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Crónica 14,

El Espíritu de los Zulúes (Sudáfrica, Zululandia)

Ruta : Ruta Confines de Africa | País : Sudáfrica

Un encuentro fortuito en Eshowe y vernos inmersos en unas tradiciones mucho más arraigadas de lo que nos pensábamos, han convertido Kuazulu-Natal en una auténtica sorpresa para nosotros y nos retuvo mucho más tiempo de lo esperado. Zululandia nos atraparía con sus paisajes, sus ancestrales raíces y su espíritu indestructible. Lo que iba a ser un territorio de paso hacia Swazilandia se ha convertido en una etapa de la Ruta Confines de África .

El Valle de las Mil Colinas, como las bautizó el inmortal escritor estadounidense Mark Twain cuando las visitó a finales del siglo XIX , nos va a servir de transición para abandonar la zona de las montañas dragón y acercarnos a la costa del Océano Índico. La ciudad de Pietermariztburg, con su ambiente indio y sus imponentes edificios victorianos, ya nos va adelantando en una pequeña dosis lo que nos vamos a encontrar en Durban. Una metrópoli que nada tiene que ver con sus hermanas Johannesburgo y Ciudad del Cabo. Durban tiene su propia personalidad.

Es uno de los puertos más importantes del continente africano, un centro de negocios vital para África meridional y al norte y al sur las playas serán sus protagonistas absolutas, donde el surf se convierte en el deporte rey, por las olas que el Océano Índico genera. Pero lo que la hace diferente son sus gentes, en este enclave han concurrido personas de las más singulares procedencias y por los más variados motivos. En Durban se encuentra la colonia india más numerosa de toda Sudáfrica, cuyo origen se remonta a finales s.XIX, cuando fueron trasladados desde el subcontinente indio por los ingleses para trabajar en los campos de caña de azúcar. De hecho, Mahatma Gandhi llegó con su familia en 1893. También hay una importante presencia musulmana y su imponente mezquita da fe de ello, es una de las más grandes en el hemisferio sur. Y las iglesias y los distinguidos edificios coloniales del Down Town evidencian un pasado muy europeo. Todo ello ha construido su presente, un encuentro de tan diferentes culturas la convierten en una metrópoli con una identidad muy particular, donde imponentes edificios a los diferentes credos brotan en sus calles.

Pero nosotros hemos dirigido nuestra atención hacia dos destinos muy diferentes entre sí. Zululand, la tierra de los zulúes, y el estuario de Santa Lucía, Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.

A finales del siglo XIX las guerras entre zulúes, boers y británicos por controlar la zona sembraron las colinas por donde ahora nos movemos de violentos episodios bélicos. El fuerte de Nongqayi levantado en 1893, que ahora aloja el Museo Histórico de Zululand, es un testigo significativo de aquella bélica época. Pero en estos momentos nos centraremos en el presente para comprobar de primera mano como los zulúes del siglo XXI siguen orgullosos de todas sus tradiciones y las perpetúan en sus tierras. Tan sólo 26 kilómetros nos separaban del mar cuando llegamos a través de suaves y verdes colinas al tranquilo pueblo de Eshowe. Un lugar histórico pues fue el hogar de cuatro de los más importantes reyes zulúes.

Pero cuando llegamos al Hotel George no fue la cultura zulú la que acaparó nuestra atención en primera estancia. Lo primero que vimos fue algo tan anacrónico como un cañón arponero de un ballenero en medio del jardín. Pronto descubrimos que el motivo de la ubicación de ese arpón. El viejo George era un esquimal que cazaba ballenas y cuando llegó a la costa sudafricana descubrió este rincón en el bosque de Dlinza, se fijó en su mente y cuando llegó el momento de abandonar el mar, regresó a Eshowe para jubilarse y pasar sus últimos días... ¡trayéndose de recuerdo su cañón arponero del ballenero! El bar “Old George”, su restaurante y su zona de piscina lo convierten en un alto obligado.

El Hotel George, con su atmósfera colonial, tiene en su parte posterior una zona habilitada para albergar económicamente a backpackers, entre árboles y foresta, a modo de dormitorios comunes o acampada, que es donde nos instalamos (la acampada libre es altamente desaconsejada en Sudáfrica). Una cocina común equipada, un salón de descanso y un ala del jardín con mesas y butacas hacen la vida muy agradable a backpackers y campistas por tan solo 8 ó 4 euros, según modalidades.

Lo que modificó nuestro itinerario y calendario de ruta fue conocer al director del hotel, Graham Chennells. Un hombre de negocios originario de esta tierra y muy involucrado con la cultura zulú. Mecenas activo de innumerables proyectos humanitarios y de desarrollo de Zululandia, así como en la divulgación de su cultura. Nos explica como los proyectos han ido creando gran cantidad de escuelas especiales, colegios, orfanatos, dispensarios y un largo etcétera que ha permitido mejorar la calidad de vida de la población local zulú. Kwazulu-Natal, estado en el que nos encontramos, es uno de los más pobres de Sudáfrica.

