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Crónica 44,

Nepal II - La morada de las nieves

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Nepal

-¡Terminé, ya lo domino! - nos dice Vicente todo eufórico cuando se baja del coche. Venía del hotel Soaltee y se reunía con mi hermano y conmigo en el centro de Kathmandu.

-¿De verdad que ya has terminado? - mi sonrisa se abre ancha sin poder evitarlo.

-Sí, ya nos podemos dedicar a Kathmandu y a Nepal.

Cuatro días. Durante cuatro largos días fue rehén de un recién llegado repleto de chips y bytes: el nuevo ordenador. Es un aparato estupendo, un Acer TravelMate 507T, un pentium II a 466 Mhz, 64 Mb de Ram, 4,8 Gb de memoria, pantalla TFT, Cd Rom y disquetera incorporados (¡por fin disquetera!), buenos altavoces y un montón de cosas más entre las que figuraba un modem incorporado. Estaba ya configurado pero ahora había que probar cada uno de los programas y aplicaciones antes de cantar victoria.

Era más fácil decirlo que hacerlo. Los conocimientos básicos que tenemos sobre informática no nos dan mucho margen de maniobra. ¿Y si al hacer una prueba ocurre algo o el ordenador nos asalta con una pregunta de la que no tenemos ni idea? Vicente llegó a la conclusión de que teníamos que hacer todas las pruebas con alguien que entendiese realmente de informática por si surgían problemas. Descartamos cualquier cibercafé o técnicos en informática porque era una tómbola elegir uno, podía salir uno bueno o uno chapucero. Y si ocurría algo seguro que se lavaban las manos. Tenía que ser alguien más implicado con el tema de los viajes y expediciones, alguien que se lo tomase como algo personal y se involucrase con nosotros en obtener una operatividad del cien por cien. ¿Pero quién? Si aquí no conocemos a nadie.

UN PADRINO PARA EL "NIÑO"

Vicente tuvo una idea para trabajar con tranquilidad. Mandó un e-mail a Jesús de CATAI Tours para que nos remitiese la relación de hoteles donde alojan a sus clientes en Nepal. Siempre eligen los mejores establecimientos de cada lugar y todos los hoteles de lujo ya tienen un "business center" con salas de congresos, centralitas propias, faxes,... y un centro informático con conexión permanente a internet y todo tipo de asistencia técnica para los clientes "informatizados". En Kathmandu, CATAI Tours aloja a sus clientes en el Soaltee Crowne Plaza, posiblemente el más esmerado y lujoso establecimiento de la capital de Nepal.

Cuando entramos por el gran portal que daba acceso a su recinto nos dimos cuenta que aquello no era un hotel convencional, era casi un pueblo: jardines por doquier, piscina exquisitamente ambientada, cinco restaurantes, un ala independiente con suites para personalidades, un edificio en forma de L donde hay 283 habitaciones de lujo, otro edificio es el casino,... y dentro, salas inmensas, enormes plantas, decoración muy selecta, terrazas, fuentes,... Hacía tiempo que no veíamos tanta exhibición de lujo, la verdad es que impresiona.

Nos identificamos en recepción y pedimos hablar con el encargando del "business center". Nos recibe Jugesh Shrestha y le explicamos todo sobre la expedición así como el accidente del ordenador y que acabábamos de recibir el nuevo pero... todavía teníamos que hacer todas las pruebas y nos gustaría tener un buen técnico cerca por si surgían problemas sobre la marcha. Afable y muy participativo nos presenta a su superior, Sunim Tamang, jefe de marketing, y él mismo le explica el proyecto y la inquietud que teníamos con las pruebas del nuevo ordenador. Realmente cordial y entusiasta con los propósitos de la expedición nos brinda inmediatamente la total asistencia de sus técnicos así como la utilización ilimitada de la sala de ordenadores. Era un sueño, con este apoyo ya no nos preocupaba nada. Jugesh nos lleva al "business center" y nos presenta a Joshi y Manandhar, ellos atienden el centro de comunicaciones y estaríamos codo a codo con ellos. Sunim aparece al poco con Sapkota –jefe de informática del hotel- y Basyal, su ayudante. Todos son encantadores y se prestan para todo lo que necesitemos.

