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Crónica 58,

Camboya - El secreto de la jungla

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Camboya

Una sensación estremecedora nos invade cuando nos dirigimos hacia este nuevo país. Su historia reciente dejaría helada a la persona más impasible del mundo. Cuando Camboya fue tomada en 1975 por los Khemeres Rojos en España se vivía otro importante cambio histórico. El fallecimiento del general Franco marcaba una nueva era y nuestro país estaba, evidentemente, absorto con sus nuevas expectativas de futuro. La mayoría ignorábamos lo que ocurría en este pequeño y remoto país, mientras España avanzaba hacia la democracia, ... un psicópata carnicero llamado Pol Pot se convertía en la bestia negra de su propio pueblo. Las atrocidades, torturas y matanzas masivas fueron la tónica general durante los tres años, ocho meses y veinte días que implantaron su terror. Familias enteras desaparecieron para siempre.

CAMBOYA, AÑO CERO DE LA ERA DEL INFIERNO

Como ahora están intentando hacer los talibanes en Afganistán con su retorno al islamismo más primitivo, los khemeres rojos implantaron una nueva era, "el año cero" le llamaron.. Con su comunismo extremo querían volver a la autarquía agrícola, a una sociedad completamente rural, nada de culturizar al pueblo. Todo lo que significara progreso, cultura, pasado y futuro era aniquilado. Proclamaban no la vuelta al "pasado" sino el regreso a las "raíces". Toda aquella persona mínimamente instruida era suprimida, todo aquel que se opusiera aunque fuera de pensamiento era torturado y asesinado... Se exterminaron profesores, médicos, universitarios, arquitectos, cantantes, artistas, escritores, periodistas, ... por el simple hecho de ser "vestigios" de un pasado que había que eliminar. Se arrasaron universidades, colegios, edificios históricos, fábricas, museos, ... porque ya "no servían para nada". Se incentivaba a las mujeres para que denunciasen a sus maridos, a los niños para que denunciasen a sus madres, ante la más mínima denuncia se mataba al denunciado "por si acaso era cierto". Si se fumaba un cigarrillo americano se pertenecía a la CIA, si te tomabas un café-crème eras un espía de Francia, ...

Tres años, ocho meses y veinte días que acabaron con la vida de casi dos millones de personas. ¡Dos millones de seres humanos! ¡Dos millones de almas de su propio pueblo! Salieron de la jungla extremadamente resentidos por los salvajes y crueles bombardeos que los Estados Unidos les hicieron padecer durante y tras la guerra del Vietnam, cuando los B-52 vaciaban indiscriminadamente toneladas de bombas en nombre del "mundo libre". Cuando cogieron el poder desconfiaron de todos aquellos que no se habían lanzado a la selva para unirse a ellos. Su paranoia les llevó a considerar "colaboradores" a casi toda la población, los que no habían cogido las armas no tenían estatus de personas sino que eran ganado. La población en 1.975 era de siete millones, lo cual significa que en menos de cuatro años exterminó a más del 20% de sus habitantes. Cientos de miles de refugiados se agolpaban en la zonas fronterizas tailandesas huyendo del horror.

En 1.978 Camboya es invadida por los vietnamitas (con el apoyo de Moscú), que controlaron este país militarmente y con un gobierno títere durante once años. Tampoco guardan los camboyanos buenos recuerdos de esta "liberación". Se inicia una guerra civil –que durará hasta 1.991- entre cuatro facciones camboyanas que luchan entre sí y contra los vietnamitas (las guerrillas anti-vietnamitas eran apoyadas por Estados Unidos y China). Vietnam se retira cuando la URSS, la Perestroika y Mijail Gorbachov cortaron el grifo a los países comunistas que recibían sus "ayudas para el progreso".

Cuando los vietnamitas tomaron el control de Camboya en 1.978, los khemeres rojos pasaron a convertirse en la más cruel facción guerrillera, atacaban desde la jungla del noroeste de Camboya, al norte de la pista que une Tailandia con Siem Reap. Al menos la locura sangrienta y devastadora del exterminio sistemático desde el poder gubernamental se acabó. Durante el régimen de Pol Pot algunos llegaron a escapar y cuando contaban lo que ocurría unos miraban a otro lado y otros no se podían creer esa extrema crueldad sanguinaria, como ocurrió con los testimonios de los judíos de los campos de exterminio nazis. Cuando todo acabó, se comenzaron a recopilar las historias y a comprobar su veracidad. Todo era cierto, las fosas comunes aparecían por doquier (¡2 millones de cadáveres no son fáciles de esconder!) y las autopsias revelaban las horrorosas formas de morir de muchos de ellos. ¿Cómo un ser humano puede realizar tales atrocidades contra sus propios hermanos?

En la novela "Los Gritos del Silencio" ("The Killing Fields" en su versión original) se narra la odisea de un camboyano que logró huir de esta bestial locura. Su adaptación al cine (el celuloide tiene más influencia que la literatura) supuso la comunicación oficial al mundo de lo que allí había ocurrido. Cualquiera que la haya leído o visto seguramente se habrá horrorizado, un nuevo holocausto (como los de Hitler y Stalin) que nunca creímos se fuera a repetir... se repitió hace nada. La misteriosa muerte de Pol Pot en 1.998 fue un alivio para la raza humana y sobre todo para Camboya. Su desaparición supuso el final de la guerrilla khemer roja y el cierre de este triste capítulo de la historia.

