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Crónica 9,

El río traicionado (Botswana este)

Ruta : Ruta Confines de Africa | País : Botswana

Hemos montado nuestro campamento en la misma orilla del río Okavango, el camping Old Bridge Backpackers era pequeño y sencillo pero muy acogedor, con una preciosa zona común de bar y restaurante abierto donde nos podíamos instalar a trabajar con nuestros Toshiba en los momentos de lluvia. Teníamos que reponer de nuevo nuestras provisiones y encontrar una buena conexión a Internet (hacía 15 días que no recogíamos correo y también teníamos que remitir a Label Ordenadores la crónica de Angola para que fuese cargada). Maun es un pequeño asentamiento pero el turismo para explorar el delta del Okavango disparó la dimensión y los servicios que ofrecía. Ya vive por y para el turismo y hay de todo: hoteles, decenas de agencias de viajes, todos los bancos de Botswana tienen una sucursal aquí, más de 10 campings donde elegir, Internet de alta velocidad, varios enormes supermercados, tiendas de material de acampada y ropa y un infinito etcétera. Como centro neurálgico de toda la zona, es también confluencia de todas las etnias de los alrededores, entre las que destacan los hereros, las que van con una indumentaria muy llamativa de colores fuertes, trajes ahuecados largos y tocados inspirados en los trajes de los antiguas mujeres de las colonias holandesas.

Hablando con unos y otros las noticias sobre las condiciones climatológicas y del terreno de la zona no eran muy halagüeñas. La época de lluvias ya está haciendo estragos por estas polvorientas pistas convirtiéndolas en auténticos barrizales de difícil acceso y uno de nuestros objetivos, recorrer la lengua del Moremi (que forma parte del delta), está en peligro. Incluso se empieza a correr el rumor de su posible cierre hasta que finalice la época de lluvias, allá por marzo y estamos en noviembre.

En el departamento de “Wildlife” nos dijeron que las pistas de Moremi y a Savuti (pista de transición para alcanzar el Chobe al norte) estaban muy mal y que durante los pasados días se quedaron atascados 12 camiones. Otros que transitando con cuidado y convenientemente equipados se podrían pasar pues aunque ya hay bastante agua por Moremi, aún es medio practicable. Cada uno decía una cosa, esto es un lío.

Después de varios días lloviendo ha salido el sol y ha llegado la hora de explorar el delta. La forma más romántica de hacerlo es a la antigua usanza, dentro de una canoa tradicional (mokoro) que se va deslizando lentamente entre los juncos, nenúfares y plantas tropicales que pueblan este singular entorno e impulsada por la pértigas de los remeros sobre un fondo arenoso . Sólo para hacernos una idea del contorno natural que aquí se ha originado explicaré a grosso modo su formación y donde reside su originalidad con respectos a otros deltas. El río Okavango nace en Angola y tras cruzar la franja del Caprivi en Namibia (de donde venimos) comienza a formar un delta muy singular debido al depósito de los sedimentos más pesados que transporta el río y que debido a la pérdida de la fuerza de la corriente y al desnivel del terreno acaban depositados en este enclave ramificándose en infinitos canales y formando este peculiar abanico hidrográfico que alcanza los 22.000 km2, donde la fauna y la flora lo convierte en un santuario natural. Pero las aguas del delta del río Okavango, en vez de desembocar en el mar lo hacen en el desierto del Kalahari y por tanto engullido por sus arenas sin alcanzar nunca el mar como sí que ocurren con el resto de los deltas del mundo.

Nos encontramos ante un río traicionado por unas arenas que le hacen creer que es el mar. En el delta del Okavango, es el único lugar del mundo donde existe una población de leones nadadores que se ven obligados a lanzarse al agua para cazar antílopes. Durante las crecidas del río pueden llegar a cubrir el 70% del territorio por donde se asientan. Pero los leones, así como los elefantes que también suelen zambullirse por estas aguas casi nunca se dejan ver y no hicieron una excepción con nosotros, nos tuvimos que limitar a disfrutar la visión de las innumerables y exóticas aves que pueblan esta pradera acuática. Los leones y demás fauna salvaje las veríamos en nuestro avance por tierra, unos días más tarde.

