-¡Sabaidi
Pimai!, ¡Sabaidi Pimai! -seguimos oyendo a nuestro alrededor. El agua
ya no nos cae a nosotros sino a una pick up que viene detrás, sus
pasajeros -que viajan al descubierto en el compartimento de carga- se
protegen del chaparrón como pueden. Se ríen por no llorar porque cuando
se asoman de nuevo parecen recién rescatados de un naufragio.
Más y más agua,
esta vez vuela y cae sobre los propios asaltantes que han decidido duchar
a sus compañeros. Hay tal confusión y correteos alrededor de nuestra
montura que no nos atrevemos a movernos hasta que se les acaben los cubos
almacenados. Ventanas subidas, el aire acondicionado encendido y los
seguros echados ... no corremos ningún riesgo.
De repente, un
segundo de silencio. ¡Se ha acabado el agua! El griterío se reinicia
cuando recogen los cubos vacíos y todos corren a la vez para llenarlos
una vez más en un grifo de riego. Es el momento de avanzar de nuevo y
superar el área de "inundaciones".
Es el Pimai, el Año
Nuevo budista, la fiesta del agua, la celebración más importante de
Laos. Diversión y religión se entremezclan en estas fechas. No ha
llegado todavía el día señalado pero algunos grupos de jóvenes han
decidido adelantar la guerra de agua para que los paseantes sepan lo que
les espera en unos días, cuando la "guerra" y los "baños"
sean a gran escala. El Año Nuevo señala, al mismo tiempo, el inicio de
la estación de las lluvias y la tradición marca que sea con agua como se
celebre la llegada de las esperadas pero también temidas lluvias.
No obstante, la
entrada a la ciudad no empieza con buen pie. La electricidad acaba de irse
y si en circunstancias normales es un problema menor que se solventa en
pocas horas ...no ocurre así. El primer día todo está paralizado por
la sorpresa de un apagón tan largo: los bancos, las oficinas del
gobierno, la informática, faxes, muchas centralitas de teléfonos,
surtidores de gasolina, .... Luang Prabang está adormecida, ni un
ventilador funciona y no es fácil llevar un día normal cuando la
temperatura diurna supera los 40ºC. La población prefiere no moverse
demasiado para no pasarse todo el día sudando. Todas las neveras y
congeladores se han parado, en seis horas ya no hay una bebida fría en
toda la ciudad y los productos perecederos comienzan a correr un serio
riesgo.
La noche es muy incómoda,
toda la ciudad duerme con todas las ventanas abiertas para captar las
brisas nocturnas pero la temperatura no baja de los 30ºC. Muchos
abastecimientos de agua funcionan con motores eléctricos así que no
llega agua a los grifos, ni a los retretes (un cubo al lado sustituye a la
cisterna) y la ducha es a base de calderos y un cazo para echársela por
encima. Así están casi todos los hogares, pensiones y hoteles de lujo.
Tras el ocaso, las velas brotan como champiñones tras la tormenta; pequeñas
y tenues estrellitas brillan por doquier, la brisa hace que en todos los
muros las frágiles sombras bailen una frenética danza. Ni nos hemos
secado tras la ducha, nos extendemos boca arriba en la cama y de un
soplido hacemos desaparecer a los locos danzantes de la pared que ya
empiezan a marearnos.
El segundo día
amanece igual y los productos guardados en neveras y congeladores
comienzan a estropearse. Se acerca el Pimai y las neveras están llenas ...es triste ver en un país tan pobre como tienen que tirar tantos
productos cárnicos y pescado. El gobierno de la ciudad anuncia que la
electricidad volverá al mediodía, luego que por la tarde y finaliza con
un comunicado que afirma que todo volverá a la normalidad durante la
noche.
El tercer día
amanece también sin electricidad, la noche ha sido terrible, no hubo
brisa y la temperatura subió. El Pimai está aquí mismo y todos están
preocupados por las consecuencias si no regresa la electricidad, Luang
Prabang el lugar más emblemático para celebrar el Pimai y su población
se duplica en estas fechas.
A las seis de la
tarde del tercer día ...regresa la electricidad, es la gran fiesta, un día
de júbilo. La explicación oficial es que un árbol cayó sobre la línea
de alta tensión de la ciudad en un lugar remoto de la montaña y no se
pudo solventar la avería antes. ¿Verdad o mentira? Nada es seguro en países
así, las versiones oficiales sin testigos son como un cuento para la
población y aparecen los rumores: que si la guerrilla anticomunista hmong
ha provocado una voladura para encararse con el gobierno, que si los
vietnamitas provocan incidentes para ampliar su área de influencia dando
ayuda a los países con problemas internos, ...¿Quién sabe lo que
ocurrió realmente? Quizás sea un simple y desafortunado accidente o quizás
un sabotaje pero la realidad es que cuesta creerse que un árbol deje sin
electricidad, durante casi tres días, a la segunda ciudad más importante
de Laos ... justo en vísperas de Pimai.
El caso es que ya
tenemos luz, todo vuelve a la normalidad y el Año Nuevo va a entrar a lo
grande. El río Mekong está repartiendo agua durante este Pimai a diestro
y siniestro. Pasearse por las calles de Luang Prabang siempre tiene el
riesgo de recibir el agua a cubos (que a veces te viene desde una pick-up
en marcha), de una manguera, o de pistolas o cañones de juguete que no
paran de lanzar regueros de agua. Con el calor que hace la verdad es que a
veces no viene nada mal recibir algo de frescor pero después de varios días
resulta un poco incomodo escurrirse la ropa a cada metro que avanzas, ya
vamos en coche hasta para recorrer 50 metros y no salir hasta ver claro el
panorama. De todas formas hemos de decir que, haciendo gala de ese carácter
laosiano tan amable y tranquilo, son bastantes respetuosos cuando ven que
llevas libros, papeles, una cámara de fotos o el vídeo. No obstante casi
siempre llevamos protegido el equipo, hay mucho borracho (se bebe mucho
durante el Pimai) y esos no ven muy claro ni oyen lo que se les dice. La
variante más molesta y novedosa es cuando utilizan harina u hollín e
intentan embadurnarte, unido al agua que se lleva encima crea una pasta
asquerosa, pero de esta plaga salimos triunfantes.
Y tras varios días
de bochorno que casi no se podía ni respirar, el mismo día del Pimai
-como cumpliendo el estricto calendario que señala ese día como el
inicio de la estación de las lluvias-, el cielo rompió a llover con una
espectacular tormenta y limpió el aire abotargado. La temperatura bajó
unos 7ºC, algo providencial porque a partir del día de Año Nuevo hasta
la pensión más modesta está llena y reservada desde hace tiempo (al
doble o triple del precio habitual). Esta bajada de temperatura nos
permitió disfrutar de unas estupendas acampadas a las afueras de la
ciudad, en el tranquilo y solitario monasterio budista Santi Chedi.