Hay lugares de auxilio realmente emblemáticos, como la Cyber City de Islamabad (Pakistán), De Souza Group en Goa (India) y ahora el hotel Soaltee en Kathmandu (Nepal). Tres grandes "flotadores" informáticos que aparecieron en momentos de apuros tecnológicos. No sólo fueron "ayuda", se convirtieron en nuestros "profesores". No se limitaban a solucionar problemas sino que nos enseñaban cosas nuevas que pensaban que nos serían muy útiles. Por ejemplo, fue la Cyber City quién nos enseñó cómo realizar los mapas para las crónicas y gracias a ellos todas las crónicas llevan ahora un mapa de la ruta. El "business center" del Soaltee fue un caso similar, se convirtió en el primer padrino de nuestro nuevo "niño".

LA BATALLA DE LOS BYTES

Vicente se pasó 4 días en el centro informático, aparecía sobre las 9 de la mañana con unos sandwich para la comer allí mismo y no salía hasta la cena, cuando nos iba a buscar. Probó hasta la saciedad todo lo instalado para estar seguro de que más adelante no iba a dar problemas. Chequeó primero el Photoshop, luego la descarga de las fotos de la cámara digital Olympus, le siguieron la grabadora HP, la impresora Olivetti, la carga y descarga de datos del GPS,... la lista es interminable. Todo iba de maravilla, tan solo dos incidentes.

El MS Word daba problemas, había comandos que no obedecían y de vez en cuando se quedaba "colgado". Teníamos una copia de seguridad de nuestro CD Office 97 pero... la salida de la expedición fue tan estresante y agotadora que no pudimos probarla. Con la ayuda del Soaltee hubiésemos podido desinstalarlo y volverlo a instalar pero... ¿y si el CD no estaba bien y nos quedamos sin MS Word en español? No quisimos arriesgarnos, como más o menos funcionaba decidimos seguir con lo instalado, ya solucionaríamos el problema encontrando un Office 97 en español en alguna embajada de España o bien le pediremos a alguien que nos lo envíe a algún lugar de nuestra ruta.

El otro incidente se centraba en la conexión satélite. No conectábamos con el servidor de Ceuta. Vinieron Sapkota y Basyal, chequearon toda la configuración y fuimos haciendo pruebas y nada, que no conectábamos. Era la primera vez que tenían en sus manos una conexión con un teléfono satélite directo pero se lo tomaron como un desafío. Al final lo encontraron, era realmente fácil de encontrar... cuando se sabe. El teléfono satélite Inmarsat Ibérica tiene modem incorporado así que se puede usar incluso con un ordenador sin modem, lo cual es una gran ventaja. El Acer venía con modem incorporado y la salida de datos estaba conectada por defecto a la salida de clavija telefónica del propio ordenador... pero el teléfono estaba conectado al puerto de serie así que no recibía la señal. El mundo informático es realmente proceloso y ladino. Cambiaron de modem y de puerto y... funcionó de maravilla.

Ya se entusiasmaron y nos enseñaron como conectar nuestro modem a una línea telefónica standard, enlazar con un servidor local y usar nuestro propio ordenador para conectar con el servidor de Ceuta a través de una llamada local (y no una internacional como hasta ahora). Así, si alguien nos "presta" su servidor local y su clave, podríamos recibir nuestro correo personal del servidor de Ceuta. Un entendido en ordenadores diría "es obvio" pero para nosotros todo era nuevo, vamos apuntando todo en nuestro cuaderno "informático". Nos dan una línea telefónica exclusiva para nosotros, nos conectan el ordenador a ella y hasta nos dan la clave de acceso a su servidor para gozar de total libertad para usar internet o mandar y recibir correo sin tener que estar dependiendo de sus ordenadores, que igual están ocupados por clientes del hotel.