Ahora entramos en un país que vive la paz naciente. La frontera terrestre entre Tailandia y Camboya ha sido recientemente abierta, cuando los asaltos y asesinatos de los milicianos khemer rojos "reconvertidos" al más salvaje bandidismo dejaron de hostigar este camino. Eso fue en el año 1.998, lo que se dice "hace nada". La pista, rodeada por la jungla hacía fácil una acción rápida con una inmediata desaparición en la selva. También extraían de ese mar de vegetación impenetrable su financiación: maderas nobles y piedras preciosas. Tras el 98 se siguieron produciendo algunos asaltos pero los bandidos tan solo querían las pertenencias de los asaltados, si la víctima no se resistía no habría mayores consecuencias, si se resistía ... acababan mal, muy mal. Hoy en día se puede decir que la pista es segura durante el día pero jamás se debe circular durante la noche.

También los Khemeres Rojos convirtieron a Camboya en un gigantesco campo de minas, el mayor del mundo. La ONU y el MAG intentar "limpiar" Camboya y a pesar del gran número de organizaciones internacionales que proporcionan fondos para encontrar y desactivar las minas existentes, ... aún hoy en día se contabilizan ... ¡casi diez millones de minas ocultas y sin desactivar! Listas para matar o mutilar a todo aquél que las pise. Muchos folletos y carteles repiten hasta la saciedad "jamás salirse de los senderos y pistas transitadas". A veces salta un búfalo, otras un agricultor, ... otras un niño. La primera lección del colegio es "ir a casa siempre por el mismo camino, jugar en los lugares habituales y jamás tocar nada extraño". La gran cantidad de personas mutiladas en brazos y piernas dan fe de que es una advertencia muy seria. Uno de cada 263 camboyanos tiene algún miembro amputado como consecuencia de las minas.

Pero ahora reina la paz, la población es tranquila y afable, quieren olvidar esa página negra de su reciente historia y miran hacia delante. Sus rostros sonríen fácilmente y Camboya ofrece unos tesoros que compensan con creces el desplazamiento a este lejano punto del mundo. Sin campaña de ningún tipo (no hay fondos), con tan solo el boca a boca de los que pasan por Camboya están consiguiendo que este país incremente vertiginosamente el número de visitantes. Es un país que deja huella.

SIGA LA ESTELA DE POLVO, POR FAVOR

La frontera fue un paseo, las autoridades aduaneras y de inmigración son amables, todo facilidades y bienvenidas. Ni miraron el todo terreno, ni el clásico "algo que declarar", ni siquiera necesitamos el "Carnet de Passage en Douane" del vehículo. Nada de nada, si el visado está en orden lo sellan en cinco minutos y dan la bienvenida. Es una maravilla encontrar fronteras así, que relajo. La primera impresión no puede resultar más positiva.

La aduana es muy activa y los kilómetros iniciales nos permiten comprobar el trasiego constante de gente yendo de un lado a otro de las fronteras. Los camboyanos para vender frutas, verduras, hortalizas, portear equipaje de viajeros... o lo que puedan. Los tailandeses para visitar Angkor o para dejarse los cuartos en algunos de los ¡7 casinos! que nada más cruzar la frontera se levantan en el lado camboyano. En Tailandia el juego está prohibido y la existencia de estas casas de juegos es una fuerte entrada de divisas para Camboya. Resulta impactante ver un lujosísimo casino al lado de la caseta de aduana y rodeado de tanta desolación y polvo.

Dejamos atrás la aduana de Poipet y tomamos rumbo a Siem Reap, la ciudad satélite del emplazamiento arqueológico de la histórica e inigualable Angkor. El aeropuerto de Siem Reap es el que recibe a casi todos los viajeros que desean vivir la magia de Angkor y por ese motivo la ruta terrestre es tan solo para uso local, ... con todo lo que eso implica. Los 160 kilómetros que nos separaran son en realidad una pista de pesadilla y polvo (ahora que no llueve, claro). Constantes y horribles boquetes, socavones y un muestrario de puentes medio caídos y parcheados hasta la saciedad. El informe de Silke y Ernst no era exagerado pero podíamos seguir avanzando, a pasito lento pero constante. Nuestro Montero no encontró nada que no pudiese superar.

Treinta minutos de espera en un puente, una pick-up acaba de encajar una de sus ruedas entre las traviesas sueltas del puente y no hay forma de liberar el vehículo empujando. No se les nota contrariados y actúan con extrema precisión con el gato, maderas y piedras. Deducimos que debe ser una eventualidad muy frecuente. Ya liberado, los restos de aceite que va dejando por los maderos no presagian nada bueno para su futuro funcionamiento. Se paran al poco y arreglan la fuga frotando una pastilla de jabón, eso bastará hasta que encuentren un taller con soldadura. Nuestro turno, las recién estrenadas ruedas Bridgestone giran lentas sobre los resbaladizos maderos sueltos, el dibujo nuevo de las cubiertas, la reductora y las indicaciones de Marián desde fuera hace que superemos esta nueva prueba sin incidentes, aunque a cámara lenta. Estamos en una de las arterias principales del país pero su abandono es total, no hay fondos para las comunicaciones terrestres. Algunos califican las carreteras de Camboya como las peores del mundo pero no es cierto, la red viaria está en tal estado de abandono que no se la puede clasificar como la peor del mundo, simplemente "no hay red viaria".