LA SAVIA DE LAOS
La quilla de
nuestra canoa acaricia con parsimonia el cuerpo de la Emperatriz de las
Aguas del Sudeste Asiático en nuestra segunda singladura por ella. Un
placer volver a sentirse mecido por "Lancang Jiang", oír los
susurros de "Mae Nam Khong", volver a palpar a "Tonle Thom",
experimentar la seducción de "Cuu Long", adentrarse una vez más
en los dominios de la Reina Mekong. El gran río es la arteria principal
que hace fluir la sangre que vivifica al país, la savia que le da la
vida, uno de los embrujos de Laos. No sólo genera -y extingue- la vida,
es también una ruta caravanera acuática que desde tiempos inmemoriales
-venciendo al siglo XXI y desafiando durante milenios a la obra del hombre
en su conquista de la tierra y del aire- sigue siendo una de las
principales vías de transporte y comercio del Sudeste Asiático. Son
momentos mágicos en una gran piragua, instantes compartidos que los hacen
más intensos.
Ayer mismo Nacho
llegó a Luang Prabang, le encontramos más pletórico que en Vientiane,
¡y con motivo! Nos presenta a Teresa, su novia, la soledad de su viaje ha
quedado rota durante dos semanas. Recién llegada de España se ha unido a
su recorrido por Laos durante sus cortas vacaciones. "Está donde
tiene que estar", nos dice un Nacho bromista y alegre. Una terraza de
Luang Prabang fue la escena del reencuentro con Nacho y el placer de
conocer a Teresa, un brindis con grandes vasos de batidos de frutas
tropicales que se note que estamos en Laos- sella el evento. Es una de
esas veces que uno siente que no es una coincidencia en ruta, que no se
trata de una anécdota, que algo ha nacido en ese bucle que el azar creó
en una calle de Vientiane. El tiempo, verdadero juez implacable que dicta
las sentencias sobre los presentimientos ...emitirá su veredicto sobre
este cruce de destinos dentro de unos años.
-Hemos
alquilado una canoa para mañana, ¿queréis que hagamos el recorrido
juntos? nos dijo Teresa. Ellos tienen más prisa que nosotros y lo
que nosotros hemos ido demorando día a día, ellos lo han hecho nada
más llegar.
Aquí estamos los
cuatro navegando por el Mekong. Sus aguas discurren tranquilas pero pronto
verán como su cauce aumenta a medida que parte del hielo de los glaciares
tibetanos se derrita a la par que los seis cielos que lo cubren arrojan
toda su furia contenida durante los meses secos. Los islotes y rocas que
ahora vemos asomarse ufanos mientras las turbias aguas los asedian,
quedaran sepultados bajos las riadas impetuosas del deshielo y las
tormentas en violenta complicidad. Las raíces de los árboles que asoman
en las orillas, se estiran para alcanzar las aguas, se retuercen sobre si
mismas esperando la savia que a sus pies ahora transcurre y que pronto
volverán a estimularlas y cubrirlas por completo. Unas chimeneas de
cemento marcan la altura de las aguas, son los indicadores de alarma que
avisan a la población cuando el nivel alcanza cotas peligrosas. El Mekong
entonces podría comenzar a causar la cadena de desastres que suele
ocasionar cuando pierde el control de su fuerza y pasión. Pero ahora
nuestro piloto, Bounthieg, se mantiene tranquilo dirigiendo el pequeño
timón de la barcaza en la que nos desplazamos, el Mekong se muestra
sosegado. Tan solo se manifiesta cuando nos movemos de un lado a otro
cambiando el peso que desestabiliza esta estrecha e inestable góndola.
Pero somos obedientes, captamos su mensaje de sacudidas y nos volvemos a
recolocar.
Llegamos a la gruta
de Pak Ou después de dos horas remontando la Emperatriz de todas las
aguas. En la gruta, los fieles han depositado a lo largo de los años
figuras de Buda en diversas posiciones y diferentes tamaños. La cera de
las velas apagadas por la brisa que recorre la cueva se ha solidificado.
Volvemos al embarcadero donde nos espera Bounthieg, nos lleva a un pequeño
poblado hmong donde las redes de pesca se secan colgadas de los balcones
de la casas de madera. Pero lo que caracteriza a estos poblados son las
centenares de tinajas de barro que aparecen alineadas por doquier.
Un niño en rabieta
colérica imparable lucha ferozmente contra el agua de la palangana donde
se le ha introducido para lavarle. Desde su olla de plástico, alineada
con las tinajas, está bañando a su sonriente y combativa madre a base de
tirarle agua a manotazos mientras su rabieta de alaridos inunda medio
poblado. Otras mujeres de la misma familia trabajan impávidas en una
especie de alambique de arcilla en ebullición, destilando de una forma
artesanal lo que rellenará cada una de las ánforas vacías que nos
rodean. Es el famoso lao-lao, el alcohol de arroz que tan profusamente
consumen los laosianos y del que tan orgullosos se sienten.
Nos lo dan a probar
pero no es el momento, tenemos el estómago vacío, no hemos probado
bocado desde el desayuno a las 7 de la mañana y nos da miedo el efecto
que pueda provocar en nuestras huecas tripas esa curiosidad etílica de
gradación indeterminada. Nos lo anotamos mentalmente como algo pendiente
antes de partir de Laos: "probar el lao-lao sin falta". Ahora
mismo estamos más pendientes del pobre barquero que se tiene que haber
quedado sin paciencia de tanto esperarnos con su canoa amarrada a la raíz
desnuda del árbol ciclópeo que nos sirve de guía. Es hora de regresar,
es la última tarde de Nacho y Teresa en Luang Prabang y tienen todavía
pendientes algunas visitas. Esa misma noche nos despedimos de ellos y les
deseamos lo mejor en su recorrido por las montañas del norte.
BAJO EL MANTO DE
BUDA
Llamar
"ciudad" a Luang Prabang es un amable cumplido para la segunda
urbe más importante de Laos. Abrazada mimosamente por el río Mekong y su
afluente Nam Khan, Luang Prabang es más bien un pueblo por sus
dimensiones, su escasa población (18.000 habitantes) y la tranquila y
reposada vida que transcurre por ella. Sin haber entrado todavía en los
tiempos modernos (a excepción de vehículos y tendido eléctrico) es
mucho más atractiva y romántica que Vientiane. El Nam Khan parece casi
un hijo de la unión marital de la villa con el Mekong porque el triángulo
que forman respira armonía y buen entendimiento, teniendo uno lo que le
falta al otro forman una entrañable familia. Los edificios coloniales
donde se mezcla rasgos franceses con la tradición lao consigue imprimir
un carácter muy personal a sus calles. Pero los templos son de nuevo sus
protagonistas.