La última lección informática le costó a Sapkota, Basyal y Vicente toda una tarde. El Olivetti seguía operativo e íbamos a seguir usándolo pero como la disquetera no funcionaba había que conectar los dos ordenadores para poder extraer la información; además queríamos volcar todo el disco duro al nuevo ordenador y así tener el trabajo en dos discos duros independientes. No había cables de conexión en todo Kathmandu porque es algo que no pide nadie, ni cortos ni perezosos le quitaron el cable de conexión a dos equipos suyos y lo usaron para conectar nuestros dos ordenadores. Primero probaron la conexión a través del programa Lap Link para MS DOS pero renombraba todos los archivos al tener todos los nombres largos y mezclaba todas las carpetas. Luego probamos con windows y tuvimos que rebautizar los dos ordenadores porque los dos fueron llamados igual (¡Qué casualidad!) y no aceptaban la conexión, y mil cosas más imposible de describir. Y como siempre, Sapkota y Baysal vencieron a la máquina y nos enseñaron como hacerlo. Todo iba sobre la seda, estábamos maravillados, nos dedicaban un tiempo que jamás hubiésemos podido imaginar. No solo resolvían los problemas sino que convirtieron a Vicente en su alumno y no paraban de enseñarle cosas prácticas que podría necesitar en el futuro. El propio Baysal, al ver que iba a ser imposible encontrar un cable de conexión entre ordenadores y el que habíamos usado tenía que volver al equipo original... fabricó otro en el taller y nos lo regaló. Será realmente difícil de olvidar el hotel Soaltee.

Tampoco Sunim Tamang perdió el tiempo, por su cuenta organizó una rueda de prensa para que en Nepal se conociese la expedición. Convocó a los más importantes periodistas y se celebró la reunión, de un modo informal, en la gran cafetería de la entrada. Realmente se involucró con la Ruta de los Imperios, nos sentíamos muy honrados y agasajados.

ÁGORAS DE DEVOTOS

Los nubarrones informáticos se disipan del todo y cuál ave Fénix, la expedición retoma el vuelo y se deja absorber por la atmósfera de Kathmandu. Nos perdemos por sus callejuelas, un mundo chocante se va desvelando ante nosotros tres. La pobreza es patente pero siempre hay en algún rincón donde se oyen unas risas, niños jugando divertidos ajenos a la dura vida que les espera de adulto, gente rezando en muchos de los múltiples templos que se levantan por todos los rincones... y cuando por fin alcanzamos la admirada Durbar Square -"Plaza del Palacio"-, nos dejamos seducir. ¿Quién se podría resistir a tanta belleza?

Esta concurrida plaza concentra los fastuosos templos que tan merecida fama han dado a Nepal. Y las escenas habituales de ciclorickshaws corriendo con pasajeros de un lado para otro, mujeres en las escalinatas de los templos pagodas vendiendo verduras y frutas se entremezcla con los comerciante que han preferido dedicarse a vender recuerdos a los viajeros que llegan hasta este lejano país. Un repentino aguacero nos obliga a resguardarnos bajo el techo de uno de sus hermosos templos. Esta eventualidad nos permite dedicarle más tiempo a contemplar los detalles de su minucioso trabajo en madera. En los puntales que soportan los techos han alojado escenas eróticas. Aunque no están finamente talladas, representan de una forma natural y sencilla una escena más del ciclo de la vida en el que de una forma u otra participamos todos. Es evidente que el intercambio de creencias budistas tibetanas e hindúes se entremezclan en el arte como lo hacen día a día es sus vidas cotidianas. A los pies del templo, desde lo alto de la escalinata vemos correr de un lado para otro a viajeros, ciudadanos o vendedores intentando resguardarse de la lluvia. Cuando finalmente el cielo nos libera de nuestro sagrado refugio, el bullicio comienza a desplegarse de nuevo por calles y escalinatas con la misma prontitud con la que se comenzó todo.

