Las lenguas acuíferas y los canales que bañan los campos obligan a los lugareños a cruzar el río en frágiles embarcaciones que no cesan de transportar pasajeros de una orilla a la otra. Las barcazas de los pescadores tampoco interrumpen su faena. Los remos son accionados con los delgados y pequeños pies que sus diestros dueños mueven con el ritmo de un lento pedaleo de bicicleta. En la proa, otro pescador arroja las redes para apresar alguna pieza en las tranquilas aguas.

Cruzando los canales de los arrozales.