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Crónica 9,

Egipto III - El rio de la vida

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Egipto

-¿Pero por qué pitan de ese modo? -Pregunté a Marián.

-No tengo ni idea pero el semáforo está en rojo. -Me contesta mientras gira la cabeza y abre la ventanilla para atender a un joven que golpea con sus nudillos el cristal.

-Tienen que avanzar. -Nos dice.

-¿Pero el semáforo está en ...? -No me deja terminar la frase.

-No importa, tienen que seguir, no funcionan bien. -Concluye.

Meto primera y avanzo despacito por el cruce. Los pitidos siguen, vienen de todos lados pero no es por nosotros. Es el sonido ambiente de todas las ciudades de Egipto. En la esquina vemos un policía apoyado en el semáforo ... que pasa de todo. Nos habíamos olvidado que el tráfico en Egipto funciona de este modo y como era el primer semáforo que nos encontrábamos en dos semanas ... lo respetamos.

Acabábamos de entrar en Luxor y el ruidoso y confuso tráfico nos sigue arrastrando hasta el centro. Las calesas de caballos se entremezclan con los coches y los semáforos que siempre tienen el mismo color (depende de la bombilla que todavía queda sin fundir) son los elementos que ponen la guinda al embrollo urbano. Decenas y decenas de hoteles, restaurantes, terrazas, tiendas de recuerdos, ... invaden la avenida que transcurre frente al Nilo. Constantes guías espontáneos nos ofrecen sus servicios así como la posibilidad de alquilar una faluca para recorrer el río.

Demasiado ruido, demasiados agobios, demasiados "give me bakshis" (dame propina). Después del sosegado ambiente de los oasis esto nos aturde... pero los lugares que aquí se asientan desde época inmemorial son de un valor incalculable. El templo de Karnak, el templo de Luxor, la otrora poderosa Tebas, las tumbas del Valle de los Reyes, del Valle de las Reinas... nada tiene desperdicio, es imponente.

EL VALLE DE LOS CONVOYES

En esta ocasión, nuestro objetivo no es recorrer los lugares "faraónicos" del Nilo (ya visitados en dos ocasiones) sino seguir con la filosofía de la RUTA DE LOS IMPERIOS e ir ofreciendo una visión distinta a la típica de Egipto. Para ello pretendemos alejarnos de las grandes aglomeraciones turísticas y recorrer el Nilo desde Luxor hasta Asuán para poder empaparnos de la vida que a orillas del Nilo desarrollan sus gentes.

Intentamos salir de Luxor en dirección sur pero un control nos frena en seco:

-Welcome! ¿Adónde van ustedes? - Nos pregunta en un inglés muy elemental el jefe del control.

- Vamos a seguir el Nilo hasta Asuán. -Le contestamos muy seguros de nosotros mismos. Pero el movimiento de la cabeza, de las manos y el "la, la, la" (que significa NO en árabe) nos dejaron bien claro que algo no iba bien.

- No pueden ir solos, tienen que esperar al convoy de las 4 de la tarde-. Nos afirmó categórico.

Por mucho que le insistimos fue imposible convencerle de lo contrario. Los extranjeros no están autorizados a viajar por su cuenta a lo largo del Nilo, es obligatorio seguir a uno de los tres convoyes diarios que se configuran para que los tours organizados vayan de un lugar a otro. No es que haya peligro, nosotros lo vimos como una paranoia por la seguridad. Están todavía bajo el síndrome del terrible atentado de noviembre del 97. Desde entonces no se ha producido ningún incidente pero ... siguen las mismas regulaciones.

Para nosotros eso era inviable, no podíamos recorrer el Nilo en medio de autocares turísticos que tan solo hacen paradas en los templos. No nos quedó otra opción que suspender la etapa de Luxor a Asuán.

Pero salir de Luxor hacia el norte era la misma película. Convoyes preestablecidos a las 6 y 8 de la mañana y a las 4 de la tarde.

Luxor, 8 de la mañana. Estamos perplejos, estamos en medio del convoy que va a partir en unos instantes hacia el norte (Qena y Hurghada). Contamos a ojo unos 50 autocares y unas 40 furgonetas pequeñas. ¡Menudo convoy!