Patan -o Lalitpur, la "Ciudad de la Belleza"- es la segunda ciudad más importante del valle y está separada de la capital tan sólo por el río Bagmati. Ciudad hermana de Kathmandu tiene el aliciente de ser más apacible por la razón de no poseer tantos hoteles, restaurantes y tiendas para turistas como su vecina. Los templos siguen siendo los dueños y señores del encanto que encierra esta urbe, en su Durbar Square, el perfil de las puntas de flecha de sus tejados es la corona de este ágora de peregrinaje y devoción. Estamos en el centro de un campo de pagodas que se enarbolan como saetas listas para despegar hacia el hogar de los dioses.

La tercera ciudad más importante es Bhaktapur -o Bhadgaon, la "Ciudad de los Devotos"- y en ella, al estar algo más alejada de la capital, se respira un ambiente totalmente medieval. Su herencia arquitectónica de templos, palacios, pagodas... nos fascina con un arte en filigrana único en el mundo. Si seductora es su arquitectura de otros tiempos no es el único de sus atractivos. Quizás tenga hasta mayor aliciente el simple hecho de observar los intemporales y, en apariencia, inmutables rituales de la vida cotidiana.

De pronto la plaza se inunda por una horda de pequeños que han terminado sus clases y abandonan el colegio. Corretean incontrolados de una lado para otro. En las escalinatas de uno de los templos de la Plaza Real, las estatuas inmóviles de unos rinocerontes, leones, caballos y todo tipo de seres mitológicos aparecen cabalgadas por unos improvisados jinetes. Los niños juegan sobre ellas como si estuvieran en un parque de atracciones y sus risas alocadas retumban en las piedras con forma animal. Vuelven a desaparecer todos como si nunca hubiesen estado allí y el regio lugar vuelve a impregnarse de esa paz y tranquilidad que le convierte en una fantasía intemporal.

La vida sigue, el grano se seca al sol, la gente recoge el agua o se lava en las fuentes públicas, las madejas de hilo tintado se tienden al aire libre para secarse, las tiendas exponen sus mercancías, los alfareros hacen girar el barro, las mujeres muelen el grano... Una señora con paso quedo avanza por una callejuela junto a nosotros, lleva una cesta de mimbre en la espalda sujeta a la cabeza por una cinta. En su interior lleva verduras pero ¿cuánto tiempo llevan repitiendo la misma escena? Lo hizo su madre, su abuela, su bisabuela... podríamos viajar trescientos años atrás y comprobar que esa misma postura, ese mismo gesto, esas mismas arrugas se han perpetuado a lo largo de los siglos ¡Hay tanto que ver! ¡Hay tanto por descubrir en cada cara, en cada ademán! La pretérita atmósfera de Bhaktapur es capaz de sumir al viajero en un sueño irreal.

Pero el ciclo de la vida y la muerte se cierra en Pashupatinath, a orillas del Bagmati, el río más sagrado de Nepal y afluente del Ganges, el "don de Shiva". Caminar sobre sus ghats, escaleras que se introducen en el río, supone una revelación prodigiosa del sentimiento religioso y densidad espiritual del concepto de la muerte en los hinduistas. La ceremonia de la cremación es lo que confiere a Pashupatinath esa extrema santidad y la asocia directamente al mecanismo del pensamiento bramánico del ciclo de la "samsara" (reencarnación sin fin) fundada sobre la inexorable ley del "karma" y es por eso que el deseo más ansiado en los corazones de los hindúes es esperar que su "atman" (alma individual) sea llevada al cielo a través del fuego funerario. Ese pensamiento es lo que lleva a miles de creyentes a realizar su peregrinación y posterior incineración a orillas del Ganges y de sus afluentes, donde Shiva le confiará la "mantra" (formula mágica) que romperá el ciclo de la reencarnación para instalarse en el cielo.

Observamos como los cuerpos llegan cada poco tiempo, se hacen los rituales con el agua del Bagmati, se amontona la leña en el atar, se instala el cuerpo del difunto sobre ella y el fuego se inicia. La leña está húmeda, arde muy lentamente, amontonan más paja para que las llamas envuelvan más rápidamente al cuerpo. Al lado, otra incineración acaba de finalizar, recogen las cenizas y las arrojan al Bagmati. Para esa persona, este ciclo de su vida terrenal acaba de concluir y según la vida que haya llevado... su atman se alojará en el cielo... o se reencarnará de nuevo en un ser terrenal.

