Pero si la belleza de Cuzco nos cautiva ... tiene también un lado oscuro: es muy insegura. Asaltantes, carteristas, estafadores, falsos policías, ... obligan a los visitantes a ir con mil ojos, a no fiarse de nadie, a no adentrarse en lugares solitarios y no llevar nada visto que valga más de 5 euros porque entonces uno se convierte en víctima potencial de los cientos de personas que están al acecho de cualquier descuido de los viandantes. Hay que estar atentos en los semáforos si se va en coche (los cristales son una broma frente a una piedra o un mazo y los segundos de estupor que produce la rotura violenta del mismo permite arrancar de las manos o de la guantera lo que se tenga), vigilante con riñoneras, bolsos o mochilas si se va a pie. Nada de medallitas o pendientes que aunque sean de bisutería pueden llevar al ladrón a pensar que son "buenos". La policía tiene fieramente cercada las plazas principales para evitar que los ladrones desvalijen con tirones o con sus ágiles dedos los bolsillos y mochilas de los visitantes, en esta misma foto en el centro de la ciudad se pueden contar hasta siete policías (más dos coches patrullas en dos esquinas opuestas pero que no salen en la foto) y en la plaza de Armas (la central de la ciudad) nunca hay menos de 50 policías. Los extranjeros llevamos las uñas clavadas en nuestras pertenencias y los policías no nos quitan el ojo si algo cuelga por si es necesaria su actuación ante un tirón. Vicente aprende a mover el zoom con el meñique porque la otra mano sujeta la segunda cámara, un viejecito le dice "cuidado, cuidado joven, agarre mejor la cámara". Yo nunca filmo en vídeo si no tengo a Vicente cubriéndome porque estoy más indefensa ante un fuerte empujón y un joven en zapatillas que se eche a correr con mi equipo. Nunca interviene nadie y si es necesario los viandantes les abren paso para no interferir porque normalmente nunca actúan solos, un acto espontáneo de valentía puede suponer el premio de una cuchillada en el vientre o un corte en la cara por un cómplice que le cubre. Al final somos testigos de tres robos ... todos a peruanos porque por lo visto los extranjeros estamos muy vigilantes (en casa del herrero ... cuchillo de palo) y hay mucha policía pendiente de los turistas. Una cámara pequeña a un padre de familia desaparece, a una estudiante de nuestro hostal le roban en sus dos primeras horas de estancia toda la cartera con el dinero de su viaje (estaba en viaje de estudios) en la cola que hacía para entregar papeles en la universidad. En una procesión, una chica grita delante de nosotros: "¡¡Qué haces desgraciado, buscando la plata en mi bolsillo ... pues no tengo, ... lárgate!!", el ladrón pillado in fraganti fracasa y se va como si los gritos no fuesen con él mientras la chica le maldice pero no hace nada porque tampoco sirve para nada.