Ahora nos encontramos en la estación seca, las pistas son transitables pero se convertirán en un calvario en cuanto comiencen las primeras lluvias y en un infierno terrenal con la llegada de los monzones. Todo se inunda, los ríos se desbordan, los puentes se caen, las casas se desmoronan, ... el país quedará un año más cortado en mil pedazos incomunicados entre sí. Ninguna ciudad ni pueblo se librará de la furia de los monzones anuales (ver crónica 49) y no será posible avanzar por muchas de las pistas o "carreteras".

Por el camino nos cruzamos con el transporte más frecuente, las pick-up repletas de pasajeros que se amontonan encima de la carga, tragando polvo, siendo machacados por los miles de botes que se dan durante el camino. Se les ve llegar fácilmente, la estela de polvo los delata desde lejos y a nosotros nos señala por donde avanza la pista en el horizonte.

Lo normal es visitar Camboya en avión, pero los viajeros individuales que deciden entrar al país por tierra acompañan a los locales en sus incómodas ubicaciones y el polvo pegado en sus caras sudorosas apenas permiten distinguir los rasgos de unos y otros, aunque los locales ya tienen la prudencia de cubrirse con pañuelos, gorros o verdugos. Las motos y bicicletas tampoco faltan por el camino, transportando todo tipo de productos ¡hasta enormes y corpulentos cerdos! que llevan atados en el asiento trasero de las motos.

Avanzamos muy lentamente, no queremos machacar el todo terreno innecesariamente, no estamos en un ralley para intentar ganar una carrera, surfeamos por este océano de boquetes con cuidadosa precaución. Llegamos muertos con tanto bote y balanceo y encima somos afortunados porque al menos nosotros disponemos de suspensión regulable y el aire acondicionado permite "sellar" el interior del Montero. Aún así, creo que hasta dos días después no se recolocaron todos los huesos en su sitio.

Pero Siem Reap no tenía nada que ver con la cantidad de pueblecitos rurales con casas sobre pilotes que se convierten en palafitos durante los monzones (si no se los llevan por delante los vientos). Al terminar la primera etapa de nuestro convulsivo camino nos encontramos una "isla": gasolineras impolutas, hoteles de todas las categorías (algunos soberbios como el City Angkor), restaurantes con todo tipo de comida, tiendas de recuerdos ... todo girando alrededor uno de los lugares más impresionantes del mundo. Eso sí, las motos siguen siendo las reinas del tráfico, especialmente las moto-taxis que son el transporte público más popular para moverse por la ciudad o por Angkor, a tan sólo 10 kilómetros de Siem Reap.

EL SECRETO DE LOS DIOSES

Decir Camboya, es decir Angkor, es hablar de una de las maravillas del arte y de la historia universal. Como Petra en Jordania o la Capadocia en Turquía, Angkor es un lugar que merece el desplazamiento en sí mismo.

El Imperio Khemer (siglos IX al XIII) creó un auténtico tesoro moldeando la piedra. Cuando llegamos al Angkor Wat ("templo de Angkor") no pudimos evitar recordar intensamente el arte hindú del sur de la India. De hecho, el Imperio Khemer es heredero de la influencia que la India ejerció fuertemente en esta parte del mundo. Cada vez se encuentran más aspectos que le relacionan con sus orígenes hindúes: religión (los khemeres adoptaron el budismo e hinduismo), realeza (el culto a un semidiós), el arte religioso e incluso la danza son muy similares. Pero evidentemente, la impronta camboyana se deja ver en los rasgos, en la vestimenta y en una de sus señas de identidad más espectaculares: los serenos rostros de sus reyes semidioses que, emulando a Buda, se hallan esculpidos en las torres de sus templos y palacios. Y también son exclusivas las "apsaras", las ninfas celestiales, las eternas danzantes que darían una activa vida sexual a los héroes khemeres y hombres santos cuando éstos alcanzaran el cielo. Sus danzas amenizaban el paraíso khemer así como las paredes de sus templos y palacios terrenales. Su imagen con ostentosas piezas de joyerías, cuidados tocados y sofisticados peinados así como sus vaporosas vestiduras se prodigan por muros, columnas y paredes sin restricciones.

De este inmenso y valioso complejo arqueológico hay lugares que son preferentemente más espectaculares. Angkor Wat es su máxima estrella. Treinta años tardaron en construirlo y es contemporáneo a Nôtre Dame de París. Avanzamos por sus largas avenidas bajo un sol de justicia y no son gárgolas -como en la catedral parisina- las que nos observan, son las feroces "nagas" (serpientes multicéfalas) las que acechan petrificadas durante todo el camino. Las escalinatas están presididas por los guardianes del templo, los "singhas" (leones) y seguidos nuevamente por otras nagas protectoras. Alrededor de su galería exterior sus muros están surcados por enrevesados y espectaculares bajorrelieves que dejan sin habla. Se narran historias de los libros sagrados hindúes Ramayana y Mahabharata, leyendas sobre Vishnu que son reminiscencias de los Imperios Chola y Palava, de los que ya hablamos cuando recorrimos el sur de la India. Sus cinco torres representan los cinco picos del monte sagrado Meru, el centro del universo hindú. La imagen de sus tres torres principales es el emblema que han adoptado como el símbolo del país: en su bandera, en las insignias policiales y militares, en la cerveza, una marca de tabaco... Angkor es la esencia de Camboya.

