-¿Milk tea? - nos pregunta el aduanero
pakistaní mientras nos rellenan la hoja del Carnet de Passage del Montero.
-Sí, gracias.- le contestamos mientras asentimos y le aceptamos una
taza de la bandeja que inclina hacia nosotros.
Salimos de Pakistán del mismo modo que entramos, saboreando un té con
leche. Han pasado más de tres meses desde que accedimos a Pakistán desde China,
atravesando el Himalaya a través de la Karakorum ... y las vivencias y exploraciones de
este país nos siguen cautivando. Es un país que desde el primer momento nos sedujo por
sus gentes, naturaleza e historia ... a pesar de la dureza que implica moverse por estas
desconocidas tierras. Nada es sencillo pero todo es úscinante ... un país que se ama o
se odia. Nosotros le amamos pero se le ame o se le odie, siempre será una experiencia
única en la vida de cualquier viajero. Nos excedimos en la duración de tres meses de
nuestro visado pero pedir una ampliación fue algo fácil y rápido en Islamabad, se
concede casi de forma automática.
Hasta el último momento siguen siendo unos buenos anfitriones con los
"huéspedes" que se adentran en su país. Sellan los pasaportes, carnet de
passage, verifican los números de serie de nuestro equipo de vídeo, nos preguntan si lo
hemos pasado bien y si volveremos a Pakistán. Seguramente pero ... ¿cuándo?. Todos nos dan un apretón de manos y nos desean buen viaje.
Entramos en tierra de nadie y una legión de vendedores ambulantes nos
aborda gritándonos que tienen cerveza fría. Evidentemente conocían la gran pasión que
tienen los occidentales por la cerveza y también se daban perfecta cuenta de que si
llegábamos a la India por tierra habíamos atravesado las repúblicas islámicas de Irán y Pakistán, con la consiguiente
imposibilidad de beber cualquier tipo de alcohol durante semanas (¡o meses!). Estos
estudiosos del marketing y de las corrientes de mercado se llevaron una gran desilusión
al comprobar que ni Marián ni yo éramos bebedores de cerveza. Nos miraron con ojos de
"esto no puede ser cierto" pero al final tuvieron que rendirse ante la evidencia
y nos dejaron seguir avanzando hasta los despachos de aduana indios.
"Welcome to India". "The biggest democracy of the
world". "Bienvenidos a la India". "La mayor democracia del
mundo". Así rezan dos enormes carteles nada más cruzar el primer puesto aduanero
hindú. Es evidente que juegan con los dobles sentidos, "mayor" porque se
refiere a su número de habitantes y "democracia" porque sus habitantes votan,
el resto de los aspectos "democráticos" no están muy presentes: no hay
igualdad ante la ley, hay discriminaciones insalvables por el sistema de castas, las
prestaciones sociales, el derecho al trabajo, el sistema sanitario "para todos",
el amparo de los más desúvorecidos, la protección al menor, derecho a la inúncia, ...parecen ser "detalles" menores. También resulta
evidente que ponen dichos carteles para restregar a su eterno enemigo, Pakistán, que
ellos ni siquiera pueden garantizar el resultado de unas elecciones puesto que el
ejército pakistaní "vigila" que la evolución del poder político se adapte a sus directrices y controla gran parte de las decisiones,
por encima del poder civil. Eso es cierto. En la India, el ejército siempre se ha
amoldado al resultado de las urnas y ha acatado el poder civil, pudiendo presumir de ello
a nivel internacional, eso también es cierto.
También vende una imagen de gigantesca potencia económica de Asia (y
es cierto también, pero eso da una "idea" de cómo están los países de
alrededor), pero a pesar de esa maquinaria propagandística, sigue siendo un país del
tercer mundo: carreteras, formación del pueblo, educación, sanidad, higiene, pobreza extrema, muchísima corrupción, miles y miles de
mutilados y deformes pidiendo en los semáforos, calles enteras repletas de mendigos que
piden limosna para sobrevivir, niños explotados en trabajos de adultos, infecciones,
hambre, economías de subsistencia, ... Le queda un camino muy largo para hacer coincidir la imagen social que
venden con la dura realidad.
