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Crónica 74,

Patagonia y Camino Austral Norte - El pueblo escondido

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Patagonia

La barcaza atraca en Puerto Yungay tras realizar su último viaje del día a Río Bravo. Diez personas se ponen frenéticamente a descargar un gigantesco camión que llegó ayer por la noche con toda la carga que había que transportar a Caleta Tortel. La cadena humana se va lanzando las cajas hasta llegar a la trampilla de la bodega donde se introducen todas ellas. Llega el turno de los bidones de combustible y las gigantescas bombonas de gas. Hay una cantidad ingente.

-No, no va a caber su camioneta -me dice Abelardo moviendo la cabeza ligeramente hacia los lados y evidentemente contrariado.

-Igual sí, igual sí. No perdamos la esperanza. Es muy importante para nosotros, si no cabe tenemos que desmontar cargadores atornillados al vehículos, coger el ordenador, trípode, equipos de grabación y fotografía, sacos de dormir, ... Es realmente un lío para nosotros.

-Bueno, vamos a hacer lo que se pueda. ¡Juntar más los bidones, a ver si logramos que entre la camioneta de los españoles! -grita a los trabajadores que están amontonando los bidones. Todavía no me acostumbro a que llamen "camioneta" a los todo terreno en Sudamérica-. Pero va a ir en medio de miles de litros de combustible y bombonas de gas ... ¿no le importa de verdad?

-No, no. Asumimos el riesgo, sería mucha mala suerte que se incendiase la barcaza -le digo abriendo bien grande los ojos para infundir confianza y hacer un nuevo llamado al Ángel de la Guarda que tan bien nos ha protegido hasta ahora ... y que seguramente necesite una cura anti-estress a nuestro regreso-. ¿Nunca antes le ha ocurrido, verdad?

-No. A mi no pero el combustible es el combustible. Ya se sabe.

-Bueno, hay que pensar en positivo. Si al final cabe ... nos lo llevamos.

¡Y cabe! Al final queda justito el hueco para nuestra "camioneta", casi no se pueden abrir las puertas pero lo importante es que entra. La barcaza desamarra y partimos hacia Caleta Tortel con nuestra casa-despacho-rodante. Todo perfecto. Excepto por el olor tan tremendo a combustible que inundaba la cubierta. Cuatro horas de navegación por el estero Michell entre montañas y llegamos al embarcadero de Caleta Tortel.

-¿Pero adónde van con esa camioneta? -nos pregunta entre risas el militar de la armada que recepciona la llegada del General Carrera.- ¡Si aquí no hay calles!

-No es para circular es porque es más cómodo traer todas nuestras cosas así, queremos hacer un reportaje -le contesto para hacerle ver que no somos unos incautos desinformados.

-¿Tienen alojamiento, han contactado con alguien del pueblo?

-No, nos hace falta. Dormimos en el mismo auto.

-Pues nada, bienvenidos a Caleta Tortel. Si necesitan agua para beber, agua caliente, electricidad, ... lo que sea, me llaman, yo vivo en esa casa de ahí -nos ofrece generosamente señalando la primera casa que tenemos delante. De un blanco impoluto, puerta de madera y tejado azul de chapa a dos aguas.

Le agradecimos su hospitalidad y arrancamos el Montero para permitir las descarga de la barcaza. Meto la marcha atrás y en diez segundos ya he llegado al otro extremo transitable de Tortel. Los veinticinco metros de hormigón armado del embarcadero son los únicos "circulables". También es la primera vez que un vehículo español pisa Caleta Tortel. Estamos imparables.

Levanto el freno de mano, dejo engranada la marcha atrás y pongo calzos a las cuatro ruedas, la rampa es tremebunda. No es plan que después de haber llegado hasta aquí se despeñe nuestro Montero al mar. Para dormir tendremos que introducir de nuevo nuestra montura en la General Carrera para recuperar la horizontalidad. Se inicia la descarga. Se nos abren las carnes al ver cómo se tienen que llevar todo lo traído a pulso, no sirven ni las carretillas, en Caleta Tortel todo son rampas de madera y escaleras. Un trabajo sobrehumano ... teniendo en cuenta que tan solo el combustible son decenas de bidones metálicos y el más pequeño es de cien litros. Tremendo.

"Aquí se mezcla la historia y la colonización austral con las maravillas de una naturaleza prácticamente inexplorada", reza una cita en Tortel. Efectivamente, el aislamiento de Caleta Tortel le confiere ese toque de algo inexplorado, virgen y puro que podemos saborear los que nos atrevemos arribar a este indómito rincón. En el muelle de Tortel se queda esperándonos nuestra montura mientras nosotros subimos y bajamos las escaleras que nos conducen por todos los rincones del tranquilo pueblo. Un asentamiento de casitas de madera salteadas por los cerros componen el poblado, como si un concienzudo maquetista hubiese diseñado con amor su particular refugio imaginario.

El río Baker, tras recorrer 200 kilómetros, ha elegido esta bahía para derramar sus aguas al mar. La pequeña Tortel, como una valiente flor de Edelweis que consigue abrirse paso entre la nieve, ha conseguido aflorar entre los dos Campos de Hielo Norte y Sur. Y aunque es muy duro vivir en este apartado pero bello lugar su gente siempre tienen un gesto amable y una sonrisa sincera para todos aquellos extraños con los que se cruzan.

Recorremos los diferentes embarcaderos, la segunda bahía del pueblo, entramos en palafitos sobre el agua y sobre la tierra, caminamos sobre el mar mediante sus pasillos sobre pilotes, trepamos a las dos iglesias, nos tomamos un té colgados en una terraza sobre una ladera y visitamos la municipalidad. Ascendemos y descendemos sin cesar. Y andamos, andamos, andamos y andamos sobre maderas hasta llegar al colegio público, una belleza de diseño que nos dejó con la boca abierta. Cuanto refinamiento y sosiego desprendía esa construcción, todo estaba excelentemente pensado con algunas aulas poligonales, grandes vidrieras a la naturaleza, ventanas multiformes, salon central circular, ... Si buscaron fusionar la docencia con la armonía espiritual lo han conseguido. Eso sí, menuda caminata para ir al "cole" si se vive en la primera bahía.