LOS OJOS DEL VALLE

El valle que se extiende más allá de las ciudades ha cambiado con el paso de los años pero afortunadamente se han preservado aspectos de la tradición local, puesto que los habitantes del valle se ganan la vida cultivando la tierra, y espectaculares templos siguen constituyendo el epicentro de su existencia. Las estaciones se suceden y las exigencias de los campos, la familia y los dioses son, todavía las mayores prioridades.

El templo budista de Swayambhunath es conocido con el nombre del "Templo del Mono" debido a la gran profusión de monos que custodian la colina y divierten a visitantes y devotos con sus trucos. Esa banda itinerante e insaciable -muchas veces irritante- se apodera de cualquier alimento que le ofrezcan los peregrinos con la misma facilidad con que arrebatan un bolígrafo o una cámara de vídeo. Pero los monos no son más que la anécdota puesto que la estupa es uno de los lugares más sagrados de todo el valle. Sobre ella, los vigilantes ojos de Buda fijan su vista hacia los cuatro puntos cardinales y escrutan el Himalaya en todas direcciones, son los ojos del valle. A sus pies, los rodillos de oraciones y las "oriflamas" -banderas de plegarias- en perpetuo movimiento se unen a un gran despliegue de ruidos, cánticos y trompetas que nos recuerda de forma constante la santidad del lugar.

Una serie de pueblos fortificados poseen un pasado tan atrayente como sangriento. A estos últimos pertenece la ciudadela de Kirtipur, enclavado en las estribaciones de un risco. Hoy en día es un retiro apartado de las rutas habituales y ajeno al s.XX, pero hubo un tiempo en que este enclave fue un diminuto reino y las mudas piedras de su poderosa muralla parecen querer relatarnos su terrible historia, cuando el rey Gorkha Narayan Shah conquistó todo el valle en 1770. Su privilegiada posición prácticamente inexpugnable provocó un largo y sanguinario asedio, la resistencia fue ardua pero finalmente fue tomada y sus desafortunados habitantes pagaron muy caro su tenaz resistencia. El rey ordenó cortar los labios y nariz a todos los varones de Kirtipur pero el monarca, tan cruel como práctico, perdonó, de este doloroso castigo, a los que sabían tocar instrumentos de viento.

Pero el pasado histórico no siempre ha de ser violento y la visita a la estupa de Bodhnath nos devuelve al misticismo tibetano. Estamos frente a la mayor estupa de Nepal y una de las más grandes del mundo. Rafa se empeña en ascender hasta lo más alto de la colosal estupa y desde su cima nos saluda satisfecho de la magnífica vista y ambiente que desde arriba disfruta mientras gira en el sentido de las agujas del reloj con un grupo de sonrientes lamas.

Es el centro religioso más importante para la numerosa población tibetana de Nepal y varios monasterios prósperos de su entorno nos lo demuestran. Buena parte de los tibetanos son refugiados que abandonaron su país tras la fracasada rebelión contra los invasores chinos en 1959. Desde entonces se han mostrado emprendedores y afortunados y aunque no pueden ver la tierra de sus antepasados, este hospitalario país les ha ofrecido un segundo hogar donde prosperar, las enormes casas que circundan Bodhnath dan fe de ello. Mientras la opresión política y religiosa persiste en el Tíbet ocupado, este es uno de los pocos lugares del planeta donde la cultura tibetana es accesible y manifiesta al mismo tiempo.

Desde siempre se ha relacionado a Bodhnath con Lhasa y al budismo tibetano. Una de las rutas comerciales principales desde la capital del Tíbet, Lhasa, llegaba aquí a través de Sankhu y Bodhnath. Es fácil imaginar a los mercaderes dando las gracias por su venturoso viaje a través del Himalaya, o rezando por un feliz regreso. Aun hoy acude gente para rezar antes de emprender un viaje por el Himalaya. También para nosotros fue el último alto en el inolvidable valle de Kathmandu antes de reemprender nuestro camino hacia Pokhara a través del Himalaya.

