Un monje envuelto en su ondulante y anaranjada túnica se asoma a la puerta del vat Mai Suvannaphumaham, se descalza y entra. Reproducimos el ritual de la flotante llama azafrán en peregrinación y seguimos sus pasos entre las tinieblas del interior.


Un gran Buda dorado irradia reflejos por toda la celda, muchos otros Budas menores nos miran desde su base, el incienso rasga la negrura con esas serpientes de corta vida que nacen de la luminaria de su extremo y que tras una breve danza flotante se diluyen en la nada.


Entre las tinieblas de la empalizada interior un desfile de custodios con cetros bajo un firmamento de miles de Budas dorados incrustados en la pared darán fuerza a los fieles para que sus bondadosos actos y vida piadosa rompa el ciclo de reencarnaciones para acceder al Nirvana.