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Crónica 61,

Vietnam II - Fantasmas en la niebla

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Vietnam

Las aguas del río Ben Hai también se muestran apacibles como las del río Perfume en Hué. Hay un puente viejo, estrecho y de estructura metálica militar. A su lado, un puente moderno, ancho y asfaltado sobre el que cruzamos nosotros hasta llegar a la otra orilla y detenernos. Miramos a nuestro alrededor, nada parece fuera de lo normal. Unos campesinos se afanan en arar una tierra que saben que es muy generosa mientras unas niñas no cesan de arrojar su pequeña red en los arrozales que tan pródigamente les abastece de la base de su alimentación. Pero no, no es un lugar más, cerca de una inocente cabaña de pescadores, un viejo búnker raído permanece arraigado junto a un monolito que no permite que se olvide lo que fue ese río. Al otro lado de una estrella comunista, la firme mirada de Ho Chi Ming nos observa desde el menhir bélico, una de sus múltiples citas aparece grabada bajo el rostro y un soldado petrificado con el arma en prevengan escolta el pensamiento, convirtiéndose en eterno centinela del lugar. Estamos en el histórico paralelo 17º, marcado por el curso del río Ben Hai, abandonamos el sur para adentrarnos en norte, es el punto exacto que los acuerdos de Ginebra fijó como división temporal del Vietnam para poner fin a la guerra.

En 1954 terminó la guerra de Indochina, ocho años de sangrientos combates entre Francia y el Viet Minh (el grupo comunista liderado por Ho Chi Minh). El siete de mayo de ese año, en Dien Bien Phu, y tras 57 días de asedio, más de 10.000 soldados franceses medio muertos de hambre se rindieron al Viet Minh. Era el fin de la era francesa en Vietnam, al día siguiente se abrió la conferencia de Ginebra para poner fin al conflicto y ocho semanas después se firmaron los acuerdos de paz. Ho Chi Minh declaró a los franceses durante la guerra: "Podréis matar a diez de mis hombres por cada uno de los vuestros pero incluso con esa ventaja, ustedes perderán y yo ganaré". No se equivocó.

Para Francia supuso más de 35.000 muertos y 48.000 heridos. Para Vietnam muchísimos más pero no hay cifras fiables, el "Partido" no permitía cifras derrotistas ni reconocían los muertos ni daban listas, las familias vietnamitas se quedaban esperando a hijos que jamás regresarían. Tras el intercambio de prisioneros acordado en la conferencia de Ginebra, también Francia tuvo que hacer sus listas de "desaparecidos en combate", soldados que jamás fueron enterrados ni regresaron a sus hogares. Uno de ellos perteneciente al propio árbol genealógico de Vicente: el primer marido de su abuela francesa, su "abuelastro". Él, como muchas decenas de miles de jóvenes, fueron como soldados a una guerra que libraba su país en la otra punta del mundo ... para no regresar jamás. No se sabe donde está su cuerpo, no se sabe cómo cayó, quizás murió en un campo de prisioneros como otros muchos; la cruel realidad es que es "uno más", un dato estadístico para la negra historia de la humanidad en guerra, un simple nombre en la lista de desaparecidos en Indochina.

RÍO DE SANGRE

La conferencia de Ginebra devolvió la paz a Francia pero no al Vietnam. En el norte los comunistas hicieron "limpieza" y la reforma agraria generó juicios sumarísimos con un resultado de 10.000 a 15.000 condenados a muerte y entre 50.000 a 100.000 encarcelados (luego el propio Partido reconoció los excesos de los Tribunales Populares y lanzó la campaña de "Rectificación de errores"). En el sur, el presidente Diem favorece a los cristianos (el era cristiano) frente a la mayoría budista (varios bonzos se autoinmolan como protesta en los años sesenta), la corrupción se adueña del poder y su política comienza a ser más y más represiva conforme aumenta su miedo a los comunistas. El sur recibe 900.000 refugiados cristianos que huyen del gobierno comunista, en cambio apenas hay migración del comunistas del sur hacia el norte, deciden quedarse en el sur para levantarse en armas si la unificación pacífica no llega.

