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Crónica 23,

Turkmenistán - Nómadas a orillas del desierto

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Turkmenistán

La incertidumbre planeaba sobre nosotros, las únicas palabras que nos intercambiábamos era cuando Vicente llegaba a algún cruce y me preguntaba la dirección a seguir. Yo consultaba el mapa y le respondía con una sonrisa. Él me la devolvía. Eran los nervios. Los últimos 100 kilómetros hasta el puesto fronterizo de Baridjan fueron con nervios, no sabíamos si estaba abierta a los extranjeros. En principio tenía que estarlo puesto que es la vía principal para alcanzar Ashgabat, la capital de Turkmenistán, pero no hay datos fidedignos, tan solo "rumores" y son contradictorios. Eso sin contar con que lo hoy es válido mañana puede dejar de serlo.

Una barrera cerrada y militares de verde oscuro. Hemos llegado a la frontera iraní. Nos paramos. Un hombre, sale de la garita y nos saluda muy cordialmente.

-Por favor, síganme, vamos a cumplimentar los trámites. - Nos dice el funcionario iraní, siempre sin parar de sonreír y desviviéndose por ayudar.

En esos momentos nuestros temores se diluyeron, todos nuestros músculos se relajaron. Si los turkmen tuviesen cerrada la frontera hubiese sido lo primero que nos hubiesen dicho los aduaneros iraníes. La vía estaba abierta, tan solo quedaba por ver que tal iba a ser su paso de aduana. De entrada, la salida de Irán fue una maravilla: todo atenciones, diligencia y rapidez. Nos vino muy bien, veníamos muy tensos.

Una foto de Khomeini es la última imagen que nos despide de Irán cuando abandonamos la frontera mientras la barrera se cierra tras nosotros.

Una nueva barrera, nuevos uniformes y nuevas caras. Los rasgos del aduanero turkmen ponen de manifiesto que es otro pueblo con el que vamos a convivir a partir de este momento. Los ojos se han rasgado, la tez se ha aclarado y los pómulos salientes evidencian su herencia étnica tekke, la tribu dominante entre las muchas que pueblan el nuevo territorio. Su cara permanece imperturbablemente seria, mira los pasaportes, nos mira a nosotros y nos indica que continuemos.

Vemos ondear la bandera verde con una franja de los tapices que le han dado prestigio a este país durante siglos en toda Asia Central. Avanzamos durante unos cuatro kilómetros por una tortuosa carretera entre unas voluptuosas y desnudas montañas que parecía acabar de solidificarse. Son los montes Kopet-Dag, la frontera natural con Irán, propensa a los terremotos que asolan estas latitudes con extremada virulencia. Pasamos por un puesto donde nos rocían las ruedas del coche con desinfectante. Llegamos a la aduana. Un montón de camiones iraníes con mercancía hace cola.

Ya estamos en Turkmenistán, se acabó la charía islámica. Me quito el pañuelo y la chilaba que durante toda mi estancia en Persia me cubrieron por completo.

El color vuelve a cubrir a las mujeres a este lado de frontera. Siguen llevando pañuelos pero recogidos en un moño y completamente estampados con colores chillones. Sus vestidos son largas túnicas más o menos entalladas en vivos colores como morado, rojo, marrón o violeta. También guardan una larga cola. Son vendedoras que han ido a aprovisionarse de mercancía a Irán pero ahora les aguarda una larga espera de registro, que por supuesto verán como se agiliza con una buena "donación".

De nuevo la sorpresa. Nos presentamos con nuestros pasaportes y no saben qué hacer con nosotros. Nos pasan al despacho del "doctor" donde se supone que te examinan. Pero tan sólo apunta nuestros nombres, nos pide 20 US$ y nos extiende un recibo en cirílico que no hay modo de entender. No sabemos si es una factura o la carta de un restaurante. Suponemos que es cierto y pagamos. Finish!, nos dice. Casi mejor, no quiero ni pensar en el reconocimiento médico que podía habernos practicado dado el estado de las instalaciones.

