Y también está el
concurso de Miss Pimai. Durante tres días desfilaron auténticas
bellezas, con ese pelo azabache que brilla de puro oscuro, con esa piel de
porcelana ligeramente tostada -que tratan injustamente de disimular con
polvos que le aclararen la piel- y esos rasgos suavemente achinados. Ya
hay una ganadora, las procesiones vuelven a invadir las calles. En una
carroza, serpientes nagas arropan un gigantesco búfalo remarcablemente
logrado y construido con madera, papel maché y pintura. Sobre él
Miss Pimai enarbolando un laúd y una espada, la poesía y la fuerza.
Miss Pimai enarbolando el laúd y la espada, la poesía y la fuerza.