Se acordó que el paralelo 17 era una división temporal hasta que se celebrasen elecciones ese mismo año ... pero nunca se celebraron. La frontera temporal se convirtió entonces en una frontera real entre dos gobiernos que se odiaban entre sí. Ho Chi Minh inicia una batalla política para la reunificación y exige las elecciones prometidas, seguro de ganarlas. En 1.959 abandona la dialéctica y recurre a las armas con la denominada "Campaña de Liberación": prolongan la pista de Ho Chi Minh para que llegue todavía más al sur desde Laos, organizan y abastecen la guerrilla comunista (los futuros vietcong) que hostiga al gobierno de Diem, provocan atentados, instan a la población a sublevarse, en 1.960 el Partido anuncia una Movilización General para la guerra por la unificación y en 1.964 las tropas del ejército regular del norte ya se infiltran abiertamente desde Laos en su misión de conquista y reunificación. La guerra estaba perdida para el sur pero en 1.965 se inicia la historia conocida por todos: entran varias potencias occidentales en apoyo militar directo a la República Sudvietnamita (como se llamaba el sur) pero es Estados Unidos la que más se compromete. China y la Unión Soviética ayudan a la República Democrática del Vietnam (el norte) muy eficazmente pero sin tropas ya que el Norte basa parte de su campaña en la expulsión de las fuerzas extranjeras asentadas en Vietnam y no podía permitir soldados chinos ni soviéticos en su suelo. El resultado: 10 años de guerra, 58.200 soldados estadounidenses muertos y una cifra de soldados vietnamitas caídos que da pavor, 225.000 soldados del sur y un millón del norte. Y como siempre ... civiles, muchos civiles: 4 millones de civiles (el 10% de la población) fueron muertos o heridos durante la contienda, la mayoría del norte como fruto de los bombardeos de Estados Unidos.

No, el río Ben Hai no es un río como los demás. No, el paralelo 17 no es un paralelo más, ambos están teñidos de rojo y todavía se siguen tiñendo. Desde la paz de 1.975 más de 5.000 personas han muerto o han quedado mutiladas debido a las minas y explosivos no desactivados que los americanos lanzaron desde sus aviones por toda esta zona.

UN NUEVO SIGLO

Cruzamos el paralelo 17, el recién estrenado siglo XXI lo ha convertido en historia del siglo pasado. Los vastos y deslumbrantes arrozales siguen acaparándolo todo con su fuerza arrolladora y las nubes que planean sobre nosotros siguen su curso sin importarles los límites que los hombres trazaron en otros momentos de la historia.

La carretera a partir de Vinh mejora enormemente. Hasta el momento el asfalto deteriorado junto con las obras de reparación han sido la tónica del avance por carretera. Nos vamos acercando a la capital y el asfalto está impecable permitiéndonos marchar sin sobresaltos.

Los pitones rocosos que acorralan a Ninh Binh, a unos 90 kilómetros de Hanoi, nos atrapan en sus garras. Pequeñas pistas nos permiten introducirnos en sus entrañas, de cerca son como corpulentos mastodontes de larga y espesa melena de vegetación que se erigen sobre los arrozales como corcovados gigantes. "La bahía de Halong terrestre" le llaman, pues estos islotes se diseminan de idéntica manera a sus homólogos marítimos de las aguas del mar del Sur de China.

Nos encontramos con pequeños pueblecitos que acaban desembocando en estrechos pasajes terrosos que los unen a tierra firme. Por ellos, los aldeanos se desplazan en bici o a pié para trabajar en los arrozales. Como aparecen los champiñones en un húmedo bosque, los gorritos cónicos de las trabajadoras se prodigan sobre el rezumante tapiz verde de los campos.

Las lenguas acuíferas y los canales que bañan los campos obligan a los lugareños a cruzar el río en frágiles embarcaciones que no cesan de transportar pasajeros de una orilla a la otra. Las barcazas de los pescadores tampoco interrumpen su faena. Los remos son accionados con los delgados y pequeños pies que sus diestros dueños mueven con el ritmo de un lento pedaleo de bicicleta. En la proa, otro pescador arroja las redes para apresar alguna pieza en las tranquilas aguas.

El Pueblo de Hoa Lu descansa al amparo de los mismos gigantones calcáreos que dominan la zona. Pero este pequeño enclave acoge los restos de lo que fue una gigantesca ciudadela imperial de 3 kilómetros cuadrados. Las murallas guardaban celosas los templos, santuarios, salas de recepciones y el palacio que la dinastía Dinh (968-980) levantó en este arropado paraje hace once siglos. Dominando el valle, el añejo monte Yen Ngua es el testigo que podría seguir deleitándonos con las historias que allí se vivieron puesto que tan sólo dos santuarios han sobrevivido a los tiempos de gloria. En su interior, las imágenes imperiales de Dinh Tien Hoang y sus tres hijos aparecen inmutables a los siglos transcurridos, cegadas por el incienso que los fieles siguen quemando a sus pies inquebrantablemente. La luz del exterior nos vuelve a la realidad del imperio de los sentidos, sentidos que son deleitados de nuevo por sus descomunales guardianes calcáreos.