HISTORIAS DE ... UNA ADUANA
Pero volvamos a Wagah, el punto de entrada a la India. Esta aduana es
también un lugar muy especial debido al eterno enfrentamiento armado entre estos dos
países vecinos. De los miles de kilómetros de frontera que tienen en común Pakistán y
la India, esta es la única ruta terrestre abierta para ir de un país a otro y prácticamente tan solo es usada por los
extranjeros. Ni a los pakistaníes les "apetece" ir a la India ni a los indios
ir a Pakistán, sin contar con la política tan restrictiva que existen entre ellos para
concederse visados.
También la evolución de la frontera india en los últimos siete años
ha sido muy significativa. Cuando la cruzamos por primera vez, en el 92, era un altar a la
burocracia. Anotaban absolutamente todo lo que se llevaba para luego comprobar que se
volvía a sacar, hasta límites tan paranoicos de querer anotar los filtros de aceite y
gas oil que llevábamos como repuesto de nuestro todo terreno, cuando, primero, no había ni un solo Mitsubishi
Montero en toda la India (estaba prohibido importar vehículos extranjeros, el
proteccionismo a su industria automovilística era total) y segundo, guardar los filtros
usados es algo realmente complicado (y asqueroso) porque chorrea aceite y gas oil por
todos lados.
Tres años después, en un coche-casa de una úmilia suiza de
vacaciones (¡que viajaba con sus hijos!) descubrieron por azar gran cantidad de armas
ocultas en un doble fondo, posiblemente compradas en Darrah y destinadas a hacer
"negocios" con los terroristas cachemires. Esto cambió radicalmente la política de esta aduana, dejaron de fiarse de los extranjeros.
Las medidas fueron drásticas y generó que cada vehículo fuera
inspeccionado hasta casi llegar a desmontarlo por completo: lo vaciaban todo, desmontaban
los extras, lo pesaban, lo comparaban con la ficha técnica y ... ¡tenía que coincidir!,
cosa que nunca ocurría porque todos los vehículos que hacen rutas transasiáticas han
sido modificados para convertirse en el hogar de los viajeros. Al no coincidir chequeaban
cada cavidad del coche: depósito de combustible, aire de las ruedas, cárter, la segunda
batería si tenía más de una, etc. Se tardaba de uno a cuatro días en cruzar esa
aduana, en función del tamaño del vehículo, una moto era rápido (de tres a cinco
horas), un todo terreno de uno a dos días y un camión de uno a cuatro días. Pero si se
acumulaban los vehículos ... la duración de la estancia en la aduana de Wagah era
imprevisible. Y durante ese tiempo ... no se paraba de trabajar: cargando, descargando,
desmontando, montando, vaciando cajas, volviéndolas a llenar, esparcían todas las
herramientas para estar seguros que no eran piezas de armas, palpaban hasta los tampones para comprobar que ese
"tubito" no eran balas, algunas veces vaciaban botes de espuma de afeitar o
insecticidas, vertían los tarros y abrían los paquetes de alimentos (galletas, azúcar,
arroz, sal, harina, ...) para chequear el relleno, todo era golpeado y sacudido para comprobar el interior, ... Se convirtió en la
pesadilla de todas las aduanas terrestres de Asia.
Así estaban las cosas cuando partimos de Ceuta el 21 de mayo de 1.999,
todos los informes que nos llegaban confirmaban la versión anteriormente relatada. El
hecho que hoy en día todos los viajeros tengamos e-mail nos permite tener información
muy actualizada y cuando nos encontramos en el camino nos intercambiamos todos los datos ¡Qué diferencia con la precariedad e
incomunicación con la que viajábamos hace tan solo unos pocos años! Y el
"lujo" que ofrece la RUTA DE LOS IMPERIOS es que al tener su propia web, no hace
falta ni encontrarse con nosotros, todo va saliendo publicado a medida que avanzamos.
Un día recibimos un e-mail de Liz y Jonny, una pareja de ingleses que
conocimos en el camping de Islamabad y que llegarían a la India ... antes que nosotros.
Sus noticias "frescas" sobre esa aduana despejaron todos los nubarrones que
ensombrecían nuestra prevista entrada a la India. Nos comunican que las protestas por el
trato en esa aduana se fueron multiplicando durante estos años y muchas embajadas la
denunciaron ante el gobierno indio. Finalmente se estudió el tema y hace muy, muy poco
tiempo decidieron que el coche-casa con contrabando de armas fue tan solo un
"garbanzo negro" en la historia de todos los viajeros terrestres que transitamos
por esta ruta porque el verdadero tráfico de armas a Cachemira llega por toneladas a
través de las montañas, no en dobles fondos de vehículos extranjeros.