El paseo por el delta nos sirvió de transición antes de lanzarnos, tras tres días de espera para que cesasen las lluvias y cuajase un poco el barro, hacia la lengua del Moremi (que ocupa un 20% del delta del Okavango). Los 35 kilómetros de asfalto que recorrimos acabaron convirtiendo la pista en un firme rugoso que tortura a los que deciden ir por tierra a Moremi. Cuando pasamos el control de entrada para la reserva, los pequeños charcos del principio, alternados con las profundas rodadas, se convirtieron enseguida en marismas que inundaban las pistas, llegando a superar el metro de profundidad. Lo peor era que nunca sabíamos la profundidad al meternos y como cada 200 metros había una zona inundada... era imposible chequear cada marisma así que nos arriesgábamos a meternos en el agua sin previo chequeo. Eso hacía que en algunas ocasiones una ola de agua marrón pasase por encima de nuestro todo terreno sin el más mínimo pudor. Gracias al snorquel el motor estaba a salvo pero en tres ocasiones, incluso con la reductora nos quedamos atascados en el barro del fondo pero gracias a la rápida reacción de Vicente en cada uno de los casos, que metía casi al instante la marcha atrás y aceleraba a fondo con la reductora, logramos salir indemnes de cada una de las trampas. Quedarse atascado en una marisma de barro, con agua hasta las ingles, no es una broma. Y siendo Vicente el conductor experto en 4x4, soy yo la que tiene que meterse en el fangal con agua hasta los muslos para sacar el cable del cabestrante y engancharlo en algo firme que permita la tracción de nuestro todo terreno. Ya nos pasó en el Masai Mara, en Kenya, y tuve la desagradable vivencia de experimentar lo que son las sanguijuelas. Es algo que no se olvida ¡¡berk!!, y cada vez que notaba la pérdida de tracción en una marisma me daba un vuelco el corazón y ya veía a esos voraces gusanillos mordiéndome. Pero afortunadamente, Vicente salió de todas las trampas y me evitó saludar a mis viejas “amigas” las sanguijuelas. Son los días en los que le quiero un poco más.

La vegetación que nos rodeaba de nuevo era del tipo sabana, vegetación a base de arbustos, acacias y mopanes (un árbol africano con hojas en forma de mariposa y que gusta mucho a los elefantes y a las jirafas. Su madera es muy resistente y ni las termitas, que son devastadoras y abundantes por esta zona del mundo, pueden con él por eso se usa mucho para la construcción, en las minas y hasta para las traviesas del tren). Las gacelas y antílopes rojos lechews junto con los marabúes, cebras y muchas aves tropicales fueron los primeros animales en aparecer.

Kilómetros después, ¡¡a tan solo 3 metros de la pista!!, bajo la sombra de un árbol nos topamos con tres leonas tumbadas protegiéndose del calor, que a las tres de la tarde era bochornoso y amodorraba a cualquiera. Pero de nuevo, las jirafas se convirtieron en las protagonistas de este recorrido junto a los impresionantes socavones llenos de agua y barro que teníamos que sortear constantemente. Definitivamente el mejor momento para visitar esta zona se encuentra entre abril y octubre, la época seca. Estamos en noviembre y, efectivamente, hubo zonas del parque que estaban impracticables, quedando inhabilitadas hasta que pasase la estación de lluvias y en breve... cerrarían el parque completo para no abrirlo hasta dentro de unos meses. Dos lluvias más y ya no habría quien avanzase por aquí.

Seguimos adentrándonos en el Moremi y una manada de cebras con sus crías pastaban tranquilamente sobre la maleza. Inquietos facóqueros que, cuando nos veían llegar se quedaban congelados, mirándonos muy fijamente hasta que salían corriendo en dirección contraria con su rabo erguido. Sólo nos cruzamos con un vehículo 4x4 que venía de Chobe, nuestra siguiente etapa por la pista de Savuti, la fatídica pista donde se han estado quedando atrapados en el barro decenas de camiones y 4x4. A ellos les costó cinco días de suplicio por una pista que les tuvo cavando en el barro durante horas para poder avanzar unos kilómetros y volverse a enfangar y ahora el Moremi tenía toda la pinta de convertirse en la misma pesadilla de los días pasados por Savuti. Terrible panorama para llegar hasta el parque nacional de Chobe.

El agua de los socavones pasándonos por encima del capó nos embarraba el parabrisas así que salíamos a ciegas de estos traicioneros fosos. De los cuatro puentes que había en la ruta cruzamos, dos, el segundo y el cuarto, pero eran muy singulares. No se elevaban sobre el agua, se trataba de troncos posados sobre las marismas, aguas que estaban habitadas por cocodrilos e hipopótamos que se escondían sigilosamente entre los juncos, como bien ponían los carteles y pudimos constatar en siguiente recodo del río, donde los juncos no les ocultaban.

