es que cuando se entra en la terminal da la impresión de ser una estación de autobuses por su mobiliario, tamaño y organización.

Resulta increíble, estamos en Rangun, mejor dicho, estamos en Yangon, el nombre colonial fue cambiado por su nombre actual en 1.989, en simultaneidad con otra infinidad de ciudades y del propio país que pasó de llamarse Birmania a Myanmar. May, la guía de la eficaz agencia Taw Win Travel, nos espera para tramitarnos el visado, trabajando coordinados con Catai Tours nos lo consiguieron en un tiempo récord. ¡Sí, el visado está ahí, por fin algo que sale a la primera! Tan solo a través de agencia es posible recibir el visado a la llegada, por cuenta propia implica que se tiene que entrar ya con el visado estampado en el pasaporte y emitido por alguna de sus embajadas. De nuevo, la profesionalidad de Antonio y Oscar de Catai Tours, en combinación con la Taw Win Travel habían conseguido algo casi imposible: tramitar un visado birmano en 48 horas. Eso ha sido lo que nos permite estar aquí en estos momentos.

May se presenta amablemente, es muy dulce, como casi todos los birmanos. Nos pide los pasaportes para que nos pongan el visado y le entregamos los 25 US$ por persona para el mismo. Mientras esperamos observamos el movimiento del aeropuerto. Los hombres visten todos con sus "longyis", las largas faldas que no han perdido vigencia. De todo el sudeste asiático son los únicos varones -junto con los bengalíes- que no han perdido sus señas de identidad en el vestir, no han claudicando a la moda occidental de los pantalones. Las chicas también llevan largas faldas pero con otros diseños y un pelo extremadamente largo, hasta por debajo del trasero. Sus caras tienen grandes tizones de una especie de tiza color crema. Ya averiguaremos qué es eso.

Después de unos veinte minutos May vuelve con los pasaportes y el visado en regla, en la actualidad lo dan para 28 días, un gran avance porque no hace tanto tiempo tan solo se concedía para 7 días y las visitas eran relámpago. Tampoco necesitamos cambiar los ¡200 US$! que obligan a cambiar a cada viajero individual para convertirlos en FEC, una moneda artificial creada especialmente para sangrar a los extranjeros con un cambio realmente insultante (como hacían los chinos hasta hace poco). Al haberlo tramitado a través de Catai Tours nos vemos eximidos de esa carga.

-¿Tenéis teléfono móvil? -nos pregunta la dulce May.

-No, no tenemos ningún tipo de teléfono -le contestamos.

Efectivamente, no teníamos ningún tipo de teléfono porque conocíamos las estrictas regulaciones de Birmania respecto a las comunicaciones: prohibición total de cualquier medio de comunicación con el exterior. Retienen todos los teléfonos GSM en el aeropuerto, cosa que es una tontería suprema porque como no tienen sistema GSM, ... no sirven para nada, no funcionan en Birmania. Persiguen tanto a los GSM (te los quitan a la entrada y los devuelven al irte) que hemos pensado ... ¡anda que como vean un teléfono satélite de verdad ... se nos cae el pelo! Incluso aunque lo colásemos a la entrada teníamos que coger por lo menos tres aviones más y eso implica demasiados aeropuertos con rayos X para el equipaje, registros, controles, etc. No nos quisimos arriesgar y dejamos nuestro preciado teléfono satélite Inmarsat Ibérica en Singapur.

Tampoco hay internet en Birmania ("demasiada información"), tan solo un servidor que filtra los e-mails y controlado por el gobierno. El servidor guarda copia de todos pero no creemos que los revise (aunque tienen buscadores de palabras clave) ... a menos que ocurra algo y quieran rastrear todas las ramificaciones. Los pocos lugares que tienen correo electrónico (sin acceso a internet) cobran unos precios astronómicos, uno o dos dólares cada 5 Kb (200-400 pts. cada 5 Kb). A juego con las llamadas al extranjero que rondan los 5-7 dólares por minuto (1.000-1.400 pts. por minuto). Pues aún con todo, ese aislamiento forzado que sufren los extranjeros en Birmania ... son un sacrificio insignificante ante la experiencia de conocer Birmania y tener el placer de disfrutar la forma de ser de los birmanos. También es el momento propicio para visitarlo, las normas tan estrictas de hace unos años se relajan y todavía hay poco turismo. Es lo que nosotros llamamos un país para "disfrutar", no solo se visita ... hay mucho más en Birmania.

