Los pitones rocosos que acorralan a Ninh Binh nos atrapan en sus garras. Pequeñas pistas nos permiten introducirnos en sus entrañas, de cerca son como corpulentos mastodontes de larga y espesa melena de vegetación que se erigen sobre los arrozales como corcovados gigantes. "La bahía de Halong terrestre" le llaman, pues estos islotes se diseminan de idéntica manera a sus homólogos marítimos de las aguas del mar del sur de China.

A veces alguna gruta se hace sagrada y los devotos budistas construyen hermosos templos colgados de las paredes calcáreas. Realmente lugares así incitan a la contemplación y la meditación.