Entramos al vat
templo budista- de Mai Suvannaphumaham, sus enormes columnas negras con
filigrana dorada parecen transformarse en los barrotes de una jaula que
nos atrapan sin posibilidad de escapatoria. Pero no hay cancela que
retenga nuestros cuerpos, es el espíritu el que se siente capturado por
el lugar, por las leyendas, por los seres fantásticos, por los santos y
los demonios. El muro áureo de la fachada principal nos atrae como la luz
magnetiza a un polilla en la noche, no siento ni el avanzar de las
piernas, casi entro en el mural. Cada centímetro es una sueño, cada sueño
una obra de arte, cada visión un mundo. Todo Laos está reflejado en los
relieves de esta resplandeciente fachada: la fauna, la naturaleza, la vida
rural y la vida espiritual laosiana han quedado congeladas y bañadas en
oro.
Un monje envuelto
en su ondulante y anaranjada túnica se asoma a la puerta del santuario,
se descalza y entra. Reproducimos el ritual de la flotante llama azafrán
en peregrinación y seguimos sus pasos entre las tinieblas del interior.
Un gran Buda dorado irradia reflejos por toda la celda, muchos otros Budas
menores nos miran desde su base, el incienso rasga la negrura con esas
serpientes de corta vida que nacen de la luminaria de su extremo y que
tras una breve danza flotante se diluyen en la nada.
Entre las tinieblas
de la empalizada interior un desfile de custodios con cetros, bajo un
firmamento de miles de Budas dorados incrustados en la pared, darán
fuerza a los fieles para que sus bondadosos actos y vida piadosa rompa el
ciclo de reencarnaciones para acceder al Nirvana. El halo santo y la
belleza que le imprimieron los arquitectos y artistas que lo erigieron y
decoraron a principios del siglo XIX le salvó de la destrucción cuando
las banderas negras de los Ho de China apagaron el sol arrasando la ciudad
en 1.887. Tan solo otro templo más se salvó de esos vientos de guerra
invasores: el Vat Xieng Thong. Su recuerdo y su historia nos extraen del
nimbo donde nos hallamos, es hora de acudir a otras llamadas.
Con acceso directo
al Mekong a través de una espectacular escalinata, el vat Xieng Thong es
el más hermoso de todos los vats. Alzado en 1.560 por el rey
Saisetthathirat con categoría de "Monasterio de la Ciudad
Real", desde entonces y hasta el fin de la monarquía en 1.975-
todos los reyes de Laos han orado bajo sus seis tejados en cascada. Muchas
son las capillas que completan el complejo monástico con Budas históricos
y todas sus paredes se hallan decoradas con las gestas del legendario rey
Chanthaphanit, las epopeyas de héroes de leyendas laosianas como Siaw
Sawat, una espectacular representación del árbol de la vida budista o
escenas del Ramayana con algunos toques de erotismo. Allí están también
las historias cotidianas del pueblo, relatos de la realeza,
representaciones de la fe budista, alusiones a mitos de fuerte arraigue en
la tradición popular, ...Todo está en el recinto, la mayor parte
majestuosamente reflejado mediante mosaicos de cristales de colores y
piezas de espejos damasquinados en los muros endrinos, púrpuras o fucsias
de los diversos santuarios. Un arco iris de colores refulgentes se
incendia de brillos cegadores cuando el sol incide sobre los bellos
mosaicos.
El espíritu
budista continúa extendiéndose como un reguero de pólvora invisible por
los otros muchos santuarios que contagian su devoción por las calles de
la ciudad. El Vat Visunalat ostenta la categoría de ser el más anciano
del lugar cuando allá por el s.XVI levantaron sus primeros cimientos en
madera. Lamentablemente el fuego no le perdonó a pesar de su condición
sacra y el estuco y el ladrillo configuraron su posterior aspecto, más a
salvo del fuego destructor. Uno tras otro, los vat nos van cautivando,
todos tan parecidos y todos tan distintos, cada uno de ellos ha puesto su
granito de arena para que la UNESCO decidiese declarar a la villa
Patrimonio de la Humanidad.
El Phu Si desde su
alta colina nos embelesa con sus vistas de la ciudad y su entorno. El Vat
Manolom con su imponente Buda de bronce de 6 metros de alto y de dos
toneladas de peso, convertido en un poderoso talismán al que todos acuden
a venerar con candorosa bondad. El Vat That Luang con las leyendas de sus
orígenes, que afirman haber sido fundado por misioneros ashokas venidos
de la India en el siglo III. Seguramente una alegoría a la expansión
peregrina del budismo ...pero suficiente para que el monarca Sisavang
Vong lo eligiese como su última morada, sus regias cenizas son inquilinas
de excepción del relicario principal. Y en cada nuevo tramo de calle
descubrimos un nuevo templo con sus estupas apuntando al cielo, sus
imponentes Budas dorados, las túnicas azafrán deambulando por doquier,
muchas cabezas afeitadas sonriendo, tambores alojados en torretas
aporreados sin fingida timidez por los monjes cada nuevo día para
convocar a la oración,
Su Palacio Real es
un hermoso museo, sus estanterías y vitrinas exponen tesoros y piezas de
arte de impresionante hermosura e incalculable valor. Sus salones y
habitaciones dan una idea exacta de la vida de los reyes de otros tiempos.
Pero a Marián la pararon en seco en el momento de entrar.
-¡No puede
entrar así! -le dice el portero.
-¿No se puede entrar con los calcetines puestos? -le pregunta Marián
creyendo que la impedimenta es que hay que ir totalmente descalzos. En
todos los templos como en las propias casas de casi todo el Sudeste
Asiático es norma entrar descalzos ...pero los calcetines son
considerados como estar descalzo, nunca hay ningún problema y da algo
de más de "seguridad".
-No, con los calcetines no hay problema. Son sus brazos, tiene que
cubrírselos.
-¿Los brazos? ...¿Hay que cubrirse los brazos?
-Sí, tiene que alquilar una camisa en taquilla.
-¿No se puede entrar al palacio con los brazos descubiertos? ¿Cómo
es eso? -La sorpresa de Marián es evidente.
-Es por respeto al lugar -le dice el portero, mientras le señala la
taquilla y hace ademanes de que deje libre el paso.
Nos dirigimos a la
taquilla y alquilamos la camisa para finalmente acceder al palacio. Es un
situación realmente incoherente, en los lugares religiosos hasta el más
santo- no hay problema con las mangas sisa e incluso con los pantalones
cortos o faldas, siempre que la vestimenta sea correcta y digna para el
lugar. Nos ha impactado que un edificio civil, un palacio real convertido
en museo ...se exija "por respeto" ir totalmente cubiertos. Máxime
cuando el gobierno que cobra las entradas y marca las normas es el mismo
que a finales de los setenta decidió recluir en las cuevas de los
alrededores de Luang Prabang a los antiguos inquilinos de ese lugar la
familia real- para que muriesen en esas siniestras cavidades de las montañas
...como así ocurrió. Tan contradictorio como que muchos líderes
comunistas del gobierno, declaradamente ateo, encabecen numerosas
procesiones budistas de Laos. Tan curioso cómo que no se fíen de sus
compañeros de partido que gobiernan los países vecinos porque les ven
imperialistas (a China y Vietnam sobretodo). Prefieren la ayuda de las
organizaciones internacionales de occidente, que aunque evidentemente-
tienen claros intereses políticos y económicos con esa "ayuda"
...por lo menos saben que no peligra su integridad territorial. Una
tranquilidad para un país sin recursos, sin casi economía, con un ejército
simbólico y con menos de cinco millones de habitantes, todos pacíficos,
tranquilos y sin ganas de que nadie les complique la vida.