El conductor de May nos ayuda con el equipaje y nos llevan hacia el hotel. Si nos movemos en coche por Myanmar ... tiene que ser con chofer, los extranjeros tenemos prohibido conducir en Birmania. Nos cruzamos con arcaicos autobuses que llevan pasajeros hasta agarrados a las puertas y ventanas ... por fuera. Las viejas "guaguas" de briosos colores verdes y rojos siguen recorriendo la ciudad. Mientras avanzamos por las calles de Yangon, May nos explica en inglés a quién pertenece cada edificio que vemos por el camino. "Estos hoteles pertenecen a una "joint venture" con (Francia, Australia, Alemania, Korea, Japón, ...), ... estas murallas son del Ministerio de Defensa, ... esta especie de bunker es la embajada de Japón, ... ese es el lago Kandawgyi (¡impresionante!), ... estos viejos edificios coloniales británicos fueron desalojados para ser convertidos en oficinas gubernamentales, aquellos otros en apartamentos privados, ... "

Pero son las agujas de las pagodas birmanas las que despuntan por encima de los viejos edificios gubernamentales y las modernas embajadas. Son como burbujas doradas que quisieran liberarse de su confinamiento terrenal para elevarse hacia la gloria eterna. Pero el cielo no nos muestra su faz más celestial, su horrible semblante grisáceo y anubarrado amenaza con descargar con fuerza en las próximas horas. Estamos en la época de los monzones, que ya se estrenó hace varias semanas. Según nos confiesa May "este año se ha adelantado" y no pasan muchos minutos cuando un trueno ensordecedor anuncia la llegada de su "majestad" la lluvia.

Pero no nos íbamos a mojar solos durante nuestro recorrido por Birmania, esquivaríamos charcos y barro con Ainhoa y Xabi, compartiríamos recorrido y risas por las perlas de Myanmar con este recién estrenado matrimonio de Bilbao. Cuando dijeron a sus respectivas familias y amigos los lugares que habían elegido para comenzar su vida en común les tacharon de locos: ¿Birmania? ¿Camboya? ¿La isla Ko Sa qué? Pero ellos no cejaron en su empeño. Y veinticuatro horas después del enlace, de diversos transbordos aéreos por Europa y Asia y un decalaje horario de cuatro horas y media se encuentran, poco después de aterrizar en la capital birmana, compartiendo un nuevo fin del mundo acuático ... junto a una pareja que le dicen estar dando la vuelta al mundo ... con un coche español que han dejado aparcado en Singapur.

El Apocalipsis trunca los planes para visitar la perla de Yangon: la pagoda Shwedagon. Mejor disfrutar de la experiencia budista en monasterios cubiertos, no nos apetece tener que remontar escalinatas como los salmones remontan un torrente. Penetramos en el Paya (santo) Chaukhtatgyi -concienzudamente cubierto- donde tiene morada un impresionante Buda reclinado, uno de los mayores de Birmania. Sus monasterios circundantes son muy modestos pero pasear por ellos es grandioso, somos recibidos con los brazos abiertos y nos permiten ser testigos de sus actividades cotidianas. Uno de los monjes nos muestra como prepara su atuendo para ir a recibir con su gran cuenco lacado negro las ofrendas de arroz que diariamente los fieles les brindan. Mientras se afana hacendosamente en colocarse la túnica de color burdeos, otro monje hojea su libro de salmodias. En el gran dormitorio común, entre las finas esterillas que sirven de colchónes, un anciano con gafas de tropocientas dioptrías se abate con brío sobre el suelo de teka del monasterio, emplea la corteza de un coco para darle lustre a las tablas. Unas chicas que observan nuestras andanzas por la habitación, pierden la atención sobre sus tareas escolares al tiempo que observamos nuevamente que sus rostros tienen esos tizones cremas que tanto nos intrigan.

El sayadaw -líder espiritual- de ese modesto monasterio se despide de nosotros en la puerta y nos da las gracias por el interés que tenemos en su modo de vida. Le damos las gracias a él por habernos permitido ser testigos de algo tan personal como la vida dentro de su monasterio. Me mira y me dice que sería un buen monje, me deja perplejo y no puedo menos que sonreírle. Le doy las gracias por el cumplido y le digo que mi cráneo se parece más y más al de los monjes rasurados ... pero que tengo serias dudas sobre mi capacidad para ser monje. Se ríe cuando me paso la mano por la cabeza señalando la cada vez más cercana similitud entre mi cráneo y el suyo afeitado. Pero insiste e insiste en que sería un buen monje, le doy de nuevo las gracias y le digo que lo pensaré pero que no puede ser ahora mismo, que tengo un asunto esperándome en Singapur y que me va a ocupar por lo menos un año. Se ríe de nuevo. Eso sin contar que una de las premisas para que un casado entre a ser monje es que su esposa autorice esa "beatificación" piadosa. Cosa que tampoco acabo de ver clara que Marián autorice. Le señalo a Marián entre risas y le hago el gesto de "¿Y qué hacemos con ella?". El sayadaw es encantador y me sigue la corriente con su sonrisa. Pero la última palabra la tiene él mirándome a los ojos: "aquí estaremos si cambias de opinión".