Mientras la historia se cobija en las viejas y castigas paredes de los vetustos santuarios imperiales, el pueblo llano sigue adelante como puede. Algunos poblados de esta zona, como el de Kenh Ga, lo hacen mecidos por las indulgentes aguas de los canales y lagunas que riegan los campos. Aguas que dan cobijo a vida propia, arriba y abajo. Abajo, por los peces que alimentan a los de arriba, donde las barcazas de los nativos lo son todo para ellos. Su vivienda, su instrumento de pesca, su transporte ... los niños aprenden antes a moverse en el río que a gatear por la tierra. Los trozos de redes ajadas serán sus primeros y quizás únicos juguetes antes que aprendan sagazmente a usarlas para poder comer cada día. Con el eco del ruido chasqueante de las redes en el agua, una noche más, buscamos el cobijo de nuestros descomunales guardaespaldas rocosos sobre tierra firme.

Las acampadas entre las colosales formaciones calcáreas de Tam Coc son inolvidables a pesar de la siempre presente calima, que los asedia sin descanso y los convierte en fantasmas en la niebla. Nuestras comidas son sencillas y casi siempre en algún pequeño restaurante familiar donde la oferta de platos suele ser la que marca la base de la alimentación vietnamita: un plato de arroz frito con huevo, noodles con pollo, buey o cerdo y enormes rollos de primavera troceados y rellenos de soja y verdura. La salsa que acompaña, por supuesto, bien picante.

La neblina que no nos abandona y tanto nos exaspera va a tener un sustituto todavía peor. Los amenazantes nubarrones se tornan en poderosa lluvia una sombría mañana y nos hacen variar los planes. Posponemos la visita de la bahía de Halong y adelantamos el viaje a Hanoi, ciudad donde nos espera la hospitalidad de Jordi. La mano de Michel y Marie Laure -dos de las personas que más nos están ayudando en esta larga ruta- ha llegado hasta Vietnam puesto que Jordi es un amigo de Michel ... que conoció en Saigón como fruto de una curiosa desventura vietnamita.

¡SORPRESA, SORPRESA!

En 1.998, Michel concluyó la construcción de su pequeño avión ligero kitfox y se lanzó al más arriesgado proyecto de su vida: volar en solitario y con ese avión desde Madrid a Oshkosh (USA) vía Asia (www.sportflight.com/madosh). Una prueba física y psicológica extrema de la que salió victorioso pero que casi se acaba en Vietnam con el avión confiscado. Aterrizó en Saigón con todo en regla y cumpliendo los acuerdos internacionales de aviación civil y al igual que en muchos otros aeropuertos un pequeño comité de bienvenida le estaba esperando para darle la bienvenida ... pero en este caso ... ¡sorpresa, sorpresa!, el comité de bienvenida estaba formado por soldados con kalashnikov que venían a arrestarle por aterrizaje ilegal en suelo vietnamita.

Nada es fácil en Vietnam y les da lo mismo las regulaciones internacionales, como nos ocurrió a nosotros en la frontera de Moc Bai (por cierto, a tan solo 65 kilómetros de Saigón, donde aterrizó Michel). Logró zafarse del arresto inmediato y contactó con la única persona relacionada con la embajada de España que estaba en Saigón: Jordi. A través de él logró no ser arrestado físicamente aunque sí que fue retenido, interrogado al más puro estilo de película de matones (con flexo en los ojos y todo) y el avión confiscado. El revuelo fue tremendo y como un vietnamita jamás se retracta de lo dicho, ni tampoco revoca algo dicho por otra autoridad (no sea que meta la pata) ... todo se fue liando de tal modo que al final tuvo que intervenir la embajada ante el propio Primer Ministro para que le dejasen ir. Pues aún con todo, con el documento firmado por el Primer Ministro ... en el aeropuerto le decían que "no", que lo tenía que decir "su" jefe. El operario dependía de su oficial, el oficial de su jefe de sector, el jefe de sector del jefe de zona, ... la jerarquía iba subiendo y nadie liberaba el avión. Tuvieron que hacer otra interminable sesión de llamadas para que alguien le dejase libre, eso sí, después de "pagar" los gastos ocasionados: alrededor de medio millón de pesetas.