Y llega el momento estelar, la tramitación de los papeles del coche. Eso fue un desbarajuste tremendo. Tan solo hablan turkmen y ruso y no pueden explicarnos nada. Hablan entre ellos y quedamos adjudicados a un soldado que nos va llevando de una ventanilla a otra y nos decía: 20 US$, 6 US$, 10 US$, 50 US$, ... (Los números sí que se los sabían en varios idiomas). Pagábamos sin saber qué era y nos daban un papel. Así una ventanilla tras otra. Turkmenistán no ha firmado su ingreso en la C.I.S. que lidera Rusia y es totalmente independiente en lo que respecta a sus fronteras y la verdad es que se han espabilado rápidamente y lo han convertido en una gran fuente de ingresos. No por los viajeros extranjeros (nadie viene a Turkmenistán) sino porque todo el tráfico rodado de mercancías desde y hacia Asia Central tiene que pasar por Turkmenistán mientras Afganistán siga en guerra, son miles y miles de camiones diarios. Creemos que la economía la están levantando las "tasas de tránsito". Era una sangría pero todo parecía legal con nosotros. Vimos mucho "trapicheo" de propinas con los locales y con los camioneros para acelerar los trámites pero no nos involucraron en sus "líos internos".

En un despacho, un hombre habla un poco de inglés.

-¿De aquí van a Ashgabat? -Nos pregunta el funcionario.

-Sí, y luego hacia el este bordeando el canal de Kara-Kum. -Le contesta Vicente.

-¿Y luego a Uzbekistán? -Prosigue el funcionario.

-Sí, estamos en ruta hacia China. -Cuando Vicente termina esa frase, el funcionario saca un block con un mapa en el centro y comienza a marcar con bolígrafo unas carreteras. Vicente se queda perplejo.

-¿Qué está haciendo? -Le consulta Vicente.

-Marco su camino para el permiso de circulación. -Contesta.

-¿Hay que decir ahora por dónde vamos a ir? -Le pregunta Vicente con una cara de sorpresa que no puede disimular.

-Claro, estoy marcando la ruta que me acaba de decir.

-¡Pare de marcar!, esa es la idea general pero tenemos que hacer muchos desvíos. Queremos ir a Merv, el desierto de Kara-Kum, ver el Amu Darya, los restos de la imperial Konye Urgench, y quizás más. -Le dijo rápidamente Vicente, mirando preocupado el mapa por si ya había marcado algo que nos obligase a saltarnos alguno de esos lugares. Pero no, tan solo le dio tiempo a marcar el principio del camino.

Era la primera vez que nos pedían algo así, fijar la ruta antes de entrar en el país. Antes de adentrarnos en un nuevo territorio lo tenemos estudiado pero nunca nos preocupamos del camino a seguir a priori porque lo hacemos sobre la marcha, en función de las dificultades, el estado de la ruta, informes de lugareños, que nos enteremos de algo que merezca un desvío, etc. Les tuvimos que pedir 30 minutos para decidir qué ruta íbamos a seguir y en ese tiempo no parábamos de preguntarles datos sobre las rutas y nos iban contestando: por aquí se tarda unos tres días, esto es solo una pista muy dura, por aquí esta prohibido, por esta zona no conviene porque hay contrabando afgano, en este lado ... Así 30 minutos, entrando y saliendo de la habitación constantemente. En un momento teníamos que decidir toda la ruta por Turkmenistán .... ¡y no equivocarnos porque no había marcha atrás!

-Esta es la ruta que vamos a seguir. ¿Las fronteras de Konye Urgench y Tashauz hacia Uzbekistán están abiertas a los extranjeros, verdad? -Le dice Vicente al funcionario mientras le entrega un croquis del mapa que termina en esas ciudades, al noroeste del país.

-Supongo que sí, ahí hay aduanas. -Le contesta.

-¿No lo sabe seguro? -Vicente no sale de su asombro.