MARIÁN ES UNA "RATA"

Las construcciones budistas y sus prácticas son diferentes a las que observamos por ejemplo en Nepal, Vietnam o Singapur. En Birmania practican el budismo therevada como en Tailandia, Laos, Camboya y Sri Lanka en vez del budismo mahayana como el que practican en Vietnam, Singapur, China y Japón o el budismo tántrico del Tíbet y Nepal. La diferencia estriba , según nos aclara May con una precisa explicación, en que los therevadas para alcanzar el nirvana tienen que alcanzar su salvación por sí mismos, cada uno debe labrase su propio destino teniendo que llevar una vida ejemplar. Mientras que los mahayana creen que no se alcanzará el nirvana hasta que todos los seres humanos hayan sido salvados y esto se conseguirá cuando venga a la tierra el "Buda futuro". Para los mahayanas podríamos decir que la proclama es "tenga fe y todo irá bien".

La tolerancia que caracteriza al budismo ha permitido la convivencia con otras creencias más antiguas, de corte esencialmente animista, como es la creencia en los "nats", espíritus que tienen el poder de proteger o hacer sufrir a los humanos. En este sentido hemos de confesar que los birmanos son desmesuradamente supersticiosos, van más allá de lo ya tremendamente supersticiosos que son los asiáticos de por sí. Por poner un ejemplo, a la hora de emparejarse es vital que los astros sean propicios. Los días de la semana son esenciales en su quehacer diario ... y en su nacimiento. Se les bautiza con un nombre propio pero no se le ponen los apellidos del padre o de la madre ... sino del día de la semana en que han nacido y eso marcará su futuro matrimonio ya que hay uniones muy favorables (domingo-viernes, martes-jueves y miércoles-sábado) y días incompatibles (domingo-miércoles, lunes-viernes y jueves-sábado). Las demás uniones son normales, el destino ni los astros intervienen, será trabajo de cada uno que la pareja funcione.

También cada día de la semana está representado por un animal, el horóscopo birmano se basa en los días de la semana. Buscamos nuestros animales para saber lo que somos para Birmania. Xabi, nuestro muchachote del norte, nació en sábado y eso implica que es "Dragón", buscamos el de Ainhoa, nació en viernes y es un "Conejillo de Indias", caramba, ese animalillo de laboratorio que se usa para hacer experimentos (no haremos ningún chiste en público). Me toca el turno, nací en lunes y soy un Tigre, bueno, no está mal. Marián nació en jueves y es ... ¡una rata! ¡Me he casado con una rata! Casi me muero de risa con mi pequeño roedor cuando le salió rata. Pero aunque a nosotros nos parezca un juego, para ellos es sumamente importante y si la pareja no reúne la idónea conjugación tendrán que realizar muchas ofrendas y votos a lo largo de toda su vida para que se les proteja de su mala combinación y que los "nats" no se enfaden demasiado con ellos.

El día ha terminado, cojo a mi ratita de la mano y regresamos al hotel.

MAR DE FLECHAS

Una interminable fila de sombras se mueven sigilosas, van en hilera, las telas ondulantes sin forma parecen almas en pena vagando perdidas entre las brumas del alba. Intento distinguir lo que es a través de las legañas que se me han vuelto a formar por la temprana hora. Ese látigo de llamas granates en éxodo son cientos de monjes transportando en su regazo negros cuencos lacados que sujetan con las dos manos. Es la hora de las ofrendas a los monjes, los fieles deseosos de favorecer su ciclo de reencarnaciones se acercan a lugares determinados y depositan arroz en los cuencos abiertos que desfilan ordenadamente ante ellos. La primera ofrenda y la más sagrada es al amanecer.

Son las cinco de la mañana, nos hemos levantado a las cuatro, estoy que no puedo ni con mi alma. Nos dirigimos hacia el aeropuerto, en Birmania tenemos horarios regidos por los vuelos que hemos de coger y algunos de ellos, como el de hoy, exigen una tremenda fuerza de voluntad.

Pero mereció la pena sólo por ver la despedida del equipo de tierra. En 10 años como tripulante de vuelo en una compañía aérea nunca había visto nada igual. Cuando nuestro bihélice inicio su lento movimiento para salir de su parking, todo el equipo de conductores, mecánicos de tierra y coordinación se ponen en fila y despiden a los pasajeros con la manita ... ¡cómo si la familia hubiese venido a despedirnos a la estación de trenes! Les devolvemos el saludo a través de los pequeños ventanucos.

Bagan visto desde el aire es un mar de flechas ... visto desde tierra lo sigue siendo. Es el mayor derroche arquitectónico religioso que jamás hayamos visto en cualquier otra parte del mundo. Giramos sobre nosotros mismos, miramos hacia los cuatro puntos cardinales. Tenemos visibilidad de kilómetros pero el horizonte siempre tiene clavado dardos de piedra, pináculos de los infinitos templos y estupas budistas que brotan de la gran llanura señalando el cielo.