EL LLANTO DEL
TIGRE
Los muros que
hablan de Laos con su rica iconografía también reflejan las figuras de
los animales que la habitan ...o han habitado el territorio. Siempre hay
elefantes, incluso el escudo real en un elefante de tres cabezas. Laos era
denominado el "País del Millón de Elefantes". Su imagen está
por todos sitios en madera, en papel, en tela, en dibujos, en postales, en
templos, palacios, casas, dinteles, pero ...¿dónde está ese millón de
elefantes? Todavía no hemos podido ver ni uno.
Laos es el cuarto
país después de Birmania, Tailandia y la India en número de elefantes
domesticados. Se calcula que hay entre 1.100 y 1.350 cautivos o
domesticados que se dedican a la agricultura o a cortar árboles y entre
200 y 500 salvajes, es decir, apenas llegan a 2.000 elefantes, cifras
irrisorias para ese millón de antaño. Su ubicación los sitúa en zonas
muy al norte del país. ¿Nos iremos del País del Millón de Elefantes
sin ver uno solo?
Existen otros
muchos animales salvajes que pueblan la geografía laosiana y un buen número
de ellos se encuentran en vías de extinción. Entre todos ellos destaca
el tigre, el gran perseguido. El desconsuelo de esa lenta desaparición es
algo muy vivo en Luang Prabang, allí está Phet y todos conocen la
historia de esa tigresa tan especial que sufrió el arañazo cruel de la
caza furtiva.
Recién nacida y
cuando se suponía que su futuro iba a ser juguetear con sus dos hermanos
de camada hasta que fuese capaz de independizarse ...su destino quedó
cruelmente alterado cuando su madre fue asesinaba por unos cazadores
furtivos. La ley de la jungla no hace excepciones y su irremediable final
era también la muerte tras una lenta agonía de hambre, tristeza y
desesperación.
Unos agricultores
los encontraron siguiendo el sonido del llanto de los tres cachorros
desamparados. Los entregó a la ciudad pero los dos cachorros machos no
consiguieron sobrevivir. Phet como fue bautizada- ya huérfana de madre
y hermanos, y tan fuerte como seguramente se mantuvo su madre hasta el último
momento, consiguió alcanzar el tremendo tamaño que luce hoy tras llegar
a Luang Prabang ese trágico septiembre de 1.999. El pobre animal, debido
a la ausencia de su madre y la vida en cautividad no ha podido aprender a
cazar y a protegerse por sí misma. Nadie aportaba fondos para su
supervivencia y una sociedad francesa de ayuda a la agricultura se hizo
cargo de los gastos, la alimentó y la cuidó. Si bien disfrutó de juegos
y mimos cuando era pequeña ...cuando creció tuvo que ser recluida en
una jaula levantada en los jardines. Su hogar se convirtió en una minúscula
cárcel y ahora se está haciendo lo imposible por conseguirle un lugar más
digno. Pero desgraciadamente recibe muchos apoyos y solidaridad pero muy
poco dinero, sin contar las muchas trabas administrativas de un gobierno
burocrático en exceso.
Allí estaba Phet,
con sus movimientos de cachorro grande, con un poder sobre la vida y la
muerte de los otros seres que ni ella misma conoce, sin apenas espacio
para moverse, una historia triste, una víctima más del hombre con sus
ambiciones, avaricias, sed de posesión de piezas únicas, obsesiones por
el vigor sexual,
TEMPLOS DE ARENA
El Pimai sigue
inexorable, sus actos y celebraciones se reparten a lo largo de una
semana. Esta tarde las protagonistas son las arenas del Mekong que nos
esperan en la otra orilla. Pero antes de llegar al embarcadero ...una
nueva prueba de "agua" (escena que se repetirá al desembarcar).
La calle hacia la escollera está tomada por las "fuerzas
arrojadoras" de agua y harina. Cubos y mangueras disparan sin cesar a
todo viandante que se atreva a pasar ante ellos. Con el equipo en bolsas
impermeables y a base de carrerones y altos en zonas fuera de tiro,
logramos llegar al minúsculo muelle. Cruzamos el dilatado Mekong en una
de las infinitas canoas que harán centenares de viajes en el día de hoy.
Los brillos de las aguas se ven cortados por las agujas negras que
deambulan frenéticamente de una orilla a la otra. Miles de personas se
desplazan a las arenas del margen sur, unas como espectadoras y las demás
ansiosas y excitadas por emprender la labor de la construcción de estupas
de arena.
Las estupas de
arena brotan sin cesar y florecen con estandartes, banderolas, dibujos de
Buda, representaciones del horóscopo asiático, pináculos, ...No hay
concurso, no hay ganadores, tan solo la sana intención de pasar un día
de fiesta y llenar el Mekong de estupas que, como ingenuas mariposas,
desaparecerán en un día o dos.
Y también está el
concurso de Miss Pimai, bellezas de toda la zona norte competirán a lo
largo de tres días, la ganadora será la Reina del Pimai, el rostro del Año
Nuevo y también candidata a Miss Laos para el concurso internacional de
Miss Universo. Durante tres días desfilan todas esas bellezas, con ese
pelo azabache que brilla de puro oscuro, con esa piel de porcelana
ligeramente tostada -que tratan injustamente de disimular con polvos que
le aclararen la piel- y esos rasgos suavemente achinados. Las misses de
cada distrito lucen los trajes típicos de la zona o etnia local a la que
pertenecen y de esta forma podemos tomar un primer contacto con algunas de
las tribus de la montaña.
Ya hay una
ganadora, las procesiones vuelven a invadir las calles con mujeres, niños,
ancianos, hombres y agua, mucha agua, demasiada agua. Se inicia el desfile
de Miss Pimai, si en otros tiempos se hacía en elefantes ...ahora se
hace con camiones hermosamente ataviados como carrozas ...pero camiones
al fin y al cabo. Qué pena que hayan desaparecido los elefantes hasta en
esta celebración. En la más espectacular carroza, dos serpientes nagas
arropan un gigantesco búfalo remarcablemente logrado y construido con
madera, papel maché y pintura. Sobre él ...Miss Pimai enarbolando un laúd
y una espada, la poesía y la fuerza. Abriéndola paso, un enorme cortejo
de lo más ecléctico, desde damas de honor, niñas y chicas ataviadas con
el traje de gala laosiano hasta las autoridades locales. Monjes y novicios
escoltan a su vez las carrozas de los venerables padres budistas más
ilustres de los diferentes templos de la ciudad. Los genios de la
naturaleza no pueden faltar. Con sus peludos cuerpos y sus rostros
encendidos en sangre avanzaban los cabezudos por las calles seguidos del
pueblo que baila y canta desenfrenado. El sol se luce a propósito y también
quiere pasearse con toda su fuerza entre los cuerpos de los participantes
de la gran procesión. Nos intenta deshidratar.
