¡La pescadilla que
se muerde la cola! Bueno, ya llegados a este punto nos quedamos de piedra.
Resulta que para entrar un vehículo extranjero en Singapur ... hay que
sacar un documento que no se puede expedir en la frontera. Hay que dejar
el coche e ir al centro en taxi, sacar el ICP, regresar a la frontera y
terminar el procedimiento. Pero claro, todo eso si la entrada es en horas
de oficina del Automóvil Club de Singapur porque si no ... te echan para
atrás y que vuelvas al día siguiente. ¡Pero qué suerte tuvieron David
y Marjolaine al no caer ni una de las tres veces con esta funcionaria!
Pues eso es
exactamente lo que nos pasa. Ya es de noche, el AC está cerrado, no
podemos hacer los papeles de entrada así que nos dicen que tenemos que ir
otra vez a Malasia para dejar el coche, dormir ahí y mañana sábado
hacer los papeles (y estar en el AC antes de las 12 de la mañana, que es
cuando cierran los sábados). Les digo que es imposible porque nos están
esperando en Singapur. Pues nos replica que dejemos el coche en Malasia y
nosotros volvamos a entrar sin el coche. Su "lógica" nos
obligaba a entrar dos veces en Malasia (dos sellos en el pasaporte), salir
dos veces de Malasia (otros dos sellos), salir dos veces de Singapur (dos
sellos más) y entrar otras dos veces en Singapur con sus sellos
correspondientes. En total 8 sellos más ... además de un tiempo infinito
en colas de entrada y salida. Les enseñamos el pasaporte y les explicamos
que si hacemos eso ... nos quedamos sin páginas y atrapados en Singapur
debido a que no hay embajada de España ni en Singapur ni en Malasia.
Tenemos calculados los espacios para llegar justitos a Australia y ahí
hacer uno nuevo.
Se quedan perplejos
al ver el pasaporte, comprueban que efectivamente no hay embajada de
España es Singapur, que también es cierto que el vehículo ha estado
antes en Singapur (el sello del Carnet de Passage lo atestigua) y que todo
lo que decimos es cierto. Si al principio fueron correctos pero
inflexibles y serios ahora siguen igual de inflexibles (¡no son nadie los
singapureños y sus "reglas"!) pero se comportan más
fraternalmente. Ven que no es numerito sino que estamos realmente
fastidiados por esta inesperada sorpresa, nuestros ojos y caras reflejan
el agotamiento de los días pasados y de la tardía hora que es en estos
momentos. Nos traen sillas y agua fría.
Les hago ver que si
no dejan entrar el vehículo, es imperativo que le dejen pasar la noche en
la aduana y lo recuperamos mañana sin tener que entrar y salir tantas
veces de Singapur y Malasia. "¡No, eso no es posible, está
prohibido!", contestan varios formando un coro. Les hacemos ver que
nos sale más a cuenta que se lleve la grúa el todo terreno y pasar la
noche en un calabozo que cruzar tantas fronteras. Se lo toman en serio y
llaman a alguien para consultar qué hacer. La conversación es seria, se
nota en el rostro del funcionario. "El jefe nos dice que lo hablemos
con el comisario de policía encargado de la aduana y que si el lo permite
... de acuerdo". Un paseo a la otra punta de la aduana sudando toda
el agua que habíamos bebido con tanta ansiedad hace un rato. Nos
entrevistamos con el comisario y le repetimos toda la historia. No ve
problemático el hecho de extender un permiso especial debido a las
circunstancias.
Regresamos a la
aduana, los funcionarios se desviven en amabilidad y lamentan esta
situación por no estar previsto sacar el ICP en la frontera. Sí que lo
ven como un fallo del "sistema". La única buena noticia de la
noche es que en la última conversación con Béatrice nos dice que hay un
autobús directo desde la frontera de Woodlands hasta su casa. Pero se ve
que nada puede ser fácil en un día como hoy. Los bancos ya están
cerrados, les digo que si me pueden cambiar dólares americanos o unos
ringit malayos en dólares de Singapur (todo los singapurenses van
constantemente a Malasia) pero ... no puede ser, ellos están de servicio
y eso sería ilegal (¡el reglamento hasta la muerte, como son!). Les digo
que entonces voy a tener que bajar a la calle y empezar a buscar gente que
pueda cambiar unos ringit por dólares ... ¡a las doce de la noche! Ya
los pobres no saben qué hacer porque quieren ayudar pero sin tocar el
reglamento. Al final hacen una colecta y nos dan los dólares que
necesitamos, eso por lo visto sí que es legal. Ya nos da lo mismo de
donde salga el dinero, ya sea de limosnas de la aduana o que yo tenga que
hacer de mono amaestrado al borde de la carretera bailando al son de un
organillo. Llevo 700 kilómetros entre pecho y espalda, tres horas de
aduana, estamos cansados, tensos por los preparativos para ir a Birmania
(¡todavía sin billetes de avión a 48 horas del despegue!), ya no
podemos más. Les damos infinitas gracias y nos vamos al coche a coger una
muda para mañana, el neceser y el imprescindible ordenador.
Así pues, con el
dinero de los aduaneros singapurenses pagamos el autobús y a la una y
media de la mañana llegamos a la casa de Béatrice. En definitiva, hemos
pasado toda clase de aduanas en estos dos años de nomadismo y tiene que
ser en una de las más avanzadas y desarrolladas donde nos exigen tanto
papeleo para cruzar la ciudad y llevarlo al puerto. ¡Con lo fácil que
fue todo la otra vez! Cuando nos metemos en la cama a las tres de la
mañana la pesadilla real del percance en la aduana se desdibuja entre las
tinieblas del profundo y confortante sueño en el que nos zambullimos.
Mañana será otro día.
Al día siguiente
todo es un ir y venir por todo Singapur para solucionar los temas de
compras urgentes (pilas de cámara y cintas de vídeo), el ICP en el
Automóvil Club y el billete de avión. Si bien las compras son rápidas y
fáciles (sobre la marcha) recibimos el primer jarro de agua fría en el
Automóvil Club. Tras explicar la odisea de ayer en la frontera
(quejándome de que no se pueda emitir el ICP ahí mismo) les solicito a
ellos ese documento. Ahora resulta que para emitir el ICP ... necesitan el
seguro emitido con anterioridad. "Pues vale, emitan el seguro",
le digo a la chica del mostrador (que era encantadora). "Aquí no
puede ser, para los vehículos extranjeros se tiene que sacar en la
aduana", me contesta. Bueno, ya no doy crédito a lo que pasa pero
estoy tan cansado que no tengo ni fuerzas para enfadarme. Otra cadena de
llamadas y regresa: "Lo siento, tiene que ir a la frontera y volver
al Automóvil Club con el seguro". Le explico que eso no fue lo que
explicaron en la frontera y que además ya no me da tiempo a ir y volver
porque es sábado y ellos cierran a las doce. Pone ojos de "tienes
razón". Llama a la jefa, le explicamos y todo y por fin ... alguien
flexible. Me emiten el ICP tras telefonear a la aduana explicando el caso
y achacándoles a ellos el fallo ya que nadie nos explicó el orden de las
cosas: primero se saca el seguro en la aduana, luego se va al AC a por el
ICP y finalmente se regresa de nuevo a la frontera a pagar el Autopass.