GORKHA. CUNA DE LA LEYENDA

Las panorámicas que se suceden a lo largo de la carretera constituyen un desafío constante para la vista: se alternan gargantas rocosas y ríos, colinas ondulantes, arrozales dispuestos en terrazas y retazos del Himalaya como telón de fondo. Puentes colgantes nuevos y otros prácticamente desplomados, que exigían grandes dosis de equilibrismo.

Un pequeño desvío, hacia el norte, nos conducirá hasta Gorkha, residencia de ocho generaciones de los reyes Shah hasta que el noveno -Narayan Sha- emprendió su exitosa conquista del valle de Kathmandu.

Gorkha también dio nombre a los temibles soldados que luchaban a las ordenes del rey Narayan Shah. Los llamados "Gorkhas" se convertirían en una leyenda y serían reclutados posteriormente por todo el país, no sólo en Gorkha. Sus epopeyas nacieron en Gorkha hace siglos pero su historia todavía pertenece al presente, sus gestas se mantuvieron vivas y sus proezas hacían crecer su prestigio. Sirvieron en los ejércitos británicos e indio donde confirmaron su reputación de hombres valientes y duros. Intervinieron en el transcurso de las dos guerras mundiales y otros muchos conflictos y siempre hacían honor a su reputación, el más famosos de los últimos episodios protagonizados fue durante la Guerra de las Malvinas. El propio Kipling, en la novela "El hombre que llegó a ser rey", rindió honores a uno de estos duros y fieles soldados como el único superviviente de una expedición inglesa que se adentró en las montañas tribales del Himalaya. Dos ex-oficiales británicos en busca de aventuras y riquezas se encuentran con él, que vivía integrado con la población local, y entre los tres casi crean un reino ... con la ayuda de la leyenda de otro europeo que pisó estas tierras hace más de veinte siglos: "Sikander", nombre con el que bautizaron en oriente a... Alejandro Magno.

Sikander, que bonito nombre para una leyenda que forma parte de la historia de Europa, África y Asia a la vez. Cuando en el 92 nos salimos del itinerario histórico de Sikander y decidimos seguir la expedición hasta Kathmandu... no pudimos acceder al fuerte superior de Gorkha porque una avalancha -¡una más!- nos cortó las alas a este nido de águilas. El 2.000 ha sido más generoso con nosotros, aunque a medias, los monzones han convertido el eslalom del acceso en una pista de patinaje sobre barro, incluso con la reductora el todo terreno se deslizaba hacia atrás en muchas curvas cerradas. En algunos momentos pensamos que tampoco alcanzaríamos nuestro destino pero fue tan solo eso, un fugaz pensamiento que la tracción de nuestra montura nos quitaba de la cabeza dos segundos después, cuando mordía el barro e iba superando, impasiblemente, todas las dificultades que se ponían ante ella. Si en el 92 la vimos en la lejanía y con dolor de cuello por estar mirando durante largo rato hacia arriba, en el 2.000 la miramos cara a cara, directamente a los ojos y nuestro semblante testimonia satisfacción y gozo.

El complejo que admiramos supone un triunfo de la arquitectura nepalí -colgado como un nido de águilas sobre la localidad en una posición defensiva invencible-, con excelentes vistas a valles que se extienden muchos metros más abajo y al impresionante Himalaya. Resulta fácil imaginarse a un ambicioso príncipe asomado a este sobrecogedor panorama mientras sueña con gobernar todo cuanto alcanza su vista... y más. Pero la actividad que hoy se desarrolla en el templo de la histórica fortaleza es bien distinta. Una procesión de peregrinos no cesa de llegar, muchos llevan consigo algún animal, que ignorante del inmediato destino que les espera, acompañan dócilmente a sus amos. Cabras y gallinas, borregos y palomas con la marca de color rojo sobre sus cabezas se aproximan al templo para su ineludible fatalidad, en breve notarán el frío acero en sus gargantas y aunque ellos no sepan lo que pasa sus dueños sí, están ante Shiva y es un sacrificio en su honor para pedir prosperidad y ventura.