BIENVENIDOS AL AÑO
2.544
Otra nueva mañana
de fiesta y un mercado ocupa la avenida principal durante horas mientras
el tráfico es cortado. Los centenares de tenderetes tienen de todo:
parejas de pajaritos en pequeñas jaulas para liberarlos junto al río
Mekong, telas, cerámica, tómbolas, tiro al blanco, puestos ambulantes de
comida, dulces, refrescos...la ciudad entera y los habitantes procedentes
de todo el país se han echado a las calles esa radiante mañana de
domingo. Una marea humana que apenas deja paso para caminar. Y todos con
una enorme sonrisa dibujada en sus rostros. Mañana es el gran día, mañana
entramos en el año 2.544 y cientos de pájaros han quedado libres para
hablar con las almas.
Ya estamos en un
nuevo año budista y todos desean lo mejor para sus vidas. De nuevo una de
esas sorprendentes escenas de Laos, todos buscan cerrar el ciclo de las
reencarnaciones y llegar a Buda pero el animismo no ha desaparecido. Uno
de los ritos animistas de Laos es el "Basi" ...y hoy es día más
importante para celebrarlo, cuando comienza el nuevo año. Cada hogar
tendrá su Basi. El ritual intentará reunir las 32 almas o genios que
poseemos todos y cada uno de nosotros para conseguir que la salud y la
fortuna nos acompañe todo el año, es una ceremonia de protección y
bienvenida. Sentados en el suelo nos reunimos un nutrido grupo. En el
centro un pequeño altar en forma de jarrón -el "phakhuan"- está
lleno de flores, hojas de banano dobladas y ramas de las que cuelgan
cordones blancos. A los pies del phakhuan las ofrendas para los espíritus
presentes: bananas, dulces de muchos tipos, arroz, algas fritas del Mekong,
dinero y ...lao-lao, ¡el alcohol de arroz que no probamos en el pueblo
de pescadores! Ahora tendremos ocasión de catarlo ...sin el impedimento
de tener el estómago vacío, casi todas las cosas tienen buena pinta.
Preside el ritual
un "maw phawn", casi siempre un anciano que en algún momento de
su vida fue monje (¿quizás para conciliar animismo y budismo?). Comienza
dando la bienvenida al grupo y acto seguido comienza a recitar un cántico
en lao repartiendo bendiciones sobre los participantes que con las manos
en actitud de oración, palmas unidas, seguimos atentos sus indicaciones.
Mientras continúa la salmodia debemos tocar la base del altar, aquellos
que no llegan tocan el brazo de su compañero más cercano hasta que se
forma una cadena humana unida al altar de las ofrendas. Una vez que el
"maw phawn" termina las invocaciones tomamos los cordones
blancos del altar. Y comienza la labor de atarlos en las muñecas de los
compañeros de ceremonia. Mientras me coloca cada uno de ellos un cordón
en cada muñeca me desean en laosiano todo tipo de suerte, felicidad y
fortuna en la vida y en nuestra aventura. Cuando llevo unos catorce o
quince cordones anudados al brazo me dirijo a Marián y ella a mí y nos
colocamos los respectivos cordones. Los dos sabemos muy bien cual es
nuestro deseo más íntimo, sobran las palabras.
Tras la imposición
de cordones el sacerdote nos bendice con agua y comenzamos a distribuir
las ofrendas comestibles para saborearlas en honor de las almas ya
reagrupadas en cada uno de nosotros. Pero lo primero que circuló ...resultó ser el lao-lao, ¡y por el lado de Marián! Al final tomó el lao-lao
más en ayunas que cuando no nos atrevimos a probarlo. Desde la cena del día
anterior no habíamos probado bocado y ya eran las nueve de la mañana. Su
rostro dejó más que patente que la gradación era importante y que le
había sentado como un tiro así que aproveché los platos de comida que
ya circulaban para engullir algo antes que la botella llegase hasta mi. Se
ofrece en un vasito pequeño y hay que tragarlo de golpe. Normalmente,
tras la ingestión del alcohol te dan un vasito de agua pero esta vez tuvo
que esperar a que terminase la ronda. Marián sofocó esa flecha de fuego
que sintió desde la lengua hasta el estómago sirviéndose de la bandeja
que contenía algas del Mekong. Tras la comida llega el momento de bailar
y las mujeres laosianas ni cortas ni perezosas nos sacan a hombres y
mujeres para danzar al compás de los músicos. Unos músicos que con sus
instrumentos tradicionales amenizan la velada. Y las risas y cánticos de
corte amoroso no paran de brotar, entre trago y trago de "lao-lao",
hasta muchas horas después.
Risas, alcohol,
fiestas, bailes con representaciones del Ramayana y más procesiones
santas, la más importante durante el segundo día del nuevo año. Ese día,
los monjes sacan a hombros el pequeño Buda de Oro custodiado en el
Palacio Real y se le entroniza en el templo Mai. Es la única ocasión que
se muestra en público. Rezos de los monjes, plegarias de los peregrinos,
intensas fumarolas de incienso y velas, bendiciones, cánticos y
finalmente un desfile interminable de fieles que bañan con agua al Buda
de Oro para que les dé protección y un buen año de lluvias. Mañana el
Buda regresa al Palacio Real y el Pimai habrá terminado.
EL TRIANGULO DORADO
Todavía con el
sabor fogoso del espíritu del Pimai partimos hacia las montañas. Los
poblados que nos encontramos por el camino nos demuestra que si algunos
grupos de jóvenes lo empezaron antes ...muchos otros lo alargan fuera de
sus fechas y siguen celebrándolo durante el resto de la semana. Muchas
resacas que culminan con el chapuzón de todo el pueblo en los ríos
colindantes, agarrados a descomunales cámaras de neumáticos que hacen la
función de flotadores.
Nos vamos acercando
al Triángulo Dorado. Tailandia, Birmania y Laos son las partes que
componen este triángulo donde el cultivo del opio, desde épocas
ancestrales, trae de cabeza ("oficialmente") a las autoridades
de los tres países.
De hecho, no nos
preocupa la inseguridad de la zona porque "no suele" haber
riesgo para los extranjeros. Tan solo hay que cumplir las sencillas
premisas de no meterse en las parcelas de jungla de cada Señor de la
Droga y desde luego, nada de involucrarse en el tráfico de droga. Son
historias que siempre acaban mal, o como víctima de los propios
narcotraficantes o escuchando una sentencia de muerte dictada por un juez
del Tribunal Supremo de Tailandia. El nubarrón que realmente planea sobre
nuestras cabezas es el frente de guerra que se acaba de abrir entre
Birmania y Tailandia en los alrededores de Mai Sai, a escasos kilómetros
del paso fronterizo de Huay Xai ...por el que debemos penetrar en
Tailandia.