Bueno, una cosa hecha pero qué trabajito.
Segundo jarro de
agua fría: los billetes de avión. Al no llegar ayer antes de las seis de
la tarde, no nos han guardado las reservas pero eso ya nos lo
imaginábamos, era lo normal. Preguntamos si hay plazas para el vuelo que
queríamos, ¡las hay! Pero nada es fácil, diez agencias nos dicen que no
pueden emitir los billetes porque cierran en media hora y se necesita un
plazo de 24 horas para que el mensajero vaya y vuelva de la central de la
línea aérea con los billetes. Todas las agencias nos dicen que tomemos
el vuelo del martes pero eso no es posible, tenemos que salir el lunes.
Nos rendimos con el tema de las agencias, llamamos a la compañía aérea
directamente. Pregunta clara:
-Si vamos a la
oficina central, ¿nos pueden emitir billetes al instante?
-Por supuesto
-nos contestan.
-Pues vamos para
allá, ¿nos pueden dar su dirección?
-Cerramos en 15
minutos, no creemos que le de tiempo a llegar. Venga el lunes.
-El lunes es
cuando tenemos que irnos.
-Pues cojan el
vuelo del martes.
-No puede ser, ya
está todo reservado para empezar el viaje en Yangon el lunes. Es que no
puedo entender que no haya modo humano de comprar un billete de su
compañía cuando todavía quedan dos días para el vuelo ... y habiendo
plazas.
-Cómprelo en una
agencia.
-Las agencias
necesitan 24 horas porque tienen que ir a sus oficinas a por los
billetes y además, todas a las que hemos llamado no abren los sábados
por la tarde.
-Tenemos algunas
agencias como agentes autorizados para emitir billetes sin pasar por
nuestras oficinas.
-¿De verdad?
¿Alguna de ellas abre el sábado por la tarde?
-Eso no lo sé
pero le voy a dar los teléfonos de dos y lo puede averiguar.
Y nos da dos
teléfonos. Llamamos a la primera agencia y ... puede emitir el billete en
diez minutos y ... abre los sábados por la tarde. Nos da su dirección,
vamos enflechados y por fin conseguimos los billetes.
Tenemos el ICP y
los billetes en el maletín. Parece que lo hemos conseguido ... ¡pero por
qué hay veces que todo se vuelve contra uno! Hemos ganado el pulso pero
nos hemos quedado hechos fosfatina. Bueno, ahora hace falta que la grúa
no se haya llevado el coche porque se suponía que volveríamos temprano
por la mañana, son las tres y media de la tarde y todavía estamos a hora
y pico de la frontera. Si cuando lleguemos a la frontera no vemos el coche
... nos da algo.
Pero no, "nos
da" nada. Cuando llegamos a la aduana a las cinco de la tarde, allí
está nuestra paciente montura. Terminamos el papeleo burocrático y por
fin conseguimos devolver la libertad a nuestro compañero. No podemos
creérnoslo. Estamos de nuevo agotados y sudorosos pero contentos porque a
pesar de los obstáculo ya estamos libres. Vamos a casa de Béatrice, nos
duchamos y ya no hacemos nada el resto del día, ya prepararemos el
equipaje mañana.
Que cándidos
somos. Creíamos que ya había terminado todo, nos quedaba todavía la
última.
MISIÓN CASI
IMPOSIBLE
El lunes nos
presentamos en el aeropuerto dos horas y media antes del despegue, ya no
queríamos bromas. Damos los billetes. Nos piden el justificante del
visado, les damos el fax enviado por la agencia que atestigua el número
de visado y afirma que el visado está esperándonos a la llegada.
-Este fax no vale
-nos dice el empleado del mostrador de facturación.
-¿Cómo que no vale? Si ahí da hasta el número de visado y todo, lo
pueden comprobar.
-Falta el sello de la embajada y no se puede autorizar su embarque sin la
ratificación de la embajada o que el fax provenga del mismo ministerio,
no de una agencia. -Bueno, era ya lo que nos faltaba. Ahora no nos dejan
subir al avión. Pero bueno, ¿qué hemos hecho nosotros para merecer
esto?
-Mire, somos españoles, no hay embajada de Myanmar en España, hemos
entrado en Singapur el viernes por la noche -le enseño el sello de
entrada- y nos vamos hoy lunes. Es que no ha habido tiempo de pasar por la
embajada con el fin de semana de por medio.
-No se les puede dejar embarcar, lo siento. Es política de compañía ya
que si el visado no está a la llegada, la compañía tiene que correr con
sus gastos de expulsión.
-Eso no es un problema, mire, tenemos un billete ida y vuelta, si no hay
visado a la llegada ... nos meten en el primer vuelo de regreso y les sale
gratis porque gastarían nuestro vuelo de regreso. Pero es que no es el
caso, el visado está, lo tenemos confirmado. No vamos a ser tan tontos de
colarnos para que nos echen acto seguido con nuestro propio billete.
-Voy a consultarlo. Ese hombre de ahí es el primer secretario de la
embajada de Myanmar. Es el que controla los pasajeros que embarcan.
Hablan con él, el diplomático
se acerca a ver los papeles. El segundo máximo responsable
de la embajada nos devuelve los documentos y nos dice que ese no es el
procedimiento y que no podemos embarcar, que ellos no saben si ese fax es
auténtico sin un sello de confirmación. Le explico toda la historia por
enésima vez y le hago ver que sería una locura intentar presentarse en
inmigración de Yangon sin visado y con un papel falso que se descubriría
al instante si no hay visado esperándonos. Me dice que va a llamar a la
embajada. Regresa a los cinco minutos con su resolución.
Oímos un fuerte
crujido bajo nuestros pies, es el tren de aterrizaje saliendo del fuselaje
del Boeing 737. Al poco las ruedas giran poseídas sobre la tierra. "Welcome
to Yangon ..." anuncia una voz por la megafonía. No nos podemos
creer que estemos en Birmania, realmente la cadena de obstáculos de estos
días nos hizo pensar que algún espíritu maligno y oculto está
empeñado en dificultarnos la entrada al hermético país. No podemos
evitar que se nos pase por la cabeza: "¡Anda que como no esté el
visado por alguna dilación burocrática del Ministerio!".