LA SONRISA PETRIFICADA

Un nuevo día, nuevas historias y de nuevo el encuentro con los dioses de piedra. Nos detenemos ante el arco de la puerta sur del Angkor Thom, estamos flanqueados por dioses y demonios sujetando el vigoroso y largo cuerpo de Naga, la deidad protectora con forma de serpiente. Sobre nuestras cabezas: Buda. No tiene cuerpo, tan solo está esculpida su cara. Tampoco es un rostro, son cuatro rostros que escrutan los cuatro puntos cardinales, cuatro sonrisas dulces y etéreas que lo inundan todo. Grandioso. Algo único. Angkor Wat es la estrella "oficial" pero las torres con los cuatro rostros de Buda son para nosotros la verdadera "cara" de Angkor, el elemento distintivo y exclusivo de la capital imperial khemer. Lo que verdaderamente nos captura y hechiza. A sus pies el tiempo no pasa, somos el primer todo terreno español en llegar a Angkor y este es el lugar que buscábamos para inmortalizar el momento. La bandera de nuestra ciudad, Ceuta, vuelve a sentir el aire de un lugar lejano e insólito.

Traspasamos la puerta del gigantesco Angkor Thom, decenas de nuevas sonrisas petrificadas nos esperan en el Bayón. El rostro de Jayavarman VII (emperador khemer que instauró el budismo como religión oficial del Imperio Khemer) en su forma budista se multiplica en todas y cada una de las torres del recinto sagrado. Todo comienzan a cobrar vida cuando surge un monje con túnica azafrán y rostro apacible que se detiene delante de una de las recias efigies. Tras él surgen otros que deambulan entre las torres de las cuatro caras. Los monjes budistas, siempre tranquilos y pacíficos. Otras víctimas de la sed de sangre de los khemeres rojos; cuando tomaron el poder en 1.975 había 64.000 monjes en Camboya ... 62.000 de ellos fueron asesinados a sangre fría, "no servían" para los intereses del estado y al igual que si fuesen ganado sobrante en una implacable economía de mercado ... se les llevó al matadero y exterminó junto a otros muchos que tampoco nunca llegaron a saber "por qué".

Cuando salimos del Bayón, un pequeño templo acogía a un numeroso grupo de monjes que sentados en el suelo emprendían oraciones hacia su reverenciado Buda. Al otro lado, monjas budistas con sus túnicas blancas y sus cabezas también afeitadas se balanceaban sentadas en el suelo siguiendo sus cánticos sagrados.

UNA TÓRRIDA PASIÓN

Es en el templo de Ta Prohm donde la magia de Angkor captura los espíritus de los visitantes. Va más allá de la subyugación por la historia y la arquitectura, más allá del poder de la naturaleza. Es la amalgama de ambos en la íntima fusión de sus cuerpos. El hombre creó una maravillosa obra en este lugar y cuando la abandonó ... la jungla atrapó la piedra de los palacios y templos como si fuera una amante celosa que solo quiere poseerlo para ella sola.

El camino va serpenteando, retorcido y tortuoso. Pero a medida que avanzamos somos nuevamente testigos que los imperios crecen y se hunden para dejar paso a otros, que a su vez se volverán grandes y poderosos para caer posteriormente en el olvido ¿Es acaso la inmortalidad nada más que un sueño? Aquí está Ta Prohm, reservado, silencioso, petrificado para los siglos venideros, mudos testigos de lo acontecido. La naturaleza ha vuelto a lo que fue suyo y poco a poco también se ha posesionado de este camino con sus poderosos tentáculos. Pero si el tiempo ha desfigurado el rostro de la perfecta arquitectura khemer, esos nuevos rasgos la convierten en más misteriosa y atrayente. Está prácticamente virgen, casi como cuando fue descubierto. Las ruinas visten capas verdes de musgo, helechos y lianas, los árboles se yerguen sobre muros y torres como cetros de poder, las raíces penetran sus gruesos dedos entre las carnes de su amante de piedra, como muestra de un amor eterno que nadie podrá romper. Este lugar es el que mejor refleja lo que debió sentir el naturalista y explorador francés Henri Mouhot al descubrir para occidente el lugar en 1861, lo consideró más grandioso que cualquiera de los tesoros que han aportado el Imperio Griego o Romano.

Y todo es piedra, ese contundente y soberbio elemento que en manos de exquisitos e ingeniosos artistas consigue arrebatarle una de las más extraordinarias maravillas escultóricas y arquitectónicas de la tierra. Angkor Thom, el Bayón, la Terraza de los Elefantes, la Terraza del Rey Leproso, el Phimeanakas, Preak Neak Pean, Ta Keo, Prasat Kravan... durante páginas y páginas se podría estar hablando de las sensaciones y describir los detalles que el sitio de Angkor contiene pero solo hay una manera más de acercarse a su misterio, acudir a su llamada.