Al día siguiente partimos y si bien a la ida nos centramos en las grabaciones y fotografías, al regreso entablamos muchas conversaciones con otros pasajeros chilenos que también habían venido a conocer "su" Caleta Tortel. El afable y dialogante carácter chileno nos permite congeniar con el profesor de informática Juan Flores y su familia que desde Tortel hicieron una escapada en lancha hasta la Isla de los Muertos. Una enigmática isla poblada por unas rústicas cruces de madera de ciprés, mudos testigos de las tumbas que alojan los cuerpos sin vida de más de una centena de trabajadores de la Sociedad Explotadora. A principios de siglo XX se les encontró muertos por toda la isla y se les enterró en ese mismo lugar. Murieron bajo extrañas circunstancias aun no clarificadas y que ha dado lugar a muchas historias, la versión más cruel de todas ellas es que no quisieron pagarles y se les abandonó a la muerte en ese lugar. Como a nosotros no nos dio tiempo a realizar esa escala, Juan nos promete mandarnos las fotos escaneadas para que la conozcamos.

También entablamos animada conversación con el doctor Cristian Lira y su esposa Margarita, que nos ven muy interesados en todo lo referente a las costumbres e historia chilena. Nos proponen conocer como se realiza un asado de cordero al palo y nos citan para vernos de nuevo y organizarlo en Coyhaique, el principal centro urbano del Camino Austral. Desde luego vamos a salir con un conocimiento completo de todas las facetas de la Patagonia. Está resultando una experiencia fascinante.

TIENE UN TORNILLO SUELTO

A medida que nos vamos alejando de las poblaciones más recónditas de la Carretera Austral el cielo va transformando su faz. La borrosa y triste masa tormentosa es penetrada por rayos de sol que acaban con su sombría nebulosidad para ir desvelándonos poco a poco un deslumbrante cielo azulado. De pronto los lagos y lagunas cobran una renovada vivacidad que en nada se parece a la hastiada naturaleza que días atrás nos mostró. El mayor deslumbramiento fue cuando comenzamos a atisbar el grandioso lago General Carrera.

El color de sus aguas causa un efecto hipnotizador que casi me imposibilita fijar la vista en la zigzagueante pista. Frente al acentuado y poderoso color azul de sus aguas ... el cielo palidece. Los pequeños arroyos, ríos, montañas y bosques que nos han conducido hasta sus proximidades estallaron en su máximo resplandor cuando nos encontramos frente a él.

Recorremos toda su orilla sur dos veces, desde Maitén hasta Chile Chico y regreso. Son ciento veinte kilómetros de pista con escasos asentamientos humanos cuyos orígenes corresponden a las antiguas chacras (granjas) que comenzaron a poblar el seductor lago añil. Algunos sectores del camino están cincelados en la roca viva y permite adentrarse por las entrañas de las montañas. Llegamos a la laguna Verde (que es azul), un espejismo fantasmal cuyas aguas se retuercen entre pequeños cerros e islas. Finalmente ... Chile Chico, frontera con Argentina, donde las aguas del General Carrera se escapan hacia Argentina, adoptando el nombre de lago Buenos Aires. Ambos países comparten de esta forma el segundo lago más largo de Sudamérica después del Titicaca (también compartido, éste entre Bolivia y Perú).

En Puerto Fachinal, el punto más estrecho del lago, decidimos acampar esa noche cuando el sol parece haber sido desplazado por el temperamental y hasta entonces ausente viento. Sus ráfagas enfrían la noche pero no pueden alejar el oscuro nubarrón que se cierne sobre nosotros. El ordenador portátil Acer no arranca, ni siquiera se enciende el pilotito que indica la recepción de corriente. Lo enchufamos, desenchufamos, verificamos el transformador de 220 voltios que llevamos instalado en el vehículo, analizo los enchufes, presiono todos los cables por si es un mal contacto. Nada que hacer, ni un amago de querer arrancar. Como ni siquiera señala la recepción de corriente pienso que igual es simplemente algo relacionado con la alimentación, lo que sería benigno comparándolo con todo lo que le puede pasar a un ordenador ... o al disco duro. Ojalá que sea sólo eso. Mientras cenamos refugiados por un costado del Montero el viento aulla ya sin complejos y aunque somos positivos nos vamos a la cama con la inquietud de lo que le puede haber pasado al ordenador. Hay que llegar pronto a Coyhaique para quitarnos esa incertidumbre y repararlo urgentemente.

Por la mañana dirigimos nuestros pasos hacia el norte, enfilando hacia el encastillado volcán Hudson, que durante su última erupción en 1.991 quemó y cubrió de cenizas toda la zona, estas últimas llegaron hasta Chile Chico, a cientos de kilómetros. Un profundo bosque da paso a la hoya hidrográfica del río Ibáñez que nace del volcán Hudson. Los cercos cubiertos de cenizas y los bosques ahogados por el desborde de los ríos llenos de sedimentos son los efectos que reflejan la gran explosión del volcán hace una década. Unas vestigios mucho más lejanos en el tiempo aparecen en el minúsculo pueblo de Cerro Castillo. A su vera, un alero montañoso protege de la intemperie decenas de manos perfiladas pertenecientes a aquellos hombres primitivos que dejaron constancia de la expresión artística más antigua conocida en América y que perpetuaron hasta el siglo XVII. El espectáculo que desde allí se contempla a nuestros pies es soberbio, la cordillera de Cerro Castillo con sus 2.675 metros de altura se tiñe de pinceladas rosas y malvas mientras la agonía del sol expira sus último aliento del día.