Retrasamos el reloj
una hora y media. El aeropuerto de la capital es minúsculo pero el cuerpo
central está realizado a modo de pagoda con elementos arquitectónicos
tradicionales birmanos y le da un aspecto muy acogedor. El interior es
igual de aséptico e impersonal que todos. La verdad es que cuando se
entra en la terminal da la impresión de ser una estación de autobuses
por su mobiliario, tamaño y organización.
Resulta increíble,
estamos en Rangun, mejor dicho, estamos en Yangon, el nombre colonial fue
cambiado por su nombre actual en 1.989, en simultaneidad con otra
infinidad de ciudades y del propio país que pasó de llamarse Birmania a
Myanmar. May, la guía de la eficaz agencia Taw Win Travel, nos espera
para tramitarnos el visado, trabajando coordinados con Catai Tours nos lo
consiguieron en un tiempo récord. ¡Sí, el visado está ahí, por fin
algo que sale a la primera! Tan solo a través de agencia es posible
recibir el visado a la llegada, por cuenta propia implica que se tiene que
entrar ya con el visado estampado en el pasaporte y emitido por alguna de
sus embajadas. De nuevo, la profesionalidad de Antonio y Oscar de Catai
Tours, en combinación con la Taw Win Travel habían conseguido algo casi
imposible: tramitar un visado birmano en 48 horas. Eso ha sido lo que nos
permite estar aquí en estos momentos.
May se presenta
amablemente, es muy dulce, como casi todos los birmanos. Nos pide los
pasaportes para que nos pongan el visado y le entregamos los 25 US$ por
persona para el mismo. Mientras esperamos observamos el movimiento del
aeropuerto. Los hombres visten todos con sus "longyis", las
largas faldas que no han perdido vigencia. De todo el sudeste asiático
son los únicos varones -junto con los bengalíes- que no han perdido sus
señas de identidad en el vestir, no han claudicando a la moda occidental
de los pantalones. Las chicas también llevan largas faldas pero con otros
diseños y un pelo extremadamente largo, hasta por debajo del trasero. Sus
caras tienen grandes tizones de una especie de tiza color crema. Ya
averiguaremos qué es eso.
Después de unos
veinte minutos May vuelve con los pasaportes y el visado en regla, en la
actualidad lo dan para 28 días, un gran avance porque no hace tanto
tiempo tan solo se concedía para 7 días y las visitas eran relámpago.
Tampoco necesitamos cambiar los ¡200 US$! que obligan a cambiar a cada
viajero individual para convertirlos en FEC, una moneda artificial creada
especialmente para sangrar a los extranjeros con un cambio realmente
insultante (como hacían los chinos hasta hace poco). Al haberlo tramitado
a través de Catai Tours nos vemos eximidos de esa carga.
-¿Tenéis
teléfono móvil? -nos pregunta la dulce May.
-No, no tenemos
ningún tipo de teléfono -le contestamos.
Efectivamente, no
teníamos ningún tipo de teléfono porque conocíamos las estrictas
regulaciones de Birmania respecto a las comunicaciones: prohibición total
de cualquier medio de comunicación con el exterior. Retienen todos los
teléfonos GSM en el aeropuerto, cosa que es una tontería suprema porque
como no tienen sistema GSM, ... no sirven para nada, no funcionan en
Birmania. Persiguen tanto a los GSM (te los quitan a la entrada y los
devuelven al irte) que hemos pensado ... ¡anda que como vean un teléfono
satélite de verdad ... se nos cae el pelo! Incluso aunque lo colásemos a
la entrada teníamos que coger por lo menos tres aviones más y eso
implica demasiados aeropuertos con rayos X para el equipaje, registros,
controles, etc. No nos quisimos arriesgar y dejamos nuestro preciado
teléfono satélite Inmarsat Ibérica en Singapur.
Tampoco hay
internet en Birmania ("demasiada información"), tan solo un
servidor que filtra los e-mails y controlado por el gobierno. El servidor
guarda copia de todos pero no creemos que los revise (aunque tienen
buscadores de palabras clave) ... a menos que ocurra algo y quieran
rastrear todas las ramificaciones. Los pocos lugares que tienen correo
electrónico (sin acceso a internet) cobran unos precios astronómicos,
uno o dos dólares cada 5 Kb (200-400 pts. cada 5 Kb). A juego con las
llamadas al extranjero que rondan los 5-7 dólares por minuto (1.000-1.400
pts. por minuto). Pues aún con todo, ese aislamiento forzado que sufren
los extranjeros en Birmania ... son un sacrificio insignificante ante la
experiencia de conocer Birmania y tener el placer de disfrutar la forma de
ser de los birmanos. También es el momento propicio para visitarlo, las
normas tan estrictas de hace unos años se relajan y todavía hay poco
turismo. Es lo que nosotros llamamos un país para "disfrutar",
no solo se visita ... hay mucho más en Birmania.
El conductor de May
nos ayuda con el equipaje y nos llevan hacia el hotel. Si nos movemos en
coche por Myanmar ... tiene que ser con chofer, los extranjeros tenemos
prohibido conducir en Birmania. Nos cruzamos con arcaicos autobuses que
llevan pasajeros hasta agarrados a las puertas y ventanas ... por fuera.
Las viejas "guaguas" de briosos colores verdes y rojos siguen
recorriendo la ciudad. Mientras avanzamos por las calles de Yangon, May
nos explica en inglés a quién pertenece cada edificio que vemos por el
camino. "Estos hoteles pertenecen a una "joint venture" con
(Francia, Australia, Alemania, Korea, Japón, ...), ... estas murallas son
del Ministerio de Defensa, ... esta especie de bunker es la embajada de
Japón, ... ese es el lago Kandawgyi (¡impresionante!), ... estos viejos
edificios coloniales británicos fueron desalojados para ser convertidos
en oficinas gubernamentales, aquellos otros en apartamentos privados, ...
"
Pero son las agujas
de las pagodas birmanas las que despuntan por encima de los viejos
edificios gubernamentales y las modernas embajadas. Son como burbujas
doradas que quisieran liberarse de su confinamiento terrenal para elevarse
hacia la gloria eterna. Pero el cielo no nos muestra su faz más
celestial, su horrible semblante grisáceo y anubarrado amenaza con
descargar con fuerza en las próximas horas. Estamos en la época de los
monzones, que ya se estrenó hace varias semanas. Según nos confiesa May
"este año se ha adelantado" y no pasan muchos minutos cuando un
trueno ensordecedor anuncia la llegada de su "majestad" la
lluvia.