Fueron varios días los que nos deleitamos en este fantástico entorno que nunca olvidaremos. No solo por su arqueología, sus gentes y sus monjes les proporcionaron la humanidad a este mágico paraje que ya cuenta con alma propia.

LA FUENTE DE LA VIDA

Si Angkor es el alma de Camboya, el gran lago Tonlé Sap es su corazón. Alquilamos una pequeña barca en el pueblo flotante de Chong Khneas y emprendemos el recorrido por las prolíficas aguas lacustres. El olor a pescado secándose al sol al comienzo del trayecto es tan terriblemente fuerte que llega a aturdir. Las casas-botes se suceden sin cesar: las mujeres y hombres aparecen cocinando, limpiando el pescado, charlando, cuidando de los bebes, bañándose, reparando redes, pescando, vendiendo verduras, frutas, refrescos.

Pero nada es normal en Camboya y el río Tonlé Sap es también un fenómeno único: sus 100 kilómetros de cauce ... cambia de forma natural el flujo de sus aguas cada seis meses, algo único en la tierra. Durante la estación seca (a partir de noviembre) actúa como un afluente normal, parte del lago Tonlé Sap para vertir sus aguas al río Mekong pero en la época de lluvias invierte su flujo y le sirve al Mekong como una válvula de escape. Esta inversión natural de la corriente proporciona tres maravillosas ventajas: primero, que ayuda a restar las crecidas del delta del Mekong en Vietnam y disminuir las devastadoras crecidas anuales; segundo, es el soporte de una gran parte de la producción de arroz; y tercero, que quizás sea el lago que más densidad de pescado produce en el mundo (10 toneladas de pescado por kilómetro cuadrado y cuatro millones de personas dependen de él para su subsistencia, el 40 % de la población de Camboya). Sin duda alguna el lago Tonlé Sap significa mucho para los camboyanos, convirtiéndose en el corazón que bombea el flujo de la vida rural, que es la realidad del país.

Llega el momento de enfrentarse de nuevo a la red de carreteras, perdón, de pistas; no, tampoco son pistas porque hay que improvisar constantemente rutas alternativas. Lo llamaremos ... no sé como llamarlo, quizás simplemente "camino". Para llegar a Phnom Penh, la capital, serían unos 350 kilómetros. El tramo hasta Kompong Thom es donde se encuentra el peor ramal del camino, mucho más duro que el que hicimos desde Tailandia a Siem Reap. La ruta es demencial y el estado de los puentes es catastrófico, muchos impracticables pero ... al ser la estación seca se pueden sortear de mil maneras: unas veces con un sencillo vadeo y las más por el lecho seco del cauce. Otras nos tenemos que meter físicamente dentro de granjas para sortear el puente, los niños nos abren y cierran los portones de madera mientras gorrinos y gallinas se cruzan correteando delante de nosotros. Sorteamos mujeres que cocinan en el patio así como los aperos de labranza o pesca diseminados por el suelo. En cuanto lleguen los monzones, el río y las lagunas cerrarán esos desvíos y todo quedará cortado.

Tras descansar una noche en Kompong Thom emprendimos la ruta hacia la capital por un asfalto en un lamentable estado de conservación pero que fue mejorando hasta convertirse en una carretera excelente a medida que nos acercábamos a Phnom Penh. Esto es una buena señal, la red de carreteras se ha comenzado a construir. Con tan solo cuatro tramos bien asfaltados ... se podría decir que el país está comunicado y ayudaría mucho al desarrollo y levantamiento de Camboya. El problema de aprovisionamiento es tremendo porque cuesta tanto tiempo y esfuerzo llevar material o provisiones que los precios son altísimos en destino. Eso provoca que los pueblos sobrevivan con lo que tienen alrededor porque pocos pueden comprar lo que llega en camiones.

El robusto puente que se levanta sobre el Tonlé Sap -afluente del Mekong- nos introduce en la ciudad sumergiéndonos en una corriente circulatoria repleta de motocicletas que van y vienen sin descanso en todas las direcciones. Circular por la ciudad es fácil en cuanto a la orientación pero mareante en cuanto a la enmarañada red de ciclomotores. También es fácil aparcar porque apenas hay automóviles. Las calles principales están asfaltadas pero cuando callejeas un poco te vuelves a encontrar con los boquetes y socavones que tantos recuerdos nos traen de las pistas dejadas atrás. Los ciclorickshaws (triciclos con una butaca para pasajeros) y las moto-taxis siguen presentando sus servicios al primer ciudadanos que levanta la mano. No hay taxis, tan solo servicios de coches de alquiler con conductor que se contratan por agencia o en hoteles de lujo. Apenas hay tráfico de coches con lo cual los atascos no existen y el flujo de la circulación es muy ágil, tan solo hay que tener extremo cuidado con las motos y bicicletas que son como nubes de mosquitos.

Todo ello nos permitió llegar muy rápido y sin perdernos a la embajada de Vietnam para pedir cuanto antes el visado que nos permita entrar al nuevo país. En tres días volveríamos a recogerlo y nos volveríamos a ver con Úrsula y Michael, los alemanes que conocimos en Tailandia y que también planean entrar en breve en Vietnam. Nos habíamos citado por e-mail en esa embajada para hablar de los planes a corto plazo y mantenernos informados mutuamente.