Concluyen su e-mail diciéndonos que todo ha vuelto a la normalidad y
el paso de la frontera no requiere más tiempo que el de la toma de datos del pasaporte,
sellar el carnet de passage y un registro muy minucioso pero racional. Un par de horas a
lo sumo, siempre en función de que no llegue uno de esos camiones transasiáticos
("overlanders") con 20 extranjeros y colapsen a los funcionarios. Cuando llegamos no había "overlanders" y
todo lo narrado era estrictamente exacto. La sorpresa fue cuando en dos ventanillas nos
hacen contestar por escrito a una serie de preguntas dónde daban especial importancia a
los apartados: "¿Cuánto tiempo
ha tardado en los trámites X", "¿Qué trato ha recibido de los
funcionarios?", "¿El registro ha sido correcto?" y "¿Tiene alguna
queja que formular o sugerencia que hacer?". Y además, no era en una hoja suelta (de
esas que "se pierden", como la denuncia que pusimos en China), sino en un enorme libro que no se puede manipular. Es cierto que se han tomado este tema en
serio y desean acabar con la mala reputación de este paso de frontera. Ni una queja, esta
aduana funcionó como una máquina recién engrasada y el trato de los funcionarios indios
fue intachable y profesional.
EL DIABLO VA SOBRE RUEDAS
En el primer lugar tranquilo que encontramos ensamblamos el teléfono
Inmarsat Ibérica, orientamos la parabólica y llamamos a nuestro entrañable amigo José
Enrique.
-¡Estamos en la India, puedes respirar tranquilo! -le anunciamos
eufóricos nada más identificarle por teléfono. Sabíamos que llevaba esperando esta
llamada desde hacía días, tenía que estar ya sin uñas de tanto mordérselas de
impaciencia. Permanecimos más tiempo del previsto en el Cholistán y no recibía la llamada de confirmación de que nos encontrábamos
en la India. Lo tenía todo listo para reunirse con nosotros, su avión partiría para
Nueva Delhi en TRES DÍAS y nosotros ... todavía no habíamos llegado a la India.
-¡Para perder los nervios! -nos confesó, pero se le notaba
desbordante de alegría. Nosotros también nos sentíamos pletóricos de hallarnos, al
menos, dentro del nuevo país y de confirmarle que si no pasaba nada "raro"
llegaríamos a Delhi en un par de días. Reunirse con nosotros siempre es una aventura porque el billete de avión se debe comprar con mucho tiempo
de antelación y hasta el último momento no se sabe si lograremos llegar al destino.
Además, esta cita era complicada porque estaba de por medio la frontera indo-pakistaní y
muchas veces, cuando las tensiones se disparan, la cierran temporalmente. Nosotros no
le dijimos nada para no preocuparle, bastante tenía ya con toda la logística de la Ruta
de los Imperios que tenía a su cargo. Durante el deshielo de las montañas es cuando cada
país pugna por coger nuevas posiciones en la línea de "alto el fuego" de Cachemira puesto que durante el invierno las
tropas se repliegan de las cimas (es imposible afrontar las bajas temperaturas) para
regresar en primavera. Pero este año los ataques han sido especialmente virulentos,
llegando a usar artillería pesada. Como cerrasen la frontera ... el encuentro se
volatilizaba. Pero lo peor había pasado y nos encontrábamos a tan solo 465 km. de Nueva
Delhi. Chequeamos horas, vuelos, material que nos trae, últimas dudas y nos mandamos un
fuerte abrazo telefónico, ... en unos días, si no pasa nada, nos lo daremos en persona.
Ahora tenemos ante nosotros el mayor de los gigantes del subcontinente
indio, otro de esos países a los que amas o a los que odias. Es la India, un país que te
arranca las más contradictorias emociones. Nuevas costumbres, nuevas caras, nueva
religión, nuevas comidas, una forma de pensar diferente, muy diferente, sobre el destino,
sobre la vida, sobre la muerte, sobre ...
-Pero, ¿qué hace ese loco?, se va a estrellar contra nosotros-,
Marián se agarra fuerte, doy un violento volantazo, nos salimos de la carretera, la
polvareda es tremenda, nos reincorporamos a la carretera cincuenta metros más adelante.