Pero no nos íbamos
a mojar solos durante nuestro recorrido por Birmania, esquivaríamos
charcos y barro con Ainhoa y Xabi, compartiríamos recorrido y risas por
las perlas de Myanmar con este recién estrenado matrimonio de Bilbao.
Cuando dijeron a sus respectivas familias y amigos los lugares que habían
elegido para comenzar su vida en común les tacharon de locos: ¿Birmania?
¿Camboya? ¿La isla Ko Sa qué? Pero ellos no cejaron en su empeño. Y
veinticuatro horas después del enlace, de diversos transbordos aéreos
por Europa y Asia y un decalaje horario de cuatro horas y media se
encuentran, poco después de aterrizar en la capital birmana, compartiendo
un nuevo fin del mundo acuático ... junto a una pareja que le dicen estar
dando la vuelta al mundo ... con un coche español que han dejado aparcado
en Singapur.
El Apocalipsis
trunca los planes para visitar la perla de Yangon: la pagoda Shwedagon.
Mejor disfrutar de la experiencia budista en monasterios cubiertos, no nos
apetece tener que remontar escalinatas como los salmones remontan un
torrente. Penetramos en el Paya (santo) Chaukhtatgyi -concienzudamente
cubierto- donde tiene morada un impresionante Buda reclinado, uno de los
mayores de Birmania. Sus monasterios circundantes son muy modestos pero
pasear por ellos es grandioso, somos recibidos con los brazos abiertos y
nos permiten ser testigos de sus actividades cotidianas. Uno de los monjes
nos muestra como prepara su atuendo para ir a recibir con su gran cuenco
lacado negro las ofrendas de arroz que diariamente los fieles les brindan.
Mientras se afana hacendosamente en colocarse la túnica de color burdeos,
otro monje hojea su libro de salmodias. En el gran dormitorio común,
entre las finas esterillas que sirven de colchónes, un anciano con gafas
de tropocientas dioptrías se abate con brío sobre el suelo de teka del
monasterio, emplea la corteza de un coco para darle lustre a las tablas.
Unas chicas que observan nuestras andanzas por la habitación, pierden la
atención sobre sus tareas escolares al tiempo que observamos nuevamente
que sus rostros tienen esos tizones cremas que tanto nos intrigan.
El sayadaw -líder
espiritual- de ese modesto monasterio se despide de nosotros en la puerta
y nos da las gracias por el interés que tenemos en su modo de vida. Le
damos las gracias a él por habernos permitido ser testigos de algo tan
personal como la vida dentro de su monasterio. Me mira y me dice que
sería un buen monje, me deja perplejo y no puedo menos que sonreírle. Le
doy las gracias por el cumplido y le digo que mi cráneo se parece más y
más al de los monjes rasurados ... pero que tengo serias dudas sobre mi
capacidad para ser monje. Se ríe cuando me paso la mano por la cabeza
señalando la cada vez más cercana similitud entre mi cráneo y el suyo
afeitado. Pero insiste e insiste en que sería un buen monje, le doy de
nuevo las gracias y le digo que lo pensaré pero que no puede ser ahora
mismo, que tengo un asunto esperándome en Singapur y que me va a ocupar
por lo menos un año. Se ríe de nuevo. Eso sin contar que una de las
premisas para que un casado entre a ser monje es que su esposa autorice
esa "beatificación" piadosa. Cosa que tampoco acabo de ver
clara que Marián autorice. Le señalo a Marián entre risas y le hago el
gesto de "¿Y qué hacemos con ella?". El sayadaw es encantador
y me sigue la corriente con su sonrisa. Pero la última palabra la tiene
él mirándome a los ojos: "aquí estaremos si cambias de
opinión".
MARIÁN ES UNA
"RATA"
Las construcciones
budistas y sus prácticas son diferentes a las que observamos por ejemplo
en Nepal, Vietnam o Singapur. En Birmania practican el budismo therevada
como en Tailandia, Laos, Camboya y Sri Lanka en vez del budismo mahayana
como el que practican en Vietnam, Singapur, China y Japón o el budismo
tántrico del Tíbet y Nepal. La diferencia estriba , según nos aclara
May con una precisa explicación, en que los therevadas para alcanzar el
nirvana tienen que alcanzar su salvación por sí mismos, cada uno debe
labrase su propio destino teniendo que llevar una vida ejemplar. Mientras
que los mahayana creen que no se alcanzará el nirvana hasta que todos los
seres humanos hayan sido salvados y esto se conseguirá cuando venga a la
tierra el "Buda futuro". Para los mahayanas podríamos decir que
la proclama es "tenga fe y todo irá bien".
La tolerancia que
caracteriza al budismo ha permitido la convivencia con otras creencias
más antiguas, de corte esencialmente animista, como es la creencia en los
"nats", espíritus que tienen el poder de proteger o hacer
sufrir a los humanos. En este sentido hemos de confesar que los birmanos
son desmesuradamente supersticiosos, van más allá de lo ya tremendamente
supersticiosos que son los asiáticos de por sí. Por poner un ejemplo, a
la hora de emparejarse es vital que los astros sean propicios. Los días
de la semana son esenciales en su quehacer diario ... y en su nacimiento.
Se les bautiza con un nombre propio pero no se le ponen los apellidos del
padre o de la madre ... sino del día de la semana en que han nacido y eso
marcará su futuro matrimonio ya que hay uniones muy favorables
(domingo-viernes, martes-jueves y miércoles-sábado) y días
incompatibles (domingo-miércoles, lunes-viernes y jueves-sábado). Las
demás uniones son normales, el destino ni los astros intervienen, será
trabajo de cada uno que la pareja funcione.
También cada día
de la semana está representado por un animal, el horóscopo birmano se
basa en los días de la semana. Buscamos nuestros animales para saber lo
que somos para Birmania. Xabi, nuestro muchachote del norte, nació en
sábado y eso implica que es "Dragón", buscamos el de Ainhoa,
nació en viernes y es un "Conejillo de Indias", caramba, ese
animalillo de laboratorio que se usa para hacer experimentos (no haremos
ningún chiste en público). Me toca el turno, nací en lunes y soy un
Tigre, bueno, no está mal. Marián nació en jueves y es ... ¡una rata!
¡Me he casado con una rata! Casi me muero de risa con mi pequeño roedor
cuando le salió rata. Pero aunque a nosotros nos parezca un juego, para
ellos es sumamente importante y si la pareja no reúne la idónea
conjugación tendrán que realizar muchas ofrendas y votos a lo largo de
toda su vida para que se les proteja de su mala combinación y que los
"nats" no se enfaden demasiado con ellos.
El día ha
terminado, cojo a mi ratita de la mano y regresamos al hotel.