También escribimos a Silke y Ernst para decirles que habíamos logrado llegar a Phnom Penh con nuestro todo terreno. Al día siguiente nos contestan desde Australia con un simpático saludo: "Hello You brave Spanish-Montero-Devils !", "Hola valientes demonios españoles del Montero". No podemos menos que reírnos con ese nuevo título de "demonios españoles".

UN NUEVO FUTURO

Mientras esperamos a que se tramiten nuestros visados nos disponemos a conocer la capital del territorio camboyano. Pero no hemos entrado en el museo Tuol Sleng, las clases de este High School se convirtieron en el centro de tortura e interrogación conocido como la Prisión de Seguridad 21. Más de 20.000 personas pasaron por aquí antes de ser enviadas al campo de exterminio de Choeung Ek y otro número desconocido murieron mientras fueron torturados. Sólo 7 prisioneros sobrevivieron, ¿por qué? Muy sencillo, porque eran escultores y podrían hacer los bustos de Pol Pot. Marián todavía recuerda la angustia y rabia que le causó entrar hace unos años en los crematorios de Auschwitz (Polonia) donde cientos de miles de judíos fueron gaseados e incinerados por los nazis durante la segunda guerra mundial, que barbarie. No, no está dispuesta a pasar por lo mismo viendo las fotos, dibujos y objetos de tortura que allí exhiben las brutalidades que cometieron otros salvajes. Sus víctimas eran fotografiadas y numeradas y ahora todos sus rostros cubren las paredes del museo. No, no queremos ver más muestras del horror que este pueblo padeció de manos de sus propios hermanos. Realmente junto con Hitler y Stalin, Pol Pot ha conseguido ser el tercero de la trilogía del siglo XX que refleja la cota más execrable de lo que el ser humano puede llegar a hacer a sus semejantes.

Preferimos no entrar, pero es por un tema de sensibilidad, no es para olvidar, somos de los que pensamos que es mejor no olvidar para que no se vuelva a repetir. Nos alejamos para seguir empapándonos del día a día que viven en la actualidad los camboyanos en la capital. En los mercados donde compran y venden los productos que la tierra y el río les proporcionan; cómo los degustan con avidez en sus restaurantes populares de las pequeñas y estrechas callejuelas del Mercado Ruso. Cómo se acelera la actividad junto al río Tonlé Sap y el Mekong cuando llegan las barcazas cargadas de pescado o verdura desde la otra orilla; cómo lo amarran en los rickshaws o en las motocicletas para repartirlo por los mercados; cómo las mujeres discuten el precio de los calabacines y mientras las observas de pronto te lanzan una amistosa sonrisa de complicidad; cómo unos niños se lo pasan en grande viendo lo que Marián acaba de grabar en el vídeo y se reconocen unos y otros... eso es lo que ahora preferimos palpar. Esa es la realidad presente, la alegría de vivir de las nuevas generaciones, la amabilidad y la simpatía que se respira. Un nuevo futuro.

Por unas horas el Palacio Real nos traslada al siglo pasado, cuando los franceses construyeron esta joya preciosista como residencia del rey Norodom. Su anexo es la Pagoda de Plata, de increíble belleza y cuidados jardines, la pequeña estatua del Buda esmeralda es admirada por visitantes y venerada por los fieles. Los extranjeros, camboyanos y estudiantes con uniforme nos entremezclamos en este apacible y precioso lugar. Los camboyanos intentan con optimismo y todas sus fuerzas rehacer su país. Un pueblo inminentemente rural y empobrecido pero con ganas de alcanzar un futuro que le recompensará por el esfuerzo con el que ahora se entregan. Es curioso comprobar que los niños en las escuelas casi desconocen todo lo acontecido con los khemeres rojos y es que era un capítulo tan terrible y reciente de la historia que preferían apenas abordarlo. Acaba de salir en la prensa de Phnom Penh que en los próximos meses aparecerán en las librerías los nuevos libros de texto que aclararan ese capítulo de su historia que apenas conocen.

Pero si durante el día los monjes con su colorida vestimenta trasiegan de una lado para otro junto con el resto de la amable y tranquila población sin causarte ningún problema, por la noche todo da un vuelco. Hemos sido advertidos reiteradamente de no pasear cuando la noche se echa encima por la capital. Los atracos a mano armada parecen ser el pan de cada día y no suelen bromear, no se andan con chiquilladas y te aflojan el bolsillo pistola en ristre en un santiamén. Pero como ocurriría en cualquier ciudad (sin ir más lejos en ciertos barrios de Europa o América), el sentido común y las precauciones obvias cuando llega la noche son las que nos evitaran pasar por ese desafortunado trance.

Pero Camboya nos ha llegado al alma. Su gente encantadora, con una optimista y sincera sonrisa a pesar del sufrimiento que les infringieron no hace mucho y de la dura situación económica actual del país. Pero lo importante es que creen en su futuro. Las escuelas, institutos se llenan de escolares dispuestos a aprender con avidez y sueñan con un futuro mejor que el que les pretendieron imponer los señores de la guerra. Donaciones de organizaciones internacionales han levantado universidades, centros de formación profesional, hospitales, escuelas rurales, ... todo empieza de nuevo. Todo tiene menos de quince años de antigüedad, muchos centros tan solo cinco años o menos. El turismo está proporcionando muchos puestos de trabajo y lo mejor de ello es que siguen siendo atentos y amables, carecen de esa malicia que muchas veces hace que la población se vuelva exclusivamente interesada por el dinero fácil. Con la paciencia que caracteriza a los pueblos de esta zona del mundo lo conseguirán, aunque el camino todavía es largo.

