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Y por fin entramos en Leh. Su gigantesco Palacio Real de adobe y su gompa, erigido en un nido de águilas, son los dos titanes que el hombre ha alzado para que sean los estandartes de esta curiosa urbe perdida en un remoto valle del Indo.

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No se conoce Leh hasta que se la vislumbra desde su alto gompa, cuando se la ve agazapada en medio de una corona de gigantes de piedra que siempre están ahí, vigilantes, serenos, endiosados. Una cuerda infinita une dos cimas para que centenares de oriflamas se agiten sobre la ciudad y la bendigan.

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La cercanía de Cachemira hace que exista una minoría musulmana y en el centro de Leh, justo bajo el Palacio Real, se erige la gran mezquita.