MAR DE FLECHAS
Una interminable
fila de sombras se mueven sigilosas, van en hilera, las telas ondulantes
sin forma parecen almas en pena vagando perdidas entre las brumas del
alba. Intento distinguir lo que es a través de las legañas que se me han
vuelto a formar por la temprana hora. Ese látigo de llamas granates en
éxodo son cientos de monjes transportando en su regazo negros cuencos
lacados que sujetan con las dos manos. Es la hora de las ofrendas a los
monjes, los fieles deseosos de favorecer su ciclo de reencarnaciones se
acercan a lugares determinados y depositan arroz en los cuencos abiertos
que desfilan ordenadamente ante ellos. La primera ofrenda y la más
sagrada es al amanecer.
Son las cinco de la
mañana, nos hemos levantado a las cuatro, estoy que no puedo ni con mi
alma. Nos dirigimos hacia el aeropuerto, en Birmania tenemos horarios
regidos por los vuelos que hemos de coger y algunos de ellos, como el de
hoy, exigen una tremenda fuerza de voluntad.
Pero mereció la
pena sólo por ver la despedida del equipo de tierra. En 10 años como
tripulante de vuelo en una compañía aérea nunca había visto nada
igual. Cuando nuestro bihélice inicio su lento movimiento para salir de
su parking, todo el equipo de conductores, mecánicos de tierra y
coordinación se ponen en fila y despiden a los pasajeros con la manita ...
¡cómo si la familia hubiese venido a despedirnos a la estación de
trenes! Les devolvemos el saludo a través de los pequeños ventanucos.
Bagan visto desde
el aire es un mar de flechas ... visto desde tierra lo sigue siendo. Es el
mayor derroche arquitectónico religioso que jamás hayamos visto en
cualquier otra parte del mundo. Giramos sobre nosotros mismos, miramos
hacia los cuatro puntos cardinales. Tenemos visibilidad de kilómetros
pero el horizonte siempre tiene clavado dardos de piedra, pináculos de
los infinitos templos y estupas budistas que brotan de la gran llanura
señalando el cielo.
Su origen es muy
remoto pero entre los siglos IX y XIV se fueron sumando a los santuarios
de la primera época -con un estilo indefinido- muchos recién nacidos
templos que en el curso de los siglos aportaban nuevos estilos
arquitectónicos y decorativos. Al final del siglo XIII, las cifras
oficiales contabilizaban 4.450 monumentos. En 1.901 seguían en pié unos
2.150. En el año 1.975 un fuerte terremoto de 6,5º en la escala Richter
casi devastó todo el emplazamiento. La estructura de muchos de ellos fue
seriamente dañada pero las labores de reconstrucción emprendieron su
trabajo con una gran prontitud logrando restablecer parte de su esplendor.
En la actualidad se han contabilizado 2.225 en pie aunque se tienen
localizadas 4.000 en virtud a los restos de las fundaciones. No, no es un
número, es un acontecimiento. El número ya lo sabíamos antes de llegar
y nos hicimos una idea de lo que podía ser pero ... ¡nada que ver con la
realidad! Y si rememoramos el pasado es todavía más increíble. Cuando
Marco Polo estuvo en la ciudad, hacia 1.298, nos cuenta que sus estupas y
torres estaban recubiertas de oro y plata con los más exquisitos
bajorrelieves adornándoles, sigue diciéndonos: " (...)
es uno de los lugares más hermosos del mundo, soberbio y suntuoso, con un
refinamiento extremo en sus acabados. Acariciados por la luz del sol,
brillan como mil fuegos y su resplandor es divisado desde muy lejos".
Su edad de oro se extendió entre los siglos XI y XIII pero entonces
llegó la "tragedia" de Asia, un terremoto grado diez de escala
Richter llamado Kublai Khan, el hijo de Gengis Khan. Unos dicen que la
destruyeron los mongoles, otros que los mongoles se encontraron la región
abandonada ante el terror que inspiraba su avance. Sea como fuere, Bagan
pasó en ese momento a ser "historia del pasado" mientras los
mongoles constituían el mayor Imperio de la tierra.
El que invade ahora
toda la amplia extensión es el bosque de estupas (zedi o chedi), pathos
(templos o santuarios) y kyaung (monasterios) que en ladrillo cocido
invaden todo el lugar. Cuando por las empinadas escaleras ascendemos a
muchos de los templos, de nuevo la vista se deleita con ese infinito
océano de puntiagudas olas de ladrillo y piedra. Desde ellas vemos como
los aldeanos han sembrado campos de cultivo, afanándose en arrancar a la
tierra su sustento. Infinidad de pequeños caminos y veredas serpenteaban
entre la jungla de santuarios. Calesas de caballos son el transporte
habitual de monjes y lugareños mientras carros tirados por bueyes se
dejan hacer por sus amos entre los senderos que conducen a los huertos.
Junto a los templos
más importantes existe unas pequeñas cabañas donde se alojan el guarda
con su familia. En una de ellas, la esposa de uno de los guardas nos
muestra sobre una piedra algo que queríamos conocer con más detalle
desde que entramos en Birmania. Es el "maquillaje" de tizones
cremas que tan profusamente vemos en las mujeres y niños: el
"thanaka". Se confecciona al momento, sobre la losa lisa y plana
echan un poco de agua para a continuación frotar el trozo de árbol de
"bark" con el cual obtienen una ligera pasta líquida pero a la
par algo cremosa. Se untan los dedos y se extiende sobre el rostro.
Se lo aplican a
Ainhoa y a mi ratita del jueves. "¡Qué refrescante!", es lo
primero que dice Marián al sentir sobre sus mejillas tan original
producto. Aunque también nota una suave tirantez, es ligeramente
astringente. Una vez seco presenta el aspecto que lucen los rostros de las
mujeres y niños birmanos con tan extendidísima frecuencia. Incluso
algunas mujeres se cubren el cuerpo entero durante la noche pero Marián
no va más allá de la cara, no me apetece abrazar una figura de barro al
irme a la cama.
Es un ungüento muy
polifacético porque sirve al mismo tiempo como protector solar,
maquillaje, loción corporal o perfume. También se comercializa en forma
de jaboncito y nos era ofrecido repetidamente por los niños cuando
querían hacernos un "regalito" para obtener por nuestra parte
otro "regalo" como compensación.
LA MALDICIÓN DE
LOS ESPÍRITUS
Emprendemos el
viaje por carretera hacia Mandalay una temprana y borrascosa mañana. A
medida que avanzamos rezamos para que el día se despeje y nos obsequie
con la preciosa luz que nos hizo el último día que estuvimos en Bagan.