-Seguro no, los extranjeros van directos a Bukhara por Chardjou, nadie se mete por la carretera que cruza el desierto de Kara-Kum. ¿Y qué salida les pongo? -Prosigue el funcionario como si el hecho de que quizás nos topemos con una frontera cerrada no fuese importante. Y además, ¡hasta teníamos que poner el puesto fronterizo exacto!

-Que ponga Konye Urgench. -Le digo a Vicente. Ya estábamos agotados y elegimos éste porque era el más lejano y así por lo menos teníamos un puesto fronterizo extra si el anterior estaba cerrado.

-Son 52 dólares -Nos dice el funcionario.

Porque además del embrollo de la ruta ... había que pagar por kilómetro que se iba a recorrer por el país. Tras poner la ruta en el mapa, sacan unas tablas donde ponen las distancias kilométricas, las suman y las multiplican por 0,04 US$ (6,5 pts) si el vehículo es de gasoil o por 0,06 US$ (9,5 pts) si es de gasolina. También es la primera vez que vemos algo así.

En total 158 US$ (25.280 pts), sin incluir los visados que ya teníamos de Ankara. Tras el "saqueo", el registro del coche fue bastante somero, parece que quedaron satisfechos con los pagos efectuados. De nuevo en ruta, Ashgabat está cerca.

RENACER DE LAS CENIZAS

Ashgabat, la capital, se encuentra tan sólo a 35 km de la frontera. Penetramos por una gran avenida, muy amplia y donde los automóviles conducen con una precaución extrema, todo parece transcurrir a cámara lenta. Se ve que la policía "no pasa ni una" a los conductores.

Cuando avanzábamos por sus grandes bulevares nos daba la impresión de estar ante un gigantesco escaparate. Los jardines parecen recién plantados, el Palacio Presidencial, la Gran Mezquita, el monumento a la Patria, los grandes bancos, edificios de organismos oficiales, el museo, ... todo parece a estrenar, un aspecto impecable. Los hombres visten a la occidental pero les encanta el blanco y negro como colores predominantes. Las muchachas llevan hermosísimos y pulcros trajes largos turkmen de seda y terciopelo pero también hay minifaldas casi sin tela, suponemos que estas últimas son las de origen ruso, siempre más liberadas. Todos se pasean por los grandes parques, todo respira paz y serenidad pero estamos en una ciudad que pocas veces ha respirado tranquila a lo largo de su historia. Ha sido destruida repetidamente a lo largo de los siglos tanto por los terremotos como por la furia de conquistadores como Gengis Khan.

Pero fue en 1948 cuando sufrió su último mazazo. Un terremoto de grado 9 en la escala de Richter la dejó reducida a escombros, (en Asia Central deben de adjudicar el grado 10 -el máximo- tan solo al paso de Gengis Khan por estas tierras). Murieron 110.000 personas, aunque las cifras oficiales dijeron que sólo 14.000 personas habían perecido, era la época de Stalin y la Unión Soviética era perfecta, ni siquiera podían ocurrir desastres naturales. La ciudad se cerró al mundo durante ¡5 años! para enterrar a sus muertos y ser reconstruida al margen de las miradas exteriores. Con lo cual, su pasado no tiene rostro, no hay vestigios de lo que fue en otros tiempos. Ahora es una ciudad impersonal donde los edificios no levantan más de 4 ó 5 pisos, los temblores de tierra tan destructivos que suele padecer les han enseñado dolorosamente la lección.

Sobre los edificios, en sus fachadas, en carteles publicitarios o en estatuas sobre podium, la imagen de su presidente Nizayov aparece constantemente. Al más puro estilo Boris Yeltsin (canoso, cuadrado y siempre sonriendo), su presencia está obsesivamente omnipresente. Un culto a la personalidad que tan solo se puede comparar con el del presidente Assad en Siria.