El avión había sido depositado al fondo de un hangar y se lo encontraron recubierto de polvo, con basura dentro y hollín de los motores de otros aviones ... pero la factura por el mantenimiento, parquing y "puesta a punto" para el vuelo era la de un Boeing 727, avión comercial a reacción con capacidad entre 150 y 190 pasajeros (hasta cambio de reposacabezas figuraba en la factura). Les explican que eso no es posible, que es sólo el parquing y en función del tipo de avión que se trata. Pues "si no paga no se va", les dijeron a Jordi y Michel. Otra cadena de llamadas a alto nivel pero no consiguieron anular la factura, tan solo obtener un "descuento" sobre el precio inicial. Una locura. Como las desgracias unen, entre ellos se creó una gran amistad y ahora Jordi nos esperaba en la capital de la nación ... aunque casi no llegamos a conocerle ya que las "autoridades" también cortaron nuestras "alas" en Moc Bai. Menos mal que accedimos por Lao Bao.

Pero parece que Vietnam nos la tiene jurada a todos. Al poco de encontrarnos con Jordi y su amigo Antonio, otro español afincado en Vietnam, salimos a cenar. Una hora después regresamos a su casa a pié y bromeamos sobre lo siniestramente oscuras que están las calles para ser la capital de la nación y lo propicio que es el ambiente al amparo de la oscuridad para los robos. Las risas se congelan cuando al ir Vicente a plegar los retrovisores del Montero, ¡sorpresa, sorpresa!, resulta que han desaparecidos los dos espejos retrovisores y los motores eléctricos de control. Apenas llevamos dos horas en la capital y ya nos han robado. El primer robo de la ruta.

Imposible circular sin retrovisores por países como Vietnam, donde enjambres de motocicletas y bicicletas inundan las calles y sus conductores son aspirantes a premios de velocidad y malabarismos sobre dos ruedas. A la mañana siguiente vamos al concesionario de Mitsubishi en Hanoi. Hay una epidemia de robos de retrovisores en Vietnam (la gente ya los remacha) por lo que suponemos tendrán unidades de repuesto. Grave error, no tienen ni uno, tendrían que pedirlos a Japón y tardarían de 10 a 15 días. Imposible esperar ese tiempo porque se nos acaba el visado. "¿Quiere que busquemos en el mercado de segunda mano?", nos sugiere el gerente. Nos parece bien, igual tenemos suerte. Uno de sus mecánicos va al mercado y llama a los 30 minutos, ha encontrado dos retrovisores eléctricos que nos valen pero cuestan ... ¡132 dólares, 25.000 pesetas! No tenemos opción, le decimos que los compre y al cabo 30 minutos ya los están montando. Pero la mayor impresión viene poco después, cuando Vicente se acerca para echar un vistazo durante su instalación y ... ¡sorpresa, sorpresa! ... ¡¡son nuestros espejos!!, los que nos habían robado la noche anterior. Y no hay duda alguna, tienen unas marcas que le hizo Vicente hace tiempo y además son el modelo europeo con dos ángulos de visión. Nos dan ganas de rechazarlos (no los hemos pagado todavía) y que los devuelvan, ya compraríamos unos nuevos en Laos pero ... ¿a dónde vamos sin retrovisores?, ¿y si tenemos un enganche con una moto a cuenta de no verla por conservar nuestro amor propio? No, no es posible. El riesgo es demasiado grande, aquí los retrovisores son imprescindibles porque todos van como balas y sin mirar, esta vez hay que tragar. Mostramos nuestra indignación al gerente y nos dice que esto es Vietnam, que además hemos tenido suerte que sean nuestros retrovisores ya que son mejores que los asiáticos. Que el coche va a quedar igual que antes del robo. ¡Y tanto que va a quedar igual, es que son los mismos retrovisores!

