En el año 1.995 el alcalde de la ciudad de Lima, Alberto Andrade Carmona, se propuso recuperar y restaurar los edificios históricos de la ciudad. Uno de sus objetivos fueron los espléndidos balcones de madera de las casonas coloniales. Nació el plan "adopte un balcón" donde la municipalidad restauraba la fachada y los balcones, dejándolos impecables pero el propietario (empresa o particular) se tenía que comprometer al mantenimiento (principalmente pintura y barniz) mediante contrato (con una multa si el propietario abandonaba su compromiso). En algunos casos funcionó pero desgraciadamente muchos propietarios prescindieron del mantenimiento y tras varios avisos de la municipalidad se comenzaron a aplicar las multas por el terrible estado de abandono. Tampoco se pagaron las multas y comienzan las órdenes de embargo ... y las batallas campales entre dueños y policías. Al final, y para evitar daños mayores ... la Municipalidad tuvo que hacer de nuevo una gigantesca inversión por abandono de su obra precedente. De nuevo manos a la obra, los edificios que rodean la plaza de Armas intentan recuperar el esplendor de antaño mientras la policía intenta dar seguridad a los paseos.
Pero la presencia policial no es suficiente y hay muchos grupos que intentan paliar el estado de necesidad de esa bolsa de población desfavorecida para que sus moradores tengan más opciones en la vida. Organizaciones y parroquias que dedican su vida e inconmensurables esfuerzos a los más necesitados. La parroquia de Santa Anita (un barrio marginal) nos acoge durante nuestra estancia en Lima y somos testigos directos de su gran labor con sus comedores populares, centros de cultura, biblioteca, asesoría, ... Allí conocemos a un grupo de personas maravillosas, que no descansan ni un momento por ayudar a una parte de la población limeña de escasos recursos y difíciles expectativas de futuro. El Padre Pedro, el padre Juan, César, los voluntarios Karina, Justi y Josean, ... y tantos otros de los que allí trabajan nos dejan una huella imborrable. Nos enriquecen humanamente y nos dan a conocer las actividades y objetivos que desempeñan a diario para ayudar a tantas personas desde niños a jóvenes, adultos y ancianos, intentando mejorar y completar la vida de todos ellos y evitar, por el ambiente que les rodea, que acaben en una espiral interminable de marginación y delincuencia. Realmente admirable y loable su misión y el duro y largo trabajo que todavía queda por hacer pero con su energía e inagotable ilusión lo van consiguiendo.