Por el momento el cielo gris contiene a duras penas sus deseos. Del pasado
histórico y religioso del pueblo birmano pasamos a la realidad cotidiana,
es lo bueno de moverse por tierra, se tiene mucho más contacto con la
realidad del país. No importa que sea un viaje largo y duro habría
que ver las carreteras birmanas- porque lo que se ve a nuestro alrededor
es la autenticidad de los pueblos.
Las palmeras que se
congregan a ambos lados del camino por el que discurrimos son el sustento
de muchas familias. Sacan partido de la sabia de sus frutos. Los hombres
trepan hasta la cima de la palmera para recolectar un tipo muy curioso de
cocos: pequeño y morados. De ellos extraen su néctar ... que por la
mañana es dulce y a lo largo del día fermenta obteniéndose dos tipos
más de jugos que suelen contar ya con varios grados de alcohol. Las
mujeres en tierra firme, son las que se encargan de confeccionar al fuego
en gigantescos perolos y con ese mismo ingrediente- un dulce muy
apreciado entre los birmanos, sin haber podido llegar a aclararnos con su
nombre eran una especie de pequeños botones verde pálido.
En la cabaña nos
dan a probar de todo y nosotros aceptamos gustosos. Nos apasionan las
cosas nuevas. Si bien el dulce es excesivamente azucarado para mi paladar
el primer zumo es una delicia. Luego vamos degustando los sucesivos
brebajes que van resultando de ese mismo jugo a medida que el tiempo pasa,
fermenta y genera licores de una gradación más alta. El último ya era
para coger una buena si se abusa.
El tiempo va de mal
en peor y la carretera estrecha y con baches no ayuda mucho al avance.
Llegamos al Monte Popa o "Monte de la Flor", pues uno de los
espíritus que habitan en él, Mae Wunna, es la patrona de las hierbas
medicinales. Sus otros inquilinos espirituales, en cambio, no gozan de muy
buen humor.
Nuestro conductor
comienza a arrostrarse con las curvas cada vez más cerradas a medida que
ascendemos por este viejo volcán extinguido hace 250.000 años. Con sólo
737 metros del altitud fue elegido como morada por los espíritus
"nats" más poderosos de Birmania. La lluvia repiquetea sobre la
chapa del vehículo como si el Pájaro Loco quisiera perforarla. Los nats
no están contentos, se han encargado de hacer casi impracticable la larga
escalinata de ascensión y han cubierto toda la zona con el impenetrable
manto de la bruma. Algunos fieles con cara de resignación ascienden por
las escaleras que desaparecen en la niebla, otros descienden empapados,
siluetas sombrías que surge de súbito entre la vaharina, como lo harían
los propios nats. Es cierto que la fe mueve montañas.
Tan solo los
guardianes terrenales de la rampa escalonada parecen felices y divertirse
con sus impertinencias y malos modos. Cientos de monos corretean haciendo
de las suyas por las escalinatas, comiendo a dos carrillos e hinchando la
papada con los plátanos que los fieles les dan, vigilando cualquier cosa
que puedan robar para comérsela en los tejados o en los árboles,
angustiosamente alertas para que su vecino no llegue antes que él al
botín. Los carteles advierten que hay que tener cuidado con esos
descarados primates, si creen que lo que hay en una bolsa se puede comer ...
se lo arrancan de las manos a los transeúntes y huyen con su trofeo,
abandonándolo en cualquier lado si no es comestible. Más de una cámara
ha terminado colgada en las copas de los árboles.
Los monos nos
tienen nerviosos y los nats nos ha echado el mal de ojo. Ha llegado el
momento de partir.
EL CENTRO DEL
UNIVERSO
Amanece en
Mandalay. Empiezo a creer que han raptado al sol. Hoy sigue sin dar
señales de vida. Los maléficos espíritus del Monte Popa nos la tienen
jurada y creo que ellos tienen mucho que ver en el secuestro. Nos sentimos
objetivo de sus iras cuando empezamos a cruzar a pie el puente U Bein
sobre el lago Taungthaman, un veterano e histórico puente de madera de
teka que lleva resistiendo el embiste de los monzones desde el siglo XIV.
Algunos de sus 984 pilares han sido sustituidos pero la mayoría son
todavía los originales. Cuando lo cruzamos creí que el vendaval de agua
se iba a llevar a Marián al lago así que agarraba fuerte a mi ratita.
Tampoco podía ir sola con el paraguas porque con lo ligera que es, en la
próxima ráfaga iba a parecer Mary Poppins volando con su paraguas.
El tornado parece
apaciguarse y llegamos a la "Ciudad de la Inmortalidad":
Amarapura, a tan solo 11 kilómetros de Mandalay. Aquí se alojó la
primera embajada británica del país en 1.795 y fue la capital hasta que
el rey Mindon la trasladó a Mandalay de 1.841 hasta 1860. Apenas queda
nada de su venerable pasado pero de nuevo el ambiente budista en los
monasterios que visitamos nos llena plenamente.
Pero el fervor más
devoto de Mandalay lo encontramos en el voluminoso Buda del Paya Mahamuni.
Esta estatua de bronce de 4 metros de alta se remonta al siglo I. Pero el
metal original ya no es apreciado a la vista porque con el transcurso de
los años los fieles lo han ido recubriendo de hojas de oro. En estos
momentos cuenta ya con un grosor en oro de más de 15 centímetros,
especialmente en el estómago y en las piernas, pues existe una creencia
que si le colocas el oro donde tienes una dolencia te sanará.
En el
"Monasterio Dorado del Palacio" o kyaung Shwenandaw, la
construcción en madera de la residencia monástica emulaba al Palacio
Real, de hecho el rey y la reina Mindon lo usaron como residencia y allí
murieron. Y así siguen apareciendo más y más templos, más y más
estupas, más y más monasterios. Uno de ellos ... albergando el libro
más grande del mundo. En el Paya Kuthodaw -durante el siglo XIX- fueron
cinceladas 729 gigantescas estelas de mármol con el Tripitaka, la
compilación de los tres libros sagrados budistas clásicos: el Vinaya (la
disciplina monástica), el Sutta (las palabras de Buda) y el Abhidhamma
(la filosofía budista). Cada estela tiene su propio templete blanco
terminado en afilado pináculo y rodean al templo principal como un
ejército albino de lanceros en formación. Un comité se encargó de
comprobar que leyendo durante ocho horas diarias sería necesario 450
días para leer la totalidad del libro. En 1.900 se imprimió una versión
del original y se obtuvieron 38 volúmenes de 400 páginas cada uno.