Con los nervios más templados aprovecha para explicarnos cómo están las cosas en su país. No hay inseguridad ciudadana porque nadie atraca y una chica sola puede pasearse por una calle oscura a las tres de la mañana sin ningún peligro pero los robos son constantes y cada vez más descarados. En los coches desvalijan todo lo que no esté remachado (embellecedores, letras, faros, intermitentes, retrovisores, pilotos, anagramas, etc.), el tirón desde motos en marcha está a la orden del día (hasta roban teléfonos móviles mientras hablas por ellos), a un limpiabotas hay que darle los zapatos de uno en uno (si le das los dos a la vez se te puede echar a correr y a ver como le alcanzas descalzo, eso sin contar la cara de tonto que se te tiene que quedar cuando ves a alguien corriendo con tus zapatos en la mano), en cualquier descuido desaparece lo que se deja en una mesa o en el suelo o lo que se alcance desde la calle a través de una ventana abierta, ya sea en un coche o en tu propia casa, las bolsas de los turistas son un botín muy codiciado, ... pero no apuntan sólo a los extranjeros sino a todo el mundo. Que es inútil acudir a la policía porque son ganas de liarlo todo y al final igual se sale peor que como se llegó. Lo completan diciendo que no es por necesidad es por la ansiedad de tener una televisión más grande, una moto más potente, un teléfono móvil último modelo (es lo más "in" en Vietnam) o un discman.

Cuando nos volvemos a reunir con Jordi y Antonio les contamos la historia de los retrovisores y no se podían creer que hubiésemos tenido que comprar nuestros propios espejos por una pasta. Tras reírse lo suyo, nos completan el día con más historias. A Antonio ya le han entrado dos veces al jardín de su casa de Saigón para llevarse tonterías, lo que vieron allí: una vez unas jaulas de pájaros y la otra unos zapatos viejos. La cuestión es llevarse algo. A otro amigo común le robaron la moto en el patio de su casa pero como pesaba más de 300 kilos y no la podían pasar por encima de la verja, la desmontaron y la pasaron por encima de la reja a piezas. Lo más sangrante del caso es que se la tuvo que comprar a los ladrones por 2.000 dólares. ¡Eso tiene que doler más que los retrovisores por 132 dólares!

En fin, nosotros, tras tantas historias remachamos los retrovisores y los intermitentes en la Mitsubishi y fuimos al hotel Meliá (cerca de la casa de Jordi) para hablar con el director y explicarle lo que había pasado. Le pedimos que nos permitiese aparcar en el parquing de clientes durante las noches. Dijo que sí enseguida y allí durmió nuestro Montero "remachado" el resto de las noches en Hanoi.

GENIOS ATRAPADOS

Para olvidar el desagradable incidente nos dirigimos al casco antiguo de la ciudad. Los intensos e interminable pitidos de la marabunta de motocicletas siempre están presentes, apenas circulan coches. Esto nos tiene sorprendidos pero aliviados porque no queremos imaginar como sería el tráfico si todas las motos fuesen coches, bueno sólo hay que observar como conducen algunos taxistas, lo llevan como si se tratase una moto. ¿Cómo serán Hanoi y Saigón dentro de 20 años?

Las calles del casco antiguo son pequeñas y estrechas. Durante el s. XIII, las treinta y seis corporaciones de la ciudad se establecieron cada una de ellas en una calle diferente, adoptando finalmente el nombre de "36 calles". Plagadas de tiendecitas bajo edificios de estilo colonial, dominan por sectores con sus variados productos: mercado de ropa, de zapatos, de lápidas funerarias, de objetos religiosos budistas, de ferretería, hierbas medicinales y de elixires milagrosos ... serpientes de todos los tamaños aparecen recluidas en botes como genios confinados y deseosos de atravesar el cristal del frasco que las aprisiona para conceder cualquiera de los deseos que su libertador le pida.

El ambiente es estupendo y el paseo agradable pero el afán por el dinero fácil y rápido lo estropea un poco. Al final da pereza hasta comprarse unos plátanos, todos los precios los multiplican por dos, por tres o por cuatro. Ya es cansado comprar cualquier cosa. Los propios camareros, conductores de ciclo-rickshaws o taxistas se hacen los despistados para ver si se te olvidan las vueltas o tu vergüenza o timidez te impiden reclamar lo que es tuyo. Hablamos de "propinas" que no se darían ni en España. El dinero se mueve intensamente en Vietnam, se gana rápido, se gasta velozmente y se apuesta mucho. Tres veces nos dijeron mientras sacábamos fotos "si no compran, váyanse". Impera la filosofía "tu quieres esto, bien ... ¿y yo qué saco?". Que diferente es este pueblo al resto del sudeste asiático. Y no es la guerra, también Camboya y Laos han vivido tremendas tragedias y no son así. No es el turismo, muchos países de la zona reciben más turismo sin generar esa ansiedad y avaricia por el dinero. Tampoco hay que culpar totalmente a la población, su gobierno (como hace también el gobierno chino entre otros, como el egipcio) aplica precios distintos a locales y extranjeros, da lo mismo que sea residente o turista, un rico ejecutivo de una multinacional estadounidense o un modesto sirio que enseñe árabe en una pequeña academia. Todos son "extranjeros" y pagarán hasta el doble por servicios como los billetes de avión internos, electricidad, licencias, alquileres, etc. Y claro, si los lugareños ven que su gobierno cobran el doble -por el mismo servicio- a un extranjero ... ¡Por qué ellos no van a poder cobrarle el doble o el triple por el pan, la fruta, un cuaderno, un libro o un llavero? ¡Por intentarlo que no quede, pensarán!