A LOS PIES DEL GIGANTE INVISIBLE.

Si en el Valle de Kathmandu, los templos erigidos por el hombre rodean al visitante por los cuatro costados, en Pokhara seremos rodeados por los templos erigidos por la naturaleza: la cordillera del Annapurna. Este pequeño paraíso, salpicado de prodigiosos lagos es uno de los destinos predilectos de alpinistas y senderistas que buscan la paz y una fusión total con uno de los rincones naturales más accesibles y seductores del Himalaya.

Será en Pokhara donde más brutalmente seremos azotados por el monzón que llega impetuoso sin que nadie pueda pararle. Es como un ciclo meteorológico, todas las mañanas comienzan soleadas pero el horizonte y todos los picos están cubiertos por la bruma; hacia las tres de la tarde un manto gris lo inunda todo y al poco comienza el diluvio. No se ve nada, interminables litros y litros de agua caen en forma de cascada desde el cielo, el viento se convierte en cómplice de las nubes y convierte en olas al torrente vertical que cae sobre nuestras cabezas. El todo terreno se mece como una barca en medio del temporal. Puede durar una hora o doce horas pero cuando termina, la vida regresa casi al instante. Los animales salen de sus refugios y comienzan a pastar de nuevo, muchas aves extienden sus alas para secarlas, los lugareños y comerciantes caminan por las calles inundadas, los agricultores... los agricultores no se mueven, siguen en sus casas, ellos tienen un reloj distinto a los comerciantes y saben que durante los monzones sólo se puede trabajar por las mañanas. Los Annapurna los presentimos cerca, próximos... pero las celosas nubes no nos permiten verlos.

Ascendemos al monasterio budista tibetano de Pokhara, otro gompa erigido por monjes tibetanos que huyeron de la masacre china en la tierra que los vio nacer. Unos ancianos no paran de dar vueltas alrededor de la gran estatua sentada del Buda dorado que descansa entre otras dos figuras. Fue un flechazo cuando un monje nos ofreció una oriflama al llegar a la entrada del gompa, "si la cuelgan les proporcionará suerte, prosperidad y larga vida", nos dijo el lama al extenderla. Era de amarillo brillante, el cuadrado donde estaban escritas las oraciones y los dibujos alusivos a sus figuras sagradas se repetía cinco veces. "Cinco veces, cinco destinos", pensó Vicente en voz alta.

-Es perfecto, las oriflamas han estado hondeando en estas cimas desde tiempos inmemoriales y siempre transmiten paz y sosiego -prosigue.

-Creo que ya entiendo lo que te ronda por la cabeza -le digo, segura de haber acertado.

-Son cinco fragmentos del mismo texto sagrado pero estampados en una pieza y unidas en el mismo fin. Casi habla por sí sola, el destino de esta oriflama lo he visto claro. -Vicente me sonríe, paga al monje y éste le envuelve la bandera de oración y se la entrega.

En breve cortaremos la oriflama en 5 partes, cada una de ellas contendrá uno de los cuadrados con inscripciones, tres se las llevará Rafa a España para hacerle llegar una a José Enrique en Valladolid, otra a Reyes y Marcial en Madrid y la tercera a Michel y Marie Laure en Campo Real. Las otras dos nos las quedaremos nosotros... por el momento. Cuando lleguemos a Islamabad, la cuarta se la entregaremos personalmente a Víctor, que se ha convertido ya en parte de la expedición por Asia. La quinta nos la quedaremos nosotros para que siga la ruta alrededor del mundo. Cada segmento seguirá su destino en lugares muy dispares.

"Cinco fragmentos independientes pero que pertenecen a la misma pieza y están unidos en el mismo fin". Creemos que nada puede expresar mejor la idea de lo que representan las personas más allegadas a la Ruta de los Imperios. Casi nos sentimos unos niños haciendo esto, cuando hace mucho tiempo cortábamos en pedazos un escrito y nos los repartíamos para quedar vinculados para siempre. Pero a nosotros nos gusta, nos hace sentir bien y quizás dentro de algunos años logremos reunir los cinco pedazos en una cena.