EL DESIERTO DE LAS ARENAS NEGRAS

El nomadismo de los turkmens les llevó a cruzar en infinitas ocasiones con sus caravanas un desierto que cubre la mayor parte de su territorio. El Kara-Kum (El Desierto de las Arenas Negras) es uno de los desiertos de arena más inmensos del mundo.

Seguimos la línea que el canal marca a su paso, bordeando el desierto que le ha dado su nombre. El canal de Kara-Kum fue un proyecto que los soviéticos idearon para resucitar la tierra baldía y seca del país... pero la tierra es tan yerma que incluso con el canal tan sólo el 2,5% del territorio es cultivable.

A pesar de la restrictiva línea marcada en el mapa que nos dieron en la aduana no paramos de hacer escapadas a través de pistas y vamos explorando los alrededores. Van apareciendo pequeños pueblos de estética horrorosa (todo hay que decirlo), recorremos un estrecho cañón mientras una bandada de pájaros nos sigue en paralelo, un zorro se nos cruza, seguimos el canal Kara-Kum por una pista, nos detenemos frente a un océano de arbustos con pinceladas blancas.

Un anciano con el rostro castigado por el sol y con el cuerpo encorvado, limpiaba con un palo alargado un enorme manto blanco de algodón. Había habilitado unos corredores para avanzar sin pisarlo. Tras él se extendía un campo inmenso de los arbustos de dicho cultivo. Las mujeres y las niñas lo habían recogido durante el día y el anciano procedía a expurgarlo, como lo había hecho millones de veces a lo largo de su vida.

Desde 1930 los soviéticos habían convertido la tierra productiva de Turkmenistán en un absoluto monocultivo sin capacidad para la manufactura. El cultivo continúa pero quien iba a decir que un territorio desértico al 100 % donde solo se cultivaba algodón gracias a canales artificiales ... se iba a descubrir gas natural. Un futuro esperanzador se abre ante el pueblo turkmen. Tan sólo son 4,4 millones de habitantes y la euforia de saberse poseedores de unas reservas casi infinitas de este producto les conduce a soñar en convertirse en el Kuwait de Asia Central.

Pero nuestros ojos no ven el futuro, tan solo el presente. Por el momento, la realidad es que tan sólo unos pocos disfrutan de las ventajas de estas reservas millonarias y la población sigue básicamente rural. Este último factor nos ha permitido convivir con la población autóctona en numerosas ocasiones. Llega el atardecer y comienza el momento para buscar campamento. En las áreas pobladas preferimos el resguardo de la población local, da seguridad y nos permite compartir vivencias y culturas. Las granjas abundan y se convirtieron en nuestros hogares improvisados durante parte de la estancia en el país.

Los turkmens son bastantes reservados con los extranjeros pero tuvimos la suerte de ser invitados a sus hogares en numerosas ocasiones. Practican la religión musulmana pero con un relajamiento muy patente de la tradición islámica, como consecuencia de su convivencia con las pautas soviéticas. Las alfombras siguen siendo las reinas de la casa. Sobre ellas intentamos comunicarnos, pero el ruso y el turkmen son las únicas lenguas que hablan, aunque eso no nos echa para atrás. Lo intentamos con algunas frases en alemán y conseguimos entendernos un poco mejor ayudándonos con gestos y dibujos. A veces parece que estamos jugando al Pictionary.

Las mujeres en ocasiones se retiran a otra habitación a comer y en otras comparten con nosotros los momentos que pasamos juntos. Su vestimenta y comportamiento es más distendido que en otros países más celosos de las leyes musulmanes. Pero el vodka sustituye al té como bebida de bienvenida, aunque sean musulmanes... y de nuevo nuestra "úlcera fantasma" entra en escena. Pero también consumen mucho té y lo usamos de comodín.

ACOMPÁÑEME, POR FAVOR.

Cruzamos Tedzhen.

-¿Qué es ese revuelo de allí? -Me pregunta Vicente. El devuelve la vista a la carretera y yo me fijo para ver si distingo algo.

-Es un mercado, ¡hoy es el día del mercado en Tedzhen!. -Le contesto entusiasmada a Vicente.