Cuando preguntas "How much?" la mitad de las veces te miran de arriba abajo, como pensando ... "¿Cuánto le podría sacar a este?". Eso sin contar la figura del "espontáneo", una persona que aparece de la nada y sin tener que ver con el dependiente al que se le pregunta el precio (ni se conocen) suelta una cifra desorbitada por el producto por el que se está preguntando. La primera reacción es "¿pero quién es este tipo y qué quiere?". Tan pronto como interviene se hace el dueño de la transacción sin ser ni siquiera propietario. El vendedor pasa a segundo plano, como diciéndole "quita de ahí, que yo te hago el negocio porque sé como se trata a los extranjeros". Ese "espontáneo" que a veces nos aparecía nos dejaba perplejos. Una vez fue un obrero de la construcción que se quita el casco y corre hacia nosotros cuando negociamos la tarifa de un moto-taxi poniendo el doble del precio que ya teníamos acordado con el conductor, otra vez se para una persona en bicicleta cuando comprábamos un manojo de plátanos: "Ten thousand dong the banana!" (10.000 dong las bananas) nos dice cuando teníamos un manojo en la mano e íbamos a preguntar el precio (que suele rondar entre 3.000 y 5.000). La más sorprendente fue cuando el espontáneo (servidor en una gasolinera) deja a un cliente con la manguera enganchada para llevar él la negociación sobre ... ¡unos bocadillos! Yo alucino. Vietnam es un país realmente especial.

¡QUÉ GUAPO!

Nos paramos a tomar un café vietnamita helado con leche condensada, la especialidad en café. Es fuerte y con aroma pero la leche azucarada se encarga de mitigar el sabor. La camarera no para de sonreír y me lanza un guiño picaron diciéndome: "your husband, very handsome" (tu marido, muy atractivo) mientras se toca la cara. Y es que en esta parte del mundo donde los hombres son barbilampiños hay una total fascinación por el pelo facial de los hombres. No es la primera vez que nos ha ocurrido y ya son varios los piropos que Vicente ha recibido por su honorable barba, incluso le han llegado a pellizcar el trasero, ... es que no se puede ser tan guapo. Algunos hombres se dan codazos disimuladamente unos a otros para llamar la atención de sus amigos (incluso los aduaneros a la entrada por Lao Bao) para que se fijen en la cara de Vicente con su poblada barba. Su pelo facial eclipsa -por otro lado- el pelo que le falta en la cabeza, pero eso no importa, el "guay" es el de la cara, la barba fuerte y tupida. Las normas de saludo en el Sudeste Asiático son colocar las palmas de la manos tocándose entre si y situándolas a la altura del pecho mientras inclinas la cabeza y siempre sin tocar a la persona que saludas. Esto es así en Tailandia y Camboya pero en Vietnam les encantan acariciar los brazos y la cara sin reparos y no son nada tímidos como en los países vecinos, demasiada confianza física, añadiría yo.

Apuramos nuestro café y seguimos deambulando por las calles hasta alcanzar la zona de los restaurantes. Una tienda exhibe enormes y bellas jaulas de madera. Encierran en su interior enormes pájaros que tanto gustan adquirir a los vietnamitas como animales de compañía y buenos augurios. Algunas aves trinan melodiosamente pero otras dejan escapar pitidos o chillidos, pues el canto no suele ser su fuerte. En un puesto callejero que han instalado bajo las cautivas aves, una mujer trocea un pato que acaba de ser cocinado. El sacrificado pato será nuestro almuerzo junto a una sopa de noodles. Confiemos que los pájaros que están sobre nuestras cabezas no entiendan la escena que protagoniza su antiguo compañero de plumas.