Mandalay en
realidad es un lugar muy reciente fundado por el rey Mindon Min en 1.857,
que decidió instaurar su nueva capital en este lugar. El Palacio
Fortificado fue elevado en 1.861 y sus murallas, de 8 metros de alto y 2
kilómetros de largo por cada lado, aun encofran el recinto real
(fielmente reconstruido puesto que fue totalmente destruido durante la
segunda guerra mundial). El futuro de la ciudad considerada como el
"Centro de Universo" no fue muy prometedor pues en 1.885 la
ciudad cayó en manos de los británicos y su rey, Thibaw, fue exiliado a
la India.
Al final de nuestra
estancia en Mandalay el sol consigue zafarse de su cautiverio maléfico y
logramos contemplar la primera puesta de sol en Birmania. El maleficio de
los "nats" comienza a disiparse.
EL REFUGIO DE LAS
ALMAS
Un salto más como
pájaros y de nuevo la delicia de avanzar como nómadas terrestres. Ya no
hay ninguna duda, si queda algún nat enganchado al zurrón ... tiene que
ser de los bondadosos, los nats malignos se han diluido. Es la única
explicación al regalo que acabamos de recibir al llegar a Heho: coincidir
con su mercado semanal. Adoramos los mercados, para nosotros es el
palpitar de los pueblos, la sangre que fluye y hace bombear el corazón
del país. Allí están las llamativas tribus Shan y Pa-O con sus trajes
negros las primeras y en azul claro o índigo las segundas. Todo el
mercado está lleno de paños de vistosos colores enroscados en la cabeza,
como si hubieran salido de la ducha. Cada etnia tiene su propio tamaño,
diseño y modo de colocárselo. Allí se apretujan los puestos de
verduras, fruta, carne, pescado, especias, el famoso cherut (esta es la
región donde se cultiva por excelencia las hojas que envuelven al
emblemático cigarro birmano), chiringuitos para comer, empujones de la
multitud por los estrechos pasillos del mercado al aire libre... rostros
maquillados con thanaka luciendo los diseños más variados, motivos
geométricos, florales, étnicos... No falta de nada en este desfile
privilegiado de tan pintoresco y genuino espectáculo popular.
Un nuevo brinco,
del mundo terrenal al mundo espiritual, lo buscaremos en las montañas. El
trayecto es largo y pesado pero el paisaje lo vale. La zona es muy boscosa
y rica en vegetación entre pronunciadas elevaciones. Los poblados pa-o y
danu que pueblan la zona se dedican al cultivo del arroz de montaña (en
terrenos secos), patatas en colinas de barro rojo y calabazas. En esta
ruta es cuando soy consciente de lo que significa el bambú para el
paisaje birmano y para su economía, ratificando que este país cuenta con
el mayor número de especies de bambú después de la China. Y también
vemos por primera vez el "banyan" (el ficus religiosa) o árbol
de Buda, bajo el cual la tradición cuenta que Buda alcanzó la
Iluminación.
Pindaya es la
guinda del pastel que estamos catando en estas montañas. Y como buen
pastel ... lo mejor está en el interior, debajo de los adornos externos.
Así es Pindaya, un mundo subterráneo entre calcáreas estalactitas y
estalagmitas, un laberinto de pasillos y pasadizos que en el transcurso de
los siglos se ha visto poblado de miles y miles de estatuas de Buda. Los
fieles han ido depositando en su interior elaboradas en todo tipo de
material para dar forma a la imagen de su líder espiritual: en cemento,
ladrillo, mármol, teka, alabastro, lacadas, en piedra... diminutos,
gigantescos, sentados, de pié, recostados, ...
ANDANDO SOBRE LAS
AGUAS
Mundos terrenales,
mundos espirituales y ahora mundos acuáticos. Un mundo que recibimos con
cierta excitación por nuestra parte porque la navegación nocturna del
primer día tenía un polizón a bordo. En la estrecha canoa en la que nos
desplazábamos se puso a corretear un horóscopo birmano del jueves
causando un gran revuelo ... y cierta inestabilidad en la fluctuante
piragua.
La singladura
diurna fue mucho más tranquila, aunque nuestros dos roedores comprobaron
que no hubiese un tercero en la canoa. Y por si acaso, el Dragón se
sentó en la popa y el Tigre en la proa. Comenzamos a deslizarnos sobre
las suaves dunas acuíferas del generoso lago Inle, el más grandioso de
Birmania debido a la conjugación de todos sus factores: estamos a 875
metros de altura y le genera un clima benigno, su dimensión es
espectacular, el paisaje que lo rodea nos hace creer que estamos en un
cráter escondido del mundo y lo más cautivador de todo ... su vida
flotante.
La imagen que
caracteriza al hermoso lago es la figura de sus hombres remando de una
forma muy original. El lago no es nada profundo y navegan a pértiga pero
avanzan con un sistema muy singular que nunca hemos visto hasta ahora. El
remero siempre permanece de pié, agarra la vara con una mano y enrosca
uno de los tobillos a la misma, avanzando como si tuviese una cojera. Al
estar de pie puede también avistar la pesca mucho mejor y evitar los
jacintos acuáticos y las islas de tierra que se prodigan por el río.
Además de la
pesca, el lago es pródigo en productos de la huerta ... como ocurría en
el lago Dal de Srinagar, en Cachemira (crónica 51). Las marismas, la
tierra y los jacintos de agua forman unas islas flotantes de gran
fertilidad donde es posible cultivar productos como tomates, coliflores,
cebollas, ajos, berenjenas, alubias verdes, betel, bananas, papayas y
melones. Entre el pescado, la verdura y la fruta ya disponen de un
repertorio nada despreciable de alimentos sanos.
En la lengua
principal del lago nos cruzamos con diversos pescadores. Cubiertos con sus
"khamauk" -gorros de paja- sumergen enormes cestos de caña
cónicos con redes deslizantes con los que logran atrapar suculentas
piezas. De pronto, de entre los juncos surgen cinco pequeñas piraguas que
con gran maestría nos intentan dar caza, al más puro estilo de pequeñas
naves corsarias en busca del abordaje del galeón del tesoro. Nos alcanzan
y se enganchan a nuestra nave, estas amazonas lacustres son la avanzadilla
del mercado flotante que está en las inmediaciones. Tras una amable
declinación de sus ofrecimientos de venta, dejamos a las bucaneras
birmanas tras nosotros y comenzamos a adentrarnos por un ramal que
desemboca en un pueblo de casas sobre pilotes, es uno de los muchos
poblados flotantes. Nuestro nat protector sigue con nosotros, no sólo
porque no llueve y en algunas zonas del cielo se distingue el codiciado
azul sino porque hace más de cinco años que el mercado flotante se
había trasladado a tierra y ha sido precisamente ahora cuando ha
retornado a sus orígenes y las mercancías se compran y venden desde las
canoas.