Nos encantan los mercados. Es donde se siente el palpitar de un pueblo y donde se respira la esencia de toda la población de la zona con sus costumbres, trajes, culturas, mercancías... Entramos en él y así aprovechamos para comprar fruta y verdura. Había de todo, desde cacharros de cocina hasta refinadas especies pasando por todo tipo frutas y verduras. Mayoritariamente los puestos están regentados por mujeres que componen un auténtico arco iris con sus trajes y pañuelos de vivos colores. Son muy amistosas, se dirigen a mi pero no entiendo nada. Se ríen entre ellas, me dicen que me acerque a ver sus mercancías, bromean con mi pelo suelto y compartimos las risas.

Hemos hecho las compras y ... saludado a medio mercado. Estamos a punto de salir del zoco y un hombre se nos acerca y nos corta el paso. Nos enseña un carnet dentro de una pequeña cartera roja, que abre y cierra muy rápidamente pasándonosla por delante de las narices sin apenas tiempo a ver nada. Parecía un personaje de una mala película de espías. Sólo articula decir "police, police" y a tirar del brazo de Vicente para que le sigamos. No entendemos que ocurre. Vicente le vuelve a pedir que le enseñe el carnet y de nuevo lo abre rápidamente y lo cierra escondiéndoselo en el bolsillo pero a Vicente ya le ha dado tiempo a verlo.

-¿Qué es ese carnet? -Le pregunto a Vicente.

-Ni idea, todo está en cirílico y en la foto lleva uniforme marrón pero puede ser hasta un carnet de la mili. Esto me da mala espina, huele a encerrona. -Me contesta.

Ahora tan sólo repite "problem, problem," y coge de nuevo el brazo de Vicente y tira de él para que le acompañáramos a Dios sabe dónde. Vicente se suelta de un tirón y le mira como diciéndole que no le toque. Eso sí, todo sonriendo y haciendo como que no nos enteramos de qué va la película. Una vez fuera del mercado, le decimos que tenemos que dejar las bolsas en el coche, dice que no, pero ignoramos su prohibición y vamos al Montero. Lo abrimos e instalamos las bolsas de fotografía y vídeo atrás y echamos el cierre. "Passport, passport", ahora no para de pedirnos los pasaportes volviendo a repetir "problem, problem". Estaba el patio como para soltar los pasaportes. Le decimos "OK" y nos metemos en el coche con la excusa de buscarlos. Cuando nos ve dentro se pone más nervioso y cuando observa que Vicente mete las llaves en el contacto como el que no quiere la cosa ... ya se dispara. Pasa por encima de mí -estaba en mi lado- e intenta sacar las llaves del contacto, pero Vicente de un manotazo se lo impide. Vicente arranca el motor y entonces trata de sacarme del coche a tironazos e impedir que cierre la puerta pero le doy un empujón. Con él medio enganchado Vicente da la marcha atrás y se suelta. En cuanto ya no toca el todo terreno Vicente acelera violentamente hacia atrás, frena en seco, mete primera y salimos derrapando en medio de una gran polvareda. Nos alejamos de aquel lugar rápidamente. Miro hacia atrás y el "individuo" se reúne con otro tipo y se meten de nuevo en el mercado.

No sabemos exactamente quiénes eran esos tipos pero teniendo en cuenta las extrañas historias de corrupción y chantajes que corren por aquí, preferimos alejarnos lo antes posible de ese lugar. Pero la suerte no nos acompaña. Al poco, unos 10 km. después, ¡un control de policía!. Es imposible saltárselo, tienen una barrera. Paramos, ahora comprobaremos si eran auténticos o no los "polis" del mercado, si nos detienen es que el policía era auténtico y ha avisado por radio. Si no pasa nada ... era una trampa. Nos piden los pasaportes. Se aleja con ellos y se mete en la caseta del puesto. Pasan unos minutos que se nos hacen eternos. No hablábamos ni entre nosotros de la tensión que vivíamos.