Algunos restaurante lucen letreros de "thit cho" o "thit cay", significa que sirven perro, un "plato" más popular en el norte del país que en el sur. Nos negamos a sentarnos en esos lugares, nos han explicado como tratan al perro antes de matarlo, infringiendo al pobre animal una horrorosa tortura física (a veces durante días y partiéndole los huesos en varias sesiones para que dure el miedo y el dolor) con el fin de aumentar su nivel de adrenalina y que "proporcione vigor sexual" al comensal. Una salvajada innecesaria y gratuita. Otros animales "exóticos" comestibles son la serpiente, murciélagos, rana, caballito de mar, aletas de tiburón, etc. algunos de ellos son especies en extinción con lo cual no ayudamos para nada comiéndolos. La obsesión por el aumento del vigor sexual que tienen los chinos y vietnamitas están acabando con muchas especies, recordemos que el rinoceronte se está exterminando porque en esta parte del mundo su cuerno -reducido a polvo- tiene "propiedades naturales" que aumentan el vigor sexual, al final todas esas "sofisticaciones" culinarias acaban ahí. Como ocurre con la ingestión del corazón de la cobra todavía latiendo, murciélagos casi extinguidos, etc. Cuanto más raro y menos unidades haya ... por lo visto da más "vigor".

El Mausoleo de Ho Chi Minh, un enorme poliedro de mármol gris, se exhibe lustroso en la Plaza de Ban Dinh. Su interior acoge el cuerpo del admirado líder muerto en 1969. Cuando invadimos la acera para acercarnos al mausoleo, un policía silbato en ristre nos indica que no subamos a la acera por ese punto, todo está controlado: por aquí se entra, por aquí se paga, por aquí se sale, a esta velocidad se camina, aquí uno no se detiene, nada de cámaras ni bolsas en la mano, no se entra ni en pantalón corto ni en tirantes, ...

Todos los años el caudillo es enviado durante tres meses a Rusia para restaurar su cuerpo momificado. En realidad, el pobre Ho Chi Minh deseaba ser incinerado y reposar tranquilo para la eternidad pero el Partido tenía sus propios planes y decidió "canonizarlo" y embalsamarlo (incluso la ciudad de Saigón sería rebautizada como Ho Chi Minh City). Siguiendo la tradición comunista del culto a la personalidad y glorificación de sus líderes se les momificó, el pueblo debía seguir disfrutando y venerando su presencia física como han hecho con sus homólogos en Rusia (Lenin y Stalin) y China (Mao Tse Tung). No podían desaparecer, a falta de Dios ... ellos eran los semidioses que siempre estarían presentes. Es cierta la afirmación de Voltaire: "Si Dios no existiese, los hombres lo crearían".

Pagodas y templos se diseminan discretamente por la abigarrada capital que a pesar de todo, nos cuentan que sigue siendo más tranquila que la congestionada y alocada Saigón en el sur. El más respetado de los templos es el Templo de la Literatura. Se erigió en el año 1.070 (s.XI) por el emperador Ly Thanh Tong en honor a Confucio. Considerada como la primera universidad de Vietnam, estaba dedicada a instruir a los hijos de los mandarines. El tesoro más distinguido que guarece su interior son las estelas donde figuran los nombres, lugar de nacimiento y logros de los estudiantes que recibían su doctorado. Su erudita memoria cincelada en las pesadas estelas siguen siendo transportadas por los caparazones incorruptos de las tortugas de piedra sobre las que se elevaron las académicas losas.

Hace dos días que no llueve, ha llegado el momento de partir de Hanoi y dirigirnos hacia el mar. Hemos disfrutado de la hospitalidad de un hogar español y aunque Hanoi no nos ha entusiasmado sí que ha sido una experiencia interesante. Por el puente Chuong Duong que se alza sobre el río Rojo cortando en dos a "la ciudad en la curva del río" -significado de "Hanoi"- salimos raudos para nuestra cita con el mar.

LAS FAUCES DEL MAR

Iniciamos nuestro peregrinaje hacia la bella bahía vietnamita y a la altura de la ciudad marítima de Haipong las aguas nos cortan el paso. El primer río es salvado por una minúscula y oscilante barcaza, la plataforma de vehículos está atascada por un camión averiado y como nuestro Montero cabe "justito" en la pequeña de pasajeros ... nos meten ahí y que pase lo que Dios quiera ... sobre todo cuando vemos que la completan con gente, bicicletas y ganado. Pero sí, la barca aguanta y llegamos al otro lado. La siguiente barcaza ya se trata de una plataforma en condiciones donde entran fácilmente ocho o diez camiones.