El inicio del
conflicto fue debido a tropas birmanas que se adentraron en territorio tai
en una supuesta persecución de la guerrilla Shan y ocuparon una pequeña
parcela de territorio tailandés. La respuesta de Tailandia fue fulgurante
e inmediata, el ejército expulsó a las tropas birmanas por las armas y
se inició un cruce de acusaciones sobre apoyo a la guerrilla, planes de
lucha anti-droga, complicidades con los narcos, poniendo en tela de juicio
la soberanía de ese pueblo ocupado, acusándose ambos gobiernos de
intereses ocultos, ...El resultado fue que Birmania respondió
militarmente a esa expulsión de sus soldados y los tiroteos y bombardeos
con fuego de mortero y artillería se iniciaron entre los dos países.
Todas las fronteras de la zona se cerraron pero afortunadamente el paso
lao-tailandes de Huay Xai se reabrió al poco, venciendo a todas las
previsiones que le condenaban a ser cerrado mientras durase el conflicto
debido a la cercanía de la zona de guerra. Si se volviese a cerrar nos
obligaría a una tremenda marcha atrás puesto que habría que regresar a
Vientiane. Confiemos que el frente siga estable para cuando lleguemos.
Desde Luang Prabang
nos dirigimos a la zona tribal de Muang Sing. Durante los días que vamos
surcando las montañas del norte gozamos de espectaculares paisajes de
montañas con exuberante vegetación, ríos que resplandecen bajo el sol
mientras sesgan la tierra y cuevas que son las cuencas vacías de los
inexistentes ojos de los cerros calcáreos. La pista no permite mucha
velocidad así que el paisaje se disfruta tranquila y pausadamente. Los
pueblos que van surgiendo son casi idénticos, toda la arquitectura es de
madera, bambú y hojas de palma. La mayoría de las cabañas se levantan
sobre pilotes con la doble intención de tener una planta baja al aire
libre que les sirve de establo a la par que en caso de riada ...las aguas
no se lleven la choza por delante. Las escuelas están siempre a las
afueras del pueblo y las clases básicas duran nada más hasta las diez u
once de la mañana, el campo y el cuidado del ganado necesitará el resto
de la jornada de los niños.
Pero ni en las
montañas conseguimos librarnos del calor, ni siquiera en Muang Sing,
donde confiábamos encontrar una guest house y dormir bajo las aspas de un
ventilador en movimiento perpetuo. Nuestro gozo en un pozo, no hay
ventiladores porque ...tan solo hay electricidad de seis y media a nueve
y media de la tarde, tres horas al día, lo justo para superar el ocaso e
irse a dormir temprano. Aquí en vez del móvil enganchado al cinto todos
van con las linternas en bandolera. Ante ese panorama decidimos seguir
acampando los días que estemos por la zona.
EL ALMA DE LOS
ELEFANTES
El mercado de Muang
Sing ya delata la zona donde hemos penetrado y la proximidad de la
frontera con la China se deja sentir, apenas diez kilómetros nos separa
del extenso país. Casi la totalidad de los productos como tabaco,
radiocasettes, plásticos, navajas, de todo, ...provienen del gigante asiático.
Y también se pasea entre los tenderetes o tiene los suyos propios con
ropas y telas bordadas- el otro signo identificativo de este
emplazamiento: las etnias de las montañas. Nos codeábamos con los Akha
cubiertas de abalorios y monedas de plata; sonreíamos a las Thai Dam, con
sus ajustadas chaquetillas cortas azul eléctrico y el pelo bajo una
toquilla negra finamente bordada; hacíamos cola junto a las Mien, siempre
con un gran casquete negro tipo turbante con bordados y la gruesa estola
de lana roja rodeando el cuello.
Pero cuando te
mueves por estos territorios fronterizos el ambiente y el comportamiento
es idéntico al resto de Laos hasta el instante en que las minorías étnicas
comienzan a ofrecer el perseguido "veneno". Los pósters
advirtiendo sobre el consumo y compra de la droga principalmente el
opio- aparece en casi todos los establecimientos de las ciudades montañosas
como Udomxai, Luang Nam Tha y Muang Sing. Se ha convertido en un problema
muy preocupante, especialmente ante la facilidad con que adquiere adeptos
entre la juventud. Parece ser que el turismo de la droga viajeros que
tan solo venían a fumar opio todo el día- ha contribuido en parte a que
la juventud fumen por considerarlo "moderno".
Por cualquiera de
las pistas que salen de Muang Sing es fácil acabar en algún pueblecito
de las tribus hmong o de los akha (los más numerosos). Con el calor que
hace la vida transcurre sin sobresaltos. Las casas siguen siendo como
palafitos de secano a cuya sombra duermen todo tipo de animales de granja:
gallinas, pavos, cerdos y búfalos acompañados de perros y gatos que
evitan sofocarse al sol. Las mujeres, con los bebés a cuestas, se reúnen
en los porches del primer piso para charlar de sus cosas. Los hombres en
el poblado que visitamos en esos momentos se reunieron armados con
cuchillos, navajas y hachas para dirigirse al bosque cercano. Se disponían
a despedazar un cerdo. Los niños no paraban de traer cubos de agua de una
fuente que los noruegos le instalaron hace dos años y abastece de agua a
la aldea. Otros se consagraban a confeccionar amuletos protectores que
colgaban de los árboles. Otros se dedicaban a fumar opio en pipas.
Los hombres han
perdido la tradición y visten con camisetas rotas y pantalones raídos.
Es en las mujeres donde reside las distinción de la tribu a la que
pertenecen. Sus tocados lo dicen todo. La mayoría de las aldeas que
encontramos en el camino son akhas, todas van con unos casquetes de
colores adornados con enormes monedas de plata y van desnudas de cintura
para arriba en su vida dentro del poblado (se cubren para salir). Los niños
atados a sus espalda con gorritos de colores. Una mujer, prácticamente
desnuda, hilaba con una tejedora muy rústica el hilo blanco que luego será
teñido para elaborar sus ropajes.
Cuando se
acostumbran a nuestra presencia nos dejan deambular a nuestro aire y nos
permiten sentarnos con ellas en los porches para aliviarnos del calor. Lo
mejor es ir con tiempo para confraternizar amistosamente aunque la
conversación es sumamente limitada debido al idioma. Viven extremadamente
humilde pero la comida, el ganado y la ropa que ellos mismos confeccionan
no les falta. Desaconsejan dar camisetas o caramelos que pueden afectar su
modus vivendi y acaban convirtiéndoles en pedigüeños. Y eso fue lo que
nos encontramos en otros poblados, una nube de niños pidiendo caramelos y
dinero cuando nos asomamos por el pueblo. El tiempo que se les dedique es
fundamental para que aprecien la diferencia.
Deambulados
tranquilamente durante varios días por los caminos de las montañas hasta
que pusimos rumbo hacia un nuevo horizonte donde también se concentra
otra población tribal importante. Hacia ella encaminados nuestros pasos.