... y sobre la forma de conducir. Si ya detallamos la locura de la
conducción en Pakistán, en la India raya en la esquizofrenia. Están completamente
desquiciados, no respetan nada ni a nadie. Es la ley de la jungla, del más fuerte que
aplasta al más pequeño y se convierte en el rey. ¿Querrán llegar a su próxima
reencarnación de forma anticipada? Su insistencia y constante reincidencia en intentar
pasar a otra vida nos hace sospechar que tiene que ser algo así. Es humanamente imposible
dar una explicación lógica o convincente sobre las barbaridades, lo curas y desquiciadas maniobras que, a toda velocidad, realizan los conductores indios.
Todo escapa a la razón y la realidad anula cualquier esfuerzo de comprensión. Nos
rendimos ante la evidencia, no nos haremos preguntas que requieran una respuesta sensata.
Nos limitaremos a intentar sobrevivir. Así será todo nuestro avance por las carreteras
indias.
LA FUENTE DEL NÉCTAR
El primer alto que realizamos es Amritsar, muy cerca de la frontera,
capital del Punjab indio y "Meca" de los sijs, un grupo religioso que surgió en
el s.XV con el gurú Nanak para reunir lo mejor del hinduismo y del islam, aboliendo la
distinción de castas desde el principio. Visto lo que nos espera en las carreteras, nos
vendrá bien comenzar la India con la visita a un lugar santo.Este colectivo, los sijs, es
el más llamativo de la India debido a los cinco símbolos que introdujo el Guru Gobind
Singh, las cinco "k": la "kirpan" (la espada), la "kara"
(pulsera de acero), los "kachha" (pantalones cortos), el "khangha"
(peine de madera y marfil) y finalmente la más distintiva de todas, el "kesh".
Esta última "k" no les permite cortarse el pelo en toda su vida, teniendo
pobladas barbas y el pelo recogido en un moño y cubierto bajo un turbante. El espíritu
luchador de estos hombres ha motivado que todos tengan como apellido "Singh",
que ignifica león.
El caos que invade la India ya está presente desde el primer momento,
centenares de personas avanzando a empujones, los rickshaws y bicicletas arrollan todo a
su paso, los conductores de autobuses infernales y camiones suicidas no respetan nada, los
tenderos gritan su mercancía, los niños piden propinas y por todos sitios queman
incienso.
Avanzamos en medio de esta vorágine surrealista y ante nosotros
aparece, emergiendo del casco antiguo, el santuario más sagrado de la religión sij: el
Templo Dorado. Rodeándole, la "fuente del néctar", fuente sagrada que daría
nombre a la ciudad.
Como si entráramos en una cúpula insonorizada y bajo los influjos de
un prestidigitador, el tumulto desaparece y el griterío se desvanece poco a poco. Nos
descalzamos y nos cubrimos el pelo con un pañuelo, para así cumplir con las premisas que
exige la santidad de este lugar. Un pañuelo amarillo que me dan a la entrada y que me anudan a modo pirata, cubre los cada
vez más escasos pelos que me quedan. Marián usa su propio pañuelo, siempre lleva uno en
su macuto porque la mayoría de las religiones tienen "manía" al pelo femenino
y se lo tiene que cubrir en los lugares santos. Avanzamos sumergidos en el gentío, pasamos por la puerta
introduciendo nuestros pies, a la vez que otras decenas de pies, en una pequeña piscina
que nos purificará. Estamos dentro, un resplandor nos ciega.
En el centro del estanque del "néctar" se levanta el
santuario sij, todo él recubierto de oro y láminas sobredoradas de cobre. Varios
altavoces, estratégicamente colocados, permiten que por el ambiente se propague una suave
melodía que acompaña la lectura en punjabí del "Granth Sahib". Los músicos tocan en la sala principal del Templo Dorado y a su lado un
sacerdote lee el libro sagrado; la lectura es continua, los sacerdotes se relevan para que
la lectura nunca sea interrumpida. Día y noche, verano o invierno, las plegarias sagradas
gimen por todo el recinto sacro.
El frío del suelo de mármol queda mitigado por el sol que le ha
estado calentando durante toda la mañana. La gente no para de saludar respetuosamente los
árboles sagrados, las imágenes de los gurus úllecidos, las tumbas custodiadas, los
"sacerdotes" lectores de su libro sagrado el Granth Sahib, entregan flores, donativos, beben del agua sagrada, compran comida para
que sea bendecida,...