Su origen es muy remoto pero entre los siglos IX y XIV se fueron sumando a los santuarios de la primera época -con un estilo indefinido- muchos recién nacidos templos que en el curso de los siglos aportaban nuevos estilos arquitectónicos y decorativos. Al final del siglo XIII, las cifras oficiales contabilizaban 4.450 monumentos. En 1.901 seguían en pié unos 2.150. En el año 1.975 un fuerte terremoto de 6,5º en la escala Richter casi devastó todo el emplazamiento. La estructura de muchos de ellos fue seriamente dañada pero las labores de reconstrucción emprendieron su trabajo con una gran prontitud logrando restablecer parte de su esplendor. En la actualidad se han contabilizado 2.225 en pie aunque se tienen localizadas 4.000 en virtud a los restos de las fundaciones. No, no es un número, es un acontecimiento. El número ya lo sabíamos antes de llegar y nos hicimos una idea de lo que podía ser pero ... ¡nada que ver con la realidad! Y si rememoramos el pasado es todavía más increíble. Cuando Marco Polo estuvo en la ciudad, hacia 1.298, nos cuenta que sus estupas y torres estaban recubiertas de oro y plata con los más exquisitos bajorrelieves adornándoles, sigue diciéndonos: " (...) es uno de los lugares más hermosos del mundo, soberbio y suntuoso, con un refinamiento extremo en sus acabados. Acariciados por la luz del sol, brillan como mil fuegos y su resplandor es divisado desde muy lejos". Su edad de oro se extendió entre los siglos XI y XIII pero entonces llegó la "tragedia" de Asia, un terremoto grado diez de escala Richter llamado Kublai Khan, el hijo de Gengis Khan. Unos dicen que la destruyeron los mongoles, otros que los mongoles se encontraron la región abandonada ante el terror que inspiraba su avance. Sea como fuere, Bagan pasó en ese momento a ser "historia del pasado" mientras los mongoles constituían el mayor Imperio de la tierra.

El que invade ahora toda la amplia extensión es el bosque de estupas (zedi o chedi), pathos (templos o santuarios) y kyaung (monasterios) que en ladrillo cocido invaden todo el lugar. Cuando por las empinadas escaleras ascendemos a muchos de los templos, de nuevo la vista se deleita con ese infinito océano de puntiagudas olas de ladrillo y piedra. Desde ellas vemos como los aldeanos han sembrado campos de cultivo, afanándose en arrancar a la tierra su sustento. Infinidad de pequeños caminos y veredas serpenteaban entre la jungla de santuarios. Calesas de caballos son el transporte habitual de monjes y lugareños mientras carros tirados por bueyes se dejan hacer por sus amos entre los senderos que conducen a los huertos.

Junto a los templos más importantes existe unas pequeñas cabañas donde se alojan el guarda con su familia. En una de ellas, la esposa de uno de los guardas nos muestra sobre una piedra algo que queríamos conocer con más detalle desde que entramos en Birmania. Es el "maquillaje" de tizones cremas que tan profusamente vemos en las mujeres y niños: el "thanaka". Se confecciona al momento, sobre la losa lisa y plana echan un poco de agua para a continuación frotar el trozo de árbol de "bark" con el cual obtienen una ligera pasta líquida pero a la par algo cremosa. Se untan los dedos y se extiende sobre el rostro.

Se lo aplican a Ainhoa y a mi ratita del jueves. "¡Qué refrescante!", es lo primero que dice Marián al sentir sobre sus mejillas tan original producto. Aunque también nota una suave tirantez, es ligeramente astringente. Una vez seco presenta el aspecto que lucen los rostros de las mujeres y niños birmanos con tan extendidísima frecuencia. Incluso algunas mujeres se cubren el cuerpo entero durante la noche pero Marián no va más allá de la cara, no me apetece abrazar una figura de barro al irme a la cama.

Es un ungüento muy polifacético porque sirve al mismo tiempo como protector solar, maquillaje, loción corporal o perfume. También se comercializa en forma de jaboncito y nos era ofrecido repetidamente por los niños cuando querían hacernos un "regalito" para obtener por nuestra parte otro "regalo" como compensación.

LA MALDICIÓN DE LOS ESPÍRITUS

Emprendemos el viaje por carretera hacia Mandalay una temprana y borrascosa mañana. A medida que avanzamos rezamos para que el día se despeje y nos obsequie con la preciosa luz que nos hizo el último día que estuvimos en Bagan. Por el momento el cielo gris contiene a duras penas sus deseos. Del pasado histórico y religioso del pueblo birmano pasamos a la realidad cotidiana, es lo bueno de moverse por tierra, se tiene mucho más contacto con la realidad del país. No importa que sea un viaje largo y duro –habría que ver las carreteras birmanas- porque lo que se ve a nuestro alrededor es la autenticidad de los pueblos.