Llegamos por fin a Coyhaique, preguntamos por el mejor servicio técnico para ordenadores y nos remiten a "Infoland". Es sábado por la mañana y nos dicen que nos darán el diagnostico el lunes ya que hoy no abren por la tarde. Le explicamos nuestras especiales circunstancias y enseguida aceptan analizar el fallo al instante. "Vuelva en una hora", nos dicen. Así lo hacemos y el veredicto no puede ser más nefasto. Un tornillo interno se había desenroscado solito y cayó sobre la placa madre ... fundiéndola. Es ya lo que nos falta, el portátil Acer, sin un rasguño y mimado desde el principio por el esfuerzo que supuso comprarlo y llevarlo a Katmandú, no ha parado de dar problemas desde el principio. Lo primero fue que se apagaba sola la pantalla y encontré el "truco" de apretar en el marco izquierdo para hacer contacto; luego se nos fueron agrietando las visaras y la batería muere a las 15 cargas cuando tiene que durar unas 500 (comenzamos a trabajar sólo con red). Todo ello bajo garantía pero no hay garantía internacional para Acer y era imposible mandarlo a España porque tardarían un mes en arreglarlo. Como seguía funcionando pues seguimos adelante. En Australia se funde el transformador y nos quedamos sin ordenador porque tardan un mes en conseguir otro. Nos saca del apuro la Mitsubishi de Townsville que al contarles el problema en una revisión nos regalan uno. Dio la casualidad que sus portátiles eran Acer y tenían un transformador de más. "No nos hará falta, vamos a cambiar los equipos en breve porque no estamos contentos", nos dijo la jefa de informática. Y ahora ... se desenrosca un tornillo interno y se carga la placa madre.

-¿Se puede arreglar? -le pregunto al dependiente.

-Hay que cambiar la placa madre completa, no se arregla una placa madre.

-¿El disco duro está bien?

-Sí, el disco duro está intacto. Es la placa madre la que está quemada.

-¿Tienen placa madre para este modelo?

-No, son placas muy caras que nadie tiene en almacén. Ni siquiera Santiago, la tendrían que pedir a Miami, la central de Acer para todo Centroamérica y Sudamérica.

-¿Cuánto tardarían?

-Casi un mes porque hay que mandar el portátil a Santiago para montarla y probarla allí. Ya arreglado se enviaría a Coyhaique.

-Entonces mejor arreglarlo en Santiago, vamos a pasar por allí.

-Sí, es mejor. Y más seguro.

-¿Cuánto costaría?

-El presupuesto que nos ha pasado Santiago son 570 US$.

¡570 dólares! ¡106.000 pesetas! ¡633 euros! Una auténtica locura. Es impensable ese desembolso con los fondos que nos quedan y menos en una máquina que, excepto los dos primeros meses, no para de amargarnos la vida desde que se unió a la expedición. Nos sale mucho más a cuenta comprar uno nuevo pero ... no hay fondos. El portátil Acer acaba de abandonar la expedición y se ha convertido en un montón de placas, chips y circuitos sin ninguna función. Nos hemos quedado otra vez con el portátil Olivetti, que aguanta valientemente con nosotros a pesar de estar tullido desde que un camarero en La India nos lo tiró al suelo (crónica 35). Ahora tendremos que hacer turnos con el ordenador que nos queda y toda la labor informática de la ruta se basa en un portátil antiquísimo (2,1 Gb, 32 Mb. de RAM, 233 Mhz, sin módem) que está muy dañado: pantalla suelta por la rotura de las bisagras, disquetera rota, sectores del disco duro dañados y no sabemos el estado interno de la circuitería tras la caída. Es un milagro que haya aguantado hasta aquí. Ahora vuelve a ser nuestro único soporte informático para poder seguir trabajando y publicando la web. Es realmente un día negro. Le damos encarecidamente las gracias al dependiente de Infoland y nos retiramos con nuestro montón de chatarra inservible que me han vuelto a montar.

-¿Qué hacemos? -me pregunta Marián.

-Pues no hay nada que hacer. Tan solo resignarnos al haber elegido una mala marca.

-¿Llamamos a Cristian y Maggie?

-Sí, es lo mejor. A ver si con compañía y amenas charlas se nos levanta la moral.

Les llamamos, fuimos a su casa y el típico asado patagónico al palo lo harían mañana. Quedamos directamente en su quincho (refugio cubierto donde se hacen los asados). No iba a ser complicado llegar, Cristian nos hace un estupendo croquis, bueno, no un dibujo, un "monito" como dicen por aquí. Ya nos vamos familiarizando con las palabras y expresiones chilenas. Al principio, cuando llegamos a Santiago y toda la bajada hasta Tierra de Fuego, a veces nos quedábamos a cuadros porque no sabíamos lo que decían. Si construimos una frase como: "Mi polola es bacán y le gustan las guaguas. Se dedica a los abarrotes y tiene hartos chanchos muy cotizados. Mi guata nunca estará vacía. ¿Cachas cabro?". Pues si en España nos volveríamos locos dilucidando el misterio aquí querría decir: "Mi novia es guay y le gustan los bebés. Se dedica a los comestibles y tiene cantidad de cerdos muy cotizados. Mi tripa nunca estará vacía. ¿Lo pillas colega?" (Espero haberlo construido correctamente porque sino me van a empezar a llover los e-mails de los chilenos que nos siguen). Lo mismo pasa al revés, como la primera vez que dije: "voy a hacer la colada" ... y nadie sabía que diantres iba a hacer por la tarde. Tienen palabras muy exactas, demostración: a Marián siempre le ha parecido impropio usar la palabra trekking por no pertenecer a nuestro idioma pero tampoco le parece suficientemente matizada la palabra "senderismo" que se ha adoptado en España. Cuando ella leía en algún libro "trekking" o "senderismo" ella decía: "Vaya, nos toca otra caminata". Pues bien, así es como se llama al senderismo en Chile: "caminata". Cuando Marián lo supo no pudo menos que exclamar: ¡Claro, eso es! ¡Ellos sí que saben! ¡Siempre lo he dicho, no es "senderismo" son "caminatas" de tomo y lomo! Hay más curiosidades, si uno está "curado" ("curao") no es que haya ido al doctor y ahora esté bueno sino que tiene una "cogorza".