Vicente echa un último vistazo a la oriflama y la introduce en su bolsa de fotografía. El maestro de los pequeños monjes budistas se acerca a nosotros y nos avisa que los rezos están a punto de comenzar y nos invita a presenciarlos. Unos minutos después nos encontramos sentados en uno de los pasillos de la sala de oraciones como testigos directos del desarrollo de las plegarias. Trompetas, tambores y oraciones se suceden al tiempo que un nuevo huracán vespertino parece que anuncia el juicio final. Se cierran todas las ventanas y puertas. La virulenta tormenta arranca oriflamas del exterior, arrastra todo lo que no está anclado, golpea los cristales de tal modo que nos alejamos de las ventanas porque parece que los vidrios van a saltar de un momento a otro, se provoca un corte de luz que nos sume en la oscuridad... pero la ceremonia continua su ritmo bajo la tenue luz titubeante de unas pocas velas. El momento no puede ser más fascinante. Finalizan los rezos pero la lluvia sigue castigando a los mortales, hablamos con los monjes, es fácil entenderse, casi todos hablan un poco de inglés. El fin del mundo no es para hoy, el cielo se tranquiliza, la tierra vuelve a recuperar su pulso y nos despedimos de todos. Bajamos raudos las escaleras mientras esquivamos auténticas marismas y prestamos la máxima atención para no resbalar, queremos descender dignamente de las cumbres de Buda.

Pero inevitablemente llega el momento de la partida de Rafa. Lo hemos pasado muy bien y nos hemos reído un montón con sus divertidas historias y singulares ocurrencias. La pequeña avioneta de la Bhuda Air está a punto de despegar con sus 22 pasajeros hacia Kathmandu. El cielo está despejado, afortunadamente, porque la vida se para mientras duran los violentos temporales, el bimotor no sería más que un juguete de papel en medio de la tormenta monzónica. Nos damos dos fuertes abrazos, uno de ellos es para mi madre, a la que llevo sin abrazar hace más de un año.

Su avión hacia Kathmandu va desapareciendo entre las incipientes nubes que comienzan a acercarse hacia Pokhara. Seguro que por su mente y su espíritu se suceden agolpadas un sin fin de imágenes y emociones... las vendedoras de verduras en las escalinatas de los templos de Kathmandu, el ascenso con los monjes a la estupa de Swayambhunath, las colas de hinduistas en la ofrenda de animales en el templo del castillo de Gorkha, el regateo con los vendedores, el sonido de las trompetas budistas las oraciones en el monasterio tibetano de Pokhara... De nuevo la eterna pregunta como cuando despedimos a Michel en Estambul y a José Enrique en Delhi ¿cuándo nos volveremos a ver de nuevo?

Pero los Annapurna le han robado el deseo de poder admirar uno de los espectáculos más impresionantes de este rincón del mundo y dos días después de su marcha, en un gesto de soberbia han aparecido improvisadamente ante nuestros sorprendidos ojos en una tarde inesperadamente diáfana. Quizás con el reto de hacerle volver de nuevo, en otro momento de su vida. Uno tras otro van esquivando las nubes hasta mostrarnos su espléndida belleza, allí estaba el Annapurna I, con sus 8.091 metros, el Annapurna II con sus 7.937 metros, el Annapurna III con sus 7.556 metros, el Annapurna IV con sus 7.525 metros, el Annapurna Sur con sus 7.219 metros, el Machhapuchhere con sus 6.993 metros, el..., todos son vasallos del cielo pero reyes en la tierra. El paisaje que se divisa es sencillamente sobrecogedor, una panorámica limpia y clara nos cautiva al tener ante nosotros una infinita capa blanca, fusión de todos los picos nevados que intentan alcanzar el cielo. En esos momentos comprendemos la seductora palabra "Himalaya", que significa la "Morada de las Nieves", puesto que aquellos que quedaron deslumbrados, como ahora lo estamos nosotros, ante este radiante manto blanco difícilmente podrían haber elegir otro nombre.

Resto de crónicas de la ruta

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Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.