La pista de 200 kilómetros
que nos separa de Tailandia está enormemente deteriorada. Su tierra
rojiza tiene las marcas de las heridas que las esporádicas lluvias le han
ocasionado. El sol durante los meses secos se ha encargado de coagularlas
y ahora muestran su rostro rudo y salvaje. Las lluvias incipientes que
tuvimos en Vientiane y Luang Prabang nos alarmaron pensando en el momento
que nos tocaría recorrerlas pero solo las ha avisado sin dañarlas más aún.
De eso se encargarán los meses venideros y entonces se convertirán en un
terreno impracticable que quedará cerrado durante meses. El recorrido
comienza con un contraste impresionante de tierra encarnada y deslumbrante
selva esmeralda que se va suavizando a medida que nos acercamos a la zona
fronteriza. Tan solo esa sombra de inquietud por los enfrentamientos entre
los ejércitos birmano y tailandés a pocos kilómetros de donde nos
hallamos y que han cerrado esta frontera hace poco ...al igual que otras
zonas del norte de Tailandia. El paso Huay Xai se reabrió ...esperemos
que siga abierto.
Estamos a punto de
cruzar de nuevo el guardián de las fronteras laosianas, la reina de las
aguas, la fuente de la vida y ...la muerte, el Mekong. Ahora, como en
aquella tarde llena de inquietud y esperanza cuando por primera vez lo
cruzamos, me dirijo de nuevo a las aguas.
-Mañana
cruzaremos deprisa tus dominios. He venido a despedirme de "Lancang
Jiang", para desear lo mejor a "Mae Nam Khong", decir a
"Tonle Thom" que no la olvidaremos, sentir entre mis dedos a
"Cuu Long". Nos volveremos a encontrar dama de las "aguas
turbulentas", señora de la "grandes aguas", soberana
"madre de las aguas", majestad de los "nueve
dragones". Hasta pronto Reina Mekong.
-Adiós viajero, te he reconocido, recuerdo cuando conversamos aquella
tarde. Me alegro que te haya gustado mi obra pero siento mucho que la
tierra que trato de vivificar no te haya podido dar la oportunidad de
ver a los elefantes que durante tantos siglos han bebido de mí. Pero
recuerda, cuando veas brillar el sol del atardecer sobre mis aguas
piensa que los destellos que me arranca son las almas de aquellos
elefantes y sus compañeros de la selva que parten hacia el paraíso
donde ya nadie les podrá dañar. Feliz viaje, extranjero.
|
Ruta por
Laos. Detalle de la ruta en link.
Hemos llegado a Luang
Prabang en pleno Pimai, el Año Nuevo budista, la fiesta del agua, la
celebración más importante de Laos; diversión y religión se
entremezclan en estas fechas. No ha llegado todavía el día señalado
pero algunos grupos de jóvenes han decidido adelantar la guerra de agua
para que los paseantes sepan lo que les espera es unos días, cuando la
"guerra" y los "baños" sean a gran escala. El Año
Nuevo señala, al mismo tiempo, el inicio de la estación de las lluvias y
la tradición marca que sea con agua como se celebre la llegada de las
esperadas pero también temidas lluvias. Las fuentes públicas se llenan
de jóvenes que se tiran dentro vestidos para divertirse y mojar a todos
los transeúntes que se pongan a tiro..
Llamar
"ciudad" a Luang Prabang es un amable cumplido para la segunda
urbe más importante de Laos. Abrazada mimosamente por el río Mekong y su
afluente Nam Khan, Luang Prabang es más bien un pueblo por sus
dimensiones, su escasa población (18.000 habitantes) y la tranquila y
reposada vida que transcurre por ella. Los edificios coloniales donde se
mezcla rasgos franceses con la tradición lao consigue imprimir un carácter
muy personal a sus calles. Pero los templos son de nuevo sus protagonistas
y en cada ocasión nos reciben las nagas, esas terribles y amenazantes
serpientes de siete cabezas que se encargan de proteger al templo.
Entramos al vat -templo
budista- de Mai Suvannaphumaham, el muro áureo de la fachada principal
nos atrae como la luz magnetiza a un polilla en la noche. Cada centímetro
es una sueño, cada sueño una obra de arte, cada visión un mundo. Todo
Laos está reflejado en los relieves de esta resplandeciente fachada, la
fauna, la naturaleza, la vida rural y la vida espiritual laosiana han
quedado congeladas y bañadas en oro. (Más fotos en link)
Un monje envuelto en
su ondulante y anaranjada túnica se asoma a la puerta del vat Mai
Suvannaphumaham, se descalza y entra. Reproducimos el ritual de la
flotante llama azafrán en peregrinación y seguimos sus pasos entre las
tinieblas del interior. (Más fotos en link)
Con acceso directo al
Mekong a través de una espectacular escalinata, el vat Xieng Thong es el
más hermoso de todos los vats. Muchas son las capillas que completan el
complejo monástico con Budas históricos y todas sus paredes se hallan
decoradas con las gestas del legendario rey Chanthaphanit, las epopeyas de
héroes de leyendas laosianas como Siaw Sawat, una espectacular
representación del árbol de la vida budista o escenas del Ramayana con
algunos toques de erotismo. Allí están también las historias cotidianas
del pueblo, relatos de la realeza, representaciones de la fe budista,
alusiones a mitos de fuerte arraigue en la tradición popular,... Todo está
en el recinto, la mayor parte majestuosamente reflejado mediante mosaicos
de cristales de colores y piezas de espejos damasquinados en los muros
endrinos, púrpuras o fucsias de los diversos santuarios. Un arco iris de
colores refulgentes se incendia de brillos cegadores cuando el sol incide
sobre los bellos mosaicos. (Más fotos en link)
El espíritu budista
continúa extendiéndose como un reguero de pólvora invisible por los
otros muchos santuarios que contagian su devoción por las calles de la
ciudad. Uno tras otro, los vat nos van cautivando, todos tan parecidos y
todos tan distintos, cada uno de ellos ha puesto su granito de arena para
que la UNESCO decidiese declarar a la villa Patrimonio de la Humanidad. En
la foto el Vat del Palacio Real. (Más vats en link)
Y en cada nuevo tramo
de calle descubrimos un nuevo templo con sus estupas apuntando al cielo,
sus imponentes Budas dorados, las túnicas azafrán deambulando por
doquier, muchas cabezas afeitadas sonriendo y tambores alojados en
torretas (en la foto) aporreados sin fingida timidez por los monjes cada
nuevo día para convocar a la oración.
Admiramos de nuevo la
ruta caravanera acuática que desde tiempos inmemoriales es una de las
principales vías de transporte y comercio del Sudeste Asiático. Bajamos
al embarcadero, es hora de navegar. La quilla de nuestra canoa acaricia
con parsimonia el cuerpo de la Emperatriz de las Aguas del Sudeste Asiático
en nuestra segunda singladura por ella. Un placer volver a sentirse mecido
por "Lancang Jiang", oír los susurros de "Mae Nam Khong",
volver a palpar a "Tonle Thom", experimentar la seducción de
"Cuu Long", adentrarse una vez más en los dominios de la Reina
Mekong.