En algunos casos hay que andarse con ojo porque un "cabrón" no es lo que parece, es una persona "echá p'alante", sin temor. Que a alguien le "toque la polla" o "saque la polla" es muy positivo en Chile ... porque significa que le ha tocado la lotería chilena más popular (que se llama así: "polla"). Tampoco hay que escandalizarse si alguien te dice que tiene todos los chochos que quiere en su casa. El chocho chileno es una bonita flor espigada de flores malvas y rosadas.

También tienen expresiones que uno agradece, demostración: a las personas de mi edad en Chile se les llama "adulto joven". ¿Acaso no es estupendo? ¡Cómo no nos va a gustar Chile! Pero a la par que descubrí que era un adulto-joven también me enteré que éramos "patiperros", personas que viajan y viajan sin pensar en regresar.

Estos patiperros llegan sin problemas al quincho de Cristian y Maggie. Es un lugar estupendo y las tierras que lo rodeaban espectaculares, abarcaban un sector del lago Castor, a 32 kilómetros de Coyhaique. Nos reímos de mutuas expresiones de ambos países separados por el charco Atlántico y recordamos la anécdota de la barcaza con la que viajamos juntos, que llegó estropeada a Puerto Yungay y se suspendió el servicio entre ese puerto y río Bravo. Villa O'Higgings quedó de nuevo aislada hasta que la reparasen. ¡Menos mal que nos pilló al otro lado!

El asado estuvo soberbio, se prepara poniendo el cordero completo (sin despiezar) en una especie de aspa-cruz de madera y se clava vertical frente al fuego. Se le hace un poquito por un lado, se le da la vuelta, luego otra vez, ... Se le añaden algunas hierbas si se quiere y siempre se va bañando regularmente con el imprescindible "chimichurri", aliño muy chileno a base de vinagre, ají (pimiento picante), ajo, cilantro o perejil y poco más. La carne quedó para chuparse los dedos y la compañía no podía ser mejor, fueron llegando familiares y amigos argentinos ya que la frontera estaba ... a veinte metros de la entrada. Al final una amiga de Cristian y Maggie nos invitó a conocer su aserradero y casa al otro lado de la frontera. Acabamos todos en Argentina por un par de horas.

También sale a colación el tema que nos amarga: el maldito portátil que acaba de morir. Resulta que Cristian no es tan solo doctor traumatólogo sino que es un genio autodidacta en informática. Los ordenadores que tiene los ha montado el mismo, se mete en cualquier fregado de programación, reformateos, conoce internet mejor que su casa, está al segundo en lo más reciente y es infatigable, no conoce la palabra "rendirse" frente a los bits. En la misma mesa que hacía unas horas limpiábamos con fervor los huesos del cordero desmontamos el portátil para sacar el disco duro, ver donde estaba la marca de quemadura donde cayó el tornillo y analizar qué se podía sacar de todo esto. Como si estuviésemos en el laboratorio del doctor Frankenstein comienzo con sus indicaciones a separar placas, memoria, componentes, ... Lo mismo hicimos con el Olivetti para ver qué era compatible o incompatible. Tan solo el disco duro era del mismo tipo, el resto no valía desgraciadamente.

-¿Y si ponemos el disco duro del Acer en el Olivetti? -me propone inmediatamente ante la ventaja de poner una memoria de 4,8 Gb. en sustitución de los 2,1 Gb. que tiene.

-No creo que podamos porque el Olivetti tiene la disquetera rota y algunos programas requieren un inicio por disquete para instalarlos. El mismo sistema operativo tiene que partir por disquete.

-La disquetera sí que es un problema -piensa en voz alta mientras se pone la mano en la barbilla.

-Sí. Y además nos da mucho miedo meter mano a las tripas del Olivetti, ahora mismo todos los programas funcionan milagrosamente, incluso con los sectores dañados del disco duro. Más que miedo me da pavor como no arranque Windows, el programa del GPS, no pueda descargar las fotos, que no funcione el Photoshop o que nos quedemos sin conexión con el satélite. Tiemblo solo de pensar en cualquiera de esas posibilidades.

-Te entiendo, te entiendo. ¿Tenéis cosas en el disco duro del Acer que necesitéis y no tengáis copia en CD?

-Sí, las fotos de las últimas dos semanas y el correo del último mes.

-Pues hay que sacarlo.

-¿Cómo, si no me atrevo a instalarlo en el Olivetti? Habría que montarlo en otro portátil compatible y nadie nos va a permitir que trasteemos con su disco duro para quitarlo y volverlo a poner.

-Yo no tengo portátil y los conectores son distintos que en un ordenador grande -me dice analizando cuidadosamente la clavija corrida del disco duro-. Mira, no veo por donde entra la corriente al disco duro por ejemplo, en los grandes hay una clavija similar pero luego tiene un conector para la corriente. Aquí no hay clavija para corriente, tiene que estar integrada en los pins de aquí -señala la clavija corrida-. Podríamos instalarlo en mi ordenador de casa si existiese algún tipo de adaptador. Tiene que haberlo seguramente -sigue pensando dando vueltas al disco duro-, pero es la primera vez que veo por dentro un portátil. -Yo sigo alucinando con él, menuda precisión y lógica mientras da las instrucciones para que yo lo desmonte ... siendo la primera vez para él también.

-Bueno, no importa. Haremos lo que podamos con el Olivetti -concluyo para no marearle más con nuestras contrariedades.