Por experiencia sabemos que los convoyes grandes van siempre lentos pero aquí todo era distinto. La pick-up del ejército que iba a la cabeza salió pisando el acelerador a tope y todos detrás para no perderle. Los autocares y los minibuses adelantándose los unos a los otros para coger posiciones y llegar primero, todas las carreteras cortadas para que esta gigantesca serpiente motorizada no se parase, los arcenes llenos de lugareños que no se querían perder el espectáculo... el convoy parecía "la carrera de los autos locos". Era digno de una película de persecuciones.

Llegamos a Quena, hemos hecho 58 Km. en 33 minutos. La caravana se divide sin detenerse, todo iba muy rápido, no sabíamos qué ramal seguir, vimos el cartel de Port Safaga en el último momento y nos dio tiempo a girar a la dcha. por los pelos. Los que van al templo de Dendara (al lado de Quena) tiran a la izda., los que van al Mar Rojo o al Cairo hacia la dcha. Los otros conductores sabían a donde iban y estaban acostumbrados a esto pero nosotros íbamos "a pelo", éramos los únicos "individuales". Al final ya nos dio la risa floja porque no nos podíamos creer lo que estaba pasando.

Si al borde del Nilo íbamos embalados ... cuando el convoy cogió la carretera del desierto que va al Mar Rojo ... ya no bajamos de 130 km/h. En las cercanías de Port Safaga el convoy se vuelve a dividir sin detenerse pero esta vez no nos pillan de sorpresa y todo va bien. Llegamos a Hurghada, por fin libres, el convoy se disuelve. Eran las once de la mañana.

Hurgada en otros tiempos era un pequeño pueblecito de pescadores, pero desde que se descubrieron sus soberbios fondos coralinos, el pueblo ha crecido descomunalmente enfocando su razón de existir a esa actividad. El resto de las actividades se reduce a bañarse en las playas privadas de los hoteles de lujo( porque en las públicas las mujeres no se bañan o lo hacen vestidas).

EL ÚLTIMO OASIS

Seguimos avanzando hacia el norte. El color del mar es de un azul turquesa tan intenso y brillante que destaca de una forma salvaje y espectacular sobre su oponente - el desierto -, que acecha sin piedad a otro lado del camino, ocre y seco, carcomido por el sol. Volvemos a girar al oeste y nos volvemos a adentrar en otra carretera del desierto, nuestro objetivo: Al Fayoun, el "jardín de Egipto".

Este oasis es el más grande de todos los oasis que existen en Egipto y tiene ...¡más de dos millones de habitantes!. Los griegos le bautizaron con el nombre de Cocodrilópolis, pues creían que los cocodrilos del lago Qarun eran sagrados, levantando un templo al dios Sobek con cabeza de cocodrilo. Este inmenso lago (que a la vista parece que hemos llegado al mar) se ha convertido en un lugar de recreo para los egipcios que huyen de los rigores del verano y la fertilidad de sus tierras le proporcionan una gran variedad de frutas y verduras. Los niños en la playa confeccionan collares con las pequeñas conchitas que encuentran en la orilla y tratan de venderlas por unas piastras.

Los restos arqueológicos que podemos encontrar en los diversos pueblos que conforman el oasis no disponen del esplendor o del valor artístico de los del resto del país.

Para nosotros tiene un significado romántico puesto que no lo conocíamos y aquí es donde termina su largo peregrinar el protagonista de la novela "El Alquimista" (del brasileño Coelho), un joven que partió de España hacia un rumbo desconocido en busca de la felicidad y de su destino. No aceptó su destino pre-establecido de cuidador de cabras y lo dejó todo en España porque estaba seguro de había "algo más para él" en algún lugar del mundo y ... tenía que encontrarlo. Tras muchas peripecias lo encontró en Al Fayoun.

LA "METRÓPOLIS"

Si Luxor con dos millones de habitante resultaba caótica con su tráfico, El Cairo con 20 millones de habitantes puede resultar una pesadilla: bocinazos constantes, adelantamientos impensables, mini-buses con el portón del motor abierto para airearlo mientras circulan, carros tirados por burros, kamikazes en vías de sentido único con las luces apagadas para ahorrarse dar una vuelta, frenazos de última hora ante colisiones que parecen inminentes y velocidades desproporcionadas en tramos absurdos... como si estuviéramos en una pista de los autos de choque de una feria.