Cuando llegamos a la puerta norte de Moremi, visto lo visto en este parque y habiendo llovido la mitad que en la ruta norte hacia el Chobe por Savuti... decidimos ir por el camino alternativo aunque nos suponga dar un rodeo de más de 600 kilómetros, pero al menos no tragaremos barro hasta reventar y no ver nada (cuando llueve los animales se adentran en la espesura para protegerse del agua). En vez de entrar al Chobe por el sur, entraríamos por el norte y nos evitamos un martirio seguro... e inútil, porque el mayor atractivo de naturaleza y fauna se encuentra en el norte, en las cercanías río Chobe.

Cuando dejamos Maun, la carretera se convirtió en una recta que a medida que avanzábamos iba quedándose más solitaria tanto de poblaciones como de tráfico. Pasamos entre los parque nacionales de los salares de Nxai Pan y Makgadikgadi Pans Game. Reservas que nos escoltaron durante kilómetros a un lado y otro del camino. El paisaje iba alternando las típicas acacias parasol, arbustos espinosos y baobabs. El tráfico de los alrededores de Maun había desaparecido así como las poblaciones que empezaban a ser cada vez más escasas. Por el camino nos encontramos una nutrida congregación de buitres y marabúes dándose un banquete con un animal muerto. Eso sí, por turnos y aquel que se lo saltaba le dejaban muy claro a picotazo limpio de quién era el primero en destripar la pieza.

Cuando llegamos a Nata todavía quedaba ante nosotros otros 300 kilómetros y tras repostar combustible nos enfrentamos a la última etapa del día. Pocos kilómetros después apareció un cartel con la siguiente frase “Be careful with the potholes” (Cuidado con los baches) ¿baches, dicen? No me extraña que en inglés “pothole” se use también para caverna profunda. Pero los “baches” dejaron de irritarnos cuando apareció el primer elefante que se cruzó en la carretera. Luego apareció otro... y otro... y otros, al poco fue el apoteosis. Habíamos visto muchos elefantes pero nunca tantos a la vez. Eso sí, había que tener cuidado porque como iban con crías se ponían muy agresivos, las protegen por encima de todo. Y cuando se dice por encima de todo... es que pueden pasarte literalmente por encima. A una distancia prudencial nos bajamos del coche pero cuando pasó un camión nos dijo que no convenía bajarse del vehículo y que si no podíamos resistirnos... que por lo menos uno de los dos estuviese vigilando bien atento porque además de elefantes, también es zona de leones. Estábamos tan emocionados que hasta nos olvidamos que esto es territorio salvaje, aunque le cruce la carretera nacional y como vemos con los elefantes, otros animales salvajes pueden aparecer también. ¡¡¡Esto es África!!!.

Seguimos avanzando y a la altura de Pandamatenga (la única población en todo el camino a Kasane durante 300 kilómetros y próxima a Zimbabwe) empezaron aparecer grandes extensiones dedicadas al cultivo y ganado, más esporádico que en otras zonas, pero ya empezaban aparecer vacas y cabras. Desde Nata no veíamos ganado, obviamente con los animales salvajes sueltos, la ganadería no tenía mucho futuro así que se centraban en la agricultura... donde sabían que no era zona de paso de los destructores elefantes.

Cuando llegamos a Kazungula (la ciudad fronteriza con Zimbabwe en el norte) estaba anocheciendo. Los campings entre Kasane y Kazungula eran auténticos barrizales donde se nos hundían los zapatos en un fango pegajoso. Mientras que a nosotros nos había lucido el sol durante todo el camino por aquí había caído otro Diluvio Universal que lo había inundado todo y paralizado toda la zona. Tras visitar varios campamentos nos quedamos en uno que tenía un lugar para refugiarse de la lluvia y poder cocinar si caían chuzos de punta.