-No, no. No os vais a ir así. Podemos, podemos hacer cosas para aliviar vuestro problema pero va a ser largo -nos dice Cristian mientras se nota que pasan muchas ideas por su cabeza.

Al final el matrimonio nos invita a su casa para intentar salir de Coyhaique con la informática en mejor estado. Son los tres últimos días de las vacaciones de Cristian y los pasa encerrado conmigo en su "sala informática" de casa y buscando el hipotético adaptador para conectar el disco duro de un portátil a un ordenador de sobremesa. Un amigo suyo tiene una tienda de informática y le "suena" que había tenido algo así. Fue decirlo y volar a su tienda, está de mudanza (¡lo que nos hace falta!) pero Cristian le convence para buscarlo y buscarlo y ... ¡aparece! Rápidos regresamos a casa y lo conectamos todo. ¡Funciona! Puedo acceder al disco duro del Acer a través de su ordenador de sobremesa. También tiene una grabadora Hewlett Packard y me paso otro día más seleccionando y ordenando el disco duro del difunto Acer y sacar copia de todo en disco compacto. Todo requiere tiempo, mucho tiempo. Otro problema es que no podemos instalar nuestra grabadora HP en el Olivetti porque el driver de la PCMCIA es un disquete pero ... Cristian desmontó el disco duro del Olivetti y lo cargó desde su ordenador. Luego quiere hacer un experimento y lo desinstala de nuevo (yo ya no puedo seguirle, soy como un niño de parvulario en la conferencia de un catedrático). Graba el disquete en un CD y lo instala en el disco duro del Olivetti. Arranca el driver desde ahí y funciona también. Otro problema solucionado para el futuro y ya tenemos operativa la grabadora de CD. Eso era otro de los grandes problemas que teníamos porque al viejo Olivetti le quedan sólo 500 Mb libres y cada foto ocupa 2 Mb. Tan sólo cabrían 250 fotos ... una minucia para todo lo que nos queda por recorrer en la Patagonia, Chiloé y todo el centro de Chile. Ahora podremos vaciar regularmente el disco duro y sacar tantas fotos como necesitemos. Como ese, todos los problemas son solucionados por el genio de Cristian (porque no tiene otro apelativo, la mitad de las cosas que hacía con el portátil era la primera vez que las hacía y todo lo hacía bien). No sólo se preocupa de dejarlo operativo si no que me enseña como salir del apuro si volviese a ocurrir.

Durante este tiempo también nos ponemos en contacto con Acer España para intentar solucionar el problema del portátil de su marca explicándoles que ahora está fuera de garantía por unos meses pero que nos "comimos" todos los anteriores problemas (dentro de la garantía) porque no tienen garantía internacional y era imposible enviarlo a España. Les pormenorizamos los detalles de la expedición, que se trata de un aparato con muchos problemas (hasta llegar a soltarse un tornillo interno y fundirlo) y la importancia de tener el ordenador en condiciones. Les pedimos que lo reparen ellos por "decencia", responsabilidad con sus productos y por lo que significa esa amputación a nuestro trabajo. Pero vienen a decir que ... "fuera de garantía" ... ellos no están para nada. Vamos, que nos busquemos la vida. Lo más que nos ofrecen es uno de segunda mano a "buen precio" (600 euros=540 US$=100.000 pts.) pero tras el resultado del "nuevo" no queremos ni pensar lo que puede ser uno "usado". Esa vía de solución está muerta así que seguimos "buscándonos la vida".

Cristian comienza el trabajo en el hospital y se viene siempre al mediodía para ver cómo va todo y hacer lo que pueda. Todas las tardes se vuelve a encerrar conmigo a trabajar en los ordenadores. Ni un solo día nos acostamos antes de las tres de la mañana desde que llegamos a su casa y un día llegamos hasta las cinco y media. El objetivo es que el Olivetti, con todas sus limitaciones, pueda hacer todo lo que hacía el Acer. El gran trauma viene cuando de repente y sin previo aviso el Olivetti no permite abrir el Outlook Express, eso significa que nos quedamos sin enlace satélite para transmitir a la par que no podemos abrir ninguno de los correos recibidos. Casi tres años de correo bloqueados (unos diez mil correos) y encima incomunicados. ¡Casi nada! Se recarga el Outlook y nada. Se descarga de internet la última versión (la 6.0) y la carga en el Olivetti. Tampoco funciona. Prueba de todo y de mil modos durante todo un día. Hasta habla con el responsable de Entel (la compañía con la que tiene contratado su servicio de internet) en Coyhaique y le convence para que uno de sus técnicos lo examine todo. Tres horas con el técnico y el Outlook sigue bloqueado. Nada que hacer. Yo me rindo, estoy agotado con tantas trasnochadas y horas delante de la pantalla. Cristian no se rinde. Hemos llegado al sexto día.

-Déjame reinstalar el windows. Es algo del windows, seguro. Ha ocurrido algo y creo que sólo reinstalándolo todo te funcionará el Outlook -me dice, porque no admite que la máquina se salga con la suya.

-No me atrevo, ahora funciona todo menos el Outlook. Es una gran, gran faena pero podemos seguir la ruta, aunque no tengamos correo ni podamos buscar en sus archivo. El disco duro está dañado e igual no admite la recarga del windows.

-Entonces déjame ponerte el disco de Acer, ese disco está bien y tiene más del doble de memoria. Puedo intentar configurarlo y dejarlo en el Olivetti. Cómo no le funciona la disquetera lo configuro a través del adaptador con mi ordenador y luego lo implanto en el Olivetti. No puedes irte sin el correo, es algo vital en tu viaje.

-Es que tengo miedo, de verdad. Tengo miedo que el portátil deje de funcionar y nos quedemos sin nada.

