Y finalmente llegamos a Ayacucho. Cuando fue centro neurálgico de Sendero Luminoso provocó una emigración masiva de su población hacia la costa, especialmente a Lima, para escapar del terror y la humillación. Pero una década después la ciudad goza de una paz que ha permitido la vuelta de aquellos que se marcharon huyendo del horror. Ayacucho fue fundada en 1.540 por el capitán español Vasco de Guevara con el objetivo de facilitar el viaje hasta entonces muy peligroso entre Lima y el Cuzco, con el objetivo añadido de convertir a los nativos al cristianismo. Ayacucho es otra sorpresa agradable, nos esperábamos una ciudad aséptica con algún que otro toque de arquitectura colonial pero la encontramos realmente hermosa en algunos sectores y nos anima la conciencia de la población por recuperar su ciudad para devolverla el esplendor de antaño. Cuando nos ven sacando fotos nos dice un hombre "vayan hasta la siguiente cuadra y gire a la derecha, allí hay una villa muy bonita", otro "venga, venga conmigo, le voy a llevar a un claustro que se está restaurando". Conocemos casualmente a José Trujillo (y luego a su mujer Fany) mientras buscamos alojamiento y aunque en Perú no aceptamos invitaciones de nadie esta vez lo vimos tan claro que aceptamos su hospitalidad. Un encuentro realmente providencial, su trabajo en el área del desarrollo de Ayacucho le convirtió en un anfitrión perfecto para conocer a fondo la ciudad. Con sus consejos los paseos son muy fructíferos. Fantástico ver en sus plazas cómo las flores han vuelto a crecer embelleciendo una ciudad y reflejando la ilusión en un futuro que intentan labrarse con esperanza.

 

Plaza Mayor con la catedral y la estatua ecuestre del mariscal Antonio José de Sucre (que junto a Simón Bolivar lucharon por la Independencia de las Américas). Fue precisamente en la Batalla de Ayacucho cuando el 9 de diciembre de 1.824 se puso fin al gobierno colonial y se proclamó la Independencia. Convirtiéndose Huamanga en la primera ciudad en celebrar su libertad. En medio del fervor de los festejos el Libertador Bolívar, decretó bautizar la ciudad con el nombre de Ayacucho, que significa "la ciudad sangrienta". Quién le iba decir que un siglo y medio después el nombre de la ciudad era una premonición de la sangre que el terrorismo de Sendero Luminoso iba a derramar entre sus vecinos.

 

Poco después de la fundación de la ciudad comenzaron a llegar las primeras órdenes religiosas, fue cuando se comenzaron a levantar los primeros templos de la mano de monjes franciscanos, dominicos y agustinos. Éstos consiguieron solares y tierras a partir de encomiendas (reparto de territorio en función de la cantidad de tributarios). Pero fueron los jesuitas llegados en 1.568 la congregación que se hizo económicamente más poderosa y a quienes se les adjudicó la mayor cantidad de terrenos urbanos como casas, solares y estancias. Un total de 37 templos (en la foto la iglesia barroca de la Compañía de Jesús, 1.605) se yerguen por toda la villa junto a las fabulosas casonas que caracterizan la fisonomía de la ciudad. Su máximo apogeo se produce durante las celebraciones de Semana Santa que ha alcanzado una fama casi tan grandiosa como la que goza la Semana Santa en Sevilla.