Graham aprendió simultáneamente el idioma zulú, afrikaner e inglés y nos cuenta con verdadera pasión todo lo que se está haciendo por el lugar. Viudo desde hace 3 años, ha convertido su propia y espectacular casa en una guest house, la “Chennells Guest House”. Seis de sus habitaciones son para huéspedes que busquen una gran calidad en el alojamiento. Con tantas opciones puede alojar desde mochileros hasta viajeros convencionales en las 30 habitaciones del hotel y en su casa a turistas que demandan una mayor calidad en el alojamiento conviviendo con él durante su estancia.

Lo importante para él es que cualquier persona, sea cual sea su poder adquisitivo, pueda alojarse en Eshowe y conocer a fondo, desde la capital cultural zulú, este ancestral pueblo.

En la página web www.eshowe.com ha plasmado las “101 cosas que hacer en Eshowe, Zululand”. Hay algunas que uno mismo puede hacer por su cuenta pero para hacer las cosas más fáciles se ha creado la “Zululand Eco-Adventures”, que organiza todo tipo de actividades relacionadas con la cultura zulú. Desde trekings por el interior, visitas rurales con guía para convivir con la población, visitas a un “sangoma” (curandero), asistir a una boda zulú, pasear por los mercados, conocer las actividades de los misioneros de la zona... así hasta completar las 101.

Al día siguiente de conocerle se dirigía a una boda zulú y nos invitó a asistir con él. Llegar fue toda una aventura porque muchas aldeas y granjas se hallan muy adentradas entre las bonitas y suaves colinas de esta tierra. Serpenteando por enrevesadas pistas y pendientes avanzábamos por el interior hasta alcanzar un remoto poblado de cabañas circulares. Aunque la mayoría de la población ya viste al modo occidental, para las bodas se atavían con sus mejores galas y los participantes más directos se visten al modo tradicional zulú. Era un salto en el tiempo.

Cuando llegamos a la gran pradera que se extiende frente al poblado, el llamativo cortejo de la novia comenzaba a movilizarse mientras los hombres, casi todos con escudos y lanzas zulúes de muy diversos tamaños, y algunos ataviados con las vestimentas zulúes tradicionales, habían subido al otro lado de la colina al tiempo que entonan cánticos. Las muchachas jóvenes llevaban sus característicos atuendos zulúes de faldas de cuentas muy cortas, abalorios de llamativos colores en cuellos y brazos y sus pechos estaban al descubierto. Iban avanzando con sus bailes y cantos hacia donde se encontraba el novio acicalado con sus mejores galas zulúes y acompañado de sus “padrinos”. Los hombres también bailaban sin cesar y cantaban ante el novio. La familia del novio, a su izquierda, iba recibiendo los regalos de la familia de la novia que consistía en numerosas mantas y esteras. El novio ya había hecho la entrega del ganado correspondiente a la familia de la novia. Y los bailes y cánticos se sucedían de una forma tan natural que apenas se percataban de nuestra presencia. La alegría y las grandes risas son la tónica general todo el tiempo, alternándose con algunos actos solemnes protocolarios. Graham nos iba explicando todo el complicado ceremonial, cada detalle y su significado durante las horas que estuvimos allí... hasta que, justo antes del ocaso, regresamos a Eshowe.

El resto de los días que pasamos por la zona los dedicamos a conocer más a fondo esta cultura, visitando algunos poblados, mercados, recorriendo sus colinas o conociendo el adyacente bosque de Dlinza, un paraíso para aquellos que amen los pájaros, con un circuito aéreo para estar más cerca de las copas de los árboles. Abrirse paso por este exuberante bosque debió de ser una dura tarea para los exploradores, es una auténtica selva. De hecho, el rey zulú Shaka refugiaba en él a sus esposas e hijos cuando eran atacados durante las numerosas confrontaciones con boers y británicos.

La boda zulú fue una experiencia genuina pero si en ese momento no se celebra ninguna se puede tener un buen contacto con las costumbres y danzas de este pueblo en Shakaland, a tan solo 14 kilómetros de Eshowe. Surgió como decorado para la mini-serie “Shaka Zulu”, que narra la caída del reino zulú del rey Shaka frente a los ingleses. Con esa base nació un lodge que alberga una antigua aldea zulú fortificada (kraal) y donde un tour guiado explica todos los pormenores de la vida en la aldea. Dos veces al día hay un espectáculo de danzas y cantos zulúes muy bien interpretados, posiblemente los mejores de Zululandia. Un ala del complejo es un hotel, las habitaciones son grandes cabañas independientes al estilo zulú, de cuidada decoración y muy confortables.

Del mismo modo, el comedor, salones, bar... son de corte étnico y ornamentación zulú. Por 220 euros se disfruta de una de esas habitaciones para dos personas con todas las comidas incluidas así como todos los espectáculos y actividades.