Por fin sale del puesto, se acerca a nosotros. Viene sin los pasaportes, nos pregunta a dónde vamos. Le decimos que a Merv, a las ruinas arqueológicas de la histórica ciudad. Se saca los pasaportes del bolsillo y nos dice "sagh bol" (adiós) y le indica al compañero que levante la barrera. Respiramos tranquilos, el corazón vuelve a palpitar. Menos mal que la intuición no nos falló. Seguramente aquellos tipos eran unos farsantes o policías "por libre" que trataron de asustarnos para robarnos o sacarnos dinero. Aunque la verdad es que nos inclinamos más a que eran policías auténticos (o algún otro tipo de agentes de la autoridad) en busca de una "paga extra" mediante la extorsión, actuaban a la luz del día y eso explicaría que nadie del mercado se moviese. Nunca sabremos la verdad pero habrá que estar alerta.

FRENTE A FRENTE CON EL PASADO

La Ruta de la Seda vuelve a mostrarnos los espectros del pasado. En Merv nos situamos cara a cara con otra de las ciudades oasis que marcaron época. 2.500 años de historia repartidos por una extensión de 100 km2. Si Isfahán fue conocida como "Mitad del Mundo" a Merv la bautizaron con el sobrenombre la"Reina del Mundo". Cristianos, budistas y zoroastrianos convivieron entre sus muros pacíficamente y cuentan que las historias de "Las Mil y Una Noches" de Scherezade le fueron inspiradas en este lugar. Jardines, librerías, observatorios, canales de irrigación... un maravilloso paraíso que desgraciadamente fue arrasado por el hijo más violento de Gengis Khan, Tuluy (también grado 10 de la escala Richter, como su padre).

Fue abandonada durante siglos y esporádicamente tuvo momentos de incipiente resurgir pero acabó convirtiéndose en campamento de descanso para las tribus nómadas de los turkmen, que solían atacar las poblaciones del norte de Persia para capturar esclavos con los que luego comerciaban. Esos turkmen eran el terror del Kara-Kum, un dicho persa decía: "Si estás en el Kara-Kum y te encuentras con una víbora y un mervi, mata primero al mervi".

Giramos sobre nosotros mismos para ver todo el horizonte, cada rincón de esta tierra emana historia. Estamos a punto de acabar el siglo XX y tan sólo queda de aquel oasis de hermosura y sabiduría unas murallas de adobe que acogen unos pocos mausoleos, las murallas derretidas de sus fortalezas, un cementerio y antiguos y secos pozos. Se encuentran reconstruyendo lo poco que queda pero tan solo la imaginación, basada en antiguos escritos, puede rendir justicia a la espectacular belleza que tuvo que irradiar cuando las caravanas de la Ruta de la Seda hacían escala en ella... y les costaba partir de nuevo.

Con los últimos latidos del día abandonamos la ciudad arqueológica de Merv. Entre ella y la ciudad fronteriza de Chardjou tenemos que recorrer 220 km. a través del desierto Kara-Kum, siguiendo la Ruta de la Seda pero el paisaje es monótono, yermo, con arbustos sedientos y un vacío casi total. La ciudad de Chardjou tiene sentido gracias al puerto que se levanta a orillas del río Amu Darya, la frontera natural con su vecina Uzbekistán y la ruta directa a Bukhara y Samarkanda. Esta era la ruta que nos decían en la aduana que es la habitual pero nosotros no vamos a entrar aun a este nuevo país, tomaremos rumbo noroeste y seguiremos durante 600 km. al Amu Darya a través de uno de los desiertos de arena más grandes del mundo.

Nos advirtieron que tuviéramos cuidado porque aunque estuviera asfaltada transcurría enteramente por el desierto y en muchos tramos sus arenas cubrían con las dunas el camino marcado por los hombres. Una lucha constante entre el hombre y la fuerza de la tierra que no entiende de barreras antinaturales. Las lenguas de arena avanzan ayudadas por el viento, es un mar donde las olas se han calcificado. Los dromedarios, los "navíos del desierto", aparecen esporádicamente y al igual que las antiguas caravanas, avanzan con su típico lento caminar.