-Vete a Puerto Aisen, visítalo. La carretera es muy bonita y la ciudad tiene unos edificios muy interesantes. Tómate el día libre y descansa. Déjame sólo aquí y yo te lo hago. Funcionará -me dice ansioso de solucionar el último problema que tenemos. El último o el principio del fin, según salga el injerto. La verdad es que se le ve tan seguro e impaciente por hacer el cambio de disco duro que dan ganas de decirle que si.

-Y tu, ¿no necesitas descansar? Llevas la misma paliza que yo.

-Yo ya descansaré cuando esto termine. No tengo una expedición por delante, tu tienes que salir descansado. Venga, déjame intentarlo. -¿Qué contestar ante tanta insistencia?

-Está bien. Inténtalo, ya veremos lo que pasa.

-No pasará nada, ya verás que todo te va a funcionar cuando vuelvas. Además es trabajo para uno, tu sólo podrías mirar. Vete a Aisen y disfruta el día. ¡Además, os echo de casa para que veáis algo más que este despacho! -me dice sonriendo-. Iros a Puerto Aisen.

Imposible negarse, fuimos a Aisen. La carretera es una preciosidad, tal y como nos dijo, y la ciudad portuaria, aunque algo sórdida en algunos sectores, tiene unos cuantos edificios antiguos e interesantes. También nos sirve de cura psicológica, estamos embotados hasta límites insospechados. Regresamos al anochecer y cuando Cristian nos ve ni nos deja preguntarle qué tal ha ido. El nos da las novedades.

-No lo acepta, no sé por qué pero no lo acepta. Lo configuro bien en mi ordenador y todo funciona pero al instalarlo en el Olivetti no arranca con el disco nuevo.

-¿Es broma o lo dices en serio?

-De verdad. Es un misterio porque debería aceptarlo, es idéntico pero con más memoria y en mi ordenador funciona de maravilla. Es al montarlo que no va. Pero bueno, vamos a cenar y luego sigo.

Y tras la cena ... a la sala de operaciones de nuevo. Parte de nuevo de cero, trabaja con el MSDOS, va punto por punto, yo no puedo ver cómo se mete por todos lados luchando con el disco duro ... y tampoco entiendo nada. Me voy con Maggie y Marián a charlar porque prefiero no ser testigo de lo que está pasando. Y al cabo de dos horas ... aparece Cristian sonriendo.

-¡Funciona! No me aceptaba el disco de 4,8 Gb. y tras probar de todo al final me lo acepta como tres discos independientes. Lo he fragmentado en dos sectores de 2,1 Gb y otro de 400 Mb. Mira, ven a verlo. Todo funciona ... y el Outlook se abre.

Y tiene razón, el Olivetti trabaja ahora con 4,8 Gb en forma de tres discos y arranca y opera correctamente. Nos han dado de nuevo las tres de la mañana. "Mañana cargamos todos los programas, mejor, te vas a llevar las últimas versiones de todo lo que quieras", me anuncia feliz este genio que ha vencido, una a una y a pulso, todas las adversidades que le ha presentado ese ser despiadado y monstruoso que se llama "informática". Al día siguiente por la tarde se cargaron todos los programas y más, incluyendo antivirus de última generación. Algunos programas que fui adquiriendo por Asia y nunca me atreví a cargar por el estado del disco duro los cargamos ahora. Un día más para cargar todo el disco duro con fotos, correo, las crónicas, documentos, etc. Han pasado nueve días.

Durante todos esos días las cenas son los auténticos momentos de relax donde podemos mantener interesantes y divertidas conversaciones mientras unas veces probamos especialidades chilenas y otras Marián hace paellas, tortillas y otras peculiaridades culinarias españolas. Los vinos chilenos son buenos y vamos probando diferentes cepas durante las cenas, según el menú. Estos momentos nos permiten conocer mucho mejor la historia, el carácter y la idiosincrasia chilena. Las grandes amistades nacen de circunstancias así, compartiendo los momentos duros y disfrutando los momentos de relajo. Conocemos también a la familia de Maggie: su hermano Raúl con su mujer Tatiana y su "guagua" Rocío; en plena mudanza pasan mucho por aquí. Son tertulias muy agradables que permiten distendernos del caos de la perdida del ordenador principal. A partir de ahora tan sólo tenemos un cacharrito antiguo para trabajar y ... por turnos. Eso va a ralentizar muchísimo el trabajo, correo, ordenar fotografías y un largo etcétera. Y demos gracias a Cristian que nos ha instalado un disco duro impecable y todos los programas funcionan perfectamente. Sin eso estábamos totalmente perdidos. Ahora tan solo nos resta cruzar los dedos para que el Olivetti aguante el trajín de trabajar todos los días. Sobre todo de tanto abrir y cerrar la pantalla, que está suelta, los muelles rotos y hay que poner siempre algo detrás para que no se caiga. Dios quiera que no se corte la tira de cables que une la pantalla con el portátil.

RESCATANDO TRADICIONES

Tantos días en Coyhaique nos permiten un profundo conocimiento de esta curiosa ciudad de 50.000 habitantes. Su entorno es magnífico, encajado en un valle entre los ríos Simpson y Coyhaique y rodeado de suaves cerros. Cuando se contempla su panorámica desde los lugares altos de los alrededores no se puede menos que suspirar profundamente. Tiene cascadas en las cercanías así como muchos lagos y lagunas en sus alrededores, algunos con muy buena pesca. Las excursiones desde la ciudad son inagotables y esta "isla de civilización" tiene 100 kilómetros hacia el sur y otros 100 kilómetros hacia el norte de carretera asfaltada. Eso permite llegar cómodamente hasta la entrada de decenas de pistas que conducen a magníficos lugares de naturaleza virgen. Como ciudad está muy bien planificada, los desplazamientos son cómodos, es muy humana porque todos los edificios son bajos, la mayoría de las viviendas son unifamiliares y está muy bien abastecida. Sus servicios son también buenos (aunque el aeropuerto está realmente lejos, en Balmaceda, a casi 50 kilómetros) y está pensado para ser autónomos y abastecer toda la zona. Las tiendas, supermercados y el propio hospital -moderno y con medios- dan una magnífica imagen de esta urbe. En sus calles, las viejas mansiones de madera se entremezclan con las de nuevo cuño que han sabido guardar la tradición. Un lugar que guarda el sabor del ayer con el desarrollo del presente.