Las palmeras que se congregan a ambos lados del camino por el que discurrimos son el sustento de muchas familias. Sacan partido de la sabia de sus frutos. Los hombres trepan hasta la cima de la palmera para recolectar un tipo muy curioso de cocos: pequeño y morados. De ellos extraen su néctar ... que por la mañana es dulce y a lo largo del día fermenta obteniéndose dos tipos más de jugos que suelen contar ya con varios grados de alcohol. Las mujeres en tierra firme, son las que se encargan de confeccionar al fuego –en gigantescos perolos y con ese mismo ingrediente- un dulce muy apreciado entre los birmanos, sin haber podido llegar a aclararnos con su nombre eran una especie de pequeños botones verde pálido.

En la cabaña nos dan a probar de todo y nosotros aceptamos gustosos. Nos apasionan las cosas nuevas. Si bien el dulce es excesivamente azucarado para mi paladar el primer zumo es una delicia. Luego vamos degustando los sucesivos brebajes que van resultando de ese mismo jugo a medida que el tiempo pasa, fermenta y genera licores de una gradación más alta. El último ya era para coger una buena si se abusa.

El tiempo va de mal en peor y la carretera estrecha y con baches no ayuda mucho al avance. Llegamos al Monte Popa o "Monte de la Flor", pues uno de los espíritus que habitan en él, Mae Wunna, es la patrona de las hierbas medicinales. Sus otros inquilinos espirituales, en cambio, no gozan de muy buen humor.

Nuestro conductor comienza a arrostrarse con las curvas cada vez más cerradas a medida que ascendemos por este viejo volcán extinguido hace 250.000 años. Con sólo 737 metros del altitud fue elegido como morada por los espíritus "nats" más poderosos de Birmania. La lluvia repiquetea sobre la chapa del vehículo como si el Pájaro Loco quisiera perforarla. Los nats no están contentos, se han encargado de hacer casi impracticable la larga escalinata de ascensión y han cubierto toda la zona con el impenetrable manto de la bruma. Algunos fieles con cara de resignación ascienden por las escaleras que desaparecen en la niebla, otros descienden empapados, siluetas sombrías que surge de súbito entre la vaharina, como lo harían los propios nats. Es cierto que la fe mueve montañas.

Tan solo los guardianes terrenales de la rampa escalonada parecen felices y divertirse con sus impertinencias y malos modos. Cientos de monos corretean haciendo de las suyas por las escalinatas, comiendo a dos carrillos e hinchando la papada con los plátanos que los fieles les dan, vigilando cualquier cosa que puedan robar para comérsela en los tejados o en los árboles, angustiosamente alertas para que su vecino no llegue antes que él al botín. Los carteles advierten que hay que tener cuidado con esos descarados primates, si creen que lo que hay en una bolsa se puede comer ... se lo arrancan de las manos a los transeúntes y huyen con su trofeo, abandonándolo en cualquier lado si no es comestible. Más de una cámara ha terminado colgada en las copas de los árboles.

Los monos nos tienen nerviosos y los nats nos ha echado el mal de ojo. Ha llegado el momento de partir.

EL CENTRO DEL UNIVERSO

Amanece en Mandalay. Empiezo a creer que han raptado al sol. Hoy sigue sin dar señales de vida. Los maléficos espíritus del Monte Popa nos la tienen jurada y creo que ellos tienen mucho que ver en el secuestro. Nos sentimos objetivo de sus iras cuando empezamos a cruzar a pie el puente U Bein sobre el lago Taungthaman, un veterano e histórico puente de madera de teka que lleva resistiendo el embiste de los monzones desde el siglo XIV. Algunos de sus 984 pilares han sido sustituidos pero la mayoría son todavía los originales. Cuando lo cruzamos creí que el vendaval de agua se iba a llevar a Marián al lago así que agarraba fuerte a mi ratita. Tampoco podía ir sola con el paraguas porque con lo ligera que es, en la próxima ráfaga iba a parecer Mary Poppins volando con su paraguas.

El tornado parece apaciguarse y llegamos a la "Ciudad de la Inmortalidad": Amarapura, a tan solo 11 kilómetros de Mandalay. Aquí se alojó la primera embajada británica del país en 1.795 y fue la capital hasta que el rey Mindon la trasladó a Mandalay de 1.841 hasta 1860. Apenas queda nada de su venerable pasado pero de nuevo el ambiente budista en los monasterios que visitamos nos llena plenamente.

Pero el fervor más devoto de Mandalay lo encontramos en el voluminoso Buda del Paya Mahamuni. Esta estatua de bronce de 4 metros de alta se remonta al siglo I. Pero el metal original ya no es apreciado a la vista porque con el transcurso de los años los fieles lo han ido recubriendo de hojas de oro. En estos momentos cuenta ya con un grosor en oro de más de 15 centímetros, especialmente en el estómago y en las piernas, pues existe una creencia que si le colocas el oro donde tienes una dolencia te sanará.

