Un nuevo ave de metal nos lleva en su panza y deposita de nuevo en Yangon. Tenemos pendientes una cita ineludible. Una cita inolvidable. Una cita que los monzones frustraron cuando éramos unos recién llegados pero ahora es posible porque el sol es nuestro anfitrión y aliado.
La pagoda de Shwedagon no sólo nos deja boquiabiertos por su espigada torre de 98 metros de altura y 30 toneladas de oro, sino que de nuevo quedamos impresionados por su palpitante vida terrenal al sentir el fervor del pueblo birmano, que no ha abandonando ni un ápice sus creencias más íntimas. Como la Meca para los musulmanes, el Muro de las Lamentaciones para los judíos o el Vaticano para los católicos, el "Dagón de Oro" es el lugar más sagrado para los budistas birmanos que al menos una vez en su vida han de visitar.