El día amaneció nublado y de camino al Chobe hubo varios amagos de lluvia pero el cielo se contuvo. Las lluvias del día anterior y la amenaza de tormenta de hoy no nos iban a poner las cosas muy fáciles para avistar animales. El Parque Nacional de Chobe se puede recorrer en 4x4 o navegando por el río, un parque con 11.000 km2 donde habitan cuatro de los cinco grandes. El rinoceronte es el único que no se encuentra por estos lares. Obviamente, nosotros seguiríamos la vía terrestre. El cielo se iba nublando a medida que avanzaba el día. El día anterior había llovido bastante con lo cual los animales no iban a estar muy colaboradores. Entre enero y marzo la entrada al parque será completamente inaccesible. Los que nunca faltan a su cita fueron los antílopes y gacelas, y la cantidad de pequeños retoños evidenciaba que estábamos en plena época de cría. Irritables y agresivos búfalos comiendo pausadamente, desconfiados hipopótamos retozando en el agua, vigilantes cocodrilos escudriñando presas, escurridizos facoqueros y espectaculares kudus, entre mucha otra fauna salvaje… pero ni un solo elefante. ¡¡Es que el Chobe se caracteriza por su gigantesca colonia de 12.000 elefantes!! pero ¿dónde se han metido?

La lluvia fue la que sí apareció y su presencia era la única que no deseábamos. Acabamos acampando en el único campamento que existe dentro del parque. Ubicado junto al río Chobe era un lugar excepcionalmente bonito. Y si algo tenía de positivo la lluvia que iba y venía... es que no tuvimos insectos. Tan solo 10 plazas de acampada... siempre reservadas... excepto en época baja, como es esta época. Fue llegar e instalarnos. No todo iba a ser desventajas el adentrarnos en época de lluvias. Gracias a estos monzones africanos pudimos acampar dentro del Chobe, en un lugar de ensueño, con monos en los árboles, todo tipo de aves a nuestro alrededor y grupos de gacelas que pasaban tímidamente por esa zona.

La noche se había quedado completamente despejada por la cantidad de estrellas que invadían el cielo. También es mala idea, todo el día nublado y con ráfagas de lluvia y la noche con cielo despejado. Sin amenaza de lluvia, cenamos copiosamente bajo las estrellas, absortos con este soberbio entorno, y amenizados con un concierto ensordecedor de ranas y pájaros nocturnos. Son vivencias impagables.

Amaneció nublado, así que hicimos tiempo desayunando tranquilamente, con la esperanza de que se volviese a despejar. ¡¡Así fue!! El día comenzó abrirse y nuestras esperanzas por ver las famosas manadas de elefantes también. ¡Por fin!, al poco de emprender de nuevo la ruta por fin comenzaron a aparecer decenas, luego centenares de elefantes de los que habla todo el mundo y nosotros no veíamos. Pero esta vez a lo bestia. Primero la avanzadilla de dos o tres elefantes y luego manadas y manadas. Venían de darse un baño en el río y había de todos los tamaños.

Los más pequeños estaban hiperprotegidos y de nuevo los amagos de atacarnos cuando nos veían, se embravecían al aproximarnos, balanceándose y moviendo las orejas. Es increíble el instinto de protección. ¡¡¡Ahora si que estamos viviendo la experiencia del Chobe!!! Luego comenzaron con los baños de barro para protegerse la piel. Fue una experiencia abrumadora con decenas y decenas de elefantes por todas partes. Luego bajamos al río y vimos un hipopótamo con su cría dándose el baño matutino, en breve veríamos ya grandes grupos de hipopótamos en plena efervescencia de luchas y zambullidas. Seguimos avanzando inmersos en todo tipo de fauna salvaje y ya fue el no va más cuando aparecimos ante una leona que había cazado un búfalo y estaba protegiendo su presa de una nube de buitres que querían hincarle el diente. Toda una experiencia de las que dejan huella.

Con estas imágenes pusimos rumbo a Zimbabwe, país del que apenas nos separan unos pocos kilómetros. El desabastecimiento de combustible, la carestía de alimentos en la que viven “gracias” a su dictador Mugabe y la gravísima epidemia de cólera hace que entremos con todos los bidones de combustible a tope, bien cargados de provisiones y con 100 litros de agua para no tener que tocar la insalubre agua local. ¿Una locura adentrarse en esas condiciones? Quizás, pero hemos valorado todo lo que hemos leído y oído de Zimbabwe y en nuestra balanza de riesgo y satisfacciones... nos merece la pena todos esos riesgos para poder ver en persona lo que otros viajeros han calificado de “increíble país”, aunque ellos lo hicieron en los buenos tiempos y nosotros nos lo encontremos en la mayor crisis de todos sus tiempos y con epidemias que campan a sus anchas. ¡¡Pero es que no podemos resistirnos a explorarlo estando a tan solo 7 kilómetros de su frontera!! ALEA JACTA EST!!... ¡La suerte está echada!, mañana entramos en Zimbabwe.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.