En el "Monasterio Dorado del Palacio" o kyaung Shwenandaw, la construcción en madera de la residencia monástica emulaba al Palacio Real, de hecho el rey y la reina Mindon lo usaron como residencia y allí murieron. Y así siguen apareciendo más y más templos, más y más estupas, más y más monasterios. Uno de ellos ... albergando el libro más grande del mundo. En el Paya Kuthodaw -durante el siglo XIX- fueron cinceladas 729 gigantescas estelas de mármol con el Tripitaka, la compilación de los tres libros sagrados budistas clásicos: el Vinaya (la disciplina monástica), el Sutta (las palabras de Buda) y el Abhidhamma (la filosofía budista). Cada estela tiene su propio templete blanco terminado en afilado pináculo y rodean al templo principal como un ejército albino de lanceros en formación. Un comité se encargó de comprobar que leyendo durante ocho horas diarias sería necesario 450 días para leer la totalidad del libro. En 1.900 se imprimió una versión del original y se obtuvieron 38 volúmenes de 400 páginas cada uno.

Mandalay en realidad es un lugar muy reciente fundado por el rey Mindon Min en 1.857, que decidió instaurar su nueva capital en este lugar. El Palacio Fortificado fue elevado en 1.861 y sus murallas, de 8 metros de alto y 2 kilómetros de largo por cada lado, aun encofran el recinto real (fielmente reconstruido puesto que fue totalmente destruido durante la segunda guerra mundial). El futuro de la ciudad considerada como el "Centro de Universo" no fue muy prometedor pues en 1.885 la ciudad cayó en manos de los británicos y su rey, Thibaw, fue exiliado a la India.

Al final de nuestra estancia en Mandalay el sol consigue zafarse de su cautiverio maléfico y logramos contemplar la primera puesta de sol en Birmania. El maleficio de los "nats" comienza a disiparse.

EL REFUGIO DE LAS ALMAS

Un salto más como pájaros y de nuevo la delicia de avanzar como nómadas terrestres. Ya no hay ninguna duda, si queda algún nat enganchado al zurrón ... tiene que ser de los bondadosos, los nats malignos se han diluido. Es la única explicación al regalo que acabamos de recibir al llegar a Heho: coincidir con su mercado semanal. Adoramos los mercados, para nosotros es el palpitar de los pueblos, la sangre que fluye y hace bombear el corazón del país. Allí están las llamativas tribus Shan y Pa-O con sus trajes negros las primeras y en azul claro o índigo las segundas. Todo el mercado está lleno de paños de vistosos colores enroscados en la cabeza, como si hubieran salido de la ducha. Cada etnia tiene su propio tamaño, diseño y modo de colocárselo. Allí se apretujan los puestos de verduras, fruta, carne, pescado, especias, el famoso cherut (esta es la región donde se cultiva por excelencia las hojas que envuelven al emblemático cigarro birmano), chiringuitos para comer, empujones de la multitud por los estrechos pasillos del mercado al aire libre... rostros maquillados con thanaka luciendo los diseños más variados, motivos geométricos, florales, étnicos... No falta de nada en este desfile privilegiado de tan pintoresco y genuino espectáculo popular.

Un nuevo brinco, del mundo terrenal al mundo espiritual, lo buscaremos en las montañas. El trayecto es largo y pesado pero el paisaje lo vale. La zona es muy boscosa y rica en vegetación entre pronunciadas elevaciones. Los poblados pa-o y danu que pueblan la zona se dedican al cultivo del arroz de montaña (en terrenos secos), patatas en colinas de barro rojo y calabazas. En esta ruta es cuando soy consciente de lo que significa el bambú para el paisaje birmano y para su economía, ratificando que este país cuenta con el mayor número de especies de bambú después de la China. Y también vemos por primera vez el "banyan" (el ficus religiosa) o árbol de Buda, bajo el cual la tradición cuenta que Buda alcanzó la Iluminación.

Pindaya es la guinda del pastel que estamos catando en estas montañas. Y como buen pastel ... lo mejor está en el interior, debajo de los adornos externos. Así es Pindaya, un mundo subterráneo entre calcáreas estalactitas y estalagmitas, un laberinto de pasillos y pasadizos que en el transcurso de los siglos se ha visto poblado de miles y miles de estatuas de Buda. Los fieles han ido depositando en su interior elaboradas en todo tipo de material para dar forma a la imagen de su líder espiritual: en cemento, ladrillo, mármol, teka, alabastro, lacadas, en piedra... diminutos, gigantescos, sentados, de pié, recostados, ...