Tan solo un punto negro: la climatología, tienen tres meses buenos (aunque con muchas lluvias) y nueve meses de invierno, cuatro de ellos realmente duros. Pero bueno, es cuestión de hacerse, cómo nos describe un "coyhaiqueño" que tomó la web de nuestro Montero aparcado y luego nos escribió: "En Coyhaique, el verano es para mi trekking, bicicleta de montaña, pesca a la mosca (a 10 minutos de mi casa) o escalada deportiva. En Invierno es la montaña, ski alpino, randonnée o telemark, escalada en hielo. ¿qué más se puede pedir? En Otoño los bosques son una sinfonía de colores y el piso una alfombra de hojas de lenga o ñire patagónicos. En primavera es el perfume de ese bosque al renacer la vida, canto de aves que regresan de sus migraciones. El clima ......... hay que ser consciente del lugar donde estamos ... "

La larga estancia con Maggie y Cristian hace que también coincidamos con celebraciones de la zona y conocemos más a fondo las raíces patagonas gracias a las fiestas costumbristas que tratan de recuperar y perpetuar las tradiciones. Tradiciones íntimamente ligadas a su pasado de colonización ganadera y maderera que son las que engloban la vida de estas retiradas zonas de estremecedora belleza natural. Estamos en el verano austral, cuando se puede vivir al aire libre en la Patagonia y se realizan todas las festividades.

Los rodeos forman parte de su razón de ser y tenemos la ocasión de disfrutarlos en Mañihuales y La Junta. Aunque sus orígenes se remontan a la época de la Colonia se fue perfeccionando con el tiempo hasta convertirlo en un deporte tradicional chileno. Salvo el poncho, que ha sido la aportación autóctona indígena, cuando ves a un jinete sobre su hermoso y bien cuidado caballo (de pura sangre española normalmente) parece que te cruzas con un señorito andaluz de algún Cortijo de Córdoba o Jerez de la Frontera. Chaquetilla corta, pantalón de pitillo, botines y gorro estilo cordobés. Una preciosa estampa que te arranca los recuerdos más genuinos de Andalucía. La destreza y maestría que deben demostrar cada pareja de jinetes en el ruedo de "media luna" (así se llama el recinto) durante la "collera" para dominar a los novillos es admirable. Y los novillos le dan juego para ello. Y al final de todos los rodeos ... ¡asado patagón al palo! Una gran hoguera con varios corderos en aspa o piezas de buey en una espada se van haciendo durante la competición para ser el banquete de fin de torneo. En la Patagonia hacerse un asado es como tomarse una tapa de aceitunas, tortilla de patatas o jamón serrano con los amigos en España, se hacen a la más mínima ocasión de reunión o celebración.

En Villa Cerro Castillo, en cambio, nos embebemos de la vida ganadera y agrícola. La muestra de perros ovejeros resulta espectacular y los perros demuestran que son uno de los más inteligentes y diestros animales que tenemos la suerte de tener como amigos. Las muestras de esquila, señalada de corderos, destreza de hacheros, aserradores a brazo, domaduras de potros ... se suceden a lo largo de las horas y de los días mostrándonos la vida que en los fundos se venía desarrollando desde el siglo pasado. Llega también el momento de la marca y despunte de cuernos de los terneros así como la castración de los que no se van a convertir en sementales. Algunos demuestran tenerlos bien puestos complicando el denodado esfuerzo de los participantes que les intentan echar el lazo ... embistiendo a gusto. Unos son amnistiados por su bravura, lo cual significa que se encargaran de la labor de engendrar nuevos terneritos. Un espectáculo que nunca antes habíamos contemplado y que resulta cuanto menos estremecedor, sobre todo cuando el ternero se reincorpora tras haber perdido los atributos y salpica gotas de sangre en la entrepierna y desde los cuernos recién despuntados. Nosotros, pardillos en estos menesteres, nos vamos confiando y hartos de usar el teleobjetivo nos metemos en el ruedo para grabar y sacar fotografías más en vivo ... hasta que uno de los "operados" nos embiste al soltarlo y no nos coge de puro milagro. Marián y yo nos separamos corriendo cada uno hacia un lado y pasa por el medio rozándonos a los dos, eso sí, nos deja su "marca". Regresamos a casa de Maggie y Cristian con las ropas llenas de sangre, nos salpicó por todos lados. Parecíamos supervivientes de la película de casquería "La Matanza de Texas". Menos mal que por una vez teníamos lavadora "en casa".

Todo vuelve a concluir con los bailes y el asado al palo, guinda de todas las fiesta que coronaron unas jornadas de autentico sabor tradicional al estilo más puro. Y la inigualable guitarra española junto al acordeón arrancan los más felices bailes al nutrido publico allí congregado.

LOS MUROS DE JERICÓ

Dos semanas en Coyhaique y sus alrededores para una etapa que planificamos como "una tarde". La aventura es imprevisible y el destino y los maravillosos encuentros fortuitos siguen soplando sobre el velamen de nuestra expedición y guiándola por el mundo. Llegó el momento de la despedida, triste como todas las despedidas pero no tanto como otras veces. Maggie y Cristian son viajeros, es seguro que nos veremos en España. Y en nuestro caso ... hemos comido calafate (pequeño fruto silvestre esférico de color azul), los patagones dicen que el que come calafate en Patagonia siempre regresa. Que así sea. La crónica de Tasmania la concluíamos con los dos recorridos que más nos habían llenado: la ruta Siria-Turquía-Irán-Pakistán-Ladakh por un lado y Australia por otro. Ya tenemos una tercera: Patagonia. A todas ellas regresaremos.