PUERTA CERRADA

El día citado nos encontramos con Úrsula y Michael, al día siguiente partirán para Vietnam, nosotros ya contamos con los visados pertinentes pero queríamos dejar listo todo el trabajo de fotos digitales y la crónica de Camboya antes de entrar en Vietnam. La sorpresa la recibimos 24 horas después de que la pareja alemana partiera para Vietnam. El teléfono suena y lo descolgamos rápidamente.

-¿Vicente?, soy Úrsula.

-¿Qué ha pasado? ¿Dónde estáis? -le pregunto preocupado porque no era normal que nos llamasen, nos solemos comunicar por e-mail. Lo primero que me vino a la cabeza es que habían tenido una avería y estaban tirados en algún sitio. Quizás necesitaban que les llevásemos algo urgentemente, ellos sabían que en un par de días partiríamos en su misma dirección.

-Estamos todavía en Camboya. Tenemos muy malas noticias. No dejan entrar coches extranjeros en Vietnam. No nos han dejado pasar el nuestro.

-¿Pero cómo es eso posible, si tenemos el Carnet de Passage?

-Les da lo mismo, no lo reconocen. No ha habido manera. Ayer estuvimos tres horas intentando convencerles y nada. Como no podíamos volver hacia atrás porque ya habían sellado la salida en el visado de Camboya ... hemos dormido hoy en la "tierra de nadie". Por la mañana hemos vuelto a la carga explicando las regulaciones internacionales, que ya no era posible la marcha atrás porque el visado de Camboya ha sido sellado e invalidado al salir del país. Les daba lo mismo todo. Un trato grosero, peyorativo y prepotente. La única solución que nos daban era entrar en Vietnam sin el coche, dejándolo ahí, ir a Saigón para sacar un nuevo visado de Camboya y marcharnos por donde hemos venido. -me explica en detalle. Yo no daba crédito a lo que estaba oyendo.

-¿Pero no se puede hacer nada para entrar el vehículo?

-Nada de nada.

-¿Pero si sabemos a ciencia cierta que dos amigos franceses entraron hace menos de un mes en Vietnam con su coche y el Carnet de Passage sin problemas? -le digo refiriéndome a Marjolainne y David, los franceses que conocimos en Delhi y reencontramos en Nepal. También unos meses antes entró una familia francesa con su coche europeo, la "net" que hemos ido creando con la gente que vamos conociendo en el camino funciona de maravilla. Por eso estábamos tranquilos respecto a Vietnam, sabíamos de dos casos (¡de gente que conocíamos personalmente, no eran rumores!) que el Carnet bastaba para entrar en Vietnam.

-Ya nos lo dijiste en Phnom Penh -me contesta Úrsula- y se lo hemos repetido hasta la saciedad a los aduaneros vietnamitas pero nada. Nos dijeron que esa ley es de ahora mismo, que igual entraron "justito" antes de las restricciones o que igual tuvieron "suerte", pero que ya nadie pasa por ninguna frontera sin una importación en toda regla a través de no sé qué ministerio. Vamos, que el Carnet no les sirve. No te puedes imaginar lo duro que hemos peleado para que nos dejasen entrar.

-¿Y estáis en Camboya, ahora?

-Sí. Regresamos a la aduana camboyana y les explicamos la prohibición para coches y el trato recibido por la aduana vietnamita. No se lo podían creer. Las autoridades fronterizas camboyanas se han portado maravillosamente y nos han ayudado mucho. Redactaron una carta oficial ahí mismo explicando lo que había pasado con Vietnam, que nos habían borrado del "libro de salidas" por Moc Bai y que aunque el visado tiene los sellos de "salida" e "invalidado" que seguía siendo válido y podíamos permanecer en Camboya hasta la fecha que figuraba en el mismo y salir por cualquier otra frontera.

-¿Menos mal, no? Han sido realmente amables.

-Majísimos, son los que nos han sacado del apuro. Por eso hemos podido volver a Camboya.

La conversación sigue con más y más detalles del pavoroso día que han tenido hasta tener que despedirnos, nos citamos para dentro de unos días en Phnom Penh. Esa llamada nos ahorró 360 kilómetros (entre ida y vuelta) de una nueva "pista" camboyana y tener que sufrir esa pavorosa bofetada fronteriza en nuestras propias carnes.

Esto da un giro inusitado a nuestra ruta, si no es posible entrar en Vietnam ... la faena es tremenda. Si de buenas a primeras los vietnamitas han suprimido que los extranjeros puedan usar el Carnet de Passage Internacional para entrar en Vietnam su vehículo ... ¡nos hacen polvo! Hemos cruzado todo Camboya jugándonos el tipo (y la salud de nuestra montura) por todo tipo de caminos y puentes derruidos y estamos atascados como Vietnam no nos deje entrar. Camboya es un callejón sin salida: no tiene frontera con Laos y tan solo una frontera con Vietnam ... donde no nos dejan pasar. Si al final no logramos entrar supondría volver a Tailandia, hacia atrás. Tendríamos que cruzar de nuevo todo Camboya por el mismo camino (para morirse) y luego cruzar media Tailandia para llegar a Laos.