El delta del río Rojo en fusión con el mar de Sur de China origina una actividad portuaria impresionante. Tras superar los obstáculos fluviales, alcanzamos Halong al anochecer. Las tinieblas nocturnas se funden con los negruzcos nubarrones del día. De su unión, la noche incubaría su ofrenda matutina.

Acampamos a las afueras de la ciudad tras cenar un pescado muy sabroso con salsa agridulce y vegetales. Uno de los islotes está unido al continente por un istmo artificial de tierra y no lo dudamos dos veces, esa estrecha pista que corta el agua en dos nos permite elevar nuestra tienda en una colina de ensueño. Desde nuestra atalaya, sitiada por el mar del Sur de China, gozamos de vistas directas hacia la poderosa mandíbula calcárea que emerge de las profundidades. "Menuda vista tendremos cuando amanezca", pensamos al cerrar las cremalleras y perder de vista las luciérnagas del mar, los pesqueros nocturnos.

Pero el reposo tiene un temprano despertar. Poco antes del amanecer los gruesos goterones de una penetrante tormenta nos sirve de despertador cuando inciden sobre el techo de nuestro acogedor refugio nómada. Los colmillos del mar no son más que fantasmas a la deriva en la niebla, aparecen y desaparecen, apenas se pueden intuir sus descomunales contornos. Durante tres días de paciente espera las hostigadoras tormentas no parecen tener la menor intención de parar y las previsiones meteorológicas no nos descubren nada que ya no sepamos y padezcamos.

Los 3.000 islotes que cuajan el mar con sus extraordinarias siluetas monumentales han caído presa de un malévolo ensalmo haciéndolos invisibles sin poder mostrarnos su esplendorosa belleza. El mar turquesa que habitualmente los refleja ensalzando aún más sus atributos naturales no es más que un lúgubre fluido grisáceo que recoge la maldita lluvia que no cesa de caer. La bruma lo invade todo.

Realmente ha sido un gran revés, la bahía de Halong está considerada como uno de los lugares más bellos de Vietnam y una maliciosa avanzadilla monzónica nos la ha jugado sin reparos. La lluvia, los cielos blanquecinos y la bruma siguen campeando a sus anchas, no podemos esperar más tiempo teniendo en cuenta lo caprichosa que puede ser la climatología y que de nuevo el visado nos recuerda la no muy lejana salida del país. Menos mal que el lugar es tan turístico que nos empapamos de las maravillosas fotos que lucen todas las tiendas de recuerdos en los largos paseos que nos damos durante esos días de espera, triste ironía. Nos tendremos que conformar con eso, parece que Vietnam no está mucho por la labor de querernos complacer. Fijamos de nuevo el rumbo hacia un nuevo país, Laos.

Varias barcazas más y en un alterne de asfalto deteriorado y de asfalto en buen estado llegamos a Vinh. Es el lugar donde nos desviamos rumbo oeste, hacia el puesto fronterizo de Cau Treo.

No queremos llegar con el crepúsculo a la frontera, preferimos dejar la entrada para mañana por la mañana. En ruta encontramos un discreto camino que acaba en una pequeña colina donde encumbrando un cementerio militar han levantado un monolito conmemorativo de la última guerra. Por la falda de la colina donde la saeta de cemento apunta el firmamento, las lápidas de los caídos se diseminan ordenadamente. Decidimos acampar aquí, el lugar es tranquilo y solitario, nadie nos molestará, ni siquiera las almas de los caídos que hace tiempo desaparecieron. "Chúc ngú ngon, Vietnam" (buenas noches, Vietnam).

El último misterio de Vietnam se resolverá mañana, hemos logrado entrar ... ahora nos queda salir, confiemos que no nos pidan el "Permiso de Importación Vietnamita" del todo terreno... porque como se cierren en banda nuestro Montero puede acabar como el avión de Michel, confiscado. Pero si no nos buscan las cosquillas y les aturrullamos con el Carnet de Passage (sellado en Lao Bao) ... podremos abandonar el país sin complicaciones y podremos decir "Savaidí" Laos. Pero eso será mañana.

Resto de crónicas de la ruta

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Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.