La población que
se asienta en el lago Inle son originarios del sur de Birmania, los intha
y practican también el budismo. Por ello los templos y monasterios
budistas no faltan en el lago, algunos muy aparatosos y de
desproporcionado tamaño, otros entrañables y repletos de bajorrelieves
de madera de teka y otros anecdóticos, como el "Monasterio de los
Gatos", donde los monjes han adoptado a decenas de felinos que viven
plácida y lánguidamente en este palafito consagrado a Buda.
Ha sido un día
único, el lago Inle se sumará en nuestra memoria a los backwaters de
Kerala y al lago Dal de Cachemira. Son enclaves mágicos, poesía
acuática, alimentos del alma, el sortilegio de otro universo.
El sol suspira su
último hálito y es el momento de retornar a nuestro refugio de las
marismas ... antes de que nos coman vivos los mosquitos.
UNA CITA PENDIENTE
Un nuevo ave de
metal nos lleva en su panza y deposita de nuevo en Yangon. Tenemos
pendientes una cita ineludible. Una cita inolvidable. Una cita que los
monzones frustraron cuando éramos unos recién llegados pero que ahora es
posible porque el sol es nuestro anfitrión y aliado.
La pagoda de
Shwedagon no sólo nos deja boquiabiertos por su espigada torre de 98
metros de altura y 30 toneladas de oro, sino que de nuevo quedamos
impresionados por su palpitante vida terrenal al sentir el fervor del
pueblo birmano, que no ha abandonando ni un ápice sus creencias más
íntimas. Como la Meca para los musulmanes, el Muro de las Lamentaciones
para los judíos o el Vaticano para los católicos, el "Dagón de
Oro" es el lugar más sagrado para los budistas birmanos que al menos
una vez en su vida han de visitar.
Se erigió para
alojar hace 2.500 años una reliquia de indiscutible reverencia para sus
seguidores: ocho pelos de Buda. Otros edificios religiosos fueron
añadidos en el transcurso de los siglos venideros y fue en el siglo XV
cuando fue recubierto de oro. La reina Shinsawbu ofreció su peso en oro
(40 kilos) para recubrirlo. Pero su yerno fue más allá en un gesto de
generosidad desbordante y ofreció cuatro veces su peso en oro además del
de su mujer. Desde entonces luce su aspecto rabiosamente dorado, sobre
todo cuando el sol le ilumina convirtiéndolo en el espejo más santo de
Birmania. Pero indescriptibles avatares han sacudido el sacro lugar:
terremotos, ocupaciones, saqueos, guerras, incendios... durante 2.500
años ha padecido de todo. Pero incluso el terremoto más dañino -en
1.768- derribó la cúspide del chedi no consiguió acabar con la gran
estupa dorada que aún se yergue en la vieja colina.
Multitud de estupas
más pequeñas se han erigido en su base. El oro, la plata, los diamantes
y otras 1.383 piedras preciosas fruto de donaciones recubren estupas y
santuarios. Hay también templetes para cada uno de los símbolos de su
horóscopo y para conseguir salud y felicidad hay que verter vasitos del
agua de esa misma fuente siguiendo un ritual. El número de vasitos a
llenar y verter tiene que ser tu propia edad más uno ... y hay que
hacerlo tres veces, una vez sobre la cabeza de la estatua del animal que
somos y que está en la base (una rata en el caso de Marián, no recuerdo
si lo he mencionado a lo largo de la crónica), otra tanda de idéntico
número de vasitos sobre la cabeza del pequeño Buda blanco a la altura de
la fuente y un nuevo ciclo sobre la cara del gran Buda engalanado en
dorado. Para mi fue interminable ... ¡hay que ver cómo pasa el tiempo!
Pero bienvenida sea la salud y felicidad.
Ainhoa y Xabi
tienen que partir, difícilmente olvidarán este cautivador país donde
iniciaron su vida de casados. Internet hará posible que este encuentro
totalmente casual pueda perdurar y quizás nos reencontremos cuando estos
nómadas impenitentes regresen al país que les vio partir el 1 de julio
de 1.999 ... hace más de dos años.
Nosotros todavía
no nos vamos, hemos alargado nuestra estancia en Yangon y concluir nuestro
periplo con el encuentro de la vida cotidiana de la mayor ciudad de
Myanmar, indagar por templos menores, pasear por algunos mercados (aunque
estos ya tienen un carácter marcadamente urbano), dar la vuelta al lago
Kandawgyi que tanto nos impresionó el primer día (y que sólo vimos
desde el coche debido a las tormentas), dar de comer a las carpas sagradas
de algunos estanques, buscar los restos coloniales en el casco antiguo,
subir a las arcaicas guaguas, pararnos en tenderetes donde curanderos
prodigan las cualidades de su extraña mercancía expuesta en una tela
sobre la acera (los enormes testículos de no sé qué bicho debía de
tener unos poderes tremendos para no sé qué cosa, a juzgar por el
interés que despertó en su audiencia), charlar con algún que otro
birmano que se te acercaba todo orgulloso de hablar inglés y quería
charlar con extranjeros del otro lado del telón, ...
Además de los
lugares que hemos visitado en este completo peregrinaje por las joyas de
Myanmar, hay más zonas posibles de recorrer pero requieren ya mucho
tiempo y dinero. En otras demarcaciones, el Telón de Bambú se vuelve
más impenetrable, especialmente hacia las zonas donde los grupos rebeldes
y el contrabando extienden sus dominios. Hacia el sur y este de Yangon las
fuerzas rebeldes tienen campos de acción, algo adormecidos con treguas y
altibajos. Y hacia el Triángulo de Oro (frontera norte con Tailandia y
Laos), una zona donde campan los traficantes de opio y heroína, los
buscadores de rubíes, los insurgentes shan y los contrabandistas. La
oficialidad no está dispuesta a que seamos testigos (o víctimas) de la
actividad que allí se desarrolla.
Todo está
controlado y regulado para los extranjeros pero la visita es un
descubrimiento único y ya se goza de una libertad de movimientos que
permite disfrutar este cautivador país.
La esencia de
Birmania es excepcional y el Telón de Bambú, tarde o temprano acabará
abriéndose por inflexible que sea ... y la próxima vez ... el tigre y la
ratita entrarán por tierra.
- P.D.:
Nuestro muy
especial agradecimiento a Taw Win Travel y a Catai Tours, sin cuya
profesionalidad y desvelos por un trabajo a contrarreloj no hubiese sido
posible incluir la entrañable Birmania en la Ruta de los Imperios.
Gracias por ese "empujón" logístico que recibimos en los
Montes Cámeron para descargarnos de las labores que no nos sentíamos con
fuerza de realizar para recorrer Birmania.