Los sijs son muy hospitalarios y una de sus normas es la de acoger, alimentar y dar cobijo
al peregrino. Para ello, en sus gurdwaras -templos-, tienen habilitados comedores donde
gratuitamente dan de comer a los peregrinos y visitantes. Nos sentamos en el suelo, sobre
una esterilla y frente a un vaso vacío y a una bandeja metálica con distintos
compartimentos. Cuando todo el mundo se hubo ubicado comenzaron a servir la comida. Un
desfile de voluntarios se movían rápidos por filas y desde un gran caldero con asa iban
sirviendo diestramente con un cazo el menú: arroz, verduras, legumbres, yogur, agua y
pan. Cuando terminamos de comer, portamos nuestra bandejas con el resto de los comensales
hasta el exterior, donde otro grupo de voluntarios les daban un concienzudo lavado a mano.
Por el estrecho puente que conduce hasta el Templo Dorado, que se halla
en medio del estanque de agua, seguimos la larga cola de fieles que iban avanzando
ordenada y pausadamente. Los turbantes de diferentes colores de los hombres sijs aportan
miles de notas de color: rojo, azul, rosa, naranja, amarillo... las mujeres se arreglan
sus chales sobre la cabeza. Dentro, todo esta suntuosamente decorado con espejos,
alfombras y mil colores mientras sus sacerdotes no paran ni un segundo de declamar,
acompañados por instrumentos. Practican la tolerancia y el amor a los demás oponiéndose
a la adoración de ídolos pues creen en un solo Dios.
Los brillos dorados de la cúpula de su sagrado templo comienzan
apagarse como lo hace el día al atardecer. Una luz anaranjada desciende hasta las aguas
de su dulce lago de néctar.
|
¡BIENVENIDOS
A LA INDIA!, el país de los marajás.
"Unos están al derecho y
otros están al revés". La parsimonia y elegancia de los andares de los
elefantes
reales queda contrastada con los nuevos "mastodontes" del transporte. El 80 %
del tráfico en los grandes ejes interurbanos es de camiones, el 10 % de autobuses y lo
poco que queda ... son turismos privados. Si ya detallamos la locura de la conducción en
Pakistán, en la India raya en la esquizofrenia. Están completamente desquiciados, no
respetan nada ni a nadie. Es la ley de la jungla, del más fuerte que aplasta al más
pequeño y se convierte en el rey. ¿Querrán llegar a su próxima reencarnación de forma
anticipada? Su insistencia y constante reincidencia en intentar pasar a otra vida nos hace
sospechar que tiene que ser algo así. Es humanamente imposible dar una explicación
lógica o convincente sobre las barbaridades, locuras y perturbadas maniobras que, a toda
velocidad, realizan los conductores indios. Todo escapa a la razón y la realidad anula
cualquier esfuerzo de comprensión. Nos rendimos ante la evidencia, no nos haremos
preguntas que requieran una respuesta sensata. Nos limitaremos a intentarsobrevivir. Así
será todo nuestro avance por las carreteras indias, donde un accidente cada pocos
kilómetros no nos permitirá olvidarnos de donde estamos.
"Tecno-viajeros" en
plena faena. El hecho de que hoy en día todos los viajeros tengamos e-mail nos permite
tener información muy actualizada y cuando nos encontramos en el camino nos
intercambiamos todos los datos ¡Qué diferencia con la precariedad e incomunicación con
la que viajábamos hace tan solo unos pocos años! Estamos en el camping de Islamabad
(Pakistán) con Jonny y su "mini-ordenador", allí le conocimos a él y a su
novia Liz, que desde Gran Bretaña se dirigían a la India ... llegando antes que nosotros
a la "frontera maldita". Nosotros les pasamos un montón de información sobre
la India, país que ya conocíamos, y fueron ellos que nos mandaron el esperanzador e-mail
con la información de "último segundo" del estado y comportamiento de esa
aduana tan temida. Sus noticias "frescas" despejaron todos los nubarrones que
ensombrecían nuestra prevista entrada a la India. Nos comunican que las protestas por el
trato en esa aduana se fueron multiplicando durante estos años y muchas embajadas la
denunciaron ante el gobierno indio. Finalmente se estudió el tema y hace muy, muy poco
tiempo decidieron que el coche-casa suizo con contrabando de armas fue tan solo un
"garbanzo negro" en la historia de todos los viajeros terrestres que transitamos
por esta ruta. Concluyen su e-mail diciéndonos que todo ha vuelto a la normalidad y el
paso de la frontera no requiere mástiempo que el de la toma de datos del pasaporte,
sellar el carnet de passage y un registro muy minucioso pero racional. Fue una gran
noticia.