Nos limitamos a las visitas imprescindibles en esta hiperpoblada capital porque circular por ella es una locura. Como siempre, no nos sentimos cómodos en las grandes capitales pero queremos obtener el visado de Armenia y tras cinco días de espera lo conseguimos, desde el punto de vista burocrático vía libre para entrar en esta ex-república soviética. La incógnita es si la república de Georgia nos permitirá el tránsito para llegar a Armenia ... ya se verá cuando llegue su día.

Tuvimos también un poco de aire español cuando visitamos el Instituto Cervantes, que funciona de maravilla, y conocimos a Daniel y Hermes. Una tarde disfrutando de su hospitalidad nos hicieron compartir un ambiente de risas, vivencias y camaradería.

En el camping que nos alojamos trabajamos las crónicas pero lo mejor de todo es que mientras escribimos tenemos delante de nosotros vistas directas hacia las piramides Keops, Kefren y Mikerinos, y eso es todo un lujo en una gran ciudad como El Cairo. Los atardeceres tienen un sabor especial cuando el sol rojizo se esconde tras las pirámides, un hermoso telón de fondo ... fuera del caos de la gran metrópoli.

También nos ha servido este alto para poder recuperarme de lo que creíamos que era una tremenda caída de tensión debido al calor y que me tenía en un estado de agotamiento total. Durante varios días apenas tenía fuerzas para mover mi propio cuerpo. No tenía ni vómitos ni diarrea por lo que no sospechamos de ninguna enfermedad intestinal (son siempre los primeros síntomas). Duraba demasiados días y no era normal así que Marián se puso a repasar todas las enfermedades y sus síntomas y la encontró ... tenía una giardiasis, un parásito que causa desordenes intestinales y que se encuentra en el agua contaminada. La giardiasis tiene tratamiento pero cuando nos dimos cuenta ya estaba casi recuperado así que no hicimos nada, los anticuerpos naturales me liberaron de ella.

En una ruta de estas características, no siempre podemos preservar las precauciones más elementales porque convivimos mucho tiempo con la población local y te conviertes en uno más. Existen muchas ocasiones en las que compartes los mismos vasos, comidas en salsas extrañas, ensaladas, agua de grifo, invitaciones de té, etc. Somos conscientes de los riesgos que eso entraña pero lo asumimos, las vivencias son tan intensas que el riesgo merece la pena (al menos para nosotros). Cuando se viaja por poco tiempo no se quieren problemas de salud y las precauciones se han de mantener a rajatabla pero en el caso de viajes tipo expedición (La Ruta de los Imperios durará ... ¡dos años! ...en principio) no se puede ser escrupuloso. Hay que mantener ciertas precauciones pero para disfrutar plenamente de la experiencia de la convivencia hay que relajarse y ... si toca ... ¡mala suerte! Marián y yo siempre hemos bebido el mismo agua pero igual el parásito estaba en el vaso y no en el agua servida. Es una lotería.

También ocurren incidentes imprevisibles como el día que durante una cena el perro del dueño del local al ver la mesa servida sin nadie alrededor se zampó nuestras tortillas del plato, y cuando nos quisimos dar cuenta Marián ya se había servido ¡y comido! una ración de macarrones en el mismo plato que él relamió a conciencia ... con la misma lengua que se relamía un ojo que tenía infectado. ¡Todo es una lotería! Nos preocupamos al darnos cuenta pero ... no hubo ninguna consecuencia. Y yo, en cambio, habiendo bebido lo mismo que Marián padezco los efectos de la giardiasis. Son los imponderables de un viaje de estas características.

Pero una vez resueltos los trámites burocráticos y repuestos físicamente dejamos El Cairo atrás, el ruido y el bullicio, para dirigimos hacia el noroeste a una lugar más apacible por la carretera del desierto hacia Wadi Natrun, el Valle de la Sal.

Desde este impresionante y prolífero oasis saldremos a recorrer la última etapa de Egipto, los poco frecuentados monasterios coptos del desierto.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.