El corazón de Zululandia nos despide con sus sensuales y harmónicas colinas tapizadas con plantaciones de cañas de azúcar y, justo antes de dirigirnos hacia el este, con un monumento muy singular en una colina del Valle de los Reyes Zulúes: el Espíritu de Emakhosini. Una jarra de cerveza preside todas las cabañas zulúes, por ello el artista eligió este objeto ya que el consumo de la cerveza simboliza para los zulúes la hospitalidad y la armonía social. A su alrededor le escoltan los cuernos de siete de los animales salvajes de la región que representan a los reyes zulúes que vivieron en la zona y yacen enterrados en el valle.

Nos dirigimos de nuevo a la costa pero antes vamos a recorrer el Parque Nacional de Hluhluwe-Imfolozi, la reserva más antigua de África. Son noventa seis mil hectáreas donde se combinan la sábana abierta con la espesa jungla y que en 1895 fueron declaradas parque nacional. Tres ríos recorren su geografía y aunque es zona de malaria, debidamente protegidos no hay por qué temer lo peor. Por sus tierras habitan los cincos grandes (elefante, búfalo, león, leopardo y rinoceronte), además de muchos tipos de gacelas, antílopes, cebras, jirafas... Aunque vimos a casi toda la fauna, excepto a los esquivos leones y al “casi imposible” leopardo, en esta ocasión, las estrellas fueron los rinocerontes.

Tuvimos muchos avistamientos y encuentros, el último casi dramático cuando dos enormes ejemplares, seguramente una madre con su ya “crecidito” hijo nos pasaron a tan solo medio metro del todo terreno cuando surgieron de repente al borde de la pista tras una curva cerrada justo durante el ocaso y a contraluz. Ambas partes nos llevamos un buen susto.

Pero la costa índica de Kuazulu-Natal aloja el primer entorno natural que en Sudáfrica fue declarado Patrimonio de la Humanidad: el parque de los Pantanos de la Gran Santa Lucia. Un estuario con un profuso ecosistema que se puede explorar por tierra y en barco.

Navegar por sus aguas resulta imprescindible, como si nos encontrásemos patrullando en pleno río Mekong pendientes de todo lo que se mueve porque, a parte de muchas aves exóticas, hay numerosos encuentros con colonias de hipopótamos así como mucha cercanía con los sigilosos cocodrilos del Nilo languideciendo en las orillas o deslizándose silenciosamente sobre las aguas. Es un mal lugar para caerse por la borda.

La presencia de los cocodrilos del Nilo está estimada en unos 1.200 ejemplares, la de los hipopótamos en unos 800 y se han contabilizado más de 500 especies de aves.

Las actividades ofrecidas en este entorno son innumerables y empresas como Santa Lucia Safaris ofrecen desde navegaciones en barco o salidas de pesca de altura hasta excursiones a caballo, exploraciones en kayak o bicicleta de montaña, trekkings específicos para amantes de la ornitología, visita a los parques nacionales cercanos, buceo, tours culturales para conocer la cultura zulú y en determinadas épocas del año, navegaciones para avistar ballenas y delfines o acercarse a las colonias de tortugas en la playa. La pulcra Santa Lucía es un enclave realmente pequeño y resulta increíble que ofrezca tal cantidad de actividades y... noches emocionantes porque hay que andar con mil ojos, los hipopótamos tienen la costumbre de darse paseos nocturnos por sus calles y jardines y no son nada dóciles.

Al norte de Santa Lucia, recorriendo 32 Km. por Cabo Vidal, iremos avanzando por tierra con los lagos a un lado y el océano al otro mientras vamos avistando su fauna salvaje: robustos y desconfiados rinocerontes, majestuosos antílopes kudus con sus impresionantes cuernos retorcidos, guepardos recelosos e insaciables elefantes. Un regocijo para la vista y el ánimo. Las playas de arena blanca con dunas cubiertas de vegetación, algunas incluso llegan hasta los 150 metros, (son las segundas más altas con vegetación tras la isla Fraser en Australia) son la seña de identidad de su deslumbrante costa pero sus aguas están habitadas por tiburones, motivo por el cual se desaconseja bañarse, salvo en aquellos puntos donde existen mallas protectoras que impidan la entrada de los feroces escualos. Por el mismo motivo se desaconseja bañarse en el estuario donde los cocodrilos podrían presentarse sin avisar. Hay muchos carteles que avisan de los dientes que acechan bajo el agua.

Los últimos rayos rojizos del sol sobre los lagos con las acacias asomándose en el horizonte nos despiden de este prodigioso entorno natural mientras las estrellas van invadiendo el cielo ennegrecido de la noche. En breve entraremos en el país más pequeño de África y uno de los tres reinos que todavía perduran en continente africano: Swazilandia.

Resto de crónicas de la ruta

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.