No nos vamos a rendir tan fácilmente. Iremos a la embajada de Vietnam para que nos expliquen qué pasa y si de verdad los aduaneros pueden impedirnos la entrada, igual la embajada nos puede dar algún tipo de carta que nos abra las puertas.

A las 9 de la mañana ya estábamos en la embajada pero nuestro gozo acaba en un pozo muy rápidamente. Nuestra particular guerra del Vietnam tiene muy mala pinta, la embajada "no puede" dar ningún tipo de carta. Tan solo podrían tramitarnos la petición al Ministerio de Asuntos Exteriores en Hanoi. Mal asunto, burocracia y más burocracia, eso podría suponer una espera interminable. Cursamos la petición de todos modos. A la par, y sin decirles nada, iniciamos trámites con la agencia gubernamental de turismo vietnamita, con sede también en Hanoi.

La espera se hace eterna, la cabeza baraja todo tipo de posibilidades como ninguna de las dos tramitaciones consiga la entrada para el Montero. Pero no hay muchas opciones, si no entramos tan solo hay una palabra que se ajuste a la decisión que debemos tomar, la horrible palabra "retirada".

Úrsula y Michael pasan por Phnom Penh y nos dicen que ellos no tienen tiempo para cursar y esperar peticiones burocráticas, su calendario se les echa encima. Regresan a Tailandia, visitarán Laos y embarcarán su todo terreno hacia Pakistán para iniciar el regreso a su tierra. Nos despedimos todos muy efusivamente, desde ese curioso encuentro entre las raíces de un árbol milenario de Tailandia hasta hoy nos hemos encontrado ocho veces en el camino, unas citándonos por e-mail y otras por puro azar. Adiós compañeros, buen viaje y feliz regreso a Alemania.

La embajada no da señales de vida durante días pero la Vietnamtourism contestó rápido. Para una importación temporal de nuestro Mitsubishi Montero así como para un carnet temporal de conducir vietnamita pedían todos los datos imaginables y por imaginar del vehículo, sobre nosotros, cartas de presentación, fotocopia del visado de Vietnam, de los papeles del coche, ... todo. Hasta ahí todo bien porque lo tenemos todo en regla, lo malo vino cuando nos dicen que los trámites pueden durar de una semana a un mes y lo rematan pidiéndonos que les demos el programa por Vietnam "día a día" así como las reservas de los hoteles donde dormiremos cada día. ¡Una locura! Son igual que los chinos, eso fue exactamente los que nos pidieron los chinos para cruzar la provincia de Xin Jiang desde Kirguistán a Pakistán. Se ve que los casi mil años de gobierno chino en Vietnam ... ha dejado sus "posos" en los genes.

Explicamos a Vietnamtourism que el visado de Camboya se nos acaba esta semana (¡no podemos esperar un mes!) y que el programa "exacto al 100%" no es posible: si las carreteras son malas vamos más lentos, si un lugar es más hermoso de lo esperado alargamos la estancia para recorrerlo en profundidad, si hay un problema de salud nos paramos hasta estar bien. Vamos, lo lógico. Del mismo modo y por las mismas razones es imposible cerrar un programa de hoteles "al día", además del hecho de que la mayoría de las noches acampamos. Con las explicaciones les enviamos un programa aproximado de la ruta con la confianza de que lo comprendan y puedan cursar la autorización sin necesidad de tanta "exactitud".

La verdad es que no tenemos muchas esperanzas que acepten ese programa así como entrar en Vietnam con coche sin darles las reservas de hoteles día a día pero tenemos que intentarlo. La mentalidad del gobierno es muy cerrada pero hay que luchar hasta el final. Puede existir la derrota pero no la rendición.

Son días malos, tensos, llenos de preocupación. Si al final no nos dejan entrar sería la primera marcha atrás de la Ruta de los Imperios tras más de un año y nueve meses de ruta. La primera marcha atrás tras haber cruzado 23 países, infinidad de lugares, hasta esquivado bandidos, avalanchas de rocas, puertos de montaña casi cerrados por la nieve e inundaciones; no nos detuvieron los 50ºC del norte de África, ni los 10ºC bajo cero del Himalaya ... y al final igual es la "burocracia" la que por primera vez en la ruta nos hace retroceder. El invierno de 1.999 nos cerró algunos valles himalayos pero siempre había una ruta alternativa, nunca retrocedimos. Igual aquí sí. ¡Y en qué lugar! Quizás tengamos que escribir a Silke y Ernst que no sólo hicimos la ruta desde Tailandia a Phnom Penh con nuestro Mitsubishi Montero sino que además la repetimos. "¿Qué no quieres sopa? ¡Pues toma dos tazones!"

Así es la aventura. Lo imprevisible surge en cualquier momento y hemos de estar preparados y asumirlo. Por mucho que duela. La espera se hace larga y el visado de Camboya expirará en breve. Por lo menos estamos en un país entrañable, Camboya es cálida y amistosa. Cruzamos los dedos, no tenemos muchas esperanzas pero lo que ocurra no está en nuestras manos.

Resto de crónicas de la ruta

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.