ANDANDO SOBRE LAS AGUAS

Mundos terrenales, mundos espirituales y ahora mundos acuáticos. Un mundo que recibimos con cierta excitación por nuestra parte porque la navegación nocturna del primer día tenía un polizón a bordo. En la estrecha canoa en la que nos desplazábamos se puso a corretear un horóscopo birmano del jueves causando un gran revuelo ... y cierta inestabilidad en la fluctuante piragua.

La singladura diurna fue mucho más tranquila, aunque nuestros dos roedores comprobaron que no hubiese un tercero en la canoa. Y por si acaso, el Dragón se sentó en la popa y el Tigre en la proa. Comenzamos a deslizarnos sobre las suaves dunas acuíferas del generoso lago Inle, el más grandioso de Birmania debido a la conjugación de todos sus factores: estamos a 875 metros de altura y le genera un clima benigno, su dimensión es espectacular, el paisaje que lo rodea nos hace creer que estamos en un cráter escondido del mundo y lo más cautivador de todo ... su vida flotante.

La imagen que caracteriza al hermoso lago es la figura de sus hombres remando de una forma muy original. El lago no es nada profundo y navegan a pértiga pero avanzan con un sistema muy singular que nunca hemos visto hasta ahora. El remero siempre permanece de pié, agarra la vara con una mano y enrosca uno de los tobillos a la misma, avanzando como si tuviese una cojera. Al estar de pie puede también avistar la pesca mucho mejor y evitar los jacintos acuáticos y las islas de tierra que se prodigan por el río.

Además de la pesca, el lago es pródigo en productos de la huerta ... como ocurría en el lago Dal de Srinagar, en Cachemira (crónica 51). Las marismas, la tierra y los jacintos de agua forman unas islas flotantes de gran fertilidad donde es posible cultivar productos como tomates, coliflores, cebollas, ajos, berenjenas, alubias verdes, betel, bananas, papayas y melones. Entre el pescado, la verdura y la fruta ya disponen de un repertorio nada despreciable de alimentos sanos.

En la lengua principal del lago nos cruzamos con diversos pescadores. Cubiertos con sus "khamauk" -gorros de paja- sumergen enormes cestos de caña cónicos con redes deslizantes con los que logran atrapar suculentas piezas. De pronto, de entre los juncos surgen cinco pequeñas piraguas que con gran maestría nos intentan dar caza, al más puro estilo de pequeñas naves corsarias en busca del abordaje del galeón del tesoro. Nos alcanzan y se enganchan a nuestra nave, estas amazonas lacustres son la avanzadilla del mercado flotante que está en las inmediaciones. Tras una amable declinación de sus ofrecimientos de venta, dejamos a las bucaneras birmanas tras nosotros y comenzamos a adentrarnos por un ramal que desemboca en un pueblo de casas sobre pilotes, es uno de los muchos poblados flotantes. Nuestro nat protector sigue con nosotros, no sólo porque no llueve y en algunas zonas del cielo se distingue el codiciado azul sino porque hace más de cinco años que el mercado flotante se había trasladado a tierra y ha sido precisamente ahora cuando ha retornado a sus orígenes y las mercancías se compran y venden desde las canoas.

La población que se asienta en el lago Inle son originarios del sur de Birmania, los intha y practican también el budismo. Por ello los templos y monasterios budistas no faltan en el lago, algunos muy aparatosos y de desproporcionado tamaño, otros entrañables y repletos de bajorrelieves de madera de teka y otros anecdóticos, como el "Monasterio de los Gatos", donde los monjes han adoptado a decenas de felinos que viven plácida y lánguidamente en este palafito consagrado a Buda.

Ha sido un día único, el lago Inle se sumará en nuestra memoria a los backwaters de Kerala y al lago Dal de Cachemira. Son enclaves mágicos, poesía acuática, alimentos del alma, el sortilegio de otro universo.

El sol suspira su último hálito y es el momento de retornar a nuestro refugio de las marismas ... antes de que nos coman vivos los mosquitos.

UNA CITA PENDIENTE

Un nuevo ave de metal nos lleva en su panza y deposita de nuevo en Yangon. Tenemos pendientes una cita ineludible. Una cita inolvidable. Una cita que los monzones frustraron cuando éramos unos recién llegados pero que ahora es posible porque el sol es nuestro anfitrión y aliado.

La pagoda de Shwedagon no sólo nos deja boquiabiertos por su espigada torre de 98 metros de altura y 30 toneladas de oro, sino que de nuevo quedamos impresionados por su palpitante vida terrenal al sentir el fervor del pueblo birmano, que no ha abandonando ni un ápice sus creencias más íntimas. Como la Meca para los musulmanes, el Muro de las Lamentaciones para los judíos o el Vaticano para los católicos, el "Dagón de Oro" es el lugar más sagrado para los budistas birmanos que al menos una vez en su vida han de visitar.