Nuestros nuevos amigos quedan forzosamente atrás al tener que reanudar la ruta y un nuevo barco de Navimag aparece ante nosotros para realizar la siguiente etapa. El Ro-Ro "Evangelistas" está atracado en el muelle de Puerto Chacabuco y con él vamos a adentrarnos por otro oculto rincón de la Patagonia: la laguna y glaciar de San Rafael. Las características de este gigantesco buque, que compagina su misión de carguero con el turismo, permite que nuestro Mitsubishi Montero pueda ir con nosotros. Tras una noche de navegación aparecemos ante los icebergs del impresionante y descomunal glacial.

Pero más impresionante tuvo que ser la visión del primer europeo que llegó a la laguna, el comandante Enrique Simpson en 1.873, porque entre sus apasionadas descripciones relata que el glaciar ocupaba las tres cuartas partes de la titánica laguna. El retroceso que ha sufrido desde entonces, debido al calentamiento del planeta, es alarmante y las rocas de los márgenes llevan las marcas de los científicos que van analizando la evolución del glaciar. Afortunadamente, sin llegar a la visión de Simpson, la empalizada de hielo y los icebergs flotando alrededor de nosotros es una imagen que queda grabada para siempre en las retinas de los viajeros que llegamos navegando a este perdido lugar.

El Evangelistas dispone de tres grandes lanchas que permiten a los viajeros que lo deseen acercarse mucho más al muro de hielo ... si las condiciones atmosféricas lo permiten. La seguridad prima ante todo pero al estar la laguna tan protegida de los vientos casi siempre es posible el desembarco. Hace un día radiante y las zodiacs ya están flotando amarradas a la popa de la gran nave desde incluso antes del desayuno. Todo el mundo se apunta a los desembarques, nadie puede resistir la tentación de palpar con sus manos los icebergs que flotan por doquier y ver desde cerca esos muros de Jericó helados.

No están los siete sacerdotes de Josué soplando las siete trompetas ... pero estos muros inexpugnables caen ante nuestros ojos por sectores. No hay cananeos aterrorizados cuando la muralla se derrumba sino nuevos contrafuertes de hielo, mas azules que su difunta avanzadilla, más puros que la empalizada precedente. Es un glaciar de los más activos del mundo, siempre en perpetuo movimiento. Como en las premoniciones bíblicas, el cielo cruje estrepitosamente, no es un estruendo puntual ... lo envuelve todo. Todas las pupilas vibran enloquecidas en busca de las nuevas grietas. Si los ojos son más rápidos que la gravedad se aprecian increíbles desplomes de masas desorbitadas de agua sólida en violenta caída al vacío. Estas desaparecen en la laguna y vuelven a salir impulsadas como un resorte. Entonces nuestra embarcación baila al ritmo de las olas provocadas por estos nuevos bajeles gélidos. Son icebergs recién nacidos y tras su brutal nacimiento ahora se mecen lánguidamente en su cuna, tal y como haría un bebé sacado mimosamente de un placentero sueño.

Unas toninas (delfines) acompañan nuestra zodiac cuando regresamos al Evangelistas y una foca, tras curiosearnos moviendo sus bigotitos, se oculta bajo un precioso y monumental iceberg azulado. Una vez más, el cielo nos sonríe y consigue agraciar el panorama aumentando su belleza innata. La imagen del glaciar disipándose a lo lejos mientras nos marchamos se empeña en no desaparecer y gracias a los trozos de hielos que flotan a la deriva sin rumbo el glaciar sigue con nosotros durante un largo trecho. Como en todos los buques de Navimag, las fiestas están siempre presentes en los grandes momentos y la de hoy es multitudinaria. Hay pocos camarotes, la mayoría de los viajeros viajan en butacas ... y todos prefieren pasar la noche de fiesta y baile a dormir en la butaca. Cuando todo termina, la butaca acolchada se convierte en la mejor cama del mundo para los cansados cuerpos de los viajeros.

De nuevo en tierra firme. De nuevo en las intrincadas pistas de la Carretera Austral. De nuevo las vibraciones del irregular ripio. Seguimos rumbo norte y vamos descubriendo un nuevo semblante de la Patagonia. Los grandes espacios abiertos de vegetación sacrificada por los pastos comienzan a poblarse de un intenso bosque. Los cerros nos muestran cascadas y saltos alimentados por ventisqueros y lagos. Aparecen selvas vírgenes que nunca han sido surcadas. Seguimos con un bien muy escaso en la Patagonia: sol fúlgido y cielos límpidos. Eso nos anima a regresar a la costa y nos desviamos a Puerto Cisnes, un pequeño, romántico y acogedor pueblecito pesquero bañado por las aguas de Océano Pacífico que se adentran a través del canal de Puyuhuapi. Con este mismo nombre se conocen unas soberbias termas en un lugar creado en los años treinta por cuatro jóvenes alemanes que se vieron inspirados por los relatos del geógrafo Hens Steffen y decidieron emprender una nueva vida lejos del Viejo Continente. Hoy en día es el complejo hotelero termal más lujoso y reputado de la Patagonia.

La Carretera Austral nos aproxima a nuestro último destino. Los volcanes comienzan a prodigarse, el Corcovado, el Nevado, el Michinmahuida, ... y con ellos sus aguas termales que son un bálsamo para el cuerpo y el alma. En las rústicas termas del Amarillo introducimos nuestros cansados cuerpos vapuleados por el ripio. Las altas temperaturas y el vapor nos provoca una agradable sensación sedante. El cielo estrellado nos arropa mientras subimos a nuestra tienda. Mañana, rumbo a babor en el barco Alejandrina, atracaremos en otro tesoro chileno: la mágica Isla de Chiloé.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.