Canalizaciones del río Amu Darya nos sorprenden cuando de repente superamos un desnivel y aparece como un milagro en medio de la esterilidad absoluta. Lagos de un intenso azul que brillan desafiantes bajo los rayos del intenso sol. Un sol que en verano puede caldear el ambiente hasta los ¡65ºC!, convirtiendo al país en una olla en ebullición. Estamos en otoño y una ligera brisa consigue mantener en suspensión los ligeros granos de la arena del Kara-Kum.

Llegamos a Tashauz, todo cambia de repente. El delta del Amu Darya ha regado los campos de algodón de esta zona durante décadas pero a costa de gravísimos e irreparables perjuicios medioambientales. Los planes soviéticos para regar los campos de algodón de Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajastán despreciaron el grave perjuicio que estaban causando al Mar de Aral, al cortarle casi todas sus fuentes de alimentación. Ahora le llega menos del 10% de lo que le llegaba hace 40 años, es la agonía de un mar que ha desequilibrado todo un ecosistema, ha supuesto la aniquilación de pueblos e industrias, ha cambiado el clima de toda la región... Se le considera el mayor desastre medioambiental del siglo XX.

Esta ciudad nos servirá de campamento base para visitar la ciudad de Konye-Urgench. A la salida de la ciudad nos cruzamos con los autobuses cargados de mujeres y niños que se dirigen a los campos de algodón para su recolección, son grandes convoyes que van escoltados por un coche policial que les abre paso a través del tráfico. La ciudad es un todo de cemento, asfalto y bloques de viviendas de hormigón.

Seguimos rumbo noroeste donde el paisaje se repite constantemente con los monótonos algodonales. De repente un anciano a caballo nos saluda y nos hace gestos de parar. Detenemos el coche. Como un espíritu del pasado aparece ante nosotros. Matnaser, que así se llama, nos saluda con un "Salam Alekum", le contestamos "Alekum Salam". Su rostro es la prueba de la mezcolanza entre mongoles y caucasianos, su largo guardapolvos (el chapan), sus botas por encima de los pantalones y su gorro (el papaj) nos muestran en un segundo una imagen remota. En una mano lleva la fusta y con la otra sujeta las riendas de su inseparable camarada, su caballo. Dicen que los caballos turkmen, los Akhal-Teke son los antecesores de los caballos de raza árabes. Sólo los más ancianos siguen vistiendo a la antigua usanza.

Se ha bajado del caballo para darnos la mano. Le preguntamos la edad. Nos contesta escribiendo el número en la tierra, tiene 71 años. Los turkmen tiene muy reciente su pasado nómada, hace tan sólo una o dos generaciones que se hicieron sedentarios. Probablemente, Matnaser vivió la mitad de su vida como nómada y ahora le encontramos cabalgando entre los inagotables campos de algodón que nos rodean mientras conversamos. Nos despedimos de él, se monta a lomos de su compañero y vuelve hacia los campos.

Tras unos 100 km llegamos a la vieja Urgench. Fue el corazón del Islam en el s.XIII. Avicenas o Ibn Battuta pasaron por ella y quedaron impresionados con el cúmulo de sabiduría y belleza que contenía. Pero el cambio del curso del río Amu Darya también cambió su importancia a lo largo de la historia, así como las masacres de Gengis Khan (Imperio Mongol) o los celos de Tamerland (Imperio Mogol) que vio como le hacía seria competencia a su excepcional Samarkanda.