Se erigió para alojar hace 2.500 años una reliquia de indiscutible reverencia para sus seguidores: ocho pelos de Buda. Otros edificios religiosos fueron añadidos en el transcurso de los siglos venideros y fue en el siglo XV cuando fue recubierto de oro. La reina Shinsawbu ofreció su peso en oro (40 kilos) para recubrirlo. Pero su yerno fue más allá en un gesto de generosidad desbordante y ofreció cuatro veces su peso en oro además del de su mujer. Desde entonces luce su aspecto rabiosamente dorado, sobre todo cuando el sol le ilumina convirtiéndolo en el espejo más santo de Birmania. Pero indescriptibles avatares han sacudido el sacro lugar: terremotos, ocupaciones, saqueos, guerras, incendios... durante 2.500 años ha padecido de todo. Pero incluso el terremoto más dañino -en 1.768- derribó la cúspide del chedi no consiguió acabar con la gran estupa dorada que aún se yergue en la vieja colina.

Multitud de estupas más pequeñas se han erigido en su base. El oro, la plata, los diamantes y otras 1.383 piedras preciosas fruto de donaciones recubren estupas y santuarios. Hay también templetes para cada uno de los símbolos de su horóscopo y para conseguir salud y felicidad hay que verter vasitos del agua de esa misma fuente siguiendo un ritual. El número de vasitos a llenar y verter tiene que ser tu propia edad más uno ... y hay que hacerlo tres veces, una vez sobre la cabeza de la estatua del animal que somos y que está en la base (una rata en el caso de Marián, no recuerdo si lo he mencionado a lo largo de la crónica), otra tanda de idéntico número de vasitos sobre la cabeza del pequeño Buda blanco a la altura de la fuente y un nuevo ciclo sobre la cara del gran Buda engalanado en dorado. Para mi fue interminable ... ¡hay que ver cómo pasa el tiempo! Pero bienvenida sea la salud y felicidad.

Ainhoa y Xabi tienen que partir, difícilmente olvidarán este cautivador país donde iniciaron su vida de casados. Internet hará posible que este encuentro totalmente casual pueda perdurar y quizás nos reencontremos cuando estos nómadas impenitentes regresen al país que les vio partir el 1 de julio de 1.999 ... hace más de dos años.

Nosotros todavía no nos vamos, hemos alargado nuestra estancia en Yangon y concluir nuestro periplo con el encuentro de la vida cotidiana de la mayor ciudad de Myanmar, indagar por templos menores, pasear por algunos mercados (aunque estos ya tienen un carácter marcadamente urbano), dar la vuelta al lago Kandawgyi que tanto nos impresionó el primer día (y que sólo vimos desde el coche debido a las tormentas), dar de comer a las carpas sagradas de algunos estanques, buscar los restos coloniales en el casco antiguo, subir a las arcaicas guaguas, pararnos en tenderetes donde curanderos prodigan las cualidades de su extraña mercancía expuesta en una tela sobre la acera (los enormes testículos de no sé qué bicho debía de tener unos poderes tremendos para no sé qué cosa, a juzgar por el interés que despertó en su audiencia), charlar con algún que otro birmano que se te acercaba todo orgulloso de hablar inglés y quería charlar con extranjeros del otro lado del telón, ...

Además de los lugares que hemos visitado en este completo peregrinaje por las joyas de Myanmar, hay más zonas posibles de recorrer pero requieren ya mucho tiempo y dinero. En otras demarcaciones, el Telón de Bambú se vuelve más impenetrable, especialmente hacia las zonas donde los grupos rebeldes y el contrabando extienden sus dominios. Hacia el sur y este de Yangon las fuerzas rebeldes tienen campos de acción, algo adormecidos con treguas y altibajos. Y hacia el Triángulo de Oro (frontera norte con Tailandia y Laos), una zona donde campan los traficantes de opio y heroína, los buscadores de rubíes, los insurgentes shan y los contrabandistas. La oficialidad no está dispuesta a que seamos testigos (o víctimas) de la actividad que allí se desarrolla.

Todo está controlado y regulado para los extranjeros pero la visita es un descubrimiento único y ya se goza de una libertad de movimientos que permite disfrutar este cautivador país.

La esencia de Birmania es excepcional y el Telón de Bambú, tarde o temprano acabará abriéndose por inflexible que sea ... y la próxima vez ... el tigre y la ratita entrarán por tierra.

- P.D.: Nuestro muy especial agradecimiento a Taw Win Travel y a Catai Tours, sin cuya profesionalidad y desvelos por un trabajo a contrarreloj no hubiese sido posible incluir la entrañable Birmania en la Ruta de los Imperios. Gracias por ese "empujón" logístico que recibimos en los Montes Cámeron para descargarnos de las labores que no nos sentíamos con fuerza de realizar para recorrer Birmania.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

about

Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.