Orientación (brújula abajo y
GPS a la dcha.) y comunicaciones por satélite son la base de las modernas expediciones
terrestres para ser totalmente autosuficientes. En el primer lugar tranquilo que
encontramos montamos el teléfono Inmarsat Ibérica, orientamos la parabólica y llamamos
a nuestro entrañable amigo José Enrique. "¡Estamos en la India, puedes respirar
tranquilo!", le dijimos eufóricos nada más identificarle por teléfono. Sabía que
llevaba esperando esta llamada desde hacía días, tenía que estar ya sin uñas de tanto
mordérselas de impaciencia. Permanecimos más tiempo del previsto en el Cholistán y no
recibía la llamada de confirmación de que nos encontrábamos en la India. Lo tenía todo
listo para reunirse con nosotros, su avión partiría para Nueva Delhi en TRES DÍAS y
nosotros ... todavía no habíamos ni siquiera entrado a la India. Nos sentíamos
pletóricos al confirmarle que si no pasaba nada "raro" estaríamos en Delhi en
un par de días.
Llegada a Amritsar.
Pero ... ¿qué es esa cosa tan fea? Pues son los rickshaw de larga distancia, una especie
de gran motocarro de más que dudoso diseño y seguridad y que puede llevar hasta 15
pasajeros en un apiñamiento perfectamente estudiado.
Avanzamos en medio de la
vorágine surrealista que es la ciudad de Amritsar y ante nosotros aparece, emergiendo del
casco antiguo, el santuario más sagrado de la religión sij: el Templo Dorado.
Rodeándole, la "fuente del néctar", fuente sagrada que daría nombre a la
ciudad. Como si entráramos en una cúpula insonorizada y bajo los influjos de un
prestidigitador, el tumulto desaparece y el griterío se desvanece poco a poco.
En el centro del estanque del "néctar" se levanta el santuario sij, todo él
recubierto de oro y láminas sobredoradas de cobre. Varios altavoces, estratégicamente
colocados, permiten que por el ambiente se propague una suave melodía que acompaña la
lectura en punjabí del "Granth Sahib". Los músicos tocan en la sala principal
del Templo Dorado y a su lado un sacerdote lee el libro sagrado; la lectura es continua,
los sacerdotes se relevan para que la lectura nunca sea interrumpida: Día y noche, verano
o invierno, las plegarias sagradas gimen por todo el recinto sacro.
Nos hemos descalzado y nos cubrimos el pelo con un pañuelo, para así cumplir con las
premisas que exige la santidad de este lugar. Un pañuelo amarillo que me dan a la entrada
y que me anudan a modo pirata cumple esa premisa y cubre los cada vez más escasos
cabellos que me quedan.
Los sijs son muy hospitalarios y una de sus normas es la de acoger, alimentar y dar cobijo
a todo el mundo. Para ello, en sus gurdwaras -templos-, tienen habilitados comedores donde
gratuitamente dan de comer a peregrinos y visitantes.
Nosotros también compartimos
costumbres y tradiciones de los lugares visitados. Nos sentamos en el suelo de un
gurdwara, sobre una esterilla y frente a un vaso vacío y a una bandeja metálica con
distintos compartimentos. Cuando todo el mundo se hubo ubicado comenzaron a servir la
comida, un desfile de voluntarios se movían rápidos por filas y desde un gran caldero
con asa iban sirviendo diestramente con un cazo el menú: arroz, verduras, legumbres,
yogur, agua y pan. Cuando se terminaba de comer, cada uno porta su bandeja hasta el
exterior, donde otro grupo de voluntarios les daban un concienzudo lavado a mano.
Por el estrecho puente que
conduce hasta el Templo Dorado, situado en medio del estanque de agua, seguimos la larga
cola de fieles que iban avanzando ordenada y pausadamente. Dentro, todo esta suntuosamente
decorado con espejos, alfombras y mil colores mientras sus sacerdotes no paran ni un
segundo de declamar, acompañados por instrumentos. Practican la tolerancia y el amor a
los demás oponiéndose a la adoración de ídolos pues creen en un solo Dios.
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