Llegamos a la gruta de
Pak Ou después de dos horas remontando la Emperatriz de todas las aguas.
En la gruta, los fieles han depositado a lo largo de los años figuras de
Buda en diversas posiciones y diferentes tamaños. La cera de las velas
apagadas por la brisa que recorre la cueva se ha solidificado. (Más fotos
en link)
Volvemos al
embarcadero donde nos espera Bounthieg, nos lleva a un pequeño poblado
hmong donde las redes de pesca se secan colgadas de los balcones de la
casas de madera. Pero lo que caracteriza a estos poblados son las
centenares de tinajas de barro que aparecen alineadas por doquier. Un niño
en rabieta colérica imparable lucha ferozmente contra el agua de la
palangana donde se le ha introducido para lavarle. Otras mujeres de la
misma familia trabajan impávidas en una especie de alambique de arcilla
en ebullición, destilando de una forma artesanal lo que rellenará cada
una de las ánforas vacías que nos rodean. Es el famoso lao-lao, el
alcohol de arroz que tan profusamente consumen los laosianos y del que tan
orgullosos se sienten.
El Pimai sigue
inexorable, sus actos y celebraciones se reparten a lo largo de más de
una semana. Esta tarde las protagonistas son las arenas del Mekong, que
nos esperan en la otra orilla. La estupas de arena brotan sin cesar y
florecen con estandartes, banderolas, dibujos de Buda, representaciones
del horóscopo asiático, pináculos, ...No hay concurso, no hay
ganadores, tan solo la sana intención de pasar un día de fiesta y llenar
el Mekong de estupas que, como ingenuas mariposas, desaparecerán en un día
o dos. (Más fotos en link)
Y también está el
concurso de Miss Pimai. Durante tres días desfilaron auténticas
bellezas, con ese pelo azabache que brilla de puro oscuro, con esa piel de
porcelana ligeramente tostada -que tratan injustamente de disimular con
polvos que le aclararen la piel- y esos rasgos suavemente achinados. Ya
hay una ganadora, las procesiones vuelven a invadir las calles. En una
carroza, serpientes nagas arropan un gigantesco búfalo remarcablemente
logrado y construido con madera, papel maché y pintura. Sobre él ...Miss Pimai enarbolando un laúd y una espada, la poesía y la fuerza. (Más
fotos en link)
Abriéndo la procesión
de Miss Pimai, un enorme cortejo de lo más ecléctico: desde damas de
honor, niñas y chicas ataviadas con el traje de gala laosiano hasta las
autoridades locales. Monjes y novicios escoltan a su vez las carrozas de
los venerables padres budistas más ilustres de los diferentes templos de
la ciudad. Los genios de la naturaleza no pueden faltar. Con sus peludos
cuerpos y sus rostros encendidos en sangre avanzaban los cabezudos por las
calles seguidos del pueblo que baila y canta desenfrenado. (Más fotos en
link)
Y si en el "País
del Millón de Elefantes" hay poco más de dos mil ejemplares ...el
tigre es otra de las tragedias ecológicas, el gran perseguido. Así
conocimos a Phet, única superviviente de una camada de tres cachorros huérfanos
cuando su madre fue asesinaba por unos cazadores furtivos. Se salvó
porque la encontraron unos agricultores que la trajeron a Luang Prabang
pero criada con los hombres nunca aprendió a cazar y protegerse a sí
misma ...nunca podrá ser libre porque su libertad significaría su
muerte. Una historia triste, una víctima más del hombre con sus
ambiciones, avaricias, sed de posesión de piezas únicas, la obsesión de
los orientales por
el vigor sexual...
Todavía con el sabor
fogoso del Pimai partimos hacia las montañas. Desde Luang Prabang nos
dirigimos a la zona tribal de Muang Sing. Durante los días que vamos
surcando las montañas del norte gozamos de espectaculares paisajes de
montañas con exuberante vegetación, ríos que resplandecen bajo el sol
mientras sesgan la tierra y cuevas que son las cuencas vacías de los
inexistentes ojos de los cerros calcáreos. Los pueblos que van surgiendo
son casi idénticos, levantados sobre pilotes toda la arquitectura es de
madera, bambú y hojas de palma. Nos vamos acercando al Triángulo Dorado.
Tailandia, Birmania y Laos son las partes que componen este triángulo
donde el cultivo del opio, desde épocas ancestrales, trae de cabeza
("oficialmente") a las autoridades de los tres países. (Más
fotos en link)
Pero cuando te mueves
por estos territorios fronterizos el ambiente y el comportamiento es
idéntico al resto de Laos hasta el instante en que las minorías étnicas
comienzan a ofrecer el perseguido "veneno". Los pósters
advirtiendo sobre el consumo y compra de la droga principalmente el
opio- aparece en casi todos los establecimientos de las ciudades
montañosas como Udomxai, Luang Nam Tha y Muang Sing. Se ha convertido en
un problema muy preocupante, el turismo de la droga viajeros que tan
solo venían a fumar opio todo el día- ha contribuido en parte a que la
juventud fumen por considerarlo "moderno". El cartel pone los
pelos de punta: una familia laosiana atrapada por la planta mientras el
texto reza: "¿Quiere ayudarnos? No fume opio en Laos, el turismo de
droga causa estragos" (Zoom en link)
Por cualquiera de las
pistas que salen de Muang Sing es fácil acabar en algún pueblecito de
las tribus hmong o de los akha (los más numerosos). Con el calor que hace
la vida transcurre sin sobresaltos. Las mujeres, con los bebés a cuestas,
se reúnen en los porches del primer piso para charlar de sus cosas.
Es en las mujeres
donde reside las distinción de la tribu a la que pertenecen. Sus tocados
lo dicen todo. La mayoría de las aldeas que encontramos en el camino son
akhas, todas van con unos casquetes de colores adornados con enormes
monedas de plata. (Más fotos en link)
Nuevas fronteras,
nuevas guerras. Hay algo que nos preocupa más que la propia inseguridad
del Triangulo Dorado.El nubarrón que planea sobre nuestras cabezas es el
frente de guerra que se acaba de abrir entre Birmania y Tailandia. El
inicio del conflicto fue debido a tropas birmanas que se adentraron en
territorio tai en una supuesta persecución de la guerrilla Shan y
ocuparon una pequeña parcela de territorio tailandés. La respuesta de
Tailandia fue fulgurante e inmediata, el ejército expulsó a las tropas
birmanas por las armas y el ejército birmano inició una operación de
ataque para lavar la "afrenta". Todo ello en los alrededores de
Mai Sai, a escasos kilómetros del paso fronterizo de Huay Xai ...por el
que debemos penetrar en Tailandia en unos días. (Más fotos en link)
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