Pese a todo han sobrevivido algunas piezas de su prestigioso pasado. Ayudados por la reconstrucción, una serie de mausoleos como el de Torebeg Khanym, Sultan Tekesh o el de Il-Arslan comienzan a resucitar entre sus escombros. Desde el mausoleo de Torebeg (la hija de un líder de la Horda Dorada del Imperio Mongol) divisamos una especie de chimenea de ladrillos cocidos muy esbelta, es el minarete Kutlug Temir, el único resto de una gigantesca mezquita. Nos dirigimos hacia a ella a través de un peculiar cementerio de épocas más contemporáneas. Sus tumbas excavadas en la tierra están presididas por unas escaleras de madera clavadas sobre las sepulturas, probablemente como alegoría de la ascensión al paraíso.

A medida que avanzamos vamos observando su peligrosa y evidente inclinación, demasiados siglos y ... demasiados temblores de tierra, el último en el año 1982, le infringió un serio golpe a su veterana figura inclinándole 1,5 m hacia el oeste. Se trata del minarete más alto de toda Asia Central (62 metros de altura, 15 metros más que el Kalian de Bhukara en Uzbekistán). Una altura considerable que en siglo XIV se ganó la admiración de todos.

Nos indican que cerca del centro de la actual Konye-Urgench existe un mausoleo muy venerado por los musulmanes sufitas. Nos dirigimos a él. El santo admirado y sabio Nadjmaddin Koubra, contaba 75 años cuando llegaron las invasoras hordas mongolas, cosa que no le impidió armarse, ir a la guerra y convertirse en un héroe pero ... finalmente fue decapitado. Su cabeza y su cuerpo se hallan depositados en ataúdes diferentes en el mausoleo que lo alberga desde hace más de 700 años.

Los últimos destellos de un largo día comienzan a menguar. Los algodonales comienzan a vaciarse. Sus trabajadores vuelven a sus hogares. Las mujeres y las niñas reflejan en su rostro el cansancio de una larga jornada. Algunos ancianos regresan con sus carros tirados por caballos, avanzan con calma por los arcenes con sus largas barbas blancas, sus típicos gorros negros de piel de cordero (los telpek, enormes y gruesos anillos de lana rizada que le rodean la cabeza) y sus anchos pantalones enfundados en sus altas botas negras. Realmente nos trasladan a otros tiempos.

En breve iniciaremos la ruta de regreso a Tashauz para pasar la última noche en Turkmenistán. No quisimos pensar durante toda la ruta en la duda que no pudieron disiparnos en la aduana de entrada y ahora toda esa serie de dudas resurgen. ¿Está operativa para extranjeros la pequeña aduana local de Tashauz?, ¿Cómo reaccionarán al vernos? Y para complicar más las cosas, nuestro documento pone que saldremos por la aduana de Konye Urgench pero al final vamos a salir por la de Tashauz. ¿Y Uzbekistán? De Uzbekistán sí que tenemos informes: es lo más bello de Asia Central a la vez que posee la policía más corrupta de todos estos países.

¿Y la entrada a Kazajastán desde Uzbequistán? El puesto fronterizo que hemos elegido está abierto seguro (¡por fin algo seguro!) pero tenemos que estar en la fecha que pone el visado, si no estamos ahí ese día perdemos el visado y no podemos entrar. Eso implicaría perder toda la ruta hacia China, ya que el tiempo de extender otro visado nos haría perder el visado de Kirguistán (también cerrado en fechas) y la entrada del vehículo a China, también fijada e inamovible. Toda la ruta por Asia Central se caería en un momento. Las fechas por Asia Central son como un inmenso castillo de naipes, una prueba de fuego para los nervios de cualquiera.

Esta etapa termina igual que empezó: en un mar de dudas, inquietudes e intranquilidades. Pero lo visto y vivido no tiene precio.

Estamos inmersos en un auténtico carrusel emocional, es un conglomerado de euforias y preocupaciones muy difícil de explicar. Los interrogantes van y vienen pero el sol es generoso con nosotros y nos obsequia con una espectacular puesta de sol sobre la imperial Konye Urgench. Es un bonito regalo de despedida. Adiós Turkmenistán. Mañana será otro día.

Resto de crónicas de la ruta

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Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.